Pemex está significando uno de los puntos medulares donde el gobierno de AMLO pretende tomar mayor control en todas sus áreas, por no decir total, permitiendo con ello al Estado contar con mayores recursos financieros que den una salida solvente a todos los planes sociales proclamados.
Esto no es tan sencillo, no se trata de remplazar una administración mala e incompetente por una buena y capaz. El interés por mantener el control de la paraestatal para un sector del Estado significa seguir manteniendo las ganancias y sus negocios multimillonarios que les permite vivir como Reyes. Para otra capa del Estado, principalmente la cercana a AMLO, considera que los excesos han sido tales que ponen en riesgo no sólo la existencia de la mina dadora de riquezas, sino que realmente confían que puede existir una administración sana, como si la corrupción y los malos manejos no fueran inherentes al sistema capitalista. El reformismo pretende darle al Estado una envoltura democrática y honesta, la mejor envoltura política de la que puede revestirse el capitalismo y así dominar tranquilamente la sociedad.
Es por ello que la batalla en PEMEX está significando que tambaleen posiciones del forje de Romero Deschamps, individuo impuesto en la dirección del sindicato petrolero por Salinas en el año 89, es ahora acusado por un sector del propio sindicato de delincuencia organizada, operaciones con recursos de procedencia ilícita, fraude y enriquecimiento ilegal. Pero no sólo eso, se le vincula con dirigentes locales sindicales que contratan para la empresa agentes del crimen organizado para que proporcionen información de los ductos para el robo de combustible. Otro caso más de sus actos impunes es el desvió de 500 millones de pesos del Sindicato para la campaña del PRI de Francisco Labastida en el año 2000 conocido como el Pemexgate. Pero no paramos, Romero Deschamps recibe de cuotas sindicales 7 millones 865 mil 200 pesos mensuales, en los 30 años que ha estado impuesto en el sindicato, ha recibido dos mil 265 millones 177 mil 600 pesos aproximadamente. Este individuo no sólo no pertenece a la clase trabajadora, sino que es todo un agente infiltrado en uno de los sindicatos más importantes del país al servicio de los ricos y del narco-estado.
Su reciente “expulsión” de la dirigencia del sindicato puede ser un golpe táctico para recuperar el control del Pemex y frenar la sangría de recursos, pero la realidad es que este hecho trae consigo reflejo de algo más. Aunque esta discusión se está dando en las esferas de la política burguesa y es posible que lleguen a un acuerdo con este mafioso, este acontecimiento refleja situaciones muy importantes para nuestra lucha. Este golpe a la burocracia sindical más “sólida” del Régimen es un ejemplo nítido de la profundización de la crisis del priismo y la debilidad de una parte de la derecha por seguir gobernando como hasta hace poco lo hacían, la fuerza con que nuestras luchas han golpeado al Estado y su régimen es clara. El avance de nuestra conciencia y lucha les han herido gravemente que, estructuras que creímos incapaces de hacer tambalear, derribar y vencer, como el charrismo sindical, están fracturándose, entrando a una crisis e incluso derrotadas.
La lucha obrera en Matamoros contra la CTM ha sido una advertencia muy seria para los patrones, los charros, el Estado y el régimen político. La irrupción de nuestro movimiento, no únicamente el reciente, también el de años resistiendo, han sido el principal factor de esta situación. Continuemos a la ofensiva en todos los terrenos. Si a AMLO le interesa rescatar Pemex debe encarcelar a Deschamps, exigir la devolución de todos los recursos robados a los trabajadores y pasar a manos del control de los obreros tanto la empresa como su sindicato, solamente la democracia obrera evitara el robo, la corrupción y la parálisis de la empresa. Mirar que es el obrero que está dando la pelea por transformar todo.
¡Fuera Deschamps, por un sindicato clasista y revolucionario!
