A casi un mes de la catástrofe ambiental que provocó Grupo México al derramar ácido sulfúrico en el Mar de Cortés, las terribles consecuencias son evidentes porque el daño no ha sido reparado. El ácido sulfúrico se usa para corroer metales, fabricar explosivos y otros ácidos, entre otras cosas y cuando una válvula falló, se derramaron más de 3 mil metros cúbicos de ácido, cuando el ácido se mezcla con el agua elimina la vida vegetal porque se vuelve ácida y los animales marinos contraen enfermedades en la piel y muchas veces mueren. En los cinco días que le siguieron a la catástrofe, se encontraban tortugas, lobos marinos y peces varados agonizando en las costas de Sonora. Las repercusiones a nuestra salud tampoco son difíciles de adivinar.
Desde 2004, se han sumado más de 124 infracciones a la trasnacional (Grupo México opera en México, España, EUA y Perú), por daños al medio ambiente, así como a la salud y seguridad de sus trabajadores. Ha sido responsable de 22 catástrofes ambientales, de las cuáles en agosto de 2014, derramó 40 millones de litros de sulfato de cobre acidulado en los ríos Sonora y Bacánuchi. De acuerdo con el Informe Final Diagnóstico Ambiental en la Cuenca del Río Sonora, el derrame ocurrido en 2014 provocó la muerte de miles de árboles y peces ya que tenían una fuerte cantidad de metales pesados en sus organismos; con más de 7 municipios afectados, el 70% de niños presentaban plomo en la sangre y en la población en general se manifestaron desde enfermedades cutáneas hasta cáncer.
Grupo México es un conglomerado criminal, para él que tampoco la salud y la seguridad de sus trabajadores han sido una prioridad. Ejemplo de esto, podemos verlo en las huelgas de Cananea, Sonora en 2004, que estallaron porque la empresa debía 14 años en sus pagos. Otro ejemplo atroz de impunidad fue la explosión por acumulación de gas metano en una mina en Pasta de Conchos, Coahuila, en donde 65 mineros murieron y hasta la fecha sus cuerpos siguen atrapados por negligencia de la minera y la complicidad del gobierno de Felipe Calderón.
¿Por qué las medidas tomadas por la Semarnat no son suficientes?
En 2015, la Procuraduría Federal de Protección al Medio Ambiente multó a Grupo México con un monto de 23,5 millones de pesos tras incurrir en 55 "irregularidades", además de constituir un fideicomiso privado para remediar los daños. Fideicomiso actualmente fantasma y la multa que se les impuso representó apenas el 0,09 % de las ganancias que obtuvo el mismo año en que ocasionó el derrame: 1.705 millones de dólares.
Según una declaración de Grupo México a la revista Forbes, el derrame ocurrido el 9 de julio ha sido “inofensivo” y se pretende que con una multa de hasta cuatro millones 200 mil pesos y la clausura de una de las 34 terminales del magnate ecocida, la situación mejore.
El gobierno de Andrés Manuel tiene que dar una respuesta contundente, porque el tamaño de la tarea lo necesita. No queremos más “accidentes”, no basta con multas e infracciones ni siquiera con el cierre de la Terminal de Guaymas, porque a diferencia de los anteriores gobiernos, éste ha sido elegido y respaldado por las masas, las mismas que hace un año decidimos cambiar, mediante la vía electoral, a quienes se sentaban a ver nuestra desgracia, porque ya estamos hartos de que las necesidades ajenas a nosotros sean las representadas.
Germán Larrea, dueño de Grupo México, es considerado el segundo hombre más rico del país, con una fortuna valuada en 13.300 millones de dólares, quien debe de pensar que con sus millones se va a comprar un planeta nuevo, porque para él y el resto de su clase social, no importa que se contamine el suelo, agua y aire en donde vivimos los pobres que les trabajamos.
Los capitalistas no entienden, porque no pueden, la dialéctica en la que se desenvuelve la naturaleza. Y son cínicos, porque con una mano “gastan millones en obras de beneficencia” para salvar al lobo mexicano o la vaquita marina (en realidad, para evadir impuestos o lavar dinero) y con la otra le echan veneno a la tierra para que ésta escupa su riqueza. El capitalismo no comprende del equilibrio porque su lógica es la de acumular bienes, que sólo ven ellos mediante la explotación de nuestra fuerza de trabajo sin importar el saqueo y devastación de lo que se encuentra en esta tierra.
Al mismo tiempo, los capitalistas mandan mensajes hipócritas sobre la conservación del ambiente con medidas secundarias como evitar el uso de popotes, echando la responsabilidad en los hombros del pueblo trabajador. Por supuesto habrá que contribuir en evitar una mayor contaminación ambiental, pero la mayor responsabilidad no está en el pueblo, sino en el sistema depredador y sus gobiernos títeres.
La verdadera catástrofe es no luchar para destruir el capitalismo, porque éste sistema de mercado es insostenible a la vida. No basta con acciones individuales que nos ahogan de frustración por la falta de alcance, la solución es organizarse y luchar por construir el socialismo internacional, por una economía democráticamente planificada y la propiedad colectiva.
“Así como el salvaje debe luchar con la Naturaleza para satisfacer sus deseos, para mantener y reproducir la vida, también lo debe hacer la persona civilizada, y debe hacerlo en todas las formaciones sociales y bajo todos los modos de producción posibles.” –Karl Marx