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En la primera parte del artículo señalábamos que a raíz del auge de la lucha de clases en América Latina, los vaticinios de décadas de reacción han quedado sepultados, que muchos intelectuales como Heinz Dietrich y Martha Harnecker, han pretendido analizar el proceso, con un  profundo pesimismo producto de identificar de forma absolutamente errónea al socialismo con los regimenes estalinistas que colapsaron en las últimas décadas del siglo pasado, lo que los ha llevado a perder la perspectiva de una auténtica revolución para sostener una especie de reformismo “radical” que pretenden vender como el “socialismo del siglo XXI”. En esta parte del artículo continuaremos con el tema realizando algunos breves comentarios de uno de los más recientes libros de Martha Harnecker.

Venezuela, una revolución sui generis

Martha Harnecker por su parte no tiene las soluciones acabadas de Dietrich y podríamos decir que en sus estudios hay una auténtica voluntad de hacer avanzar el proceso. Ella siempre ha planteado la necesidad de la formación de un partido revolucionario que conduzca el proceso, así como la formación de órganos de poder desde abajo, no obstante, es extremadamente temerosa de llamar a las cosas por su nombre y en ese afán vuelve tan difuso el contenido de su propuesta de programa de la revolución y su carácter que al final lo único que siembra es pesimismo y confusión.

Uno de sus recientes libros: “Venezuela una revolución sui géneris” (Plaza y Valdés, 2006), rehúye totalmente a señalar el socialismo como objetivo estratégico del proceso venezolano, se rehúsa a llamar por su nombre al Partidos Socialista Unificado de Venezuela. Y aún más, rechaza llamar antiimperialista a la revolución venezolana con el argumento de que la era de las revoluciones antiimperialistas ha pasado. En su texto sobre la estrategia de la Izquierda en América Latina señala algunos argumentos para sustentar que no se pueden dar revoluciones antiimperialistas:

“…No era lo mismo actuar en un mundo (...) donde el campo socialista servía de retaguardia de los procesos revolucionarios”

“… En un mundo donde la revolución de la información permite instalar industria en países con mayores ventajas y emigrar a un país más prometedor”

“…Dada la correlación de fuerzas a nivel mundial se cerró temporalmente la consolidación de un proceso revolucionario antiimperialista en la región” (Harnerker, Martha, Venezuela una revolución sui géneris” Plaza y Valdés, México 2006 Pág. 162-163).

Para empezar tendríamos que definir qué se entiende por antiimperialista, para nuestra autora esto significa “enfrentamiento total, militar y económico con el imperialismo”. A nuestro entender habría que ser más específicos, ese enfrentamiento con el imperialismo sólo es posible bajo la forma de la lucha por un régimen social alternativo, sólo en esa medida se puede hablar del tipo de revolución que implica enfrentarse totalmente con el imperialismo, como el único proyecto serio de esas características ha sido el socialismo. En realidad Martha Harnecker niega la posibilidad de la revolución socialista en esta coyuntura.

Harnecker afirma como principales razones para hacer “imposible” una revolución antiimperialista triunfante la falta del bloque soviético y el carácter internacional y cada vez más vertiginoso del movimiento de capitales en el mundo. Afortunadamente Harnecker no fue consejera de Lenin dado que seguramente le habría explicado que la revolución de octubre era imposible dado que la Comuna de Paris había sido derrotada. Si la tesis de Harnecker fuese válida sería imposible toda revolución futura, cuando en realidad lo que sucede es que el desconcierto se cierne sobre la clase capitalista y la propia experiencia venezolana demuestra que incluso un golpe de estado dirigido por el imperialismo no tiene necesariamente que triunfar.

De hecho la principal argumentación en contra de lo señalado en su libro se encuentra en su segundo argumento “contundente”, es decir, en el carácter cada vez más internacional e interdependiente de la economía capitalista, la globalización entendida como el carácter cada vez más integrado de la economía mundial y la interdependencia de cada economía nacional hace que los efectos de la revolución latinoamericana se expresen en todo el mundo. Los movimientos también adquieren una escala global. Es real que no hay espacio para una revolución antiimperialista desde el punto de vista de los estrictos marcos nacionales, de hecho fue precisamente Marx quien planteó el socialismo como un proyecto de sociedad internacional, que descontaba la posibilidad de un socialismo aislado. Lenin explicó decenas de veces la imposibilidad del socialismo en un país aislado y fue sólo la necesidad de Stalin para justificar su régimen despótico lo que lo llevó a consagrar la teoría del “socialismo en un sólo país”.

En el siguiente número de Militante publicaremos la tercera y última parte.

Rubén Rivera
Agosto 2008


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