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El pueblo se levanta contra la miseria y la represión


Las movilizaciones de masas que sacuden Nicaragua desde hace casi dos meses responden al profundo descontento e indignación existente contra el régimen corrupto de Daniel Ortega. Un régimen que aplica fielmente las políticas capitalistas marcadas por el FMI —a pesar de que cínicamente Ortega recurra en ocasiones a la pose y retórica antimperialistas— y que ya hace tiempo abandonó cualquier vínculo con la revolución de 1979. Los intentos de desactivar esta auténtica rebelión social por parte del Gobierno, la oligarquía nicaragüense, la patronal y la Iglesia católica, han fracasado hasta el momento.


Desde el principio, la respuesta ha sido la represión más contundente: alrededor de cien asesinados, más de mil heridos y cientos de detenidos y desaparecidos. Pero lejos de amedrentar al movimiento, éste se ha fortalecido y la exigencia de la salida de Ortega es hoy más sentida que nunca. Las movilizaciones de masas continúan y también la represión. El miércoles 30 de mayo, día de la madre en Nicaragua, se celebró una marcha para condenar la brutal represión, exigir justicia y mostrar la solidaridad del pueblo con las madres de los casi cien asesinados hasta ese momento. Fue inmensa, con cientos de miles de personas ocupando las calles de Managua en una de las manifestaciones más grandes de los últimos 40 años. Al empezar a disolverse, ésta fue atacada por grupos parapoliciales afines al Gobierno, con el resultado de al menos 15 muertos y más de doscientos heridos.


Nada queda del pasado revolucionario de Ortega


La sublevación popular comenzó el 17 de abril impulsada por los estudiantes universitarios contra la reforma del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS), pero rápidamente se extendió al campesinado y a amplios sectores de la población urbana, que se han sumado a la lucha de una forma muy activa.
Inicialmente se trataba de parar un nuevo ataque que suponía, entre otras cosas, un incremento de la cotización de los trabajadores de un 6,25 al 7% y una reducción del 5% en las pensiones. Pero la brutal represión provocó que todo el malestar acumulado estallara y se generalizara. Desde entonces, la demanda de la caída inmediata de todo el gobierno de Ortega y la exigencia de depurar y castigar a los responsables de la represión se han convertido en los principales objetivos del movimiento.


El desafío de las masas ha puesto al descubierto el verdadero carácter del régimen. El pasado revolucionario del sandinismo hace mucho que quedó atrás. Ortega ha degenerado completamente. Es un millonario renegado que ha desarrollado una política de colaboración de clases, y que ha beneficiado a la burguesía nacional y a la jerarquía católica, enriqueciendo extraordinariamente a sus aliados políticos y a su familia. Su esposa es la vicepresidenta, y uno de sus hijos dirige la empresa que se encarga de atraer inversión extranjera al país.


Tras fracasar en su intento de desactivar el movimiento a través de la violencia y la represión, el Gobierno ofreció una Mesa de Diálogo Nacional y retiró la reforma del INSS, en un intento desesperado por evitar la extensión de las movilizaciones. Pero ya era tarde. Los estudiantes estaban ocupando las instalaciones de las principales universidades y las movilizaciones de masas continuaron. Los días 23 y 28 de abril y el 9 de mayo, centenares de miles volvieron a tomar las calles en la capital y otras ciudades importantes del país. Los cortes de carretera se extendieron, protagonizados principalmente por los campesinos. El 12 de mayo la represión en la ciudad de Masaya dejó tres muertos. Al día siguiente miles de personas se manifestaron en Managua en repudio a la represión y exigiendo la dimisión de todo el Gobierno. El día 16, hubo nuevos enfrentamientos en Masaya, Matagalpa y Juigalpa, y cortes de carretera en muchos puntos del país.


Represión y maniobras para frenar el movimiento


El Gobierno ha intentado enseñar músculo, organizando movilizaciones paralelas agrupando a su base social, pero su credibilidad está muy dañada y este tipo de acciones están siendo limitadas. El 30 de mayo convocó en la capital, concentrando muchos menos manifestantes que la multitudinaria Marcha de las Madres.


Por su parte, sectores empresariales intentan rentabilizar la situación, sumándose a las protestas para arrancar concesiones e intentar dirigir la movilización bajo la tutela de la derecha reaccionaria y abiertamente proimperialista. Están insistiendo en la idea de dar salida a la crisis a través de la Mesa de Diálogo Nacional propuesta por el propio Ortega, conducida por la Conferencia Episcopal y en la que participa la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia (en la que participan estudiantes, empresarios y campesinos). A través de esta maniobra, los empresarios buscan controlar el proceso, descarrilarlo y poder volver a la “normalidad”. Quieren seguir haciendo sus negocios, enriqueciéndose a costa de la miseria generalizada, garantizando una posición de fuerza y mayor control del gobierno, o incluso sustituirlo por otro de la derecha conservadora que siga aplicando los recortes y ataques a las masas, como Macri en Argentina o Temer en Brasil. Es decir,  una “salida ordenada” de Ortega del poder, para evitar su caída fruto de un movimiento revolucionario de las masas. De hecho, la presión es tal que incluso la Conferencia Episcopal sugirió el adelanto de elecciones como una salida, algo a lo que Ortega —que aún se siente respaldado por el aparato del Estado— se niega rotundamente, mientras sigue incendiando la situación calificando al movimiento como de violentos agentes de la derecha.


¡Ninguna alianza con los empresarios y el imperialismo!


Los días 15 y 18 de mayo tuvieron lugar los primeros encuentros de la Mesa de Diálogo Nacional. A pesar del llamamiento a la negociación de la Alianza Cívica, las ocupaciones de universidades, la movilización en las calles y los cortes de carretera continuaron, reflejando el verdadero estado de ánimo de las masas y su desconfianza en este tipo de manejos por arriba. Finalmente, la presión de las masas movilizadas dio al traste con la maniobra. El 24 de mayo, la Iglesia daba por suspendida la Mesa de Diálogo, dando un fuerte golpe a esta estrategia. Sin embargo, en la medida que la represión directa no está paralizando al movimiento, una de las bazas de la burguesía nicaragüense y el imperialismo sigue siendo intentar cooptar a un sector del movimiento para desactivar la movilización. El 28 de mayo, mientras la represión se agudizaba, la Alianza Cívica volvía a llamar al diálogo y se mostraba dispuesta a “flexibilizar” los bloqueos de carreteras para recuperar la negociación.


El gobierno procapitalista de Ortega puede caer, pero para ello es necesario rechazar esta negociación farsa y mantener una posición de independencia de clase: ¡ninguna alianza con la derecha, el empresariado, el imperialismo y la Iglesia! Los campesinos, la juventud, las mujeres y los trabajadores nicaragüenses sólo pueden confiar en sus propias fuerzas. Es fundamental aumentar la organización del movimiento: hay que crear y extender comités de lucha, con representantes elegidos democráticamente y revocables en todo momento, que se coordinen a nivel nacional, que mantengan la movilización e impulsen la convocatoria de una huelga general para echar abajo al gobierno.

 


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