Desde el pasado noviembre, cuando se anunció la precandidatura de Claudia Sheinbaum para la presidencia de 2024 por parte de Morena, se ha profundizado y consolidado el giro a la derecha del partido, un actuar nauseabundo de arribismo y oportunismo ha desfilado en toda la política emanada desde la dirección.
Primero se han sumado 150 expriistas, expanistas y experredistas al proyecto rumbo a 2024, muchos de los cuales votaron contra la Reforma Energética; en ese entonces la burocracia quisó confortar a la militancia y a la base diciendo que se les identificara para no votarles por traidores a la patria, pero ahora viene esa misma dirección a decir que ¡son bienvenidos y que se les debe votar!
El plan C de la burocracia
En Baja California van en abierta alianza con el PES de Hank Rhon[1] ex preso federal, detenido por acopio de armas, investigado por asesinato y crimen organizado; en Puebla sumando a Alejandro Armenta, quien fue militante priista varias décadas, y José Chedraui, igualmente priista y firme opositor de AMLO en las elecciones anteriores, como candidato a alcalde de la capital del estado. En Yucatán la aceptación de más 200 priistas y la entrada de Rommel Pacheco, que por cierto votó contra la reforma energética siendo Yucatán uno de los Estados con mayores tarifas eléctricas; en Chiapas los acuerdos con Encuentro Solidario y Sasil de León Villard , precandidata a senadora, impulsada por Manuel Velasco y perteneciente a uno de las familias caciquiles de Chiapas y muy cercana al ultraderechista Verástegui, y la elección de Eduardo Ramírez Aguilar con claros vínculos con el crimen organizado como candidato a gobernador.
Si lo anterior fuera poco, la cereza del Plan es la aceptación de la “Alianza progresista” conformada por exgobernadores y expriistas de la talla de Eruviel Ávila, miembro del Grupo Atlacomulco; Alejandro Murat, señor y miembro de las familias caciques de Oaxaca; Adrián Ruvalcaba, cacique de la alcaldía Cuajimalpa en la CDMX donde ha gobernado tres veces; y Jorge Carlos Ramírez Marín, con 44 años de militancia de derechas, numerosas veces diputado, senador y funcionario en la administración de Enrique Peña Nieto.
La dirigencia de la 4T, incluido AMLO, están poniendo en juego toda su autoridad para obligar a la base obradorista a alinearse, las declaraciones de aceptación de esta gente han sido claras:
Claudia: “Sé que cuesta trabajo, pero hay que entender que queremos una mayoría muy amplia para seguir transformando los destinos de la nación (…) Tenemos que abrir la puerta para tener esa mayoría calificada, porque tenemos una tarea, seguir transformando la vida pública de México”.
AMLO: “Si son buenos o son malos, si tienen mala fama o buena fama, eso depende de cómo se vean las cosas. La política se hace con mujeres y hombres; la perfección tiene que ver con el creador, pero los seres humanos, todos, cometemos errores. Lo importante es buscar ayudar a los semejantes. Y aunque en un tiempo se hayan portado mal, pero deciden cambiar y terminar en el último tramo de su vida ayudando, siendo consecuentes, pues adelante”.
Las declaraciones de Mario Delgado dan aún más rabia: “son políticos de trayectoria, de peso, que han dicho ‘ya no estamos conformes con la ruta que tiene el PRI y cómo van a estar conformes si el PRI está entregado a la derecha’; y dicen, vamos más allá, por una agenda progresista. Evidentemente hay una coincidencia con la cuarta transformación” … “no nos queda más que darles la bienvenida y que nos ayuden a sumar”.
Toda esta “táctica audaz” es para hacer realidad el afanado Plan C, tener mayoría en todo para construir el segundo piso de la transformación, dicen. En la izquierda institucional y reformista los acuerdos políticos sin principios y las maniobras burocráticas son el modus operandi. Renunciar a los principios e intereses del pueblo a cambio de una posición privilegiada en la gestión del sistema está constituido en su ADN, por eso la traición tan abierta disfrazada de táctica benefactora del pueblo.
El priismo está en la peor crisis de su historia. Claramente sus políticos, si desean conservar sus privilegios y negocios, necesitan migrar a otros partidos, pero arrastran con ellos todos sus vicios, políticas, estructuras, corrupción y vínculos perversos que han fincando por décadas con el crimen organizado y demás mafias.
Estos personajes no son ningunos arrepentidos, son unos oportunistas de la peor calaña, su labor será descomponer aún más a Morena, así como pudrir todo a su paso y servirse con la cuchara grande en los espacios que les sean asignados. Por ejemplo, Jorge Carlos Ramírez Marín tiene el cinismo de decir que ellos también encarnan el combate a la corrupción, cuando son la escuela de la misma en el país.
El PRI siempre ha sido de derecha; cuando Mario Delgado dice que hay coincidencia con la 4T, ¿a qué se refiere? Obviamente hay coincidencia con él y con lo que él defiende como 4T, pero para nada hay coincidencias en la transformación que desde la base se piensa y se pugna, una transformación donde no sólo no tienen cabida estos mafiosos, sino donde además luchan firmemente contra ellos. ¿Sumar? ¿A quiénes? ¿A su estructura degenerada y corrupta? Si se trata de sumar a gente, que se sumen las mujeres, hombres y jóvenes que ponen lo mejor de sí mismos en cada acción militante que se organiza, los que, con su determinación, sacrificio, valentía, lucha e ilusión levantaron Morena y creyeron firmemente en transformar las cosas, barrer a los corruptos y la mafia del poder; no se gana dando cabida a los partidos que el pueblo enfrenta y resiste y que, si tienen cierta “estructura”, es por su uso clientelar y coercitivo.
A las masas se les gana vinculándose en sus luchas cotidianas, en las calles, en las manifestaciones, en las huelgas, en los bloqueos, en la protección de la tierra, en la defensa del agua, en la disputa por vivienda digna, en la reivindicación de la educación pública, en la batalla por empleo y jornada digna de trabajo.
La derecha nunca desistirá de sus intereses
Morena se encamina a paso acelerado hacia una degeneración política. La dirección, empecinada en seguir el camino de la política tradicional, no sólo no se ha desembarazado de los vicios de la derecha, sino que la está rescatando y se está deslizando hacia allá, y el pueblo lo sabe, las protestas y descontentos que estamos viendo en cada rincón del territorio es muestra de ello.
Esto lo hace para mantener el equilibrio entre las clases. Las mentiras tan grandes que la burocracia dice a la militancia para hacer tragar un bocado tan venenoso son muy repugnantes, pues quiere imponer una sola política: la política oportunista y arribista de derechas disfrazada de izquierda. Para ello, usa al máximo la autoridad de AMLO para convencer de que el único camino para conquistar el Plan C son los pactos, alianzas y acuerdos con quienes sea necesario, y ya teniendo la mayoría harán una política de izquierdas. ¡Nada más falso!
La historia y la realidad de este sexenio que termina exponen que esta política, más que ser una estrategia y táctica super avanzada y audaz, es la receta acabada para reorganizar a la derecha y apuntalar para que retome el gobierno. La burguesía utiliza las alianzas para golpear a la auténtica izquierda, confundiendo, desmoralizando y desorganizando.
La derecha, conformada por políticos profesionales de la burguesía, nunca abandona sus ideas, acciones e intereses, sino que ya estando adentro del gobierno afianzan su agenda, su gente y su política más podrida. Creer que después de ganar las mayorías estos personajes querrán transformar las cosas a favor del pueblo es falso, y la dirección de Morena lo sabe. Son totalmente conscientes de lo que están haciendo; esa es la política que están impulsando y quieren profundizar. Una traición en toda regla.
Los cambios radicales no pueden ser obra de un solo hombre o mujer, se necesita de unidad, organización y alianzas, pero con los oprimidos, con los de abajo. Sin embargo, la misma burocracia de Morena fue la que deshizo todos los comités y la estructura que se había conformado por años desde la base ¿Con qué objetivo? Inclinar aún más a la derecha la agenda gubernamental y destruir lo que Morena representaba: la movilización masiva de millones a favor de un cambio radical.
El papel de Morena lamentablemente ha sido pintar políticas capitalistas de progreso con diferentes adornos, pasar por progresistas una serie de medidas que en los hechos no han sido más que migajas en algunos sentidos y en otros ataques abiertos, como los megaproyectos y el lavado de cara, apoyo y fortalecimiento a los militares.
Sus concesiones estratégicas en aras de asegurar la gobernabilidad también han actuado como un imán para atraer una legión de arribistas que se hicieron con el control del aparato en muchos estados y espacios, y que se han integrado en los engranajes del sistema para vivir cómodamente de la política profesional.
Sólo contamos con nuestras propias fuerzas
En ningún caso insistimos y marcamos estas cuestiones por una motivación sectaria. Desde Izquierda Revolucionaria siempre hemos reconocido el potencial revolucionario del movimiento de masas que llevó al obradorismo a la presidencia, donde siempre nos hemos dirigido y participando en la base con una actitud muy militante y honesta, y lo que vemos ahora no es un error de algunos o la tontera de la dirección, sino una política totalmente consciente de la burocracia de gobernar para los ricos y hacerse de poder y privilegios a nombre del pueblo.
Por supuesto todo lo anterior no nos impide ver que un triunfo de Claudia aún será para millones de trabajadores la única alternativa visible ante un escenario internacional y del sistema cada vez más catastrófico. El “milagrito mexicano”, como le han llamado algunos economistas a la estabilidad mexicana, es todavía lo que miran y a lo que se aferran millones de oprimidos en este territorio.
Pero la cuestión es concreta: si Morena sigue girando más a la derecha, gobernando de mano y a favor del empresariado y haciendo alianzas con los asesinos del pueblo, y abandona la movilización, la auténtica organización y concientización del pueblo, sólo se le abren las puertas al retorno de la derecha y a la ultraderecha en figuras como Samuel García, que demagógicamente critica a todos los políticos tradicionales, tal como lo ha hecho Milei en Argentina.
Desde Izquierda Revolucionaria alentamos a las y los militantes de Morena a no renunciar a dar la batalla por un partido realmente revolucionario como herramienta útil para la clase obrera y para la transformación socialista de la sociedad.