Largas filas y horas de espera en las clínicas o centros hospitalarios, cientos de enfermos por doquier, caos y desorganización en la educación pública, exigencias de los patrones para no parar la producción, alza de precios y salario que no alcanza, así empieza el año para el conjunto de la clase trabajadora en todo el territorio.

A pesar de lo duro que esto está siendo, somos muy conscientes que de gobernar la derecha esto sería no sólo aún más insoportable sino la barbarie misma, lo podemos ver hoy en las demarcaciones ganadas por la coalición de derecha – PRIPANPRD – en la CDMX, donde las pruebas rápidas que brinda el Estado las están vendiendo so pretexto que no tienen presupuesto ¡Que sinvergüenzas!  

Sin embargo, nos negamos a vivir así, nos negamos a menospreciar las más de 303 mil defunciones en nuestro territorio que hasta el día de hoy padecemos, como si fueran algo normal e inevitable. Combatimos la suposición de facto de los gobiernos de que no hay otra alternativa, que no hay otra salida para afrontar la crisis económica y sanitaria más que seguir la lógica y criterios de este sistema.       

Los informes desnudan al capitalismo y a sus defensores

Cuando decimos que este sistema no tiene nada que ofrecernos y nos condena a la muerte, los datos, a pesar del maquillaje, salen a la luz y nos dan la razón: el año pasado las defunciones en México crecieron 23.5%, en el primer semestre con respecto al mismo periodo de 2020, es decir, murieron 579,956 personas (110,672 más), de las cuales 145,159 fueron por Covid-19, reveló de manera preliminar la Estadística de Defunciones Registradas. [1]

A nivel mundial, los sistemas de salud pública y vigilancia epidemiológica se encuentran extremadamente precarios, y las políticas de ocultamiento consciente de los datos, nos obligan a recurrir al exceso de la mortalidad prevista para estos dos últimos años, para acercarnos a la realidad de las cifras. Basándonos en este método, el saldo de víctimas se eleva a más de 17 millones a nivel mundial, una masacre sólo comparable a la de la Primera y Segunda Guerra Mundiales. [2]

Somos las y los oprimidos, ese 99.9% de la población que no tenemos nada más que vender que nuestro trabajo, quienes estamos poniendo los muertos. Nos están obligando a normalizar vivir con la pandemia, como si se tratara de una enfermedad más. Sin embargo, no ha sido así para todos, la riqueza de los multimillonarios ha aumentado un 70% desde marzo de 2020 y el 0,1% del 0,1% más rico de la población mundial vio crecer sus fortunas un 30%, unos 500.000 millones de dólares.[3]  

En ese tenor, Oxfam también plantea que las desigualdades agudizadas por la pandemia están significando la muerte de, como mínimo, una persona cada cuatro segundos. Se está viviendo una guerra literal contra la clase trabajadora, o que otra cosa puede ser, si en medio de la cuarta ola no ha parado ni un sólo sector económico, todo lo contrario, se ha priorizado mantener andando a la economía, en beneficio de unos cuantos como arriba lo hemos descrito, a costa de nuestra salud y vidas.

Para la burguesía nada se debe detener

Por ejemplo, en Baja California dentro del sector maquilador se ha registra un ausentismo de 18% en Mexicali y de 10% en Tijuana, por el incremento de contagios de la variante Ómicron, significando cerca de 60 mil trabajadoras y trabajadores, pero muchos otros asisten a trabajar enfermos porque se les niegan permisos o incapacidades. En diciembre, fue la única entidad del país que permaneció en rojo por 14 días y los empresarios se sienten orgullosos de que se trabajó a máxima capacidad. De los empleados incapacitados por el IMSS en esa entidad, el 94% cuenta con esquema completo de vacunación. [4]

Se ha descartado completamente cualquier medida para frenar la expansión del virus que obstaculice en lo más mínimo el ansia de beneficios de los empresarios y las patronales. Vuelta al trabajo a cualquier precio, retomar la normalidad y gasto público sin límites para las grandes farmacéuticas, se han convertido en los principios rectores de la política de salud.

El que las incapacidades se hayan reducido a cinco o siete días no responde a criterios científicos sino a criterios económicos. La explicación para no reactivar de nuevo el protocolo de seguridad es que la vacunación ha avanzado perfectamente, incluso ya desarrollándose las etapas de refuerzos y que por tanto ahora el virus es menos letal, que ya solo sufriremos resfriados fuertes o muy leves, pero que estamos en total capacidad de continuar nuestras labores.

Se trata de montar un esquema de avance, estabilidad y normalidad, nada debe parar, todo va bien, si la economía avanza todos avanzamos. Para dar confianza se priorizan y se pone de relieve las cifras de hospitalización y la mortalidad, pero no el número de personas enfermas. De hecho, con base en tal modelo, se descarta la posibilidad de suspender las actividades presenciales, aun cuando el semáforo pase al color naranja o rojo.

La pandemia significa miedo, sufrimiento, mayor pobreza, gastos, estrés, enfermedades mentales y muerte para la inmensa mayoría de la población. Para quién no tiene más remedio que ir diariamente a trabajar en un transporte público a reventar, pasando horas en un ambiente precario, insalubre y propenso al contagio de enfermedades respiratorias, para quién vive con el temor de que una incapacidad médica pueda precipitar el despido, la baja salarial u otras represalias patronales, o para quién se hacina en casa donde el aislamiento es materialmente imposible, la pandemia pesa como una terrible amenaza vital.

Dejar circular libremente al virus es jugar a la ruleta rusa con las vidas de la clase trabajadora. Cuantos más contagios, mayor número de mutaciones, y es sólo cuestión de tiempo que una variante resistente a las vacunas surja en cualquier parte del mundo y volvamos a encontrarnos en la situación de 2020, incluso es totalmente irresponsable minimizar la circulación del virus entre los infantes, pues el riesgo de una mutación que pueda adaptarse para enfermarlos y de gravedad es una amenaza no descartable.

Nos empobrecemos mientras las farmacéuticas hacen oro

Ante este panorama, las farmacéuticas se frotan las manos ante el gran negocio que están significando las vacunas. Según datos bursátiles, al inicio de 2020, es decir, antes de la llegada de la pandemia, Johnson & Johnson, Pfizer, AstraZeneca, Moderna, BioNTech y Novavax, tenían un valor de mercado de aproximadamente 697 mil 292 millones de dólares; al cierre de 2021 valen un billón 50 mil millones de dólares, es decir, un alza de 50 por ciento.[5]

Hasta agosto de 2021, México ha comprado 243 millones 930 mil dosis- de las que ha recibido 96 millones 573 mil 385 dosis- y para lo cual ha invertido alrededor de 38 mil millones de pesos, según información de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP). Estas empresas privadas están haciendo oro puro con dinero público y sin ningún rubor.  

Las medidas que impone este sistema están significado sufrimiento y agudización de una serie de problemáticas. No podemos seguir aplicando medidas que se cobren con la vida de las y los trabajadores. Apostar a la responsabilidad individual como el vacunarte, el uso de cubrebocas, etc.,  son completamente inútiles cuando en los centros de trabajo, en las escuelas o en el transporte público no se adoptan las medidas necesarias para frenar la expansión del virus.

Por supuesto, la derecha está tratando de capitalizar la desesperación, el desconcierto y el desaliento de ciertos sectores ante la pandemia, esto debería ser una señal de alarma, la aprobación que tiene el gobierno no será permanente si se siguen aplicando medidas paliativas a nuestro calvario.

El respaldo a la 4T no necesariamente significa aprobación a los mecanismos y métodos con que se está afrontando la pandemia, sino que ante la falta de alternativas de fondo y duraderas las y los trabajadores nos enfocamos a sobrevivir, todo lo que transcurre está teniendo impacto en la conciencia de millones de oprimidos.

Debemos usar la fuerza mostrada el pasado 1ro de diciembre, para basarnos en ella y pasar a la ofensiva, tomar la riqueza que produce el 99.9% de la población y ponerla al servicio de las necesidades de la sociedad como un plan a fondo de rescate de la salud pública que signifique la creación de más centros hospitalarios, contratación de personal sanitario con salarios dignos y sin jornadas de trabajo agotadoras; expropiación y nacionalización de la farmacéuticas para tener vacunas, medicamentos, utensilios y material médico gratuitos, accesibles y suficientes; poner la ciencia y la investigación al servicio del pueblo y no para el beneficio de ¡seis farmacéuticas! 

El capitalismo es un sistema económico obsoleto y en descomposición al que hay que derribar. La experiencia reivindica, a la luz del fracaso de las diferentes medidas tomadas desde los países gobernados por abiertos reaccionarios hasta en aquellos donde las formaciones a la “izquierda”, surgidas en numerosos países al calor de la ola de grandes movilizaciones del último periodo, que es imposible humanizar y reformar este sistema que se sirve de la barbarie y la muerte, por tanto, es imposible terminar con la desigualdad sin cuestionar el sistema del que esta emana.

Sólo cuando la mayoría organizada expropiemos a la minoría explotadora podremos crear un mundo libre de explotación, desigualdad y muerte.

 

[1] https://www.jornada.com.mx/notas/2022/01/24/politica/covid-19-primera-causa-de-muerte-en-primer-semestre-de-2021-en-mexico/

[2] Este dato es del último informe de la ONG británica Oxfam https://oxfamilibrary.openrepository.com/bitstream/handle/10546/621341/bp-inequality-kills-170122-summ-es.pdf

[3] https://elpais.com/economia/2022-01-03/los-mas-ricos-del-mundo-aumentan-un-30-su-patrimonio-en-el-ultimo-ano.html

[4] https://www.jornada.com.mx/2022/01/24/estados/025n1est

[5] https://www.jornada.com.mx/notas/2022/01/02/economia/vacunas-anticovid-dan-350-mil-mdd-a-6-farmaceuticas/


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