No hay otra manera: o con los capitalistas o con la clase obrera
Queda muy poco para la jornada electoral más grande en la historia del país, donde 98 millones de mexicanos y mexicanas estamos llamados a las urnas. Las encuestas dan un triunfo contundente a Claudia Sheinbaum, con predicciones que apuntan a que tiene un 92% de posibilidades de ser presidenta, y superando por casi un 20% a Xochitl Galvez (Frente Amplio por México) y por un 40% a Jorge Álvarez Máynez.
El triunfo de Morena este domingo parece indudable. Por supuesto, millones de trabajadores y jóvenes les votaremos para cerrar el paso a la derecha y no permitir que la pesadilla de los Gobiernos burgueses del PRI-PAN vuelvan a ser una realidad. Sin embargo, la propia campaña electoral ya ha expresado las contradicciones con las que Morena asumirá su segundo mandato. Una campaña marcada por un fuerte giro a la derecha dentro del partido, un arribismo galopante y un fortalecimiento de los vínculos con el empresariado y, en los hechos, con el imperialismo estadounidense.
Los compañeros y compañeras de Izquierda Revolucionaria, los comunistas revolucionarios, entendemos que la lucha de clases es algo más que votar cada tres o cuatro años. Así lo estamos viendo con el movimiento de solidaridad con Palestina, los 8 de marzo y las movilizaciones de la comunidad sexodiversa, las protestas contra los macroproyectos y las luchas obreras contra el charrismo sindical. Por eso, si queremos conquistar derechos y una vida digna para la mayoría, tenemos que reflexionar seriamente sobre qué izquierda necesitamos construir.
Balance del gobierno de AMLO
El triunfo de AMLO fue entendido por la clase trabajadora y la juventud como una victoria propia. Tras 80 años de dominación de los partidos de la derecha, la llegada al Gobierno de este dirigente histórico de la izquierda reformista representó un golpe muy duro a la reacción. Pero el odio de clase y el desprecio con el que la burguesía mexicana recibió este triunfo fue atenuándose poco a poco en el momento en que Morena demostró su disposición a llegar a acuerdos con el gran capital y el imperialismo estadounidense, y a ceder en cuestiones muy importantes ante sectores tan reaccionarios como el ejército, la iglesia o el narco.
AMLO no ha dejado de practicar un discurso teñido de “obrerismo” y “antiimperialismo” y una política de gestos, y es evidente que el enorme apoyo popular le ha permitido disponer de un margen de maniobra muy importante. Todo esto unido a una situación económica favorable por el nearshoring y el crecimiento de la inversión extranjera directa (IED) estadounidense y las remesas, ha permitido un incremento de más del 3% del PIB en los últimos tres años así como el control de la inflación… México es una excepción dentro de América Latina.
Sin embargo no es oro todo lo que reluce. Las familias trabajadoras hemos vívido una situación que dista mucho de la complacencia a la que apela constantemente la propaganda gubernamental. La política del “humanismo mexicano”, una versión obradorista del capitalismo de rostro humano, está muy alejada de la reducción de la desigualdad que tanto promete Morena. Medidas como el incremento del salario mínimo, la ayuda para becas o los modestos programas sociales han sido paliativos pero no pueden ocultar la realidad de explotación, precariedad, represión y empobrecimiento que la clase trabajadora y la juventud seguimos sufriendo.
Datos oficiales de 2022 señalan que 46.8 millones de personas están en situación de pobreza y 9,1 millones en pobreza extrema. El precio de la canasta básica también se incrementó. La violencia está disparada con 30.000 asesinatos el año pasado y el crimen organizado impone su ley con la complicidad del aparato del estado, y México sigue siendo sinónimo de feminicidio, con 11 asesinatos de mujeres diarios.
Mientras esto ocurre la banca logró ganancias históricas en el sexenio de AMLO: tan solo en 2023 sus beneficios crecieron un 10%. Los más ricos se han hecho todavía más ricos: Carlos Slim incrementó su patrimonio un 41.8%, German Larrea 58.1%, Ricardo Salinas 26.4% y Alejandro Bailleres 28.9%.
La idea de AMLO de gobernar para todos ha demostrado ser un fiasco. Él también lo sabe, pues no ignora que la experiencia histórica ha demostrado sobradamente que o se está con los trabajadores, o con quienes nos explotan día a día.
El apoyo popular que sigue cosechando AMLO a final de su mandato, que es la herencia que Sheinbaum recoge, se sostiene en esa sensación de respiro que sienten amplias capas de la población y el repudio de las décadas de gobiernos prianistas que solo dejaron miseria, desaparecidos, jóvenes asesinados y cientos de casos de corrupción. Pero Claudia no es AMLO, y la renuncia de MORENA a la confrontación abierta contra los capitalistas y su negativa a tocar los privilegios de la oligarquía está dando margen a la derecha para reorganizarse, reunir fuerzas y contraatacar.
La derecha ha podido frenar o descafeinar muchas de las reformas propuestas por el ejecutivo y, aunque han sido acciones puntuales, no podemos dejar de señalar el peligro que emana de la derechización de Morena.
Burócratas y arribistas al servicio del poder económico
La campaña electoral nos ha dejado lecciones importantes. Por un lado, hemos asistido a los intentos desesperados de la burguesía y sus esbirros para tratar de reducir el margen de ventaja de Claudia Sheinbaum. Como no lo consiguieron pasaron a otra estrategia para tratar de imponer su agenda en el próximo sexenio.
Morena se ha llenado de sectores oportunistas y arribistas que actúan como agentes de la derecha y de los poderes económicos regionales y estatales, siempre con el visto bueno del presidente. En el cierre de campaña de Claudia, ante un Zócalo a rebosar, podíamos ver a todos estos personajes impresentables a quienes Morena ha dado manga ancha para posicionarse en las candidaturas y en el interior del partido. Agentes de la ultraderecha como Lili Tellez y represores como Manuel Velasco. Los vínculos con lo más podrido del PAN, del PRI y del PV se han multiplicado exponencialmente estos meses en el seno de Morena. Actualmente casi la mitad de los gobernadores votados en Morena vienen del PRI con más de 35 años de militancia.
Al mismo tiempo, los sectores más combativos y militantes de izquierdas fueron marginados e ignorados en su descontento con la aprobación de muchas candidaturas que no les representan.
Esto es la consecuencia de renunciar a la lucha revolucionaria para acabar con las lacras que engendra el capitalismo, y hacerlo basándose en la fuerza de la movilización en las calles. Limitarse a los estrechos márgenes de la lucha parlamentaria para seguir manteniendo los curules, y entregar el partido a toda una legión de personajes corruptos y reaccionarios lleva, como hemos comprobado en muchos países latinoamericanos vecinos, a que la izquierda parlamentaria más tarde o temprano colapse. El resultados lo conocemos: una enorme frustración social que abre de par en par las puertas a la extrema derecha.
Necesitamos una izquierda revolucionaria de combate
Morena ganará las elecciones del 2 de junio pero tenemos que ser claros: este Gobierno no nos garantiza nada. Hemos visto señales muy claras de que Claudia intentará conciliar nuevamente con intereses antagónicos, esta vez en un contexto con muchas más presiones tanto del imperialismo como de quienes ya se frotan las manos con el nearshoring. Claudia ha asegurado velar por la estabilidad, se lo prometió a los empresarios en un encuentro, pero la estabilidad capitalista es inestabilidad y una guerra despiadada para las y los trabajadores.
Ante las declaraciones de la futura presidenta sobre que “gobernará para todos”, tenemos que recrudecer la presión, la organización y la lucha desde abajo. Para evitar que el gobierno morenista y el partido sigan virando a la derecha, tenemos que combatir desde dentro y desde fuera, para que Morena cumpla con el pueblo que allí les colocó.
El único camino es la lucha de clases, confrontando a los arribistas y derechistas, construyendo con la mayor determinación y audacia, y sin sectarismos, un partido revolucionario que luche por una alternativa socialista, que coloque contra las cuerdas los intereses de los banqueros y los grandes capitalistas. Que pelee para que la enorme riqueza, que generamos la mayoría del pueblo trabajador, sea expropiada a ese puñado de parásitos que siembran en el mundo miseria, genocidios y guerras imperialistas. Esta es la alternativa que estamos construyendo desde Izquierda Revolucionaria.