La crisis del capitalismo mundial es un hecho que nadie puede ignorar. Ayer mismo los economistas nos aseguraban que era imposible otro 1929. Ahora hablan de la amenaza de otra Gran Depresión. El FMI advierte de un aumento del riesgo de una recesión económica severa y prolongada a escala mundial. Lo que comenzó como un colapso financiero en EEUU se ha extendido ahora a la economía real, amenazando los empleos, las viviendas y las vidas de millones de personas.
El pánico se ha apoderado de los mercados. Richard Fuld, antiguo ejecutivo jefe de Lehman Brothers, dijo en el Congreso norteamericano que su banco había volado debido a una "tormenta de miedo". Esa tormenta no muestra signos de amainar. No sólo los bancos están amenazados con la bancarrota, sino también países, como demuestra el ejemplo de Islandia. Asia se suponía que salvaría al mundo de la recesión, pero los mercados asiáticos han sido arrastrados por el torbellino general. Diariamente se registran caídas exorbitantes desde Tokio a Shanghái, desde Moscú a Hong Kong.
Este es el mayor colapso financiero desde 1929. Y como ocurrió con el gran crack, también ha estado precedido de una especulación masiva durante el período anterior. La magnitud de la especulación en las últimas dos décadas no tiene precedentes. La capitalización bursátil en EEUU pasó de 5,4 billones de dólares en 1994 a 17,7 billones en 1999 y 35 billones en 2007. Esto supera con creces la cantidad de capital especulativo que estaba presente antes de 1929. El mercado mundial de derivados alcanza por lo menos los 500 billones de dólares, lo cual es diez veces más que el total de la producción mundial de mercancías y servicios.
En los años de boom, cuando los banqueros consiguieron acumular cantidades incalculables de riqueza, no se planteaba compartir los beneficios con el resto de la sociedad. Pero ahora que tienen dificultades recurren al gobierno exigiendo dinero. Si eres un jugador compulsivo que pides prestados mil dólares y los pierdes, siendo incapaz de devolverlos irás a prisión. Pero si eres un banquero rico que ha apostado miles de millones de dólares del dinero de otras personas y los pierdes, no sólo no vas a prisión, sino que además el Estado te recompensará con más miles de millones de dólares de otras personas.
Enfrentados al riesgo de un colapso total del sistema bancario, los gobiernos están tomando medidas desesperadas. La administración Bush ha inyectado 700.000 millones de dólares en las arcas de los banqueros en un intento frenético de infundir vida a un sistema financiero moribundo. Es el equivalente de aproximadamente 2.400 dólares por cada hombre, mujer y niño de EEUU. El gobierno británico ha anunciado un plan de rescate superior a los 400.000 millones de libras (proporcionalmente muy superior al de EEUU) y la UE ha añadido otros tantos miles de millones. El plan de rescate alemán asciende a aproximadamente el 20 por ciento del PIB de la economía más grande de Europa. La administración de la canciller Angela Merkel prometió 80.000 millones de euros para recapitalizar los bancos con problemas, y el resto ha sido destinado a cubrir las garantías de los préstamos y las pérdidas. Hasta ahora se han gastado ya en el mundo aproximadamente 2,5 billones de dólares y eso no ha conseguido detener la espiral descendente.
La crisis actual está lejos de haber terminado todo su recorrido. Las medidas que han tomado gobiernos y bancos centrales no la pararán. Arrojando grandes sumas de dinero a los bancos sólo conseguirán, en el mejor de los casos, un respiro temporal y aliviar ligeramente la crisis a costa de una enorme carga de deuda para futuras generaciones. Pero todo economista serio sabe que los mercados tienen que caer aún más.
En cierto sentido la situación actual es aún peor que en los años treinta. La enorme oleada de especulación que precedió y preparó esta crisis financiera es varias veces mayor que la que desencadenó el crack de 1929. Las cantidades de capital ficticio que se han bombeado al sistema financiero mundial y que constituyen un veneno que amenaza con destruirlo todo, son tan formidables que nadie es capaz de cuantificarlas. La consiguiente "corrección" (por hacer uso del eufemismo actual al que recurren los economistas) será por tanto incluso más dolorosa y duradera.
En los años treinta EEUU era el mayor acreedor del mundo, ahora es el mayor deudor. En la época del New Deal, Roosevelt, en un intento de sacar la economía norteamericana de la Gran Depresión, tenía a su disposición enormes cantidades de dinero. Hoy, Bush tiene que suplicar a un Congreso reticente que le entregue un dinero que no tiene. La aprobación del regalo de 700.000 millones de dólares a los grandes negocios significa el aumento correspondiente del endeudamiento público. Esto a su vez significa todo un período de austeridad y recortes de los niveles de vida para millones de ciudadanos estadounidenses.
Estas medidas de pánico no evitarán la crisis, que apenas acaba de comenzar. De la misma manera, el New Deal de Roosevelt, contrariamente a la percepción popular, no detuvo la Gran Depresión. La economía norteamericana permaneció en situación de depresión hasta 1941, cuando EEUU entró en la Segunda Guerra Mundial y el gigantesco gasto militar finalmente acabó con el desempleo. Una vez más nos enfrentamos a un período largo de declive de los niveles de vida, cierres de fábrica, reducción de los salarios, recortes del gasto público y austeridad general.
Los capitalistas se encuentran en un callejón sin salida y no ven una alternativa. Todos los partidos tradicionales están en una situación de perplejidad que raya la parálisis. El presidente Bush le ha dicho al mundo que "llevará su tiempo" para que su plan de rescate financiero funcione. Mientras tanto, más empresas caen en la bancarrota, más gente pierde su empleo y más naciones se arruinan. La crisis crediticia está comenzando a estrangular a empresas antes sanas. Incapaces de conseguir capital, las empresas tendrán que recortar primero la inversión fija, después el capital circulante y finalmente el empleo.
Los empresarios están rogando a los gobiernos y bancos centrales que recorten los tipos de interés. Pero en las circunstancias actuales esta medida no ayudará. El recorte coordinado de medio punto porcentual fue seguido por caídas profundas en los mercados bursátiles mundiales. El caos en los mercados no se resolverá con reducciones de los tipos de los tipos de interés de los bancos centrales. Frente a una recesión global nadie quiere comprar acciones y nadie está dispuesto a prestar dinero. Los bancos dejan de prestar dinero porque no confían en recuperar ese dinero. Todo el sistema está amenazado con la parálisis.
A pesar de los esfuerzos coordinados de los bancos centrales para inyectar dinero al sistema, los mercados del crédito siguen obstinadamente congelados. El gobierno británico dio a los banqueros un regalo superior a los 400.000 millones de libras. La reacción fue una caída de la bolsa. De hecho, el tipo de interés de los préstamos interbancarios aumentó después del anuncio de este donativo y tras el anuncio de que el Banco de Inglaterra reduciría los tipos de interés medio punto porcentual. Por lo general, estos recortes no se están trasladando a los prestatarios ni a los compradores de casas. Estas medidas no han solucionado la crisis, sino más bien han metido dinero en los bolsillos de la misma gente cuya actividad especulativa, si no causó la crisis, sí que la ha exacerbado enormemente y la ha dado un carácter convulso e incontrolable.
En el pasado el banquero era percibido como un hombre respetable con traje gris que se suponía era un modelo de responsabilidad y que sometía a la gente a una severa investigación antes de prestar dinero. Pero en el último período todo eso cambió. Con los tipos de interés bajos y abundante liquidez, los banqueros dejaron a un lado la cautela y prestaron miles de millones de dólares por altos márgenes a gente que, cuando subieron los tipos de interés, descubrieron que eran incapaces de devolverlos. El resultado fue la crisis de las hipotecas subprime que ayudó a desestabilizar todo el sistema financiero.
Los gobiernos y bancos centrales conspiraron para avivar las llamas de la especulación en un intento de evitar una recesión. Con Alan Greenspan al frente de la Reserva Federal los tipos de interés se mantuvieron muy bajos. Esta medida fue alabada como una política sabia. Pero estos métodos de posponer el día funesto sólo sirvieron para hacer que la crisis fuera mil veces peor cuando ésta finalmente llegó. El dinero barato permitió a los banqueros participar en una orgía de especulación. Los individuos pedían dinero prestado para invertir en propiedad o comprar bienes; los inversores utilizaban la deuda barata para invertir en valores con mayor rendimiento o vivían de prestado a costa de las inversiones existentes; los préstamos bancarios iban muy por delante de los depósitos bancarios alcanzando un nivel sin precedentes, y las actividades dudosas no se apuntaban en los libros de cuentas.
Ahora toda esta situación se ha convertido en su contrario. Todos los factores que impulsaron la economía se combinan ahora para crear una fiera espiral descendente. Cuando la llega la hora de pagar la deuda, la escasez de crédito amenaza con paralizar toda la economía. Si un trabajador hace una pifia en su trabajo, será despedido. Pero cuando los banqueros arruinan todo el sistema financiero, esperan ser recompensados. Los hombres con trajes elegantes que hicieron fortunas especulando con el dinero de otros ahora exigen que el contribuyente les rescate. Esta es una lógica muy peculiar que la mayoría de la gente tiene dificultades para comprender.
En los años de boom el sector bancario y financiero consiguió enormes beneficios. Sólo en el año 2006 los grandes bancos generaron aproximadamente el 40 por ciento de todos los beneficios empresariales de EEUU. Es una industria donde los altos ejecutivos reciben recompensas 344 veces superiores a lo que cobra un trabajador medio norteamericano. Hace treinta años un presidente medio de una empresa conseguía aproximadamente 35 veces el salario de un trabajador medio. El año pasado, el presidente de una de las 500 primeras empresas recibió en concepto de "compensación" 10,5 millones de dólares.
Los banqueros quieren que olvidemos todo esto y nos concentremos en la urgencia de salvar los bancos. Todas las necesidades apremiantes de la sociedad se dejan a un lado y la riqueza de la sociedad se pone enteramente a disposición de los banqueros, cuyos servicios a la sociedad se supone que son más importantes que los servicios de enfermeras, médicos, profesores o trabajadores de la construcción. Los gobiernos de la UE y EEUU gastaron en una semana el equivalente a lo que sería necesario para aliviar el hambre mundial durante casi 50 años. Mientras millones pasan hambre, los banqueros continúan recibiendo suntuosos salarios y bonificaciones, y mantienen un estilo de vida extravagante a costa de la población. El hecho de que exista una crisis no supone ninguna diferencia para ellos.
A la mayoría de la gente no le convence los argumentos de los banqueros y políticos. Se sienten amargamente molestos por el hecho de que su dinero, tan difícil de ganar, sea entregado a los banqueros y a los ricos. Pero cuando protestan se encuentran con un coro ensordecedor de políticos que dicen: "No hay alternativa". Este argumento se repite con tanta frecuencia e insistencia que silencia a la mayoría de los críticos, especialmente cuando todos los partidos están de acuerdo en ello.
Demócratas y republicanos, socialdemócratas, demócrata cristianos, conservadores y laboristas, todos han unido sus fuerzas en una auténtica conspiración para convencer a la opinión pública de que es "en el interés de todos" robar a la clase obrera para poner más dinero en manos de los gánsteres empresariales. "Necesitamos un sistema bancario sano (es decir, rentable)", gritan. "Necesitamos restaurar la confianza porque, si no, tendremos un Apocalipsis mañana por la mañana".
Este tipo de argumentación pretende generar una atmósfera de pánico y temor para que sea imposible tener una discusión racional. Pero, ¿en qué consiste realmente este argumento? Despojado de todas las sutilezas, significa sólo una cosa: Ya que los bancos están en manos de los ricos, y ya que los ricos sólo "arriesgarán" su dinero si consiguen una alta tasa de beneficios, y ya que de momento no están consiguiendo beneficios sino sólo pérdidas, el gobierno debe de intervenir y darles grandes sumas de dinero para restaurar sus beneficios y, por tanto, su confianza. Así, y sólo así, todo estará bien.
El famoso economista norteamericano John Kenneth Galbraith resumió su argumento de la siguiente forma: "Los pobres tienen demasiado dinero y los ricos no tienen suficiente". La idea es que si a los ricos les va bien entonces a largo plazo algo de la riqueza se filtrará y nos beneficiaremos todos. Pero como decía Keynes: a largo plazo todos estaremos muertos. Además, esta teoría ha demostrado ser falsa en la práctica.
El argumento de que es absolutamente necesario inyectar enormes sumas de dinero público en los bancos porque de no hacerlo significaría una catástrofe, no convence a los trabajadores y trabajadoras. Estos últimos hacen una pregunta muy sencilla: ¿por qué debemos pagar nosotros por los errores de los banqueros? Si ellos son los que se han metido en este lío, entonces ellos deberían salir solos. Aparte de una considerable pérdida de empleos en los sectores financiero y de servicios, la crisis bancaria afecta en otros sentidos a los niveles de vida. La agitación en los mercados ha hundido la bolsa y devastado los ahorros de trabajadores y clase media.
Hasta la fecha, los planes de jubilación en EEUU han perdido 2 billones de dólares. Eso significa que gente que ha trabajado duro durante toda su vida y ahorrado dinero con la esperanza de tener una jubilación relativamente digna, ahora tiene que cancelar esos planes y retrasar su jubilación. Más de la mitad de las personas entrevistadas en una encuesta reciente decían que les preocupaba tener que trabajar más horas porque el valor de sus ahorros para la jubilación había caído y casi uno de cada cuatro ha tenido que aumentar el número de horas de trabajo.
Mucha gente se enfrenta a los desahucios y a la pérdida de sus hogares. Si una familia pierde su casa, se dice que es el resultado de su propia codicia y falta de previsión. Las férreas leyes del mercado y la "supervivencia del más fuerte" les condenan a vivir en la calle. Es una cuestión privada y no preocupa al gobierno. Pero si un banco se arruina por la especulación voraz de los banqueros, es una terrible desgracia para toda la sociedad y, por tanto, toda la sociedad debe unirse para salvarle. ¡Esta es la lógica retorcida del capitalismo!
Hay que luchar contra este intento vergonzoso de colocar la carga de la crisis sobre los hombros de los que menos tienen. Para resolver la crisis es necesario arrebatar todo el sistema bancario y financiero de las manos de los especuladores y ponerlo bajo el control democrático de la sociedad, para así servir a los intereses de la mayoría y no a los intereses de los ricos.
1) ¡No más rescates a los ricos! ¡Ni una compensación para los peces gordos! Nacionalización de los bancos y aseguradoras bajo el control y administración democrática de los trabajadores. Las decisiones bancarias se deben tomar en interés de la mayoría de la sociedad y no en el interés de una minoría de zánganos ricos. La compensación por los bancos y empresas nacionalizadas sólo se debe pagar en caso de necesidad comprobada a los pequeños inversores. La nacionalización de los bancos es la única manera de garantizar los depósitos y ahorros de la gente corriente.
2) Control democrático de los bancos. Los consejos de administración deberían estar formados de la siguiente manera: un tercio elegido por los trabajadores del banco, un tercio elegido por los sindicatos para representar a los intereses de la clase obrera en su totalidad y un tercio por el gobierno.
3) Prohibición inmediata de las bonificaciones exorbitantes, los salarios de todos los ejecutivos deberían limitarse al salario de un trabajador cualificado. ¿Por qué un banquero debe ganar más que un médico o un dentista? Si los banqueros no están dispuestos a cumplir unos términos razonables, hay que enseñarles la puerta y sustituirlos por licenciados cualificados, muchos de los cuales buscan empleo y están dispuestos a servir a la sociedad.
4) Reducción inmediata de los tipos de interés, que deberían limitarse a los costes necesarios de las operaciones bancarias. Disposición de crédito barato para aquellos que lo necesiten: pequeñas empresas y trabajadores para comprar casas, y no para los banqueros y capitalistas.
5) Derecho a una vivienda, paralización inmediata de los desahucios, reducción general de los alquileres y un masivo programa de construcción de vivienda social asequible.
La causa de fondo de la crisis no es el mal comportamiento de algunos individuos. Si eso fuera así entonces la solución sería sencilla: conseguir que en el futuro se comporten mejor. Eso es lo que Gordon Brown quiere decir cuando habla de la "transparencia, honestidad y responsabilidad". Pero todo el mundo sabe que las finanzas internacionales son tan transparentes como un pozo negro, que la fraternidad bancaria es tan honesta como una reunión de la mafia y es tan responsable como un jugador compulsivo. Pero incluso si todos los banqueros fueran unos santos, eso no supondría ninguna diferencia fundamental.
No es correcto atribuir la causa de la crisis a la avaricia y la corrupción de los banqueros (aunque son sumamente codiciosos y corruptos). Más bien es una expresión de la enfermedad del sistema en general, una expresión de la crisis orgánica del capitalismo. El problema no es la codicia de ciertos individuos, ni la falta de liquidez o la ausencia de confianza. El problema es que el sistema capitalista a escala mundial está en un absoluto callejón sin salida. La causa primordial de la crisis es que el desarrollo de las fuerzas productivas ha superado los estrechos límites de la propiedad privada y el estado nacional. La expansión y contracción del crédito con frecuencia se presenta como la causa de la crisis, pero en realidad sólo es el síntoma más visible. Las crisis son una parte integral del sistema capitalista.
Marx y Engels hace tiempo explicaron que:
"Las condiciones de producción y de cambio de la burguesía, el régimen burgués de la propiedad, la moderna sociedad burguesa, que ha sabido hacer brotar como por encanto tan fabulosos medios de producción y de transporte, recuerda al brujo impotente para dominar los espíritus subterráneos que conjuró. Desde hace varias décadas, la historia de la industria y del comercio no es más que la historia de las modernas fuerzas productivas que se rebelan contra el régimen vigente de producción, contra el régimen de la propiedad, donde residen las condiciones de vida y de predominio político de la burguesía.
"Basta mencionar las crisis comerciales, cuya periódica reiteración supone un peligro cada vez mayor para la existencia de la sociedad burguesa toda. Las crisis comerciales, además de destruir una gran parte de los productos elaborados, aniquilan una parte considerable de las fuerzas productivas existentes. En esas crisis se desata una epidemia social que a cualquiera de las épocas anteriores hubiera parecido absurda e inconcebible: la epidemia de la superproducción. La sociedad se ve retrotraída repentinamente a un estado de barbarie momentánea; se diría que una plaga de hambre o una gran guerra aniquiladora la han dejado esquilmado, sin recursos para subsistir; la industria, el comercio están a punto de perecer. ¿Y todo por qué? Porque la sociedad posee demasiada civilización, demasiados recursos, demasiada industria, demasiado comercio.
"Las fuerzas productivas de que dispone no sirven ya para fomentar el régimen burgués de la propiedad; son ya demasiado poderosas para servir a este régimen, que embaraza su desarrollo. Y tan pronto como logran vencer este obstáculo, siembran el desorden en la sociedad burguesa, amenazan dar al traste con el régimen burgués de la propiedad. Las condiciones sociales burguesas resultan ya demasiado angostas para abarcar la riqueza por ellas engendrada. ¿Cómo se sobrepone a las crisis la burguesía? De dos maneras: destruyendo violentamente una gran masa de fuerzas productivas y conquistándose nuevos mercados, a la par que procurando explotar más concienzudamente los mercados antiguos. Es decir, que remedia unas crisis preparando otras más extensas e imponentes y mutilando los medios de que dispone para precaverlas".
Estas palabras de El Manifiesto Comunista, escrito en 1848, son tan relevantes y están tan vigentes hoy como cuando fueron escritas. Podían haber sido escritas ayer.
En cualquier caso, la cuestión más importante no es la banca sino la economía real: la producción de mercancías y servicios. Para poder obtener beneficios, estos deben encontrar un mercado. Pero la demanda está sufriendo una abrupta caída y la situación se ha agravado por la falta de crédito. Nos enfrentamos a una crisis clásica del capitalismo que ya se ha cobrado muchas víctimas inocentes. El colapso de los precios inmobiliarios en EEUU ha llevado a una crisis en la industria de la construcción, que ya ha destruido miles de puestos de trabajo. La industria automovilística está en crisis, las ventas en EEUU están en su nivel más bajo en 16 años. Esto a su vez significa una caída de la demanda de acero, plástico, caucho, electricidad, petróleo y otros productos. Tendrá consecuencias en toda la economía, supondrá un aumento del desempleo y una caída de los niveles de vida.
Durante los últimos treinta años o más, nos han insistido que el mejor de los sistemas económicos posibles era algo llamado economía de libre mercado. Desde finales de los años setenta, el mantra de la burguesía fue "deja los mercados a rienda suelta" y "mantén el Estado fuera de la economía". El mercado se suponía que poseía poderes mágicos que le permitían organizar las fuerzas productivas sin la intervención del Estado. Esta idea es tan vieja como Adam Smith, que en el siglo XVIII hablaba de la "mano invisible del mercado". Los políticos y economistas alardeaban de haber eliminado el ciclo económico. "No regresaremos al ciclo de boom y recesión", repetían una y otra vez.
¡Ni hablar de seguir regulación alguna! Todo lo contrario, exigían a gritos que se suprimieran todas las regulaciones ya que iban en "detrimento del libre mercado". Por lo tanto, arrojaron a la hoguera todas las regulaciones y dejaron que las fuerzas del mercado reinaran libremente. La concupiscencia por el beneficio hizo el resto, según se movían de un continente a otro cantidades enormes de capital sin ningún tipo de obstáculo, destruyendo industrias y derrumbando divisas nacionales sólo con apretar la tecla de un ordenador. Es lo que Marx denominaba la anarquía del capitalismo. Ahora vemos los resultados. Con 700.000 millones de dólares del gobierno estadounidense y más de 400.000 millones de libras del británico, el Estado se verá implicado en la economía durante muchos años. 400.000 millones de libras es el equivalente a la mitad de la renta nacional británica. Incluso si esta cantidad se reembolsa (que es mucho suponer) eso significa muchos años de aumentos de impuestos, recortes del gasto social y austeridad.
El instinto de manada, una ley muy vieja, es lo que gobierna el comportamiento de los mercados. El apenas perceptible olor de un león merodeando en la sabana conseguirá que una manada de ñus se asuste y provocará una estampida que nada detendrá. Este es el tipo de mecanismo que determina los destinos de millones de personas. Esta es la cruda realidad de la economía de mercado. Igual que el ñu puede oler a un león, los mercados pueden oler la inminencia de la recesión. La perspectiva de una recesión es la verdadera causa del pánico. Una vez esto ocurra, nada podrá detenerlo. Todos los discursos, todos los recortes de tipos de interés, todas las limosnas a los bancos no tendrán efecto en los mercados financieros. Verán que los gobiernos y bancos centrales tienen miedo y sacarán las conclusiones necesarias.
El pánico que ha recorrido los mercados amenaza con aplastar todos los intentos de los gobiernos de contener la crisis. Ninguna de las medidas desesperadas adoptadas por la Reserva Federal de EEUU, ni los gobiernos europeos, ni por los bancos centrales han conseguido detener la estampida. El efecto de este escándalo es mayor porque la misma gente que ahora pide a gritos la ayuda estatal es la que siempre gritaba que el gobierno no tenía cabida en el funcionamiento de la economía y que el libre mercado debía funcionar sin regulaciones ni ninguna otra forma de intromisión del Estado.
Ahora todos se quejan amargamente de que los reguladores no hicieron bien su trabajo. Pero hasta hace poco todos estaban de acuerdo en que la tarea de los reguladores era sencillamente dejar solos a los mercados. Las autoridades protectoras tienen mucha razón cuando dicen que su trabajo no es dirigir los bancos, porque ese fue el mantra de los últimos treinta años. Desde Londres a Nueva York y Reikiavik los reguladores fracasaron y dieron rienda suelta a los "excesos" de la industria financiera. Durante las últimas tres décadas todos los defensores de la economía de mercado exigieron la supresión de las regulaciones.
La competencia por los negocios entre centros financieros se suponía que garantizaba que el mercado funcionase de manera eficiente, gracias a la mano invisible del mercado. Pero la bancarrota de esta política de laisez-faire quedó cruelmente al descubierto el verano de 2007. Ahora todos se dan golpes en el pecho y gimen por las consecuencias de sus propios actos. La sociedad paga ahora la factura de una política que permitió a los capitalistas y a sus representantes políticos intentar mantener un boom inflando constantemente la burbuja especulativa. Todos participaron en este masivo fraude. Republicanos y demócratas, laboristas y conservadores, socialdemócratas y antiguos "comunistas", todos abrazaron la economía de mercado y aplaudieron este alegre carnaval de hacer dinero.
Es muy fácil ser sabio después de que han sucedido los acontecimientos, como te dirá cualquier borracho a la mañana siguiente después de una borrachera. Todos juran que han aprendido la lección y que nunca más beberán, una decisión excelente que sinceramente quieren cumplir, hasta la siguiente borrachera. Ahora los reguladores financieros están metiendo la nariz en incluso los aspectos más pequeños de los asuntos de la banca, pero sólo después de que los bancos se pusieran al borde del colapso. ¿Dónde estaban antes los reguladores?
Ahora todo el mundo culpa de la crisis a los codiciosos banqueros. Pero sólo ayer estos mismos codiciosos banqueros eran aclamados universalmente como los salvadores de la nación, los creadores de riqueza, los emprendedores de riesgos y los creadores de empleo. Muchos en la City de Londres y en Wall Street ahora se enfrentan a la pérdida de sus puestos de trabajo. Pero los negociantes habrán conseguido millones por la especulación en el mercado. Los jefes de los operadores en los consejos de administración permitieron que continuara el casino porque su salario estaba también vinculado a los resultados a corto plazo.
Tardíamente las autoridades intentan poner freno a los salarios de los banqueros como uno de los precios de los planes de rescate. Lo hacen no por principio ni convicción, sino porque temen la reacción de la población ante el escándalo de que se paguen enormes sobresueldos de los fondos públicos a las mismas personas que han causado el caos en la economía. A los empresarios no les importa el ambiente de rabia y odio que se está acumulando en la sociedad. En cualquier caso les es indiferente. Pero los políticos no se pueden permitir ser totalmente indiferentes a los votantes que pueden echarles en las próximas elecciones.
El problema al que se enfrentan es que es imposible regular la anarquía capitalista. Se quejan de la codicia, pero ésta es el corazón de la economía de mercado y no se puede evitar. Todos los intentos de limitar la "excesiva" remuneración, las comisiones, etc., se encontrarán con un sabotaje. El mercado expresará su desaprobación con repentinas caídas de los precios de las acciones. Eso servirá para concentrar la mente de los legisladores y les obligará a prestar atención al electorado real: los propietarios de la riqueza. Cuando un trabajador sacrifica este año un aumento salarial, ese dinero está perdido para siempre. Pero esa misma regla no se aplica a los banqueros y capitalistas. Incluso si estos últimos, por razones cosméticas, aceptan restringir este año sus gratificaciones, compensarán este gran "sacrificio" aumentado sus ingresos el próximo año. No es nada difícil.
La idea de que los hombres y las mujeres son incapaces de ordenar mejor sus asuntos es una calumnia monstruosa contra la raza humana. Durante los últimos 10.000 años la humanidad ha demostrado ser capaz de superar todos los obstáculos y avanzar hacia el objetivo final de la libertad. Los maravillosos descubrimientos de la ciencia y la tecnología han puesto en nuestras manos la perspectiva de resolver todos los problemas que nos han atormentado durante siglos y milenios. Pero este colosal potencial nunca se podrá desarrollar hasta su máxima plenitud mientras esté subordinado al sistema de beneficio.
Increíblemente, en sus esfuerzos por defender el capitalismo, algunos comentaristas intentan culpar de la crisis a los consumidores y compradores de casas. "Todos somos culpables", dicen, sin ni siquiera ruborizarse. Después de todo, según dicen, nadie nos obligó a tomar un 125 por ciento de hipoteca ni a endeudarnos para pagar las vacaciones en el extranjero o zapatos de diseño. Pero en una situación donde la economía se desarrolla rápido y el crédito es barato, incluso los pobres tienen la tentación de "vivir más allá de sus posibilidades". En realidad, en determinado momento los tipos de interés reales en EEUU fueron negativos, eso significaba que a la gente se le castigaba por no adquirir un préstamo.
El capitalismo crea constantemente nuevas necesidades y la publicidad es ahora una gran industria, que utiliza los métodos más sofisticados para convencer a los consumidores de que deben tener esto o aquello. El estilo de vida colmado de las ricas "celebridades" se presenta ante la mirada fija de los pobres, les presentan una visión distorsionada de la vida y les lavan el cerebro para que aspiren a cosas que nunca serán suyas. Después, los hipócritas burgueses señalan con el dedo acusador a las masas que, como Tántalo, están condenados a observar el banquete mientras sufren todos los tormentos del hambre y la sed.
No hay nada inmoral e ilógico en aspirar a una vida mejor. Si los hombres y las mujeres no aspiraran constantemente a algo mejor, entonces nunca habría progreso. La sociedad se hundiría en una situación de estancamiento e inercia. Ciertamente debemos aspirar a una vida mejor, porque sólo tenemos una. Y si todo lo que podemos esperar es lo que ahora existe, la perspectiva de la humanidad realmente sería sombría. Lo que sí es inmoral e inhumano es la lucha incesante por la supervivencia que ha creado el capitalismo, que se basa en la codicia individual, no simplemente como una virtud sino como el motivo principal de todo progreso humano.
La clase capitalista cree en la presunta supervivencia del más fuerte. Sin embargo, lo que quieren decir con esta supervivencia no es el más fuerte o más inteligente, sino sólo el rico, a pesar de que pueda ser débil, estúpido, feo o enfermo, y da igual cuántos seres inteligentes y fuertes mueran en el proceso. Se cultiva sistemáticamente la idea de que mi avance personal debe ser a costa de los demás, que mi codicia personal debe ser satisfecha con las pérdidas de los otros y que para avanzar es necesario pisotear a los demás. Este tipo de violento individualismo burgués es la base moral y psicológica de muchos de los males que actualmente afectan a la sociedad, que corroe sus entrañas y la arrastran al nivel de la barbarie primitiva. Es la moralidad de la competencia brutal, el concepto de "sálvese quien pueda y tonto el último".
Esta caricatura miserable de la selección natural es una calumnia a la memoria de Charles Darwin. De hecho, no fue la competencia sino la cooperación la clave para la supervivencia y desarrollo de la raza humana desde sus primeros orígenes. Nuestros primeros ancestros en la sabana del África oriental (porque todos descendemos de inmigrantes africanos) eran criaturas débiles y pequeñas. Carecían de garras y dientes fuertes. No podían correr tan rápido como los animales que querían comer o los depredadores que les querían comer. De acuerdo con la "supervivencia del más fuerte" nuestra especie se habría extinguido hace millones de años. La principal ventaja evolutiva que poseían nuestros ancestros fue la cooperación y la producción social. El individualismo en esas condiciones habría significado la muerte.
A los defensores de la llamada teoría de la supervivencia del más fuerte sólo hay que hacerles una pregunta sencilla: ¿por qué a los bancos, que han demostrado una incapacidad total para la supervivencia, no les dejan morir sino que se les debe salvar a toda costa con la generosidad de esa misma sociedad que se supone no existía? Para salvar a los bancos débiles y no aptos, dirigidos por banqueros estúpidos e ineficientes, se supone que la mayoría inteligente y trabajadora debe sacrificarse con mucho gusto. Pero la sociedad de ninguna manera está convencida de la utilidad de esta noble causa, ni de que deban abandonarse "superfluidades" como hospitales y escuelas, ni aceptar un régimen de austeridad en el futuro.
Las sacudidas económicas que diariamente aparecen en los periódicos y pantallas de televisión cuentan una historia cuyo significado es claro para todos: el sistema actual no funciona. Por utilizar una expresión norteamericana: no ha estado a la altura de la situación. No hay dinero para la sanidad, escuelas o pensiones, pero para Wall Street hay todo el dinero del mundo. En palabras del escritor norteamericano más grande de la actualidad, Gore Vidal, lo que tenemos es socialismo para los ricos y economía de libre mercado para los pobres.
Mucha gente normal está sacando de esta situación conclusiones correctas. Comienzan a cuestionar el sistema capitalista y buscan alternativas. Desgraciadamente, no hay alternativas inmediatamente evidentes. En EEUU miran a Obama y los Demócratas. Pero los Republicanos y los Demócratas sólo son la bota derecha e izquierda del Gran Capital. Gore Vidal dijo: "En nuestra República hay un partido, el Partido de la Propiedad, con dos alas de derechas". Obama y McCain lealmente apoyaron el plan de rescate de 700.000 millones de dólares para el Gran Capital. Representan los mismos intereses con sólo leves variaciones en la táctica.
Estos acontecimientos tendrán un efecto poderoso sobre la conciencia. Una proposición elemental del marxismo es que la conciencia humana es profundamente conservadora. En general a la gente no le gusta el cambio. El hábito, la tradición y la rutina juegan un papel muy importante en la modelación de la psicología de las masas, que normalmente se resiste a la idea de alteraciones importantes en sus vidas y costumbres. Pero cuando los grandes acontecimientos sacuden la sociedad hasta sus cimientos, la gente se ve obligada a reconsiderar sus viejas ideas, creencias y prejuicios.
Ahora hemos entrado en ese período. El largo período de relativa prosperidad que ha durado dos décadas o más en los países capitalistas desarrollados dejó su huella aparte de una suave recesión en 2001. A pesar de todas las injusticias manifiestas del capitalismo, a pesar de las largas horas de trabajo, la intensificación de la explotación, la bruta desigualdad, el lujo obsceno de la riqueza desfilando vergonzosamente al lado de un número creciente de pobres y marginados, a pesar de todo esto, la mayoría de la gente creía que la economía de mercado funcionaba y que podría incluso beneficiarla. Esto fue particularmente cierto en EEUU. Pero para un número cada vez mayor de gente eso ya no es así.
Durante el boom, cuando se hacían fantásticos beneficios, la mayoría de la clase obrera no experimentó un aumento real de los salarios. Fue sometida a una incesante presión para conseguir una productividad cada vez mayor y más horas de trabajo. Pero ahora, cuando la crisis comienza a golpear, la clase obrera está amenazada no sólo por los drásticos recortes de los niveles y condiciones de vida, sino también con la pérdida de sus empleos. Los cierres de fábricas y el aumento del desempleo están a la orden del día. Esto a su vez significa una profundización de la crisis y un mayor deterioro de los niveles de vida de la población. A escala mundial, millones se enfrentan al peligro de ser arrojados al pozo de la pauperización.
Durante diez años la economía española se presentó como el motor de la creación de empleo de la zona euro. Ahora las filas de parados en el Estado español han aumentado en más de 800.000 personas el año pasado. El colapso de la larga década del boom de la construcción ha empujado la tasa de desempleo española al 11,3 por ciento, la mayor de la Unión Europea. "Lo peor está por llegar, esto sólo acaba de comenzar", decía Daniele Antonucci, un economista de Merrill Lynch International con base en Londres. Pronostica que la tasa de desempleo española aumentará el próximo año hasta el 13 por ciento, mientras que el desempleo europeo pasará al 8,1 por ciento desde el 7,5 por ciento de finales de 2008. En realidad, las cifras del desempleo son aún peores, pero los gobiernos recurren a todo tipo de trucos para reducirlas. La misma situación existe, en mayor o menor grado, en todos los países.
Si no pueden aumentar o mejorar su nivel de vida, los trabajadores deben al menos defenderlo. El desempleo amenaza a la sociedad con la desintegración. La clase obrera no puede permitir el desarrollo de un desempleo masivo crónico. El derecho al trabajo es un derecho fundamental. ¿Qué tipo de sociedad condena a millones de hombres y mujeres sanos a una vida de inactividad forzosa cuando su trabajo y habilidad es necesario para satisfacer las necesidades de la población? ¿Acaso no necesitamos más hospitales y escuelas? ¿No necesitamos buenas carreteras y viviendas? ¿No necesitamos reparar y mejorar la infraestructura y el sistema de transportes?
La respuesta a todas estas preguntas es bien conocida. Pero la respuesta de la clase dominante siempre es la misma: no podemos costear estas cosas. Ahora todo el mundo sabe que esta respuesta es falsa. Sabemos que los gobiernos pueden generar enormes cantidades de dinero cuando conviene a los intereses de la minoría rica que posee y controla los bancos y la industria. Sólo cuando la mayoría de la clase obrera pide que se atiendan sus necesidades entonces los gobiernos dicen que la caja está vacía.
¿Qué demuestra esto? Demuestra que en el sistema en que vivimos los beneficios de unos pocos son más importantes que las necesidades de muchos. Demuestra que todo el sistema productivo está basado en una única y exclusiva cosa: el beneficio o, por decirlo claramente, la codicia. Cuando los trabajadores van a la huelga, la prensa (que también es propiedad y está controlada por un puñado de multimillonarios) los ridiculiza calificándoles de "avariciosos". Pero su "avaricia" es sólo la lucha para cubrir sus necesidades: pagar el alquiler o la hipoteca, pagar la comida y el combustible que suben cada mes, satisfacer las necesidades de sus hijos y familias.
Por otro lado, la codicia de los banqueros y capitalistas es la codicia de acumular inmensas fortunas a partir del trabajo de otros (porque ellos no producen nada). Con ese dinero compran obras de arte, no para su regocijo personal sino sólo como otro tipo de inversión rentable, un estilo de vida opulento y extravagante, o para satisfacer una nueva especulación que siempre termina en colapso económico y miseria, no para ellos mismos, sino para la mayoría sobre la que descansa el trabajo productivo de la sociedad.
En el pasado los empresarios decían que la nueva tecnología aliviaría la carga de trabajo, pero ha ocurrido lo contrario. ¡La UE acaba de aprobar una ley que aumenta la jornada laboral semanal máxima a 60 horas! Esto sucede en la primera década del siglo XXI, cuando los milagrosos avances de la ciencia y la tecnología modernas han producido más aparatos para ahorrar trabajo que en toda la historia anterior. ¿Qué sentido tiene? ¿Cuál es el sentido de tener un gran número de desempleados pagados por no hacer nada mientras en los centros de trabajo a otros se les obliga a trabajar largas horas de trabajo extra forzoso?
Durante el boom, los empresarios obligaron a los trabajadores a largas horas de trabajo extra, para exprimir hasta la última onza de plusvalía de su trabajo. Pero cuando la recesión comienza y ya no tienen mercado para sus mercancías, no vacilan en cerrar sus fábricas como si se tratasen de cajas de cerillas, echando a los trabajadores a la calle mientras explotan hasta el límite a los demás. El callejón sin salida del capitalismo es tal que el desempleo ya no tendrá un carácter "coyuntural", sino que cada vez será más orgánico o "estructural". Un hombre o una mujer con más de 40 ó 50 años de edad probablemente no trabajará más en su vida, mientras que muchas personas cualificadas que pierden su empleo tendrán que aceptar empleos no cualificados y peor pagados para sobrevivir.
¡Esta es la economía de un manicomio! Desde un punto de vista capitalista es bastante lógico. ¡Pero rechazamos esta lógica loca del capitalismo! Contra la amenaza del desempleo debemos defender la consigna de obras públicas y repartir el trabajo sin pérdida de salario. La sociedad necesita escuelas, hospitales, carreteras y viviendas. ¡Los parados deben tener trabajo en un programa de obras públicas!
Los sindicatos deben garantizar que los desempleados estén estrechamente vinculados a los trabajadores, unidos en la solidaridad y la responsabilidad mutua. ¡Es necesario compartir el trabajo disponible sin pérdida de salario! Todo el trabajo disponible se debe dividir entre la fuerza laboral de acuerdo con la jornada laboral semanal definida. El salario medio de cada trabajador debe ser el mismo que existía con la antigua jornada laboral. Los salarios, garantizando estrictamente un mínimo, deben subir de acuerdo con los precios. Este es el único programa que puede proteger a los trabajadores en tiempos de crisis.
Cuando consiguen enormes beneficios los dueños de la propiedad guardan celosamente sus secretos empresariales. Ahora que hay crisis, señalarán a sus libros de cuentas como una "prueba" de que no pueden satisfacer las reivindicaciones de los trabajadores. Este es especialmente el caso de los capitalistas más pequeños. Pero la cuestión no es si nuestras reivindicaciones son "realistas" o no desde el punto de vista de los empresarios. Tenemos el deber de proteger los intereses vitales de la clase obrera y protegerla de los peores efectos de la crisis. Los empresarios se quejarán de que esto reducirá sus beneficios y tendrán un efecto negativo en su incentivo para invertir. ¿Pero qué incentivo tiene la mayoría de la población en un sistema basado en el beneficio privado? Si los intereses vitales de la mayoría son incompatibles con las demandas del sistema actual, ¡entonces al diablo el sistema!
¿Realmente es lógico que la vida y el destino de millones de personas estén determinados por el juego ciego de las fuerzas de mercado? ¿Es justo que la vida económica del planeta se decida como si fuera un gigantesco casino? ¿Está justificado que la codicia de beneficio sea la única fuerza motriz que decide si hombres y mujeres tendrán un empleo o un techo sobre sus cabezas? Aquellos que poseen los medios de producción y controlan nuestros destinos responderán de manera afirmativa porque corresponde a sus intereses. Pero la mayoría de la sociedad, que son las víctimas inocentes de este sistema caníbal, tendrá una opinión muy distinta.
Luchando por defenderse contra los intentos de hacerles pagar la crisis, los trabajadores comprenderán la necesidad de un cambio fundamental de la sociedad. La única respuesta a los cierres de fábrica son las ocupaciones de fábrica: "Fábrica cerrada, fábrica tomada". Esa es la única consigna efectiva para combatir los cierres. Las ocupaciones de fábrica necesariamente llevan al control obrero. A través del control obrero los trabajadores adquieren la experiencia de la contabilidad y administración de la empresa que les permitirá más tarde dirigir la sociedad en general.
Esta ha sido la experiencia de las luchas obreras más avanzadas en los años recientes, sobre todo en América Latina. En Brasil (CIPLA/Interfibras, Flasko y otras fábricas), Argentina (Brukman, Zanon y muchas otras) y en Venezuela, donde la gigantesca empresa PDVSA fue dirigida y volvió a ser puesta en funcionamiento por los obreros durante los meses que duró el cierre patronal en 2002-2003, y donde en 2005 se desarrolló el movimiento de fábricas ocupadas alrededor de Inveval y que cobra fuerza.
En todos estos casos y en muchos más, los trabajadores han intentado con éxito, a pesar de todos los inconvenientes, dirigir sus empresas bajo el control y administración de los trabajadores. Pero el control obrero no puede ser un fin en sí mismo. Plantea la cuestión de la propiedad. Plantea la pregunta: ¿Quién es el dueño de la casa? El control obrero o bien lleva a la nacionalización o bien simplemente será un episodio efímero. La única solución real al desempleo es una economía socialista planificada, basada en la nacionalización de los bancos y de las principales industrias bajo el control y administración democrática de los trabajadores.
1) ¡No al desempleo! ¡Trabajo o salario completo para todos!
2) ¡No a los secretos empresariales! ¡Apertura de los libros de cuentas! Los trabajadores deben tener acceso a información sobre todas las estafas, especulación, evasión de impuestos, acuerdos sospechosos y comisiones o compensaciones económicas excesivas. ¡Que los trabajadores puedan ver cómo han sido estafados y quién es el responsable del caos actual!
3) ¡No a los cierres de fábricas! ¡Fábrica cerrada, fábrica tomada!
4) ¡Nacionalización de las fábricas amenazadas de cierre bajo el control y gestión de los obreros!
5) Por un amplio programa de obras públicas. Por un programa de emergencia de construcción para satisfacer la demanda de vivienda social, escuelas, hospitales y carreteras que dé empleo a los desempleados.
6) ¡Introducción inmediata de la jornada laboral de 32 horas semanales sin reducción salarial!
7) Por una economía socialista planificada, donde se elimine el desempleo y la sociedad inscriba en su bandera: DERECHO UNIVERSAL AL TRABAJO
Mientras los banqueros y los empresarios conseguían fabulosos beneficios, en términos reales los salarios de la mayoría se estancaban o caían. El abismo entre ricos y pobres nunca ha sido tan grande como hoy. Los beneficios récord han ido acompañados de una desigualdad récord. The Economist (no sospechoso de ser un periódico de izquierdas) decía: "La única tendencia verdaderamente continua durante los últimos 25 años ha sido hacia una mayor concentración de la renta de los más ricos". (The Economist, 17/6/2006.) Una ínfima minoría se ha enriquecido obscenamente, mientras que la parte de la renta nacional que corresponde a los trabajadores se ha reducido constantemente y los sectores más pobres se han hundido en una pobreza cada vez más profunda. El huracán Katrina reveló ante todo el mundo la existencia de una subclase de ciudadanos empobrecidos que viven en condiciones tercermundistas en el país más rico del planeta.
En EEUU millones están amenazados con la pérdida de sus empleos y viviendas, mientras la explotación continúa a ritmo acelerado. Al mismo tiempo que Bush anunciaba el plan de rescate de 700.000 millones de dólares, las empresas energéticas norteamericanas registraban un aumento de la morosidad en el pago de facturas de gas y electricidad. El mayor incremento de cortes de suministros de energía eléctrica se dio en los estados de Michigan (22 por ciento) y Nueva York (17 por ciento), aunque también se acrecentó en Pensilvania, Florida y California.
Los trabajadores de EEUU producen un 30 por ciento más que hace diez años. Pero los salarios apenas han aumentado. La estructura social cada vez está más forzada. En el seno de la sociedad han aumentado enormemente las tensiones, incluso en el país más rico del mundo. Se está preparando el terreno para una explosión aún mayor de la lucha de clases. No sólo es el caso de EEUU. En todo el mundo el boom ha ido acompañado de un desempleo elevado. Las reformas y las concesiones retrocedieron incluso en el punto álgido del boom. Pero la crisis del capitalismo no sólo significa que la clase dominante ya no pueda soportar más reformas, sino que ni siquiera puede permitir la existencia de aquellas reformas y concesiones conquistadas por los trabajadores en el pasado.
La clase obrera no ha sacado ningún beneficio real del boom y ahora le presentan la factura de la recesión. En todas partes se atacan los niveles de vida. Para defender los beneficios de los empresarios y banqueros, hay que reducir los salarios, aumentar las horas e intensidad del trabajo, y reducir el gasto en escuelas, hospitales y viviendas. Esto significa que incluso las condiciones de vida semi-civilizadas conseguidas en el pasado ahora están amenazadas. En las condiciones actuales no se puede conseguir ninguna reforma significativa sin una lucha seria. La idea de que es posible conseguirlo mediante el compromiso con los empresarios y los banqueros es falsa hasta la médula.
La idea de la "unidad nacional" para combatir la crisis es un engaño cruel. ¿Qué unidad de intereses puede existir entre los millones de trabajadores y los super-ricos explotadores? Sólo puede ser la unidad del caballo y el jinete que clava sus espuelas en el lomo. Los dirigentes de los partidos socialistas, laborista y de izquierdas que aprobaron las "medidas contra la crisis" que suponen regalos abundantes a los banqueros, recortes y austeridad para la mayoría de la sociedad, lo que hacen es traicionar los intereses de la gente que les eligieron. Aquellos dirigentes sindicales que argumentan que en una crisis "todos debemos trabajar codo con codo" e imaginan que es posible obtener concesiones mediante la moderación salarial, aceptando todas las imposiciones de los empresarios, conseguirán lo contrario de lo que pretenden. ¡La debilidad invita a la agresión! Cada paso atrás que demos, los empresarios exigirán tres más. Por el camino de la colaboración de clase y el llamado nuevo realismo sólo hay nuevas derrotas, cierres de fábricas y reducciones de los niveles de vida.
Mientras aumenta de manera inexorable el desempleo, también aumenta el coste de la vida. La gasolina, el gas, la electricidad, los alimentos, todo ha subido, mientras que los salarios se han congelado y los beneficios de las grandes empresas energéticas se disparan. En el período pasado los economistas burgueses decían que habían "domado la inflación". ¡Qué ridículos suenan hoy esos argumentos! Las familias que ayer vivían con dos salarios ahora viven con uno, o ninguno. La lucha por la vida asume ahora un significado cada vez más cruel para millones de personas. La inflación y la austeridad simplemente son las dos caras de la misma moneda. No pueden servir a los intereses de la clase obrera. Rechazamos totalmente todos los intentos de colocar la carga de la crisis, la desorganización del sistema bancario y todas las demás consecuencias de la crisis del sistema de beneficio sobre los hombros de la clase trabajadora. Exigimos empleo y condiciones decentes de vida para todos.
La única solución al ascenso galopante de los precios es la escala móvil salarial. Esto significa que las negociaciones colectivas deberían garantizar una subida automática de los salarios con relación al incremento de los precios de los bienes de consumo. Los banqueros y sus representantes políticos dicen a las masas: no podemos ofrecer salarios más altos porque eso provocará inflación. Pero todo el mundo sabe que los salarios son los que intentan siempre alcanzar a los precios y no al contrario. La respuesta es la escala móvil de salarios, mediante la cual los salarios automáticamente se vinculen a los incrementos del coste de la vida. Sin embargo, incluso esto no es suficiente. Los índices oficiales de inflación están trucados para que subestimen el dato real de inflación y, por tanto, se les pide a los trabajadores que pidan aumentos salariales que no superen estas cifras falsas. Por esa razón es necesario que los sindicatos sean los que elaboren la tasa real de inflación, basada en el precio de las necesidades básicas (incluidos alquileres y costes de vivienda) y la revisen continuamente. Todas las reivindicaciones salariales se deberían basar en esto.
1) ¡Un salario y una pensión decentes para todos!
2) Escala móvil salarial, vinculando los aumentos salariales con el incremento del coste de la vida.
3) Los sindicatos, cooperativas y asociaciones de consumidores son los que deben elaborar el índice real del coste de la vida en lugar del índice "oficial" que no refleja la verdadera situación.
4) Creación de comités de trabajadores, amas de casa, pequeños comerciantes y desempleados para controlar los aumentos de precios.
5) Abolición de todos los impuestos indirectos e introducción de un sistema fuertemente progresivo de impuestos directos. Supresión de todos los impuestos a los pobres y que paguen los ricos.
6) ¡Reducción drástica de la factura de combustible! Eso sólo se puede conseguir mediante la nacionalización de las empresas energéticas, lo que nos permitiría imponer controles de precios a los precios del gas y la electricidad para los consumidores. ¡No más beneficios a costa de la población!
En el período actual, los trabajadores más que nunca necesitan sus organizaciones de masas, sobre todo los sindicatos. El sindicato es la unidad básica de organización. No será posible luchar por la defensa de los salarios y niveles de vida sin sindicatos poderosos. Por eso los empresarios y sus gobiernos siempre tratan de socavar los sindicatos y restringir su esfera de acción mediante la legislación antisindical.
El largo período de boom ha afectado a los dirigentes sindicales, los cuales han abrazado la política de colaboración de clases y se han convertido en "sindicatos de servicios", precisamente cuando las condiciones para este tipo de cosas han desaparecido. Los dirigentes sindicales de derechas son la fuerza más conservadora de la sociedad. Dicen a los trabajadores que "todos estamos en el mismo barco" y que todos debemos hacer sacrificios para salir de la crisis, que los empresarios no son el enemigo y que la lucha de clases es algo "pasado de moda".
Alaban la negociación entre el asalariado y el Capital, que consideran como el "nuevo realismo". En realidad es el peor tipo de utopía. Es imposible reconciliar intereses de clases mutuamente excluyentes. En las condiciones actuales la única manera de conseguir reformas y aumentos salariales es a través de la lucha. De hecho, será necesario luchar para defender las conquistas del pasado que en todas partes están amenazadas. Esto está en contradicción directa con la política de colaboración de clase defendida por los dirigentes sindicales, que reflejan el pasado, no el presente ni el futuro.
En sus intentos de castrar los sindicatos y convertirlos en instrumentos para controlar a los trabajadores, la clase dominante utiliza todo su poder para corromper a la cúpula de los sindicatos y enredarles con el Estado. Nos oponemos a todos estos intentos y defendemos el fortalecimiento y democratización de la organización sindical a todos los niveles. Los sindicatos deben ser independientes del Estado y deben controlar a sus dirigentes, y obligarles a luchar enérgicamente por los intereses de los trabajadores.
Los dirigentes sindicales reformistas, a los que les gusta pensar de sí mismos como prácticos y realistas, en realidad son totalmente ciegos y obtusos. No tienen la más mínima idea de la catástrofe que está preparando la crisis del capitalismo. Imaginan que es posible salir del paso, aceptando recortes y otras imposiciones con la esperanza de que todo finalmente irá bien. Se aferran a las "buenas relaciones" con los capitalistas e imaginan que ellos pueden cambiar su comportamiento. Por el contrario, toda la historia demuestra que la debilidad invita a la agresión. Por cada paso atrás que nosotros demos, los empresarios exigirán tres más.
Incluso cuando se ven obligados, debido a la presión desde abajo, a convocar huelgas y huelgas generales, hacen todo lo que está en su poder para limitar estas acciones a simples gestos, limitados en el tiempo y su alcance. Cuando se ven forzados a convocar manifestaciones de masas, las convierten en espectáculos y carnavales con globos y bandas musicales, sin ningún contenido de clase combativo. Para los dirigentes eso es sólo una válvula de escape. Para los sindicalistas serios, al contrario, las huelgas y manifestaciones son una forma de conseguir que los trabajadores comprendan su poder y preparar el terreno para un cambio fundamental de la sociedad.
Incluso en el período anterior ya existía una corriente subterránea de descontento debido a los ataques contra los derechos de los trabajadores y la legislación anti sindical. Ahora saldrá a la superficie y encontrará una expresión en las organizaciones de masas de la clase obrera, empezando por los sindicatos. La radicalización de la base entrará en conflicto con el conservadurismo de la dirección. Los trabajadores exigirán una transformación total de los sindicatos, de arriba abajo, y lucharán por transformarlos en verdaderas organizaciones de lucha.
Defendemos la construcción de sindicatos de masas, democráticos y combativos, que sean capaces de organizar a la mayoría de la clase obrera, formarla y prepararla prácticamente, no sólo para una transformación radical de la sociedad, sino para la dirección real de la economía en una futura sociedad socialista democrática.
1) Total independencia de los sindicatos del Estado.
2) Fin del arbitraje forzoso, no a los acuerdos anti huelgas y otras medidas que restringen el margen de acción de los sindicatos.
3) ¡Democratización de los sindicatos y que estén firmemente controlados por los militantes!
4) ¡Supresión de la elección de por vida! ¡Elección de todos los dirigentes sindicales con derecho a revocación!
5) ¡Contra la burocracia y el arribismo! Ningún dirigente sindical puede cobrar un salario superior al de un obrero cualificado. Todos los gastos deben estar disponibles para ser inspeccionados por la militancia.
6) ¡No a la colaboración de clase! Por un programa militante que movilice a los trabajadores en defensa de los empleos y sus niveles de vida.
7) Por la unidad sindical sobre la base de las reivindicaciones antes mencionadas.
8) Control por la base, incluido el fortalecimiento de los comités de delegados sindicales y la creación de comités de huelga durante las mismas y otros conflictos como una forma de garantizar la máxima participación del mayor número de trabajadores.
9) Por la nacionalización de los altos mandos de la economía y la creación de una democracia industrial donde los sindicatos jugarían un papel clave en la administración y control de todos los centros de trabajo. El sindicalismo no es un fin en sí mismo, sino sólo un medio para un objetivo, que es la transformación socialista de la sociedad.
La crisis del capitalismo tiene unos efectos particularmente negativos en el caso de la juventud, que representa la clave para el futuro de la raza humana. La decadencia senil del capitalismo amenaza con socavar la cultura y desmoralizar a la juventud. Capas enteras de jóvenes no ven salida a este callejón sin salida, convirtiéndose en carne de cañón del alcoholismo, las drogas, la delincuencia y la violencia. Cuando los jóvenes son asesinados por un par de zapatos de deportes debemos preguntar en qué tipo de sociedad vivimos. La sociedad anima a la gente joven a que aspire a tener productos de consumo que no se puede permitir, después levantan las manos horrorizados por los resultados.
Margaret Thatcher, la máxima predicadora de la economía de mercado, dijo en cierta ocasión que la sociedad no existe. Esta filosofía nociva ha tenido los resultados más devastadores desde que fue puesta en práctica hace treinta años. El crudo individualismo ha contribuido poderosamente a crear un espíritu de egoísmo, avaricia e indiferencia hacia los sufrimientos de los demás que se ha filtrado como un veneno en el cuerpo de la sociedad. Es la esencia real de la economía de mercado.
La verdadera medida del nivel de civilización de una sociedad es cómo ésta cuida a sus ancianos y jóvenes. Partiendo de esta medida, esta sociedad no consigue la clasificación de sociedad civilizada, más bien la de una sociedad que está al borde de la barbarie. Incluso en el período de boom ya existían síntomas de barbarie en la sociedad, con una oleada de crimen y violencia, y la proliferación de actitudes antisociales y nihilistas entre una capa de la juventud. Pero este ambiente es un reflejo fiel de la moralidad del capitalismo.
Los reaccionarios protestan estrepitosamente por esta situación pero, como no pueden admitir que este tipo de cosas son la consecuencia del sistema social que ellos defienden, son impotentes para proponer ninguna solución. Su única respuesta es llenar las prisiones con jóvenes, que aprenden cómo ser verdaderos criminales en lugar de ser simples aficionados. Y así entramos en un círculo vicioso de alienación social, drogadicción, degradación y crimen.
La "respuesta" del establishment es criminalizar a la juventud, culparla de los problemas generados por la propia sociedad, aumentar la política represiva, construir más prisiones y dictar sentencias más duras. En lugar de solucionar el problema, estas medidas sólo pueden agravarlo y crear un círculo vicioso de crimen y alienación. Este es el resultado lógico del capitalismo y la economía de mercado, que trata a las personas como simples "factores de producción" y subordina todo a la búsqueda de beneficios. Nuestra respuesta para la juventud es: ¡organizaos y uníos junto a la clase obrera en la lucha contra el capitalismo y por el socialismo!
La crisis del capitalismo significa más desempleo y un nuevo deterioro de la infraestructura, educación, sanidad y vivienda. Esta decadencia de los niveles civilizados conlleva el riesgo de más desintegración social. Supondrá un aumento del crimen, del vandalismo, del comportamiento antisocial y la violencia.
Es necesario tomar medidas urgentes para evitar que nuevas capas de la juventud se hundan en el pantano de la desmoralización. La lucha por el socialismo significa la lucha por la cultura en su sentido más amplio, elevar las aspiraciones de los jóvenes y darles un objetivo en la vida, que sea más que la supervivencia a un nivel apenas superior al de los animales. Si tratas a las personas como animales se comportarán como animales. Si las tratas como seres humanos reaccionarán en consecuencia.
Los recortes en la educación, la eliminación de las becas y la imposición de tasas y préstamos de estudios significan la exclusión de los jóvenes de la clase obrera de la educación superior. En lugar de ser adecuadamente formados para satisfacer las necesidades de la sociedad y tener acceso a la cultura, la mayoría de los jóvenes están condenados a una vida de trabajo pesado y empleos no cualificados mal pagados. Al mismo tiempo, se permite a las empresas privadas interferir en la educación, tratándola cada vez más como otro mercado donde conseguir beneficios.
1) Educación decente para todos los jóvenes. Programa masivo de construcción de escuelas y un sistema verdaderamente gratuito de todos los niveles educativos.
2) Supresión inmediata de las tasas estudiantiles e introducción de una beca digna para todos los estudiantes que quieren acceder a la enseñanza superior.
3) Empleo garantizado para cada estudiante al abandonar los estudios con un salario decente.
4) No al dominio y explotación de la educación por el gran capital. ¡Fuera la empresa privada de la educación!
5) Creación de clubs juveniles bien equipados, bibliotecas, polideportivos, cines, piscinas y otros centros recreativos para los jóvenes.
6) Programa de construcción de vivienda pública accesible a los estudiantes y parejas jóvenes.
La crisis del capitalismo significa que en todas partes los banqueros y capitalistas quieren poner toda la carga de la crisis sobre los hombros de la gente que menos puede permitirse pagarla: los trabajadores, la clase media, los parados, los ancianos y los enfermos. El argumento que repiten constantemente es que, como hay crisis, no podemos mejorar y ni si quiera mantener los niveles de vida.
El argumento de que no hay dinero para pagar las reformas es una falsedad descarada. Hay mucho dinero para armas y para pagar las guerras criminales de agresión en Iraq y Afganistán. Pero no hay dinero para escuelas y hospitales. Hay mucho dinero para subvencionar a los ricos, como hemos visto con el pequeño regalo de Bush de 700.000 millones de dólares a los banqueros. Pero no hay dinero para las pensiones, hospitales o escuelas.
El argumento sobre la "viabilidad" por tanto cae por su propio peso. Una reforma concreta es "viable" o no dependiendo de si es para el interés de una clase determinada o no. En última instancia, independientemente de si es viable (es decir, si se podrá poner en práctica) depende de la lucha de clases y de la correlación real de fuerzas. Cuando la clase dominante está amenazada con perder todo, siempre estará dispuesta a hacer concesiones que "no puede permitirse". Esto se pudo ver en mayo de 1968 en Francia, cuando la clase dominante francesa concedió un importante aumento salarial y mejoras importantes en las condiciones y horas de trabajo para acabar con la huelga general y conseguir que los trabajadores abandonaran las fábricas que habían ocupado.
El comienzo de la crisis puede provocar conmoción al principio, pero pronto se transformará en rabia cuando la gente comience a ser consciente de que se les pide que paguen el peso de la crisis. Habrá cambios repentinos en la conciencia, que se puede transformar en un espacio de 24 horas. Un gran movimiento en un solo país importante puede provocar un cambio rápido de toda la situación, como ocurrió en 1968. La única razón por la que esto aún no ha ocurrido es porque la dirección de las organizaciones obreras de masas va a remolque de los acontecimientos y no consigue presentar una alternativa real. Sin embargo, ya hay síntomas de cambio.
En el período reciente ha habido huelgas generales y manifestaciones de masas en toda Europa. En Grecia desde que en 2004 llegó al poder el partido de derechas Nueva Democracia ha habido nueve huelgas generales. En los primeros seis meses de 2008 en Bélgica presenciamos una oleada de huelgas no autorizadas que recordaban a los años setenta. El movimiento se extendió rápida y espontáneamente de un sector a otro. En marzo de 2008 la Empresa de Transporte de Berlín (BVG) estuvo paralizada debido a una huelga larga y combativa de los conductores, del personal de mantenimiento y de la administración. Después de años de concesiones por parte de los sindicatos, los trabajadores han dicho basta. Miles de estudiantes tomaron las calles del Estado español el miércoles 22 de octubre último para protestar contra los planes de privatizar la educación universitaria y oponerse a cualquier plan de hacer pagar a los trabajadores la crisis capitalista a través de recortes en educación, sanidad y otros servicios públicos.
En Italia los estudiantes se están movilizando. Cientos de miles de estudiantes de secundaria y universidad, junto a profesores y padres, se están movilizando por toda Italia contra el intento de Berlusconi de privatizar aún más la educación. Esto ha llevado a ocupaciones de institutos y universidades. La respuesta del gobierno ha sido amenazar con el uso de la policía armada contra los estudiantes. El sábado 11 de octubre 300.000 trabajadores y jóvenes se manifestaron en Roma en una manifestación convocada por Rifondazione Comunista.
Todo esto demuestra que los trabajadores no se van a quedar de brazos cruzados mientras se destruyen sus condiciones de vida. El escenario está preparado para un auge de la lucha de clases. Los trabajadores no están interesados en la lógica del sistema de beneficio. Nuestro deber es defender los intereses de nuestra clase y mejorar las condiciones de vida de los trabajadores a unos niveles que se aproximen a una vida civilizada. ¡Si hay dinero para los banqueros, entonces hay dinero para financiar el tipo de reformas que necesitamos para hacer de la sociedad un lugar apto para vivir!
Durante más de medio siglo los trabajadores de Europa Occidental y Norteamérica creyeron que la democracia era algo fijo y permanente. Pero esto es una ilusión. La democracia es una construcción muy frágil y sólo es posible en los países ricos donde la clase dominante puede hacer determinadas concesiones a las masas para mitigar la lucha de clases. Pero cuando las condiciones cambian, la clase dominante en los países "democráticos" puede pasar a la dictadura con la misma facilidad que un hombre pasa de un compartimento de tren a otro.
En condiciones de intensa lucha de clases, la clase dominante comenzará a girar en dirección a la reacción. Se quejará de que hay demasiadas huelgas y manifestaciones y exigirá "orden". Recientemente a Cossiga, un demócrata cristiano que fue ministro de interior en Italia durante los años setenta, más tarde presidente de la República y ahora senador vitalicio, le preguntaron qué se debería hacer con las manifestaciones de estudiantes. Respondió lo siguiente:
"Déjales seguir durante un tiempo. Retirar a la policía de las calles y campus, infiltrarse en el movimiento con agentes provocadores dispuestos a todo, dejar a los manifestantes unos diez días para que devasten tiendas, quemen coches y pongan las ciudades patas arriba. Después de eso, tras haber ganado el apoyo de la población, garantizar que el sonido de las sirenas de las ambulancias sea mucho más bajo que el los policías y carabinieri, las fuerzas del orden deberían atacar despiadadamente a los estudiantes y enviarlos a los hospitales. No detenerlos, porque los jueces los liberarían inmediatamente, golpearlos y también a los profesores que fomentan el movimiento".
Esta es una advertencia de lo que podemos esperar en el próximo período de intensa lucha de clases en Italia y en otros países. En el futuro, debido a la debilidad de los dirigentes reformistas, es posible que pudieran instalar algún tipo de dictadura bonapartista (policíaco-militar) en un país europeo u otro. Pero en las condiciones modernas este régimen sería muy inestable y probablemente no duraría mucho.
En el pasado, en Italia, Alemania y España existía un campesinado y pequeña burguesía importantes, que formaban la base de masas de la reacción. Esto ha desaparecido. En el pasado, la mayoría de los estudiantes procedían de familias ricas y apoyaban a los fascistas. Ahora la mayoría de los estudiantes son de izquierdas. Las reservas sociales de la reacción son muy limitadas. Las organizaciones fascistas son pequeñas, aunque pueden ser extremadamente violentas, lo que refleja debilidad, no fortaleza. Además, después de la experiencia de Hitler, la burguesía no tiene intención de entregar el poder a los perros rabiosos. Prefieren basarse en los "respetables" oficiales del ejército, utilizando como auxiliares a las bandas fascistas.
Ya en el período reciente en todas partes se han atacado los derechos democráticos. Utilizando la excusa de la legislación antiterrorista, la clase dominante está introduciendo nuevas leyes que restringen los derechos democráticos. Después de los atentados terroristas del 11 de septiembre, Bush a toda prisa aprobó la Ley de Seguridad Interior (HSA). La administración Bush intenta destruir las bases del régimen democrático establecido por la Revolución Americana y moverse hacia una forma de dominio libre de leyes restrictivas. En Gran Bretaña y otros países se han aprobado leyes similares.
Lucharemos por la defensa de todos los derechos democráticos conquistados por la clase obrera en el pasado. Sobre todo, defenderemos el derecho de huelga y manifestación, nos oponemos a todas las restricciones legales a los sindicatos. Todo el mundo debe tener el derecho de afiliarse a un sindicado y junto con otros trabajadores defender sus derechos. Muy a menudo los defensores del capitalismo oponen socialismo a democracia. Pero las mismas personas que se atreven a acusar a los socialistas de ser antidemocráticos y se presentan como defensores de la democracia, siempre han sido los más feroces enemigos de la democracia. Olvidan de manera conveniente que estos derechos democráticos fueron conquistados por la clase obrera hace tiempo en una lucha encarnizada contra los ricos y poderosos que se opusieron enérgicamente a cualquier reivindicación democrática.
La clase obrera está interesada en la democracia porque nos proporciona unas condiciones más favorables para el desarrollo de la lucha por el socialismo. Pero comprendemos que bajo el capitalismo la democracia debe necesariamente tener un carácter restringido, unilateral y ficticio. ¿Qué utilidad tiene la libertad de prensa cuando todos los grandes periódicos, revistas y cadenas de televisión, salas de reunión y teatros, están en manos de los ricos? Mientras la tierra, los bancos y los grandes monopolios sigan en manos de unos pocos, todas las decisiones realmente importantes que afectan a nuestras vidas se tomarán, no en los parlamentos y por los gobiernos elegidos, sino tras las puertas cerradas de los consejos de administración de los bancos y grandes empresas. La crisis actual ha sacado a la luz esta realidad para que todos la puedan ver.
El socialismo es democrático o no es nada. Defendemos una verdadera democracia donde el pueblo tomara en sus propias manos la administración de la industria, la sociedad y el Estado. Esa sería una genuina democracia, y no la caricatura que tenemos ahora, donde todos pueden decir (más o menos) lo que quieren, pero las decisiones importantes que afectan a nuestra vida se toman detrás de las puertas cerradas por pequeños grupos no elegidos por nadie en los consejos de administración de los bancos y grandes monopolios.
1) Derogación inmediata de todas las leyes antisindicales.
2) Derecho de todos los trabajadores a unirse a un sindicato, a un piquete y a manifestarse.
3) Derecho a la libertad de expresión y libertad de reunión.
4) No a las restricciones de los derechos democráticos con el pretexto de supuestas leyes antiterroristas.
5) Las organizaciones de trabajadores deben rechazar la idea equivocada de la "unidad nacional" con gobiernos y partidos capitalistas con el pretexto de la crisis. Estos últimos son los responsables de la crisis y quieren pasar la factura a la clase obrera.
Algunas personas equivocadamente dicen que el problema radica en los avances de la ciencia. Creen que seríamos más felices en cuclillas en una casa de barro trabajando deslomados desde el amanecer hasta el anochecer en los campos. Esto es una sandez. La manera de conseguir la verdadera libertad para desarrollar el potencial de hombres y mujeres hasta su plenitud está precisamente en el máximo desarrollo de la industria, la agricultura, la ciencia y la tecnología. El problema es que estos instrumentos poderosos del progreso humano están en manos de individuos que los subordinan al beneficio, distorsionando su propósito, limitando su aplicación y retrasando su desarrollo. Está claro que la ciencia habría descubierto hace mucho tiempo ya una cura contra el cáncer o encontrado una alternativa limpia y barata a los combustibles fósiles si no estuviese encadenada al carro del beneficio.
La ciencia y la tecnología sólo podrán materializar su tremendo potencial cuando se libere del abrazo sofocante de la economía de mercado y se ponga al servicio de la humanidad en un sistema de producción democrático y racional, en que primen las necesidades de la sociedad y no los beneficios. Esto nos permitiría reducir las horas de trabajo al mínimo, liberando así a hombres y mujeres de las largas jornadas de esclavitud en el trabajo y permitiéndoles desarrollar el potencial físico, intelectual o espiritual que puedan tener. Este es el salto de la humanidad "del reino de la necesidad al reino de la libertad".
Después de la caída de la Unión Soviética los defensores del viejo orden estaban exultantes. Hablaban del fin del socialismo e incluso del final de la historia. Nos prometieron una nueva era de paz, prosperidad y democracia, gracias a los milagros de la economía de libre mercado. Ahora, sólo quince años después, estos sueños se han reducido a un montón de cenizas. No queda piedra sobre piedra de estas ilusiones. Los problemas serios requieren medidas serias. ¡No es posible curar el cáncer con una aspirina! Lo que hace falta es un cambio real de la sociedad. El problema fundamental es el propio sistema. Aquellos expertos económicos que afirmaban que Marx no tenía razón y que las crisis capitalistas eran aguas pasadas (el "nuevo paradigma económico") han demostrado estar equivocados.
El último boom económico tuvo todas las características del ciclo económico descrito por Marx hace mucho tiempo. El proceso de la concentración de capital ha alcanzado niveles asombrosos. Hubo una orgía de fusiones y un aumento de la monopolización, alcanzando proporciones inimaginables. Este proceso no llevó como en el pasado al desarrollo de las fuerzas productivas. Cerraron fábricas como si fueran cajas de cerrillas y miles de personas se quedaron sin empleo. Ahora este proceso se acelerará, a medida que el número de bancarrotas y cierres aumente según pasan los días.
¿Cuál es el significado de todo esto? Estamos presenciado la dolorosa agonía de un sistema social que no merece vivir, pero que se niega a morir. Eso no es sorprendente. Toda la historia nos demuestra que ninguna clase dominante renuncia a su poder y privilegios sin luchar. Esa es la explicación real de las guerras, el terrorismo, la violencia y la muerte que son las características de la época en la que vivimos. Pero también presenciamos los dolores de parto de una nueva sociedad, una sociedad justa, un mundo adecuado para que vivan hombres y mujeres. A través de estos acontecimientos sangrientos, en un país tras otro, está naciendo una nueva fuerza, la fuerza revolucionaria de los trabajadores, campesinos y jóvenes.
George Bush está borracho de poder e imagina que su poder no tiene límites. Desgraciadamente, hay algunos en la izquierda que creen lo mismo. Pero están equivocados. Una oleada revolucionaria recorre América Latina. La revolución venezolana fue un terremoto que provocó ondas sísmicas en todo el continente. El movimiento de las masas en América Latina es la respuesta final a todos los que dicen que la revolución ya no es posible. No sólo es posible, sino absolutamente necesaria, si se quiere evitar un desastre para el mundo en un futuro próximo.
Millones de personas comienzan a reaccionar. Las masivas manifestaciones contra la guerra de Iraq sacaron a millones de personas a las calles. Esa fue una señal del inicio de un despertar. Pero el movimiento carecía de un programa coherente para cambiar la sociedad. Se acabó el tiempo para los cínicos y escépticos. Es el momento de echarles a un lado y luchar. La nueva generación está dispuesta a luchar por su emancipación. Busca una bandera, una idea y un programa que pueda inspirarla y dirigirla hacia la victoria. Eso sólo puede ser la lucha por el socialismo a escala mundial. La elección que tiene ante sí la raza humana es socialismo o barbarie.
Octubre de 2008.Lea también Una alternativa marxista a la crisis global del capitalismo (segunda parte)
¡Que la crisis la paguen sus responsables: los capitalistas!
¡Expropiar a la banca y los monopolios bajo control de los trabajadores es la única solución!
¡Por una alternativa auténticamente socialista!
La hecatombe del sistema financiero mundial es un hecho de tal magnitud, con tantas repercusiones en el plano económico, político, social y militar, que es difícil predecir todas sus consecuencias. En cualquier caso hay algunas incuestionables. Primero, que la economía del conjunto del planeta se encuentra al borde del abismo, precipitándose hacia la recesión más profunda desde la Segunda Guerra Mundial. En segundo lugar, y exactamente igual de trascendente que la anterior, el colapso económico está desvelando el auténtico funcionamiento de la llamada "democracia" burguesa, en realidad la dictadura del gran capital. Una dictadura en la que los gobiernos de EEUU y Europa -forma-dos por individuos con sueldos espectaculares que velan por los intereses de la clase dominante-, están conspirando para que los costes de esta brutal crisis los paguen las familias trabajadoras de todo el mundo.
Un cataclismo histórico
Un resumen somero de los acontecimientos proporciona una idea de la trascendencia de las jornadas que estamos viviendo.
1. La mayoría de bancos de inversión, aseguradoras y cajas de ahorros de EEUU han quebrado o se han colocado al borde de la suspensión de pagos. Hay que remontarse al crac de 1929 para encontrar algo semejante. Para evitar un colapso aún mayor, el gobierno Bush se lanzó a una gigantesca operación de rescate, que no evitó el desplome de los mercados durante todo el mes de septiembre.1
2. El terremoto, como era inevitable en una economía mundializada y con unos mercados financieros integrados a una escala nunca vista, ha contagiado a Europa que se arrastra hacia el precipicio.2 Las declaraciones de los gobiernos de Irlanda y Gran Bretaña asegurando por dos años los depósitos de los ahorradores, indican la extrema gravedad de la situación.
3. Desde agosto de 2007 hasta el 21 de septiembre de 2008, la administración norteamericana ha gastado más de ¡900.000 millones de dólares! y no ha logrado evitar el caos. A esta cantidad descomunal se suman las inyecciones de liquidez en el mercado interbancario por parte de la Reserva Federal de EEUU (FED), el Banco Central Europeo (BCE), el Banco de Inglaterra o el Banco Central de Japón, que superan generosamente el billón de euros. Pero todas estas aportaciones de capital no han conseguido ni restaurar la confianza ni evitar el estrangulamiento del crédito. Por un lado, las montañas de deudas bancarias y empresariales acumuladas en estos años de orgía especulativa son muy difíciles de recuperar en un momento en que la economía real, productiva, se desliza con fuerza hacia la recesión. Refinanciar la deuda de empresas en dificultades, cuyas expectativas de negocio van hacia abajo, no es una operación muy rentable. Éste es el caso de todas las grandes de la construcción y las inmobiliarias cuyos activos se han depreciado a un ritmo de vértigo y sus valores se derrumban en la bolsa. Al mismo tiempo los grandes bancos de todo el mundo, que están pillados en el apalancamiento generalizado de las últimas décadas, no tienen ninguna garantía de recuperar sus créditos; su pasivo aumenta y la capacidad de obtener liquidez en el mercado interbancario mengua porque nadie se fía de nadie. Los ladrones no se fían de los ladrones.
En estas condiciones y después de la experiencia vivida en este último año ¿Por qué razón va a funcionar el último plan de la administración Bush si es más de lo mismo? ¿Acaso 700.000 millones de dólares, que no tienen como destinatario la inversión productiva sino salvar los negocios de un puñado de especuladores y magnates, pueden resolver o modificar la tendencia general hacia la recesión de la economía real?
4. Los valores bursátiles de las empresas financieras, bancos de inversión, bancos comerciales, constructoras, eléctricas, telecomunicaciones, aeronáuticas, automoción..., vamos, del conjunto de la economía, se han construido sobre una montaña de créditos que ahora son impagables. El parón de la economía productiva, el descenso en las ventas, el crecimiento del desempleo y de la morosidad y, por supuesto, el crac financiero, han puesto punto y final a la fiesta. Tan sólo en un año (de agosto de 2007 a septiembre de 2008), las bolsas mundiales han perdido el 22% de su valor, una caída equivalente a 12,4 billones de dólares. Si se suma el desplome acumulado en septiembre la pérdida se acerca a los quince billones. En las bolsas estadounidenses se han evaporado cerca de cinco billones de dólares, una cantidad que supera el PIB de América Latina y el Caribe en 2007.
Por más que intenten transmitir confianza, el sistema capitalista está inmerso en un crac de proporciones difícilmente cuantificables. Sólo una cosa es completamente segura: el pánico se extenderá en las próximas semanas.
Como se incubó la catástrofe
Tan sólo hace veinte años, el colapso del estalinismo en la URSS y en Europa del Este provocaba la euforia de la burguesía mundial. No era para menos. Intoxicados por sus éxitos aparentes, los imperialistas norteamericanos se lanzaron en tromba para imponer su doctrina en todos los rincones del mundo: liberalización económica, privatizaciones, desregulación de los mercados financieros, saqueo de los países pobres, extensión de la precariedad laboral y aumento de la explotación, caída de los salarios, intervenciones militares y guerra al "terrorismo"...
En un contexto semejante, los "teóricos" de la economía y la sociología burguesa sentenciaron el fin de las crisis y de la historia; los políticos y los gobernadores de los bancos centrales hablaban sin recato de un "círculo virtuoso" de crecimiento sin fin; y los premios Nóbel de economía eran contratados por los grandes bancos de inversión para que aplicasen sus fórmulas matemáticas al negocio del dinero. La confianza lo inundaba todo. La OCDE en su documento de Perspectivas Económicas Mundiales de 1999 afirmaba: "Estamos en el umbral de una atractiva oportunidad: la posibilidad de un sostenido y largo boom de la economía mundial que se prolongará en las primeras décadas del próximo milenio (...) Una confluencia de factores podrían unirse para propulsar importantes mejoras en la capacidad de creación de riqueza y bienestar a escala mundial...".
Han pasado veinte años, un suspiro en la historia de la lucha de clases, y todas las expectativas se han transformado violentamente en su contrario arrasando con todas las certezas que parecían inexpugnables y barriendo la confianza de la clase dominante. El pesimismo y la incertidumbre son totales.
En medio de la euforia, los marxistas denunciamos las enormes contradicciones que el boom económico estaba creando en los cimientos del sistema. Nuestros análisis eran considerados con desprecio y altanería por los sabihondos socialdemócratas, hipnotizados por los magníficos "resultados" de las cuentas de beneficios. También éramos despachados por los ex marxistas que pululan por los intersticios del movimiento obrero, esos escépticos desmoralizados que se impresionaron por los brillos del boom y que culpabilizaron a los trabajadores por su "bajo nivel de conciencia". Los hechos han respondido con claridad a todos estos elementos que abandonaron un punto de vista de clase.
Durante estos años, los marxistas hemos señalado que este boom económico no podía comparase, en ningún caso, con la época dorada del auge capitalista de la posguerra. Desde 1945 hasta 1970 los países capitalistas avanzados, especialmente EEUU y Europa Occidental, registraron tasas de crecimiento asombrosas, impulsando un desarrollo espectacular de las fuerzas productivas, del comercio mundial y de la división internacional del trabajo sin parangón en ningún otro periodo de la historia del capitalismo. El motor de este crecimiento fue, sin lugar a dudas, las grandes inversiones en capital que hicieron aparecer nuevas ramas de la producción y multiplicaron la capacidad de crear manufacturas en masa. A diferencia de lo que plantean ahora los defensores de la "regulación", no fue la intervención del Estado en la economía lo que movió el sistema hacia adelante, sino la reinversión masiva en el proceso productivo de la plusvalía acumulada. Pero esta fase de ascenso también fue liquidada por las contradicciones insalvables del capitalismo, dando pasó a la recesión de los años setenta y sus consecuencias revolucionarias en todo el mundo. El descrédito de las teorías keynesianas, teorías que por otro lado no ponían en riesgo la propiedad capitalista, fueron reemplazadas por las viejas ideas del liberalismo y el monetarismo.
Aunque no disponemos de espacio para analizar en detalle la historia económica de estos últimos veinte años, un hecho sobresalía por encima de todos. En contraste con los años dorados de la posguerra, la rentabilidad que ofrecía la inversión productiva durante las últimas dos décadas se hacía cada vez menos atractiva para el capital. A pesar de la aparición de mercados como China, que atrajeron fuertes inversiones occidentales y suavizaron los efectos negativos de la recesión del sudeste asiático a mediados de los años noventa, la acumulación chocaba con los límites de un mercado mundial que reflejaba la tendencia a la sobreproducción. El fortalecimiento de China como potencia exportadora de manufacturas baratas agudizaba esta tendencia. Así, la sobreacumulación de capitales fortaleció el movimiento ascendente hacia la especulación y forzó una desregulación absoluta del mercado financiero. Como en su momento reconoció Alan Greenspan se trataba de un fenómeno imposible de parar en un sistema que se basa en la obtención del máximo beneficio.
La euforia en la que ha vivido la burguesía internacional creó, dialécticamente, las condiciones para el desastre. Miles de millones de dólares que no encontraban una colocación rentable en la producción de mercancías fluyeron con fuerza hacia el sector inmobiliario y provocaron un alza espectacular de los precios, que era sostenido a su vez por una masa de créditos baratos concedidos indiscriminadamente a particulares y empresas. A pesar de los serios avisos de entonces (la crisis asiática, el estancamiento de Japón o el hundimiento de los valores tecnológicos y de las empresas puntocom en el 2000), la gigantesca deuda hipotecaria que se iba generando era vendida como un "activo" sólido en el mercado bancario y bursátil, gracias a la intervención de la "ingeniería financiera creativa" (subprime y demás fondos basura).
Se trataba de una dinámica enloquecida: la espectacular burbuja inmobiliaria responsable de una cuarta parte del PIB norteamericano, de cuatro de cada diez empleos creados en EEUU en la última década, de la mitad del consumo doméstico y de una parte sustanciosa de los beneficios capitalistas, espoleaba la especulación bursátil y un endeudamiento empresarial y bancario sin precedentes en la historia. Desde finales de la década de los noventa y de manera cada vez más intensiva, el crédito y el endeudamiento se convirtieron en el factor decisivo para garantizar y sostener la producción y el consumo, a la vez que creaban las condiciones para el estallido actual.3
El capital ficticio se hizo omnipresente dando cumplido sentido a la máxima aspiración de todo capitalista: obtener capital del capital sin tener que pasar por la experiencia dolorosa de invertir en el proceso productivo. Esta masa flotante de billones de dólares de capital ficticio se elevó de tal manera por encima de la economía real que, finalmente, se ha transformado en una pesada losa justo en el momento en que la sobreproducción se ha hecho presente. Debido a esto no hay ninguna duda de que la recesión adquirirá una dureza, extensión y profundidad formidable.
¿Quiénes fueron los responsables?
Todos los análisis de la prensa burguesa intentan presentar, como causa de la crisis, a la codicia de algunos banqueros sin escrúpulos y la ausencia de controles y de regulaciones en el mercado. Pero esta forma de envolver las cosas forma parte de toda una campaña para crear una cortina de humo que disculpe al conjunto del sistema.
La burbuja especulativa que ha estallado fue animada y celebrada, en primer lugar, por George W. Bush que facilitó una desregulación generalizada del sistema financiero internacional. El gobierno norteamericano y la Reserva Federal, con Greenspan al frente, fueron imitados, a su vez, por todos los gobiernos europeos, ya fueran conservadores o socialdemócratas. Desde Reagan hasta Margaret Thatcher; desde Helmult Kohl, hasta Chirac, pasando por Bush, Blair, Felipe González, Aznar, Schröder, Berlusconi, Sarkozy o Zapatero, todos han apoyado sin fisuras la política de desmantelamiento de empresas públicas vendidas a precio de saldo a los grandes monopolios (gas, agua, electricidad, telefonía, autopistas, siderurgias, minas, textil); han aplaudido entusiastamente la privatización de servicios sociales esenciales, como la sanidad y la educación, que se han transformado en un negocio lucrativo para los capitalistas. Todos ellos han aprobado reformas del mercado laboral, de las pensiones, y propiciado el hundimiento de los salarios; durante años se han vanagloriado de los pelotazos inmobiliarios y las megafusiones empresariales, aunque supusieran la destrucción de miles de empleos... Y todos ellos recibían en los palacios, sedes del gobierno, parlamentos y celebraciones oficiales a delegaciones nutridas de banqueros y empresarios que se han llenado los bolsillos en esta orgía sin fin.
El papel más despreciable en todo esto, ¡cómo no!, lo han jugado los dirigentes socialdemócratas que afirmaban, un día sí y otro también, que los cimientos estaban sólidos y que no había que preocuparse porque el capitalismo era el mejor sistema de los posibles. Según su esquema, los beneficios insultantes que acumulaban las grandes corporaciones, la gran banca y los especuladores eran la garantía de las inversiones de mañana y los puestos de trabajo de pasado mañana.
Ahora que pintan bastos, muchos de ellos intentan ocultar el rastro de sus actos y se presentan cual inocentes corderitos. Es el caso de personajes como Felipe González, quien publicó un artículo en El País titulado ‘El capitalismo en el espejo': "Es una crisis extraña, incluso para reaccionar con una mínima coherencia" nos dice Felipe, "Por el momento ha liquidado la extendida creencia de que el mercado lo arregla todo y solo. Es decir, la teoría dominante desde los años noventa del ‘todo mercado', con un rechazo fundamentalista a la intervención regulatoria". ¡Que cinismo! El mismo individuo que protagonizó la liquidación de cientos de empresas públicas en el Estado español, que alentaba a las multinacionales españolas para que no dejaran pasar las oportunidades que brindaba la globalización, que aconsejó a sus colegas en Latinoamérica que se desprendiesen de sus prejuicios ideológicos y privatizaran a precio de saldo el sector estatal para mayor beneficio de bancos, multinacionales y especuladores de toda ralea... ahora nos dice que es una crisis "extraña". ¡Que cara más dura!
Lo que Felipe González no comprende es que sus consejos, tan escuchados por la oligarquía latinoamericana, pusieron su granito en la explosión revolucionaria que recorre Venezuela, Bolivia, Ecuador, México... De hecho, desde el inicio del nuevo siglo, las decisiones estratégicas de la burguesía mundial han roto cualquier equilibrio político y social, espoleando una escalada de la lucha de clases en todo el mundo: huelgas generales en Europa, el movimiento de decenas de millones contra la guerra imperialista, la polarización social y política en EEUU y la mayoría de los estados europeos, el No francés e irlandés en los referéndum sobre la constitución europea, la derrota del PP en el Estado español después de movilizaciones masivas de la población... En definitiva, el hundimiento de la economía sólo ha confirmado el profundo cambio que ha experimentado toda la situación mundial.
Siguiendo con otros propagandistas del "capitalismo de rostro humano", hay una buena cantidad de economistas "progresistas" que sacan pecho con la actual crisis. Para ellos, la intervención de la FED y el Tesoro norteamericano intentando salvar Wall Street, confirma que el capitalismo tiene que "regularse". Lo que no dicen estos amigos es que la intervención del gobierno estadounidense, como la de los gobiernos europeos, tiene como único beneficiario a los capitalistas, a los cuales se les quiere cambiar sus bonos "tóxicos", es decir, insolventes, por dinero contante y sonante. Un dinero que saldrá del bolsillo de las familias trabajadoras estadounidenses, del recorte de los gastos sociales, de la sanidad y la educación pública, del seguro de desempleo..., y que no evitará la destrucción masiva de puestos de trabajo en todos los sectores productivos o el desahucio de millones de familias que no pueden hacer frente a sus hipotecas. Una vez que se desvela el truco de estas "nacionalizaciones", que sólo pretenden salvar a los inversores a costa del dinero de todos, es explicable que la rabia y la furia de la población ocupen espontáneamente las calles de EEUU, y la enorme presión que existe sobre sus señorías en la cámara de representantes.
Pero quienes se llevan la orla en el cuadro de honor de los defensores del capitalismo de "rostro humano", son los dirigentes de los sindicatos. Hace pocos días, en el Foro Nueva Sociedad, el secretario general de UGT, Cándido Méndez, reclamó un "capitalismo renano o decente, el modelo europeo social de mercado". ¿No parece increíble? ¿Acaso Cándido Méndez no se ha enterado de los despidos en Volkswagen, Audi, Deutsche TeleKom, Deutsch Bank...? ¿No le llegaron las noticias sobre los recortes en el gasto social que aprobó el anterior gobierno socialdemócrata de Schröder y que ahora completa y profundiza el gobierno de coalición con los democristianos? Si Méndez se refiere al "capitalismo productivo" de los años sesenta está reclamando algo que no llegará. En medio de una caída general de las ventas, ¿qué puede empujar a los capitalistas a invertir en aumentar la producción o contratar a más trabajadores? No, los capitalistas guardarán sus capitales a buen recaudo y los dedicarán a fines más lucrativos.
Expropiar a los expropiadores: la única solución es la revolución socialista
Si queremos encontrar un responsable de la crisis no es difícil: es el propio capitalismo, la propiedad privada de los medios de producción y distribución, la dictadura tiránica del capital financiero, que impide que la inmensa riqueza creada con el trabajo de miles de millones de hombres y mujeres en todo el mundo se utilice para resolver las necesidades de la mayoría. El problema es de un sistema que, para asegurar el lujo obsceno en el que vive un puñado de multimillonarios que acumulan un patrimonio equivalente a los ingresos de dos terceras partes de la humanidad, no duda en destruir planificadamente la riqueza del mundo amputando una parte considerable de la capacidad productiva de la industria. Un sistema que provoca la barbarie saqueando continentes o iniciando guerras de rapiña en las que mueren cientos de miles de inocentes, si con eso se garantizan los sacrosantos beneficios de las grandes corporaciones. La auténtica causa de la crisis está claramente identificada: es la búsqueda del máximo beneficio en el espacio de tiempo más corto posible.
Estamos ante acontecimientos históricos. La crisis del capitalismo norteamericano se ha convertido en una crisis global, y nada impedirá que se extienda hasta el último rincón del planeta. Los sueños de que China o la India podrían sacar del atolladero al sistema y evitar la recesión se han esfumado con la rapidez con que se disipa el humo de un cigarro. La depresión del consumo en EEUU y Europa prepara un escenario de pesadilla para China, y esto profundizará a su vez la caída general.
La sacudida que ha empezado hará temblar los cimientos del capitalismo. Millones de trabajadores, de jóvenes, de campesinos se están preguntando hoy, ahora mismo, qué sentido tiene mantener este sistema decrépito. La crisis abrirá paso a las ideas de la revolución, a la necesidad de derrocar a la oligarquía financiera que nos gobierna y sus instituciones farsa. Y, por supuesto, fortalecerá a la revolución allí donde ya se ha iniciado, como en el caso de Latinoamérica.
Las ideas de Marx, Engels, Lenin, Trotsky y Rosa Luxemburgo han demostrado ser cien veces correctas. Sí, hay una solución a esta crisis, pero no es la de un capitalismo de rostro humano ¡Tal cosa no existe, es una vana utopía reaccionaria! La alternativa está en la lucha organizada de la clase trabajadora y la juventud, de todos los oprimidos, hasta conseguir la expropiación de los banqueros, de los grandes monopolios, de los terratenientes, y colocar la riqueza del mundo bajo el control democrático de la mayoría de la sociedad. Ésta es la única alternativa realista, expropiar a los expropiadores, y construir las bases de una economía planificada y socialista, donde la lucha por el máximo beneficio y la propiedad privada de los medios de producción sea enviada al basurero de la historia.
En estas condiciones sería absolutamente viable garantizar el pleno empleo, el derecho a una vivienda, a una sanidad y a una educación pública de calidad y, por supuesto, a la auténtica democracia, la democracia obrera. Con el control de las palancas fundamentales de la economía en manos de la clase obrera, la pesadilla de trabajar sesenta horas a la semana, tal como exigen ahora los capitalistas, sería eliminada de un plumazo. La reducción de la jornada, sin merma del salario, nos permitiría a la mayoría de la población poder participar de manera real en la vida social, controlando la política, la economía y la cultura, que dejarían de ser el monopolio de la clase dominante.
Sí, hay una alternativa para utilizar toda la creatividad maravillosa de la que es capaz el género humano y esa alternativa se llama SOCIALISMO MUNDIAL.
¡Organízate con la Corriente Marxista Internacional para luchar por el socialismo!
¡Proletarios de todos los países, uníos!
NOTAS
1. Antes del verano fue Bear Stearn, vendida a precio de saldo con el aval del tesoro Público, y la intervención en IndyMac Bancorp. Después de las vacaciones, el colapso en bolsa de las grandes hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac (que concentraban la mitad de los créditos hipotecarios de los EEUU, 5,5 billones de dólares) obligó al gobierno a hacerse con el control de ambas asegurando una inyección de liquidez cercana a los 200.000 millones de dólares. En horas, la erupción arrastró a Merrill Lynch, que fue adquirida in extremis por Bank of America, y empujó el hundimiento de Lehman Brothers. La bancarrota de este banco centenario ha sido la más grande de la historia de los EEUU: 453.200 millones de euros. 48 horas después de la quiebra de Lehman, el gobierno norteamericano desembolsó 60.490 millones de dólares para hacerse con el control de 79% de las acciones de AIG (American internacional Group), la mayor aseguradora del planeta.
2. Luxemburgo, Holanda y Bélgica nacionalizaron las pérdidas del banco Fortis, uno de los grandes de Europa, y decidieron una inyección de 11.200 millones. En Bélgica, el gobierno extendió la operación de rescate al banco franco-belga Dexia, entidad especializada en financiación de administraciones locales, que tiene además unos 5,5 millones de clientes particulares. El alemán Hypo Real Estate fue rescatado, gracias a un crédito de 35.000 millones de euros, por un consorcio bancario y una garantía del Estado. En Dinamarca el Banco Central colocó bajo su garantía el banco Roskilde. En Gran Bretaña se nacionalizó Bradford & Bingley, mientras HBOS tuvo que fusionarse precipitadamente con Lloyds TSB para evitar su caída. HBOS cuenta con unos depósitos de 370.000 millones de euros, el 20% del total del país, pero más de 650.000 millones de euros prestados en el mercado inmobiliario (sus acciones cayeron en tres días de septiembre más de un 50% por miedo a una escalada descontrolada de impagos).
3. Algunas cifras pueden ilustrar el alcance del fenómeno: A) La gran banca recaudó en el año 2006 un 40% del total de las ganancias empresariales de los EEUU. En las décadas de 1950-60 este porcentaje era del 10-15%. B) La capitalización bursátil de todas las bolsas de EEUU pasó de 5,4 billones de dólares en 1994, a 17,7 billones en 1999 y 35 billones en 2007. A su lado, la especulación en Wall Street de los años veinte parezca un juego de niños. C) El déficit por cuenta corriente de EEUU es de un billón de dólares, por lo que necesita ingresar más de 100.000 millones al mes para financiarlo. D) El 90-95% de los movimientos actuales de capitales no responden a operaciones comerciales o de inversión, son puramente especulativos. En el caso de AIG , los datos son asombrosos: de una cartera contra posibles impagos de 441.000 millones de dólares que la compañía ofrecía como garantía a sus asegurados (bancos de inversión y fondos), AIG tenía colocados en el mercado de fondos ¡307.000 millones de dólares! Este mercado llamado Credit Default Swaps (CDS), mueve la friolera de 58 billones de dólares en las bolsas mundiales, sin ningún tipo de control o regulación. El mercado mundial de "derivados" mueve 500 billones de dólares, diez veces más que la producción mundial de bienes y servicio.
7 de octubre de 2008
El pasado 8 de septiembre el titular de la Secretaria de Hacienda, Agustín Carstens, entregó al poder legislativo la incitativa de presupuesto de egresos e ingreso del Estado para 2009. Nada nuevo, lo de siempre: ninguna orientación por parte de la política presupuestal que ponga como prioridad las necesidades de las familias trabajadoras de la ciudad y el campo. Para los más pobres la misma historia: las migajas que se caen de la mesa de la burguesía por medio de los demagógicos y electoreros programas públicos como Oportunidades y otros de la Secretaria de Desarrollo Social. Para estos rubros el gasto, en relación al 2008, se incrementó en 42.9 y 25.9% respectivamente.
Pero otra apuesta demagógica de Calderón, quien tiene muy en cuenta las elecciones intermedias del 2009, es la seguridad. Este es un tema del cual Calderón espera magníficos dividendos políticos, pero que de paso le proporciona la oportunidad y los pretextos necesarios para fortaleces y endurecer su política represiva. Para las diferentes dependencias públicas relacionadas con esta área (ejército, policía, ministerios públicos, jueces, espionaje, cárceles, etcétera) el incremento en total es del 39.9%, siendo este superior al de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación, la SAGARPA, para la cual, en comparación del año en curso, su presupuesto se reducirá en 9.4%.
La prioridades son claras, endurecer el aparato represivo del Estado a costa incluso de descuidar aún más a una dependencia sobre la cual formalmente debería recaer la responsabilidad de impulsar la infraestructura y condiciones más favorables para el desarrollo de la producción agrícola. Esta medida por sí misma contradice a sobremanera la demagogia de Calderón con su campaña medidita Para Vivir Mejor. El recorte del gasto de la SAGARPA afecta directamente a las ya de por sí difíciles condiciones de vida de los campesinos, pero del mismo modo ahondará la dependencia alimentaria viéndose México obligado a hacer mas importaciones en este terreno, encareciéndose más la vida.
Pero si de prioridades se trata, las relacionadas con el pago de la deuda pública (interna y externa) juegan un papal más que destacado en la propuesta de gastos del Estado. El pago de la deuda no es otra cosa que el traslado de dineros públicos a las bóvedas de los bancos privados, nacionales y extranjeros, para beneficio de estos. Para amortizar la deuda, el gobierno gastará el año entrante 305 mil millones de pesos. En términos comparativos, esa cantidad es 65% superior a la que se propone destinar a la Secretaría de Educación Pública, mil por ciento mayor a los recursos que se asignarán a la UNAM y 2 mil 500 % más grande que el que se destinará al IPN. Con esta política, la bancarrota educativa del país no tiene ninguna clase de remedio.
La propuesta de Calderón para los ingresos y egresos del Estado en 2009, aún tiene que ser debatido y resuelto por los legisladores; lo más probable es que sufra alguna clase de modificación tras su aprobación, sin embargo lo más seguro es que no haya ningún cambio significativo, mucho menos de fondo. De ello se encargarán las fracciones parlamentarias del PAN y el PRI, apoyadas estas por el ala de derechas del PRD en las cámaras organizada en Nueva Izquierda y dirigida por Jesús Ortega y Ruth Zavaleta.
Obligar al Estado a que invierta más en la educación pública, en el desarrollo del campo, en vivienda social, en obras de beneficio social, etcétera, pasa por ejercer una enorme presión en las calles movilizándose de manera unificada con los diferentes sectores en lucha, enarbolando todas las demandas de los trabajadores del campo y la ciudad.
Por ejemplo, para asegurar una mayor y significativa inversión pública en todos aquellos rubros que tienen que ver con las principales necesidades del pueblo trabajador es necesario cancelar la deuda pública la cual, como un parásito, absorbe cuantiosos recursos que bien podrían emplearse para instalar cientos de nuevos hospitales, nuevas universidades; para desarrollar radicalmente los sistemas de riego y subsidiar los insumos agrícolas; también se podrían incrementar por mucho las pensiones y dignificar con ello las condiciones de vida de todos los ancianos. Etcétera, etcétera…
Todos aquellos diputados y senadores del PRD, además del resto de dirigentes de ese partido que verdaderamente este comprometidos con los más pobres, deben convocar a la movilización y a la huelga general para obligar al PAN y al PRI a aceptar modificaciones para el presupuesto del 2009 en las que se vean más claramente representadas las demandas de los trabajadores y sus familias. Para dicho objetivo, el PRD y los sindicatos tiene que lanzar un frente único que unifique y organice los esfuerzos de la clase trabajadora y los campesinos, y lanzarse de manera decida a luchar contra la política de Calderón.
Crisis global
Vivimos tiempos excepcionales. El pánico financiero en EEUU está provocando olas que amenazan con hundir todo el mundo. Este acontecimiento está transformando rápidamente la conciencia de millones. Ayer, 25 de septiembre, convocó una manifestación el Central Labour Council de Nueva York (federación sindical) y movilizó a unos mil trabajadores, incluidos muchos trabajadores de la construcción, metalúrgicos, peones, fontaneros y trabajadores de la calefacción, además de profesores, trabajadores municipales y otros sectores. El objetivo de la manifestación, convocada con menos de dos días de antelación, era protestar contra el plan del presidente destinado a sacar de apuros a Wall Street con una ayuda de 700.000 millones de dólares de dinero público. Así es como informaba Reuters de la protesta:
"Obreros de la construcción, trabajadores de transporte, mecánicos, profesores y otros sindicalistas se congregaron el jueves a un paso de la Bolsa de Nueva York, para protestar contra la ayuda propuesta por el gobierno de EEUU a Wall Street. Varios cientos de manifestantes mostraron un apoyo entusiasta cuando los dirigentes sindicales desacreditaron el plan propuesto de 700.000 millones de dólares destinado a revigorizar los mercados del crédito aliviando a las instituciones financieras de deudas peligrosas.
"'La administración Bush quiere que paguemos la carga que supone la ayuda de Wall Street cuando ni siquiera comienza a solucionar las causas raíces de nuestra crisis', estas son las palabras del presidente nacional del AFL-CIO, John Sweeney. Queremos que los dólares de nuestros impuestos vayan a manos de los millones de trabajadores que viven en Main Street y no una limosna a una banda privilegiada de ejecutivos bien pagados.
"En las pancartas se podía leer ‘No a los cheques en blanco para Wall Street' y ‘No nos van a arrebatar nuestras pensiones ganadas con el trabajo duro'. Los manifestantes secundaron repetidos llamamientos para que el gobierno gaste el dinero en educación, cuidado sanitario y vivienda igual de libre y fácilmente que se propone hacer con Wall Street. ‘Sabemos que la situación económica debe resolverse'. Pero queremos un rescate responsable, no una ayuda oportunista', estas fueron las palabras de Randi Weingarten, presidente del sindicato de profesores. ‘Y eso significa, como me dice cada uno de los empresarios, eso debería ser responsabilidad de los profesores, entonces eso también debería ser responsabilidad de Wall Street'".
El ambiente de los manifestantes era de furia, como demuestra la enorme reacción positiva a la convocatoria de una huelga general si el rescate sólo beneficia a los ricos. Este acontecimiento representa el inicio del cambio en la conciencia de la clase obrera, y no sólo en EEUU.
"Única en un siglo"
Lo que ha ocurrido en los mercados financieros durante estos últimos meses no tiene precedente en la historia reciente. Los mismos economistas burgueses que anteriormente negaban la posibilidad de una recesión ahora hablan de la crisis más seria en sesenta años. Alan Greenspan, antiguo presidente de la Reserva Federal norteamericana, ha descrito la actual crisis financiera como probablemente "única en un siglo".
Realmente quieren decir 79 años porque en 1948 no hubo ninguna crisis. Pero los economistas son personas supersticiosas y temen mencionar 1929, como los antiguos israelitas tenían miedo de mencionar el nombre de su dios, por si acaso pudiese ocurrir algo desagradable. Todos están preocupados por la confianza en los mercados, porque ellos creen fervientemente en que la confianza (o su ausencia) es la causa real de los booms y las recesiones. En realidad, los booms y las recesiones tienen su origen en las condiciones objetivas. El ascenso y la caída de la confianza refleja las condiciones reales, aunque pueden entonces convertirse en parte de estas condiciones, ayudando a incrementar el mercado o, como en este caso, a su caída.
En los últimos meses, AIG, Bear Stearns, Fannie Mae, Freddie Mac, Lehman Brothers y Merrill Lynch, empresas antes consideras demasiado grandes como para que fracasaran, todas han entrado en bancarrota y después fueron "rescatadas" por el gobierno, o nacionalizadas. Cuando la población comience a percibir la seriedad de la crisis económica, en la sociedad se preparará un ambiente no visto en muchos años. Esta mañana (26 de septiembre) llegaban noticias del colapso de otro banco norteamericano, el Washington Mutual, cerrado por el gobierno estadounidense. Se trata de la mayor bancarrota de un banco norteamericano y sus activos bancarios fueron vendidos a J. P. Morgan Chase por 1.900 millones de dólares. Es el equivalente financiero a un tsunami devastador, y no ha terminado.
Las estimaciones de los economistas son revisadas constantemente a la baja. Hace seis meses, el Fondo Monetario Internacional calculaba las pérdidas del sector financiero en más de 1 billón de dólares y pronosticaba una profunda recesión de la economía global. La mayoría de los economistas criticaron esta perspectiva por ser demasiado pesimista. Ahora tocan una melodía diferente. Dominique Strauss-Khan escribe lo siguiente en el Financial Times:
"Pero con gran parte de las pérdidas aún no contabilizadas y con la crisis financiera ya agudizada, ha quedado claro que sólo el milagro de una solución sistemática -lucha global contra el aluvión inmediato y amplia para combatir sus causas- permitirá a la economía, en EEUU y globalmente, funcionar con una apariencia de normalidad". (Financial Times. 22/9/2008).
Sí, en realidad, la economía norteamericana ya no funciona con "una apariencia de normalidad". De hecho, está sufriendo un gran frenazo, al menos en lo que concierne a Wall Street. En el momento de escribir estas líneas los mercados financieros en EEUU están prácticamente paralizados a la espera de la confirmación de una gran inversión de dinero gubernamental que las autoridades esperan "restaurará la confianza". El simple hecho de que el "libre mercado" dependa para su supervivencia de ingentes donativos del contribuyente norteamericano es una prueba suficiente de su total bancarrota, en el sentido más literal de la palabra. Aquí está la respuesta final a toda la retórica sobre la "mano invisible del mercado", el espíritu de la empresa privada y todo lo demás. En el momento de la verdad, los valientes empresarios de Wall Street y de la City londinense tienen que ir como los mendigos, con un cazo en la mano, al gobierno y pedir seguridad social. Sólo que estos mendigos son multimillonarios y exigen dinero pero con amenazas.
¿Qué queda de la "apariencia de normalidad" cuando la administración republicana encabezada por un fanático del libre mercado nacionaliza importantes bancos de inversión norteamericanos? ¿O cuando el Tesoro de EEUU concede un gigantesco subsidio de aproximadamente 1 billón de dólares para hacer lo mismo? El domingo, Morgan Stanley y Goldman Sachs renunciaron a permanecer como los dos únicos bancos de inversión independientes y se convirtieron en sociedades "financieras de cartera" para conseguir ampliar el acceso a los depósitos bancarios y apoyo permanente de liquidez por parte de la Reserva Federal. La eliminación de dos de las instituciones más prestigiosas de Wall Street fue una indicación de la extrema seriedad de la crisis. La velocidad con la que Morgan Stanley se fue a Asia en busca de capital subraya lo rápidamente que la riqueza del mundo se aleja de EEUU.
El Congreso vacila y el Secretario del Tesoro norteamericano, Henry Paulson (que, en opinión de algunos comentaristas, es ahora de facto el presidente de EEUU) está furioso. Mientras tanto, los mercados continúan con su caída y nadie puede pararlos. Otro argumento que se puede escuchar insistentemente en el Congreso es: nos estás pidiendo que entreguemos todos estos miles de millones sin controles ni garantías. Aparte del hecho de que se trata de recompensar a los banqueros por su pésima gestión, ¿quién dice que esta medida tendrá el efecto de frenar la caída del mercado?
Es una pregunta excelente a la que ni Paulson ni Bush, ni nadie más, tienen respuesta. Es bastante asombroso ver a los antiguos defensores de la santidad del libre mercado rebuznar ahora por la intervención del gobierno para que salve al mercado de sí mismo. Pero están condenados por su propia lógica, que sólo es la lógica insana de la economía de libre mercado. La actual crisis financiera, que hace mucho fue pronosticada por los marxistas, es el resultado directo del largo período de especulación incontrolada que provocó la mayor burbuja de la historia.
El viernes, cuando el gobierno anunció su plan de rescate de 700.000 millones de dólares para el sector financiero los mercados se regocijaron. Pero después el ambiente se volvió en su contrario cuando el Congreso retrasó la aprobación de esta masiva limosna. Hasta el lunes, el dólar se había mantenido sorprendentemente alto a pesar del torbellino de Wall Street. Pero finalmente cayó debido a la preocupación por el coste del rescate y la frágil situación del sistema bancario norteamericano, disparando el precio de las mercancías en dólares. El dólar perdió un 2 por ciento frente a la cesta de principales divisas, el euro subió un 2,6 por ciento hasta alcanzar los 1,48 dólares.
El precio del petróleo ha adquirido un carácter febril, con violentas subidas y bajadas. Cuando el dólar se devaluó, las bolsas se hundieron y el precio del petróleo volvió a subir después de su abrupta caída previa. El lunes 22 de septiembre subió un 17 por ciento, el mayor aumento diario de su precio jamás visto antes y mayor que durante la invasión de Iraq. Pero el martes el precio del petróleo había caído de nuevo 3 dólares, a 106 dólares el barril, y existen buenas razones para esperar que los precios energéticos sigan bajando. Estos vaivenes violentos sin duda reflejan, por un lado, el movimiento del dólar y, por otro, la actividad de aquellos implicados en la especulación de mercancías. Hasta hace poco, los capitalistas especulaban en el mercado inmobiliario. Cuando este colapsó, buscaron otros sectores para explotar, cualquier otro que pudiera ser más rentable: petróleo, obras de arte, comida. A pesar de todas las quejas y exigencias de regulación, esta especulación no se puede controlar. Es como una hidra: si le cortas la cabeza aparecerán otra docena de cabezas.
Socialismo, para los ricos
Como resultado de las convulsiones económicas y sociales, muchas personas comienzan a cuestionarse la naturaleza de un sistema económico que produce este tipo de abominaciones. Cuando el mismo estado capitalista se ve obligado a nacionalizar instituciones financieras, se comienza a generalizar una idea: ¿para qué necesitamos banqueros y capitalistas privados? Por esta razón, los políticos evitan la palabra nacionalización como le ocurre al demonio con el agua bendita. A toda costa, buscan formas a través de las cuales el estado pueda proporcionar capital a los bancos y que no impliquen la nacionalización. Luchan por inventar nuevas formas de capital que dejen la propiedad y el control en manos privadas. Pero al final, se ven forzados contra su voluntad a tomar posesión de bancos enfermizos para evitar su colapso. Es una acusación irrefutable contra la propiedad privada de uno de los sectores claves de la economía.
Aunque puede parecer una paradoja, no es una coincidencia que el país donde los políticos están gritando más alto contra los pecados del mercado y la codicia de los financieros sea precisamente EEUU. La tierra de la libre empresa, el país donde la psicología del capitalismo ha echado raíces profundas entre la población, es la tierra donde probablemente se da la reacción más profunda en contra de la gran empresa. Este hecho se reflejaba en los discursos de los políticos, sobre todo los candidatos en las elecciones presidenciales. Y el candidato republicano es incluso más elocuente en su retórica que el demócrata. Esto se debe a que le gustaría ganar. McCain ve que existe una reacción contra el salario exorbitante de los consejos de administración de las grandes empresas y la escandalosa especulación de Wall Street, por eso dice lo que a la mayoría de las personas les gusta oír.
¿No resulta grotesco que los empresarios del difunto Bear Stearns amasaran fortunas mientras emprendían estrategias empresariales arriesgadas que han llevado la empresa al colapso? ¿Por qué los contribuyentes norteamericanos, la mayoría de los cuales no tan ricos, tienen que hacer frente a los 700.000 millones de dólares para el rescate de las grandes instituciones financieras? El 30 de septiembre de 2007, el gobierno federal tenía un agujero fiscal de 53 billones de dólares, equivalente a 455.000 dólares por familia y 175.000 dólares por persona. Esta carga aumenta cada año en 6.600-9.900 dólares por norteamericano. El Medicare representa 34 billones de dólares de este déficit y al fondo fiduciario relacionado con el Medicare se le acabará el dinero en diez años. Quienquiera que gane las elecciones presidenciales y quienquiera que controle el Congreso, tendrá que presidir profundos recortes de los niveles de vida. Los mismos capitalistas que han cogido miles de millones del gobierno y de la Reserva Federal están exigiendo mayor control presupuestario, recortes del gasto federal, una reforma amplia (léase reducción) del derecho a la asistencia sanitaria.
No hay dinero para el Medicare ni para escuelas o pensiones para los ancianos. Pero hay mucho dinero para los grandes bancos y ricachones. Esta flagrante contradicción está agitándose en la conciencia de millones de norteamericanos y tendrá consecuencias enormes en el futuro. La pesada carga de la deuda recaerá sobre los hombros de las venideras generaciones que pagarán el precio con caídas de los niveles de vida y recortes del gasto social. Esto inevitablemente provocará un cambio profundo de la conciencia.
Para la opinión pública norteamericana la lección no pasará desapercibida. No hay dinero para escuelas, enfermos o ancianos pero cuando se trata de las grandes empresas (y no hay mayor empresa que la banca) el Estado dispone de un cheque en blanco. Para el sufrimiento de los pobres la administración Bush sólo tiene desprecio. En la tierra de la libertad, todo ciudadano tiene el derecho a enriquecerse, si la gente insiste en ser pobre, ¡es su problema! Que muestren un poco más de iniciativa o si no que se arrastren hacia la zanja y mueran. Ese es el severo mensaje del Mesías republicano del libre mercado. Pero cuando se trata de los super-ricos, George W. Bush demuestra la más sensible preocupación. Pero ya estaba escrito antes: "Porque a cualquiera que tiene, se le dará más, y tendrá en abundancia; pero a cualquiera que no tiene, aun lo que tiene se le quitará". (Mateo 13:12).
Ya sabemos que el presidente Bush es un firme creyente en el Libro Sagrado. Pero sospechamos que sus motivos para intervenir en la crisis financiera no están totalmente relacionados con la caridad cristiana, tiene más que ver con la desesperación. La clase dominante en EEUU ve que se está abriendo bajo sus pies un abismo y se ve obligada a adoptar medidas de pánico en un intento frenético de evitar una recesión global. Por eso un fanático del libre mercado como el presidente se ve forzado a lanzar setecientos mil millones de dólares del dinero de los contribuyentes a los bancos.
Esta iniciativa extraordinaria recibió inmediatamente los aplausos del mercado, nacional e internacionalmente. El Grupo de las Siete naciones industrializadas dijo a sus miembros: "bienvenidas las extraordinarias acciones adoptadas por EEUU". Sin embargo, otras naciones dijeron que no veían la necesidad inmediata de crear sus propios fondos para comprar valores en peligro. Los capitalistas de Europa y otras partes estaban prefieren recostarse y dejar que los norteamericanos se esfuercen. Después de todo ¿no eran en primer lugar los responsables de crear este caos? La misma pregunta se hace en EEUU, en cada esquina y en el Capitolio.
El presidente inmediatamente se topó con un problema en el Congreso norteamericano. No es que los y las congresistas estén menos dispuestos a garantizar la supervivencia del capitalismo que el actual inquilino de la Casa Blanca, pero están aún más dedicados a su propia supervivencia. El problema es que sienten la creciente reacción que existe contra el capitalismo, el mercado, los banqueros, Wall Street y todas sus acciones. La inmensa donación (eso es lo que es) habla por sí sola. Significa que se cogerá del bolsillo de cada contribuyente estadounidense el equivalente a 9.400 dólares y se depositarán en las cuentas de las mismas personas que provocaron la crisis financiera. Este hecho por sí solo sirve para aclarar estupendamente las ideas de los miembros del Congreso, especialmente cuando las elecciones están a la vuelta de la esquina.
Los Demócratas han estado pidiendo una segunda ronda de medidas para recuperar la economía norteamericana, centrada en estimular el gasto en infraestructura, ayuda a costear la factura energética de los hogares y posiblemente más cheques descuento para los consumidores. Pero la administración y muchos republicanos se resisten. ¿Dinero para los banqueros? ¡Por supuesto! ¿Dinero para los norteamericanos corrientes? ¡La cuenta está al descubierto! Esto es demasiado para las almas amables del Capitolio que gastan todo su tiempo en vigilar los intereses de la nación.
El ambiente en el Congreso fue tenso, los congresistas se gritaban y casi llegan a las manos. ¿Alguien puede recordar este tipo de escenas en el Capitolio? Entonces ¿cómo hay quien no puede ver a EEUU en una situación de debacle económica? ¿Puede alguien recordar a la población norteamericana en esta situación de rebelión y furia? La razón del comportamiento de los congresistas es que sienten las llamas queman ya sus traseros.
Cualquier cosa que hagan estará equivocada. Si firman el acuerdo se ganarán el odio de millones de estadounidenses. Una mujer, entrevista la noche pasada por la televisión británica, cuando le preguntaron qué pensaba sobre el plan de rescate respondió desconsoladamente: "Acabo de salir de un turno de once horas y trabajo 60 horas semanales. ¡Ahora quieren coger 2.300 dólares de mi salario para dárselo a los banqueros!" Esta debe ser la actitud típica de millones de personas corrientes en EEUU. Pero si se niegan a firmar, provocarán una caída aún más profunda de las bolsas en EEUU y con ello la amenaza de un colapso total en las líneas de 1929. En otras palabras, estarán entre la espada y la pared.
Pesimismo de la burguesía
La burguesía sufre de ataques maniaco depresivos periódicos, pasando rápidamente del optimismo extremo al abismo de la desesperación. En ambos lados del Atlántico, donde anteriormente había "exuberancia irracional", ahora hay oscuridad y condena. Siempre fue así: la burguesía siempre se balancea entre los dos extremos del carácter maniaco depresivo. En determinado momento la fiesta está en plena efervescencia y consiguen enormes fortunas, al momento siguiente, todo se desinfla y abunda la miseria. Cuando llega finalmente el colapso es como la mañana después de una fiesta salvaje. La noche antes, la gente está feliz embriagada sin preocuparse por el mundo. Ahora, con la fría luz del día la historia es diferente. Hombres y mujeres son terriblemente conscientes de los excesos de la noche anterior, juran con solemnidad que nunca volverán a beber, y son bastante sinceros, hasta la siguiente fiesta.
El colapso ignominioso del último boom especulativo no es una excepción a la norma general. Es destacable sólo por la profundidad de la tristeza, que sólo es un reflejo de las cotas vertiginosas desde las que ahora están cayendo. Sencillamente fue el mayor boom especulativo de la historia (o burbuja). Fue mucho más grande que el boom que precedió al colapso de Wall Street. A pesar de la severidad obvia de la crisis, los economistas burgueses aún intentan confortarse con el pensamiento de que las cosas podrían haber sido mucho peores. Recientemente el Financial Times comentaba:
"La Gran Depresión comenzó hace menos de 80 años pero, para ser sinceros, estamos en un siglo diferente. Sea o no la peor crisis a la que se enfrentará el mundo entre este momento y el año 2099, lo destacable es el hecho de que no haya sucedido nada tan malo como la Gran Depresión entre los años treinta y el momento actual". Este comentario es interesante por dos cosas: las mismas personas que durante años han estado negando cualquier posibilidad de una repetición de 1929 y la Gran Depresión ahora, sin inmutarse, dicen que no sólo es posible, sino que lo destacable es que no haya ocurrido aún.
Dominique Strauss-Kahn escribe: "[...] y por qué no ha ocurrido, al menos aún, en la economía general, el comienzo de una severa recesión. Quizá fue la ausencia de esta última lo que llevó a muchos a tranquilizarse considerando el pinchazo de la burbuja inmobiliaria como una corrección, los impagos de las hipotecas subprime norteamericanas como una desgracia y el fracaso de importantes instituciones financieras como un daño colateral". (Ibíd).
La caída de los precios durante una crisis simplemente compensaba su anterior inflación, en ese sentido se puede hablar de una "corrección". Sin embargo, nosotros hace tiempo dijimos cómo los economistas burgueses han cambiado repetidamente la terminología que describe una recesión económica para que parezca algo menos serio. En determinado momento utilizaron la palabra pánico, después crisis, hasta que finalmente han llegado a corrección. Después de todo, si aceptamos los milagrosos poderes sanadores del mercado, que por arte de magia se regula sin ninguna participación humana consciente, ¿cómo se puede objetar la "autocorrección" del mercado?
Sobre este tema escribimos lo siguiente en Perspectivas Mundiales 2008:
"Se podría decir lo mismo sobre un terremoto: también se puede presentar como una ‘corrección' necesaria que simplemente reajusta la corteza terrestre. Finalmente, todo vuelve a la normalidad y la vida continúa como antes. Pero este análisis reconfortante no tiene en cuenta la terrible estela de daños provocada por el terremoto: pueblos que desaparecen, árboles arrancados, cosechas destruidas, miles de muertos y heridos. Además, la vida normal no se recupera tan fácilmente después de un terremoto. Algunos pueden ser tan devastadores y dejar tal reguero de destrucción que los efectos se sienten durante años".
Estas líneas describen con precisión las consecuencias de esta "corrección".
La dictadura del capital financiero
Nuestra época es la del capitalismo monopolista, una de las características es el dominio completo del capital financiero. Este dominio en EEUU y Gran Bretaña ha llegado más lejos que en cualquier otro país importante. Gran Bretaña, el antiguo taller del mundo, se ha transformado en una economía rentista parasitaria que produce muy poco y está dominada por las finanzas y los servicios. Hasta hace muy poco esto representaba algo positivo que podía proteger a Gran Bretaña frente a la turbulencia de la economía mundial. Pero se ha convertido en su contrario. Al seguir de manera servil el modelo norteamericano, Gran Bretaña se ha visto arrastrada hacia la recesión siguiendo los pasos de EEUU y probablemente se verá peor afectada. Como un gusano parásito, engorda a costa del resto del organismo anfitrión, el sector financiero se ha hecho demasiado grande con relación a la economía, minando su fortaleza y amenazado con socavarlo completamente.
Es una proposición elemental que todo lo que sube debe bajar. Durante años la economía norteamericana parecía desafiar las leyes de la gravedad económica. Ahora debe pagar el precio. La caída ha llegado, y es más abrupta por la altura vertiginosa que alcanzó debido a la especulación en el sector inmobiliario durante el período que la precedió. Ya es mucho más intensa que la caída de los precios inmobiliarios en la Gran Depresión. En el primer trimestre de 2008 los precios inmobiliarios en EEUU cayeron oficialmente un 14,1 por ciento. Por contraste, en 1932, en el momento bajo de la depresión, los precios inmobiliarios cayeron un 10,5 por ciento. Además, estas cifras no reflejan la seriedad real de la situación. Algunos economistas sitúan la cifra de la caída de los precios inmobiliarios durante el primer trimestre en el 16 por ciento en términos reales. Y la caída de los precios inmobiliarios está lejos de haber terminado.
Esto significa que las enormes sumas de dinero que van a regalar a los banqueros no tendrán el efecto de detener la caída, o en el mejor de los casos pueden sólo tener un respiro temporal antes de nuevas y más profundas caídas. Esta es la lógica del mercado que no obedece a ninguna ley excepto a él mismo. Los supuestos planes de estabilización no son nada parecido. Todo lo que se habla de regular los mercados es una estupidez. El sistema capitalista es anárquico por naturaleza. No se puede planificar ni regular. El intento de estabilizar el sector financiero inyectando grandes cantidades de efectivo sólo conseguirá enriquecer aún más a los ya mega-ricos. Pero no tendrá un efecto duradero sobre el mercado.
La insolencia de los banqueros es bastante asombrosa. Exigen al gobierno que compre sus deudas malas, mientras ellos se quedan con los valores rentables. Nadie sabe cuál es el valor real de estos activos. Un viejo refrán dice que nunca se puede comprar a ciegas. Es un consejo acertado, pero se espera que el gobierno entregue una inmensa cantidad de dinero a la burguesía sin mirar lo que hay en el paquete. La crisis del sistema bancario es el resultado de una estafa masiva en la que todos los banqueros han participado alegremente durante las últimas dos décadas. Se han hecho fabulosamente ricos pero ahora han dejado una enorme cantidad de deuda y capital ficticio en los libros de cuentas de las instituciones financieras. ¿Cómo resolver este pequeño problema? ¡Fácil! Pasar la factura al contribuyente. El gobierno crea una agencia para comprar estos valores y los mantiene hasta que "maduren" y se puedan vender al sector privado. Esto significa nacionalizar las pérdidas y privatizar los beneficios o, por utilizar una maravillosa expresión de Gore Vidal, socialismo para el rico y economía de libre mercado para el pobre.
Los capitalistas pretenden que también ellos están haciendo sacrificios, pero lo que quieren decir es que sacrifican unos pocos de sus inflados beneficios, mientras que los trabajadores sacrifican su vida y casa. Los banqueros gritan con dolor y los gobiernos corren con un cheque en blanco en sus manos. Esto se conoce como "provisión de liquidez". El problema es que el Estado no posee liquidez alguna. Sólo puede conseguir el dinero de los contribuyentes. Pero los impuestos reducen la demanda, algo que ya está cayendo en EEUU. Esto podría temporalmente aliviar el "sufrimiento" de los super-ricos, pero sólo a costa de incrementar el sufrimiento de millones de estadounidenses corrientes. Eso, en sí mismo, no sería nada preocupante, por supuesto, ya que el destino de todos los norteamericanos patriotas es sufrir por la gran causa del mercado. Desgraciadamente, esto tendrá efectos más serios en la economía.
Un nuevo recorte de la demanda aumentará el desempleo. Las empresas entrarán en bancarrota. Más personas no podrán pagar sus hipotecas y deudas de la tarjeta de crédito, profundizará la crisis y será más difícil de resolver. Además, EEUU es los años recientes ha pasado de ser la nación acreedora más grande del mundo a ser el mayor deudor mundial. La compra por parte del gobierno de valores sin valor e inyecciones de capital en las instituciones financieras aumentará enormemente este endeudamiento colectivo. Provocarán una nueva caída del valor del dólar con relación a otras monedas y esta situación consiguientemente causará más convulsiones en los mercados monetarios mundiales.
Los bancos centrales se supone que deben evitar vigilar a los bancos e instituciones financieras para garantizar a los depositarios que sus depósitos bancarios están a salvo, y proporcionar la liquidez en las instituciones financieras frente a daños colaterales. Pero los recursos de los bancos centrales tienen un límite y se está alcanzado muy rápidamente. Probablemente ya han hecho más de lo que podían hacer. En el caso de una nueva crisis bancaria no podrán hacer nada. Como nadie tiene la más mínima idea de a cuánto ascienden las deudas malas que están envenenando el sistema financiero mundial, esta crisis en el próximo período es inevitable. Más pronto que tarde terminará en el colapso de uno u otro de los bancos importantes, que puede provocar una conmoción letal en toda la economía mundial, como ocurrió con el colapso del banco austriaco más grande, el Kredit-Anstalt, en mayo de 1931. Esto sucedió dos años y medio después del crack de Wall Street en EEUU y marcó el principio del colapso financiero de Europa Central y después más allá. Es totalmente posible que veamos algo similar en el próximo período.
Marx sobre el capital ficticio
La escasez de dinero no es la causa de la crisis, al contrario, la crisis es la que provoca escasez de dinero. Los economistas burgueses, con su mentalidad de banqueros, confunden la causa con el efecto, la apariencia con la esencia. Cuando la economía entra en crisis, el crédito se agota y la gente exige en su lugar dinero en metálico. Este es el efecto de la crisis, pero a su vez se convierte en causa, reduciendo la demanda y creando una espiral descendente.
Los banqueros y sus amigos en el gobierno insisten en que la causa de la crisis es que el sistema financiero tenía demasiado poco capital. Es una declaración asombrosa. Durante las últimas dos décadas se ha visto un enorme carnaval rentable donde los bancos han conseguido ingentes beneficios. ¡Ahora dicen que no tienen suficiente capital! En realidad, durante el boom hubo en circulación una enorme cantidad de préstamos y esta superabundancia de capital demostraba por sí misma los límites de la producción capitalista. Había enormes sumas de capital disponible para la especulación que no podían encontrar una salida y la burguesía tuvo que encontrar otra forma de utilizarlo.
Marx señaló hace mucho tiempo que el ideal de la burguesía era hacer dinero del dinero, sin tener que pasar por el proceso doloroso de la producción. En el último período parecía que habían conseguido esta idea (excepto en China donde sí ha habido un desarrollo real de las fuerzas productivas). En EEUU, Gran Bretaña, España, Irlanda y en muchos otros países, los bancos invirtieron billones en especulación, sobre todo en el sector inmobiliario. Este se basó en el escándalo de las hipotecas subprime y floreció, generando cantidades inimaginables de capital ficticio.
Ya en la época de Marx existían grandes cantidades de capital circulando, este es capital que forma la base del capital ficticio. En aquella época también hubo estafas crediticias, el equivalente a los actuales derivados. Sin embargo, cuando se compara con la situación actual palidece todo el significado de especulación. La cantidad total de especulación a escala global es pasmosa. Tomemos sólo un ejemplo: los credit default swap. Este mercado permite que dos partes apuesten sobre la probabilidad de que una empresa incumpla el pago de su deuda. Ha pasado a 90 billones de dólares las cantidades ficticias aseguradas. Es decir, probablemente más que el doble del crédito pendiente de pago en el mundo. Pero los contratos no están anotados en ninguna parte excepto en los libros de los socios. Nadie sabe el volumen real de la transacción, por lo tanto, eso expone a la economía mundial a un enorme riesgo. Eso explica el pánico en Wall Street y en la Casa Blanca. Temen, correctamente, que cualquier vaivén severo pueda derribar todo el edificio inestable de las finanzas internacionales, con consecuencias difíciles de prever.
Incluso en el siglo XIX, en la cima del boom, cuando el crédito era fácil y la confianza aumentaba, la mayoría de las transacciones se hacían sin ningún dinero real. Al principio de cada ciclo hay abundancia de capital y los tipos de interés son bajos. El tipo de interés bajo estimula los beneficios de las empresas en el primer momento del ciclo y anima el crecimiento. Más tarde el tipo de interés alcanza su nivel medio en el momento álgido de prosperidad. Aumenta la demanda de crédito y por tanto los tipos de interés en el pico de un boom deberían subir, pero en el último boom no ha ocurrido así.
En los años recientes la Reserva Federal ha aplicado una política de mantener deliberadamente bajos los tipos de interés (en una etapa fueron incluso negativos en términos reales, considerando el nivel de inflación). Se trataba de una irresponsabilidad desde un punto de vista capitalista. Creó una burbuja inmobiliaria y de este modo se pusieron las bases para la crisis actual. Pero en la medida que se conseguían grandes beneficios y los inversores estaban felices a nadie le importaba. Todos se unieron contentos a este loco carnaval de rentabilidad. Los banqueros más respetables y los economistas más doctos unieron sus manos y bailaron al coro de: "Come, bebe y se feliz, ¡mañana estaremos muertos!"
La razón por la que ahora se quejan de que no tienen un capital insuficiente es porque una gran parte de sus activos son ficticios, el resultado de una estafa sin precedentes en todo el sector financiero. Mientras el boom continuaba a nadie le importaba. Pero ahora que el boom se ha terminado, todos estos activos están bajo sospecha. Los banqueros, que ayer estaban dispuestos a comprar grandes cantidades de deuda de los demás, ya no están dispuestos a hacerlo. La desconfianza y la sospecha se han generalizado. El viejo optimismo acomodadizo se ha sustituido por una actitud tacaña a la hora de prestar y tomar prestado. Todo el sistema bancario, del que depende la circulación de capital, está a punto de paralizarse.
A menos y hasta que los malos activos sean eliminados, muchas instituciones carecerán del capital necesario para extender el crédito fresco en la economía. Marx hace mucho que describió esta etapa del ciclo:
"La convertibilidad de las letras de cambio sustituye a la metamorfosis directa de las mercancías, tanto más cuanto que precisamente en estos períodos aumenta el número de las casas comerciales que trabaja simplemente a crédito. Y una legislación bancaria ignorante y al revés, como la de 1844-45, puede contribuir a acentuar todavía más la crisis.
"En un sistema de producción en que toda la trama del proceso de reproducción descansa sobre el crédito, cuando éste cesa repentinamente y sólo se admiten los pagos al contado, tiene que producirse inmediatamente una crisis, una demanda violenta y en tropel de medios de pago. Por eso, a primera vista, la crisis aparece como una simple crisis de crédito y de dinero. Y en realidad, sólo se trata de la convertibilidad de las letras de cambio en dinero. Pero estas letras representan en su mayoría compras y ventas reales, las cuales, al sentir la necesidad de extenderse ampliamente, acaban sirviendo de base a toda la crisis. Pero, al lado de esto, hay una masa inmensa de estas letras que sólo representan negocios de especulación, que ahora se ponen al desnudo y explotan como pompas de jabón; además, especulaciones montadas sobre capitales ajenos, pero fracasadas; finalmente, capitales-mercancías depreciadas o incluso invendibles o un reflujo de capital ya irrealizable. Y todo este sistema artificial de extensión violenta del proceso de reproducción no puede remediarse, naturalmente, por el hecho de que un banco, el Banco de Inglaterra, por ejemplo, entregue a los especuladores, con sus billetes, el capital que les falta y compre todas las mercancías depreciadas por sus antiguos valores nominales. Por lo demás, aquí todo aparece al revés, pues en este mundo hecho de papel no se revelan nunca el precio real y sus factores, sino solamente barras, dinero metálico, billetes de banco, letras de cambio, títulos y valores. Y esta inversión se pone de manifiesto sobre todo en los centros de que se condensa todo el negocio de dinero del país, como ocurre en Londres; todo el proceso aparece como algo inexplicable, menos ya en los centros mismos de producción". (Carlos Marx. El Capital. Volumen III. Capítulo XXX. Capital dinero y capital efectivo).
Los capitalistas deben sacar todo este capital ficticio del sistema. Como un hombre cuyo cuerpo ha sido envenenado o un drogadicto que lucha contra los efectos de su adicción, deben expulsar el veneno del organismo o perecerán. Pero es un proceso doloroso y crea nuevos peligros para el organismo. Cuando el sistema se reduce y el crédito se agota, los capitalistas retiran de circulación sus deudas. Aquellos que no pueden pagar entrarán en bancarrota. Como resultado crece el desempleo y esto, a su vez, reduce la demanda, provocando nuevas bancarrotas y nuevas deudas que no se pueden pagar. De esta manera, todos los factores que impulsaron la economía hacia adelante durante el último período se vuelven en su contrario.
Bancarrota de la economía burguesa
Los economistas se aferran insistentemente a la vieja ilusión de que era imposible una recesión mundial, que habían aprendido las lecciones del pasado (como un borracho aprende la lección después de la resaca). Decían que la crisis financiera se limitaría sólo a EEUU, que la economía norteamericana de alguna manera se "desacoplaría" del resto del mundo (así contradecían todo lo que antes habían dicho sobre la globalización), que Europa y China se convertirían en las nuevas fuerzas motrices de la economía mundial y así otras cosas por el estilo.
¡Qué vacíos suenan hoy estos argumentos! Los precios de los bienes raíces están cayendo globalmente. La economía global se está desacelerando. Las economías europeas ya están apreciablemente desaceleradas y, con la inevitabilidad de nuevos fracasos bancarios y la escasez de capital disponible y crédito, este proceso continuará. Es verdad que las llamadas economías emergentes han continuado su crecimiento, pero es impensable que puedan permanecer apartadas de la crisis general cuando la afluencia de capital se agota y los precios de las mercancías retroceden. Por supuesto, este proceso tardará un tiempo y será desigual. Algunos países entrarán más pronto en crisis, otros más tarde. Pero al final, todos se verán arrastrados.
Es indiferente en qué país comience la crisis, lo principal es que en las condiciones modernas ésta pasará de un país y continente a otro. En este caso comenzó en EEUU, que es el país que había llevado hasta su máximo extremo la manía crediticia. Pero poco después, y contra todos los pronósticos de los economistas, se extendió a Irlanda, España, Gran Bretaña y a toda Europa. Sus repercusiones alcanzarán a América Latina, Asia y África. Un país detrás de otro caerá como si se tratara de un dominó. China no escapará aunque por el momento sigue avanzando.
En una crisis los capitalistas están obligados a recurrir a medidas extraordinarias para acaparar una parte del mercado mermado. Recurren a la venta con descuento, al dumping y otros métodos para socavar a sus competidores. Con eso, agravan la crisis porque fomentan una espiral deflacionaria descendente. La gente retrasa sus comprar a la espera de precios más bajos y de esta manera empujan los precios aún más a la baja. Vemos este fenómeno más claramente en el mercado inmobiliario.
El contagio se extiende como una epidemia incontrolada de un país a otro. Será evidente que cada país ha sobre-exportado (es decir, sobreproducido) y también sobre-importado (sobre-comerciado). (Ver El Capital. Volumen 3. p. 481. En la edición inglesa). Será evidente que cada uno de ellos ha estirado el crédito demasiado y avivado las llamas de la inflación y la especulación, que ahora deben extinguirse, no importa a qué costa. Es decir, no es cuestión de este o ese país, de este o ese banco, de este o ese especulador individual, sino del propio sistema. Es verdad que ninguna recesión dura eternamente. A largo plazo, se alcanzará un nuevo equilibrio, los precios se estabilizarán, se restaurará la rentabilidad y comenzará un nuevo ciclo. Pero no hay ningún síntoma de esto a la vista. La crisis aún no ha terminado, apenas acaba de comenzar. Nadie sabe cuándo terminará. Y, de cualquier manera, como dijo Keynes, "a largo plazo todos estaremos muertos".
Es fácil ser sabio después que han pasado los acontecimientos. Los economistas burgueses son excelentes pronosticando las cosas cuando ya han ocurrido. En este aspecto se parecen a los autores de Viejo Testamento que pronosticaban con una precisión infalible acontecimientos históricos que habían ocurrido varios cientos de años antes. La gente crédula como los testigos de Jehová están muy impresionados por ello, lo citan como una prueba de la inspiración divina de la Biblia. Otros, de una persuasión más escéptica y científica, dan la bienvenida a estas "predicciones" con grandes carcajadas. Las mismas personas que ridiculizaban a los marxistas y nos aseguraban que no habría ya crisis, ahora gimen y agitan las manos. Nos dicen que es la crisis más profunda desde los años treinta, y esperan que nadie se dé cuenta de la flagrante contradicción entre esto y lo que decían sólo ayer.
La realidad es la siguiente: que durante los últimos veinte o treinta años los economistas burgueses no han comprendido nada, no han anticipado ni previsto nada. Han sido incapaces de pronosticar los booms ni las recesiones. Han pasado décadas intentando convencernos de que el ciclo económico había desaparecido, que el desempleo de masas era algo del pasado, que el monstruo de la inflación se había domesticado, y así otras cosas por el estilo. Todos los políticos reformistas, naturalmente, aceptaban este sinsentido como una moneda buena. El Gran Bretaña, Gordon Brown alardeaba: "El ciclo de boom y recesión ha desaparecido". Ahora ha tenido que tragarse sus palabras porque la economía británica se desliza hacia la recesión. Todo esto demuestra que la economía burguesa no es adecuada para nada excepto para justificar un sistema degenerado y en bancarrota.
Lo que nosotros pronosticamos
Comparemos las perspectivas de los marxistas con las que trazó la burguesía. En contraste con los economistas burgueses que cometieron el grave error de creer su propia propaganda, la corriente marxista explicó la realidad de la situación en el documento Al final de la navaja: perspectivas para la economía mundial¸ escrito en 1999, escribimos lo siguiente:
"En el pasado se decía que el papel de la Fed era llevar el cuenco de ponche cuando la fiesta estaba en pleno apogeo. Pero ya no es este el caso. Mientras públicamente hablan de cara a la galería de fidelidad y austeridad, Alan Greenspan tolera la formación de la mayor orgía de especulación financiera de la historia, aunque debería ser consciente de los peligros que ello implica. Es como el emperador Nerón, que se divertía mientras Roma se quemaba. En realidad, subiendo los tipos de interés un miserable cuarto de punto, ha echado más leña al fuego de la especulación bursátil. De esta forma, el viejo dicho de ‘a quién los dioses desean destruir, primero le vuelven loco' es totalmente correcto".
Y seguimos leyendo:
"Las barreras fundamentales para el desarrollo de las fuerzas productivas en la época moderna son la propiedad privada de los medios de producción y el Estado nacional. Sin embargo, durante un tiempo el sistema pudo superar parcialmente estas barreras por una serie de medios, como el desarrollo del comercio mundial y la expansión del crédito. Hace tiempo Marx explicó el papel del crédito en el sistema capitalista. Es un medio a través del cual el mercado puede ir más allá de sus límites normales. En el mismo sentido la expansión del comercio mundial puede proporcionar una salida durante un tiempo, a costa de preparar una crisis catastrófica aún mayor en el futuro:
"'La producción capitalista está ocupada constantemente en el intento de superar sus barreras innatas, pero superarlas por medios que luego harán que estas mismas barreras adquieran un tamaño formidable. La barrera real de la producción capitalista es el propio capital'" (El Capital, vol. 3).
"El circuito de la producción capitalista depende entre otras cosas del crédito. La solvencia de un eslabón de la cadena depende de la solvencia del otro. La cadena se puede romper por numerosos puntos. Más pronto o más tarde, el crédito debe saldarse en efectivo. Con demasiada frecuencia aquellos que se endeudan durante el proceso de auge capitalista se olvidan de este hecho. En la primera fase de expansión capitalista, el crédito actúa como un estímulo de la producción: ‘el desarrollo del proceso productivo se alarga por el crédito, y éste conduce a una extensión de las operaciones comerciales o industriales' (El Capital, vol. 3).
"Ésta es sólo una cara de la moneda. La rápida expansión del crédito y la deuda empuja el mercado más allá de sus límites normales, pero en un cierto momento esto vuelve a su posición original. Durante el boom el crédito parece no tener límites, como el Cuerno de la Abundancia de la antigua mitología griega. Pero tan pronto como aparece la crisis la ilusión se desvanece. Los reembolsos se retrasan, las mercancías no se venden en los mercados ya abarrotados y los precios caen. El desarrollo del mercado mundial no altera este proceso fundamental, salvo en que cuando se manifiesta lo hace con un alcance inmensamente mayor. La acumulación de deudas en última instancia hace más profunda y más prolongada la crisis de lo que hubiera sido de otra forma. La reciente historia de Japón es más que suficiente para confirmar esto. Después de una década de boom, caracterizada por el aumento rápido de los precios de los activos y las acciones, la burbuja estalló finalmente debido a un marcado aumento de los tipos de interés. La situación fue muy similar a la de EEUU en la actualidad. El 25 de diciembre de 1989, el Banco de Japón subió los tipos de interés causando una profunda caída de la Bolsa, pero como los precios de la tierra aún continuaban subiendo fue necesario una nueva subida de los tipos de interés. En total los tipos subieron un 6% y a final de año los precios de las acciones cayeron al 40%. A pesar de todo el Banco de Japón mantuvo los tipos de interés elevados, medida entonces alabada por los economistas, que destacaron el prudente manejo de la economía por parte de la entidad japonesa. El resultado fue prolongar la recesión durante una década.
"Con la globalización y la abolición de las restricciones al crédito y las transacciones financieras, el alcance de la expansión nunca antes fue tan grande, ni tuvo el potencial para un crash a escala mundial. Sin embargo la crisis no se origina por el capital ficticio, por las estafas de la Bolsa y el uso excesivo del crédito. Marx lo explica en el tercer volumen de El Capital:
"'También ignoramos estas falsas transacciones y especulaciones que favorece el sistema crediticio. Una crisis sólo se puede explicar como resultado de una desproporción en la producción entre el consumo de los capitalistas y su acumulación. La sustitución del capital invertido en producción depende en gran medida del poder de consumo de las clases no productivas; mientras, el poder de consumo de los trabajadores está limitado, en parte por las leyes salariales, en parte por el hecho de que son utilizados en la medida que son rentables para la clase capitalista. La razón última para todas las crisis reside en la pobreza y el consumo restringido de las masas frente al vigor de la producción capitalista en desarrollar las fuerzas productivas como si existiera sólo un poder de compra absoluto de la sociedad y éste fuera su límite'" (El Capital, vol. 3)
"La expansión del comercio mundial y la apertura de nuevos mercados en Asia también proporcionaron un estímulo temporal, pero sólo a costa de provocar un colapso incluso mayor". (Fundación Federico Engels. Marxismo Hoy. Nº 7)
Estas líneas fueron escritas hace casi una década, cuando la aplastante mayoría de los economistas burgueses aún negaban la posibilidad de una recesión mundial. Así que tenemos todo el derecho a preguntar: ¿Quién comprendió mejor los procesos de la economía mundial y quién hizo predicciones correctas? ¿Los economistas burgueses o los marxistas?
¿Puede China salvar al mundo?
Hay un viejo refrán que dice que un hombre ahogándose se agarra a una paja. La burguesía y sus apologistas, alarmados por la profundidad de la crisis, buscan alrededor una paja que les salve de hundirse más. Hasta hace poco sus esperanzas descansaban en Asia, China en particular. Pero la economía china ahora está empotrada firmemente al mercado mundial y reflejará toda su volatilidad. Un reciente artículo de Geoff Dyer en el Financial Times llevaba el elocuente título: La carga de Pekín. Una desaceleración de China es un mal agüero para la economía mundial.
A pesar de la recesión en EEUU, las exportaciones han continuado creciendo con fuerza, expandiéndose un 22 por ciento durante los primeros ocho meses de 2008. Parte de la explicación es que las empresas chinas han seguido encontrando nuevos mercados para sus productos en otras economías en desarrollo que experimentan un auge económico. Pero esto sólo retrasa lo inevitable. Después de la crisis en Wall Street y el estancamiento en Europa y Japón, los inversores comienzan a preguntarse si China podría entrar también en crisis. Después de cinco años de rápido crecimiento, la economía china muestra incluso ahora claramente una desaceleración. Una tasa de crecimiento inferior al ocho por ciento tendría grandes implicaciones para China y la economía global. Los economistas también están preocupados por el sector bancario en China.
Ya hay síntomas de problemas en el mercado exportador. La industria de prendas de vestir en Guangdong sufre una intensa tensión. Según las estadísticas provinciales, las exportaciones de prendas de vestir y accesorios de enero a julio cayeron un 31 por ciento respecto al mismo período del año pasado, a 13.300 millones de dólares. Las exportaciones de productos plásticos, juguetes y lámparas también están estancadas o descendiendo. Esto ha coincidido con una demanda débil de EEUU, donde las ventas al por menor cayeron en julio y de nuevo en agosto. El crecimiento global de las exportaciones de Guangdong a EEUU cayó al 6,3 por ciento durante los primeros siete meses de este año. Eso no puede ser una coincidencia.
Un euro fuerte y un 27 por ciento de aumento de las exportaciones de Guangdong a Europa han compensado un dólar débil y el hundimiento del mercado norteamericano. Pero ahora es evidente la profunda y creciente contracción en Europa, que también es uno de los mercados más grandes de China. Esto finalmente tendrá un impacto sobre las exportaciones chinas. "Esto podría ser la calma que precede a la tormenta", dice Stephen Green, un economista de Standard Chartered de Shanghái.
Son cada vez mayores las preocupaciones por el mercado inmobiliario, que ha sido uno de los principales componentes del boom de inversión de la economía china durante los últimos años. Las ventas han caído y la superficie en construcción cayó en agosto, mientras que la producción de acero, cemento y aires acondicionados fue plana o bajó en ese mes, otro síntoma de actividad débil. Los analistas dicen que las hipotecas aprobadas también han caído profundamente en los últimos meses. "Creemos que la probabilidad de un desastre del sector inmobiliario en China es elevada", dice Jerry Lou, un analista de Morgan Stanley en Shanghai.
Si el mercado inmobiliario cae a lo largo del próximo año eso tendrá serias consecuencias para el sector bancario. Si el crecimiento del producto nacional bruto cae muy por debajo del 8 por ciento el próximo año, eso causaría una caída aún más profunda de los precios inmobiliarios, acompañada de un colapso de la inversión en el sector privado. Las consecuencias sociales y políticas serían considerables.
Hay signos de advertencia en otras partes de la economía. El crack en el mercado bursátil ha tenido un efecto negativo sobre la confianza del consumidor. Este año ha caído mucho la tasa de aumento de los ingresos urbanos. Las ventas de automóviles han caído el mes pasado un 6 por ciento y los viajes en avión también han sido bastante más bajos este verano. Gome, el vendedor al por menor de electrónica más grande del país, dijo que las ventas por metro cuadro en sus tiendas han caído un 3 por ciento en el segundo trimestre.
El gobierno ha bajado los tipos de interés, eso indica que teme una crisis. Sin embargo, su margen de maniobra en la política monetaria es limitado por el miedo a que reaparezca la inflación, ésta alcanzó su tasa máxima de un 8,7 por ciento en febrero, antes de que cayera al 4,9 por ciento en agosto. Zhou Xiaochuan, jefe del banco central, dijo este mes: "La inflación en realidad se ha desacelerado durante los últimos meses, pero no podemos relajarnos porque la tasa puede rebrotar".
Una recesión en China, o incluso una desaceleración seria del crecimiento, tendría un efecto muy serio sobre el mercado mundial, comenzando con los países productores de mercancías en África, Oriente Medio y América Latina. Los precios del cobre, por ejemplo, han caído un 23 por ciento en los dos últimos meses, en parte debido a los temores sobre el consumo chino del metal, que ha caído más de la mitad este año.
Vividores y especuladores
Existe furia y hostilidad crecientes hacia "le mercado", es decir, hacia el capitalismo. Como reacción a este ambiente, políticos burgueses como Alec Salmond del Partido Nacional Escocés, intenta dirigir la rabia de la opinión pública fuera del propio capitalismo y hacia un sector específico de la clase capitalista, los "vividores y especuladores" de las altas finanzas.
De repente, se ha puesto de moda entre los políticos condenar a estos misteriosos individuos que se han sentado sobre venerables instituciones como el Banco de Escocia. Esta respetable entidad, nos dicen, ha estado presente durante trescientos años y ha sobrevivido a la Guerras Napoleónicas, al crack de Wall Street y a la primera y segunda guerra mundial, sólo para ser destruido por una banda de tiburones codiciosos con trajes de diseño y gafas oscuras. Este tipo de "explicación" no dice nada en absoluto. ¿Cómo un pequeño número de ávidos individuos posee un poder tan fenomenal? ¿Quiénes son estas personas? ¿Cuáles son sus nombres? ¿Dónde viven? Nadie lo sabe. Pero siempre es útil en una crisis poder culpar a alguien y si este alguien es perfectamente anónimo e ilocalizable, pues mucho mejor.
Repentinamente, estos "vividores y especuladores" comienzan a jugar en la economía el mismo papel que al Qaeda juega en la política internacional. En realidad, todos los banqueros y capitalistas son vividores y especuladores. Debe ser porque el sistema capitalista se basa en ser un vividor y en la especulación. También se basa en la concupiscencia. Negar la concupiscencia es negar el funcionamiento de la economía mundial, que se basa en el beneficio, es decir, la concupiscencia. La codicia de beneficio es lo que, en última instancia, mueve el sistema capitalista y ha sido la fuerza motriz desde su nacimiento. Sí, ¡pero se han vuelto demasiado codiciosos y ganan demasiado! Eso es lo que David Walker, presidente y ejecutivo jefe de la Peter G. Peterson Foundation y antiguo auditor general de EEUU tiene que decir:
"¿Hay lecciones en la crisis de las subprime? La respuesta es sí. Las medidas que ha adoptado el gobierno recientemente no consiguieron establecer una estructura reguladora efectiva con relación a las hipotecas, derivados y otros valores. La codicia es rampante. Fannie Mae y Freddie Mac de su misión original pasaron a centrarse en la conquista personal y el beneficio más que en su propósito público. Los lobbies de Wall Street facilitaron la relajación sobre la presión de Fannie Mae y Freddie Mac". (Financial Times. 22/9/2008).
Esto es perfectamente cierto. Mientras que los trabajadores cobran de acuerdo con los resultados, los empresarios se pagan unas cantidades obscenas independientemente de los resultados. Cuando una empresa lo hace bien los trabajadores pueden conseguir algo más de salarios o primas, pero los empresarios cobran millones en dádivas. Cuando una empresa va mal, los trabajadores no cobran nada, pero los empresarios aún cobran generosamente. Y cuando la empresa entra en bancarrota, los trabajadores son despedidos con poca o ninguna compensación (a menudo sin ni quiera pensión), mientras que los empresarios que han arruinado la empresa se van con un extravagante apretón de manos.
Estos hechos son bien conocidos. Durante años los trabajadores han estado murmurando entre dientes por la injusticia y la desigualdad. La economía avanzaba y el mercado parecía dar resultados para todos (aunque muy desiguales), la opinión pública estaba sometida a un coro ensordecedor en los periódicos y la televisión, y los políticos de cada partido eran unánimes, aceptaban como bueno el argumento de que "lo que era bueno para los ‘creadores de riqueza' (empresarios) es bueno para mí".
La estupidez de Brown
A este lado del Atlántico los procesos que vemos en EEUU se reproducen, pero sólo en la forma de una caricatura torpe y patética. En la conferencia del Partido Laborista, Gordon Brown gimió sobre la "irresponsabilidad" de la City y dijo que las primas, en algunos aspectos, eran "inaceptables". Alistair Darling, ministro de economía, se hizo eco de los comentarios del primer ministro. Pero sus "ataques" parecían los de un hombre golpeando a un rinoceronte con un plumero. Comparado con los comentarios mordaces de John McCain y Barack Obama sobre Wall Street parecen muy débiles.
Las medias tintas de Brown y Darling en el congreso del Partido Laborista indican que han pasado mucho tiempo arrastrándose por la City londinense que ahora ya no son capaces de enderezar la espalda. En una situación donde cientos de miles de trabajadores de repente están amenazados con perder sus empleos, sus casas y ahorros, incluso el reformista menos ingenioso sería capaz de darse cuenta de que una denuncia de las estafas y la codicia de los banqueros sería inmensamente popular. Es una prueba de la total bancarrota y la estupidez de estos presuntos líderes laboristas que no son capaces de adoptar los ataques demagógicos de las grandes empresas que han sí han hecho Obama y McCain.
Ni siquiera son tan radicales como la Iglesia de Inglaterra, las dos figuras más veteranas han condenado las prácticas corruptas de los tratantes financieros. En un artículo aparecido en The Spectator, el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, atacó las "transacciones en papel sin resultado concreto más allá del beneficio para sus negociantes". Según él cuando este comercio empezó a ir mal, provocó un "daño real y devastador".
Williams llamó la atención sobre el comercio de deudas de la industria financiera, que ha dicho se hizo "sin responsabilidad... siendo el motor de una conquista financiera astronómica para muchos en los últimos años". Dijo que la crisis financiera actual "demuestra el elemento de irrealidad básica en la situación, la realidad que se ha generado una riqueza casi inimaginable a niveles igualmente inimaginables de ficción, transacciones en papel sin un resultado concreto más allá del beneficio para los comerciantes". El arzobispo continuaba: "Dado que el riesgo para la estabilidad social general en estos procesos ha demostrado ser enorme, no es útil pretender que el mundo financiero puede mantener indefinidamente el grado de inmunidad y la desregulación del que ha disfrutado". (El énfasis es mío).
Aquí tenemos la esencia de la cuestión. Los representantes del capitalismo (incluidos los religiosos) pueden sentir como la tierra tiembla bajo sus pies. Temen las consecuencias sociales y políticas de la crisis, que representan un riesgo enorme para la estabilidad social, apelan al gobierno y a los empresarios para que hagan algo antes de que sea demasiado tarde. ¿Pero cuál es el propósito de Williams? Dice que "desentumecer el régimen financiero" es a veces necesario para impulsar la empresa y crear riqueza que permita "sacar a poblaciones enteras de la pobreza". Es una noble aspiración, y algo que es totalmente imposible conseguir sobre esta tierra pecaminosa.
Incluso más mordaz ha sido su colega Sentamu, el arzobispo de York. Lloyds TSB, un importante banco británico, había anunciado la semana anterior que había aceptado adquirir HBOS por 12.200 millones de libras después de que sus acciones se hundieran. Desde la adquisición, los comentaristas han criticado a los que vendieron las acciones prestadas por debajo de su precio actual, consiguiendo que los precios cayeran más antes de que las compraran.
Sentamu dijo lo siguiente en una cena anual de la Workshipful Company of International Bankers: "Nos encontramos en un sistema de mercado que parece haber tomado sus reglas de comercio de Alicia en el país de las maravillas". Y continuaba: "Para un espectador como yo, aquellos que deliberadamente han conseguido 190 millones de libras vendiendo por debajo de su precio las acciones de HBOS, a pesar de su fuerte base de capital, y que lo han arrojado en brazos de Lloyds TSB, son claramente ladrones de bancos y fraccionadores de valores".
Este lenguaje tan fuerte procedente de un hombre de Dios fue totalmente inesperado y sin duda tuvo un efecto desafortunado en la digestión de los que cenaban en la Workshipful Company. Los banqueros allí reunidos tampoco quedaron muy contentos al escuchar los comentarios del arzobispo sobre el plan del Tesoro norteamericano de dedicar 700.000 millones de dólares a comprar la deuda mala que tienen los bancos y otras instituciones financieras.
El arzobispo habló de la necesidad de sistemas financieros estables si se quería erradicar la pobreza pero añadió: "Una de las ironías de esta crisis financiera es que ha demostrado que adoptar medidas contra la pobreza es totalmente asequible. Costaría 5.000 millones de dólares salvar la vida de seis millones de niños. Los líderes mundiales podrían encontrar 140 veces esa cantidad en el sistema bancario en una semana. ¿Cómo pueden decirnos que la ayuda para los más pobres es demasiado cara?"
Cuando escribí este artículo, los líderes mundiales se reunían en EEUU para marcar un avance en los Objetivos de Desarrollo del Milenio, una serie de objetivo destinados a reducir la pobreza global y mejorar los niveles de vida para el año 2015. Podría depositar mi fe en el Señor y esperar que las duras amonestaciones del arzobispo hayan tenido el efecto deseado, pero toda la experiencia nos lleva a dudar de que ese sea el caso.
Incluso The Financial Times observaba:
"Incluso en tiempos de boom, pocas personas ríen calurosamente cuando contrastan sus modestos ingresos con las enormes primas de unos pocos afortunados.
"Sencillamente la envidia ahora se vuelve furia justificable, primero ante el daño que el caos financiero a infligido a los inocentes y ahora la serie de cheques en blanco de los contribuyentes que se extienden a estas entidades. La reacción en cadena está en marcha. Merece la pena distinguir las primas excesivas de los salarios y que son las que fomentan la imprudencia. Los acuerdos salariales opulentos son una cuestión que sólo importan a los accionistas que los financian. Pero recompensar la imprudencia es un problema para todos nosotros.
"Demasiados gestores de inversión han cobrado por representar lo que parecía impresionante pero que tenía las semillas de la catástrofe. La catástrofe ha llegado, los inversores han quedado en la ruina, los contribuyentes son los siguientes y todavía los administradores mantienen las primas que recogieron en los años de plenitud".
Pero después rectifica el balance y añade:
"Debemos decir a su favor que, Mr. Brown y Mr. Darling no se han centrado en los altos salarios sino en los planes de retribución que recompensa a los jugadores".
La realidad es que los que compran y venden acciones son todos jugadores y ese juego en la bolsa es su negocio que se pasa por alto discretamente.
Los periodistas del Financial Times (y de alguna manera consiguen mantener la cara seria) continúan:
"El siguiente paso ahora está en la Autoridad de Servicios Financieros, el regulador de la City, pero el problema es más fácil señalarlo que solucionarlo. El desafío es pagar a los gestores de inversión y negocios por su verdadera representación. Si eso fuera fácil, los accionistas lo harían de manera rutinaria. Una aproximación imperfecta es condicionar algunas primas a los resultados a largo plazo, retrasando el pago hasta que el polvo haya desaparecido, o insistir en que los gestores arriesguen su propia riqueza. Pero es difícil de imaginar reglas rígidas.
"La salida más práctica es que la ASF considere los planes de incentivos como parte de su revisión global de la estabilidad de las empresas financieras. Es optimista excepto porque requiere demasiado esfuerzo, pero una legislación sobre primas de la City sería totalmente contraproducente, estas leyes son fácilmente sorteadas ocultando los riesgos o enviándolos al exterior".
La política del nuevo laborismo está claramente dictada por las últimas editoriales del Financial Times.
"Economía concentrada"
Lenin dijo que la economía era política concentrada. La crisis económica que recorre el mundo está teniendo efectos muy serios sobre la psicología de todas las clases, empezando con los propios capitalistas. En un período en que el capitalismo avanzaba, la presión de las ideas burguesas sobre la clase obrera y sus organizaciones se redobló. En Gran Bretaña no ha habido una recesión económica seria durante más de dos décadas. Por lo tanto, los argumentos de los políticos burgueses y economistas (los dos trabajan en equipo) sobre las cualidades milagrosas del "libre mercado" encontraron eco incluso entre la clase obrera, pero particularmente en su dirección.
Existieron las bases materiales para la total degeneración de la socialdemocracia y los partidos "comunistas" en Europa y los dirigentes sindicales en todas partes. En Gran Bretaña, que estaba en la vanguardia de la contrarrevolución capitalista durante las tres décadas pasadas, fue el suelo donde el nuevo laborismo floreció bajo la dirección del reverendo Anthony Blair.
Para los activistas del movimiento obrero, este período fue una pesadilla que parecía no tener fin. No había límites para la degeneración de los dirigentes de las organizaciones de masas, no había profundidad en la que no se hundieran, ni ninguna acción infame que no fueran incapaces de cumplir para complacer a la clase dominante y, por supuesto, al mercado. El pesimismo de los activistas llevó a la apatía y al vacío de las organizaciones tradicionales de masas, que se llenaron de arribistas de clase media en busca de empleo y promoción. Esto a su vez llevó a un nuevo bandazo a la derecha, que profundizó aún más la desilusión de los trabajadores. Fue un círculo vicioso que se retroalimentaba y que ha durado hasta ahora. Pero las cosas comienzan a cambiar rápidamente.
La conciencia humana en general es conservadora. La gente normalmente teme el cambio y se aferra a lo que es familiar. El hábito, la rutina y la tradición pesan mucho sobre la conciencia de las masas, que va por detrás de los acontecimientos. Pero en momentos críticos de la historia, los acontecimientos se aceleran hasta el punto crítico en que la conciencia se dispara. Ahora hemos llegado a ese punto crítico.
Lo que es verdad para las naciones industrializadas del mundo es diez veces más verdad de lo que algunas veces parece para el "tercer mundo". El número de los que viven en la extrema pobreza está aumentando rápidamente en Asia, África y América Latina. Un informe publicado recientemente por las Naciones Unidas decía que una cuarta parte de todos los niños en el mundo subdesarrollado tienen insuficiente peso; más de 500.000 mujeres mueren cada año en el parto o por las complicaciones del embarazo; un tercio de la creciente población urbana en los países en vías de desarrollo vive en chabolas. Un informe del Banco Interamericano avisaba de que el aumento de los empresarios empujaría a 26 millones de personas en América Latina a unas condiciones de absoluta penuria. Esta era la situación después de un largo período de crecimiento económico a escala mundial. Fue lo mejor que podía ofrecer el capitalismo. ¿Qué ocurrirá en condiciones de crisis?
Por lo tanto, nos enfrentamos a un fenómeno mundial que está lleno de implicaciones revolucionarias. De esta manera, la globalización se manifiesta como una crisis global del capitalismo.
¿Cuál es la solución?
Dicen que la crisis actual es el resultado del fracaso regulador para vigilar el excesivo riesgo que tomaba el sistema financiero, especialmente en EEUU. Además dicen que "debemos asegurarnos de que no vuelve a suceder". ¡Resulta irónico! Durante las últimas tres décadas los economistas y políticos burgueses precisamente han defendido lo contrario: que todas las regulaciones eran malas para los negocios y que se deberían abolir (se defendía particularmente en el sector financiero).
Las declaraciones demagógicas sobre la necesidad de frenar las primas excesivas y la regulación de los salarios de los consejos de administración son sólo humo. ¿Qué se puede conseguir con estos milagros? ¿Con qué mecanismo? Los banqueros tienen mil maneras de eludir la regulación. Ocultan los libros de cuentas y hacen todo lo posible para que los reguladores no puedan descubrir sus actividades fraudulentas. Incluso el gobierno norteamericano utiliza trucos similares que encubren las verdaderas dimensiones de su déficit presupuestario.
El argumento a favor de regular los mercados es absurdo, como fue la decisión de prohibir (temporalmente) la práctica de "vender en corto". Para que los mercados puedan funcionar es necesario que se compren y vendan acciones, y se debe hacer sobre la base de calcular si el precio de la acción va a subir o bajar. La idea de que es permisible comprar acciones sólo cuando van a subir es evidentemente una idea absurda.
Las agencias de credibilidad crediticia, que se supone distinguen los buenos créditos de los malos, dieron credibilidad a paquetes hipotecarios garantizados sin mirar la debilidad de las hipotecas subyacentes. De la misma manera, los compradores de deuda norteamericana emitida por Fannie Mae y Freddie Mac asumieron con despreocupación lo que les garantizaba el gobierno norteamericano. El resultado es que el contribuyente estadounidense ahora tiene detrás más de 5 billones de dólares en hipotecas y es demasiado pronto para decir cuál será la factura final.
La conclusión es bastante clara. O tenemos libre mercado basado en la búsqueda del beneficio o tenemos economía nacionalizada planificada. Pero el "capitalismo regulado" es una contradicción. En otro artículo el Financial Times plantaba la cuestión de una manera más clara: "no importa que ideas políticas disparatadas sugieran frenar los controvertidos paquetes salariales, las mentes brillantes de las finanzas encontrarán la manera de sortearlos o salir de la parte regulada de la industria".
Es necesario abolir estos grotescos casinos que deciden el destino de millones y sustituir la anarquía capitalista con una sociedad racional basada en la economía planificada. Dicen que las medidas adoptadas por Bush y Brown representan la nacionalización. Pero estas medidas no tienen nada que ver con la idea socialista de nacionalización. No pretenden eliminar el poder económico de las manos de los adinerados parásitos que constituyen una carga monstruosa para la sociedad y un obstáculo en el camino del progreso. Todo lo contrario, representan un intento de proteger el interés de estos parásitos dándoles enormes ayudas, sacadas de los bolsillos de la clase obrera y la clase media.
Los socialistas se oponen radicalmente a estas políticas, que no tienen nada que ver con la verdadera nacionalización y que sólo son una especie de capitalismo de estado, que pretenden salvaguardar el sistema capitalista. Llevarán inevitablemente a un aumento de la monopolización, a despidos en masa, a cierres bancarios, a hipotecas más altas y otras medidas antiobreras. Los banqueros son recompensados por el Estado por sus actividades viles, que les compra todas sus pérdidas, después gasta enormes cantidades del dinero de los contribuyentes para hacerlos rentables, y cuando lo han conseguido, los devuelven de nuevo a los banqueros, que cometerán un doble delito a costa de la sociedad. Pueden reanudar su especulación y robo una vez más.
Es necesario arrebatar los puestos de mando de la economía de las manos privadas, nacionalizar los bancos, las empresas aseguradoras y las grandes empresas con la compensación mínima basada en la necesidad comprobada. Sólo cuando las fuerzas productivas estén en manos de la sociedad, será posible establecer un plan socialista racional de producción, donde las decisiones se tomen en interés de la sociedad, no de un puñado de ricos parásitos y especuladores.
Ese es el objetivo fundamental del socialismo. Es una idea que ahora será comprendida y bienvenida por millones de personas que anteriormente la consideraban como algo extraña y ajena. La gente que se manifestó en las calles de Nuevo York contra el plan Bush no eran socialistas. Hace doce meses probablemente aún eran defensores del libre mercado. Nunca han leído a Marx y sin duda parecen patriotas norteamericanos. Pero la vida enseña y en situaciones como ésta, la gente aprende más en pocos días que en toda una vida. La clase obrera de EEUU está aprendiendo rápido. Y como decía Víctor Hugo: "Ningún ejército es tan poderoso como la idea cuya hora ha llegado".
Londres, 26 de septiembre de 2008.
“La comida es más cara, y el salario más reducido. Los analistas consideran que el poder de compra se recuperará conforme la economía crezca y permita fortalecer salarios. Por el momento, no será posible, pues según estimación del Banco Central el Producto Interno Bruto apenas crecerá 2.25% en 2008”.
Las anteriores líneas no fueron escritas por ningún articulista de izquierda, son líneas extraídas de uno de los diarios más reaccionarios en México, el Diario Milenio. En México la crisis económica ha adoptado tales magnitudes que ni siquiera las publicaciones de derecha pueden ocultarlo, intentarlo sería una empresa muy difícil.
Los analistas informan que en este pasado mes de julio se logró la inflación más alta no vista desde el mes de noviembre de 2004, para situarse esta en 5.39 % y superar así las expectativas trazadas por el gobierno de Calderón a principios de año la cual se había pensado no llegaría a más del 3%. Pero también advierten que esta cifra podría llegar al 6% para finales de este año, así la inflación estaría logrando ser el doble de lo previsto.
Los trabajadores sabemos perfectamente que significan estas cifras: pobreza y dificultades hasta para comprar lo más básico. En el D.F. el costo del transporte público para el viaje mínimo es de 3 pesos, algunos cobran 4 pesos, pero en el Estado de México el viaje mínimo cuesta 7 pesos. La canasta básica resulta imposible adquirirse con un solo salario mínimo, hoy día se necesitan tres minisalarios para adquirir apenas el 70 % de esta. La harina, el trigo, han incrementado sus precios en 100%, mientras que el arroz subió 80%, la carne 50% y la tortilla que es base de la alimentación en México se incremento en 25%. Pero esto ocurre en el D.F. en el resto de estados la situación es aún más crítica.
Futuro miniaumento salarial
Cada año, los empresarios y el gobierno en turno argumentan que los salarios no pueden incrementarse porque de hacerlo la inflación alcanzaría cifras históricas. Es decir que según esto, la política de salarios de hambre resulta en un beneficio para los trabajadores. Pues han sido años de contenciones salariales y como vemos la inflación ha subido a pesar de ello.
El pelele de Calderón no se ha cansado de decir que en términos de economía, la cosa va bien en tierras mexicanas, la realidad es muy distinta para todos los trabajadores, para nosotros sólo miseria y hambre es lo que está servido en la mesa. Ante esta situación se necesita que los sindicatos y el PRD-CND convoquen a una huelga de 24 horas en contra de esta política miserable. Pero al mismo tiempo los trabajadores debemos luchar por construir un autentico partido revolucionario que sea capaz de llevar esta lucha hasta las últimas consecuencias. Ese es el partido que estamos construyendo en “Militante”, intégrate compañero, tu esfuerzo es fundamental, aquí tienes un lugar para luchar y transformar desde la raíz a la sociedad.
Rodrigo Cruz
Septiembre 2008
Ante la crisis alimentaria que se vive en todo el planeta y sus efectos sobre México, el espurio Calderón presentó el domingo 26 de mayo un plan con el supuesto objetivo de asegurar el abasto de alimentos y al mismo tiempo tratar de impedir que los precios de éstos continúen ascendiendo.
La iniciativa refleja ya el nerviosismo del régimen ante la tensión que se ha venido acumulando porque, entre otras cosas, a lo largo del calderonismo los trabajadores han padecido diferentes ataques a su ya limitada capacidad de consumo. Primero fue el caso del Tortillazo, cuando el 18 de enero del 2007 Calderón pactó con los productores, empresarios y comercializadoras un incremento del 42% al precio del kilogramo de tortilla, pasando este de 6.50 a 8.50 pesos. Después, en ese mismo año, vino el Gazolinazo, el cual, ya tan sólo su aprobación en septiembre, se trasformó en un factor de peso para que en ese mismo mes, y como resultado de la evolución de los precios desde septiembre del 2006, el valor de la canasta básica se inflara en un 34.17%.
A este par de fatalidades se les han unido de manera mas reciente los efectos en nuestro país de la crisis alimentaria mundial la cual ha provocado que de mayo de 2007 a mayo de 2008, de acuerdo al Banco de México (Banxico), los precios del arroz en el mercado nacional se hayan incrementado en un 33.6%, los del aceite vegetal comestible en un 50.6%, el del pan de caja en un 21.7%, la harina de trigo en 30.40%, el pollo en pieza en un 10.2 y la carne y el huevo en un 6.5%.
Todo los anteriores factores, al lado del desempleo y de los minisalarios, por ejemplo, han contribuido para mantener a cuando menos la mitad de la población en un situación de pobreza. De entre ellos, unos 20 millones viven en extrema miseria, es decir que no pueden cubrir satisfactoriamente sus requerimientos nutricionales mínimos diarios.
Calderón, consciente del costo político que puede tener este fenómeno inflacionario, ha reaccionado ofreciendo un paquete de medidas para tratar de revertir dicha situación, o cuando menos contenerla. Pero una revisión detenida de las propuestas de Calderón hace evidentes que éstas tendrán un efecto más que limitado en relación a sus objetivos.
¿Qué es lo que propone en general Calderón para atajar esta crisis? Veamos algunos de los puntos mas destacados de su estrategia:
1.- La importación de diferentes productos agrícolas de cualquier parte del mundo y libre de aranceles. A este respecto es necesario destacar que ya por sí mismo la importaciones de esta clase de productos a partir de los acuerdos del TLC, mismo que posibilitó la eliminación de aranceles de manera paulatina hasta lograr su totalidad en enero de este año, ha significado la ruina para millones de productores rurales medianos y pequeños, propiciando la caída en la producción del campo mexicano e incentivando la dependencia alimentaria del exterior. Tal tendencia ha provocado que, para poder cubrir la demanda interna, México haya tenido que importar 110 mil millones de dólares en alimentos entre 1994 y 2006. Se calcula que hoy día esa cantidad ya acumuló otros 10 mil millones de dólares. Tan sólo durante el primer trimestre de este 2008, ya se tuvieron que invertir para dicho objetivo 5044.9 millones de dólares, es decir un 31.4% más de lo que se requirió un año antes en el mismo lapso de meses.
Con dicha medida lo único que se va a lograr es profundizar esa clase de dependencia, traduciéndose ello en una ruina mayor para el campo mexicano. Si esa multimillonaria cifra empleada durante todos esos años hubiera sido destinada a fortalecer el campo mexicano la situación sería diametralmente opuesta a la que se vive hoy pues la independencia alimentaria y la importante oferta de productos estarían asegurando el acceso a alimentos suficientes y con precios bajos. Pero ello implicaría tener a las mayorías en el centro de la política del Estado, sin embargo bajo el capitalismo esto es imposible. En este sistema lo primero son los negocios y los intereses de un puñado de banqueros y empresarios. Los verdaderos ganadores de la libre importación de productos agrícolas debido al TLC han sido las grandes empresas que monopolizan esa clase de mercado, que se benefician de su papel como intermediaros y del hecho de que no tienen que pagar impuestos por sus importaciones. Esto último se trata de un subsidio indirecto que reciben estos empresarios por parte del Estado, y en ese mismo sentido se encuentra otra medida definida por Calderón en el sentido de reducir los aranceles en un 50% de las importaciones de leche en polvo.
2.- Se incrementa en $ 120 el apoyo otorgado a través del programa Oportunidades, pasando de 535 a 655 pesos mensuales. La ínfima cantidad entregada por medio de este programa para combatir la pobreza extrema es de por sí ya una broma de mal gusto para la población que lo recibe. Además, si miramos el porcentaje en que será incrementada esta clase de ayuda resulta que ni siquiera este aumento compensa la pérdida real para los que reciben este apoyo pues, mientras Oportunidades aumenta un 22,4%, los precios de 42 productos de la canasta básica ya se incrementaron en un 47% entre diciembre del 2007 y mayo del año en curso. De paso, esta realidad anula los efectos que podría tener otra iniciativa anunciada por FeCal sobre la integración, en coordinación con tiendas de autoservicio, de una canasta básica alimentaria a precios accesibles [¿pero acaso siguen siendo accesibles?]para evitar incrementos abruptos. Nótese el descaro de Calderón: el objetivo de esta canasta es evitar aumentos abruptos, es decir repentinos, no el de impedir los aumentos.
3.- No habrá incremento del precio del kilo de tortilla, el cual se fijo en enero a 8.50 pesos. Pues duró poco el encanto: Banamex reporta que en varias regiones del país este producto ya se vende a 11.50 pesos. (La Jornada 070608) Dicho reporte es sólo el anticipo de lo que está por venir respecto a este producto que cubre el 70% de la dieta de las familias trabajadoras, y en especial la de los más pobres de México.
4.- El litro de la leche Liconsa se mantendrá a 4 pesos. Esto suena bien, pero si pasamos al terreno de las cifras nos daremos cuenta de que esta medida es parcial y muy limitada. La cobertura de Liconsa en 2007 alcanzo a 5 millones 828 mil 760 de mexicanos, de un universo aproximado de 50 millones de pobres de los cuales 20 viven en extrema pobreza. Dada la política de ajustes de Calderón es imposible pensar que dicha cobertura se haya incrementado significativamente en 2008, por consecuencia los números de un año a otro seguramente son muy similares. Así que, dada esta situación, aproximadamente el 70% de la población en extrema pobreza será marginada de las migajas que arrojará Calderón por medio de Liconsa. Ese porcentaje es por mucho mayor si tomamos como parámetro a los 50 millones considerados en situación de pobreza a secas. Los millones que quedan marginados de Liconsa tendrán dos opciones: una, hacer mayores sacrificios para adquirir un litro de leche que se cotiza entre 10 y 11 pesos en tiendas de autoservicio, o dos, renunciar al consumo de este lácteo. Millones de familias seguramente optarán por la segunda opción.
Para explicar la problemática alimentaría en México Calderón sólo mira hacia fuera (el aumento de la demanda de alimentos en China e India y los altos precios internacionales del petróleo…) pero no dice ni una sola palabra sobre factores de carácter interno que también están jugando un papel relevante en la crisis que se padece. Por un lado esta el caso de los monopolios especuladores como Maseca, Minsa, Monsanto y Cargill, que imponen toda clase de condiciones en el mercado nacional de granos y alimentos con el beneplácito del gobierno.
Por ejemplo Cargill ya ha acaparado 200 mil toneladas de maíz en lo últimos 12 meses, recibiendo por ello subsidios del gobierno por 500 millones de pesos, y también ha adquirido de manera anticipada uno de los 5 millones de toneladas de maíz que se producirán en la siguiente cosecha del estado de Sinaloa. Esta clase de acaparadores y de intermediarias hacen que, por ejemplo, una tonelada de maíz en Sinaloa sea adquirida en bodega a 2 mil 800 pesos, para ser vendida en el DF a 3 mil 250 y culminar en su venta para molino y su transformación en harina para tortilla en 3 mil 300 pesos.
Por si fuera poco, por lucrar con el hambre del pueblo trabajador, esos acaparadores y especuladores recibirán un nuevo subsidio del gobierno definido tan sólo un día después de que Calderón anunciara su pseudo estrategia antihombre, consistente en un apoyo de 100 pesos por cada tonelada de maíz que sea importada. Esta cantidad se suma a los 190 pesos de flete por tonelada y a los 185 pesos de almacenaje por tonelada que ya desde antes recibían, sumando en total ahora un subsidio por tonelada 475 pesos.
A este factor se une la ruina del campo mexicano, el cual, ante el abandono estatal y la clase de competencia a la que se ha visto obligado por medio del TLC, ha agotado rápidamente sus reservas y en tres décadas fue trasformado en una fuente débil e insegura para cubrir la demanda alimentaria del mercado interno pues, a lo largo de esos años, y su participación en el desarrollo de la economía nacional, el PIB, paso del 10.3 al 3.9%. Este desarrollo raquítico del campo mexicano ha terminado por paralizarlo ante la crisis alimentaría que está afectando a México.
Calderón no habla de estos parásitos monopolios ni de la ruina del campo porque su gobierno, junto con el de Fox y sus antecesores del PRI, son responsables de todo ello. Ellos abandonaron a sus suerte al campo y a los campesinos, fomentado y dándole vida a zánganos como Roberto González, el dueño de Maseca, que ha hecho cuantiosas fortunas monopolizando el mercado interno y externo del maíz.
Ante esta política y ante la barbarie que se aproxima, si es que le dejamos las manos libres a Calderón y la burguesía, los trabajadores debemos actuar unificando a nuestras organizaciones, los sindicatos y el PRD, levantando nuestras demandas, luchando por una huelga nacional de 24 horas contra la carestía y exigiendo un aumento salarial de emergencia del 100%.
El Estado gobierna para los burgueses sin importar en lo más mínimo la situación de los trabajadores y los campesinos pobres. Bajo el capitalismo esto no puede ser de otra manera. Ante ello tomamos medidas o la burguesía nos terminará imponiendo una realidad mas amarga de la que vivimos en la actualidad. Un síntoma de esa posibilidad es la caída del 5% de consumo de alimentos naturales y procesados registrada a lo largo del primer trimestre de este año, ello de acuerdo a la Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicios. Esto es sólo el inicio, y lo peor esta por venir siempre y cuando no derroquemos a la burguesía y a su gobierno. Socialismo o barbarie, esa es la disyuntiva para el proletariado mexicano y de todo el mundo.