La política generalizada de alianzas electorales entre el PRD y el PAN ha supuesto un nuevo paso al frente de cara a romper con el contenido de clase y con la base social que dio vida al Partido de la Revolución Democrática (PRD), concebido originalmente por sus fundadores; millones de campesinos pobres y trabajadores de la ciudad, como una herramienta de lucha y organización contra la política de la burguesía. Si bien en anteriores coyunturas la voz cantante de la política burguesa al interno del partido fue encabezada por los mentados “chuchos”, existía una clara oposición apegada a la política clásica del reformismo de izquierda, no obstante en esta ocasión las corrientes de oposición también decidieron jugar el papel de tránsfugas. Las corrientes y dirigentes dentro del PRD que en el pasado se identificaron con el movimiento de López Obrador pasaron de la política del “dejar hacer dejar pasar” la política derechista a ser partícipes directos e impulsores de las alianzas con el PAN para los próximos comicios.

Las alianzas electorales del PRD con el PAN, así como su colaboración con el gobierno priista de Peña Nieto a través del Pacto por México, son muestras claras de la bancarrota de la política reformista que en momentos de profunda crisis del sistema capitalista tiende a justificarlo y sostenerlo, desdibujando su carácter “progresista” y asumiendo gradualmente la política más rancia de la burguesía. En las actuales condiciones el reformismo pasa de ser una política que buscar mejoras para la clase trabajadora dentro de los marcos del capitalismo a ser una política que ante la debilidad del régimen se propone sostenerlo, procurando su estabilidad, y la mejor manera de llevar adelante este objetivo es asumiendo la política de los partidos de derecha, aunque ésta se vuelva cada vez más reaccionaria. Esta tendencia histórica del reformismo es por naturaleza inestable, zigzaguea entre los intereses de la base social que le ha dado origen y los intereses de la burguesía que se le presentan como todo poderosos e insustituibles. Los dirigentes reformistas van perdiendo el miedo a romper con su base social y quedar suspendidos en el aire, en la medida en que la burguesía los adopta dentro del Estado y sus instituciones que a ambos les parecen eternas e inamovibles y por lo tanto un refugio seguro.

Hace falta una genuina alternativa de izquierda en el terreno electoral

Si bien las alianzas reaccionarias del PRD con el PAN del año 2009 dejaron sin la posibilidad de que un sector de los trabajadores pudiera expresar, a través de la vía electoral, sus intereses de clase, esta circunstancia no fue la dominante, ni abarcó todos los comisión de aquel año, factor que más allá de los mezquinos cálculos clientelares reflejaba la presión y movilización de la base y de su ala de izquierda, encabezada por AMLO, sobre la dirección del partido. Por el contrario, desde principios del presente año la dirección dejo absolutamente clara su intención de ir en alianza con el PAN ¡en los 14 estados donde habrá elecciones! Y sin especificar los casos se habló de “alianzas totales”, entendidas estas como una alianza válida para todos los cargos a disputarse en alguna entidad. La corriente dirigida por la dupla Padierna-Bejarano, IDN, otrora crítica de las alianzas con el PAN y abiertos simpatizantes de AMLO dentro del PRD, decidió sumarse a ésta política, primero argumentando que las alianzas con el blanquiazul eran inevitables en algunos estados del norte del país donde el PRD tiene poca presencia, para en lo sucesivo, avalar en los hechos una alianza generalizada. De la misma forma hicieron con la firma del Pacto por México, pasaron en pocas semanas de condenarlo y pedir la destitución del presidente del PRD, Jesús Zambrano, a reivindicar la posición de éste al frente del Comité Ejecutivo Nacional (CEN), asegurando que “salvo en el Pacto” en todos los demás temas “existen coincidencias” (La Jornada. 23-12-2012).

Conforme se fue realizando el mercadeo de las candidaturas y el registro de las alianzas en cada estado, sonaron las alarmas en el PRI, el cual de inmediato instruyó al IFE para ilegalizarlas arguyendo todo tipo de formalidades. Y es que en realidad la fortaleza del PRI es tan aparente que incluso en el terreno del voto corporativo la alianza PAN-PRD podría propiciarle algunos reveses como ocurrió en 2009 con las gubernaturas de Sinaloa, Puebla y Oaxaca. Una perspectiva de esa naturaleza de ninguna manera justifica las alianzas, por el contrario, enfatiza la degeneración del PRD que ha demostrado su incapacidad para explotar políticamente a su base proletaria, transando con sus intereses de la misma forma en que lo hace el PRI y el PAN con millones de trabajadores y campesinos pobres. Una perspectiva de “victoria” para la alianza PAN-PRD inevitablemente reforzaría las políticas derechistas en la dirección; por el contrario, una perspectiva de derrota abriría la posibilidad para que las tendencias de izquierda se reagruparan y dieran la batalla contra la dirección del partido en mejores condiciones, no obstante esta perspectiva requiere del papel consiente del ala clasista del partido, de otra manera la derrota electoral por sí misma no será ninguna garantía de cambio en la política de la dirección.

La perspectiva general para las elecciones es que el descontento y el desprestigio hacia la legalidad burguesa seguirán manifestándose a través del abstencionismo que es al mismo tiempo la principal palanca de apoyo para que la coerción del PRI surta efecto y lleve a este partido a “ganar” la mayoría de los comicios, ensanchándose cada vez más la brecha entre el acenso de la derecha en la estructura del Estado y por otro lado el verdadero sentir de millones de jóvenes y trabajadores que buscan deshacerse de la pesada losa que representa el capitalismo sobre sus hombros. Aunque el efecto inmediato de estos resultados serían los de una redoblada ofensiva contra los derechos de los trabajadores, la situación en el mediano plazo puede ser de movilizaciones y luchas explosivas, como lo estamos viendo en otros países donde la burguesía parecía gozar de gran estabilidad.

Por el momento el papel del ala genuinamente de izquierda, vinculada a las tradiciones y orígenes combativos del PRD se encuentra dispersa y desorganizada, además de que le ha faltado iniciativa para vincularse activamente en las luchas y movilizaciones que se han desarrollado en los últimos años, particularmente este último factor los ha convertido en corrientes marginales, con una visión localista, vulnerables a las maniobras burocráticas que la dirección les impone, anquen estas corrientes han dado chispazos de vida, su actividad no es lo suficientemente consistente como para conformarse como una alternativa ante la cual agruparse. Por ejemplo en Veracruz, donde hubo un rechazo a las alianzas por parte de un sector de la dirección del PRD, éste no implicó acciones más allá de la lógica estatal electoral y mucho menos la movilización de la base del partido, quedándose en una pugna a nivel de las estructuras de éste, donde finalmente prevaleció la política de alianzas

Esta actitud marginal de las corrientes perredistas de izquierda ha envalentonado a las tendencias más reaccionarias, mismas que levantaron cabeza a la hora de acordar alianzas con el PAN, marcando en los hechos la pauta en el partido. La actitud de los dirigentes estatales del PRD ratificó las tendencias en el ceno de la dirección nacional, prevaleciendo el oportunismo. El rasgo distintivo a nivel estatal no fue el rechazo a las alianzas sino una profundización de la política oportunista, sobre todo una vez que el IFE comenzó a ilegalizar las coaliciones con el PAN, esto desencadeno una defensa a ultranza de la reaccionaria unidad frente populista. Muy por el contrario de lo que fue la actitud de la dirección del PRD ante los fraudes del IFE en 2006 y 2012, a la hora de defender las alianzas reaccionarias sacaron uñas y dientes, decidiendo los dirigentes del PRD actuar más allá de la legalidad y los formalismos, en palabras del dirigente estatal impuesto de Veracruz: “La alianza no va a parar en los tribunales, porque vamos a la alianza de facto, que eso no lo puede parar nadie, ni el gobierno, ni los operadores políticos ni los tribunales” (La Jornada 25-02-2013).

Ante la ilegalización mayoritaria de las alianzas del PRD por parte del IFE, Zambrano finalmente denunció que de la intención original de establecer alianzas en los 14 estados en contienda, estas se vieron frustradas en todos aquellos estados donde gobierna el PRI: Tamaulipas, Veracruz, Durango, Zacatecas, Chihuahua, Tlaxcala, Hidalgo, Aguascalientes, Coahuila y Quintana Roo. Por el contrario la alianza si fue legalizada ahí donde gobierna la coalición PRD-PAN: Oaxaca, Puebla y Sinaloa, así como en Baja California, donde el PAN mantiene la gubernatura desde hace 24 años. ¿Cuál fue la alternativa del PAN y PRD ante las marrullerías y escasa lealtad del PRI con sus “fieles compañeros” del Pacto por México? ¡Establecer alianzas de facto! en Zacatecas, Durango, Veracruz y Quintana Roo, y alianzas parciales en Aguascalientes y Coahuila que si cuentan con la anuencia del IFE. En el caso de Hidalgo, dado que los traficantes no pudieron llegar a un arreglo, quedo rota la alianza que originalmente estaba prevista como “alianza total”. Ahí donde aparentemente quedó frustrada la alianza en cualquiera de sus formas fue en Tamaulipas y Tlaxcala, también en Chihuahua que sin embargo tuvo un dramatismo particular.

Ya echado a andar el carro del oportunismo éste siguió su inercia propia, en el caso de Chihuahua el Comité Estatal del PRD impulso la alianza ni más ni menos que con el PRI, durante algunos días el PRD por primera vez en su historia llegó a aliarse con éste partido clara y nítidamente. Los dirigentes estatales del PRD, haciendo un uso espléndido de la lógica formal, razonaron de la siguiente manera: "Pero si siempre hemos dicho que PRI y PAN son lo mismo, y ya nos aliamos en otros estados con el PAN, por qué no hacerlo aquí con el PRI, no veo tanto problema" (La Jornada 24-03-2013). Para continuar con la tención dramático- reaccionaria el caso finalmente se discutió en el CEN perredista, donde con 11 votos en contra, una abstención y ¡2 a favor! se rechazó la alianza (Excélsior 9-04-13). En Baja California la alianza con el PAN también suscito descontento en el Consejo Político Municipal perredista de Tijuana, el cual se quejo de no haber sido consultado y como acto de protesta, sin renunciar al partido: ¡Eligio como su candidato al priista designado para contender por la gubernatura del Estado! (El Informador 06-05-2013). En esta misma dinámica también se ha envuelto el PT, el cual no por primera vez ira en alianza con el PRI en Chihuahua, además de que participará en la alianza de facto con el PAN en Sinaloa y Durango.

La tendencia a la degeneración del PRD y las contradicciones de Morena

El hecho de que el PRD no represente, en general, una alternativa electoral para estos comicios, dada la madures de las políticas derechistas de la dirección es un franco retroceso histórico para la clase trabajadora, la cual ganó con sangre el derecho a organizarse en un partido político que fuera capaz de disputarle a la burguesía, en su propio terreno; como lo es la estructura del Estado, la posibilidad de mejorar aunque fuera parcialmente sus condiciones de vida. La crisis del PRD no expresa sino la crisis del sistema capitalista y la imposibilidad de que dentro de este sistema puedan mejorar mínimamente las condiciones de vida de la clase trabajadora, como fue posible durante un periodo histórico, cada vez más remoto. En el fondo la degeneración de los dirigentes perredistas expresa su incapacidad para brindar una alternativa distinta al capitalismo, cada etapa histórica somete a la prueba de los acontecimientos a la política de cada organización, en este caso la bancarrota del capitalismo inevitablemente ha arrastrado al reformismo por la misma senda. El proceso de degeneración del PRD, sin embargo, no ha sido ninguna fatalidad histórica, ha sido producto de las presiones de la burguesía sobre su dirección y de la incapacidad y falta de disposición de los dirigentes de su ala de izquierda para recuperarlo; AMLO decidió escindirse y el resto de grupos que se encontraban en la oposición han asimilado las políticas de derecha con más contundencia. A pesar de que durante mucho tiempo estos dirigentes gozaron de una autoridad y correlación de fuerzas inmejorables, entre la base del partido, para barrer de un soplido a los “chuchos” dejaron pasar todas estas oportunidades. Los dirigentes de la izquierda hicieron oídos sordos al clamor de las bases que ya desde la campaña del 2006 y de ahí en adelante adoptaron como grito de batalla “¡Fuera chuchos, fuera chuchos!”. Contrario al sentir de las bases, los dirigentes con mayor influencia decidieron poner su enorme autoridad política como el factor de mayor peso para mantener una unidad formal con estos oportunistas que todavía hasta la campaña electoral del 2012, cuando no faltaban sino sobraban pruebas de su política traidora, fueron parte del equipo de campaña por la presidencia.

El trabajo de zapa de los elementos derechistas dentro del partido han tenido de su lado el exterminio de la actividad regular y democrática de los militantes de base del partido, los cuales poco a poco fueron apartados de la vida interna del PRD, relegándose su participación a las campañas electorales. El hecho de que los militantes y simpatizantes y en general la base social del PRD no tenga desde hace años un espacio donde hacerse sentir, le ha permitido a la dirección actuar bajo su libre albedrío. Los comités de base, asambleas estatales y congresos nacionales ahí donde existen se convirtieron en espacios formales donde ya todo está arreglado tras bambalinas y lo único que se espera de la base es que vote a favor; a la base no se le convoca a debatir en términos democráticos sino a que apruebe sin rechistar la política de los “dirigentes”, los cuales en vez de convencer políticamente apelan a la confianza personal, a las buenas intenciones y cualidades morales de tal o cual individuo. Este ambiente es veneno puro para una organización de lucha, y ha terminado por asfixiar la participación de la base perredista. Cualquier intento de rescatar al PRD tendrá que pasar inevitablemente por una lucha desde las bases por la democracia interna y la vida de base del partido.

Es innegable que se ha acelerado la tendencia hacia la asimilación en un sentido burgués del PRD, su posición reaccionaria frente a la lucha magisterial en lo que fuera la cuna del partido: Chiapas, Oaxaca, Guerrero y Michoacán, así como los recientes actos represivos y provocaciones en el DF son ejemplos que hablan por sí mismos. Por el momento no se percibe ni desde las bases ni por parte de algún sector de su dirección alguna fuerza capaz de cambiar ésta tendencia. La burguesía necesita de los votos del PRD en la cámara de diputados o senadores para aprobar sus reformas, pero sobre todo por el efecto desmoralizante y de desorganización que estas acciones tienen sobre la clase trabajadora. La burguesía apuesta a desalentar la respuesta de los trabajadores ante los ataques de la burguesía, cuestión que por ahora ha logrado parcialmente y comprueba la influencia del PRD entre una amplia capa de trabajadores. No obstante este freno no puede ser permanente, la clase trabajadora encuentra también cada vez más argumentos para la lucha en el desastre económico y político del régimen, en sus carencias materiales, y en el ambiente internacional de lucha y movilización revolucionaria. Aunque los plazos no se pueden predecir con exactitud, los trabajadores terminarán por encontrarán el camino a la lucha aunque no cuenten con la anuencia del PRD o incluso de Morena o de cualquier otra organización política, rompiendo con el “idilio” del PRI, donde aparentemente todo marcha según sus planes.

En estos momentos de ataques sin precedentes a los intereses de los trabajadores, una táctica revolucionaria por parte de Morena para luchar en las calles, movilizando a sus más de quinientos mil afiliados, donde se levantara un programa político anticapitalista y se brindara un plan de lucha unificado para la juventud, el movimiento sindical y campesino, serían motivo suficiente para que el partido de AMLO agrupara tras de sí y sin vacilaciones a la base social restante del PRD, dejando a sus dirigentes con un cascaron vacío. En la medida en que Morena no lleva adelante esta política, el PRD con todas sus contradicciones a cuestas, con toda la política burguesa de sus dirigentes, no está descartado como una organización que puede ser recuperada por los trabajadores, aunque esto no necesariamente tenga que ocurrir en el corto plazo. La decisión de AMLO de renunciar al PRD y formar un nuevo partido no evita que exista una relación política entre ambas organizaciones, donde incluso la política de Morena resulta determinante a la hora de evaluar las perspectivas para el PRD.

Ejemplos como los siguientes, ratifican que si la dirección de Morena no adopta abiertamente una política revolucionaria que plantee una alternativa distinta al capitalismo, resultará muy complicado para las amplias masas de la izquierda y no sólo para los activistas más comprometidos, abandonar definitivamente al PRD y embarcarse en un nuevo proyecto: Recientemente el primero de junio en su gira promocional de Morena por Zacatecas AMLO declaraba: “La sociedad deberá soportar estoicamente el incremento generalizado en el precio de los combustibles, y mientras seguir organizándose para derrotar por la vía electoral y pacífica al régimen neoliberal del PRI”, léase ¡soportar estoicamente cuando menos hasta 2018! Como colofón en el mismo mitin planteó: "No es bueno, no es cristiano, no es posible que unos cuantos lo tengan todo y la mayoría del pueblo no tengan ni para sobrevivir", cuando al mismo tiempo hay una campaña incluso entre el PRI y el PAN de denuncias de un uso político de la religión y de defensa del Estado laico. Días después, tras el extraño secuestro de jóvenes en un bar del D.F. Obrador reivindicaba el trabajo de Mancera en el DF de la siguiente forma: “La ventaja que tienen los familiares de los desaparecidos es que el Distrito Federal cuenta con una autoridad responsable y capaz de resolver el caso, con un jefe de Gobierno que es un hombre recto y honesto” (La Jornada 07-06-2013) AMLO se refería al mismo hombre “recto y honesto” que tres días después montara una provocación y represión cínica en contra de la juventud. Todo este cúmulo de inconsistencias propias del reformismo son las que han dado oxígeno a la política de los “chuchos”, ya sea para apoderarse de la dirección del PRD o para que el mismo PRD se mantenga por inercia, porque no hay más, como una alternativa parcial y acotada que pueda retomarse en el futuro, sobre todo si es que Morena no logra establecerse claramente como una alternativa con una política nueva, es decir revolucionaria. Todo esto al tiempo que contradictoriamente el PRD sigue desacreditándose y poniéndose en peligro de no retorno, de no poder restablecerse como una organización históricamente viable para los intereses de clase del proletariado.

Aunque Morena no está en su mejor momento, producto de su limitada participación en las luchas contra la imposición de EPN, contra la Reforma Laboral, contra la Reforma Educativa y la lucha de la CNTE, es la organización política más viva, que finalmente puede adoptar un curso distinto y animar a los trabajadores a luchar a nivel nacional contra las políticas de la derecha. Para ello se requiere que Morena salga del esquematismo del calendario electoral y deje de lado el tabú de que las condiciones de vida de las masas únicamente se pueden transformar desde las estructuras del Estado burgués, cuándo toda la historia de la lucha de clases así como los acontecimientos a nivel mundial muestran lo contrario. Las elecciones por sí mismas, incluso cuando resulta ganador un representante de la izquierda, no garantiza la adopción de una política distinta al capitalismo. No son las elecciones por sí mismas, sino la propaganda entre millones de trabajadores de un programa clasista que plantea resolver de fondo problemas como el empleo, la vivienda, la salud, la educación, etcétera, lo que despierta la voluntad de lucha y los ánimos de participación política. No son las elecciones como tal, sino la oportunidad para millones de trabajadores de apreciar en todo su esplendor la hipocresía de la burguesía y su Estado, en aras de mantener sus privilegios, lo que llama a los trabajadores a llenar las plazas públicas. Son estas movilizaciones las que permiten apreciar la verdadera fuerza que poseen los trabajadores frente a las fuerzas de la derecha débil por naturaleza, los que los llena de confianza para luchar. Todos estos factores, programa anticapitalista, denuncia de la explotación burguesa y movilización, son elementos que Morena debe adoptar para conformarse en la herramienta que la clase obrera necesita para derrocar al capitalismo. ¡Únete a Militante y defiende estas ideas dentro de Morena!


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