La derecha ha ganado las elecciones de este 2014 en Panamá. La presidencia fue ganada por Juan Carlos Varela, vicepresidente actual del país, del partido Panameñista con un 39.2% de los votos; Cambio Democrático (CD), con José Domingo Arias obtuvo 32.07%; los dos son partidos vinculados a los intereses del imperialismo estadounidense. La participación fue de un 75% y a decir del Presidente del Tribunal Electoral las votaciones se realización “absolutamente en paz, y con un extraordinario civismo".
El Partido Revolucionario Democrático (PRD), con Juan Carlos Navarro, es identificado por un sector de los trabajadores como un partido de izquierda vinculada a la histórica posición antiimperialista promovida por Omar Torrijos en los años 70 y 80, sin embargo la dirección del partido no ha mantenido una política de ruptura con los intereses del capitalismo. Pese a ello alcanzó el 27.62% de los votos, de hecho en las encuestas previas a la jornada el PRD se presentaba como uno de los favoritos para ganar la contienda. De haber tenido una política clara y consecuente con los intereses de los trabajadores el PRD habría ganado la presidencia generando mayor confianza en los trabajadores e impulsando la lucha social a un nivel mayor.
El Frente Amplio Democrático (FAD) es un partido reciente construido por organizaciones sociales y sindicatos, los votos que captó fueron de apenas el 0.69%. El error de la dirección del FAD es que a pesar de que sus sindicatos han marcado un claro ambiente de lucha, su programa no rompe claramente con el capitalismo. En su congreso constitutivo (2013) uno de sus dirigentes declaró: "Somos una fuerza antineoliberal fundamentalmente que no nos planteamos el socialismo o derribar el capitalismo, pero sí solucionar los grandes problemas sociales".
Los resultados electorales son una pequeña imagen de la situación real en Panamá, en sí mismos demuestran la debilidad de la derecha, pero no reflejan lo inestable de la situación. De hecho Juan Carlos Varela, presidente electo, ha tenido que llamar a un gobierno de unidad reconociendo la fragilidad del ambiente político que se refleja en un gran contexto de movilización y lucha entre la base trabajadora y campesina, pero también en rupturas y conflictos entre la misma clase dirigente.
Dubái en Latinoamérica
El crecimiento económico de Panamá es uno de los más poderosos en Latinoamérica, de ello no hay duda. Del año 2008 al 2013 ha crecido en promedio 8.3% y para 2014 se pronostica que mantendrá con casi un 7%. En toda Latinoamérica el empleo ha sido duramente golpeado, pero en el caso de Panamá hoy día se habla, según las cifras oficiales, de un ambiente de “pleno empleo”. Oficialmente en 40 años Panamá registra la cifra más baja de desempleo. El saliente gobierno de Martinelli no ha dejado de presumir sus grandes índices de inversión pública, sus programas sociales, la reducción de la pobreza, los grandes índices de competitividad y la mejora de los salarios. Él mismo se ha encargado de calificar a Panamá como el “Dubai de Latinoamérica”, la derecha panameña se ha tomado muy a pecho aquella frase de que “nunca dejes que una verdad te arruine una buena historia”.
Los índices de empleo están maquillados burdamente, cerca del 50% de los trabajadores están en el sector informal, sin prestaciones sociales, sin derechos de jubilación. Es cierto que el promedio salarial en Panamá es superior al resto de América Latina, pero eso es un espejismo. En los últimos cuatro años los salarios han perdido el 40% del valor adquisitivo al mismo tiempo que la inflación en los precios de los alimentos se ha elevado al 42%, por ello es necesario, según algunos economistas, que el salario mínimo sea de mil 500 dólares para solucionar las necesidades básicas, sin embargo la mitad de los trabajadores actualmente recibe un salario base que va de entre 200 a 600 dólares mensuales. De hecho Panamá es uno de los países con mayor desigualdad social en todo el continente americano.
Estos datos son parte del combustible que alimenta la rabia social y que destruye todo ese discurso falso y absurdo que Martinelli y el resto de la derecha panameña quiere construir.
Huelgas, movilizaciones y rebelión
El voto al PRD es el voto de los trabajadores para tratar de imponer una política de izquierdas en el país, los errores de la dirección durante la campaña y en los recientes años pasados impidieron el triunfo. Pero es la lucha en las calles la que demuestra realmente el ambiente de inestabilidad del régimen panameño.
Pocos días antes de las elecciones terminó la huelga del sindicato de la construcción (Suntracs) que aglutina a cerca de 100 mil trabajadores, la exigencia fue un incremento salarial de 80% frente al 21% que ofrecía la patronal. Los dirigentes sindicales afirmaron que la huelga impactó el 98% de las obras de construcción que es un sector clave de la economía e incluso logró frenar las obras de ampliación del canal de Panamá, que además ya había sido parado por problemas financieros en febrero pasado. Después de dos semanas de intensa lucha los trabajadores lograron arrancar un 35% de incremento salarial a cuatro años, es decir un promedio de 9% anual.
El descontento social es mayor aún, desde mediados de abril los profesores volvieron a salir a las calles para exigir un incremento salarial. Cerca de 20 mil maestros en 15 organizaciones sindicales protagonizaron la huelga que se mantuvo incluso el día de las elecciones y terminó hasta el 23 de mayo con un triunfo que implica un incremento de 150 dólares a su salario, más otros 150 dólares que serán entregados después de una evaluación. Además de ello el gobierno de derechas se vio obligado a pagar los salarios caídos y se comprometió a no realizar ninguna actividad de represión laboral. El año anterior los profesores también protagonizaron otra huelga que duró poco más de un mes y logró derrotar los planes privatizadores en educación impulsados por el presidente Martinelli. Los trabajadores de la salud también protagonizaron luchas en el 2013, de finales de septiembre a principios de noviembre, lucharon contra la Ley 69 cuyo fin era el de profundizar los ataques privatizadores en la materia. Es cierto que ninguna de estas luchas se ha cerrado con un triunfo contundente, pero cada una de ellas ha sido una escuela política para las masas explotadas que anuncia poderosos estallidos sociales en el futuro.
Martinelli se mantuvo en el poder sostenido por alfileres, en el 2012 la lucha contra la Ley 72 que ponía a la venta parte del territorio y creaba un gobierno particular con leyes particulares despertó una poderosa rabia social. Ni la represión, ni los engaños, ni las provocaciones pudieron frenar el ambiente de insurrección en aquel octubre. Esta ley era una de las leyes más ansiadas por el actual gobierno al que le significaría un jugoso negocio, pero bastó poco más de una semana para que el congreso, que originalmente la había aprobado con menos de 35 minutos de discusión, acabara dando pasos atrás. Todos los diputados se vieron obligados a votar por la derogación de la ley y luego a los pocos minutos el presidente puso su firma aceptando una profunda derrota.
Los resultados electorales no deben confundir a nadie, si bien la derecha triunfó en esa jornada en realidad se trata de un triunfo frágil y con un carácter muy formal. El suelo que pisa el nuevo presidente Varela se resquebraja peligrosamente. Lo más importante es ver que en cada lucha, el proletariado panameño ha fortalecido sus organizaciones, ha puesto a prueba a sus dirigentes y a sus propias fuerzas, esto crea condiciones para enfrentar directamente la fuente de todos los problemas: el capitalismo.