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Este artículo fue escrito con motivo del setenta aniversario del crack de Wall Street en 1929. No pretendía ser simplemente un artículo conmemorativo o histórico, fue escrito porque, para los marxistas, entonces estaban presentes todos los síntomas de lo que presuntamente sería la preparación de otra "corrección". En 1998, colapsó el Long Term Capital Management, con unas pérdidas de 4.600 millones dólares en cuatro meses. LTCM era un fondo de alto riesgo. Los detalles de sus actividades eran arcanos, pero en esencia se trataba de la misma práctica que en 1929 se denominaba "comprar con margen". En otras palabras, apostar con el dinero de otras personas. Estas prácticas eran muy admiradas en las altas finanzas. Dos de sus operadores, Myron Scholes y Robert C. Merton, ganaron en 1997 el Premio Nobel de Economía. Sus escritos económicos son toda una serie de fórmulas matemáticas. Sin embargo, el destino de LTCM demuestra que aportaron poco a la suma de la felicidad humana. Pero después de todo tampoco esa fue nunca su intención. A finales de los años noventa, el mundo experimentó el auge de la nueva tecnología, el equivalente directo del boom de la tierra en Florida durante los años veinte. Muchas de las empresas puntocom nunca hicieron un céntimo. Los comentaristas económicos hablaban del "nuevo paradigma", exactamente como en los años veinte los especuladores hablaban del boom bursátil. "En esta ocasión es diferente. Esta vez durará para siempre". Pero los marxistas desde hace mucho insistíamos en que no había cambiado nada fundamental. Bajo el capitalismo la recesión sigue al boom. Estábamos aislados del instinto de horda de los columnistas y entusiastas que rápidamente se unieron a la nueva fiebre del oro. A ellos no les gustaría que se volvieran a publicar sus efusivos artículos. Nosotros no tenemos nada que ocultar, estamos orgullosos de nuestros análisis. En el año 2000 colapsó la burbuja de las puntocom. El "nuevo paradigma" se olvidó totalmente en medio del pánico. Las acciones tecnológicas bajaron hasta valer sólo un 6 por ciento del valor total, incluso antes del estallido de la burbuja. Pero arrastró consigo los precios de las acciones que continuaron bajando durante todo el año 2003. También está el punto discutible de si el colapso de la nueva economía fue el desencadenante de la recesión en la economía real en el año 2001. Volvemos a publicar este artículo ahora. Finalmente ha estallado la burbuja de las hipotecas sub-prime. La crisis financiera ya ha tenido repercusiones en los bancos a través de la contracción del crédito. El mundo capitalista está en el umbral de una recesión. El análisis marxista del capitalismo ha sido reivindicado. Ahora la clase obrera necesita aplicar el programa del marxismo para acabar de una vez por todas con el sistema capitalista. En vísperas del gran colapso de la bolsa en 1929, un periodista preguntó a un especulador cómo se hacía dinero en el mercado y esta fue su respuesta: "Un inversor compra General Motors a 100$ (quiere decir una acción de GM), se la vende a otro a 150$ y éste a su vez la vende a un tercero a 200$. Todo el mundo hace dinero". Parece pura magia, por lo menos mientras funciona. En un mercado alcista como el de 1925-1929 prácticamente todos los precios de las acciones subían sin cesar. En aquellos años las acciones industriales de EEUU triplicaron su precio. Ocurrió de nuevo en 1982 cuando el índice Dow Jones alcanzó los 1.000 puntos. Ahora se encuentra casi en los 11.000. Durante casi todo ese período los "inversores" se podían sentar y ver como aumentaba su dinero más de un 15 por ciento al año. A finales de 1928, el Presidente Coolidge veía la economía norteamericana con una pasmosa complacencia: "Ningún Congreso de EEUU hasta ahora que haya analizado el estado de la Unión, se ha encontrado con una perspectiva más satisfactoria que la que aparece en estos momentos. En el terreno doméstico hay tranquilidad y satisfacción... y el récord mayor de años de prosperidad". Hoy, como en 1929, los expertos aseguran que "los fundamentos del mercado son sanos". Pero los marxistas creemos que todo lo que sube tiene que bajar. Para comprender las aparentemente misteriosas oscilaciones de la bolsa hay que regresar a lo básico. La base del sistema capitalista es la obtención de plusvalía (trabajo no pagado) de la clase obrera en el proceso de producción. Los capitalistas poseen los medios de producción principalmente en forma de acciones. Una acción de una empresa es un simple pedazo de papel que da derecho a su propietario a dividendos regulares. Un dividendo de una acción es, por tanto, sólo la parte de los beneficios de la empresa que se paga a los accionistas. Ese dividendo en última instancia es sólo una parte del trabajo no pagado a la clase obrera. A menudo las acciones de una empresa que cotiza en bolsa pasan de mano en mano. La empresa no obtiene en este proceso nada del precio de venta de la acción. Si yo compro una acción Ford de segunda mano, Ford no consigue más beneficios que si yo compro un coche Ford de segunda mano, aunque sí es verdad que la emisión de nuevas acciones se puede utilizar para financiar nueva inversión. Pero desde la Segunda Guerra Mundial ésta ha sido una fuente insignificante de inversión financiera, sobre todo en los países anglosajones. Los fondos principales proceden de fondos reinvertidos o de préstamos bancarios. Desde hace algunos años en este país, Gran Bretaña, el capital social en acciones ha sido una fuente negativa de las finanzas empresariales, las empresas en realidad han reducido el dinero gastado en recomprar sus propias acciones. Las acciones son sólo pedazos de papel coloreado con el que se comercia en las bolsas. ¿Cómo consiguen los especuladores su valor? Uno de los motivos para poseer una acción es el cobro de un dividendo. El precio de una acción se espera que refleje la rentabilidad futura que se espera para esa empresa. Si los beneficios previstos son mayores, entonces el precio de la acción subirá y los especuladores acumularán acciones. Así es como se hincha la burbuja, los especuladores consiguen dinero de dos maneras: de los dividendos y del aumento del precio de sus acciones. Después tenemos la situación interesante donde las acciones suben porque la gente las compra y lo hacen porque el precio de las acciones sube El instinto de horda de los comerciantes puede producir prisas y pánico. En el fondo, la salud de la bolsa es un reflejo de la rentabilidad de la economía real, incluso aunque puede haber momentos de retroceso y avance antes de que las tendencias de la economía real finalmente se dejen sentir en los parqués bursátiles. Cuando ha comenzado un mercado alcista salen a la luz los "espíritus animales" (como los llamaba Keynes) de los empresarios. Todo el mundo quiere participar cuando la situación está bien. El resultado natural es una orgía de estafas. Esta es una señal de que el boom está en su cúspide y era considerada como una etapa natural del ciclo en el libro clásico de Kindelberger: Manias, panics and crashes [Manías, pánicos y cracs]. En los años veinte, el boom de la tierra en Florida hizo subir el precio de un pedazo de tierra de 1.500 dólares en 1914 a 1,5 millones de dólares en 1926. ¡Daba igual que la tierra en cuestión fuera un cenagal! (Ese pedazo de tierra después del colapso inevitable y espectacular de los precios del suelo aún hoy en día no ha recuperado el precio de 1926). El colapso Antes y después se han producido otros booms especulativos. Los capitalistas que participan no son estúpidos, pero su sistema sí es estúpido. Como señalaba Chicago Tribune en 1890: "En la ruina provocada por todos los booms colapsados, se encuentra el trabajo de hombres que compraron propiedad a unos precios que sabían eran perfectamente ficticios, pero estaban dispuestos a pagar ese precio simplemente porque sabían que encontrarían a otra persona loca por arrebatarles la propiedad de sus manos y con ello conseguirían un beneficio". Los inversores habituales recordarán que en el ciclo actual ya hemos ido más allá de esa etapa, como demuestra lo que se ha pagado al Long Term Capital Management, un fondo de alto riesgo misterioso pero poderoso. Igual que en los años veinte, el período actual ha creado personajes similares a Calvin Coolidge convencidos de que los buenos tiempos durarán para siempre. Ahora se trata del "nuevo paradigma" ¾toda una era de auge capitalista¾. Los más viejos saben que cuando empiezan a aparecer estas ideas es el momento de vender. Samuel Brittan ha escrito un par de artículos hace poco en The Financial Times, en los que ataca el nuevo paradigma. La unidad de análisis económico del HSBC, el anterior Banco de Midland, dice los siguiente: "Prácticamente todos los indicadores económicos de EEUU que hemos analizado se encuentran con la luz roja encendida (...) Cuando la burbuja estalle va a ser imposible un aterrizaje suave". El Financial Times hace referencia indirecta a cuando en agosto publicaron una serie de artículos sobre la obra clásiva de Charles Mackay: ¿Desilusiones populares extraordinarias y la locura de las multitudes? La manipulación de acciones y la prisa por comprar va más allá de la capacidad de la economía real para satisfacer la prosperidad de las clases superiores. Cuando el boom de las acciones está en su cima, los especuladores se parecen a unos muñecos de dibujos animados que corren sobre y precipicio inconscientes de lo que hay debajo. Pero la ley de la gravedad finalmente se impondrá y caerán. El crack les pone con los pies en la tierra. El hundimiento Cuando ha llegado el momento, como veremos, un fracaso o movimiento secundario pueden acabar con el boom. Entonces llegamos a otra situación interesante, donde los especuladores se apresuran a vender sus acciones porque éstas bajan, y siguen bajando precisamente porque sus dueños las venden. Se inicia una espiral donde el boom se convierte en su contrario. Analistas económicos serios han intentado explicar que el crack de Wall Street estuvo provocado por el Departamento de Bienes Públicos de Massachusetts, cuando prohibió a Boston Edison dividir sus acciones 4-1, esta empresa que generaba su electricidad de las "acciones de agua" [inversión en los gastos futuros de agua]. Otros han culpado a la bancarrota en septiembre del Clarence Hatry Group, que fabricaba máquinas expendedoras, en Gran Bretaña. Si un acontecimiento como éstos es capaz de producir una depresión tan devastadora en todo el mundo, que culminó con el ascenso de Hitler y la Segunda Guerra Mundial, entonces no habría prueba mayor de la irracionalidad del capitalismo, pero sin duda nos encontramos ante una explicación superficial de la cuestión. Las polémicas entre los capitalistas por los distintos motivos de las ruinas no son otra cosa que una característica permanente del capitalismo. Hurgando en estas explicaciones, Galbraith echa la culpa a la confianza. "El primer acontecimiento que provoca estas dudas no lo conocemos es, pero nada es más importante que lo que conocemos". La realidad es que estos incidentes como mucho son los primeros destellos de la crisis, pero no su causa principal. Después está la teoría de que el crack fue una manifestación de pánico. El libro de Galbraith, El crack de 1929, trata fundamentalmente de Wall Street no de la economía real. Describe el ambiente en las bolsas el jueves 24 de octubre: "Ese día cambiaron de mano 12.894.650 acciones, muchas a unos precios acababan con los sueños y esperanzas de aquellos que las habían poseído... El pánico no duró todo el día. Fue un fenómeno de las primeras horas de la mañana... la incertidumbre hizo que la gente tratase de vender cada vez mas. Otros, incapaces de responder a los márgenes complementarios, vendían. A las once y media el mercado se habían rendido al temor ciego e implacable. En realidad se trataba de pánico". Pero el pánico estaba ligado al colapso de los beneficios de las empresas cuyas acciones se estaban hundiendo. La psicología de las masas es utilizada a menudo por aquellos que no son capaces de explicar los acontecimientos anteriores al Martes Negro de octubre de 1929. En septiembre, los mercados ya habían iniciado su camino a la deriva y el año anterior ya se habían producido dos ataques de pánico. Los espíritus animales y el instinto de horda pueden explicar por qué las acciones suben por encima de las posibilidades objetivas de hacer dinero de la clase obrera. Octubre de 1929 demostró que también podía haber un crack, pero este tipo de actitudes simplemente amplifican los vaivenes de una economía basada en el beneficio. Otra explicación del crack fue el fenómeno conocido como margen comercial. En los años veinte, para los especuladores era algo común comprar una pequeña fracción del valor nominal con dinero contante y sonante, el resto se pedía prestado. En un mercando ascendente ¿cuál era el problema? En tres meses la acción valdría más. Este proceso suena muy arcano, pero no se diferencia mucho de comprar fiado al tendero. Es el crédito. Para ser más exactos, se trataba de apostar con el dinero de otros. Es el equivalente a pedir dinero prestado a un banco para apostar por un perro en una carrera, mientras gane no hay problema, podremos seguir pagando al banco y apostar, pero si no lo hace.... La diferencia con Wall Street en 1925-1929 era que todos los perros ganaban, así es como la bolsa llega a un mercado alcista. Pero lo interesante llega cuando de repente todos los perros comienzan a perder sin razones aparentes y, en ese momento, todas las acciones empiezan a bajar, entonces se entra en los que se denomina un mercado a la baja. Esto es lo que ocurrió en octubre de 1929. La catástrofe La ‘explicación' del margen comercial tampoco explica porque de repente aparece la tendencia contraria. En tal caso, ayuda a explicar porque el revés fue tan catastrófico y generalizado. Explica por qué los corredores de bolsa se arrojaban al río Hudson con nada en el bolsillo excepto los márgenes complementarios. El margen comercial significaba apostar con el dinero de otras personas, lo que hizo fue arrastrar a capas más amplias a la derrota, extender el colapso de la bolsa al resto de la economía y empobrecer a muchas personas de repente. Jugar con el dinero de otros es una característica general de las finanzas capitalistas. Es lo que se llama apalancamiento. El fondo de alto riesgo Long Term que colapsó hace casi un año es un ejemplo de esta situación. Así es como hacen su dinero los fondos de alto riesgo y por eso nos importa cuando fracasan. Sería un error dar excesiva importancia a las "explicaciones" que ofrecen los magos de las altas finanzas. "La dificultad con la que chocan todas estas líneas de razonamiento es que no pueden explicar la velocidad con la que se produce el colapso de la producción, y el hecho de que éste comenzara mucho antes del crack bursátil. La producción industrial cayó de 127 en junio a 122 en septiembre, 117 en octubre, 106 en noviembre y 99 en diciembre. Concretamente, la producción automovilística descendió de 660.000 unidades en marzo de 1929 a 440.000 en agosto, 416.000 en septiembre, 319.000 en octubre, 169.500 en noviembre y 92.500 en diciembre". El crédito Ninguna teoría sobre la oferta monetaria o cambios autónomos del gasto, con o sin declive bursátil, es útil tampoco para explicar estos vaivenes tan precipitados, para eso hay que recurrir a la anticuada teoría de "la inestabilidad del sistema crediticio". Esta frase proviene del clásico de Kindelberger: Manías, pánicos y crack, en él polemiza con los monetaristas convencionales y las explicaciones keynesianas de la recesión. Aunque sería necesario hacer una corrección a esta última frase, en realidad lo que necesitábamos es la anticuada teoría de la inestabilidad del sistema capitalista, que comienza con su potencial de generar beneficios. Observando los principios básicos vemos que los beneficios industriales fueron de un 156 por ciento entre 1924 y 1929. Pero las acciones industriales triplicaron su valor en el mismo período. En 1929 el sistema había agotado su capacidad de mantener el nivel de beneficios alto y la bolsa se mantenía suspendida en el aire. Kindelberger tiene razón al plantear el papel del crédito, aunque no lo ve en su contexto social más amplio. Qué recién llegado al marxismo no ha suspirado con irritación al abrir El Capital y encontrarse con una discusión aparentemente sin sentido sobre como en una mercancía el trabajo privado se presenta como su contrario: trabajo social. Pero lo que Marx intenta es demostrar la existencia de una división del trabajo, pero en una mercancía, la economía capitalista no reconoce nuestra dependencia mutua. En los años veinte ya existía una división mundial del trabajo bien definida, EEUU producía la mayoría de los coches del mundo mientras Malasia se especializaba en la exportación de estaño y caucho. Necesitamos estaño para las soldaduras de las juntas y para otros usos en la producción de coches. Cualquier ingeniero podría saber cuanto estaño necesitamos para fabricar un coche y cuanto para 660.000 coches (la producción norteamericana en marzo de 1929). Más sencillo aún sería calcular el caucho necesario para fabricar un neumático. Pero bajo el capitalismo nadie hace estos cálculos, algo que sí ocurriría en una economía planificada. Nadie sabe cuanto estaño o caucho son necesarios para la producción mundial de choches. En una economía global dominada por la producción de mercancías, los capitalistas individuales aran solos sus surcos preocupados sólo por hacer dinero. Pero cuando las fábricas de coches comienzan a despedir trabajadores, en diciembre de 1929 sólo se producían 92.000 coches, aparecen las malas noticias para los trabajadores del estaño y el caucho de Malasia. La pequeña dificultad local de Detroit se convierte un crack global. Eso es lo que consigue el crédito, generalizar los problemas locales de la misma forma que generaliza la prosperidad local. Todos estamos en el mismo carro, lo sepamos o no. El crédito es una de las formas a través de las cuales todos entramos en el engranaje de la economía mundial. Es una manera de establecer la división global del trabajo a espaldas de los participantes. El economista Thomas Wilson tenía razón cuando advertía que la recesión en el mercado "reflejaba por lo general un cambio que ya era aparente en la industria". El colapso financiero a su vez afectó a los cimientos. En 1929 un millón y medio de personas tenían acciones y estas pocas personas fueron las más afectadas por el Martes Negro. Por supuesto, como los ciudadanos corrientes que habían perdido todo, tuvieron que ajustarse el cinturón y reducir sus gastos, entre otras cosas no podrían comprarse un coche nuevo cada año, en realidad, lo más probable es que tuvieran que vender el modelo existente para poder tapar su agujero financiero. La oferta de coches casi nuevos y baratos al mismo tiempo reducía aún más el mercado de coches nuevos y los empleos de los trabajadores automovilísticos. Este cúmulo de malas noticias pronto llegó a Malasia. La lección de 1929 fue que todos estamos juntos en esto. La crisis comenzó en la economía real, no en Wall Street. El crack lo que consiguió es empeorar las cosas en la industria norteamericana, pero también en el resto del mundo donde se producían e intercambiaban mercancías. La espiral descendente afectó a la producción, al comercio y al dinero. En 1932 había 15 millones de parados en EEUU, de una fuerza laboral de 45 millones. A principios de 1933, la renta nacional norteamericana había caído un tercio. El comercial mundial ese año fue un tercio menor que su nivel de 1929. Alemania fue uno de los países que sufrieron con mayor dureza el crack bursátil y la posterior depresión. Si la producción industrial en 1929 era de 100, en 1932 sólo era de 53. Esa estadística y el fracaso de los dirigentes obreros para dar una respuesta a la crisis llevaron directamente al ascenso de Hitler. La quiebra de los bancos La mayoría de la gente guarda su dinero en los bancos. Si pierden su dinero demasiados, entonces los bancos colapsan. Durante este período, en EEUU cerraron 9.000 bancos. Los bancos se encontraron atrapados por las hipotecas que habían concedido a los granjeros y que ahora golpeados por la crisis no podían pagar, al caer los bancos también lo hacían la mayoría de las personas que tenían su dinero depositado en ellos. En Austria, en 1931, el banco Kredit Anstallt, cargado de deudas colapsó y profundizó aún más la oleada de bancarrotas en toda Europa. En Gran Bretaña, el colapso del Kredit Anstallt provocó un ataque de los especuladores sobre la libra esterlina. El Tesoro exigió al gobierno laborista de Ramsay MacDonald que mostrara responsabilidad ante los financieros internacionales reduciendo el gasto público, es decir, los salarios de los profesores y las pagas de los militares. Hoy esta medida se denominaría Programa de Ajuste Estructural. El gobierno laborista se escindió, fue expulsado y sustituido por un gobierno de unidad nacional, que incluía a los renegados laboristas, llegó a poder para pisotear a la clase obrera. Las repercusiones políticas del crack y la recesión que le siguió fueron enormes, cambiaron la faz del planeta. A la pregunta ¿ocurrirá de nuevo?, la respuesta no debe ser sí o no, sino cuando. Las malas noticias de 1929 sobre los mercados alcistas son: cuanto más grandes son estos mercados más duras serán las caídas.

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