El pasado 30 de agosto, la SEP impuso la vuelta a clases presenciales, en un ambiente de incertidumbre y molestia por la decisión. Desecharon todas las propuestas y esfuerzo de miles de maestras que han construido una verdadera alternativa pedagógica al atasco de los contenidos institucionales e incluso olvidando sus propios programas oficiales (como Aprende en Casa que había sido vendido como la octava maravilla). El Gobierno Federal, los gobiernos estatales, los empresarios de la educación y los medios de comunicación a su servicio han decretado que la realidad es lo que ellos dicen y a eso se subordina todo, la educación y la pandemia también.
La imposición de la normalidad
Haciendo oídos sordos a maestras, familias, investigadores y organizaciones sociales y políticas, la SEP ha impuesto el regreso a clases presenciales de manera total e inmediata. A diferencia del “regreso” a clases en junio pasado, está vez no se arriesgaron a dejar que las comunidades escolares tomarán las decisiones, está vez fue acatar el mandato de las autoridades.
El Gobierno Federal necesita la vuelta a clases presenciales para intentar asegurar la estabilidad política y económica. Como hemos explicado anteriormente, este regreso a clases tal y como está planteado, no responde a ninguna necesidad pedagógica ni escolar sino solamente a los intereses económicos que necesitan demostrar que la sociedad debe seguir funcionando.
Como todo en el capitalismo, la educación funciona como una industria, aunque sea la educación pública; y una industria tiene que producir. Pero, además, junto con la salud, la vivienda, la energía eléctrica o el agua, aunque sean derechos básicos son vistos como un gran negocio y los empresarios quieren su parte, quieren que se eche a andar la máquina para seguir ganando dinero.
Para ello cuentan con los medios de comunicación a su servicio que han creado una matriz de opinión alrededor de ideas vagas, deformadas y mentiras abiertas. Hipocresía pura de la más baja calaña. Los presentadores televisivos vomitan argumentos del estilo: "ahora que los maestros van a regresar a trabajar" ¡Miserable mentira! Si hemos estado trabajando todo este tiempo y el doble, innovando contenidos, herramientas pedagógicas y un sinfín de instrumentos y métodos para poder enseñar.
Dejan caer la furia sobre quienes reclamamos un verdadero plan de rescate de la educación, de inversión pública y protocolos adecuados para la apertura de las escuelas bajo el argumento del derecho que tiene la niñez y la juventud a la educación para vilipendiar nuestra lucha. Sin embargo, si les interesara de verdad este derecho, se invertiría en educación, en cambio, tenemos cero inversiones y un nulo plan educativo eficaz ante la pandemia.
Que la escuela como espacio y comunidad es necesaria es cierto, pero no es inevitable arriesgar la salud para ir a la escuela. El aumento de las afecciones psicológicas y emocionales, de la violencia en las casas y un sinfín de lacras sociales agudizadas por la pandemia, son usadas como argumentos para minimizar y ocultar que aún no hay condiciones para salir sin riesgo ni condiciones en las escuelas, menos aún que abrir las escuelas acabe o disminuya la violencia intrafamiliar.
Las protestas de Chiapas
Y cuando López Obrador se encuentra con una oposición organizada, como ocurrió en Chiapas, la respuesta ha sido una furibunda denostación. Una verdadera caza política se desató contra el magisterio chiapaneco y nacional agrupado en la CNTE, todo el aparato estatal y partidario de Morena accionó para proteger la política presidencial al mejor estilo del viejo régimen.
Todo era un arma: la calumnia, las medias verdades, las mentiras y la deslealtad contra quienes, en muchas ocasiones han sido un impulso para el proyecto obradorista. Con sus acciones, AMLO, Morena y todos los que se identifican acríticamente con la política de la 4T están minando la confianza que muchos maestros habían depositado en este sexenio.
La 4T no quiere romper con sus aliados, el gobierno y los empresarios chiapanecos, de todo el país y extranjeros. La continuidad económica, la imposición de la normalidad implica cargar sobre los hombros de las familias humildes, cuyas hijas e hijos asisten a la escuela pública el costo de la educación que el gobierno no está asumiendo al negar la inversión necesaria.
En última instancia, el regreso a clases presenciales sin más, sin alternativas y abandonando todo lo anteriormente hecho, es una vuelta de tuerca más en la presión hacia las familias trabajadoras, cuyos hijos e hijas son las que están padeciendo más las escuelas sin condiciones sanitarias, sin servicios médicos, psicológicos, de trabajo social etc. y que tampoco tienen recursos económicos en los hogares para hacer frente a la enfermedad.
La batalla en las escuelas
Frente a ello, la CNTE, la organización más importante del magisterio, realizó una Encuesta Nacional con la que quedó patente que la abrumadora mayoría de las familias no querían que se iniciase el ciclo escolar de la manera como dijo el gobierno federal. Y adelantaron la consigna de “Regreso a clases sí, pero no así” con la que han desarrollado una táctica de “resistencia jurídica, pedagógica y política”.
Mientras que en lugares como Michoacán, Guerrero o Chiapas no se ha regresado a clases, en la mayoría de los Estados se está realizando trabajo híbrido, en línea y un sinfín de modelos que las y los maestros han echado a andar para cubrir a cada estudiante, es decir, combinando las clases presenciales y a distancia, aunque éstas últimas no están contempladas oficialmente.
La SEP y las secretarías estatales, con su aparato burocrático elefantito, autoritario, vertical, obtuso y obsoleto, está hecho y rehecho para imponer decisiones desde arriba. Lo que es vago en el Acuerdo Presidencial del 23 de agosto, lo que son palabras esquivas en la boca de Delfina o Andrés Manuel, son directrices claras y directas de abrir las escuelas a toda costa que miles de supervisores, directores y otros mandos medios aplican contra maestras, alumnos y madres de familia.
Cada escuela se ha convertido en un campo de batalla entre los maestros, mamás y papás por un lado y las autoridades por otro. Las indicaciones absurdas e inapelables contra las decisiones de las comunidades escolares son cosa corriente y van acompañadas de toda clase de amenazas y procedimientos represivos irregulares.
En diversas oportunidades, la CNTE y los intelectuales que les apoyan, hablaron de autonomía pedagógica, de usar la autogestión académica para tomar valor; la decisión fundamental, nos dicen, debe ser de las comunidades escolares. Y esto es completamente correcto, el problema reside en otro lado ¿Cómo logramos que las autoridades respeten esas decisiones y no impongan su normalidad, su vuelta a clases?
¿La autonomía de gestión es una alternativa a largo plazo?
La CNTE, particularmente en los Estados dónde no ha logrado impedir el inicio del ciclo escolar, está impulsando una política de resistencia: iniciando el ciclo, pero a distancia o de manera híbrida, denunciando a los directivos que están presionando para el regreso mal hecho inmediato y general, y tratando de hacer valer las decisiones que se han tomado en los CT y con las madres y padres de familia. Esto en principio es correcto, pero es eso, apenas el principio de lo que se puede hacer.
Como ya hemos explicado, la presión y la represión en las escuelas sigue todos los días. Esta resistencia, como su nombre lo indica, coloca al magisterio en una batalla de desgaste frente a las autoridades. Basar toda nuestra acción en esta táctica es dejar la organización y la fuerza del movimiento en su estado más elemental, el apenas necesario para existir. Denunciar a autoridades aisladas, intentar hacer valer los acuerdos, etc. en pocas palabras, intentar ganar esta batalla escuela por escuela es imposible, es necesario una respuesta organizada general, unificada y que apunte a las razones de fondo.
La imposición de la normalidad hará cada vez más difícil y pesada la resistencia en las escuelas. Las autoridades tienen muchos más recursos y herramientas para aguantar el desgaste. Además, está forma de lucha tiene otras dos desventajas. Por un lado, el iniciar el curso a distancia o híbrido sin la necesaria inversión estatal, implica prolongar las condiciones extraordinarias de aumento de la jornada laboral, de la carga de trabajo y de gastos en tecnología y comunicaciones de maestros y familias.
Por el otro lado, usando la normalidad, el aparato burocrático y la autoridad política que AMLO todavía tiene sobre millones de personas en el país, la SEP puede ignorar la resistencia de las escuelas y simplemente presentarlas dentro de los datos de las escuelas que están abiertas e iniciaron el ciclo escolar. La coexistencia es imposible, y sólo agrega más presión a las escuelas que están resistiendo.
Reorganizar la lucha
Lo que necesitamos es que el sector de izquierda y combativa del sindicato, es decir la Coordinadora, en todo el país, esté dispuesta a convocar, encabezar y sostener la lucha. La primera responsabilidad es de su dirección, de la ANR y la DPN.
Tenemos que lograr que las decisiones de cada comunidad escolar sean respaldadas de manera legal, que no haya un documento o una declaración directa o ambigua que permita a los mandos medios y a supervisores y directores maltratar, amenazar o sancionar a nuestras compañeras y compañeros cuando intenten organizarse y organizar a las familias en las escuelas y para lograr eso necesitamos la movilización unificada, de todas las secciones al unísono bajo las mismas demandas.
Los resultados de la Encuesta Nacional no solamente muestran que no hay condiciones para el regreso indiscriminado, sino que además muestran que hay descontento y zozobra y que ese sentimiento se puede organizar para convertirlo en una fuerza capaz de impugnar la política oficial y, mediante la movilización decidida, combativa y sostenida, imponer las necesidades de las y los trabajadores de la educación y de las familias humildes al Estado y al gobierno actual.
No basta con denunciar a una u otra autoridad, hay que dar un golpe a la estructura para que calme a sus perros de ataque. Las maestras y maestros queremos luchar, pero no queremos acabar peor de lo que empezamos, el miedo a quedar sin trabajo es real y está justificado tanto en los cientos de despidos de los últimos años que no han parado del todo con la 4T, en los miles de “desplazados” y afectados por la USICAMM, y en la crisis económica que también afecta de una u otra manera a la docencia.
El respaldo jurídico, incluso el mejor pensado y elaborado no es suficiente, es nuestra interpretación contra la suya, es la fuerza de los de arriba contra la nuestra. Y nuestra fuerza está en reconstruir desde abajo el movimiento magisterial, dejemos de hablar del 89 y el 79 como mera gloria, recuperemos esas lecciones, tradiciones y ponerse manos a la obra.
Explicar pacientemente, una y otra vez a las maestras de a pie que la lucha es nuestra única garantía, con miles de volantes, carteles, megáfono en mano a la salida y entrada de los turnos en mítines con las mamás y los papás. La valentía surge de mostrar el camino.
En recientes asambleas se habla de una nueva movilización, se dice que tendría que tener un carácter nacional e invitar a los padres de familia, a las organizaciones sociales y políticas, etc., incluso se habla de un paro, todo eso es correcto, sólo añadiríamos una cosa, hay que concretarlo, hay que ponerle fecha y hora en el calendario y trabajar al máximo y al unísono para hacerlo.
¿De quién es la responsabilidad?
Recuperando las mejores tradiciones de lucha magisterial recordamos que hace años se gritaba en las marchas nocturnas “¡El paro es culpa del Estado! Y lo sigue siendo. ¿Acaso no es el Estado el responsable de esta situación? y con más razón con un gobierno que se dice representar primero a los pobres.
Conquistar un regreso seguro a clases presenciales es obligar a la inversión pública en educación, en reparar, mejorar y ampliar la infraestructura existente, escuelas en buen estado y más escuelas, se requiere miles de maestras y maestros para ellas, se requiere atención médica, psicología, trabajo social, en cada una de los planteles.
Dar la opción para el trabajo a distancia mientras se regulariza no tiene que implicar la inmolación de los maestros, ni acabar con sus nervios. Se puede hacer de otra manera. Impulsemos el regreso seguro a presencial como parte de un plan integral de rescate de la educación pública. Con un presupuesto suficiente, mínimo del 10% del PIB y además con una total y profunda revisión y reformulación de los planes, contenidos, aprendizajes y objetivos de la enseñanza.
Queremos una educación pública que enseñe a las hijas e hijos de las familias obreras, de los extractos humildes de la ciudad y el campo a entender su entorno, a ser críticos con la realidad, a comprenderla para transformarla, una educación popular que nos de herramientas para derrumbar esta sociedad de hambre, tedio y opresión; verdaderamente democrática, en manos de las asambleas escolares y financiada 100% públicamente, sin lazos con las empresas.
De la resistencia a la ofensiva
Existen condiciones y ambiente para luchar, lo que ha faltado es un llamado claro, decidido y unificado por parte de la CNTE. Para nadie es un misterio que las direcciones de los diferentes contingentes tienen distintas miras. No pedimos otra cosa que no sea la unidad en acción de todos para resolver nuestras demandas inmediatas ¿cómo? Luchando ¡basta de palabras!
Nadie con más autoridad política y moral que la Coordinadora para convocar a todas las organizaciones a la solidaridad activa, a sostener la resistencia magisterial y fortalecer la ofensiva para rescatar la educación pública. Es completamente posible un Paro Nacional de todo el sector educativo: la CNTE, madres y padres, los sindicatos universitarios, las organizaciones estudiantiles, etc.
Una demostración de fuerza no solamente sería una seria advertencia para la SEP y todo el Gobierno, también arrastraría la simpatía de miles de maestros de la escuela privada y aún de aquellos docentes que simpatizan con Morena, pero no saben cómo mostrar su malestar con la política con la deriva derechista actual de su dirección.
En meses anteriores, ha habido conflictos en las universidades estatales por falta de pagos, en la UNAM un movimiento contra la precariedad que paro docenes de escuelas a mitad de las clases en línea y cuyas condiciones son las mismas de 300,000 docentes a nivel nacional. Y está la falta de presupuesto e inversión, los cobros ilegales, desde las cuotas escolares en las primarias hasta la infinidad de cobros en las universidades superiores, etc. No hay mejor agitador que las malas condiciones laborales y de vida, nuestra tarea es organizar un movimiento poderoso capaz de ganar.
Empezar por asambleas escolares, con la plantilla docente, con las familias, también con los alumnos; explicar pacientemente. Ir a las otras escuelas de la zona a ayudar a quienes están más aislados, a donde la supervisora o director son charros, pegar carteles y periódicos murales en los metros, paradas de camión, mercados cercanos, etc. Asambleas de coordinación con el movimiento obrero y popular, etc. Las convocatorias a marcha, aún con las dificultades propias de la pandemia y al paro, sólo serán posibles si hacemos este trabajo incansable. Estamos parados sobre tierra fértil pero aún hay que trabajarla para cosechar.
Quienes escribimos esto somos maestras y maestros de la educación pública y privada e invitamos a todos los sectores vinculados con la educación, sean de privadas o públicas a discutir y hacer suyas estas ideas, a ampliarlas, a corregirlas, a ponerlas en práctica y a organizarse para impulsar este programa en la CNTE y en las organización sindicales y estudiantiles del nivel superior. Creemos firmemente que hay condiciones para luchar y que con un programa correcto podemos vencer.
¡El maestro luchando también está enseñando!
¡Por la reorganización del movimiento magisterial para luchar!
¡Por un sindicalismo revolucionario para vencer!