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Escrito por Rubén Rivera

Crecimiento sólo para la burguesía y crisis para los trabajadores

Olas altas y bajas en la marea revolucionaria latinoamericanaResulta interesante observar como, pese al carácter convulsivo de los acontecimientos políticos y sociales de América latina, su crecimiento económico continúa siendo relativamente grande, un 5%, lo que se significa que ha mantenido ese ritmo al menos durante los últimos 6 años. El más reciente informe del Banco Interamericano de Desarrollo señala que América Latina y el Caribe crecerán entre 4 y 4.5% en 2008, cifra inferior a la de 2007; no obstante, es superior al promedio mundial. Particularmente Argentina creció en promedio un 8% y desde la era Kirchner lo ha hecho un 45%. Brasil tenía un promedio de crecimiento cercano al 4%, que para el tamaño de su economía es bastante significativo, otro tanto sucede con Venezuela la cual se mantiene con un ritmo anual superior al 6%. La recesión norteamericana significará un descenso en el ritmo de crecimiento que se estima en torno a un 2.5% del PIB, esto especialmente en países como Honduras, Guayana, Haití, Jamaica, El Salvador, Nicaragua, Guatemala y República Dominicana, como el grupo de naciones donde las remesas representan entre 10 y 20% de su PIB. En el caso de Colombia y México, donde la relación remesas-PIB es de un 3% aproximadamente, será menor aunque ese impacto se expresará sobre todo en el consumo, que es hacia donde la mayoría de las remesas se orienta. Otro factor es el incremento de los precios de los alimentos, los cuales durante este año se han elevado casi un 70% que afecta sobre todo a los países de África y Asia. En otros tiempos esto hubiese significado una buena noticia para el conjunto de países latinoamericanos; no obstante, la situación ha cambiado. Debido a la apertura comercial la mayor parte del campo está abandonado y en su mayoría los países de la región son importadores netos de alimentos. Por supuesto no es sorpresa si se toma en cuenta que “En países en vías de desarrollo, la inversión en agricultura como parte del gasto público total descendió a la mitad entre 1980 y 2004” (La jornada 19/IV/08) El crecimiento económico de los países de la región puede continuar por algún tiempo en la medida que exista un fuerte flujo de capitales orientados a la reestructuración de las plantas industriales para adaptarlas a las necesidades del mercado internacional, -hablaremos de ello más adelante-, y por otro lado tenemos a toda una serie de países que, reaccionando en contra de la apertura indiscriminada y sin romper con el capitalismo, intentan emplear al estado como agente económico de más peso, viéndose obligados a enfrentar algunos intereses trasnacionales, lo que por supuesto genera el surgimiento de nuevas contradicciones. Por supuesto el problema no se reduce al crecimiento por el crecimiento, el problema es ¿cómo se está orientando y a quiénes sirve? En el 2003 había en la región 226 millones de pobres de los cuales casi 100 millones podría considerarse en pobreza extrema, es decir, el 40% del total. Entre el 20% y el 50% de las poblaciones urbanas de la región viven en condiciones desastrosas de hacinamiento masivo, pobreza extrema, violencia y marginalidad; no tienen acceso a servicios básicos de atención primaria de salud ni de saneamiento; en las áreas rurales más del 60% no dispone de ellos y el 50% carece de suministro de agua potable, según el informe de 2007 de la CEPAL. Mientras esto sucede, Brasil registró un total de 60 mil nuevos millonarios en 2007. El total de brasileños con más de un millón de dólares en el mercado financiero creció de 130 mil en 2006, a 190 mil en 2007, lo que equivale a un aumento de 46.1%. Estos 190 mil individuos poseen un capital de 675 mil millones de dólares, equivalente a casi la mitad del producto interno bruto del gigante sudamericano. Mientras eso pasa, en el mismo Brasil hay 40 millones de personas que requieren ayuda estatal para sobrevivir diariamente. Fenómenos similares se viven en las economías más importantes. Por supuesto este segmento pequeño de las burguesías latinoamericanas están concentradas en las aéreas vinculadas con el comercio internacional y en su mayoría son socios minoritarios o “ejecutivos” de las firmas trasnacionales. Es un ejército que defenderá a ultranza y sin algún tipo de escrúpulo su “bonanza” aunque ello signifique la miseria para las grandes masas. Este segmento que alimenta tal vez a un 10% de la población es de donde procederán los elementos reaccionarios en los conflictos de clase que se avecinan, son los que piden la autonomía para Santa Cruz, los que comparan a López Obrador con Hitler y organizan incendios de los campos en Argentina, defienden la “libertad de expresión” de Gustavo Cisneros en Venezuela y brindan con la sangre que Uribe derrama en Colombia.

Desigualdad y dependencia orgánica e histórica

Como se sabe la región latinoamericana es basta en recursos naturales y humanos, tiene un potencial suficiente para que no exista miseria, hambre y violencia. En su extensión es perfectamente posible crear “el reino de dios sobre la tierra”. No obstante, desde el momento mismo de la conquista todo su potencial económico ha sido empleado para construir las bases para el desarrollo del capitalismo mundial. Primero, como fuente de minerales preciosos (colonia y primeras décadas del periodo independiente); luego, como fuente de materias primas (finales del siglo XIX y principios del XX). El siglo XX ha vivido diversas etapas en este proceso de expoliación, en las cuales la burguesía nacional siempre ha mostrado un amor al dinero muy superior al de cualquier concepto de patria. No es el objeto de este documento describir las fases de desarrollo económico latinoamericano; no obstante, para comprender la coyuntura actual es fundamental tener como antecedente el hecho de que nunca en la historia económica latinoamericana ha existido un momento en el que los territorios y los trabajadores no hayan sido expoliados a favor de la burguesía internacional, por la vía del mercado mundial, y por sus socios locales. Aun durante la época de la famosa sustitución de importaciones el desarrollo industrial se hizo en base a una importación extensa e intensa de bienes de capital, es decir, se produjo una industrialización dependiente que pudo más o menos funcionar mientras los productos de las materias primas se mantuvieron relativamente elevados en el mercado internacional (aproximadamente hasta la primera mitad de la década de los sesentas). Después de ello las necesidades de importaciones de bienes de capital para sostener el proceso de industrialización obligaron a los distintos países a recurrir más y más a los préstamos del exterior. La crisis de la década de los setentas llevó a los países capitalistas avanzados a emplear los instrumentos de financiamiento de los países del llamado tercer mundo, muy particularmente América latina, como fuentes de recursos monetarios para lograr las bases de un nuevo auge. Así, mientras que Inglaterra y Estados Unidos cimentaban las bases de un nuevo periodo de expansión forzaban a los países dependientes a una serie de medidas de ajuste con el único fin de que fueran capaces de sostener pagos de deuda que se tornaban insoportables. Con todo, las economías latinoamericanas para ese entonces ya tenían un notable desarrollo en cuanto a la existencia de una clase obrera moderna con un nivel muy bueno de participación política. La implementación de las medidas de ajuste de los ochentas no hubiera sido posible sin la acción bestial de las dictaduras que entonces eran un hecho en la mayoría de los países latinoamericanos. Aun en los países en donde la bota militar no llegó, la amenaza de la dictadura se cernía como una espada a punto de caer. Cierto es que hubo países que se retrasaron un tanto, Venezuela y México sobrevivieron un poco más por los ingresos petroleros; no obstante, estos mismos ingresos cayeron en picada hasta llegar a los 8 dólares en 1982. De esa debacle ni el régimen mexicano y mucho menos el venezolano logró subsistir mucho tiempo. El problema de la sustitución de importaciones es que se hacían sobre bases capitalistas y en esta lógica las fuentes de financiamiento necesariamente tenían que provenir del capital financiero internacional. Cuando este capital se encareció el sistema colapsó.

Las contrarreformas económicas, orígenes y consecuencias

El golpe político contra el proletariado latinoamericano fue sucedido por un colapso económico, no había manera de evitar el tremendo reflujo que significó la década perdida. Claro que esto podía evitarse si la dirección de los trabajadores hubiera tenido una política correcta, pero su incapacidad para hacer frente a la necesidad de la toma del poder fue un factor elemental que junto con otros dieron pie a las dictaduras ya señaladas. En este marco la aplicación de las contrarreformas económicas no tuvo grandes obstáculos en un inicio, no obstante, conforme la industria local desaparecía, el campo se abandonaba y el desempleo se expandía, las cosas iban cambiando en el ánimo de lucha de las masas. Por ello ante la crisis política que se avecinaba y la debilidad de la burguesía latinoamericana, el imperialismo optó por implementar toda una serie de transiciones pactadas a la democracia que se caracterizaron por una especie de pacto ínter-burgués con el fin de evitar que los movimientos populares nuevamente emergieran. En este contexto estalló la crisis de los países de Europa del este y una referencia histórica para la izquierda latinoamericana se perdió. Cierto es que el estalinismo fue en general un elemento nocivo para el movimiento obrero latinoamericano y que a la larga, luego de su desaparición, han logrado emerger nuevas fuerzas que liberadas de la dependencia soviética, han dado pasos adelante en la construcción de alternativas de lucha, no obstante en un inicio el desconcierto hizo mella en las organizaciones políticas y sindicales de los trabajadores, además que ello facilitó un giro a la derecha de sus direcciones. Así la década de los noventas es un periodo de recomposición donde la clase obrera sufrió ataque tras ataque con pocas respuestas, debido a la profunda crisis de sus organizaciones tradicionales y de sus dirigentes. Los tradicionales partidos burgueses con bases de masas fueron perdiendo significado para la población en la medida de que los mecanismos corporativos de control tenían cada vez menos que dar a los trabajadores. No había reformas que ofrecer sino contrarreformas y en ese contexto al margen del partido que estuviera en el poder el programa siempre era el mismo. Y el repudio de las masas a ese tipo de programas económicos pasaba de la apatía a la franca rebeldía. Por supuesto los noventas fueron también un periodo de desgaste de la burguesía gobernante y de recomposición para las organizaciones de los trabajadores pero en este contexto (1980-2000) se modifica estructuralmente el mecanismo de acumulación capitalista en la región. Por un lado la industria nacional sufre una mutación básica, su objetivo principal no es el abastecimiento del mercado interno, de hecho una estrategia de este nuevo tiempo de desarrollo es mantener el mercado interno al nivel mínimo posible con el objeto de evitar presiones salariales al alza. Las primeras empresas locales en desaparecer son las dedicadas a los bienes de consumo, la apertura comercial se hace en este caso indispensable y actúa de manera reciproca en la desaparición de este sector industrial: por un lado destruye empresas locales pero esta misma destrucción hace insustituible dicha apertura para abastecer al mercado subsistente. Por supuesto la apertura comercial viene acompañada de la creación de empresas de capital foráneo que sustituyan a las locales, ya sea en la producción o en la comercialización de los productos que el mercado interno local exige. No es raro que la inversión extranjera directa se haya mantenido a un ritmo constante durante todo este periodo y no podía ser de otra manera. No sólo había que reconvertir la industria dedicada al mercado interno, el aspecto más importante era aprovechar el shock político de los trabajadores (es decir, las dificultades iniciales para dar una respuesta a los ataques) para crear nuevos enclaves productivos puramente dedicados al mercado internacional, tanto en esferas como la producción como energía, como en la de acero, cemento y muy especialmente la industria maquiladora. Por supuesto, pese a que ya no es el único mecanismo de exportación de capitales a América latina, los préstamos son más grandes que nunca. El BID indicó que en 2007 alcanzó una cifra récord de préstamos aprobados por 9 mil 600 millones de dólares, y un monto máximo de dinero entregado en cuatro años desembolsado el año pasado, que ascendió a 7 mil 600 millones. La mayoría de estos recursos están orientados a las obras de infraestructura que impulsa el Estado y que por supuesto intentan ser administradas por la iniciativa privada. Todo en la lógica de fortalecer el esquema de desarrollo capitalista orientado hacia fuera. Actualmente el promedio de inversión productiva en los países de la región es pequeño (cercano al 20%) si lo comparamos con el 40% de las economías del sudeste asiático, ya hemos señalado que no es prioridad de la burguesía el desarrollar el conjunto sino sólo la parte más rentable de cada economía por lo que es factible que dicha inversión entre en un relativo estancamiento en la medida de que los miopes objetivos burgueses se cumplan. Actualmente vemos un muy peculiar auge de la producción industrial que no necesariamente implica aumentos del nivel de vida o siquiera un fortalecimiento de la estructura económica de cada país. La producción maquiladora sólo requiere de vías de comunicación eficientes y de abastecimiento de energía y mano de obra lo más barata posible El mercado internacional provee los insumos y al mercado internacional van los productos. En este punto llegamos a uno de los objetivos más preciados por los capitalistas, especialmente extranjeros, el del control de la infraestructura energética, de comunicaciones y por supuesto los servicios financieros. Dichos sectores son claves para el control de cualquier economía y se podría decir que quien controla estos sectores controla todo o casi todo. De esta manera el imperialismo cierra un círculo en donde prácticamente la infraestructura energética, de comunicaciones y los servicios financieros son un puente trasversal entre dos economías claramente definidas: por un lado, un sector dinámico y en constante crecimiento, el orientado a la exportación, por el otro, un sector estancado que crece de manera muy endeble; el interno, el cual en el fondo cumple un papel complementario. Hay un auge del comercio exterior que se expande sin repercutir en los niveles de vida de las masas, en muchos casos lo que sucede es que se sufre un deterioro real dado que las necesidades de reducción de costos obligan al deterioro de las relaciones contractuales, desaparición de puestos de trabajo estables y de todo tipo de conquistas de otras épocas. A principios de la presente década según la CEPAL la tasa de desempleo abierto de toda la región está cerca del 9% cifra que es similar a la verificada durante la década perdida. Al mismo tiempo, el porcentaje de empleos precarios llegaba al 60% del total. Por supuesto los que conservan el puesto tienen que producir lo que sus compañeros despedidos generaban, esto deriva en enormes presiones, según la AFL-CIO en México mueren por accidentes de trabajo más de 1300 trabajadores según el IMSS y a nivel continental la cifra pasa los 6,500. La consecuencia lógica de este mecanismo de acumulación capitalista es un aumento del desempleo, un aumento de los trabajos precarios y un deterioro constante de los servicios públicos entre otras cosas. De este modo la burguesía obtiene momentáneamente mayores tajadas, no obstante, al mismo tiempo sienta las bases para estallidos futuros. Dicho esquema de acumulación es en si mismo pesimista y es síntoma de que ni la propia burguesía tiene confianza en el futuro; toda la estabilidad se sacrifica en aras de la ganancia rápida. La desregulación de los mercados financieros por otro lado sólo es reflejo de que en cuanto los problemas surjan el burgués no dudará en emigrar con todos sus millones a donde sienta menos peligro. Saquear y correr, esa es la divisa del capitalismo del siglo XXI.

Pérdida del control político. Crisis del Estado

En otros tiempo los mecanismos de control político que la burguesía imperialista internacional ejercía sobre los países dependientes se hacían por medio de los estados nacionales, ahora éste sigue siendo su instrumento principal, pero las formas particulares de dicha dominación pueden ser de lo más diversas y mucho más directas que antaño. Las legislaciones que se implementaron a la par de esta contrarrevolución económica se basaron en dar garantías legales de que nunca más un proceso de nacionalizaciones se pudiera llevar a cabo. Las “visiones de estado”, es decir, aquellas al margen de quien gobierne suponen partir de la aceptación del dogma del capitalismo, de la propiedad privada inalienable y de los derechos supranacionales de las empresas extranjeras. A los intereses imperialistas les gustaría tipificar de una vez por todas como ilegal toda política ajena a sus intereses. Por ello exigen que los “negocios” y propiedades en países como los latinoamericanos sean defendidos a los tribunales “imparciales” de Londres o Nueva York. Por supuesto no se puede soslayar el papel de los medios de comunicación, una vieja ley social indica que cuando un sistema se vuelve anacrónico el peso de las justificaciones ideológicas se vuelve cada vez más y más importante. Así como en el feudalismo, el poder de la iglesia era tremendo y en el paso al capitalismo no dejó ninguna batalla sin disputar, en el terreno del capitalismo del siglo XXI el peso de los medios de comunicación en la difusión de basura ideológica burguesa crece para tratar de mantener un dominio suficiente. No obstante, mientras más propaganda negra se difunde menos efectivos son sus resultados. A la larga puede más la indignación generada por un aumento drástico de precios o un intento de privatización que todos los mensajes televisivos de corte fascista que se difunden día, tras día, hora tras hora. El proyecto de un Estado burgués latinoamericano funcional al imperialismo es similar a de un perro protector de sus intereses, dócil con el amo pero feroz y brutal con los trabajadores. Es un Estado “democrático” mientras no se cuestione sus políticas y, autoritario cuando los movimientos de masas cuestionen su poder, democrático para un 10 un 15% de la población pero dictatorial para el conjunto de las clases explotadas. La famosa transición a la democracia se ha convertido en un proceso de readecuación del aparato del Estado para hacer más eficiente el servicio a los grandes intereses económicos internacionales, así la oligarquía local no es más que un apéndice de los distintos intereses que se juegan en el plano internacional. Es evidente que no hay un sólo interés capitalista a nivel internacional, así que las contradicciones inter-imperialistas también tienden a reflejarse en las relaciones internacionales de los Estados latinoamericanos y dentro de las cúpulas de los propios Estados. Una de las características de la crisis del Estado latinoamericano es que si sirve a un interés puede perjudicar al otro, en América Latina “Telefónica” del Estado español, libra una feroz batalla con American Movil, de origen mexicano, funcionarios públicos dan respaldo a unos u otros, según el balance de fuerzas les conviene, otro tanto ocurre con las empresas brasileñas que exigen su territorio y que a la larga hacen imposible algún tipo de equilibrio que no sea puramente temporal. Del mismo modo la burguesía trasnacional, sea cual sea su signo de origen (especialmente la norteamericana, pero también la española e inglesa entre otras) no satisface del mismo modo al conjunto de la burguesía local, de hecho grandes segmentos de la burguesía local tienden a verse forzados a desaparecer o adecuarse con serias dificultades para hacerlo, esto crea también nuevas contradicciones en el seno de los Estados latinoamericanos. Sin duda estas contradicciones interburguesas no son irreconciliables pero existen y aportan su granito de arena en la crisis política actual. Lo único que las unifica es su odio a muerte contra el proletariado y los campesinos, salvo eso, miran a sus aliados temporales y competidores potenciales con el cuchillo entre los dientes. En este contexto el Estado pierde consenso entre sus administradores y por lo tanto las posibilidades de lograr gobiernos estables se diluyen. En el momento en que las masas latinoamericanas arriban a un límite y se movilizan hacen estallar con relativa facilidad un escenario político ya de por si fracturado (Venezuela 98, Ecuador 99, Argentina 2002, Bolivia 2005, México 2006) Reiteramos que el plan de reestructuración capitalista aplicado a ultranza no fortaleció a la burguesía local sino todo lo contrario; por el otro lado, a costa de golpes, acciones y reacciones se fueron conformando nuevos frentes de masas, nuevos partidos, sindicatos y expresiones de lucha específicamente distintos de otras épocas y mucho menos sujetos políticamente a la burguesía, en la medida de que la burguesía no tiene que ofrecer más que ataques. Los Kichnner en Argentina, los Correa en Ecuador, los López Obrador actúan bajo la ilusión de que una conciliación es posible y muy a su pesar se ven enfrentados contra fuerzas burguesas de todo tipo en la medida de que un proyecto como el que impulsan choca con los intereses de la oligarquía y el imperialismo, para sobrevivir o se basan en las masas o pueden ser empujados a un lado, ello los lleva a un zigzag, en el que pueden manipular al movimiento o son arrastrados por él, a diferencia de los dirigentes burgueses de la época del populismo peronista o cardenista. Otra diferencia sustancial es que mientras que en la posguerra los dirigentes burgueses con bases de masas tenían un capitalismo que construir, ahora no hay realmente nada en el marco del capitalismo que signifique un desarrollo en su conjunto de las fuerzas productivas.

Las olas altas y bajas en la marea latinoamericana.

No cabe duda que los acontecimientos a lo largo del año que inicia se presentan vertiginosos en toda América Latina. Ningún acontecimiento histórico y mucho menos los procesos revolucionarios tienen un carácter lineal. Como hemos señalado muchas veces, los trabajadores de absolutamente todos los países latinoamericanos han dado en este siglo XXI luchas maravillosas y a distintos ritmos comienzan a adquirir conciencia de sus propias fuerzas. Las masas trabajadoras, cada cual con experiencias particulares tienden a aproximarse a los métodos tradicionales de lucha de la clase obrera, ello incluso en sectores que no son estrictamente proletarios, como en el caso del movimiento campesino.

México y Colombia derecha en el gobierno pero en crisis

En cada uno de los acontecimientos que hemos sido testigos se muestra una crisis en la estructura del aparato del Estado, los viejos partidos tradicionales de la burguesía son ya incapaces de mantener un mínimo de estabilidad. Mientras que los trabajadores construyen nuevas organizaciones o coaliciones para dar lucha también desde el frente electoral, la burguesía se ampara ya sea en los demagogos de derecha al estilo de Uribe en Colombia, Macri en Argentina o Fox y Calderón en México. Especialmente en lo que se refiere a Colombia y México, ambos están siguiendo una política abiertamente reaccionaria en el terreno de los derechos políticos y libertades de las masas, como un mecanismo de afianzamiento de su gobierno. No se trata de regímenes burgueses reconocidos que emplean la represión ante unos cuantos “radicales”, sino de regímenes que emplean la violencia con espíritu “pedagógico” hacia las grandes masas, sin importar sea legal o no, con lo que buscan amedrentar más que convencer. La demagogia respecto a la lucha contra el terrorismo, la delincuencia o el narco se presenta como shock mediático con el objeto de confundir; no obstante, sus efectos cada vez serán más raquíticos al quedar demostrado que ni uno sólo de los problemas propuestos se puede resolver y que en el fondo las acciones del Estado terminan expresándose más que nada en represión contra las masas. En el caso de México, si bien el gobierno de la derecha ha logrado mantenerse hasta ahora, lo ha hecho en el marco de una movilización casi permanente de la oposición de izquierda liderada por Andrés Manuel López Obrador, la cual ya empieza a atraer a los sectores más progresistas del movimiento sindical y campesino. Con altas y bajas el gobierno de Calderón vive en permanente asedio. Mientras tanto la Convención Nacional Democrática no sólo se sostiene sino que cada día se convierte en un punto de referencia para todo el movimiento de masas. En contrapartida la burguesía ha infiltrado y fracturado al Partido de la Revolución Democrática con el claro objetivo de anularlo como fuerza en el marco del conflicto por la privatización del petróleo. También en este frente parece que la derecha no se saldrá con la suya y es más probable una escisión a la derecha que una expulsión de la izquierda dentro del PRD. En cualquier caso la crisis en el PRD no es algo por si mismo malo sino un proceso necesario de diferenciación de intereses de clase en los que el resultado puede ser políticamente más provechoso para las masas que una convivencia hipócrita con elementos abiertamente conciliadores con el régimen panista. Este proceso se da de manera paralela a la batalla por el petróleo que se ha prorrogado debido a las jornadas de lucha de marzo y abril pero que sin duda se desatará nuevamente en cuanto la burguesía reintente aprobar su reforma. En México asistimos a una batalla histórica que se libra en casi todos los frentes y que sin duda permitirá a los trabajadores distinguir más claramente entre los enemigos y los aliados y por lo tanto repercutirá en una elevación de la conciencia de clase. Respecto a Colombia, Álvaro Uribe de momento ha logrado generar un apoyo unánime de parte de la oligarquía Colombiana y un cierto apoyo de las masas más atrasadas empleando el truco de generar un ambiente de histeria colectiva en donde él aparece como el hombre fuerte. En realidad el efecto es momentáneo, dado que ya es evidente para todo el mundo, dentro y fuera de Colombia, que su política corresponde a la de la burguesía y del narcotráfico, y que, él mismo es responsable de las acciones de los grupos paramilitares. La pregunta no es ¿cómo un demente ha logrado llegar a la presidencia de Colombia?, sino más bien ¿cómo es posible que la burguesía haya optado por una personalidad anómala para ponerse al frente del Estado? La respuesta es evidente, el grado de descomposición en todos los niveles de la burguesía colombiana se refleja en su presidente. Hoy el plan Colombia ha significado más de 7,500 millones de dólares en armamento personal y equipo, cuatro millones de desplazados y cerca de 400 mil soldados armados hasta los dientes que amenazan seriamente el desarrollo de la revolución en todo el sur del continente. Con todo eso, incluso en la última crisis derivada del asesinato de Raúl Reyes en Ecuador, está claro que Colombia también sufre sus propias contradicciones y es muy probable que éstas estallen antes de que el país pueda ser utilizado como el Israel de Latinoamérica. Prueba de ello son las detenciones de colaboradores cercanos a Uribe y la acusación misma de los jefes de los escuadrones de la muerte respecto a que el propio Uribe empleó a los paramilitares para venganzas personales. Por más bravuconadas del régimen paramilitar no será capaz de resolver absolutamente nada, la reacción de las masas emergerá y será el principio del fin del régimen paramilitar. Por lo que hace a las FARC, en nuestra opinión, no podrán jugar un papel protagónico en el próximo periodo, puede más un triunfo de la revolución continental y una huelga general en Colombia que la guerrilla por más armada que se encuentre.

Perú y el lacayo imperial Alan García

El Perú ha vivido uno de los dramas más estremecedores de Sudamérica, de ser en los setentas uno de los países con movimientos de izquierda más consistentes y clasistas pasó en la época negra del fujimorato a representar el punto más reaccionario de Latinoamérica. No obstante, la noche le llegó a Fujimori como le llegará a Álvaro Uribe. Lo importante es que luego de ese proceso y del tambaleante periodo de Toledo emergió una nueva opción de izquierda en la candidatura de Ollanta Humala, la cual es símbolo de los nuevos tiempos, es decir: más resultado de lo que las masas no quieren, que de un programa acabado. Más producto de una necesidad de las masas por expresarse políticamente que de la unidad voluntaria de las organizaciones tradicionales de izquierda. Por supuesto tiene mucho más de fondo que la repetición de una izquierda nacionalista de tipo burgués o pequeño-burgués de otras décadas, verlo así es no comprender que tanto las estructuras de la clase trabajadora como las de la propia burguesía han cambiado y que no hay nada sólido excepto la clase trabajadora que sustente estos nuevos liderazgos y que; o se acercan al programa de los trabajadores o desaparecen, las masas ya se han encargado y muy rápidamente de farsantes como Lucio Gutiérrez. Así que en el futuro es probable que finalmente Humala llegue a la presidencia si es que no surge algún hecho extraordinario. Por el momento Alan García ha logrado sobrevivir, primero a la derrota de Humala y luego a las movilizaciones obreras y campesinas de finales del año pasado, en parte esta situación se ha derivado del relativo crecimiento económico, cerca del 8%. Ya hemos explicado que las características de ese crecimiento lejos de alejar tensiones las incrementan y preparan nuevos estallidos, sobre todo porque no hace más que concentrar la riqueza e incrementar la explotación. Además de ello se vive un proceso de recomposición del cual emergerá un proletariado más vigoroso. García no tiene mecanismos de control sobre las masas como pudiera tener el peronismo o en otros tiempos el priísmo, cuando la fuerza de los acontecimientos estalle, no habrá base social que lo soporte. Por hoy tal vez el Perú sea uno de los pocos estados donde el ideal “proyecto democrático” de los Estados Unidos se sostiene, pero es con alfileres y tal vez no aguante la próxima oleada, todo a condición de que las organizaciones de trabajadores peruanas asuman que su fuerza está en la lucha y la unidad y afiancen un frente único para contrarrestar la política de ataques del “El Frontón y Lurigancho”.

Brasil y Chile, la izquierda del centro o las mangas del chaleco

Por supuesto hay países donde la burguesía no puede encontrar un partido o una coalición de derecha en torno a un caudillo demagogo, así no les queda de otra que buscar administradores de su régimen en los dirigentes de organizaciones con tradiciones de lucha, que por el pragmatismo y falta de perspectivas consideran que el ser moderno y el ser estadista consiste en ser gestor del capitalismo en crisis y por lo tanto defender el programa burgués frente al proletario, como es el caso de Lula en Brasil y Bachelet en Chile. La historia ha registrado una y otra vez que cuando un partido o movimiento de los trabajadores se ocupa del gobierno cumpliendo las expectativas de la clase dominante lo que sucede es que sufre un desgaste que sólo abre el espacio para que la burguesía se recomponga, cuando ésta ya no necesita al reformista “realista” lo tira como a un limón exprimido. Lula se ha sometido totalmente a cumplir el programa de la burguesía brasileña que cada día adquiere más confianza de si misma y por lo tanto busca crear su propia esfera de dominio en Sudamérica, comportándose como un auténtico poder imperialista regional. El enorme peso que tiene el gigante de Sudamérica es básico para la absorción de mercancías de cada país vecino pero también clave para imponer condiciones económicas a países con economías infinitamente más pequeñas y débiles. Por supuesto un factor en la ecuación es el ascenso del proletariado brasileño. Como hemos dicho, el crecimiento económico no necesariamente implica un aumento o mejoras de los puestos de trabajo, todo lo contrario, por lo tanto, un movimiento obrero organizado que procede a la ocupación de fábricas, a la movilización y a la organización cada vez más combativa se verá enfrentado cada vez más a un gobierno como el de Lula, el cual es más “camarada” de la patronal brasileña que de Evo Morales, por más que este último se niegue en reconocerlo. En Chile, por otra parte, las recientes movilizaciones estudiantes muestran claramente que los ánimos se están polarizando y que en la juventud hay un nuevo fermento que se extenderá hacia otros sectores. Uno de los factores más vergonzosos para el Partido Socialista Chileno debería ser el haber gobernado ya durante dos periodos con un régimen basado en la Constitución del genocida Augusto Pinochet y que prácticamente no ha hecho nada por desmantelarlo. Al parecer es mucho mayor el respeto hacia el régimen golpista que hacia las masas que llevaron a los socialistas al gobierno. Como van las cosas en Chile, más que en otro país latinoamericano, exceptuado Colombia, será necesaria una auténtica ruptura revolucionaria para modificar el régimen político vigente, dado que sólo enfrentando la posibilidad de perderlo todo la burguesía chilena se atrevería a modificar el régimen de democracia “made in Pinochet”.

Venezuela y Bolivia a la vanguardia del proceso

En esencia el régimen político con el que la burguesía reinó en el siglo XX está resquebrajado, no obstante, los trabajadores por la falta de una dirección genuinamente revolucionaria, aún teniendo la fuerza más importante socialmente hablando no han podido instaurar un régimen que supere al capitalismo. Lo viejo aún no muere y lo nuevo aún no nace, pese a que las condiciones para el surgimiento del nuevo socialismo son más evidentes que nunca. De esta contradicción surge la inestabilidad que recorre todo el continente. De ahí que aún cuando las direcciones de movimientos que surgen de las luchas por el poder político no son plenamente conscientes de ello, cuando tratan genuinamente de resolver alguno de los problemas acuciantes de las masas, se ven en el escenario de enfrentarse contra los poderes imperialistas y oligarcas locales (que en el fondo representan lo mismo), no quedándoles otra más que adoptar medidas que los convierten en enemigos de dichos poderes, determinantes en el escenario capitalista de cualquier país. Venezuela y Bolivia viven procesos más avanzados, por ser países donde las expresiones de lucha popular tienen un relativo control del aparato de estado. En estos lugares los gobiernos democráticos de izquierda viven el constante hostigamiento de una burguesía que no domina el gobierno pero sí una parte muy importante del estado y por supuesto controla los sectores clave de la economía. Marx dijo que los fantasmas de las generaciones pasadas pesan como una loza en la consciencia de las actuales y ello se aplica también en las sociedades que han dado un paso adelante en contra del capitalismo oligarca-imperialista que los condena a ser simples esclavos de las corporaciones multinacionales y sus empleados locales en turno. El modo burgués del burócrata que dice defender la causa del pueblo se convierte en un obstáculo para el nacimiento del nuevo estado revolucionario dado que lo erosiona y contamina. Lenin llegó a decir que la capa de burócratas heredada del régimen zarista provocaba que el régimen de la URSS, aún en vida del gran revolucionario ruso, le diera un carácter bastante deformado al estado obrero ruso, o para decirlo en sus palabras cubriera al viejo régimen con un ligero “barniz socialista”. Tanto en Venezuela como en Bolivia se ha tratado de impulsar el proceso sobre la base del viejo aparato del estado, es decir, no sólo sobre la base de hombres y mujeres acostumbrados a administrar el estado para el servicio del señor burgués, sino un conjunto de costumbres, modos de dirigir, relaciones con la sociedad, heredadas de siglos y que no reproducen más que las viejas relaciones de dominación aunque se cubran de fraseología revolucionaria. Como decía Trotsky respecto al proletariado español de los treintas, los trabajadores Bolivianos y Venezolanos han sido capaces de hacer no una sino 10 revoluciones, al mismo tiempo han superado desde golpes de estado hasta la represión abierta. En estos países el camino hacia la trasformación se ha emprendido a sangre y fuego y sólo una derrota histórica y continental evitaría que los trabajadores sigan librando los obstáculos. La falta de una dirección genuinamente revolucionaria y socialista hace un poco más difícil el proceso y se hace urgente la necesidad de construir en el marco de la lucha esa nueva capa dirigente que remplace a la que ha cumplido un rol histórico pero no quiere o no puede avanzar hacia una fase verdaderamente anticapitalista, es decir socialista. Algún día Lenin dijo que socialismo es “electrificación más soviets”, es decir, la técnica más avanzada junto con democracia obrera, estas condiciones se deben construir en Venezuela donde el peligro de un gobierno reaccionario no desaparece hasta en tanto no se creen los órganos de democracia obrera necesarios para hacer a un lado la vieja maquinaria estatal y con ella el peligro de la restauración. El capitalismo aún manda en Venezuela y por ello es importante un programa de nacionalizaciones acompañadas con el control obrero de la producción a la par del fortalecimiento, -no sólo en el plano numérico sino en el político-, del Partido Socialista Unificado de Venezuela, para que por ese medio de avance en la formación de órganos de poder desde los mismos barrios, fábricas y pueblos. En Bolivia se puede observar muy claramente el drama de la revolución y la contrarrevolución. Evo Morales ha permitido a la derecha tomar la iniciativa en toda una serie de aspectos y eso lo puede pagar caro el proceso revolucionario si no se enfrenta con energía los intentos separatistas de la burguesía cruceña. Por lo pronto con un ausentismo del 40% se verificó el referéndum de Santa Cruz. A este desafío Morales ha replicado que el 50% o se abstuvo o votó en contra. Se necesitará mucho más que declaraciones para enfrentar a la oligarquía cruceña. La clave sería movilizar las masas trabajadoras de todo Bolivia, por medio de una profundización de las medidas como la entrega de tierras de los latifundistas a los terratenientes, eso eliminaría las bases sociales que, engañadas por la demagogia de la autonomía están optando por la ruptura de Bolivia, lo que en los hechos significaría el comienzo del fin de la revolución. En este proceso la COB puede jugar un papel muy importante si encabeza la movilización, en todo el territorio por profundizar la revolución en un sentido auténticamente socialista, de este modo Morales se vería forzado a radicalizar su posición frente a la oligarquía, de otro modo habría la posibilidad de que Morales llegara a un acuerdo, que en cualquier caso sería a costa de los trabajadores y campesinos, sentando las bases para un repunte de la contrarrevolución. Si la COB actúa con energía Morales no tendría opciones, o se alinea con la revolución enfrentándose a la oligarquía o se prepara para dejar el poder en manos de la reacción.

Ecuador y Argentina

Otro grupo de países, como Ecuador y Argentina viven situaciones, digamos, intermedias, ambos son subproducto de la lucha de las masas exactamente en los inicios del siglo, no obstante el movimiento, pese a destruir las bases de los partidos políticos tradicionales no ha avanzado más que a un cierto tipo de reformismo nacionalista sin un referente de izquierda evidente. Cierto es que Ecuador, al menos en algunos aspectos discursivos, sigue los pasos de Venezuela, incluso reivindica el socialismo del siglo XXI, sin embargo, ni ha puesto en práctica medidas radicales para trastocar los intereses de la oligarquía local ni su gobierno ha significado un paso adelante para la organización de las masas. Respecto a su Asamblea Constituyente, si bien su elección significó un golpe para la oligarquía, está en los hechos reconstituyendo y legitimando nuevamente al régimen anterior, así que juega un papel conservador y al mismo tiempo mantiene la lucha de masas en un compás de espera ya que se han creado falsas expectativas respecto a las posibilidades de transformación social en el marco de la Constituyente. Cuando se comprueben los límites de la misma las masas exigirán de Correa ir mucho más allá de los limites burgueses que seguramente la Constituyente protegerá, será entonces cuando nuevamente las masas lleven hacia delante el proceso. Mientras ello sucede no está descartado que la oligarquía pretenda abortar la nueva Constitución, tal y como se pretende en Bolivia, en ese marco, aún no siendo un documento revolucionario la defensa de la Constitución puede ser un pretexto para que las masas nuevamente salgan a luchar y en la vía de los hechos asesten nuevos golpes a los reaccionarios. El caso de Argentina es peculiar en la medida de que aún siendo un gobierno claramente burgués, las modificaciones que imprimió en la sociedad argentina el traumático gobierno de Carlos Saul Menen, dejaron al Estado en tal grado de incapacidad para intervenir en el terreno económico, que las medidas de cualquier gobierno que pretenda tomar un poco las riendas serán vistas como agresivas contra los poderes fácticos, tanto el de la oligarquía como el de la burocracia política ligada a ellos. Cristina Fernández representa a un sector de la burguesía que trata de adoptar una cierta autonomía maniobrando entre las clases en aras de salvar lo fundamental del régimen, en cierto modo se acerca más al modelo tradicional del populismo que cualquier otro gobierno actual. La ofensiva emprendida por la burguesía del campo muestra que en el próximo periodo puede darse un enfrentamiento inter-burgués de mayor envergadura. En ese marco un movimiento obrero firmando pactos a diestra y siniestra es lo peor que podría suceder, ya que abriría espacios para que, libre de presiones en ese sentido, el gobierno Kirchner termine finalmente pactando con la oligarquía, por supuesto en detrimento de los intereses de las masas y en un ambiente de cierta desmovilización. Por el contrario, un movimiento combativo y beligerante colocaría al gobierno en la disyuntiva de ceder ante las masas o pactar con la oligarquía. En el primer caso tendríamos un escenario mucho más abierto para que el movimiento de los trabajadores ofreciera batallas más clasistas con posibilidades de exigir nacionalizaciones, tomas de tierras y fábricas. Si por el contrario se da el caso de un pacto gobierno-oligarquía los trabajadores estarían movilizados y con más posibilidades de enfrentarlo con éxitos.

Paraguay

Recientemente ha surgido un nuevo síntoma de este proceso de recomposición de fuerzas, en general favorable a los trabajadores, el triunfo de Fernando Lugo; no obstante, las serias acotaciones que le impondrá un congreso dominado por los partidos tradicionales es en sí un golpe para los intereses imperialistas y un triunfo para los trabajadores.

Cuba regresa al escenario continental

En la turbulencia latinoamericana Cuba ha sido una referencia obligada para todos los desarrollos políticos de izquierda. En toda América Latina, Cuba es una referencia. Sin embargo, está claro que desde la caída de los países mal llamados socialistas la revolución cubana había sufrido un cruel deterioro y la amenaza de la restauración capitalista era más que evidente. Con la nueva oleada revolucionaria latinoamericana Cuba vivió un nuevo viento fresco que le permitió un margen para la rediscusión sobre el socialismo y el tipo de régimen más adecuado para continuar el proceso rumbo al socialismo. El gran logro de la revolución latinoamericana en Cuba es la creación de un sector, para nada despreciable, de jóvenes, trabajadores y dirigentes de diversos niveles dentro del PC, que están por un socialismo basado en la democracia obrera con vocación internacionalista. Las tentaciones precapitalistas no han desaparecido, de hecho con la enfermedad y retiro de Fidel Castro toman confianza y se preparan para abrazar abiertamente el camino capitalista. Si esto hubiera sucedido hace 10 años, la tarea de los procapitalistas en el seno de partido y el aparato de estado cubano hubiera sido relativamente más parecida a la catástrofe de Europa del este en 1989. No obstante, ahora, 10 años después ya existe un número cada vez más grande de sinceros socialistas y revolucionarios que son capaces de enfrentárseles y ¿por qué no? vencer. Hubo un tiempo que Trotsky señalaba que la sección más fuerte de la IV internacional se encontraba el la Rusia dominada por Stalin. Esto era cierto, había decenas de miles de fieles revolucionarios marxistas que no sólo podían luchar contra Stalin sino que eran capaces de sustituir el régimen de revolución degenerada por un auténtico bolchevique. A este peligro Stalin respondió con el asesinato en masa. En nuestros tiempos, es muy posible que la mayor parte de los potencialmente mejores cuadros para la revolución socialista en América Latina también se encuentren en la Cuba del siglo XXI. La clave para liberar el potencial revolucionario en Cuba es un triunfo tras otro en el continente, ello permitirá a las fuerzas revolucionarias ganar confianza y posiciones mientras que reducirá el margen de maniobra del sector procapitalista. Una ola de reacción continental, que consideramos poco posible en la actualidad, facilitaría el aislamiento de los socialistas cubanos y daría ventaja a los procapitalistas. La batalla se avecina y debemos prepararnos para ofrecer todo el apoyo al ala revolucionaria del partido comunista cubano y a las masas trabajadoras dispuestas a luchar por el socialismo.

Internacionalismo revolucionario o diplomacia

Por supuesto en ningún país se ha establecido de manera radical un cuestionamiento en los hechos del régimen capitalista, de ello no tienen culpa las masas, las cuales han dado muy importantes batallas y lo seguirán haciendo. El problema sigue siendo la dirección y la falta de una perspectiva de abierta ruptura con el capitalismo. La clave del proceso es el desarrollo de corrientes socialistas auténticamente revolucionarias en el seno de las organizaciones: partidos y sindicatos que emergen en la lucha. Sólo de este modo será posible que los impresionantes movimientos de masas de los últimos años den el paso decisivo hacia la construcción de sociedades realmente anticapitalistas, es decir, socialistas. En ese contexto serán seguramente superadas formas de asociación internacional que pueden verse como un paso adelante como la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA) (Venezuela, Bolivia, Cuba y Nicaragua) y el Banco del Sur, los cuales pretender mostrarse como opciones frente al ALCA y el FMI. El Banco de Sur, con un capital que llegará a los 7 mil millones de dólares y al cual estarán integrados la mayoría de los países sudamericanos. La ALBA se trata de una especie de alianza política entre los gobiernos de izquierda con mayor afinidad pero nada impide que esta alianza se rompa ante algún cambio de gobierno. El banco del Sur se trata de la creación de un banco regional. No obstante, el problema es que siguiendo la lógica y las normas de eficiencia capitalista no puede ser menos voraz que cualquier otro banco dentro de este sistema, además soslaya un problema que paulatinamente generará más y más contradicciones, la hegemonía económica del Brasil, que cada día adquiere más y más tintes de imperialismo regional y significa una fuente de enfrentamientos de parte de los pueblos y trabajadores de los distintos países con las empresas y el propio gobierno brasileños, en esa medida nada impide que organismos como el mismo Banco del Sur vayan a convertirse en instrumentos controlados por Brasil para establecer condiciones a distintos países. En el contexto capitalista tanto el ALBA como el banco del Sur son iniciativas extremadamente limitadas que no pueden ser consideradas seriamente como la base de una nueva relación entre los pueblos latinoamericanos.

El camino de la unidad latinoamericana

Aunque tal vez no con los métodos más efectivos, en los años sesentas Ernesto Guevara dejó muy claro el camino a seguir para los pueblos de América Latina, el cual no está en la diplomacia hipócrita de las embajadas sino en la unidad de lucha de los pueblos y la de la acción revolucionaria continental, con el objetivo de crear no una asociación de países, sino una federación socialista. Sólo al margen del capitalismo es posible evitar que un poder económico se superponga sobre los otros y establezca relaciones de dominación. Dentro del capitalismo a la larga sólo se generarán nuevas hegemonías, con los correspondientes enfrentamientos y conflictos. Además de ello es importante ver que en la actualidad el proceso de la revolución sólo se puede entender como parte integrante de la revolución mundial, a través de ella se abrirá una nueva época para la humanidad donde la propiedad privada y los estados nacionales serán mirados con la misma simpatía con que hoy la mayoría de los pueblos civilizados ven a la esclavitud y a la inquisición.

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