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Temprano por la mañana, nos hemos levantado, a tomar nuestro desayuno y salir a trabajar. No existe mucha diferencia con otros trabajadores, ni con otras personas. Algunas toman el transporte público rumbo a sus oficinas o sitios de trabajo, a decir verdad mientras uno trabaje no se espera mucho cambio, no en la rutina, levantarte siete de la mañana, desayunar pan , leche y café, con suerte una tortilla cubierta de salsa y un plato de frijoles. Comida no nos falta, pero tampoco nos sobra.

Aquel que vive como trabajador de la construcción, como albañil, se ve enfrentado a una situación muy adversa, pues mientras existe trabajo uno tiene de donde obtener ingresos para comer, vestir, se deben destinar parte de esos ingresos en la educación y la vivienda, reduciendo oportunidades de adquirir objetos, quizá no suntuosos, pero útiles, un horno de microondas, un refrigerador, una lavadora. Surge una pregunta muy importante ¿acaso en pleno siglo XXI, puede la gente carecer de algo así? Creo que la respuesta es bastante obvia, si lo llevamos un poco más allá, nos daremos cuenta de que muchos trabajadores no solo carecen de eso, sino que de lo más básico, incluyendo el propio trabajo.

Un albañil no tiene nada seguro, pues el trabajo también depende en muchos casos –no de la habilidades del trabajador- de aquel que lo ofrece, porque por cada casa construida, hay una gran cantidad de constructores aspirando a obtener ese empleo, corolario, muchos de ellos disminuyen el precio de su trabajo, abaratando la mano de obra y con ello la calidad de vida del trabajador. Así, un trabajador que puede aspirar a un trabajo, lo pierde porque algún otro colega ha abaratado su mano de obra, y esta medida es mucho peor, pues debe recurrir a “trucos” para que salga el gasto de la semana. Y el tiempo que se invierte en la construcción debe ser menor, y para eso se necesita otra par de manos para apoyarlo, o realizar un trabajo mediocre…

Hace un mes mi padre cambio de obra, afortunadamente el trabajo no le hace falta, algún lugar donde emplear sus habilidades, y quizá lo mejor, con vecinos que conocen el trabajo de mi padre y hacen lo posible por pagar el precio justo de su labor. En ese tiempo yo lo ayudo y desde entonces, cuatro personas mayores que yo, han venido a buscar a mi padre para ver si hay “chamba”, mi padre sin mirarlos a los ojos les dice que no, y ellos parten más tristes de lo que llegaron, y yo me siento impotente ante tal situación, no sabemos si tienen o no familia, si tienen casa propia, o siquiera para echar el taco. Mi padre me cuenta que hace mes y medio, un sujeto llegó a pedirle trabajo, ante la negativa de mi padre –razón de la situación que se vive– el sujeto ofrece en venta una cuchara y un taladro con tal de conseguir alimentos para su familia. Mi padre no tuvo otra opción, sólo le dio diez pesos porque no hay más dinero y el joven se fue en busca de un kilo de tortillas, aunque mi padre me comentó haber estado triste por esa situación, alguien más joven y más triste todavía, vende sus herramientas de trabajo.

Parece que ejerciendo el oficio por cuenta propia es fácil vivir, por el contrario es mucho más complicado. Los patrones pocas veces están dispuestos a pagar lo que en realidad vale el trabajo, pues ellos también están expuestos a los problemas del libre mercado. Algunos teniendo la oportunidad de pagar lo adecuado, no lo hacen excusándose con que existente otros dispuestos a trabajar por menos. La vida que hoy se lleva nos obliga a pensar en ahorrar, en alimentos, en ropa medicina.

Mi padre es albañil de profesión, sus hermanos y padre ejercen ese oficio, mis primos lo hacen también. Hace seis años mi padre consiguió empleo en una empresa de electricidad industrial, por problemas con sus superiores decidió renunciar y hace cuatro años regresó a su oficio mucho más pesado, es verdad que en ese periodo la vida fue un poco más sencilla, nos proveyó de seguro médico, las prestaciones que un obrero posee y un poco más. Contrastando con la realidad de los constructores, seguridad social no poseen, si algún hijo enferma o sufre un accidente, debe apretarse el cinturón y llevarlo con un medico particular, con el riesgo que esta situación ocasiona.

En el caso de que el jefe de familia enferme, la situación se agrava, si es el único sostén de la casa, los ingresos se ven frenados hasta su recuperación. En cuanto al resto de la prestaciones, el dinero no se puede conseguir más que por el que se trabaja, los bonos y vacaciones pagadas no existen, algunos difícilmente se toman el domingo para trabajar, mi padre ya lleva cinco domingos seguidos trabajando, los siete días de la semana lo ha hecho y apenas sale para cubrir la semana.

Ayer cuando regresamos a nuestro hogar, mi padre comenzó a soldar una puerta, para algún vecino que seguramente se la encargó, después de su jornada fuera de casa, inicia otra en nuestro hogar, para alguien más aún. Esa puerta representa un dinerito extra, del cual una parte será invertida en la soldadura, en los discos de corte y demás herramientas extra que se necesitan, mi padre querrá reparar su taladro y no le sacaremos esa idea de la cabeza, necesita sus herramientas si quiere hacer un “trabajo bien hecho”, un trabajo digno como dice él. Hoy prepara una loza, y temprano, más de lo normal se levantó a encargar la madera, la cual debe rentar por quince días, después de eso, ira a buscar a los “coladores” que concluirán el trabajo de aquella loza. Al finalizar habrá acabado su trabajo en ese lugar, y esperara unos días, en lo que le “cae más chamba”.

Son las siete de la tarde, y mi padre ha comenzado a recoger sus herramientas, descombra un poco su lugar de trabajo, y se quita la tierra del cabello, recoge su abrigo y sale de aquella casa ajena. Se le mira caminar con la dignidad de un gran señor y llegamos a nuestro hogar, ahí bebe un vaso de agua y se acuesta para recobrar un poco de fuerzas. Prepara su baño y después a cenar, mira un rato el televisor y después se retira a dormir. Su vida no cambia mucho, mañana hará lo mismo y quizá pasado también, sólo tiene en mente sacarnos adelante y lo piensa hacer con sus fuerzas, aquellas que con el paso de los años han menguado, y se le mira con el rostro abatido y cansado. Sonríe ante el abrazo de mi pequeña hermana y ante el plato de sopa caliente que será la cena, hoy no hay carne pero la salsa de chile verde hará las veces de plato fuerte. Mientras yo leo algo de la escuela mi hermano cena con él y mi madre calienta las tortillas, mi padre nos mira y sólo espera que seamos mejor que él. Yo lo que quiero es hacer un mundo mejor para él y para todos aquellos que aún en la dignidad de sus trabajos, se ven reducidos a simples piezas, que ven disminuida su calidad de humanos con el paso de los años, en donde la condiciones se trabajo no mejoran, ni la situación social. En ellos se mira la semilla de un futuro mejor, pero la semilla debe luchar, y apenas es el comienzo.


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