En las últimas semanas hemos sido testigos de una serie de acciones con la intención de frenar los ataques a la juventud o bien lograr el triunfo de sus luchas. Si bien estas luchas son completamente justas, por lo que desde el CEDEP y Militante las respaldamos, lo cierto es que algunas de las acciones tomadas en lugar de generar un mayor vínculo con los jóvenes y los trabajadores están provocando lo contrario, lo que se vuelve en margen de acción para la burguesía y su Estado.

Los pecados del reformismo

Lenin explica que el ultraizquierdismo es la penitencia que tiene que pagar la clase obrera por los pecados cometidos por los reformistas; es decir que las acciones de pequeños grupos tratando de sustituir el papel de las masas en general y en particular del movimiento obrero por medio de acciones radicales, son engendradas por la capa de dirigentes ante su política inconsecuente. Y en México recientemente hemos sido testigos de un par de ejemplos de esa naturaleza: hace unos cuantos meses vimos a AMLO lanzando una fallida defensa del voto por medio de causes únicamente legales y ahora vemos a los dirigentes sindicales negándose a llamar a acciones de fondo contra la reforma laboral. Sin embargo el resultado de la desconfianza de los dirigentes en la clase trabajadora ha tenido un costo muy alto, traduciéndose ello en la imposición de Peña Nieto en el poder y en la aprobación de una reforma que mutila en mucho (o de plano elimina) una serie de derechos de los trabajadores.

En ese tipo de contexto, en el que el divorcio de los dirigentes con el movimiento obrero es cada vez más marcado, suelen desarrollarse toda clase de tendencias ajenas a los trabajadores: algunos elementos desmoralizados por los resultados giran hacia posiciones escépticas y oportunistas, culpando a los obreros y su supuesta apatía para luchar; otros más, molestos con los dirigentes, llegan a la conclusión de que los sindicatos y los partidos obreros están echados a perder, que ya no sirven para nada y que por consecuencia ya no hay nada que hacer en ellos. Este último sector, desesperados porque el movimiento no avanza, termina por adoptar métodos de lucha ultraizquiirdistas por medio de lo que algunos llaman acción directa; es decir se trata de pequeños grupos que piensan que pueden sustituir el papel de la clase trabajadora y de las masas movilizándose y adoptan métodos de lucha que además de realizarlos de forma aislada y al margen del movimiento de masas, son radicales pues creen que, dada la estridencia de dichos actos, su accionar jugará como catalizador de la conciencia de los obreros y la lucha de clases.

Desde acciones extremas como el terrorismo individual hasta otras mas elementales como la toma de instalaciones publicas sin haberse discutido y aprobado previamente en asamblea con la comunidad involucrada en la lucha, el amplio abanico de acciones ultraizquierdistas suelen también tener un efecto desorganizador del movimiento obrero o estudiantil, alejando a muchos jóvenes y trabajadores del movimiento y favoreciendo las campañas del Estado para aislarlo e incluso reprimirlo.

El hecho es que el ultraizquierdismo no se explica en por sí solo pues representa la reacción de un sector del movimiento bastante irritado con la política inconsecuente de los dirigentes y su desesperación frente a lo que ellos consideran un lento avance de la lucha de clases; por, en tanto tal, este tipo de tendencias políticas muy propias de la pequeña burguesía radicalizada son en excelencia engendradas por la bancarrota del reformismo.

Ultraizquierdismo

En este año, como quizá no ocurría desde 1968, hemos sido testigos de movilizaciones impresionantes de la juventud que con su entusiasmo y animo logró atraer a otros sectores de la sociedad. La Primavera Mexicana como algunos le han llamado a las movilizaciones encabezadas principalmente por el #YoSoy132 ha sido sin lugar a dudas la muestra fiel de que la juventud, los trabajadores y los sectores arruinados por la política de Calderón y la burguesía no son apáticos ni inconscientes. Por el contrario pese a los prejuicios que incluso muchas organizaciones incentivaron previo a que estas movilizaciones les dieran de bruces en las narices, lo que vimos a mediados de año es que la juventud está dispuesta a luchar. La lucha contra la imposición de EPN en la presidencia ha significado un despertar para millones de jóvenes y trabajadores en la política, que aunque ahora no salgan en turba a las calles ello no significa que la consciencia se ha ido a no sabemos qué lugar. Por el contrario lo que estamos viendo en estos últimos meses es un incremento en la consciencia, que no se basa en otra cosa sino en la reflexión de los acontecimientos, sus causas y sus consecuencias.

Pese a lo anterior algunos sectores han apostado por artificialmente dar pasos adelante en la lucha, al margen de un respaldo considerable de los jóvenes y los trabajadores. Aunque algunos no lo quieren ver, en parte porque ello significaría modificar su concepción política de la lucha revolucionaria, la represión de la que hemos sido testigos se basa principalmente en esa división entre las bases y quienes se convierten en sus dirigentes u organizaciones, lo que permite actuar al Estado al aislarlos políticamente para posteriormente asestar el golpe. Es decir en gran medida la represión corresponde a una correlación de fuerzas concreta pues difícilmente el Estado actuara cuando cientos o miles de personas respalden una acción determinada.

Desde Militante y el Comité Estudiantil en Defensa de la Educación Pública hemos defendido cada lucha encaminada a defender o mejorar las condiciones de vida de los trabajadores y los jóvenes, rechazamos cualquier tipo de represión contra quienes dan la batalla contra este sistema que solo ofrece opresión, miseria y hambre. Pero a su vez somos críticos de quienes pretenden suplantar la acción de las masas trabajadoras como consecuencia de su incapacidad de convencerles de dar la batalla. Para nosotros la lucha revolucionaria no es la lucha de un pequeño sector organizado, sino de las masas en su conjunto. Son ellas quienes dan vida a la sociedad y son ellas quienes pueden transformarla.

Nosotros defendemos los métodos tradicionales de la clase trabajadora y sus organizaciones revolucionarias, siendo la difusión y agitación la parte primordial de nuestra lucha. Si el Estado manipula y engaña a los trabajadores, nuestra tarea es evidenciar esos engaños mediante la propaganda y el convencimiento político de forma paciente pero nunca mediante actos que supongan un posible revés para la lucha de los explotados.

Por ello creemos que acciones como la toma de la Rectoría de la UACM el pasado 8 de noviembre, o bien la toma de la Casa de Representación del Estado de Michoacán en el DF el pasado 22 de octubre, podrían tener mucha mayor contundencia si se desarrollan en el marco de una campaña mas intensa, en la que el corazón de la misma fuera la movilización masiva en las calles acompañada de una intensa actividad para atraerse el apoyo de los sindicatos. Una campaña de esa naturaleza, además de tener un mayor impacto beneficiando la causa por la que se lucha, necesitaría un plan de acción que necesariamente exige el involucramiento, por continuar con el ejemplo de los dos casos que hemos comentado, de la mayor parte de las respectivas comunidades estudiantiles para discutir las acciones a tomar y para, por consecuencia, involucrarla en su desarrollo. Sin embargo al no ser esto así y al tomar decisiones unilaterales un pequeño grupo por encima del resto del movimiento,  las acciones desarrolladas de forma aislada al no tener la fuerza que se requiere pierden contundencia y en no pocas veces termina transformándose en la  oportunidad que necesitaba el Estado para justificar el empleo de la fuerza sobre el movimiento.

Las contradicciones que motivaron que millones de personas salieran a las calles a mediado de año no se han resulto, están ahí latiendo esperando para manifestarse abiertamente otra vez. Si bien ahora no somos testigos de grandes movilizaciones ello no será constante, por el contrario la forma en que iniciará el sexenio de EPN augura más enfrentamientos entre las clases donde el triunfo dependerá de lo organizadas y planificadas que estén las acciones del campo de los oprimidos. En ese sentido nuestro llamado sigue siendo el mismo: construir una organización revolucionaria. Solo ello podrá permitir en un futuro derrocar de una vez por todas a este sistema de miseria y opresión.

¡Contra la represión, la organización!


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