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La castración científica y política de un revolucionario

En el Museo del Papalote se está presentando una exposición llamada Einstein, esta exposición ha tenido una gran propaganda incluso en barrios obreros y el interés de la clase trabajadora en la ciencia no se ha hecho esperar, en particular, podemos constatar que las masas tienen un gran interés en aprender sobre la Teoría de la Relatividad e incluso, sobre la vida de este gran científico y revolucionario: Albert Einstein.

Sin el afán de desanimar al lector, debemos decir que la exposición es pobre en relación con los objetivos que se plantea la misma. Las alas cuentan con muy poco material didáctico y la información más relevante se encuentra en grandes carteles escritos en inglés (hay traducciones al castellano, sin embargo no todas las mamparas tienen traducción y ésta es mucho más pequeña y mucho menos llamativa). El precio que se cobra por la entrada a esta exposición es más que suficiente para haber puesto también carteles en castellano; igualmente hacen falta más experimentos, los cuales también serían fácilmente cubiertos con los costos del boleto.

Las explicaciones que se dan en la exposición son más bien parecidas a las que se imparten en un aula universitaria, no propiamente para elevar el conocimiento científico de las masas. En el mejor de los casos, bastantes de los profesores universitarios se la pasan encerrados en sus oficinas en las universidades escribiendo “papers” que en no poco casos son otra cosa más que refritos de ideas ya planteadas por alguien más y éstas, al igual que en el museo, se redactan solamente en inglés. Como ven, la exposición está hecha de acuerdo a la psicología de la mayoría de los profesores universitarios: obscura e inteligible para un trabajador promedio. Este es un botón de muestra del actual estado del desarrollo de la ciencia.

La exposición empieza con muy breves notas biográficas de Albert Einstein; posteriormente sin ningún puente, se pasa a presentar algunos aspectos técnicos de la Teoría de la  Relatividad, para terminar hablando de agujeros negros. Tal y como dijimos arriba, esta exposición tiene la completa psicología de un profesor universitario, la exposición tiene sin duda el sello del eclecticismo que los marxistas tanto criticamos:

En simple castellano a esto se le llama eclecticismo. Engels, en su polémica con Dühring (antepasado espiritual de Dieterich), se refería a los escritos de aquel como a “una sopa boba de eclecticismo”. Pero, comparados con los libros de Dieterich, los escritos de Dühring eran una mina de oro de sabiduría. El eclecticismo siempre ha sido popular en las universidades, y nunca más que en estos momentos. El nivel de la vida intelectual en la actualidad es incluso más pobre de lo que lo fue en el pasado —al menos en las ciencias sociales—. La mayoría de la filosofía burguesa moderna no merece siquiera la pena ser leída. El sinsentido posmodernista (que ha dejado su marca indeleble en el pensamiento de Dieterich) refleja la desesperación de los intelectuales burgueses en el periodo de decadencia senil del capitalismo. (Alan Woods, Reformismo o Revolución, Fundación Federico Engels)

La  tercera y última parte de la exposición, trata de convencernos del “pacifismo” de Einstein. Se puede tapar el sol con el pulgar sin que éste deje de iluminar la Tierra; de la misma manera estos señores buscan tapar a Einstein con cartelitos e historietas de un Einstein “pacifista”. Nada de eso. Ni siquiera en sus propios carteles son capaces de ocultar la verdad. En estos mismos carteles se pueden leer algunos documentos del FBI donde Einstein financiaba a más de treinta organizaciones comunistas y anarquistas. Lo que buscaban hacer con Einstein estos señores es exactamente lo que San Pablo y demás curas hicieron con el cristianismo primitivo: quitarles totalmente todo su contenido revolucionario.

El cristianismo comenzó como un movimiento revolucionario de los pobres y oprimidos en el periodo de decadencia del imperio romano. Hace 2.000 años los primeros cristianos organizaron un movimiento de masas de los sectores más pobres y oprimidos de la sociedad. No es sorprendente que los romanos acusaran a los cristianos de ser un movimiento de esclavos y de mujeres. Los cristianos primitivos fueron comunistas, como se desprende de Los Hechos de los Apóstoles. El propio Cristo se movía entre los pobres y desposeídos y atacaba con frecuencia a los ricos. No es casual que su primer acto al entrar en Jerusalén fuera echar del Templo a los mercaderes. Dijo también que es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el Reino de Dios. La Biblia está plagada de expresiones como ésta (Íbidem).

Lo que esta gente busca es castrar el contenido revolucionario de  Einstein, tanto como persona, así como el de la Teoría Especial de la Relatividad, tal y como lo explica Lenin al inicio de El Estado y la Revolución:

Ocurre hoy con la doctrina de Marx lo que ha solido ocurrir en la historia repetidas veces con las doctrinas de los pensadores revolucionarios y de los jefes de las clases oprimidas en su lucha por la liberación. En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras les someten a constantes persecuciones, acogen sus doctrinas con la rabia más salvaje, con el odio más furioso, con la campaña más desenfrenada de mentiras y calumnias. Después de su muerte, se intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así, rodear sus nombres de una cierta aureola de gloria para "consolar" y engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de su doctrina revolucionaria, mellando su filo revolucionario, envileciéndola.

En semejante "arreglo" del marxismo se dan la mano actualmente la burguesía y los oportunistas dentro del movimiento obrero. Olvidan, relegan a un segundo plano, tergiversan el aspecto revolucionario de esta doctrina, su espíritu revolucionario. Hacen pasar a primer plano, ensalzan lo que es, o parece ser aceptable para la burguesía. Todos los socialchovinistas son hoy—¡bromas aparte!—"marxistas". Y cada vez con mayor frecuencia los sabios burgueses alemanes, que ayer todavía eran especialistas en pulverizar el marxismo, hablan hoy ¡de un Marx "nacional-alemán" que, según ellos, educó estas asociaciones obreras tan magníficamente organizadas para llevar a cabo la guerra de rapiña!

Desafortunadamente, nosotros los marxistas no tenemos materiales para realizar la exposición; sin embargo, debemos mencionar algunos de los lineamientos bajo los cuales nosotros la habríamos realizado:

  1. Realización de experimentos para explicar el principio de equivalencia de la relatividad general utilizando un ascensor donde la gente pueda apreciar el principio de equivalencia.
  2. No sólo eso, se puede usar incluso un bungee y una cámara para apreciar que dos cuerpos en caída libre se mantienen cayendo a la misma aceleración de la gravedad  de igual manera que en un campo acelerado como un elevador, esto es verdad localmente. Esto será demasiado interesante para los jóvenes e intrépidos.
  3. Hacer un experimento en el que se explique la equivalencia entre la masa inercial y la gravitatoria, por ejemplo, Luis de la Peña en su libro Albert Einstein: Navegante solitario, presenta un experimento que sirve para demostrar la igualdad cuantitativa entre la masa inercial y gravitatoria. Pondremos la explicación del experimento y su diagrama tal cual aparece en el libro arriba mencionado.
  4. Ser fieles verdaderamente a la política que formalmente integran los postulados del Museo del Papalote: “Toca, juega y aprende”. Sacar de los aparadores copias de libros, notas y premios de Einstein para que todos puedan echarle un ojo a su primer libro de geometría, a su premio Nobel, a las últimas notas que escribió en el lecho de muerte; un “cuaderno de Einstein” en el que se permitiera a los asistentes escribir ecuaciones, dibujos o lo que se les ocurriera con respecto a la exposición.
  5. Abandonar radicalmente las interpretaciones idealistas de la Teoría de la Relatividad con las que el propio Einstein estaba en desacuerdo.

La lucha por el socialismo comienza con la batalla por la expropiación del poder político y económico de la clase dominante por parte de la clase trabajadora. Pero éste es sólo el principio. La salvación y el desarrollo de la humanidad dependen de la emancipación del propio ser humano. Esto quiere decir entre otras cosas, que es necesario que la mayoría (es decir, nosotros los trabajadores) asimilemos todo el bagaje histórico, científico y cultural que tanto sudor y sangre nos ha costado y que tan pocas personas han podido disfrutar. La exposición de Einstein es un esfuerzo valioso para que los trabajadores continuemos con nuestra ardua tarea de aprender cómo funciona el Universo; bajo el capitalismo no existirá en lo general exposiciones que nos sirvan más y que se adecuen más a nuestra necesidad de aprender y conocer. Los museos, al igual que la educación escolarizada, se basan en un método didáctico y pedagógico en excelencia enciclopédico (la acumulación de información) y no formativo.  Sólo bajo un gobierno obrero, estas exposiciones se multiplicarán por mil en lo cuantitativo y en lo cualitativo y erradicaremos toda la lacra intelectual a la que nos somete el capitalismo.

Apéndice del artículo

Aparato para demostrar el principio de equivalencia*

La figura ilustra un aparato sencillo que permite demostrar el principio de equivalencia de Einstein. El aparato está construido como sigue:

http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/ciencia/volumen1/ciencia2/31/imgs/f06p112.gif

Aparato para mostrar el principio de equivalencia

Una esfera transparente de plástico rígido contiene una taza en la que puede asentarse una bola de bronce. Esta bola se halla unida por un hilo delgado de nylon a un resorte débil, detenido de un palo de escoba de metro y medio de longitud aproximadamente. El resorte no es lo suficientemente fuerte como para recolocar a la bola de bronce cuando se le saca de su asiento.

¿Cómo se puede usar este instrumento casero para demostrar el principio de equivalencia?

RESPUESTA. Tomándolo del palo, elevar el aparato verticalmente hasta que toque el techo de la habitación; dejarlo deslizarse libremente entre las manos (que sólo lo guían para evitar aporrear a los amigos). Cuando el aparato cae, la esfera grande de plástico y la bola están igualmente aceleradas y no hay fuerza gravitacional debido al principio de equivalencia; así, la pequeña tensión del resorte es ahora suficiente para jalar la bola y colocarla en la taza.

Esta "versión einsteiniana" de un juguete infantil fue ideada por Eric Rogers y su esposa, quienes se lo obsequiaron a Einstein en ocasión de su 76 aniversario, días antes de su muerte.

*Tomado de la biblioteca digital del ILCE.


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