Hoy martes 4 de noviembre a las 6:50 de la tarde comenzaron a transmitir la noticia que una aeronave se había desplomado en la Ciudad de México, la noticia en un primer momento era relevante porque se cayó en un lugar céntrico de la ciudad y además causó impacto con 15 coches que transitaban por la zona. Entrada la noche comenzaron a reportar que la avioneta que había caído no sólo era del Gobierno, sino que en su interior viajaba el secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, junto a otro importante representante de la Secretaría de la Seguridad Publica, José Luis Santiago Vasconcelos. Aunque no se han dado datos exactos de qué es lo que pasó en la aeronave, es más que claro que no fue por una falla técnica o por un error; el narcotráfico está detrás de estos asesinatos. Ya sea por una falla prefabricada o un disparo certero desde tierra, este atentado entra dentro de una guerra que se ha desatado entre los diferentes cárteles de la droga y parte del Estado mexicano. En todo caso, este acto es parte del reajuste de cuentas que el narco retoma a partir de la captura de diferentes cárteles de la droga. Este atentado buscará capitalizarlo de la mejor forma el espurio para, por un lado, tratar de acuerpar en una lucha nacional contra el narco, un pacto de unidad nacional contra la delincuencia, y por el otro, buscará militarizar lo que resta del país no para enfrentar el crimen organizado sino para tratar de intimidar a los trabajadores que estamos hartos de aguantar la política de ataques contra los derechos de los trabajadores y sus familias. La muerte del secretario de Gobernación permitirá al Estado mexicano criminalizar cualquier intento de lucha organizada y con este pretexto y bajo la tutela se la seguridad nacional reprimirá cualquier acción que tienda a luchar contra la política de este gobierno espurio. Lo que estamos viendo es el resultado de una campaña demagógica por parte del gobierno de acabar con el narcotráfico; la forma de luchar seriamente contra este cáncer pasa por abolir el secreto comercial de las grandes empresas que lavan el dinero de los narcotraficantes, destruir este Estado que esta corroído por la corrupción policial y de la burocracia y sustituirlo por asambleas de trabajadores locales, regionales, estatales y nacionales democráticamente electos, los cuales discurran de forma firme cómo hacerle frente a esta lacra de la sociedad. Claro está que esto pasa también por el tener comités armados de trabajadores en las fábricas y barrios los cuales puedan ocuparse de la seguridad. Junto a estas medidas tendría que existir un plan integral de nacionalización de las grandes empresas, la banca y las tierras y poner a producir la industria bajo un plan específico de necesidades de la mayoría de la población, eliminando el desempleo reduciendo las jornadas laborales y mejorando sustancialmente los niveles de vida de los trabajadores. Fuera de estas medidas la lucha contra el narcotráfico sólo caerá en retórica barata y las medidas militarizadas sólo tenderán a reprimir, no a los batallones del narcotráfico sino a la lucha organizada de los trabajadores. Este es un duro golpe para Calderón y su política imbécil, la cual amenaza al país con hundirlo en la miseria, la violencia y la corrupción, la única salida para terminar con el narcotráfico y con este gobierno demagogo e incapaz es la lucha por el socialismo. 4 de noviembre de 2008.

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