La juventud somos quienes no sólo nos encontramos en los centros de estudio, sino también, y mayormente, en los empleos informales, en los trabajos precarios, en el campo cómo jornaleros, en los centros industriales, en la minería, en la migración, en la maquila y en casos extremos, la prostitución. La mayoría no llega a la Universidad.
Y para los sectores que han concluido los estudios superiores la realidad tampoco es mucho mejor, pues el 46% de los egresados de licenciatura perciben un salario precario, empleándose en trabajos sin seguridad social, contratación permanente ni prestaciones, y ahora con la crisis económica y la Reforma Laboral es mayor la creación de empleos con menores salarios y destrucción de las plazas mejores pagadas.
En la actualidad, el narcotráfico utiliza 30 mil niños y jóvenes. Por supuesto, la base material para que el sector se vea obligado y observe cómo única vía el narco es la siguiente: 770 mil jóvenes no pueden ejercer su derecho a la educación, el 67,3% de los jóvenes no tiene acceso a la seguridad social, el 24,6% a la alimentación y el 22,2% a la vivienda.
La tasa de homicidios en la juventud alcanza el 35,7% y de los derechos más vulnerados el 68% denuncia no ser tratados dignamente, ser discriminados e incluso menospreciados por su edad y el 60% considera que un derecho que se imposibilita es la educación.
Ser joven en México significa violencia, discriminación, desempleo, salarios paupérrimos, sin derecho a pensión, adicciones, enfermedades y depresión.
Aunado a lo anterior, cientos somos desaparecidos, asesinados, reprimidos y estigmatizados como una generación incapaz de organizarse y transformar su sociedad. Pero la realidad es concreta y es el mejor criterio de comprobación de las cosas. Es necesario invertir en las problemáticas que más se están expresando en la sociedad.
A esto se suma la grave situación que vivimos en el Sistema Educativo Nacional, la falta de presupuesto y la rapacidad de las altas burocracias y funcionarios de las Universidades e Instituciones Educativas que han dejado en bancarrota a cerca de 10 Universidades Estatales y otras tantas al punto del impago a trabajadores, profesores y servicios.
A lo largo de todo el sexenio de Enrique Peña Nieto la juventud ocupó la calle cuantas veces creyó necesario y conveniente, incluso previo a la elección mostró su rechazo total a la candidatura impuesta por parte de la derecha.
El gobierno de Andrés Manuel López Obrador significa un respiro para la juventud y para el conjunto del movimiento, para nosotros esta etapa no significa quietud y paciencia pasiva, significa tomar mayores posiciones, aumentar nuestra fuerza y hacer sentir ésta a el gobierno entrante, insistiendo en una idea: No queremos palabras, queremos hechos.
Desde el Sindicato de Estudiantes levantamos la bandera de aumentar el presupuesto educativo al 10% del PBI y la democratización del mismo, como un buen inicio para paliar la crisis existente. Queremos programas de estudio que rompan con la Reforma Educativa que restringe nuestra educación a conocimientos y mecanismos sin ningún sentido crítico, histórico y social, queremos educación sexual y con perspectiva de género para erradicar el machismo en nuestras aulas y de nuestro entorno.
La unidad de acción sólo es posible cuándo existe un auténtico convencimiento de que determinada acción es necesaria, nosotros con nuestro trabajo propagandístico y de base en las escuelas, insistimos en que tenemos que confiar únicamente en nuestras fuerzas y que sólo lograremos mejoras mediante la lucha organizada. Gobierne quién gobierne los derechos se defienden en las aulas y en las calles.