El pasado 18 de abril, el periódico Reforma, publicó un sondeo realizado a mil quinientos estudiantes de quince universidades públicas y privadas de la Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey. En ellas, concluían que los universitarios colocan a Ricardo Anaya en primer lugar con el 45% de las respuestas, seguido por López Obrador con 21%. Lo anterior no se trata de un error en las mediciones, ni de una metodología particular (sondeo), sino de una abierta y descarada mentira.
Según los datos del INE, en las próximas elecciones habrá más de 25 millones de jóvenes votantes, de entre 18 y 29 años. Representando el 30% del electorado, de los cuales 1 de cada 5 votara por primera vez, es decir el 20% de los electores jóvenes. Esto por sí mismo es significativo, pues, aunque solo da cuenta del peso numérico de la juventud en la elección, es ya representativo. Pero a ello hay que agregar el papel cualitativo de la juventud en la lucha política, que ha sido fundamental en las luchas recientes: desde el 132, la huelga del IPN, la lucha por la aparición de los 43 compañeros de Ayotzinapa, hasta las luchas contra los proyectos de muerte y, no menos importante, contra la violencia machista y los feminicidios.
Por lo anterior el papel de la juventud en las elecciones, no es puramente electoral, sino estrictamente político pues representan el sector más dinámico de la lucha de clases en el último periodo. Por ello no son extraños los datos del INE, que señalan que menos del 40% de los jóvenes confía en los partidos, Así mismo señala que 1 de cada 3 no sabe por quién votara, y que el 29.3% no encuentra alternativas políticas. Contradictoriamente diversos estudios, señalan que la participación oscilará entre el 77 y el 91%. Es decir que, pese a las dudas, desconfianza en los partidos y las faltas de alternativas políticas, la participación de la juventud será considerablemente alto.
La contradicción anterior, se explica por la enorme experiencia acumulada de la juventud en los últimos años. Basta recordar que hace seis años se levantó un movimiento juvenil muy poderoso a nivel nacional, que solo es comparable con el movimiento del 68, que enarbolo la lucha contra la imposición de Peña Nieto. Sin embargo, la falta de una posición clara de su dirección respecto a las elecciones, así como una perspectiva amplia de construcción de una organización, fueron las causas de la debacle de un movimiento que sin duda pudo cambiar la historia del país. Esta y otras experiencias acumuladas en los últimos años, no han pasado en vano para la juventud, sino que constituyen parte de su conciencia política.
En días recientes, el 18 de mayo, se ha realizado un simulacro electoral en distintas universidades públicas del país. Este sondeo arroja como virtual ganador a AMLO, con aproximadamente un 70% de votos, que claramente desmiente la maniobra vulgar de Reforma. Eso significa claramente que el triunfo de Obrador sería bien visto por la juventud, sin embargo, eso no significa que los jóvenes confíen ciegamente en él, como lo demuestran los datos expuestos anteriormente. Podemos decir que Obrador es visto por la juventud como el mal menor, como una alternativa puramente electoral, y sin embargo no es la alternativa política que queremos.
El hartazgo, la frustración, la falta de expectativas para el futuro son sin duda los factores que motivan la contradicción anterior. La juventud está harta de las políticas de la derecha que le han cortado las expectativas en el futuro, y aunque no comparten del todo la figura de AMLO, son conscientes de que hay que dar la batalla también en ese terreno. La juventud no está totalmente con AMLO, pero tampoco está dispuesta a continuar cediendo terreno a la derecha y ante esa perspectiva claro que Obrador se presenta por ahora como posibilidad de derrotar para la derecha.
Pero precisamente por lo anterior, y porque la burguesía no dará pasos atrás sí no es obligada a ello, lo jóvenes debemos pasara a la ofensiva política. Es indispensable construir nuestra alternativa, que solo puede ser socialista y revolucionaria frente a la política rapaz del PRIAN y peor aún de conciliación y vacilación de Andrés Manuel. Los jóvenes necesitamos una herramienta a nivel nacional, capaz de construir lazos con los trabajadores que están luchando por mejores salarios, con las mujeres que están luchando contra los feminicidios y las violencias machistas, con los campesinos que están defendiendo sus tierras, con los indígenas que luchan por sus tierras y su cultura. Necesitamos una organización contra todo lo que representa este sistema y contra quienes no están dispuestos a hacerlo pasar a la historia.
¡Construyamos una organización nacional juvenil de combate: socialista y revolucionaria!