Existe en el periodo actual una batalla por el control de Morena. Escudados en la unidad del partido y en "completar la Cuarta Transformación", la derecha morenista intenta amarrar todos los hilos para que nada se les escape y el movimiento responda dócil a sus designios.

Dirigentes nacionales, líderes legislativos y delegados nacionales sofocan cada vez más la vida interna de Morena. Se negaron en redondo a convocar al Congreso Nacional antes y después de las elecciones del año pasado y alimentada por el control de amplias zonas del aparato estatal y la carrera presidencial del 2024, la burocratización ha experimentado un fortalecimiento con el nombramiento (más allá de las formalidades y las encuestas es, en realidad, un nombramiento desde arriba) de precandidatos. El debate y la toma democrática de decisiones, mucha o poca, es cada vez más un recuerdo.

Espino, una seria advertencia

La entrada de Manuel Espino para ser nombrado precandidato para Durango, es una muestra de lo lejos que ha llegado la burocratización de Morena, de cuanto la nueva capa de “políticos” de Morena ha identificado sus intereses con los sectores privilegiados por los viejos gobiernos y sus representantes políticos.

Ha supuesto un gran golpe para los sectores más honestos, combativos y aquellos quienes genuinamente ven en Morena una nueva forma de hacer las cosas y de representar los intereses largamente postergados de las masas explotadas.

Pero Espino no es un rayo en un cielo azul, no apareció de la nada. Ha sido precedido por cientos de arribistas y chapulines, trepadores de puestos y otros representantes no menos calificados de la burguesía a quienes se les han abierto de par en par las puertas de Morena en detrimento de los militantes de base que levantaron el partido desde hace más de una década, en resistencias y confrontaciones contra los gobiernos de los cuales estos personajes proceden.

En ocasiones anteriores hemos explicado que dentro de Morena coexisten los intereses de las masas explotadas y al mismo tiempo el de la burguesía que ha aprovechado el cambio para reorganizar el reparto de los cotos económicos y de poder, que hasta hace unos años había monopolizado sólo un sector de la burguesía amparados en los gobiernos panista y priistas.

La burocracia, cuyos intereses están más bien identificados con los de la burguesía “morena”, han emprendido una cruzada por el control del partido, del aparato, y también por quitar a las masas no sólo cualquier decisión, sino cualquier iniciativa y reducirlas al papel de votar por quien se les señala en las correspondientes elecciones.

En la medida en que Morena, a través de los funcionarios electos y los nombrados, va abarcando partes cada vez más extensas del aparato del Estado, la burguesía ve que es más necesario y posible tener alfiles dentro del partido y recuperar posiciones en el Estado. En estas condiciones, sin una alternativa a la lógica burocrática de adaptación al poder que domina la cúpula, ganar más elecciones significará la pérdida del partido para las masas.

Invitados en Morena

Todo este proceso, está agudizando la perdida de terreno para las masas oprimidas y sus intereses dentro del partido. Después de las elecciones de 2021 cientos de militantes de base que empujaron el trabajo, con todo y a pesar de todo, han sido expulsados o asilados, con acusaciones imbéciles e increíbles contra gente que ha dado años y esfuerzos. Para la burocracia no es necesario balance político alguno, sino que les dejen hacer en los despachos gubernamentales y en la “política” parlamentaria.

Para este sector y los intereses que representan, el momento de la lucha y la movilización ya pasó, ahora las masas les estorban para sentarse tranquilamente a completar la 4T. La base social de Morena y los militantes de base son cada vez más extraños en su propia casa, no encuentran espacios ni representación.

Los sectores de la dirección que se asumen de la izquierda de Morena actúan como invitados del partido. Se niegan a emprender una contraofensiva organizada y sostenida por recuperar el partido. Las elecciones para la Presidencia de Morena, el juicio a los expresidentes, y ahora la revocación de mandato y la reforma energética son momentos clave para movilizar a las masas no en apoyo a la acción legislativa, sino para desbordar todos los cálculos burocráticos e imponer la democracia de los trabajadores, el Congreso, las decisiones de base y reivindicar la movilización como única vía para conseguir nuestras demandas, así como levantar un programa de batalla eficaz contra este sistema.

¿Cuál es la alternativa?

En tanto Morena es la forma de acceder a los mecanismos de poder dentro del Estado, la lucha de clases y sus intereses se expresa dentro de éste. No de manera abierta sino velada, no existe una corriente proletaria y revolucionaria cuya voz se escuche, tampoco la burocracia se atreve a decir sus intereses de manera clara y directa, habla medias verdades, lugares generales y una fraseología y demagogia de abstracciones sobre la democracia, la nación, el pueblo, la justicia, la democracia y el progreso; detrás de la que oculta los intereses de sus verdaderos amos. La burguesía, aunque no le gusta del todo, se ajusta por el momento al avance lento pero real que le permite esa política de la cúpula morenista.

Los sectores honestos, combativos y proletarios deben organizar una corriente interna, armada con un programa político revolucionario, que permita presentar una alternativa coherente y consecuente frente a la derecha morenista, la burocracia e incluso frente a la izquierda inconsecuente. Organizarse para debatir una plataforma política y de acción, reorientar a la militancia y a la base social, organizarse para ganar esta batalla. Tenemos la fuerza, podemos vencer a estos personajes totalmente ajenos a nuestros intereses y luchas, no les permitamos más, pasemos a la ofensiva.


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