Más de 20 mil trabajadores, entre las movilizaciones oficiales y las organizadas por los sindicatos y organizaciones independientes, se manifestaron con energía este 1 de mayo teniendo como principal consigna el repudio a la contrarreforma laboral que el PAN y el presiente espurio, FeCal, pretenden imponerle a los trabajadores de todo México. Al igual que sucedió en decenas de plazas de diferentes ciudades del país, los trabajadores en Guadalajara no dejaron escapar la oportunidad que les brindó la tradicional movilización del Día del Trabajo para exigir el respeto a sus derechos signados en la Ley Federal del Trabajo (LFT), así como demandar el fin a la política de despidos y de salarios de hambre.
Los sindicatos y organizaciones independientes movilizaron contingentes que, de acuerdo a las autoridades locales, aglutinaron aproximadamente 10 mil trabajadores. Por su parte los gremios afiliados al oficialista Congreso del Trabajo (CT) también se manifestaron y tan sólo la CROM, de acuerdo a La Jornada de Jalisco, concentró unas 9 mil personas. Cabe destacar que en este acto, a pesar de los dirigentes sindicales o, mejor dicho, sobre los dirigentes sindicales, los trabajadores tuvieron como las consignas más coreadas las de repudio a la contrarreforma laboral. La agitación y descontento entre los trabajadores de base afiliados a los sindicatos dominados por los charros resulta cada vez más difícil de ocultar por parte de esta clase de dirigentes. Las tensiones y divisiones entre estos sindicatos cada vez son más fuertes y de ello habla la otra concentración de un ala de sindicatos afiliados a la CROC, los cuales movilizaron por separado del acto oficial a unos 3 mil trabajadores. Esta ala de sindicatos, organizada en torno a Antonio Álvarez Esparza, ha entrado en una abierta confrontación con el secretario de dicha central obrera, Alfredo Barba Hernández.
Un par de elementos más a destacar en los actos organizados por los sindicatos y organizaciones independientes, además de su reiterado repudio a la contrarreforma laboral, fue la participación de Lauro López, miembro del Comité Central del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), quien se dirigió a miles de trabajadores en el mitin central para explicar la situación de la lucha de los trabajadores de Luz y Fuerza del Centro (LyFC), hacer llamados a la solidaridad y urgir a la clase trabajadora en torno a la idea de que el espurio Calderón salga del poder. Las palabras del compañero del SME fueron muy bien recibidas por los trabajadores que lo escucharon.
Otro caso a destacar fue la participación de más de media centena de ex braceros en los diferentes actos que con motivo del Día del Trabajo se desarrollaron en la Ciudad de Guadalajara. Los compañeros ex braceros han estado desarrollando una intensa campaña para obligar al gobierno del espurio Calderón a que otorgue una suma de 100 mil pesos como compensación para cada uno de ellos dado el robo implementado en contra de sus ahorros por parte del Estado. Fondo de ahorro que con mucho trabajo y sacrificio ellos crearon hace unas décadas y del cual jamás recibieron un solo centavo. Con ese mismo objetivo los compañeros se movilizaron hace unos días en una durísima caravana hacia la Ciudad de México. Los compañeros ex braceros, todos ellos ancianos, y sus ánimos para no ceder ante las injusticias de que han sido presas, son un verdadero ejemplo e inspiración para el movimiento obrero de Jalisco y de todo México.
En todo ello, movilizándose al lado de los trabajadores en la Ciudad de Guadalajara este 1 de mayo, estuvo presente Militante, voz marxista de los trabajadores y la juventud. La recepción de nuestra prensa obrera fue magnífica entre los trabajadores que se movilizaron en la capital de Jalisco. Consignas como la necesidad de unidad del movimiento obrero, la importancia de la huelga general de 24 horas y los llamados a movilizarnos hasta derrocar al espurio FeCal, todas ellas plasmadas en las páginas de Militante, fueron muy bien aceptadas siendo ello ratificado por las decenas de periódicos que fueron adquiridos por los trabajadores quienes de esta manera manifestaban su apoyo a nuestra prensa obrera y sus 20 años de trayectoria al lado de las diferentes luchas del proletariado mexicano.
Es así como, de esta manera, el 1 de mayo en Guadalajara se transformó a la vez que en un acto de repudio contra las políticas antiobreras de FeCal y el gobernador de Jalisco, Emilio Gonzalez Márquez, en una magnífica oportunidad para transmitir las ideas del marxismo que defiende Militante. De este modo, tras 20 años de incansable labor revolucionaria, Militante continúa colaborando en la lucha de los trabajadores por un mundo sin explotación ni opresión capitalista. Seguramente la lucha de los trabajadores del Estado de Jalisco se trasformará en una pieza clave y determinante para el conjunto del proletariado mexicanos y sus aspiraciones de transformación social. Definitivamente la lucha por el socialismo en nuestro país tendrá como uno de sus escenarios más importantes al Estado de Jalisco y a la Ciudad de Guadalajara, y ahí estará Militante contribuyendo con las ideas de Marx, Engels, Lenin y Trotsky.
Si bien existe un sentimiento revolucionario en las masas latinoamericanas que se extiende por casi toda la región, ante un sistema capitalista que en el caso latinoamericano, como hemos venido diciendo, hace mucho que ha dejado de satisfacer sus mínimas necesidades, si es que alguna vez lo hizo, los tiempos de la revolución varían de país en país de acuerdo con las condiciones objetivas de cada uno. A pesar de ello, se pudieran agrupar a los países latinoamericanos en tres bloques de acuerdo al momento por el que pasa la lucha de clases en cada uno de ellos.
4.1- Venezuela, Bolivia y Ecuador: las revoluciones inconclusas
Un primer grupo en el que se encuentran aquéllos donde han comenzado procesos revolucionarios o tienen gobiernos que se autodefinen como izquierdistas y que con sus políticas han propiciado una mayor confrontación entre las clases, como es el caso de Venezuela, Bolivia, Ecuador y, en menor medida, Nicaragua, e, incluso, nos atreveríamos a incluir aquí a Honduras, donde el presidente derrocado, Manuel Zelaya, había tomado una serie de medidas progresistas que llevaron a un despertar de las masas hondureñas y a un enfrentamiento en las calles con la oligarquía que dio el golpe de Estado en junio de 2009.
El caso de Cuba es muy particular ya que luego de cincuenta años de revolución, estos nuevos aires revolucionarios que soplan por el continente, unidos a su estrecha relación con la revolución bolivariana, han insuflado nuevos bríos a los sectores de vanguardia en su lucha contra la burocracia interna. Los gobiernos de estos países, con Chávez a la cabeza, se han agrupado en el ALBA (Alianza Bolivariana de las Américas) para tratar de desarrollar un modelo económico de integración donde prevalezca lo social sobre lo mercantil e impulsar a lo interno el llamado socialismo del siglo XXI. Sin embargo, al estar estos proyectos enmarcados dentro de una ideología claramente reformista, en la cual se plantea la eliminación gradual del capitalismo, el denominado etapismo, mientras se mantienen las relaciones de producción capitalista, y se busca el apoyo de unos supuestos empresarios "nacionalistas" y progresistas en desmedro de los verdaderos productores de riqueza: los trabajadores, su gran impulso inicial se ha venido deteniendo y hoy día los dirigentes de estos gobiernos progresistas dan la impresión de encontrarse dando vueltas en círculos sin saber muy bien cómo terminar de resolver la ecuación revolucionaria.
La crisis capitalista, evidentemente, le ha puesto plomo en el ala a los intentos desestabilizadores de una burguesía que presenta como paradigma un sistema fracasado, pero también ha significado un duro golpe para el proyecto reformista, no en vano se dice que la crisis del capitalismo es también la crisis del reformismo. Lo que ha impulsado económicamente hasta ahora a este modelo provenía de los altos precios de los combustibles fósiles, básicamente, del petróleo venezolano, y en menor medida del gas boliviano, lo que en Venezuela se denominó "el socialismo petrolero". La crisis acabó con los precios altos y dejó al desnudo un proyecto inviable a mediano y largo plazo. Otro elemento negativo para la revolución, que se ha ido asentando en la medida en que los procesos se prolongan en el tiempo, es la casta burocrática que parasita en el Estado. Mientras se mantiene y fortalece el aparato del Estado burgués, merced de las políticas reformistas, este sector gana confianza en sí mismo y, principalmente, sus extractos superiores, lo que se podría denominar la alta burocracia, comienza a jugar un papel contrarrevolucionario al identificar sus intereses con los de la burguesía.
Una de las tareas centrales de la Tendencia Marxista Militante se centra en la publicación mes a mes de un periódico orientado a la clase trabajadora. En torno a el construimos una organización partiendo de un análisis que toque tanto temas coyunturales como históricos y teóricos. Ahora en este mes de Abril publicamos el número 191, en el hemos tratado de incluir temas muy importantes del análisis a nivel internacional como es el caso de Grecia, Centroamérica y la continuación de un articulo iniciado en nuestro número anterior sobre las perspectivas internacionales. Creemos que estos artículos serán muy importantes para seguir profundizando sobre acontecimientos muy importantes que están fuera de nuestras fronteras.
Informamos también a nuestros lectores, que en la pasada convocatoria del Sindicato Mexicano de Electricistas a la Huelga Nacional Política, nuestro periódico Militante estuvo presente con su análisis y por supuesto en todo el trabajo de convocatoria. De hecho en este número 191 también presentamos un análisis al respecto. De esta pasada intervención queremos remarcar que “Militante, voz marxista de los trabajadores y la juventud” fue muy bien recibido por los participantes. Luego en la convocatoria de AMLO el 28 de Marzo también participamos. Ahí un trabajador nos agradeció por estar presentes y por presentar ideas que fortalecen al movimiento.
Con la publicación de este nuevo número y con las intervenciones que hemos hecho seguimos dando pasos adelante en la lucha contra la miseria el hambre, el desempleo y la miseria capitalista. Invitamos a todos nuestros lectores a que adquieran el Militante 191 y sigamos en lucha contra FeCal y su gobierno de derechas.
Sumario Militante 191
Editorial
XX aniversario de Militante
Sindical
Nacional
Juvenil
Internacional
Durante estos XX años de ardua construcción de nuestra Tendencia Marxista Militante hemos mantenido una política de trabajo al interior de las organizaciones de masas y sindicatos. Desde su fundación Militante se ha esforzado por llegar al oído de los trabajadores, las luchas por sus demandas laborales siempre han tenido lugar en nuestro periódico, aun en los inicios pese a nuestro pequeño número no dejamos de participar en los movimientos más importantes. El obstáculo mayor era el ambiente que la burguesía trataba de imponer tachando y tergiversando al auténtico marxismo, justo cuando el muro de Berlín se venía abajo, fundamos Militante y salíamos a las calles reivindicándonos orgullosamente marxistas, en aquel momento no teníamos el mejor ambienta para nuestras ideas, sin embargo, con la formación del PRD el movimiento tuvo un repunte lo cual nos permitía acercarnos a los trabajadores pese a todo el ambiente entorno a “la caída del socialismo”, los noventas fueron duros para la clase trabajadora, con el gobierno de Salinas hubo fuertes ofensivas en medio de las cuales lazamos campañas contra la Guerra del Golfo, contra el TLC, dimos vida a la Comisión Nacional Sindical en el local central del PRD e iniciamos una labor sindical con los trabajadores de una empresa textil de Morelos, Rivetex. Mantuvimos un debate abierto y claro contra los liquidacioncitas y los oportunistas que querían controlar el movimiento obrero y llevarlo al abismo. En 1994 estalló la insurrección del EZLN esto reavivo la lucha de los trabajadores del campo y la ciudad, nosotros le dimos nuestro apoyo al nuevo movimiento, poniendo a discusión nuestro punto de vista marxista al respecto, el tiempo nos dio la razón y en el camino logramos llevar nuestras ideas a un número mayor de trabajadores.
La Huelga General ha sido una de nuestras principales consignas en el movimiento sindical, junto con la democratización y la independencia de clase, por ejemplo, convocamos a una asamblea para preparar la Huelga General en el extinto local del sindicato de costureras. Nuestra consigna fue rechazada muchas veces, pero nunca dejamos de pensar en la necesidad de ella para avanzar en la lucha de clases.
En 1995 por primera vez un 1º de mayo se convirtió de un acto de apoyo al presidente en un acto de repudio a las políticas gubernamentales. En ese año logramos una conferencia ante más de 5000 trabajadores del sindicato de ruta 100, también participamos en las movilizaciones de Tabasco de aquellos años y en diferentes iniciativas como la Asamblea General de Trabajadores. A finales de la década de los noventas logramos la publicación de un boletín para el sindicato de postales, la “hoja postal” sacamos más de 10 números.
Para principios del siglo XX, sacamos el COTDESI, el Comité de Trabajadores en Defensa de los Sindicatos, con su propio órgano de difusión. También empezamos un trabajo serio con los compañeros de la Coalición textil en Puebla, que luchaban por su reinstalación, contra los abusos de autoridad y por la conformación de su sindicato, hasta la fecha seguimos realizando trabajo conjunto. Participamos en las luchas de los trabajadores del IMSS contra las reformas al régimen de jubilaciones y pensiones, las huelgas del Colegio de Bachilleres y con las luchas de los trabajadores del Distrito Federal, en algunos casos más a fondo, en otros sólo en las movilizaciones, pero siempre nos hemos mantenido con nuestra clase. Por fin el 27 de noviembre de 2003 nuestra consigna de la Huelga General fue tomada por más de 200 mil trabajadores en una estupenda manifestación en el DF, se discutió en diferentes asambleas a lo largo del país, Militante y miles de trabajadores estábamos en la misma sintonía: “hacía falta ya una huelga general”. Ante este nuevo impulso del movimiento organizamos cursillos con trabajadores del IMSS intervenimos en Hidalgo, en el Hospital de La Raza, Centro Médico, Hospital regional 43y en clínica 92 en donde llegamos a publicar un manifiesto, un periódico mural, un boletín y participamos en cierres de avenidas y asambleas. En la lucha del IMSS realizamos un video, una historieta que fue distribuida masivamente en tres centros y un documento sobre las lecciones de la lucha. Además realizamos charlas públicas, y lanzamos una campaña contra la privatización de la industria eléctrica, que desde entonces había serias amenazas de querer borrar del mapa al SME. Desde entonces tenemos un trabajo desde el interior del Sindicato, en 2004 sacamos un curso sobre el anarquismo y nos invitaron a dar uno más sobre la historia del movimiento obrero para la escuela sindical del SME. Sacamos un suplemento bimestral llamado “Fuerza Obrera” dirigido especialmente a los trabajadores sindicalizados. Mantenemos un pie dentro de la CNTE y distribuimos masivamente nuestro documento sobre las reformas a la ley del ISSSTE, del que sacamos hasta tres ediciones, y varios intentos por formar círculos de trabajadores. Estuvimos en la lucha de Chrysler por su indemnización justa, y en la del Sindicato de Euzkadi por la reapertura o su indemnización. También hemos participado con el SUTERM y en la lucha por la reinstalación de despedidos en LOCATEL. En Puebla además tenemos un vínculo muy estrecho con el SUNTUAP después de muchos años de trabajo. Uno de nuestro mejores trabajos ha sido con los compañeros de Olympia con quienes hemos trabajado desde hace más de 4 años, y ahora estamos en la recta final de la huelga que lleva ya más de un año tres meses.
En toda nuestra trayectoria en el terreno sindical hemos tenido que luchar contra toda clase de desviaciones de los dirigentes sindicales, y combatir el ambiente de escepticismo ante la lucha de los trabajadores. Los aparatos sindicales en manos incorrectas han podido frenar muchas luchas, pero esto sólo se está traduciendo en una potencial y agresiva explosión. El cambio vendrá de las bases, la presión que ejerce puede multiplicarse por millones y colapsar a las burocracias al frente de los sindicatos, liberarlos de esa costra conservadora y reaccionaria y dar paso a la iniciativa, la fuerza y la audacia de la clase trabajadora en la lucha por la trasformación de la sociedad y en este proceso a la vez traumático y liberador, hombro a hombro de nuestros compañeros de clase, siempre estará nuestra Tendencia Marxista Militante.
Por una alternativa socialista frente a la crisis del capitalismo
Construyendo las fuerzas marxismo revolucionario
Los pasados días 10 y 11 de Abril celebramos en Madrid la conferencia política de El Militante, la sección en el Estado español de la Corriente Marxista Revolucionaria, con una participación de 140 trabajadores y jóvenes provenientes de distintos puntos del Estado: Ferrol, A Coruña, Santiago de Compostela, Gijón, Avilés, Bilbo, Donosti, Gasteiz, Iruña, Tarragona, Reus, Barcelona, Zaragoza, Valencia, Granada, Málaga, Sevilla, Cádiz, Salamanca, Guadalajara, Toledo y Madrid.
Tras el derrumbe del estalinismo hace 20 años, los capitalistas se mostraban eufóricos y confiados en su ofensiva ideológica contra las ideas del marxismo. Su perspectiva era un período prolongado de crecimiento capitalista, estabilidad y paz social. Estas previsiones, que han sido desmentidas por la crisis, fueron aceptadas acríticamente por los dirigentes reformistas y ex estalinistas. Sólo los marxistas nos mantuvimos firmes en la defensa del socialismo y de una perspectiva revolucionaria.
En estos dos días de discusión abordamos ampliamente las perspectivas económicas y políticas para el capitalismo mundial y en el Estado español, así como la intervención de los marxistas en la lucha de clases y la construcción de nuestras fuerzas en el movimiento obrero y sus organizaciones políticas y sindicales.
El contexto político actual centró las distintas intervenciones: se analizó en profundidad la situación de la recesión económica mundial y las perspectivas para la recuperación, así como la crisis de la deuda pública y privada y la nueva ofensiva de la burguesía a través de los planes de austeridad. También se abordó el proceso revolucionario en América Latina, los acontecimientos de EEUU, las relaciones internacionales y la escalada de enfrentamientos interimperialistas, prestando especial atención a los procesos políticos y económicos de China. Y, por supuesto, las perspectivas para Europa tras el crack de la economía griega y la incertidumbre sobre el futuro de la UE.
Uno de los aspectos más destacados del debate fue la situación de Grecia, especialmente relevante ya que anticipa los procesos que inevitablemente se darán en el resto de Europa como resultado de los ataques que los distintos gobiernos planean contra la clase trabajadora. Planes de austeridad semejantes al del gobierno de Papandreu, y a otros que se elaboran en los despachos ministeriales de los gobiernos europeos, fueron aplicados en la década de los noventa por el FMI en América Latina. Esos planes están detrás de los movimientos revolucionarios de masas que recorrieron y recorren el continente: Argentina, Ecuador, Venezuela, Bolivia... Los marxistas señalábamos que ese era el espejo en el que la clase obrera europea debía de mirarse para reconocer su futuro.
El amplio debate político que desarrollamos sirvió para situar las tareas de los marxistas en este nuevo periodo histórico, y nuestra intervención en las organizaciones tradicionales del movimiento obrero defendiendo el programa del socialismo.
El trabajo en los sindicatos
El trabajo sindical ocupó también una parte importante de la Conferencia. En la Conferencia estuvieron presentes un gran número de afiliados y delegados sindicales de CCOO, UGT, CGT, SOC, CSI, LAB, STE´S... pertenecientes a sectores como el metal, naval, construcción, textil, hostelería, campo, comercio, enseñanza, telecomunicaciones, administración pública y local, correos, jardinería, limpiezas, transporte, sanidad, logística, etc.
En numerosas intervenciones estos compañeros explicaron como, en el contexto de crisis económica y despidos masivos, los capitalistas exprimen al máximo a los trabajadores, sometiéndoles a una explotación salvaje para mantener sus beneficios a costa del trabajo ajeno y de reducciones en sus derechos laborales y sindicales. También cómo en estas circunstancias, la ofensiva contra los sindicalistas que se enfrentan a las pretensiones de la patronal se ha recrudecido en numerosas fábricas y sectores. Por eso es más necesario que nunca un sindicalismo de clase, combativo y democrático, para armar a los trabajadores y combatir el miedo a perder el empleo, unificando las luchas y la respuesta del conjunto de nuestra clase. Una orientación sindical basada en una perspectiva socialista, pues la lucha sindical fábrica a fábrica se muestra impotente para mantener los empleos, defender los salarios y los servicios públicos. Es necesario, y esa fue nuestra conclusión, fortalecer estas ideas en nuestras organizaciones de clase, animando el debate a favor de la huelga general y de un programa de reivindicaciones claras en defensa de nuestros intereses; una estrategia que pasa por luchar contra la política de colaboración gubernamental y desmovilización que defienden las cúpulas sindicales.
Fueron muchos los informes sobre la intervención de los marxistas en los sindicatos y en decenas de luchas que nuestra clase está librando en todas las zonas del Estado y es imposible en este espacio desgranarlos en detalle. No obstante si merecen una mención especial el trabajo de los compañeros de Málaga dentro de la hostelería, una de los sectores más explotados y sometidos a múltiples ERE´s. La patronal hostelera intenta evitar cualquier referente de movilización y unidad, y por eso intenta machacar a los sectores más combativos. Esto quedó claro en la intervención de los compañeros de la CGT del Hotel Puente Romano de Marbella, que mantienen una dura lucha contra el despido de miembros del comité de empresa por haberle plantado cara a la dirección del hotel en su política antisindical.
También hubo un espacio dedicado a las huelgas convocadas en el campo andaluz por el SOC (Sindicato de Obreros del Campo), que se han convertido en un referente de lucha por un puesto de trabajo y un futuro para la juventud. La situación de enorme desempleo en Andalucía han hecho que los parados de numerosas localidades, como, Villaverde del Río (Sevilla) o Cortes de la Frontera y Álora en Málaga, hayan decidido impulsar Comités de Parados para exigir a los ayuntamientos una política realmente de izquierdas que favorezca la creación de empleo público y evite que sean las empresas privadas las que acaparen el dinero que el gobierno otorga a los planes de empleo. En todos estos Comités los marxistas de El Militante estamos jugando un papel de primera línea, impulsando su organización y su orientación para que las organizaciones tradicionales de la izquierda, en primer los sindicatos, asuman sus demandas como parte de la lucha en defensa de los intereses de la clase obrera.
Fueron muchas más las intervenciones que describieron nuestra intervención en el movimiento obrero: en el sector naval y textil en Galicia, en el metal de Asturias, en las luchas obreras de Euskal Herria; en el impulso de un referente sindical combativo en CCOO de Aragón; en el sector de la automoción en numerosas zonas; en el conflicto de RTVE... en fin, un amplio balance que completaba toda la panorámica de nuestro trabajo y que también fue ampliamente discutida en nuestra 3ª Conferencia Sindical que celebramos el pasado mes de noviembre.
Pero no sólo se hablo de trabajo sindical. También estuvo presente en el debate la intervención que los marxistas estamos desarrollando entre la juventud, especialmente en los centros de estudio y universidades contra los planes de privatización de la enseñanza pública que el gobierno del PSOE está llevando a cabo. Los marxistas de El Militante estamos colaborando activamente con los compañeros del Sindicato de Estudiantes en la campaña contra el mal llamado Pacto Educativo, una concesión tremenda a los intereses de la patronal de la enseñanza privada, de la jerarquía católica y del PP. También en las luchas en defensa del galego, desarrolladas en Galicia en los meses anteriores, o en la huelga general contra la LEC en Catalunya en defensa de la educación pública, gratuita y de calidad.
La teoría marxista, un arma para los trabajadores
La labor de publicación de literatura marxista a través de la Fundación Federico Engels con la que El Militante colabora estrechamente y apoya a todos los niveles, fue otro de los aspectos más resaltados. Con un catálogo de cerca de 100 títulos, la FFE se ha convertido en la más importante editorial de libros marxistas en lengua castellana, poniendo a disposición de la juventud y los trabajadores del Estado Español y de América Latina las obras más importantes de los clásicos del marxismo así como libros y revistas de actualidad.
El valor de este trabajo fue reconocido por todos los asistentes, especialmente por aquellos que realizan un trabajo de difusión y reivindicación de las ideas marxistas dentro de las organizaciones tradicionales de la izquierda. En este sentido la utilización de los materiales de la FFE por los militantes marxistas de Izquierda Socialista (corriente de izquierdas dentro del PSOE), de Izquierda Unida y del Partido Comunista, así como del Sindicato de Estudiantes en el terreno juvenil, ha demostrado que armarse con las ideas revolucionarias es una necesidad para el movimiento obrero en su lucha por derrocar el capitalismo y la transformación socialista de la sociedad.
El combate ideológico centra muchos de los esfuerzos militantes de los marxistas. La constante difusión de los libros y documentos editados por la FFE en manifestaciones, en los sindicatos de clase, en las fábricas, en actos públicos y ferias del libro, se ha reforzado con la organización de numerosas Jornadas Marxistas en la Universidad (Sevilla, Madrid, Málaga, Santiago, Valencia, Bilbo, Gasteiz...), que están alcanzando un gran éxito de participación.
La conferencia también sirvió de presentación de la última publicación de la FFE, "La Internacional Comunista" que recoge las tesis, manifiestos y resoluciones de los cuatro primeros congresos de la IIIª Internacional, entre 1919 y 1921. Es la primera vez que este libro se edita en el Estado español, y la FFE desarrollará una amplia campaña pública de presentación del mismo.
¡Una colecta internacionalista de 20.800 euros para construir la CMR!
Nuestra Conferencia Política tuvo un rotundo carácter internacionalista, tanto por las intervenciones analizando la situación política y los acontecimientos de la lucha de clases en todos los continentes, como por los saludos fraternales que recibimos de las secciones de la CMR en América Latina. Los compañeros de México, Venezuela y Colombia están desarrollando un amplio trabajo en sus países, reafirmando su compromiso con la construcción internacional de la CMR.
El optimismo y la confianza en las ideas del marxismo, en la capacidad de nuestra clase para superar todas las adversidades y construir la herramienta necesaria para la transformación socialista de la sociedad, quedó fielmente reflejada en el resultado de la colecta que realizamos entre los compañeros asistentes, como es habitual en todos nuestros encuentros. El resultado no puede ser más impactante: ¡Cerca de 21.000 euros para dotarnos de unas finanzas revolucionarias! Todas las aportaciones, absolutamente todas, dieron muestra del sacrificio revolucionario y el compromiso de los marxistas con la causa del socialismo. Pero no podemos dejar de destacar una aportación muy especial realizada por un camarada veterano de Valencia, que aportó ¡10.000 euros! para seguir la tarea de construir las fuerzas del marxismo. las ideas del todo un ejemplo de las mejores tradiciones del movimiento obrero. Durante la colecta, que duró una hora, muchos compañeros realizaron intervenciones en las que destacaron la necesidad de la independencia económica para garantizar nuestra independencia política. Es así como los marxistas nos preparamos para afrontar la lucha de clases y un nuevo periodo lleno de oportunidades para hacer crecer las fuerzas del marxismo en el Estado Español y a nivel internacional.
Como no podía ser de otra manera, cerramos la Conferencia Política entonando el himno de la liberación de la clase obrera, la Internacional. Todos a una sola voz nos despedimos hasta la próxima reunión con el compromiso de seguir desarrollando nuestro trabajo entre los trabajadores y la juventud.
El período que se abre a partir de ahora nos llena de optimismo. Vienen grandes momentos. Vemos como se inicia la revolución en Irán, el magnífico movimiento de la clase obrera y la juventud en Grecia; la respuesta de la clase obrera francesa a los capitalistas, la huelga de 4 horas en Italia, etc. La burguesía europea teme verse en el espejo de América Latina, por eso nos preparamos para estos acontecimientos redoblando nuestros esfuerzos en la construcción de la CMR.
Estamos convencidos de que esta Conferencia Política marcará un antes y un después en la construcción de la Corriente Marxista Revolucionaria.
¡Viva la Corriente Marxista Revolucionaria!
¡Viva el internacionalismo proletario!
¡Viva la lucha socialista mundial!
La Fundación Federico Engels por muchos años ha dotado de literatura de los clásicos del marxismo a activistas del movimiento obrero y juvenil en México; cada vez más compañeros del movimiento nos escriben solicitando material, lo cual nos alegra mucho. Sin duda alguna, es una necesidad urgente tener claridad sobre los acontecimientos del pasado y del presente, y el marxismo es la teoría de la acción revolucionaria, de la estrategia y de la táctica para transformar este mundo de miseria y opresión hacia el socialismo. Este año hemos comenzado muy bien nuestra tarea, hemos publicado Historia del trotskismo británico de Ted Grant, es el volumen dos de sus obras. Esto es un pazo adelante muy importante, no existía hasta ahora este material en lengua castellana y ahora gracias a este esfuerzo podemos aprender de esas experiencias para ir por el camino correcto en nuestra lucha. Este logro lo queremos compartir con todos los lectores y simpatizantes de nuestro periódico Militante, nuestros sitios Web www.militante.org y www.cedep.org, ya que sin este esfuerzo conjunto sería imposible seguir adelante. Este año orgullosamente cumplimos veinte años en nuestro compromiso con la clase trabajadora y la juventud, aniversario que no hubiese sido posible sin el apoyo, confianza y solidaridad de nuestra clase. Adquiere nuestro material a través de Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Fundación Federico Engels
www.fundacionfedericoengels.org
Títulos:
Historia del trotskismo británico, Ted Grant
Inveval, Pablo Cormenzana
Lenin y Trotsky, ¿qué defendieron realmente?, Alan Woods y Ted Grant
Razón y Revolución, Alan Woods y Ted Grant
La Revolución Traicionada, León Trotsky
La lucha contra el fascismo, León Trotsky
¿A dónde va Francia?, León Trotsky
1905, resultados y perspectivas, León Trotsky
Terrorismo y Comunismo, León Trotsky
Historia de la Revolución Rusa, (2 tomos) León Trotsky
La Revolución de Octubre, El Militante España
El Origen de la Familia, la propiedad privada y el Estado, Federico Engels
El Programa de Transición, León Trotsky
Pirómanos apagando fuego, Juan Ignacio Ramos
El Imperialismo fase superior del capitalismo, V. I. Lenin
Sobre el Materialismo Histórico, Franz Mehring
Tesis de Abril, V. I. Lenin
Revolución Alemana, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht
Reforma o Revolución, Rosa Luxemburgo
Crisis de la Socialdemocracia, Rosa Luxemburgo
Crítica al Programa de Gotha, Carlos Marx y Federico Engels
Ludwin Feurbach y el Fin de la filosofía clásica alemana, Federico Engels
Problemas de la Vida Cotidiana, León Trotsky
Que es el Marxismo y su Moral y la nuestra, León Trotsky
Acerca de los Sindicatos, León Trotsky
18 Brumario de Luis Bonaparte, Carlos Marx
La Guerra Civil en Francia, Carlos Marx
Salario, Precio y ganancia, Carlos Marx
Del Socialismo Utópico al socialismo científico, Federico Engels
Introducción a la Dialéctica de la naturaleza, Federico Engels
Anarquismo y Comunismo, Preobrazenki
El Papel del Individuo en la historia, Jorge Plejanov
Marxismo Hoy No. 18 Revolución Sandinista, Varios
Marxismo Hoy No. 16 China, Varios
Marxismo Hoy No. 11 Gramsci, Varios
En Irán y desde el año pasado la lucha de clases ha entrado en una fase muy convulsiva, la gota que derramó el vaso y llevó a que miles salieran a las calles fue el descarado fraude electoral que impuso a Mahmud Ahmadinejad contra la voluntad de las masas que habían votado masivamente por el candidato Mousavi. Desde ese momento el gobierno usó todo tipo de medidas represivas para frenar el movimiento y realizó una gran campaña para cubrir sus actos fraudulentos.
A pesar de ello el movimiento sigue vivo y sus demandas se han ido radicalizando cado vez más. Incluso en las movilizaciones se han escuchado consignas de desprecio hacia el mismo Ayatola Ali Khamenei. El estallido revolucionario en Irán demuestra cómo las masas están buscando una alternativa a la miseria y el hambre.
Esta lucha debe recibir el apoyo de todos los trabajadores a nivel internacional, por ello la Tendencia Marxista Militante realizó, el pasado 26 de Marzo, un mitin a las afueras de la embajada iraní en México. El acto inició con consignas exigiendo la libertad de todos los presos políticos en Irán, luego un compañero tomó la palabra y explicó los hechos que comentamos y la necesidad urente de solidad internacional. La puerta de la embajada quedó bloqueada por las pancartas de nuestros compañeros que exigían, además, libertad de organización y derechos democráticos para todo el pueblo trabajador iraní.
Pocos minutos antes de terminar el acto, fuimos recibidos por el señor Ghadiri Abyaned quien funge como embajador en nuestro país. Al ingresar a las instalaciones desplegamos nuestras pancartas y seguimos gritando consignas, el patio por donde avanzábamos tenía un jardín central que orientaba hacia la entrada de la lujosa casa, este lujo y derroche de dinero contrasta con la miseria en la que viven las masas en Irán. Ya en la sala de reuniones seguimos con nuestro acto político desplegando nuestras pancartas y exigiendo al embajador nuestras demandas. A nuestras palabras él respondió que en Irán hay un gobierno democrático que no ha reprimido sino a agentes de la CIA infiltrados en el movimiento contra Ahmadinejad, incluso manifestó que con nuestro mitin y nuestras consignas nosotros nos parecemos a esos mismos agentes. Evidentemente el embajador Ghadiri tiene muchas razones para tachar a todo aquel que se manifieste como un agente de la CIA.
De tanto en tanto el debate con el embajador subía de tono y eso era totalmente natural de frente a tanto cinismo. Nosotros explicamos que ni somos agentes de la CIA ni estamos de acuerdo en la intervención de Obama ni en las acusaciones sobre actividades nucleares que recientemente se han hecho Irán. Cuando reclamamos la eliminación de subsidios a alimentos, el respondió que se trataba de una medida totalmente justa y necesaria, que iba en “favor de los más pobres”, incluso declaró que el mismo había estado exigiendo esa medida durante muchos años atrás. Esta fórmula de eliminar subsidios o aumentar impuestos y precios de los alimentos, gasolina y electricidad es la misma que en México se ha aplicado por el gobierno panista de FeCal, el argumento es también el mismo “a favor de los más pobres”.
Dimos por terminada la reunión y nos levantamos, al caminar rumbo a la salida el embajador nos dio algunos presentes relacionados con la cultura Persa, este detalle lo comentamos porque tiene un significado político: las masas iraníes están en pie de lucha y hacen tambalear al régimen de Ahmadinejad y por tanto trata de buscar cualquier tipo de apoyo en cualquier lugar. Este detalle habla de la extrema debilidad del régimen y por supuesto de la gran fuerza que tiene el movimiento de los trabajadores Iraníes.
La posición de la Tendencia Marxista Militante fue muy clara:
Libertad a los presos políticos
Libertades democráticas para los trabajadores
Viva la lucha del pueblo Iraní
Abajo el gobierno espurio de Ahmadinejad
Una parte menos conocida de la obra de Trotsky son sus análisis económicos. En diversos artículos abordó cuestiones muy importantes y consiguió orientar a sus compañeros de lucha en unas décadas tan complejas y llenas de cambios bruscos y repentinos como fueron los años 20 y 30 del sigo XX.
En agosto de este año se cumplirá el 70º aniversario del asesinato por orden de Stalin del gran revolucionario y teórico marxista León Trotsky. Con el fin de homenajear su vida, su intensa actividad revolucionaria y sus ideas, fundamentales para el desarrollo y preservación de la teoría marxista hasta nuestros días, El Militante publicará una serie de artículos a lo largo de los próximos meses. Aparte de comentar textos que van al núcleo central de su pensamiento como La revolución permanente, La revolución traicionada o El programa de Transición, queremos abordar diferentes aspectos de gran relevancia para la teoría marxista con el propósito fundamental de animar a nuestros lectores a un estudio profundo y extenso de todos los escritos de León Trotsky. Empezamos con un tema de primerísima actualidad, los ciclos económicos, y seguiremos con otros igualmente interesantes como el materialismo dialéctico, la cuestión nacional, la revolución española, la guerra civil rusa, arte y literatura, etc. En www.elmilitante.net dedicaremos un apartado especial al 70º aniversario del asesinato de León Trotsky, donde encontrarás una bibliografía completa y organizada temáticamente.
Una parte menos conocida de la obra de Trotsky son sus análisis económicos. En diversos artículos abordó cuestiones muy importantes y consiguió orientar a sus compañeros de lucha en unas décadas tan complejas y llenas de cambios bruscos y repentinos como fueron los años 20 y 30 del sigo XX.
En primer lugar cabe destacar que, siguiendo lo que habían anticipado Marx y Engels, y que Lenin explicó tan bien en su obra El imperialismo, fase superior del capitalismo, Trotsky consideraba la economía mundial como una realidad concreta, un conjunto interdependiente en continuo movimiento, con tendencias generales y cambios en las relaciones entre las partes, no como una mera suma de economías nacionales. En sus propias palabras:
"Unificando en un sistema de dependencias y de contradicciones países y continentes que han alcanzado grados diferentes de evolución, aproximando los diversos niveles de su desarrollo y alejándolos inmediatamente después, oponiendo implacablemente todos los países entre sí, la economía mundial se ha convertido en una realidad poderosa que domina la de los diversos países y continentes" (Stalin, el gran organizador de derrotas).
La cuestión de los ‘ciclos largos' y la curva de desarrollo capitalista
Como ya explicó Marx, los ciclos económicos de boom-recesión son consustanciales al capitalismo. Son la manera en que éste funciona, los latidos de su corazón. Sin embargo, al igual que el latido del corazón es un reflejo de la edad y estado de salud del organismo, los ciclos económicos derivan de la dinámica de funcionamiento general del capitalismo. Sin embargo, Trotsky también señalaba: "...no podemos decir que estos ciclos explican todo: ello está excluido por la sencilla razón de que los ciclos mismos no son fenómenos económicos fundamentales, sino derivados" (La curva de desarrollo capitalista, 1923).
El capitalismo no se limita a una mera repetición de ciclos de boom y recesión. Existen oscilaciones a largo plazo, periodos largos de desarrollo de las fuerzas productivas en que los booms sobrepasan ampliamente la intensidad de las crisis, y otros contractivos o de estancamiento, en que las crisis llevan a la economía de vuelta al punto de partida e incluso más atrás. Esto tiene enormes efectos en toda la sociedad. Como señalaba Trotsky (Op. Cit.): "las épocas de enérgico desarrollo capitalista deben poseer formas -en política, en leyes, en filosofía, en poesía- agudamente diferentes de aquellas que corresponden a la época de estancamiento o de declive económico. Aún más, una transición de una época de esa clase a otra diferente debe producir necesariamente las más grandes convulsiones en las relaciones entre clases y entre estados (...) No es difícil demostrar que en muchos casos las revoluciones y guerras se esparcen entre la línea de demarcación de dos épocas diferentes de desarrollo económico".
El economista ruso Kondratiev elaboró su teoría de los ciclos largos intentando explicar estos periodos que abarcaban varias décadas (cincuenta años, según él). Pero lo hizo atribuyéndoles un carácter totalmente mecánico, similar al funcionamiento de los ciclos "cortos". En primer lugar hay que señalar que Kondratiev no explicó las causas de estos superciclos, sino que simplemente los construyó mediante la suma de cinco ciclos "normales", presentando después las series estadísticas que se ajustaban a su esquema como "prueba" y desechando las demás. Sus ideas han tenido cierto eco entre los economistas burgueses, que periódicamente intentan predecir el movimiento de la economía con distintas versiones de las ondas largas. Una de las razones de este éxito es que las ideas de Kondratiev son compatibles con puntos centrales de la teoría económica burguesa como la existencia de un equilibrio de carácter estático en torno al cual el capitalismo oscila de manera simétrica y regular. Esto permite concebirlo como un sistema eterno en movimiento perpetuo, sin contradicciones internas que son su verdadero motor.
Trotsky, en La curva de desarrollo capitalista (1923), respondió a las ideas de Kondratiev explicando que las oscilaciones a largo plazo dependían también de los aspectos políticos e ideológicos que forman la superestructura (guerras, revoluciones, etc). Como siempre hemos explicado los marxistas, la relación entre la base económica y la superestructura social es compleja y dialéctica, no mecánica y unidireccional. En palabras de Trotsky: "Por lo que se refiere a las fases largas (...) el carácter y duración están determinados, no por la dinámica interna de la economía capitalista, sino por las condiciones que constituyen la estructura de la evolución capitalista".
Por ejemplo, para el gran auge de tres décadas tras la Segunda Guerra Mundial no sólo fueron necesarias precondiciones económicas (aún incluyendo entre ellas la destrucción causada por la guerra) sino también políticas, como el propio resultado de la guerra (fortalecimiento de la URSS y el estalinismo) y el fracaso de las revoluciones en Europa Occidental por la traición de los dirigentes reformistas y estalinistas. El triunfo de una revolución sana en Francia o Italia habría dado paso a un periodo totalmente distinto, aun con las mismas "bases" económicas iniciales.
Para el estudio histórico, Trotsky propone establecer una curva de desarrollo capitalista basada, a su vez, en agregar otras dos curvas: la básica, que refleja el crecimiento general de las fuerzas productivas y se mueve hacia arriba en todo el desarrollo capitalista (con mayor o menor inclinación), y las ondas periódicas, que reflejan las fluctuaciones cíclicas de la coyuntura. Una vez fijada, habría que dividirla en periodos según el grado de ascenso o descenso, y después buscar sincronizarla con los sucesos políticos, hallando la interrelación entre la las épocas de la vida social y los segmentos de la curva, sin ser mecánicos, teniendo en cuenta la persistencia y dinámica interna de los acontecimientos de la superestructura y sin olvidar nunca que la economía es decisiva sólo en último análisis.
A la hora de analizar el periodo y fijar perspectivas, Trotsky respondió a Varga (Sobre la cuestión de la "estabilización" de la economía mundial, 1925) que para analizar si nos encontramos en una fase ascendente o descendente del desarrollo capitalista no nos podemos basar solamente en las cifras, ya que la estadística siempre refleja el pasado, sino estudiar dialécticamente la situación económica: "Por lo tanto la cuestión básica se resuelve no calculando la producción sino por medio de un análisis de los antagonismos económicos".
Relación entre ciclo y lucha de clases
Trotsky, al igual que Lenin, combatió la idea de ciertos izquierdistas sobre la "crisis final" del capitalismo. Este sistema sólo será destruido mediante la acción consciente de la clase trabajadora, ya que por su propia dinámica de destrucción de fuerzas productivas toda crisis capitalista crea las condiciones para una recuperación más o menos intensa.
También existen supuestos "revolucionarios" para los que la lucha siempre es imposible. En épocas de auge económico porque la clase obrera se ha "aburguesado" ya que tiene coche y sale de vacaciones, y en épocas de crisis porque el miedo al paro paraliza a la gente. Para otros, en cambio, el crecimiento económico permitirá llegar al socialismo automáticamente, hacer la revolución sin que la burguesía se dé cuenta. Existen también los apologistas de la recesión, para los que sólo la crisis, la caída en la miseria, provoca la rebelión de las masas.
Todas estas visiones tienen en común su carácter mecánico. Frente a ellas, Trotsky afinó el enfoque marxista:
"Esta circunstancia refuerza nuestra convicción de que los efectos de una crisis sobre el curso del movimiento obrero no son todo lo unilaterales que ciertos simplistas imaginan. Los efectos políticos de una crisis (no sólo la extensión de su influencia sino también su dirección) están determinados por el conjunto de la situación política existente y por aquellos acontecimientos que preceden y acompañan la crisis, especialmente las batallas, los éxitos o fracasos de la propia clase trabajadora, anteriores a la crisis. Bajo un conjunto de condiciones la crisis puede dar un poderoso impulso a la actividad revolucionaria de las masas trabajadoras; bajo un conjunto distinto de circunstancias puede paralizar completamente la ofensiva del proletariado y, en caso de que la crisis dure demasiado y los trabajadores sufran demasiadas pérdidas, podría debilitar extremadamente, no sólo el potencial ofensivo sino también el defensivo de la clase" (Flujos y reflujos, 1921).
En definitiva, el efecto de la crisis sobre la conciencia de la clase trabajadora depende de su experiencia en el periodo anterior. Así, por ejemplo, mientras la crisis de los años treinta tuvo el efecto momentáneo de deprimir las luchas en los EEUU (para retomarlas con más fuerza con los primeros signos de recuperación), no frenó sino que atizó la revolución española. También hemos visto estallidos revolucionarios cuyo detonante ha sido una crisis económica, como Alemania en 1923 o Argentina en 2001.
La conclusión a la que llega Trotsky, para los tiempos en que la crisis económica dificulta las luchas empresa a empresa (aunque también tiene el efecto de radicalizar algunas hasta la toma de la fábrica) es la necesidad, por un lado, de potenciar el lado político de la lucha sindical, dotándola de un programa que incluya la transformación de la sociedad, y por otro de generalizar y unificar las luchas, para superar así las dificultades. Es la misma conclusión a la que están llegando hoy día miles de activistas obreros en todo el mundo.
Los escritos económicos de Trotsky, al igual que toda su obra, son una magnífica escuela para todos los revolucionarios que pretendan orientarse en un periodo turbulento como en el que nos encontramos.
Bibliografía
· Flujos y reflujos (1921): www.marxists.org/espanol/trotsky/ceip/economicos/flujosyreflujos.htm
· La curva del desarrollo capitalista (1923):
· Sobre la cuestión de la "estabilización" de la economía mundial (1925):
www.marxists.org/espanol/trots-ky/ceip/economicos/sobrelacuestiondelaestabilizacion.htm
· Sobre la cuestión de las tendencias en el desarrollo de la economía mundial (1926):
www.marxists.org/espanol/trotsky/ceip/economicos/sobrelacuestiondelastendencias.htm
La publicación por parte de la Fundación Federico Engels de los manifiestos, tesis y resoluciones aprobadas por los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista entre 1919 y 1922, representa una importante contribución al estudio de la historia del movimiento obrero. Sin duda alguna, los documentos que componen este libro exponen brillantemente la táctica, estrategia y organización del bolchevismo ruso y de los pioneros del comunismo internacional en los años inmediatamente posteriores al triunfo de la revolución de octubre. No estamos ante un libro de interés meramente histórico sino ante una amplia aportación teórica al marxismo revolucionario. [1]
León Trotsky señaló en 1933: "Los primeros cuatro congresos de la Internacional Comunista nos dejaron una valiosa herencia programática: la caracterización de la etapa actual como etapa imperialista, es decir, de culminación y comienzo del declive del capitalismo; de la naturaleza del reformismo moderno y los métodos para combatirlo; de la relación entre la democracia y la dictadura del proletariado; del papel del partido en la revolución proletaria; de la relación entre el proletariado y la pequeña burguesía, especialmente el campesinado (la cuestión agraria); del problema de las nacionalidades y la lucha por la liberación de los pueblos coloniales; del trabajo en los sindicatos; de la política del frente único; de la relación con el parlamentarismo, etc. Estos cuatros primeros congresos sometieron estas cuestiones a un análisis de principios que aún no ha sido superado".[2]
La mayor parte de los documentos de estos congresos fueron escritos y defendidos por Lenin y Trotsky y constituyeron el programa del partido mundial de la revolución socialista en sus años heroicos. Todavía quedaba un largo camino por recorrer antes de que la burocracia estalinista abandonara la posición internacionalista de los bolcheviques y la reemplazara por la teoría del socialismo en un solo país y la colaboración de clases.
Por razones obvias, los textos de los cuatro primeros congresos de la IC fueron ocultados durante décadas a generaciones de comunistas, pues el contenido político de los mismos chocaba frontalmente con la nueva orientación de la burocracia. Estudiar detalladamente las posiciones políticas y programáticas de la Internacional Comunista en tiempos de Lenin, conocer el caudal de ideas, análisis y observaciones contenidos en unos materiales que siguen manteniendo toda su fuerza y consistencia para la época actual, ayudará seriamente a todos aquellos que luchan por construir el factor subjetivo de la revolución socialista.
Imperialismo y revisionismo
En los años previos a la Primera Guerra Mundial, el proceso de concentración y monopolización del capital se tradujo en el dominio aplastante del capital financiero y los consorcios capitalistas. Fue el nacimiento del imperialismo, la fase superior del capitalismo. Para dar salida a la producción e incrementar la cuota de ganancia, se libró una encarnizada lucha por las colonias y el mercado mundial, por las fuentes de materias primas y un amplio ejército de reserva al que explotar. Las principales potencias capitalistas se vieron empujadas irresistiblemente a la colonización y al saqueo de nuevos territorios, mostrando que la política imperialista se había convertido en un fenómeno internacional, un todo indivisible del que ningún país podía sustraerse.
Este contexto objetivo marcó la historia y el devenir de la Segunda Internacional, heredera de la Asociación Internacional de Trabajadores fundada por Marx, y que se desarrolló en un plano superior a su antecesora: pronto agrupó a organizaciones de masas bajo la bandera del marxismo revolucionario. Este período de expansión y fortalecimiento del imperialismo, de grandes ganancias acumuladas por las potencias imperialistas como el que se vivió durante todo el período de formación y consolidación de la Segunda Internacional, no podía dejar de tener un efecto importante en sus filas. En primer lugar, el auge experimentado por el capitalismo sirvió para corromper a amplios sectores de la aristocracia obrera y a una capa significativa de responsables del partido y de los sindicatos. En segundo lugar, favoreció el desarrollo de tendencias oportunistas y revisionistas en la dirección, que pretendían encontrar la solución a los problemas de la clase obrera dentro de los límites del capitalismo y sus instituciones.
El revisionismo y su idea de una transformación "gradual y democrática" de la sociedad capitalista utilizando la vía del parlamento burgués, los sindicatos, la legislación laboral y los mecanismos que supuestamente el progreso económico había puesto al alcance de los trabajadores (como las cooperativas y el crédito), proponían una completa ruptura con los fundamentos de la teoría marxista y una adaptación a los intereses de la pequeña burguesía. En palabras de Rosa Luxemburgo: "La corriente oportunista en el partido, formulada teóricamente por Bernstein, no es otra cosa que un intento inconsciente de garantizar la preponderancia de los elementos pequeñoburgueses que se han unido al partido, esto es, de amoldar la política y los objetivos del partido al espíritu pequeñoburgués. La cuestión de reforma o revolución, del movimiento o el objetivo último, es básicamente la cuestión del carácter pequeñoburgués o proletario del movimiento obrero".[3]
La degeneración reformista de los partidos de masas de la Segunda Internacional tuvo consecuencias dramáticas. Como organización revolucionaria colapsó ante la primera prueba sería a la que fue sometida. Su paso al campo del socialpatriotismo y su abandono de un punto de vista de clase e internacionalista, convirtió a la Internacional en el sostén fundamental del orden burgués durante la Primera Guerra Mundial imperialista y en la oleada revolucionaria que la siguió. "El colapso de la Segunda Internacional" señaló Lenin,"es el colapso del oportunismo, que surgió de las características del ya pasado (y llamado pacífico) período de la historia, y que en los últimos años llegó a dominar prácticamente la Internacional. Desde hace tiempo, los oportunistas venían preparando el terreno para este colapso al renegar de la revolución socialista y sustituirla por el reformismo burgués, al rechazar la lucha de clases y la guerra civil como su resultado inevitable en ciertos momentos; al predicar la conciliación de clases, al propagar el chovinismo burgués bajo la careta del patriotismo y la defensa de la patria, al ignorar o rechazar la verdad fundamental del socialismo, establecida hace tiempo en el Manifiesto Comunista, de que los trabajadores no tienen patria; al reducirse a la lucha contra el militarismo desde un punto de vista sentimental y filisteo en lugar de reconocer la necesidad de la guerra revolucionaria de los trabajadores de todos los países contra la burguesía de todas las naciones, al convertir en fetiche la necesidad de la utilización del parlamentarismo burgués y de la legalidad burguesa...".[4]
El bolchevismo
El período de degeneración de la Segunda Internacional coincidió también con el de la formación y consolidación de la tendencia bolchevique, la que mejor mantuvo la fidelidad a los principios del marxismo revolucionario y aplicó su programa en la práctica.
Las bases teóricas y prácticas para la construcción de un fuerte partido marxista fueron elaboradas por Lenin a lo largo de grandes polémicas políticas y acontecimientos en la lucha de clases. El enfoque de Lenin para clarificar el cómo, con qué métodos, programa y tácticas se debía dotar la clase obrera nacional e internacionalmente de una organización revolucionaria templada y endurecida, no fue el fruto de un capricho o de la obsesión de un reducido aparato conspirativo. Surgía directamente de la estrategia revolucionaria para transformar la sociedad, y se desprendía del estudio detallado de la historia de las grandes revoluciones burguesas (la inglesa de 1640 y la francesa de 1789-93) y del papel que en ella jugaron las diferentes clases sociales, sus agrupamientos y partidos.
La historia del Partido Bolchevique tal como fue en realidad, limpia de las distorsiones y falsificaciones de los epígonos estalinistas y la propaganda burguesa, ofrece grandes lecciones para los procesos revolucionarios contemporáneos. En una de sus obras fundamentales, Lenin realiza una descripción sintética pero profunda de la historia del bolchevismo[5] como el resultado de un largo y laborioso proceso de educación política. En primer lugar de una lucha implacable, bajo el yugo del despotismo zarista, contra las viejas ideas del populismo, la forma que adoptó el anarquismo ruso en aquellas condiciones de atraso económico y social. En segundo lugar, de la adquisición de una sólida base teórica, conseguida a través de la controversia con los elementos oportunistas del movimiento socialdemócrata y enfrentarse, en tan solo quince años (1903-1917), a una asombrosa variedad y sucesión de acontecimientos. La forma que adoptó el movimiento del proletariado ruso, su riqueza en matices y métodos de lucha de todas las clases (legal e ilegal, propaganda en los círculos y agitación entre las masas, trabajo parlamentario e insurrección armada), fue realmente extraordinaria. A su vez, la dirección bolchevique no dejó de estudiar en profundidad cada huelga que se producía en Europa y EEUU, cada movimiento de la clase trabajadora, cada pugna ideológica en sus organizaciones.
Lenin diferenció varias épocas en la formación y cristalización definitiva del bolchevismo. Una primera, los llamados años de preparación de la revolución (1903-1905), durante la cual la socialdemocracia rusa tuvo grandes limitaciones para desplegar su actividad, sometida a la clandestinidad y cercada por la represión policial del zarismo. La dirección bolchevique se encontraba en el exilio, pero en aquel período se plantearon teóricamente todas las cuestiones esenciales de la revolución: "Los representantes de las tres clases fundamentales" señala Lenin, "de las tres tendencias políticas principales: la liberal-burguesa, la democrático-pequeñoburguesa (cubierta bajo la etiqueta de las corrientes ‘socialdemócrata' [menchevique] y ‘socialrevolucionaria') y la proletaria revolucionaria, mediante una lucha encarnizada de concepciones programáticas y tácticas, anuncian y preparan la futura lucha abierta de clases".
Un segundo período, que Lenin llama los años de revolución (1905-1907), donde las condiciones objetivas para el estallido revolucionario cristalizaron, y todas las clases sociales, las tendencias políticas y sus concepciones programáticas y tácticas, fueron sometidas a la prueba de la práctica. La revolución de 1905 fue una escuela gigantesca que suministró lecciones políticas de primer orden. Las huelgas económicas se transformaron rápidamente en huelgas políticas; se pusieron a prueba, en palabras de Lenin, las relaciones entre el proletariado dirigente y los campesinos dirigidos, "vacilantes, dudosos". Se confirmó la importancia histórica de los sóviets, transformados de comités de huelga en parlamentos proletarios y organismos del doble poder. La revolución de 1905 ofreció toda una gama de formas de lucha, parlamentarias y no parlamentarias; pacíficas o insurreccionales... "Cada mes de este período vale, desde el punto de vista del aprendizaje de los fundamentos de la ciencia política -para las masas y los jefes, para las clases y los partidos-, por un año de desenvolvimiento ‘pacífico' y ‘constitucional'. Sin el ensayo general de 1905, la victoria de la Revolución de Octubre en 1917 hubiera sido imposible".
El ala bolchevique también sufrió las presiones del período revolucionario. Durante la revolución de 1905, Lenin tuvo que luchar contra la rutina y el conservadurismo de aquellos militantes acostumbrados al trabajo de pequeño círculo y reticentes a una orientación enérgica hacia las masas. Estos "hombres de comité" intentaron subordinar la dinámica viva de la revolución a los estrechos límites de una organización clandestina, lo que les llevó a no reconocer la importancia decisiva de los sóviets. No comprendieron que el profundo cambio que se había producido en la situación objetiva obligaba a una transformación completa de la táctica de la organización.
Después de la derrota de la insurrección armada de los obreros de Moscú, la revolución entró en un fuerte período de reflujo. Entre 1907-1910, la reacción zarista volvió a dominar temporalmente el escenario. Las organizaciones revolucionarias fueron diezmadas, sus dirigentes enviados a la clandestinidad, el exilio y la cárcel, mientras el desánimo y la desmoralización hacían su aparición en las filas del movimiento. Fueron años de fuertes presiones ideológicas y materiales, en los que surgieron tendencias ultraizquierdistas y penetraron los prejuicios de la pequeña burguesía. Años de dificultades, de deserciones y claudicación.
Lenin y los principales cuadros bolcheviques resistieron la embestida volviendo sobre sus pasos, concentrándose en primer lugar en el estudio de los fundamentos de la teoría marxista, de la dialéctica materialista,[6] y cohesionando el núcleo dirigente para preparar el éxito en la siguiente oleada. En palabras de Lenin: "...Esta gran derrota dio a los partidos revolucionarios y a la clase revolucionaria una verdadera lección sumamente saludable, una lección de dialéctica histórica, una lección de inteligencia, de destreza y arte para conducir la lucha política. Los amigos se conocen en la desgracia. Los ejércitos derrotados se instruyen celosamente".
En la lucha de clases, como en la guerra, saber retroceder cuando se dan condiciones adversas es igual o más importante que saber avanzar. La fracción bolchevique fue la que retrocedió, en palabras de Lenin, "con más orden, con menos quebranto de su ‘ejército'; conservando mejor su núcleo central, con las escisiones menos profundas e irreparables, con menos desmoralización, con más capacidad para reanudar la acción de un modo más amplio, acertado y enérgico". El método leninista de organización preparó las condiciones para que, en un período objetivo de retroceso, el partido sufriera las menores perdidas posibles. Una preparación basada en la lucha ideológica consecuente, la depuración de las filas bolcheviques de elementos diletantes, y la utilización de tácticas flexibles que preservaran, aún en los momentos de mayor dificultad, el nexo de unión con los mejores elementos de la clase.
La marea histórica volvió a ofrecer nuevas oportunidades a los marxistas rusos. La represión salvaje de las huelgas mineras en Lena (1912), abrieron las compuertas a un rápido crecimiento de las luchas obreras. "Venciendo dificultades enormes" señala Lenin, "los bolcheviques eliminaron a los mencheviques, cuyo papel, como agentes burgueses en el movimiento obrero, fue admirablemente comprendido por toda la burguesía después de 1905 y a los cuales, por este motivo, ésta última sostenía de mil maneras contra los bolcheviques. Pero éstos últimos no hubieran llegado nunca a semejante resultado si no hubiesen aplicado una táctica acertada, combinando la actuación ilegal con la utilización obligatoria de las ‘posibilidades legales' En la más reaccionaria de las Dumas, los bolcheviques conquistaron toda la curia obrera". Este período que abría perspectivas revolucionarias muy similares a las de 1905, fue cortado violentamente por la guerra.
La guerra imperialista
En los años de la carnicería imperialista (1914-1917), los bolcheviques quedaron aislados de las masas mientras sus principales dirigentes, o bien fueron condenados a la deportación en Siberia (tal fue el caso de los diputados en la Duma), o arrojados al exilio (como Lenin, Zinóviev, Bujarin). A pesar de dificultades terribles, los bolcheviques mantuvieron una posición internacionalista intransigente y lucharon contra la capitulación chovinista de los dirigentes de la Segunda Internacional. Fue un período de clarificación y educación política de los cuadros, de lucha contra los socialpatriotas, pero también contra los centristas de todo signo que utilizando una fraseología tomada del marxismo defendían el punto de vista de la burguesía y la pequeña burguesía en los asuntos fundamentales.
Lenin, que se encontraba aislado y en circunstancias extraordinariamente adversas, trabajó tenazmente con el fin de cohesionar a todos los militantes bolcheviques dispersos en el exilio. Editó un nuevo órgano central del partido (El Socialdemócrata) y logró mantener los contactos con el movimiento clandestino en Rusia. No fue una tarea fácil, pero los bolcheviques fueron los que entendieron con mayor claridad la situación. Como siempre han hecho los grandes teóricos del marxismo ante los virajes bruscos de la situación mundial, Lenin volvió al estudio de las grandes obras del pensamiento político y económico: "Entre fines de 1913 y comienzos de 1914, Lenin estudia sistemáticamente y hace notas críticas, de acuerdo a una serie de intereses teóricos y políticos bien definidos, sobre el texto de la correspondencia Marx-Engels; en la segunda mitad de 1914 intensifica los estudios filosóficos e inicia el análisis de Ciencia de la lógica de Hegel; en 1915 estudia y anota Vom Kriege de Clausewitz; en la segunda mitad de 1915 da comienzo a la colección de materiales que confluirá en Cuadernos sobre el imperialismo y que continuará aun luego de haber terminado el ‘ensayo popular' (julio de 1916), hasta la inmediata vigilia de la revolución de febrero. Esta vastísima colección de comentarios, de apuntes, de observaciones críticas y de esbozos de investigación toca los temas centrales de la reflexión política de Lenin en esos años: la estrategia y la táctica del partido revolucionario de la clase obrera, la concepción del imperialismo y, en el centro de todo ello, el método dialéctico de pensamiento".[7]
Ante el desmoronamiento político y organizativo de la vieja Internacional, la tarea más urgente y necesaria era educar a los cuadros en la lucha intransigente contra el revisionismo y, sobre todo, contra el centrismo que empezaba a levantar cabeza con su demagogia "radical". En aquellos años, Lenin sacó la conclusión de que era necesario trabajar por la construcción de una nueva Internacional marxista. Los textos de aquella época, especialmente La bancarrota de la Segunda Internacional, son una clara exposición política a favor de una nueva organización. Pero el hecho de que la vieja Internacional colapsara por completo en un momento clave de la lucha de clases, como fue la guerra imperialista, demostraba precisamente que la tarea planteada no era ni mucho menos un asunto que se pudiera resolver con medidas organizativas. Los sectarios ultraizquierdistas son aficionados a citar los escritos de Lenin del período 1914-17, cuando insistía repetidamente en la necesidad de romper radicalmente con la vieja socialdemocracia. Sin embargo, Lenin era muy consciente de que el éxito de la ruptura con los reformistas sería el fruto de una lucha prolongada para arrancar a las masas de la influencia del socialpatriotismo.
Internacionalismo proletario
Sólo un pequeño número de revolucionarios marxistas se enfrentó a la vergonzosa traición y al colapso de la Segunda Internacional en el momento del estallido de la guerra imperialista. Entre ellos figuraban Lenin y los bolcheviques rusos; Trotsky; Rosa Luxemburgo y sus colaboradores más estrechos en la socialdemocracia alemana y polaca; los diputados marxistas serbios, y un puñado de internacionalistas en Holanda, Italia, Bulgaria y otros países.
A medida que la guerra mostraba su carácter reaccionario, se fueron desvaneciendo las ilusiones en la demagogia de los líderes socialpatriotas ("una guerra para acabar con todas las guerras", "una guerra en defensa de la civilización y las conquistas del movimiento obrero"...). Las penurias materiales, la escasez, la muerte de cientos de miles de obreros en las trincheras, alimentaron un descontento creciente que finalmente penetró en los partidos socialdemócratas. La formación de una heterogénea oposición política a la guerra en las filas de las organizaciones reformistas se abrió camino, aunque su tendencia mayoritaria era hacia el pacifismo.
Los primeros pasos en la dirección de una nueva organización internacional se dieron en los inicios de 1915. En la localidad suiza de Zimmerwald tuvo lugar una reunión en el mes de septiembre convocada a iniciativa de los socialistas italianos. La convocatoria hacía un llamamiento a "todas las organizaciones obreras que permanecieron fieles al principio de la lucha de clases y de la solidaridad internacional" y pasó a la historia como la Conferencia de Zimmerwald. En la misma participaron representantes de organizaciones socialistas de Alemania, Francia, Italia, los Balcanes, Suecia, Noruega, Polonia, Rusia, Holanda y Suiza. A pesar del paso adelante que la Conferencia representó, no se trataba de una reunión de delegados marxistas. Las sesiones estuvieron dominadas fundamentalmente por los centristas y pacifistas, aunque finalmente se aprobó un manifiesto, redactado por Trotsky, que condenaba la guerra imperialista desde un punto de vista internacionalista y mostraba su solidaridad con todos los militantes socialistas que habían sido perseguidos por oponerse a la misma. En la reunión cristalizó, en torno a los delegados bolcheviques, la denominada Izquierda de Zimmerwald.
La Conferencia de Zimmerwald fue seguida de la Conferencia de Kienthal en abril de 1916, donde la influencia de la izquierda zimmerwaldiana se fortaleció. De todas formas, tanto en la Conferencia de Zimmerwald como en la de Kienthal los partidarios de construir una nueva Internacional todavía eran minoría. La nueva organización surgiría a partir de grandes conmociones sociales.
Los efectos de la guerra y la situación en Rusia, que culminó con el triunfo bolchevique, aceleraron poderosamente los acontecimientos. La revolución de octubre confirmó la corrección de la estrategia leninista sobre el partido. La diferencia entre el éxito o el fracaso fue resuelta por la existencia de una organización revolucionaria con una política correcta, nutrida por miles de cuadros obreros que fueron capaces, en el curso de aquellos acontecimientos, de ligarse con los sectores más avanzados de la clase, en las fábricas, en el ejército, en el campo y en los sóviets. Pero los días previos al triunfo de octubre también pusieron de manifiesto que, incluso en una organización como la bolchevique, las enormes presiones de las clases enemigas podían penetrar y desatar las vacilaciones de un sector de la dirección. La presencia de Lenin y Trotsky permitió asegurar que el rumbo hacia la toma del poder se mantuviera firme contra todas las soluciones de compromiso que amenazaban el triunfo revolucionario. Sin ese Estado Mayor, y sin esos militantes que dieron una expresión consciente a las aspiraciones de las masas, la victoria no habría sido posible. En palabras de León Trotsky:
"En el año 1917, Rusia pasaba por una crisis social muy grave. No obstante, sobre la base de todas las lecciones de la historia uno puede decir con certeza que de no haber sido por la existencia del Partido Bolchevique, la inconmensurable energía revolucionaria de las masas se hubiera gastado infructuosamente en explosiones esporádicas y los grandes levantamientos habrían concluido en la más dura dictadura contrarrevolucionaria. La lucha de clases es el principal motor de la historia. Necesita un programa correcto, un partido firme, una dirección valiente y de confianza -no héroes de salón y de frases parlamentarias, sino revolucionarios dispuestos a ir hasta el final-. Esta es al principal lección de la revolución de octubre".
La fundación de la Internacional Comunista
El 24 de enero de 1919, la dirección del Partido Comunista Ruso (bolchevique) junto a los partidos comunistas polaco, húngaro, alemán, austriaco, letón, finlandés, la Federación Socialista Balcánica y del Partido Socialista Obrero norteamericano, realizaron el siguiente llamado:
"Los partidos y organizaciones abajo firmantes consideran como una imperiosa necesidad la reunión del I Congreso de la nueva Internacional revolucionaria. Durante la guerra y la revolución se puso de manifiesto no sólo la total bancarrota de los viejos partidos socialistas y socialdemócratas y con ellos de la Segunda Internacional, sino también la incapacidad de los elementos centristas de la vieja socialdemocracia para la acción revolucionaria. Al mismo tiempo, se perfilan claramente los contornos de una verdadera Internacional revolucionaria".
El congreso fundacional de la Tercera Internacional se reunió en marzo de 1919. En esa época el Estado obrero soviético estaba sometido al cerco de la intervención militar imperialista, y eso impidió que muchos delegados pudieran acudir. En este I Congreso, las jóvenes fuerzas de la Internacional Comunista establecieron las bases políticas que habían sido delineadas en los años precedentes por Lenin y Trotsky: oposición frontal a los intentos de reconstruir la Segunda Internacional con la misma forma que tenía antes de la guerra; denuncia despiadada del pacifismo burgués y de las ilusiones pequeñoburguesas en el programa de paz del presidente estadounidense Wilson; defender los principios de la teoría marxista sobre el Estado y denunciar la democracia burguesa como una forma de dictadura capitalista sobre el proletariado (las tesis elaboradas por Lenin, Democracia y dictadura, son un ejemplo maravilloso al respecto). La conclusión del congreso fue clara: la Internacional Comunista lucharía por agrupar a la vanguardia revolucionaria del proletariado en una internacional marxista homogénea.
La guerra y el triunfo bolchevique en octubre de 1917 abrieron una época de revolución y contrarrevolución en Europa. Por todas partes estallaban motines en los ejércitos, huelgas generales y movimientos insurreccionales. Desde Finlandia o Alemania en 1918, pasando por Austria, Bulgaria, Hungría, Italia..., toda Europa estuvo recorrida, hasta 1921, de una agitación revolucionaria que amenazaba los cimientos del sistema capitalista. A duras penas la burguesía podía contener la situación y sólo lo logró apoyándose en las viejas organizaciones socialdemócratas y en los sindicatos reformistas. La burguesía fracasó en Rusia, pero sacó valiosas lecciones de su derrota. Como señaló Trotsky, a partir de entonces la clase dominante comprobó que lo que pensaba imposible se hizo posible. Ya no sería cogida desprevenida.
El triunfo de octubre y la oleada revolucionaria que la siguió en numerosos países de Europa, provocaron una sacudida brutal en las organizaciones socialdemócratas. Surgieron tendencias comunistas en la mayoría de los viejos partidos de la Segunda Internacional y los dirigentes reformistas solo pudieron mantener una base entre los sectores más atrasados e inertes de la clase. En ese período se produjo una constante afluencia de obreros a las filas de la Internacional Comunista, al tiempo que la presión de la base obligó a muchos dirigentes, que en el pasado habían mantenido posiciones reformistas, a mostrar su apoyo de palabra a la nueva organización. En marzo de 1919, el Partido Socialista Italiano envió su adhesión; en mayo lo hicieron el Partido Obrero noruego y el Partido Socialista Búlgaro; en junio el Partido Socialista de Izquierda sueco y el Partido Socialista Comunista húngaro. En Francia, los comunistas ganaron la mayoría del Partido Socialista en el Congreso de Tours (1920): el ala de derechas se escindió con 30.000 miembros y el Partido Comunista Francés se formó con 130.000. El Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania (USPD) se escindió en octubre de 1920 en el Congreso de Halle y la mayoría se fusionó con el Partido Comunista Alemán, que se transformó en una organización de masas. Acontecimientos similares ocurrieron en Checoslovaquia.
En palabras de Lenin: "La Tercera Internacional fue fundada bajo una situación mundial en que ni las prohibiciones ni los pequeños y mezquinos subterfugios de los imperialistas de la Entente o de los lacayos del capitalismo, como Scheidemann en Alemania y Renner en Austria, son capaces de impedir que entre la clase obrera del mundo entero se difundan las noticias acerca de esta Internacional y las simpatías que ella despierta. Esta situación ha sido creada por la revolución proletaria, que, de un modo evidente, se está incrementando en todas partes cada día, cada hora. Esta situación ha sido creada por el movimiento soviético entre las masas trabajadoras, el cual ha alcanzado ya una potencia tal que se ha convertido verdaderamente en un movimiento internacional..."[8].
Las veintiuna condiciones
Bajo la presión de los acontecimientos, viejos líderes reformistas y pacifistas solicitaron su ingreso formal en la Tercera Internacional. La amenaza de infiltración de las viejas tendencias oportunistas en las filas de la nueva organización era grande.
En el II Congreso, celebrado en 1920, estas presiones se intentaron contrarrestar con la aprobación de veintiuna condiciones para la afiliación a la Internacional Comunista, en las que se criticaba con claridad el socialpacifismo de los centristas, al tiempo que se les exigía una ruptura tajante con el programa pacifista de los imperialistas estadounidenses (el desarme, la Liga de las Naciones...). Este II Congreso también ratificó su posición contra el régimen interno de la Segunda Internacional y las relaciones diplomáticas de aparato, que hacían de la Internacional una federación de partidos autónomos que les permitía actuar en abierta oposición entre ellos ante hechos trascendentales de la lucha de clases. La nueva Internacional Comunista, como partido mundial de la revolución socialista, se construyó sobre la base de un programa y una acción común y los métodos del centralismo democrático.
Como era de esperar, muchos de los centristas y conciliadores a quienes el II Congreso impidió afiliarse inmediatamente mostraron el auténtico carácter y calado de sus maniobras. Apoyaron y se unieron a la Internacional Segunda y Media, que agrupó durante una corta temporada a los austromarxistas (Otto Bauer, Víctor Adler), a lo que quedaba del USPD alemán, los longuetistas franceses, el Partido Laborista Independiente (ILP), etc. Pero en aquella época de revolución y contrarrevolución, el centrismo estaba condenado. El intento de establecer una organización intermedia entre la Segunda Internacional socialpatriota y la nueva Internacional Comunista fracasó miserablemente. Muchos militantes honestos y revolucionarios se sumaron a los comunistas, mientras los líderes centristas se reunificaron en 1923 con la vieja Internacional socialdemócrata.
Izquierdismo
La impaciencia de sectores de vanguardia del movimiento ante la traición de los viejos partidos reformistas, y su incomprensión de la política del bolchevismo y el marxismo en general, dio lugar a la aparición de tendencias sectarias y ultraizquierdistas. Muchos de los nacientes partidos comunistas (italiano, inglés, holandés, etc.) se vieron afectados por esta enfermedad "infantil", como la definió Lenin. Un caso especialmente destacado fue el del partido alemán que había vivido la experiencia de la derrota de la revolución en 1919 y el asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht por orden de los ministros socialdemócratas. El izquierdismo fue duramente criticado por los dirigentes bolcheviques, con Lenin y Trotsky a la cabeza, que se esforzaron por esclarecer teóricamente este fenómeno.
Los puntos fundamentales que defendían los izquierdistas en aquel período siguen siendo semejantes a los que plantean en la actualidad: se pronunciaban contra el trabajo paciente en las organizaciones de masas, alentando todo tipo de atajos organizativos y lanzando ultimátums a los trabajadores desde la periferia del movimiento. Se declaraban contra la participación en las elecciones parlamentarias y a favor del boicot electoral en todas y cada una de las circunstancias; defendían el abandono de los sindicatos de masas y la construcción de "sindicatos rojos". El ultraizquierdismo, reflejo de la impaciencia y la inexperiencia, estaba lleno de los lugares comunes del anarquismo. Al cretinismo parlamentario le contraponían el cretinismo antiparlamentario; ante el poder y la influencia de los sindicatos reformistas se conformaban con crear pequeñas sectas sindicales, que aislaban a una capa de obreros de vanguardia y, lejos de debilitar a la burocracia sindical, en realidad servía para fortalecerla. Sus representantes más destacados fueron en Alemania el KAPD (Partido Comunista Obrero Alemán), Amadeo Bordiga en Italia, los ex tribunistas holandeses dirigidos por Gorter y Pannekoek y algunos líderes comunistas británicos.
En el II Congreso de la Internacional, muchas polémicas se centraron en la lucha abierta contra estas tendencias izquierdistas. El Manifiesto del Congreso, escrito por Trotsky, subrayaba los principios de la estrategia marxista contra esta política aventurera: "La Internacional Comunista es el partido mundial de la rebelión proletaria y de la dictadura del proletariado. No tiene tareas ni objetivos separados ni aparte de los propios de la clase obrera. Las pretensiones de las sectas minúsculas, cada una de las cuales quieren salvar a la clase obrera a su manera, son ajenas y hostiles al espíritu de la Internacional Comunista. La IC no posee ningún tipo de panaceas ni fórmulas mágicas, sino que se basa en la experiencia internacional, presente y pasada, de la clase obrera; depura estas experiencias de todas las equivocaciones y desviaciones; generaliza las conquistas alcanzadas y reconoce solamente como fórmulas revolucionarias las fórmulas de acción de masas. Llevando a cabo una lucha sin cuartel contra el reformismo en los sindicatos y contra el cretinismo parlamentario y el carrerismo, la Internacional Comunista, condena al mismo tiempo todos los llamamientos sectarios para dejar las filas de las organizaciones sindicales que agrupan a millones, o dar la espalda al trabajo en las instituciones parlamentarias y municipales. Los comunistas no se separan de las masas que están siendo decepcionadas y traicionadas por los reformistas y los patriotas, sino que se comprometen a un combate irreconciliable dentro de las organizaciones de masas e instituciones establecidas por la sociedad burguesa, para poder derrocarla lo más segura y rápidamente posible".
Ante el peligro que, para el desarrollo de la Internacional, suponían estas tesis sectarias, Lenin escribió su famoso libro La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo:
"Precisamente la absurda ‘teoría' de la no participación de los comunistas en los sindicatos reaccionarios" escribe Lenin, "demuestra del modo más evidente con qué ligereza consideran estos comunistas ‘de izquierda' la cuestión de la influencia sobre las ‘masas' y de qué modo abusan de su griterío acerca de las ‘masas'. Para saber ayudar a la ‘masa' y conquistar su simpatía, su adhesión y su apoyo no hay que temer las dificultades, las quisquillas, las zancadillas, los insultos y las persecuciones de los ‘jefes' (que, siendo oportunistas y socialchovinistas, están en la mayor parte de los casos en relación directa o indirecta con la burguesía y la policía) y se debe trabajar sin falta allí donde estén las masas. Hay que saber hacer toda clase de sacrificios y vencer los mayores obstáculos para llevar a cabo una propaganda y una agitación sistemáticas, tenaces, perseverantes y pacientes precisamente en las instituciones, sociedades y sindicatos, por reaccionarios que sean, donde haya masas proletarias o semiproletarias. Y los sindicatos y las cooperativas obreras (estas últimas, por lo menos, en algunos casos) son precisamente las organizaciones donde están las masas.
"En Inglaterra, Francia y Alemania, millones de obreros pasan por primera vez de la completa falta de organización a la forma más elemental e inferior, más simple y accesible de organización (para los que se hallan todavía impregnados por completo de prejuicios democrático-burgueses): los sindicatos; y los comunistas de izquierda, revolucionarios pero insensatos, quedan a un lado, gritan: ‘¡Masa! ¡Masa!', pero ¡¡se niegan a actuar en los sindicatos, so pretexto de su ‘espíritu reaccionario'!! E inventan una ‘unión obrera' nuevecita, pura, limpia de todo prejuicio democrático-burgués y de todo pecado corporativo y de estrechez profesional, que será (¡qué será!), dicen, amplia y para ingresar en la cual se exige solamente (¡solamente!) ¡¡El ‘reconocimiento de los sóviets y de la dictadura del proletariado'!! ¡Es imposible concebir mayor insensatez, mayor daño causado a la revolución por los revolucionarios ‘de izquierda'!".[9]
El II Congreso abordó todas estas cuestiones de táctica y estrategia, incluyendo el trabajo en los parlamentos burgueses y en las elecciones. Por ejemplo, en las discusiones con los comunistas británicos respecto a la cuestión del laborismo, Lenin les aconsejó pedir la afiliación al Partido Laborista como una forma de no aislarse de las masas y poder realizar entre ellas una propaganda sistemática de las ideas marxistas: "Es equivocada la afirmación del camarada Gallacher", señalaba Lenin "de que, al pronunciarnos a favor del ingreso en el Partido Laborista, apartaremos de nosotros a los mejores elementos del proletariado inglés. Debemos probarlo en la práctica. Estamos seguros de que todos los acuerdos y resoluciones que ha de adoptar nuestro Congreso serán publicados en los periódicos socialistas revolucionarios ingleses y que todas las organizaciones y secciones locales tendrán la posibilidad de discutirlos. Todo el contenido de nuestras resoluciones proclama con la mayor claridad que somos los representantes de la táctica revolucionaria de la clase obrera en todos los países y que nuestro objetivo es luchar contra el viejo reformismo". Respecto a las elecciones, Lenin también propuso una táctica en sintonía con lo anterior: "Presentaríamos nuestros candidatos en unos pocos escaños absolutamente seguros, es decir, en distritos donde nuestro candidato no daría ningún escaño a los liberales a expensas de los laboristas. Tomaríamos parte en la campaña, distribuyendo panfletos de agitación comunista, y en todas las circunscripciones donde no presentásemos candidatos, llamaríamos al electorado a votar por el candidato laborista y contra los candidatos burgueses".[10]
La lucha contra estas tendencias se prolongó durante varios años en el seno de la Internacional. En esencia reflejaba la falta de madurez política, de experiencia y de temple de las nuevas organizaciones, cuyas direcciones no habían sido capaces de asimilar en toda su amplitud las enseñanzas del bolchevismo y la flexibilidad de sus tácticas. Cuando, en marzo de 1921, el Partido Comunista de Alemania (KPD) se lanzó a una ofensiva armada improvisada, sin contar con la suficiente preparación y el apoyo de las masas, la derrota del movimiento selló también la de las tácticas izquierdistas y aventureras.
III Congreso de la Internacional. El Frente Único
El III Congreso de la Internacional, celebrado en 1921, levantó la consigna del "frente único", lo que propició un debate teórico excepcional. La discusión comenzó abordando a fondo la situación mundial tras el reflujo de la primera gran oleada revolucionaria después de la guerra (1917-1920), y la consiguiente recuperación por parte de la burguesía y de la socialdemocracia oficial de una buena parte de las posiciones políticas perdidas con anterioridad.
Desde 1917 la ofensiva del proletariado ruso y europeo había puesto al capitalismo contra las cuerdas. A pesar de la heroicidad del movimiento, los intentos revolucionarios en Alemania (1918-1919/1921), en Hungría (1919), en Italia (1920), incluida la ofensiva del Ejército Rojo sobre Varsovia, habían sido derrotadas. La razón de estos fracasos se explica por dos hechos fundamentales: la traición de la socialdemocracia oficial, y los errores tácticos y estratégicos de los jóvenes partidos comunistas europeos que carecían de la experiencia y el nivel político necesario. La burguesía había logrado descarrilar los esfuerzos de las masas revolucionarias, asestando un duro golpe a las perspectivas de la Internacional Comunista de un triunfo rápido en Europa. La clase dominante pudo reestablecer sus posiciones temporalmente, y aumentó la confianza en sí misma. En ese momento, Lenin y Trotsky, conscientes de que la correlación de fuerzas había cambiado después de un período de crisis revolucionaria, y ante las dificultades internas que atravesaba la URSS, reorientaron la política de Internacional Comunista.
La extrema radicalización de amplias capas de la clase trabajadora y del campesinado dio paso a un período de reflujo, coincidiendo además con un agravamiento de la crisis económica en Europa. Lenin y Trotsky comprendían que, en aquellas circunstancias, la tarea más importante era avanzar en la construcción de los partidos comunistas, ganar posiciones firmes en el movimiento obrero y ligarse a las luchas defensivas de los trabajadores. No eran momentos para ofensivas revolucionarias.
Los líderes de la Tercera Internacional fueron duramente criticados por los izquierdistas alemanes y holandeses, partidarios de la política "ofensiva". Caricaturizaron las posiciones de Lenin y Trotsky y las compararon con la de los mencheviques. Trotsky escribió grandes textos sobre la coyuntura de aquel período, entre ellos su magnífico artículo Flujos y Reflujos. Insistió en que un retroceso temporal en el proceso de radicalización de las masas era inevitable tras las derrotas políticas acaecidas en esos años, a lo que se sumaba una crisis económica que podría tener efectos negativos a acorto plazo. Trotsky enfatizó la oportunidad de adaptar las consignas y las tácticas de la Tercera Internacional a las condiciones concretas del momento. Era necesario asumir que la derrota revolucionaria había cambiado el panorama. Sin dejar de fustigar las ideas simplistas y ridículas de los ultraizquierdistas alemanes, que por otra parte quedaron completamente desautorizadas tras la derrota de marzo de 1921, Trotsky también subrayó que sería un error perder de vista que el período histórico mostraba claramente una tendencia dominante hacia la revolución. En cualquier caso, las condiciones del momento hacían necesario considerar de forma escrupulosa la situación coyuntural y tomar las medidas para fortalecer los jóvenes partidos comunistas entre las masas. Ese era el camino para aprovechar las oportunidades que brindaría el futuro.
Esas fueron las circunstancias políticas en las que el III Congreso definió la táctica general del frente único que perseguía un objetivo claro: llegar a la base obrera de las organizaciones socialdemócratas oficiales. En aquel período de ataques agresivos de la burguesía, adoptar una política defensiva que uniese al movimiento obrero era imprescindible, y esa táctica era la del frente único: "golpear juntos, marchar separados", combatir al enemigo común mediante acciones acordadas en defensa de reivindicaciones concretas, y mantener la total independencia y agitación a favor del programa comunista.
Los dirigentes reformistas de los sindicatos y de la Segunda Internacional, y también los centristas de la Internacional Segunda y Media, trataban de explotar las tendencias a favor de la unidad que se extendían en el seno de los trabajadores, culpando de esa falta de acción común a los partidos comunistas. Para desenmascarar estas maniobras y ganar el apoyo de las bases obreras que seguían a los reformistas, la Internacional Comunista aprobó la nueva táctica del frente único en defensa de las posiciones económicas y políticas sometidas al ataque de la burguesía, de reivindicaciones salariales, de reducción de jornada, de subsidio obrero, derechos democráticos. La propuesta de unidad de acción no sólo se orientaba a la base de las organizaciones socialdemócratas, iban dirigidas públicamente a sus direcciones, lo que permitía a los comunistas realizar una agitación efectiva a favor de sus planteamientos. La burocracia reformista reaccionó con virulencia ante estos llamados demostrando en la práctica, ante los ojos de millones de obreros, que su demanda de unidad era una cortina de humo. La socialdemocracia no estaba dispuesta a emprender una lucha consecuente por consignas básicas, incluso por reformas, pues estas sólo podrían ser arrancadas a la burguesía mediante métodos de lucha y acciones de carácter revolucionario.
Durante los meses que transcurrieron hasta el IV Congreso, los progresos que la Internacional Comunista había logrado en el período anterior se consolidaron y ampliaron. Para 1922, la Internacional Comunista contaba ya con sesenta secciones nacionales, que agrupaban a una militancia cercana a los tres millones, y disponían de setecientos órganos de prensa. También se registraron serios avances en el mundo colonial dónde las masas habían iniciado un amplio movimiento antiimperialista y por la liberación nacional. En enero de 1922 se celebró en Moscú el Congreso de los Trabajadores de Extremo Oriente, que permitió establecer los primeros vínculos firmes entre la Internacional y clase obrera de China y Japón.
El IV Congreso en 1922 reafirmó todas las consideraciones políticas discutidas en el anterior y las desarrolló más profundamente. El debate que en ese momento estaba teniendo lugar en el seno del Partido Comunista de la Unión Soviética sobre la Nueva Política Económica (NEP), bajo la fortísima presión de las dificultades económicas surgidas tras la guerra civil y el fracaso de la revolución en Europa, planteó una lección muy valiosa: cómo abordar las retiradas tácticas, incluso después de la conquista del poder.
Los problemas de la edificación socialista
La historia de la Internacional Comunista está indefectiblemente ligada a la historia de la URSS. No podía ser de otra manera. La autoridad del Partido Bolchevique y del Estado obrero soviético sobre todos los partidos que componían la Internacional era extraordinaria. Por tanto, los problemas surgidos en la edificación del socialismo en la Unión Soviética tenían que afectar al desarrollo de la Internacional Comunista, condicionando su futuro.
Los problemas a los que se enfrentó la dirección bolchevique para llevar a cabo, en un país tan atrasado, la construcción del Estado obrero y del socialismo fueron formidables. La base material de Rusia había quedado destruida y su fuerza laboral extenuada tras siete años de guerra ininterrumpida. Después del triunfo socialista de octubre, la clase obrera se apropió de la vieja maquinaria del Estado y la puso a funcionar con el objeto de desarrollar las fuerzas productivas y poner fin a la lucha por la supervivencia y el excedente. Este período fue denominado por Marx y Engels dictadura del proletariado.
En teoría, el nuevo Estado obrero tendría un carácter muy diferente al del viejo Estado capitalista. Ya no se trataba de aplastar a la mayoría de la población para defender los ingresos y privilegios de una minoría, sino de mantener bajo control a una minoría de ex capitalistas y ex terratenientes. En esta fase de transición la clase obrera ya no necesitaría de una gran maquinaria burocrática estatal para impedir la vuelta de los viejos propietarios. Lenin subrayó esta idea en su obra El Estado y la revolución: "Es necesario todavía un aparato estatal de transición, una maquinaria especial de represión: el Estado. Pero es ya un Estado de transición, no es ya un Estado en el sentido estricto de la palabra (...)".
La condición previa para la transición a una sociedad sin clases es el desarrollo de las fuerzas productivas, tanto en la industria como en la agricultura, favoreciendo el avance de la técnica y la cultura. El objetivo, tantas veces enfatizado por Marx, consistiría en crear las condiciones materiales adecuadas para que la clase obrera, una vez liberada de la penosa tarea de bregar cotidianamente por su supervivencia, pudiera emplear sus esfuerzos en la participación y el control de toda la actividad social, en el terreno político, económico y cultural. Esta condición era absolutamente necesaria. Sin tiempo material, los trabajadores no pueden llevar a cabo las tareas de control y participación.
Sobre la base de la expropiación de la burguesía, del capital financiero y la socialización de las fábricas y las industrias, la planificación democrática bajo control obrero puede hacer que la economía progrese rápidamente. En la práctica, a pesar de que el gobierno revolucionario adoptó inmediatamente la jornada de 8 horas para favorecer la participación de los obreros en el control del Estado, las dificultades económicas, la penuria, el esfuerzo de la guerra civil y la reconstrucción de la sociedad obligaron en muchas ocasiones a prolongar el trabajo del proletariado. Desde 1917 hasta 1921 la guerra civil aumentó la destrucción, la miseria y el colapso económico del país, desmoronando su tejido industrial y agrícola. En esas condiciones extremas el Ejército Rojo, creado desde la base de las fábricas por León Trotsky, demostró su enorme capacidad de combate frente a 21 ejércitos invasores. El triunfo militar del bolchevismo fue extraordinario pero las consecuencias de la guerra fueron devastadoras. Todos los rasgos de la antigua barbarie resurgieron con virulencia. La pauperización de la vida social implicó una disputa brutal por el excedente.
La lucha de clases se agudizó durante los primeros años. Los bolcheviques expropiaron y nacionalizaron las fábricas y la banca, establecieron el monopolio del comercio exterior y procedieron a levantar una administración obrera. Pero la insuficiencia en el terreno industrial era muy grande y la producción escasa. El tráfico de mercancías entre el campo y la ciudad se fue reduciendo drásticamente. En 1918 no se disponía siquiera de la mitad del suministro habitual mensual de cereal. La lucha por el cereal se convirtió, en palabras de Lenin, en la lucha por el socialismo, lo que obligó a la dirección bolchevique a imponer el monopolio estatal del trigo.
Los campesinos pequeños y medianos fueron obligados a entregar parte de la producción. Sin embargo, el Estado obrero sólo podía proporcionar al campesino papel moneda con el que no se podía comprar apenas nada. La industria no podía auxiliar al campesinado en la tarea de incrementar la productividad agraria y era incapaz de proporcionarle bienes de consumo. Toda la producción fue sometida a un régimen militar. En 1918 se nacionalizó el comercio interior y, para poder realizar de forma equitativa la distribución, la población se agrupó en cooperativas subordinadas al Congreso de Alimentación. Este conjunto de medidas fueron conocidas como Comunismo de Guerra, gracias al cual fue abastecido el Ejército Rojo. Pero la situación en el campo y en la industria sencillamente era dramática.
En 1919, el número de obreros industriales había caído al 76% del nivel de 1917, mientras que el porcentaje de obreros de la construcción había caído al 66%, y el de ferroviarios al 63%. La cifra global de obreros industriales descendió a menos de la mitad, de tres millones en 1917 a un millón doscientos cuarenta mil en 1920. El propio Lenin describió de manera cruda aquellas condiciones insoportables: "El proletariado industrial debido a la guerra y la pobreza y ruina desesperadas se ha desclasado, es decir, ha sido desalojado de su rutina de clase, ha dejado de existir como proletariado. El proletariado es la clase que participa en la producción de bienes materiales en la industria capitalista a gran escala. En la medida en que la industria a gran escala ha sido destruida, en la medida que las fábricas están paradas, el proletariado ha desaparecido. A veces aparece en las estadísticas, pero no se ha mantenido unido económicamente...".[11]
En 1917 Lenin definió las condiciones para un Estado obrero sano y para luchar contra su burocratización: a) Elecciones libres y democráticas a todos los cargos del Estado soviético; b) Revocabilidad de todos los cargos públicos; c) Que ningún cargo público recibiese un salario superior al de un obrero cualificado; d) Que todas las tareas de gestión de la sociedad las asumiese gradualmente toda la población de manera rotativa.
En palabras de Lenin: "Reduzcamos el papel de los funcionarios públicos al de simples ejecutores de nuestras directrices, al papel de inspectores y contables, responsables, revocables y modestamente retribuidos (en unión, naturalmente, de los técnicos de todos los géneros, tipos y grados); ésa es nuestra tarea proletaria. Por ahí se puede y se debe empezar cuando se lleve a cabo la revolución proletaria".[12]
Sin embargo, en las condiciones materiales de Rusia esta perspectiva era objetivamente inviable. Se requería el apoyo de los países más adelantados de Europa para construir el socialismo en Rusia, del triunfo de la revolución al menos en algunos de los países clave. Lenin siempre fue muy claro a este respecto:
"Desde el principio de la revolución de octubre, nuestra política exterior y de relaciones internacionales ha sido la principal cuestión a la que nos hemos enfrentado. No simplemente porque desde ahora en adelante todos los Estados del mundo están siendo firmemente atados por el imperialismo en una sola masa sucia y sangrienta, sino porque la victoria completa de la revolución socialista en un solo país es inconcebible, y exige la cooperación más activa de por lo menos varios países avanzados, lo que no incluye a Rusia...".
"Tanto antes de octubre como durante la revolución de octubre, siempre hemos dicho que nos consideramos y sólo podemos considerarnos como uno de los contingentes del ejército proletario internacional (...) Siempre hemos dicho, por lo tanto, que la victoria de la revolución socialista sólo se puede considerar final cuando se convierte en la victoria del proletariado por lo menos en varios países avanzados".[13]
Las consecuencias de este vasto fenómeno de atomización y dispersión de la clase obrera fueron dramáticas para el establecimiento de un régimen de democracia obrera viable. En muchos casos las estructuras soviéticas dejaron de funcionar, los sóviets como órganos de poder obrero cayeron en desuso o fueron sustituidos por los comités del partido. Las tareas de la administración del Estado eran cubiertas, cada vez en mayor proporción, por un número importante de los viejos funcionarios del régimen zarista, mientras que los mejores cuadros comunistas servían en el frente como comisarios rojos o estaban consagrados a la tarea de la construcción económica.
Lenin consciente de esta situación denunció enérgicamente el nuevo rumbo de los acontecimientos. En el IV Congreso de la Internacional Comunista advirtió: "Tomamos posesión de la vieja maquinaria estatal y esa fue nuestra mala suerte. Tenemos un amplio ejército de empleados gubernamentales. Pero nos faltan las fuerzas echadas para ejercer un control real sobre ellos (...) En la cúspide tenemos no se cuantos, pero en cualquier caso no menos de unos cuantos miles (...) Por abajo hay cientos de miles de viejos funcionarios que recibimos del zar y de la sociedad burguesa (...)".
En otros escritos remachaba la misma idea: "Echamos a los viejos burócratas, pero han vuelto (...) llevan una cinta roja en sus ojales sin botones y se arrastran por los rincones calientes. ¿Qué hacemos con ellos? Tenemos que combatir a esta escoria una y otra vez, y si la escoria vuelve arrastrándose, tenemos que limpiarla una y otra vez, perseguirla, mantenerla bajo la supervisión de obreros y campesinos comunistas a los que conozcamos por más de un mes y un día...".[14]
La Nueva Política Económica (NEP)
La falta de abastecimiento en las ciudades se unió al hambre en el campo y pronto se sucedieron estallidos y manifestaciones del campesinado y de la clase obrera contra la escasez. En 1921 se produjo un levantamiento campesino en Tambov mientras en Kronstadt la guarnición naval se sublevó contra el poder de los sóviets. Esta amenaza a la revolución era aún más grave que la agresión imperialista. El desgaste, la escisión en el campesinado, la escasez general obligaron a dar un giro a los bolcheviques. En 1921, la introducción de la NEP (Nueva Política Económica), supuso una gran concesión política con el objetivo de reestablecer el intercambio comercial en el campo y aliviar la insoportable presión social y económica que se cernía sobre el Estado obrero.
Las viejas palabras de Marx planeaban sobre los líderes bolcheviques: "el desarrollo de las fuerzas productivas es prácticamente la primera condición absolutamente necesaria para el comunismo por esta razón: sin él se socializaría la indigencia y esta haría resurgir la lucha por lo necesario, rebrotando, consecuentemente, todo el viejo caos".
La NEP sólo puede entenderse desde la óptica de las condiciones hostiles que rodeaban la transición al socialismo en Rusia. El fracaso de la revolución europea y las dificultades internas obligaron a la dirección del partido a emprender una retirada táctica. En el X Congreso del PCUS se anunció la sustitución del sistema de entregas forzosas de granos por el impuesto en especie con lo que los campesinos podían disponer de un excedente con el que comerciar en el mercado. El objetivo último era estimular la economía agrícola. Inicialmente se trataba de una experiencia limitada y supeditada a la economía planificada: el Estado seguía concentrando toda la industria pesada, las comunicaciones, la banca, el sistema crediticio, el comercio exterior y una parte preponderante del comercio interior.
A pesar de la NEP los problemas continuaron. En 1923 la discrepancia entre los precios industriales y agrarios aumentó. La productividad del trabajo en la industria era muy baja y eso significaba precios altos para los productos industriales, mientras que los beneficios obtenidos por los pequeños campesinos eran insuficientes para poder acceder a ellos. Al mismo tiempo los campesinos acomodados, los kulaks, fortalecían su posición en el mercado, acaparaban y compraban el grano del pequeño productor, convirtiéndose en el único interlocutor del Estado en el mundo rural. Esto se reflejaba también en los sóviets locales donde su influencia era cada vez mayor. Las tendencias proburguesas en el campo crecían y se desarrollaban paralelamente al fortalecimiento y al aumento del peso de la burocracia.
Las bases de la burocracia
"La reacción creció durante el acoso de las dos guerras que siguieron a la revolución y los acontecimientos la nutrieron sin cesar" (León Trotsky, La revolución traicionada).
Después de un período de tensiones colosales, esperanzas e ilusiones en el triunfo revolucionario del proletariado europeo, el péndulo giró, y el reflujo de la actividad de la clase obrera rusa junto a su dispersión, el agotamiento de sus fuerzas y la desmovilización de millones de hombres del Ejército Rojo jugaron un papel decisivo en la formación de la nueva burocracia. A finales de 1920, el número de funcionarios del Estado había pasado de poco más de 100.000 a 5.880.000 y el número seguía creciendo. Muchos de ellos no eran comunistas, ni siquiera obreros avanzados, sino elementos que provenían del viejo aparato zarista, miles de ellos fueron empleados como personal militar cualificado en el Ejército Rojo bajo la supervisión de los comisarios rojos.
"La joven burocracia formada precisamente para servir al proletariado", señaló Trotsky, "se sintió árbitro entre las clases y adquirió una autonomía creciente". Al cansancio de la vieja generación de militantes del partido se unió una nueva que no conocía las anteriores tradiciones. La búsqueda de "un respiro" ante las enormes presiones de la situación objetiva favoreció el aumento de la confianza de los funcionarios en su propio papel. En medio de la escasez generalizada, el aparato burocrático se aprovechó de su posición para beneficiarse de ventajas materiales. Las dificultades tanto internas como externas alimentaban la consolidación de la burocracia. La cadena de fracasos revolucionarios en Europa occidental, especialmente en Alemania en 1923, dio nuevos bríos a esta dinámica y concedió a la naciente burocracia la fuerza suficiente para pensar ilusoriamente en que el socialismo podría construirse "paso a paso" dentro de las fronteras nacionales de Rusia. La democracia obrera fue minándose tanto en lo relativo a los órganos de poder (los sóviets), como en el interior del partido.
"La degeneración del partido fue la causa y la consecuencia de la burocratización del Estado", escribió Trotsky en La revolución traicionada. Las condiciones materiales y sociales, y no las intenciones subjetivas prepararon el terreno para el triunfo de la burocracia: fueron el atraso y el fracaso del triunfo revolucionario en Europa occidental, con el consiguiente aislamiento de la URSS, lo que lo aceleró.
La caída de la Tercera Internacional
La burocratización y degeneración del Partido Comunista de la URSS y del Estado obrero en Rusia atravesó por diferentes etapas y cada una de ellas supuso un descenso mayor. Pero la consolidación de la nueva casta dominante no fue algo sencillo: tuvieron que librar una virulenta lucha en el seno del partido y de la Internacional Comunista contra el ala leninista representada por la Oposición de Izquierdas, que defendió consecuentemente el programa del bolchevismo y el internacionalismo proletario.
Como hemos señalado, la degeneración del Estado obrero se nutrió de los fracasos revolucionarios en Europa. En 1923 se produjo un nuevo punto de inflexión. Como consecuencia de las aspiraciones imperialistas francesas y de la ocupación de la cuenca del Ruhr por parte del ejército francés, ese año estalló una nueva crisis revolucionaria. La respuesta de los trabajadores alemanes fue tremenda: se organizaron grandes huelgas de masas y un potente movimiento de delegados de fábricas emergió convirtiéndose en el referente de decenas de miles de trabajadores. Los obreros alemanes giraron hacia los comunistas, que ganaron la mayoría en numerosos sindicatos. También se empezaron a formar brigadas armadas. El Partido Socialdemócrata estaba desorientado y la burguesía profundamente dividida. Era el momento de una estrategia clara para tomar el poder. Pero cuando se requería la iniciativa y la decisión práctica de la dirección revolucionaria para empujar el movimiento hacia la victoria, el Partido Comunista Alemán (KPD) se mostró incapaz de asumir sus tareas. En lugar de ganar con una política enérgica a la base descontenta de la socialdemocracia, que miraba con extraordinaria simpatía hacia los comunistas, la dirección del KPD vaciló agarrándose a la táctica de frente único de una manera formal, sin comprender que en ese momento las circunstancias habían variado rápidamente y era necesario pasar a la ofensiva. Por su parte, los consejos de los dirigentes de la Tercera Internacional implicados en el seguimiento de los acontecimientos en Alemania, Stalin y Zinóviev, a favor de parar la acción revolucionaria fueron completamente desastrosos: los trabajadores alemanes sufrieron la tercera derrota en tan sólo cinco años.
León Trotsky hizo balance de aquella experiencia revolucionaria en 1924:
"¿Por qué no ha podido triunfar la revolución alemana? Todas las razones hay que buscarlas en la táctica y no en las condiciones objetivas. Nos hemos enfrentado a una situación revolucionaria clásica y la hemos dejado escapar. A partir de la ocupación del Ruhr, y más aún cuando se hizo evidente la bancarrota de la resistencia pasiva, hubiera sido necesario que el Partido Comunista adoptara una orientación firme y resuelta hacia la conquista del poder. Sólo un valiente giro táctico hubiera podido cohesionar al proletariado alemán en su lucha por el poder. Si en el III Congreso, y en parte en el IV, dijimos a los camaradas alemanes ‘no os ganaréis a las masas más que combatiendo con ellas sobre la base de reivindicaciones transitorias', a mediados de 1923, la cuestión se planteaba ya de otro modo: después de todo lo que el proletariado alemán tuvo que sufrir en aquellos años podría haber sido arrastrado a la batalla decisiva si hubiera estado convencido de que la lucha iba en serio, o como dicen los alemanes aufs ganze (lo que se plantea no es tal o cual aspecto parcial, sino lo esencial), que el Partido Comunista estaba dispuesto a emprender la lucha y era capaz de lograr la victoria. Pero el Partido Comunista rectificó tarde y sin la firmeza necesaria (...)".[15]
Los fracasos del proletariado alemán y de los comunistas en otros países de Europa proporcionaron a la burguesía las condiciones para estabilizar el sistema durante un nuevo período. Pero estas derrotas también fortalecieron a la burocracia soviética como una fuerza cada vez más independiente y despegada del control de la clase obrera rusa. A finales de 1923, con Lenin gravemente enfermo, la troika dirigente del partido, Stalin, Zinóviev y Kámenev, lanzó una batalla sin cuartel contra Trotsky. Tras la muerte de Lenin en 1924, la lucha de la burocracia contra la Oposición de Izquierdas se prolongaría durante más de quince años.
El V Congreso de la Internacional Comunista, celebrado en 1924, supuso un paso importante en su adaptación al programa político y los métodos de la burocracia estalinista. La Internacional ratificó la teoría antileninista del socialismo en un solo país formulada por Stalin, que supondría el abandono del internacionalismo proletario y la perspectiva de la revolución mundial. Desde entonces la Internacional Comunista se convertiría progresivamente en un apéndice de las decisiones e intereses políticos y materiales de la burocracia rusa.
Bandazos políticos
Entre 1924 y 1935, la burocracia estalinista llevó a cabo toda una serie de zigzags políticos y una vasta purga de elementos opositores en las organizaciones del partido y la Internacional. Entre 1924 y 1925, su apoyó a los kulaks y a los nepmen en el plano interior, se trasladó internacionalmente en todo tipo de acuerdos oportunistas y burocráticos con organizaciones reformistas y nacionalistas. Fue el caso de la política de subordinación impuesta al Partido Comunista Chino respecto al Kuomintang, que se saldó con la derrota trágica de la revolución en 1925-1927 y la masacre de miles de militantes y cuadros comunistas en Cantón y Shangai. También de la alianza política con la burocracia sindical inglesa, el llamado "comité anglo-ruso", que facilitó una cobertura izquierdista a los dirigentes reformistas de las Trade Unions, para abandonar al ala izquierda de los sindicatos ingleses en el momento clave de lucha y preparar su derrota durante la huelga general de 1926.
Los errores de la dirección estalinista, con sus consiguientes resultados, fueron criticados duramente por la Oposición de Izquierdas (bolcheviques-leninistas). Trotsky y los cuadros de la Oposición exigieron el restablecimiento de los principios de la democracia obrera en el partido, el Estado y los sóviets; el abandono de la teoría del socialismo en un solo país, los bandazos a favor de la colaboración de clases y la vuelta a una firme política internacionalista y de independencia de clase. La Oposición de Izquierdas también advirtió de los peligros que acechaban a la economía planificada y sus conquistas, demandando planes inmediatos para asegurar la industrialización del país y combatir a la pequeña burguesía.
Tras utilizar a los kulaks y los nepmen como arietes contra la Oposición, la burocracia estalinista se enfrentó al peligro de ser liquidada por las mismas fuerzas sociales que había desatado. La posibilidad de la restauración capitalista en la URSS se convirtió en algo real. La burocracia estaba acabando con la democracia obrera, es decir, con la participación democrática de las masas en la gestión y control del Estado, de la economía, la política y la cultura. Pero no estaba interesada en liquidar las relaciones sociales de producción nacidas de la revolución de octubre, esto es, la nacionalización de la economía, de la que obtenía una parte importante de sus privilegios e ingresos. A partir de 1927 Stalin, llevado por el pánico, imprimió un violento giro hacia posiciones "izquierdistas". Utilizando métodos brutales la burocracia impuso la colectivización forzosa de la tierra y un plan quinquenal para la industrialización del país, asumiendo de manera distorsionada uno de los principales puntos del programa de la Oposición. Con este nuevo giro, la burocracia no restableció el control democrático de los trabajadores sobre el Estado, sino que se aseguró el control sobre el mismo de una manera más férrea.
Inevitablemente este nuevo zigzag tuvo su reflejo correspondiente en la esfera de la Internacional en una nueva cabriola hacia el ultraizquierdismo y el sectarismo. El VI Congreso de la Internacional Comunista, celebrado en 1928 después de un lapso de cuatro años, supuso la reafirmación en la teoría del socialismo en un solo país y un nuevo bandazo. La nueva política, conocida públicamente como la del tercer período, supuso el completo abandono de las lecciones de los cuatro primeros congresos. La Internacional Comunista promovió la escisión del movimiento sindical (formación de sindicatos rojos como organizaciones independientes) y la teoría sectaria del socialfascismo (la socialdemocracia y el fascismo no son antípodas, sino gemelos).
El contexto internacional anunciaba años turbulentos. La depresión económica mundial, iniciada con el crac de 1929 en los Estados Unidos, abrió las puertas a una nueva ofensiva del proletariado en Europa. La burguesía alemana abandonó cualquier expectativa de que un régimen democrático parlamentario pudiera hacer frente a la crisis social y frenar a los trabajadores, y secciones enteras de la misma se inclinaron abiertamente por los nazis. Años antes la burguesía italiana había optado por los fascistas de Mussolini. En aquellas circunstancias de revolución y contrarrevolución, la política llevada a cabo por la burocracia estalinista fue un completo desastre.
Negándose a entender el fenómeno del fascismo, adoptando una posición completamente sectaria respecto a las masas obreras que seguían al Partido Socialdemócrata, la política del tercer período aisló al Partido Comunista Alemán y permitió el avance de las fuerzas de Hitler. La estrategia de Stalin condujo al proletariado alemán a una derrota vergonzosa sin que tuviese capacidad para organizar una respuesta armada. El hecho de que la dirección del KPD considerara el triunfo de Hitler como un accidente temporal en el camino para la victoria de los comunistas, confirmaba su completa desorientación y capitulación.
Los frentes populares
La tragedia del proletariado alemán y austriaco, consecuencia directa de la política criminal de la dirección estalinista, no provocó ninguna crisis o crítica de importancia en las filas de la Internacional. El proceso de burocratización y degeneración de las diferentes secciones nacionales, ininterrumpido desde 1924, había llegado a un punto crítico. Exactamente igual que 1914, la Internacional Comunista bajo el control de Stalin fue incapaz de comprender y orientarse en la vorágine de la revolución y la contrarrevolución, y con su política creó las condiciones para nuevas derrotas del proletariado.
Aterrada por el cariz que adoptaban los acontecimientos, Stalin buscó el apoyo de las potencias imperialistas occidentales (las "democracias" de Francia e Inglaterra) contra la Alemania nazi. Repitiendo un método conocido, la burocracia estalinista imprimió un nuevo giro en su estrategia. Tras haber defendido una posición sectaria con consecuencias trágicas para el proletariado alemán, el VII Congreso de la Internacional Comunista, reunido en 1935, aprobó lo que en realidad sería el corte definitivo con los últimos restos de sus tradiciones. La política leninista de independencia de clase, de lucha contra la dictadura capitalista encubierta bajo las formas de la democracia burguesa, fue enviada al basurero y reemplazada por el programa menchevique del "frentepopulismo", "la defensa nacional" y la colaboración de clases con la burguesía.
Las secciones nacionales de la Internacional Comunista, en línea con la nueva política exterior de la burocracia soviética de colaboración con las potencias imperialistas "democráticas", adoptaron la posición de la "defensa de la patria". De esta manera los estalinistas se transformaron en numerosos países en los "socialchovinistas" del momento, como así ocurrió con los dirigentes de los partidos comunistas francés, británico, norteamericano y otros muchos. Pero las consecuencias más dramáticas de esta traición a los principios del marxismo leninismo se vivieron durante la revolución española.
En julio de 1936 decenas de miles de obreros en armas aplastaron en las principales ciudades la intentona fascista de los militares, y abrieron un período de transformaciones revolucionarias. El Estado burgués republicano se desmoronó y surgieron organismos de poder obrero que colectivizaron fábricas, tierras, y armaron a los trabajadores organizando milicias para combatir a los militares insurrectos. Todas las condiciones para coordinar esos organismos, embriones genuinos de sóviets, y proceder a una expropiación completa de la burguesía y la oligarquía terrateniente estaban completamente maduras. Llevar a cabo una movilización general de la población en una guerra revolucionaria semejante a la que desarrollaron los bolcheviques entre 1917-1921 era perfectamente posible.
La lucha de los trabajadores españoles no tenía por qué detenerse en las fronteras nacionales: Francia y Gran Bretaña estaban en un punto de ebullición revolucionaria. Pero la burocracia estalinista, atemorizada por la perspectiva de una victoria proletaria que pudiese abrir el cauce a una rebelión de los trabajadores en el interior de Rusia, puso todas sus energías en liquidar la revolución española. Utilizó toda su autoridad política y sus vínculos con la vieja tradición de octubre para decapitar la revolución. Igual que la Segunda Internacional, igual que Noske y Scheidemann en 1919, los estalinistas se transformaron en una fuerza contrarrevolucionaria activa. Para completar el trabajo, desataron en la URSS las grandes purgas contra la vieja guardia bolchevique y decenas de miles de militantes del partido y las juventudes.
Sobre el cadáver de la revolución española, Stalin firmó el infame pacto con Hitler en 1939. Las tímidas críticas que se levantaron contra este acuerdo en las filas de la Internacional, mientras miles de militantes se pudrían en las cárceles y campos de concentración nazis, fueron ahogadas con nuevas expulsiones. Finalmente Stalin, de una manera miserable, liquidó la Internacional Comunista en 1943 como gesto de buena voluntad para con los aliados imperialistas durante la Segunda Guerra Mundial. La que en su día fuera la organización revolucionaria más temida por la burguesía mundial, se disolvió con el beneplácito de las direcciones estalinizadas de los partidos comunistas. La teoría del socialismo en un solo país enterraba el internacionalismo proletario; la lucha por la revolución mundial dio paso a la degeneración en líneas nacional-reformista de los partidos comunistas.
Clase, partido y dirección
La construcción de una organización internacional revolucionaria tiene una larga historia que se inicia en los tiempos de Marx y Engels con la formación de la Primera Internacional. Una historia de combates, victorias y derrotas, de esclarecimiento político y teórico. La experiencia del movimiento obrero ha puesto de relieve que el agrupamiento de las fuerzas revolucionarias no ha seguido nunca un curso rectilíneo. Al contrario, la organización del partido revolucionario ha sido siempre un camino tortuoso, condicionado por innumerables factores de la lucha de clases, de las condiciones objetivas en que se desenvuelve el capitalismo, y la situación que atraviesan las organizaciones tradicionales del proletariado, factores que se entrelazan mutuamente y determinan la forma compleja en que se produce el proceso de toma de conciencia de los trabajadores.
Los cambios objetivos en la sociedad nunca se reflejan en la conciencia de la clase obrera de manera inmediata, ni producen conclusiones socialistas automáticas; si eso fuera así hace décadas que habríamos liquidado el capitalismo. A pesar de que la clase obrera es bastante homogénea, consta de diferentes capas que llegan a diferentes conclusiones en momentos diferentes. Pero hay momentos en que sacudidas bruscas y repentinas, que reflejan las contradicciones que se dan en la base material de la sociedad, aceleran este proceso y, dialécticamente, la conciencia se pone a la altura de las grandes tareas de la historia avanzando con botas de siete leguas.
Las experiencias revolucionarias desde la gran revolución rusa de 1905 hasta la revolución latinoamericana que se desarrolla en la actualidad, muestran que las masas pueden sacar conclusiones muy avanzadas en un lapso de tiempo muy corto. Toda la inercia de décadas de explotación y violencia, de resignación y humillaciones, se convierten en su contrario cuando las contradicciones políticas, sociales y económicas llegan a un punto determinado. No obstante, la victoria no depende sólo de la conciencia socialista de las masas, siendo ésta un factor decisivo e imprescindible. Hace falta algo más, y ése algo más es la existencia de una organización revolucionaria probada en la arena de la lucha de clases y que haya ganado la confianza y el apoyo consciente de la mayoría de los oprimidos. La victoria revolucionaria es, ante todo, una tarea estratégica.
En un trabajo inconcluso, escrito meses antes de su asesinato, León Trotsky planteaba la cuestión de la relación entre la clase, la conciencia y la dirección revolucionaria de la siguiente manera:
"Existe un viejo dicho que refleja la concepción evolucionista y liberal de la historia: un pueblo tiene el gobierno que se merece. La historia nos demuestra, no obstante, que un solo y mismo pueblo puede tener durante un período relativamente breve, gobiernos muy diferentes (Rusia, Italia, Alemania, España, etc.) y además que el orden en que éstos se suceden no tiene siempre el mismo sentido, del despotismo hacia la libertad, como creen los liberales evolucionistas. El secreto de este estado de cosas reside en que un pueblo está compuesto de clases hostiles y que estas mismas clases están formadas por capas diferentes, parcialmente opuestas unas a otras y que tienen diferentes orientaciones. Y además, todos los pueblos sufren la influencia de otros pueblos, compuestos a su vez de clases. Los gobiernos no son la expresión de la ‘madurez' siempre creciente de un ‘pueblo', sino el producto de la lucha entre las diferentes clases y las diferentes capas en el interior de una sola y misma clase y, además, de la acción de fuerzas exteriores: alianzas, conflictos, guerras, etc. Hay que añadir que un gobierno, desde el momento en que se establece, puede durar mucho más tiempo que la relación de fuerzas del cual ha sido producto. Es a partir de estas contradicciones históricas que se producen las revoluciones, los golpes de Estado, las contrarrevoluciones.
"El mismo método dialéctico debe emplearse para tratar la cuestión de la dirección de una clase. Al igual que los liberales, nuestros sabios admiten tácitamente el axioma según el cual cada clase tiene la dirección que merece. En realidad, la dirección no es, en absoluto, el ‘simple reflejo' de una clase o el producto de su propia potencia creadora. Una dirección se constituye en el curso de los choques entre las diferentes clases o de las fricciones entre las diversas capas en el seno de una clase determinada. Pero tan pronto como aparece, la dirección se eleva inevitablemente por encima de la clase y por este hecho se arriesga a sufrir la presión y la influencia de las demás clases. El proletariado puede ‘tolerar' durante bastante tiempo a una dirección que ya ha sufrido una total degeneración interna, pero que no ha tenido la ocasión de manifestarlo en el curso de los grandes acontecimientos. Es necesario un gran choque histórico para revelar de forma aguda, la contradicción que existe entre la dirección y la clase. Los choques históricos más potentes son las guerras y las revoluciones. Por esta razón la clase obrera se encuentra a menudo cogida de sorpresa por la guerra y la revolución. Pero incluso cuando la antigua dirección ha revelado su propia corrupción interna, la clase no puede improvisar inmediatamente una nueva dirección, sobre todo si no ha heredado del período precedente los cuadros revolucionarios sólidos, capaces de aprovechar el derrumbamiento del viejo partido dirigente".[16]
La historia de los últimos 150 años de movimiento obrero consciente ha probado la corrección del análisis de Trotsky: no se puede improvisar el partido revolucionario en vísperas de una lucha decisiva. En este sentido, las enseñanzas que ofrecen los documentos de los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista son fundamentales. Desde la Fundación Federico Engels creemos sinceramente que su estudio ayudará a los revolucionarios marxistas a orientarse con éxito ante las gigantescas tareas que la lucha de clases, y la mayor crisis capitalista desde hace sesenta años, han puesto en el orden del día.
1.- Esta edición se completa con un apéndice que recoge los discursos pronunciados por Lenin y Trotsky en estos cuatro congresos de la Internacional Comunista. También incluimos el artículo de Ted Grant Ascenso y caída de la Internacional Comunista y un amplio glosario de nombres propios, organizaciones y términos históricos referidos en las páginas de este libro.
2.- Citado en Los cinco primeros años de la Internacional Comunista, Editorial Pluma, Buenos Aires, 1974.
3.- Rosa Luxemburgo, Reforma o Revolución, Fundación Federico Engels, Madrid 2002.
4.- V. I. Lenin, la bancarrota de la Segunda Internacional
5.- V. I. Lenin, La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo, Fundación Federico Engels, Madrid 1998.
6.- En 1908 Lenin publicó Materialismo y empirocriticismo.
7.- Ernesto Ragionieri, Lenin y la Internacional Comunista. Cuadernos de Pasado y Presente, nº 43, México, 1973.
8.- V. I. Lenin, La Internacional Comunista y su lugar en la historia (En defensa de la Revolución de Octubre, FFE, Madrid 2007).
9.- V. I. Lenin, La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo.
10.- V. I. Lenin, Discurso acerca del ingreso en el Partido Laborista británico. 6 de agosto de 1920.
11.- Ted Grant, Rusia de la revolución a la contrarrevolución, FFE, Madrid, 1997, p 84.
12.- Ibíd., p 104.
13.- Ibíd., p 78.
14.- Ibíd., pp 109-110.
15.- León Trotsky, Introducción a los cinco primeros años de la Internacional Comunista, en MARXISMO HOY, nº 10, Fundación Federico Engels, Madrid, 2002.
16.- León Trotsky, Clase partido y dirección, por que ha sido vencido el proletariado español, en MARXISMO HOY nº 8, Fundación Federico Engels, Madrid, 2000.
La Internacional Comunista
Edición de la FFE en tapa dura
592 páginas • pvp 22 euros
La posición de la mujer es el indicador más gráfico y elocuente para evaluar un régimen social y una política estatal
L. Trotsky, 1938
Horror sin fin para la mujer trabajadora
El capitalismo se encuentra en un callejón sin salida. La crisis mundial del capitalismo golpea actualmente con mayor dureza a las mujeres y a la juventud trabajadora. La mano de obra femenina es considerada por los empresarios como de “reserva” o mano de obra barata de la Población Económicamente Activa (PEA) que, según el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) a fines del 2009, el 38 por ciento, es decir, casi 17 millones, estaba integrada por mujeres en nuestro país.
Actualmente las mujeres representan el 30% de la mano de obra industrial en México, principalmente las maquiladoras se sostienen en base a la contratación de mujeres; existen alrededor de 590 mil mujeres que laboran en las maquilas de costura, mientras que en Centroamérica la cifra oscila en las 400 mil (La Jornada, 29/11/09). Las maquilas son plantas que gozan de exenciones fiscales y subsidios de agua y electricidad que producen para el mercado de exportación. Estas empresas se aprovechan de la mano de obra joven y femenina, que trabaja sin contrato y sin seguridad social. Por ejemplo, en Tehuacán, Puebla el salario de una obrera textil oscila entre los 400 y 800 pesos según se cumpla el número de prendas cosidas, incluso son despedidas durante el “periodo de prueba” mientras ya han cosido cerca de 150 pantalones. Son las primeras en la lista de los despedidos, del millón y medio de empleos que se perdieron en 2009, 300 mil corresponden al sector de la maquila y en su mayoría han sido mujeres. Según cifras de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) al cierre del cuarto trimestre del año pasado había cerca de 930 mil mujeres desempleadas.
Cuestión de clase no de género
En estas condiciones labora la “mano de obra de reserva”, por eso los marxistas decimos que la situación de la mujer es una cuestión de clase, pues el grado de emancipación de la mujer será dado una vez lograda la emancipación de toda la clase trabajadora. Los marxistas nunca tratamos la problemática de la mujer trabajadora como una cuestión de género, lo hacemos comprendiendo que tiene sus raíces en las relaciones producción y en el sistema de explotación que significa el capitalismo. Luchamos decididamente por conseguir todas aquellas reformas que representen un paso adelante real para la mujer, explicamos que la única salida para conseguir realmente la completa emancipación de la mujer (y de las otras capas oprimidas de la sociedad) es mediante la abolición del sistema capitalista. Esta lucha requiere la máxima unidad entre los trabajadores y las trabajadoras en contra del capitalismo.
Combatimos enérgicamente cualquier tendencia feminista que intente enfrentar a la mujer contra el hombre, que divide o segregue a las mujeres del resto del movimiento obrero. Los marxistas no hablamos de la mujer en general, sino de la mujer trabajadora. Luchamos por la unidad del proletariado independientemente de su raza, sexo, color, religión o nacionalidad.
La conquista de derechos iguales formales, como el sufragio en el marco del parlamentarismo burgués, es un paso adelante, pero no soluciona el problema fundamental de la mujer, pues sin la transformación de las relaciones sociales, es una conquista muy limitada y deja inalterables las raíces de la opresión de la mujer trabajadora en la sociedad capitalista.
El único camino: luchar por el socialismo
Si estamos de acuerdo en que las condiciones de trabajo se han vuelto aún más precarias para la clase trabajadora bajo la actual crisis del capitalismo, la situación de la mujer se agrava doblemente, pues, por un lado, tiene que trabajar para el empresario capitalista y por el otro al llegar a casa lo hace para la familia.
Como hemos dicho, la lucha por la emancipación de la mujer es la lucha por la emancipación de la clase trabajadora. Su destino es también el de la mujer, los intereses de los trabajadores y trabajadoras son los mismos. Sólo mediante la lucha unificada con los trabajadores en las organizaciones obreras, los sindicatos… se podrán alcanzar las mejoras y el derecho a una vida mejor para las mujeres, por eso luchamos porque la mujer trabajadora se incorpore como agente activo a la actividad política, pues las transformaciones sociales importantes son imposibles sin su participación.
Se ha encontrado el único camino hacia una vida mejor, el camino de la lucha obrera organizada contra el capital y por el socialismo. Bajo el capitalismo es imposible acabar seriamente con los problemas de la mujer. La única forma de acabar totalmente con la explotación que sufre la mujer trabajadora es poniendo fin a la explotación que el capitalismo ejerce sobre el conjunto de los trabajadores.
¡Compañera trabajadora!: ¡Únete a la Tendencia Marxista Militante!
Organízate con nosotros para luchar por:
1) A igual trabajo, igual salario.
2) Guardería, jardín de niños y escuelas primarias gratuitos en cada colonia, barrio y localidad, bien dotadas y subsidiadas por el gobierno bajo control de profesores, padres y organizaciones sindicales.
3) Derecho a guardería gratuita para cualquiera de los padres, decidido por ellos.
4) Licencia de un año por maternidad para cualquiera de los padres, decidido por ellos, recibiendo el 100 % de salario real.
5) Legalización total del derecho al aborto, gratuito y a cargo del Seguro Social.
6) Creación de centros de planificación familiar y atención sexual a la juventud, en todas las colonias y zonas del país.
7) Abolición de todas las leyes laborales o penales discriminatorias para la mujer.
8) Lavanderías, comedores públicos y otros servicios básicos baratos a cargo de las delegaciones políticas en el DF y los ayuntamientos en el resto del país.
9) Comités de fábrica y secciones sindicales que asuman la lucha contra la persecución sexual.
10) Por un divorcio gratuito y sin trabas burocráticas.
11) Por la expropiación bajo control obrero de los bancos, las fabricas, los latifundios, las cadenas comerciales y el transporte.
Mientras luchamos por cada una de estas reivindicaciones progresistas que tienden a mejorar la situación de la mujer, planteamos la necesidad de vincularlas con la lucha por un tipo diferente de sociedad en la que se garanticen nuestros derechos como seres humanos: una sociedad socialista.
El triunfo del socialismo sobre el capitalismo ya por sí mismo significara gigantescos pasos al frente en la conquista de los derechos de la mujer jamás vistos en la historia, sin embargo en un primer momento la nueva sociedad no arrojará como un resultado automático la plena emancipación femenina pues las viejas relaciones sociales engendradas por el capitalismo se resistirán a morir. No obstante en la medida que el socialismo se traduzca en la eliminación de la base material, es decir de la propiedad privada capitalista, de la cual brotan dichas relaciones sociales, esta nueva sociedad creará las condiciones objetivas y definitivas para que la emancipación de la mujer trabajadora sea plena en cada uno de los terrenos de la vida y de la sociedad. La sociedad socialista es la única puerta de salida para la mujer trabajadora frente a la barbarie que le impone el capitalismo.
La revolución mexicana pretendía de 1910-1917, dentro de las demandas de las clases más explotadas, la mejora de la calidad de vida. Ya que el régimen Porfirista atravesaba por varias crisis que afectaban directa e indiscriminadamente al proletariado. Los salarios que esta clase percibía eran miserables propiciando que las condiciones de vida empeoraran aceleradamente. Entre 1895 y 1910 la esperanza de vida descendió de 31 años a 30 años y medio; la mortalidad infantil se elevó de 304 a 335 por cada millar.
Es decir que estos factores estaban propiciando puntos de inflexión, propiciando una revolución que permeaba indiscriminadamente a todo el proletariado y significativamente al género femenino.
Y desatándose la lucha armada en 1910, la presencia femenina era inminente pues si hablamos que en 1910 había 15 millones de habitantes, más de 7 millones 600 mil eran mujeres de las cuales en promedio eran analfabetas el 76% de mujeres. En el caso de los hombres dicho porcentaje se elevaba al 68%.
La mujer empieza a salir de los estrechos límites del hogar para desarrollar otras actividades, preocupación que se expresa en la prensa burguesa de la época. En tanto la emancipación podía significar la renuncia de ellas a su función "natural" de esposas y madres, acciones que eran contradictorias a la moral burguesa, pues con el proceso de industrialización iniciado en el porfiriato se abrió a las mujeres las puertas de fábricas, talleres, comercios, oficinas públicas y amplió también su participación dentro del magisterio.
Con la creación de la Escuela Normal de Profesoras en 1888, la profesión de maestra cobró una importancia que hasta entonces no tenía; mientras que al inicio del régimen 58.33% del profesorado eran hombres y 25% mujeres, para 1900 la proporción se había invertido en 32.50% hombres y 67.50% mujeres; y en 1907 las estadísticas registran 21.71% hombres y 78.29% mujeres. Con ello el magisterio se convirtió en la gran oportunidad de profesionalización para la mayoría de las mujeres. La Escuela de Artes y Oficios y la Mercantil "Miguel Lerdo de Tejada" de Señoritas, fueron también otra opción de desarrollo profesional en ciertos sectores sociales, y en menor escala el periodismo y las letras.
Dentro de los cuestionamientos, que son parte de la toma de la conciencia revolucionaria, en años cercanos a la revolución se comenzó a plantear un discurso que comenzó a cuestionar la función social de las mujeres, que las limitaba a la cotidiana vida doméstica limitándolas en aspectos como el acceso a las instituciones educativas, al trabajo remunerado, y a la participación política.
Mientras tanto la prensa obrera en estos tiempos comenzó a señalar las condiciones de este sector oprimido que variaban de bajos salarios, largas jornadas de trabajo, carencia de prestaciones, situación de las organizaciones gremiales etc. (gracias a la discriminación de género principalmente) Dichos señalamientos fueron conllevando a la necesidad de plantear demandas, no ajenas al movimiento obrero, puesto que eran necesarias y primordiales como medio de emancipación para la lucha de mejores condiciones de trabajo para el género femenino.
Tales preocupaciones fueron llevando a la acción y comenzaron a surgir organizaciones integradas por maestras normalistas y obreras del textil principalmente, que desarrollan una intensa labor política en contra del régimen de Díaz, lo que causó la persecución y el encarcelamiento de algunas de sus integrantes.
Y con la lucha armada desencadenada en 1910 las mujeres adquieren un papel más activo en el proceso revolucionario que incluyó a las mujeres pertenecientes a las clases mas explotadas, tanto obreras como campesinas pobras, aglomerándose en los distintos frentes civiles de lucha, surgiendo las llamadas soldaderas que comenzaron como acompañantes de padres, hermanos, esposos etc.
Estas mujeres fueron sumamente criticadas por periodistas burgueses describiéndolas como la hembra sucia, harapienta, y burda. Esto no es casualidad pues las soldaderas se enfrentaban a las concepciones de la moral victoriana de aquella época cuyos cánones no solo las limitaba en su desarrollo individual, y en su formación como sujetos políticos capaces de dar o permanecer en pie de lucha.
La lucha de la mujer por su emancipación como sector explotado tiene que ser parte de la lucha del movimiento obrero pese a que algunas de sus consignas de lucha sean solo pertenecientes al género femenino como fue en su momento el caso del derecho al voto.
Si bien la revolución mexicana de 1910-1017 significó un paso al frente en la lucha de los obreros y campesinos pobres contra sus explotadores, las cosas están lejos de estar resueltas. Al igual que los trabajadores de la ciudad y el campo, la mujer trabajadora tiene que enfrentar todos los días y ser presa de la explotación y la opresión capitalista. En el caso concreto de las mujeres de la calase trabajadora, en la actualidad tiene que padecer el desempleo o, cuando lo tiene, ser victima de un salario insuficiente al lado de la discriminación laboral. Ello sin olvidar que además de todo, cada día tiene que desarrollar intensas jornadas de humillante y esclavizante trabajo domestico. Además, ello se le agrega que tras las legislaciones antiaborto aprobadas por los congresos de varias entidades federativas, ahora las campesinas y trabajadoras son criminales en potencia: si aborta, cárcel.
Eso es lo que les ofrece la sociedad actual capitalista y su gobierno a las mujeres trabajadoras; al igual que en 1910 siguen existiendo poderosas razones para que se organicen y movilicen las mujeres explotadas y oprimidas al lado del conjunto de la clase obrera y el campesinado pobre para luchar contra aquello de donde emana la miseria para todos y la opresión para las mujeres de las clases desheredadas. Y al igual que en 1910, no paremos hasta derrocar al gobierno representante de los intereses de banqueros. Pero en este caso debemos de ir más lejos: la lucha contra el gobierno opresor, en estos momentos representado por el PAN, debe ser al mismo tiempo la lucha por expropiar a empresarios y banqueros para, bajo la dirección de un gobierno obrero, poner las principales palancas de la economía bajo el control democrático de la clase trabajadora.
Unidos en la fábrica, unidos en la lucha, la mujer obrera y la lucha por el socialismo
En el mercado actual se desecha la mano de obra que excedente y esta se ve forzada a emigrar para tratar de sobrevivir. En el período actual el mismo mercado globalizado es el encargado de liberar esta mano de obra que frente a la ineptitud del sistema de poder garantizar un empleo digno se ven en la necesidad de abandonar a su familia, su tierra y a veces su propia vida; emigran a otro país en el cual pueda obtener un empleo aunque sea mal pagado pero que le permita garantizar el alimento de su familia; entonces podemos deducir que la migración como muchos de los problemas actuales es producto del capitalismo.
En un primer momento los migrantes se enfrentan a los gastos derivados de su migración, una vez que la persona esta en el país destino y comienza a trabajar debe empezar a pagar la deuda derivada de este proceso. Para el migrante recién llegado el estilo de vida debe ser modesto y todo el ahorro se va a pagar la deuda.
Las aspiraciones de los migrantes no son exageradas. Simplemente quieren acceder a un nivel de vida mejor: poder comprar un terreno, construir un cuarto, poner un negocio, etc. Desafortunadamente la mayoría de las veces esto no es posible pues se enfrentan a muchas dificultades tales como salarios mínimos, explotación, discriminación, etc. y con esto ven mermado el sueño de mejorar su nivel de vida.
El problema de la inmigración se ha agudizado en todo el mundo a lo largo de ya varias décadas, no obstante ese fenómeno se ha profundizado en los últimos años a raíz de una pobreza mas lacerante y extendida en los países atrasados, además a consecuencia de la reciente crisis económica. De acuerdo a un informe de la ONU, actualmente la población inmigrante asciende a los 191 millones de personas, dato por mucho superior a los 175 millones registrados cinco años atrás. Este fenómenos ha afectado seriamente a las mujeres a cuales, motivada por el desempleo y la falta de oportunidades, se ven obligadas a vivir fuera de su país de origen. Del total de la población mundial de inmigrantes se calcula que 90 millones son mujeres.
México es uno de los mejores ejemplos mundiales de ese fenómeno. Nuestro país, por las misas razones que motivan la inmigración en el resto de países pobres, ha pasado de los 260 mil connacionales inmigrantes viviendo en Estados Unidos en 1960 a los 12.7 millones de mexicanos que habitan actualmente en dicha nación, este último dato según los informes del Pew Hispanic Center. Y al igual que las mujeres pobres del resto del mundo, el fenómenos migratorio se ha expresado con importante intensidad entre las mexicanas: de a cuerdo a los datos del Censo de Población para el año 2000 la relación entre sexos para la población inmigrante ya era de 116 hombres por cada 100 mujeres. Diez años antes, en 1990, dicha relación era de 124 hombres por cada 100 mujeres. Un informe del año en curso presentado por la Segob destaca que el 45% de la población inmigrante mexicana la integran mujeres; nos obstante este dato, un estudio de la Cámara de Diputados del 2008 ya plateaba que dicho porcentaje se elevaba al 50.5%.
La globalización tiene repercusiones evidentes en los planos sociales, económicos y de convivencia; como la generación de un mercado de personas desempleadas el cual esta sujeto a explotación, que se nutre de las personas más vulnerables, especialmente de mujeres cada vez más jóvenes procedentes de los países más pobres.
Si de por sí la vida de un migrante no es fácil y cuando se trata de una mujer migrante es aun más complicada, pues en una sociedad donde la mujer lucha cada día en su propio país por encontrar la igualdad a todos los niveles sociales tales como igualdad, derecho a la educación, participación política, liberación sexual, derecho al empleo estable y bien pagado, etc.
Estas mujeres sin papeles alojadas en un país que no es el suyo se ven en primer instancia obligadas a romper muchas veces los vínculos que les unía con sus familias, dejando a sus hijos en su país para viajar miles de kilómetros a un mundo desconocido ya que en su país solo les quedaba la pobreza, el desempleo y muchas veces el maltrato y abandono. Desafortunadamente muchas veces son victimas de desempleo, explotación, abuso sexual, y otras tantas la misma calle.
En su condición femenina la mayoría de las veces se les da solo acceso a trabajos sin horarios, sin reglas, sin condiciones mínimas de salubridad, además de tener que padecer acoso laboral y sexual. Tales trabajos pueden ser el servicio doméstico, cuidado de personas adultas y en el peor de los casos la prostitución.
Hay datos que confirman que del 100% de las mujeres migrantes el 80% de estas trabajan en empleos no cualificados tales como trabajo doméstico, cuidan niños ajenos, lavan trastos en restaurantes, etc.; el 16.6 % se desempeñan en trabajos que requieren una formación técnica de grado medio como cuidar a adultos mayores y solo el restante en trabajos que pueden ser a nivel profesional.
En la actualidad las mujeres son protagonistas de movimientos migratorios muy importantes. De esta manera en tan solo pocos años las mujeres se han convertido en agentes directos de procesos de migración que año con año va en aumento, esto es resultado de la pobreza que sacude sus países, la falta de oportunidades y la desigualdad laboral. Desafortunadamente el hecho de emigrar no aleja a las mujeres de esta situaciones pues ellas son más vulnerables a ser contratadas por sueldos inferiores que los hombres y son explotadas en mayor medida. Muchas de las veces las mujeres son vistas solo como mercancías que son usadas como mano de obra barata y otras tantas en “productos” de uso sexual.
Entre los trabajos en los que se desempeñan la mujer migrantes podemos clasificarlos en tres rubros principales:
Hablando un poco de datos respecto al porcentaje de mujeres migrantes; cifras oficiales del Banco Mundial reconocen que el 49.6 % de los migrantes actuales son mujeres, es decir, casi la mitad del total de migrantes de todo el mundo.
“Las mujeres envían mucho dinero a sus familias, y la evidencia recogida en zonas rurales de México demuestra que su migración tiene efectos económicos positivos para los hogares que dejan atrás”.
La línea arriba mencionada se refiere a palabras de economistas burgueses que hacen alusión al aumento desmesurado de migración femenina en busca de mejorar sus condiciones de vida y ser el sustento de su familia. Para estas personas el hecho que las mujeres emigren representa según ellos efectos económicos positivos para sus hogares.
A estas personas no les importan las condiciones bajo las cuales se encuentre laborando y las dificultades que han sufrido para lograr emigran a otros países, en lugar de preocuparse por garantizar una estabilidad economía en sus países de nacimiento festejan según ellos la mejora económica de sus familias.
Es claro que bajo el capitalismo y este mundo globalizado donde no se garantiza una vida diga y un empleo digno, muchas personas se ven en la necesidad de buscar en países de “primer mundo y/o desarrollados” una esperanza a sus problemas económico. Desafortunadamente el calvario de esta gente empieza desde el momento que deciden abandonar a sus familias, la travesía para llegar a otros país, el abuso del que son objeto en el trayecto a su destino, hambre, desesperación, abandono, en el “mejor de los casos” ya que otras veces los migrantes mueren en el intento por internarse en otro país que no es el suyo; por si fuera poco al llegar a otro país se enfrentan a la triste realidad: desempleo, explotación, abuso, persecución y violación a sus derechos sociales y laborales.
El capitalismo no nos ofrece solución alguna a los miles de problemas que ha generado por el contario cada día demuestra su incapacidad para garantizarnos las mínimas condiciones de sobrevivencia. El único camino que tenemos los trabajadores para soluciones estos problemas es la lucha unificada por una sociedad socialista.
En su afán por tratar de despojar de todo ropaje revolucionario a la conmemoración del día internacional de la mujer trabajadora, la burguesía ha implementando una serie de medidas para vaciar de todo contenido de clase a la jornada del 8 de marzo. Para la clase dominante la opresión y la explotación de la mujer trabajadora es una condición de primer orden para apuntalar su dominio económico y político sobre las clases desposeídas. Siendo esto así, por consecuencia, la burguesía, sus agencias y sus medios informativos se encargan de presentar al 8 de marzo como una jornada por los derechos de la mujer desde un punto de vista totalmente abstracto y desvinculado de la reproducción del sistema capitalista, esta última fuente de los difíciles problemas que padecen las trabajadoras, las campesinas, las indígenas, las desempleadas, las madres y hermanas postradas por el trabajo en casa, la sindicalistas, la jóvenes universitarias y todas aquellas mujeres que forman parte del batallón de desheredados de este mundo.
En su afán por tratar de despojar de todo ropaje revolucionario a la conmemoración del día internacional de la mujer trabajadora, la burguesía ha implementando una serie de medidas para vaciar de todo contenido de clase a la jornada del 8 de marzo. Para la clase dominante la opresión y la explotación de la mujer trabajadora es una condición de primer orden para apuntalar su dominio económico y político sobre las clases desposeídas. Siendo esto así, por consecuencia, la burguesía, sus agencias y sus medios informativos se encargan de presentar al 8 de marzo como una jornada por los derechos de la mujer desde un punto de vista totalmente abstracto y desvinculado de la reproducción del sistema capitalista, esta última fuente de los difíciles problemas que padecen las trabajadoras, las campesinas, las indígenas, las desempleadas, las madres y hermanas postradas por el trabajo en casa, la sindicalistas, la jóvenes universitarias y todas aquellas mujeres que forman parte del batallón de desheredados de este mundo.
Bajo el punto de vistas de la burguesía, generalmente compartido por algunos sectores de la pequeñaburguesía educada, al momento de hablar de los derechos de la mujer da lo mismo referirse a Marta Sahagún y Elba Ester gordillo por un lado y por otro a Blanca Estela, obrera de Olympia de México que junto sus compañeros sostiene una huelga fabril que ya se extendió por 14 meses, y Doña Trini, entregada en cuerpo alma a la lucha en la lucha de los compañeros de Atenco y por la libertad de su esposo, Ignacio del Valle, preso político de Felipe Calderón.
Para la burguesía, al momento de hablar de los derechos de la mujer, tanto Marta como Elba, así como Blanca y Doña Trini, son lo mismo. ¡Falso! Todas ellas son tan diferentes que están en trincheras opuestas pues representan intereses de clase totalmente antagónicos: Marta y Elba por su lado defendiendo los privilegios de los explotadores y Blanca y Doña Trini luchando por los intereses de los explotados. Precisamente es este segundo bando, el de las mujeres explotadas y sus luchas, el que le dio vida a la conmemoración del 8 de marzo. Siendo esto así, y partiendo de reconocer el carácter de clase del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, Militante pone al alcance de sus lectores una serie de artículos que abordan desde la óptica del marxismo diferentes aspectos sobre la problemática cotidiana de la mujer trabajadora en México. Nuestra intención es contribuir aportando una serie de ideas que puedan ser de utilidad para la lucha que millones de mujeres dan día a día, para, ya sean en su centro de trabajo, en su barrio o comunidad, e incluso en su hogar, romper con las cadenas de la esclavitud capitalista. Compañera trabajadora únete a la Tendencia Marxista Militante y lucha al lado del conjunto de la clase obrera por el socialismo y contra la barbarie capitalista.
El que conozca algo de historia no ignora que las grandes conmociones sociales son imposibles sin el fermento femenino. El progreso social puede ser exactamente medido por la situación social del bello sexo...
Carta de Carlos Marx a Kugelmann, 12 de dic. 1868
El Estado de Chihuahua, México, cuenta con 67 municipios. Uno de ellos es Ciudad Juárez, ubicado en el desierto, con un territorio árido y un clima cálido extremoso. Tiene 3 millones 52 mil 907 habitantes (censo del año 2000). El 49.8 por ciento es población masculina y 50.2 por ciento femenina. Durante el siglo XIX la economía se basaba en la producción de trigo, vid, frijol, maíz, ciruela. En 1923 se inició la producción de algodón, que en 1964 decayó, y en 1966 llegaron las primeras maquilas.
Con la llegada de las maquilas la explotación de la clase trabajadora, en especial las mujeres, alcanzó su punto máximo de barbarie. Los gobiernos burgueses prometieron mejora en la calidad de vida de los trabajadores y, como siempre, sólo fueron engaño y desilusión para la clase trabajadora.
La ciudad está divida fundamentalmente en dos grupos sociales: “los profesionales altamente capacitados, cosmopolita llamados clase transnacional [...] son ellos quienes detentan el poder y la riqueza. El segundo grupo lo compone el gran contingente de personas excluidas de este, que logran vivir de una continua economía de subsistencia”[1] Si esto lo traducimos a términos científicos, esos dos grupos sociales corresponden a la burguesía explotadora y la clase trabajadora explotada.
La clase trabajadora de Ciudad Juárez, al igual que la del resto del país y del mundo, padece una explotación brutal. La gente vive en la más absoluta miseria, sin los mínimos servicios urbanos como alumbrado, agua potable, drenaje, pavimentación; la construcción de viviendas es con pedazos de metal, cartón y cascarones de camiones. Y ahora la crisis ha tenido como consecuencia “10 mil negocios cerrados y desaparecido 170 mil empleos y una gran cantidad de familias se han visto obligadas al exilio por el clima de violencia e inseguridad. De los 250 mil empleos generados en un principio por las maquiladoras, sólo se sostienen entre 90 y 100 mil puestos de trabajo, de los cuales, el 20% están en paro, el resto de trabajadores activos acuden uno o dos días y perciben un salario de $59.00 pesos por jornada”[2]. Todo esto en medio del tráfico y lavado de dinero, los cárteles de la droga, la indiferencia, corrupción e ineptitud de parte de las autoridades tanto municipales como en los demás niveles.
Este es el contexto económico-material en el que han tenido lugar desde 1993 innumerables casos de mujeres secuestradas, torturadas, violadas, mutiladas y finalmente asesinadas, dejando sus cuerpos abandonados en el desierto; generalmente son mujeres jóvenes, cuyas edades fluctúan entre los 10 y 35 años, con nivel de instrucción básico y habitantes de colonias urbanas pobres. Son obreras que van o regresan de su trabajo sin relación con algún delito; también víctimas de violencia intrafamiliar. De acuerdo con las cifras que se conocen hasta el momento, en l993, fueron 554 mujeres asesinadas; entre 2007 y 2008 desaparecieron 794 mujeres en Cd. Juárez. En total, cinco mil 649 homicidios de 1993 a 2009. En 2009 hubo más de dos mil 300 feminicidios en el país y la zona de Centroamérica. Es decir que no sólo en México existen casos de muertes violentas de mujeres, también en Guatemala (720), El Salvador (579), Honduras (405) y Nicaragua (79).
Según las leyes burguesas las mujeres tenemos derecho a un trabajo digno y remunerado en la misma circunstancia que los hombres, a la salud, a no ser discriminadas por ser mujeres, por estar casadas o embarazadas, a tener una educación de calidad, etc. Sin embargo, estos derechos conquistados por la clase trabajadora, sólo se han quedado en papel, son letra muerta para la burguesía que ha gobernado en nuestro país desde hace aproximadamente 100 años. Bajo el capitalismo la mujer sufre discriminación en todos los ámbitos, esta discriminación se recrudece más en tanto la burguesía requiere seguir incrementando sus beneficios y reproducirse como clase. Las mujeres son utilizadas como mano de obra barata, como reserva laboral; en los lugares de trabajo acosadas sexualmente para poder obtener un mejor empleo o salario, agobiada por la doble jornada de trabajo y víctimas de vicios. Bajo este sistema explotador, ser mujer significa vivir con miedo y en la ignorancia, ser sometida por las hipócritas normas sociales y religiosas.
Hay muchos movimientos (feministas) que tratan de reivindicar el papel de la mujer en la sociedad, de esclarecer los crímenes contra las mujeres, organizaciones que luchan por la igualdad de las mujeres. Sin embargo, todo queda a medias, pues, mientras el sistema capitalista siga rigiendo; mientras los medios de producción (industrias, bancos, tierra) sigan en unas cuantas manos; mientras los gobiernos sean puestos por la burguesía para cuidar sus intereses, la clase trabajadora (mujeres y hombres que sólo cuentan con su fuerza de trabajo y que venden al capitalista a cambio de un salario que les permita adquirir sus medios de vida básicos) no logrará liberarse y seguirá viviendo en esta sociedad que sólo ofrece horror y violencia sin fin. La violencia y discriminación contra las mujeres no es una cuestión de género, es cuestión de opresión y explotación de una clase social por otra, en este caso, la opresión y explotación es doble (por ser mujer y además trabajadora).
La mujer trabajadora siempre ha estado presentes en las luchas sociales al lado de los hombres y ahora más que nunca, en plena bancarrota del capitalismo, es necesario que nos organicemos junto a ellos; debemos estar presentes en las organizaciones obreras, en las organizaciones sindicales; debemos nutrirnos de las ideas de Marx, Engels, Lenin, Trosky y Rosa Luxemburgo, para dar la batalla contra el capitalismo, que apoyado en los gobiernos reformistas no ofrece alternativa para que las mujeres tengan una vida digna.
Los capitalistas se organizan para explotar a la clase obrera; han globalizado, el hambre, la miseria, el desempleo, los vicios; destruyen el medio ambiente, se apropian de la riqueza que producimos hombres y mujeres. El capitalismo es violento y asesina a hombres y mujeres; al margen de toda la barbarie que deriva de la bancarrota de dicho sistema social no puede ser explicado un fenómeno tan aberrante como el de esta genuina masacre que se ha desatado contra la mujer trabajadora desde ya hace varios años en Ciudad Juárez. Dicha masacre, por consecuencia, solo puede ser frenada de manera definitiva combatiendo la barbarie capitalista eliminando la propiedad privada de banqueros y empresarios. Por lo tanto, corresponde a la clase trabajadora organizarnos para globalizar las ideas de la liberación basadas en el socialismo científico. Sólo los trabajadores, hombres y mujeres explotados, estamos destinados históricamente a derrocar a la burguesía y todas sus lacras. Sólo si extendemos a nivel mundial el socialismo podremos disfrutar de una vida digna y humana en una sociedad superior. Debemos llenarnos de valor y espíritu de sacrificio para organizarnos y luchar contra este sistema degradante. Compañera trabajadora: ¡Únete a la Tendencia Marxista Militante y luchemos juntas por la transformación socialista de la sociedad!
[1] . Rodriguez Álvarez, Olga Lucía. La ciudad que hace la maquila, el caso de Ciudad Juárez, México.
[2] . Blancas Madrigal, Daniel. “Maquiladoras agudizaron disfunción familiar y hoy huyen de Ciudad Juárez”. La crónica de hoy. 24 de febrero 2010.
La defensa de los derechos de la mujer trabajadora tiene un largo historial. En la época moderna, con la proclamación de los derechos del hombre y del ciudadano en la revolución francesa de 1789 se pretendía dotar de toda una seria de derechos a la humanidad, incluidas las mujeres. Desafortunadamente esto no fue así, apenas los hombres disfrutaban de pequeñas migajas de estos derechos y a las mujeres nunca les toco ni una brisa de estos derechos.
Las revoluciones democráticas burguesas en Europa significaron sin duda un avance en el desarrollo de las fuerzas productivas pero también representaron más explotación hacia los hombres y mujeres pobres. Engels nos relata en su libro La situación de la clase obrera en Inglaterra como eran las condiciones de vida de las trabajadoras, madres y esposas: El trabajo fabril deja su huella en el físico femenino. Las deformidades creadas por ocho horas largas de trabajo son bastante más serias entre las mujeres. Las largas horas de trabajo a menudo originan deformidades en la pelvis, en parte debido al desarrollo anormal de los huesos de la cadera, y en parte también por deformaciones en la parte inferior de la columna vertebral. (Pág. 188)
Y más adelante nuestro autor continúa: Esas trabajadoras tienen un parto más difícil que otras mujeres, y esto está confirmado por varias comadronas y obstetricias, también tienen más predisposición al aborto. Además, sufren el debilitamiento general que es común a todos los trabajadores, y cuando están embarazadas continúan trabajando en la fábrica hasta el momento del parto, de otra forma, perderían sus salarios y temen que se las sustituya si dejan de trabajar demasiado pronto. Con frecuenta ocurre que las mujeres están trabajando una noche y a la mañana siguiente, dan a luz en la fábrica entre la maquinaria... Si no se obliga a estas mujeres a regresar al trabajo en dos semanas, están agradecidas y se sienten afortunadas. Muchas regresan a la fábrica después de ocho e incluso después de tres o cuatro días... Naturalmente, el temor a ser despedidas, el miedo al hambre las lleva a la fábrica a pesar de su debilidad y desafiando al dolor. (Pág. 189)
Estas condiciones de miseria y explotación sentaron las bases para los primeros brotes de protestas y levantamientos por los derechos de la mujer y el hombre. Uno de los primeros personajes en reivindicar estos derechos fue Flora Tristan (1803-1844) que influida por el pensamiento de la Ilustración y mas en concreto por el pensamiento de los socialistas utópicos escribe “La Unión Obrera” donde reclama la justicia hacia el hombre y la mujer y explica que ambos son esclavos del mismo yugo: A vosotros, obreros que sois las víctimas de la desigualdad de hecho y de la injusticia, a vosotros os toca establecer al fin sobre la tierra el reino de la justicia y de la igualdad absoluta entre la mujer y el hombre. Dad un gran ejemplo al mundo (...) y mientras reclamáis la justicia para vosotros, demostrad que sois justos, equitativos; proclamad, vosotros, los hombres fuertes, los hombres de brazos desnudos, que reconocéis a la mujer como a vuestra igual, y que, a este título, le reconocéis un derecho igual a los beneficios de la unión universal de los obreros y obreras.
También en el siglo XIX Engels y Marx destinan obras cumbres al problema de la mujer y la familia, (El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado; La sagrada familia; La situación de la clase obrera en Inglaterra; etc.) ellos analizan los problemas de la mujer no desde un punto aparte del desarrollo de la sociedad y/o la lucha de clases sino como un resultado de esta. Ellos insisten en que la emancipación de la mujer será plena y no una fantasía cuando los oprimidos en su conjunto se emancipen y sean quienes dirijan y controlen democráticamente la sociedad, una sociedad socialista.
Con el desarrollo del capitalismo viene el desarrollo y robustecimiento de la clase obrera, por ello para principios del siglo XX las mujeres que representaban ya un sector muy importante de la producción se movilizan por la igualdad de sus derechos, entre ellos el derecho al voto. En la primera década del siglo es donde se protagonizan movilizaciones que dan origen al día Internacional de la Mujer, unos argumentan que se reivindica tal fecha por los acontecimientos de 1908 en la ciudad de Nueva York cuando obreras textileras se van a huelga por sus condiciones de trabajo en la fabrica Cotton y el patrón como respuesta las encierra en la fabrica y prende fuego dando como resultado 129 obreras muertas.
Otra, interpretación es la vinculada con los movimientos socialistas norteamericanos, donde las mujeres del partido socialista Norteamericano en 1908 comienzan ha realizar actividades por el derecho al sufragio, la lucha contra la esclavitud y el sometimiento sexual, acciones denominadas como Woman’s Day. Al año siguiente en 1909 las trabajadoras del textil nuevamente se movilizan por las mismas demandas, mejores condiciones de trabajo, bajo el lema “pan y rosas”. La huelga duro trece semanas participando cerca de treinta mil obreras, este movimiento posteriormente reivindico el derecho al voto y la prohibición del trabajo infantil.
Otro antecedente bastante relevante a considerar es la Segunda Conferencia de Mujeres Socialistas realizado en Copenhague, Dinamarca, el 27 de agosto de 1910. Dicha conferencia contó con la asistencia de más de 100 delegadas de 17 países representando sindicatos, partidos socialistas y organizaciones de trabajadoras. En tal reunión Clara Zetkin perteneciente al partido socialista Alemán propone el 8 de marzo como un día donde todas las mujeres del mundo realicen acciones por la defensa de los derechos democráticos de la mujeres.
De las primeras celebraciones del Día Internacional de la Mujer se produjeron en marzo de 1911, y fue seguida en Austria, Alemania, Dinamarca y Suecia. En los primeros años, el Día Internacional de la Mujer se festejaba en fechas diferentes según los países pero siempre se llevaban acabo en los últimos días de febrero o/y inicios de marzo, por las manifestaciones cotidianas que las mujeres trabajadoras hacían en esas fechas.
Pero sin duda un acontecimiento que marcó para siempre la historia de la humanidad fue la Revolución Rusa de 1917, tras la muerte de millones de soldados rusos a causa de la primera guerra mundial y la condiciones de vida realmente miserables de los trabajadores rusos bajo el régimen zarista, que para ese entonces no era mas que el capitalismo con su rostro mas auténtico en el marco de un país extremadamente atrasado, las mujeres rusas escogieron de nuevo el último domingo de febrero para declararse en huelga en demanda de "pan y paz", se comenta tales acontecimientos en Petrogrado, se convirtió en la chispa que hizo estallar la Revolución de Febrero y el derrocamiento de la odiada autocracia zarista.
Aunque en tiempos recientes las instituciones y educación burguesas han querido negarle el carácter de clase al 8 de marzo, el ejemplo mas claro de ello es el reconocimiento oficial de esa fecha por parte de la Unesco en 1977 con el objetivo de vaciar de contenido dicha conmemoración, los trabajadores debemos reivindicarla como una jornada militante por la emancipación de la mujer trabajadora no como algo separado de la lucha del conjunto de la clase obrera contra la esclavitud capitalista, sino como parte integrante y pilar indispensable de esta.
Claramente los orígenes de la lucha y conmemoración de los derechos de la mujer inician y van íntimamente ligados con y por la defensa de los derechos de los todos los explotados; las mujeres y la juventud son de los sectores mas oprimidos bajo el sistema capitalista pero no por eso nuestra lucha debe de ir separa de la lucha de los demás oprimidos. No compartimos el pensamiento feminista donde se argumenta que la opresión de la mujer es originada por su género, en esta sociedad quien nos oprime es la burguesía y sus gobiernos los cuales inclusive entre sus filas tienen mujeres las cuales, movidas por los intereses de clase que representan, dictan toda clase de ataques contra el conjunto de la clase trabajadora, sean hombres o mujeres. Un ejemplo mas concreto es la exprimer ministro de Inglaterra Margaret Thatcher, que durante sus trece años de gestión al frente del gobierno británico, no hizo nada por los derechos de la mujer sino todo lo contrario. Un ejemplo mas reciente es el de la actual Secretaria de Estado Hillary Clinton, quien sin ninguna contemplación aplica la política que el imperialismo yanqui necesita para asegurar su dominio como máxima potencia capitalista sin importarle las funestas implicaciones que ello tenga sobre los mujeres y hombres de prácticamente todo el orbe.
Para la realidad mexicana, una serie de ejemplos que habla de ello muy gráficamente son los casos de la exprimera dama Marta Sahagún, esposa del expresidente Fox o el de la actual primera dama Margarita Zavala, esposa de Felipe Calderón, la cual está involucrada en el tráfico de influencia e irregularidades que derivaron la tragedia de la guardería en Hermosillo, Sonora, del año pasado la cual dejo mas de 40 niños muertos victimas de un incendio. Y ni que decir de Mariana Gómez del Campo, diputada panista por el DF y prima de la actual primera dama, responsable de impulsar a fondo la campaña de contra el derecho al aborto y de fomentar un ambiente de odio y linchamiento contra la mujeres que han abortado. Muchas de estas últimas mujeres, victimas de esta campaña, ahora están en prisión en diferentes puntos del país culpadas por ejercer este que uno de sus derechos más básicos.
Las mujeres trabajadoras siempre hemos jugado un papel relevante en la lucha por una sociedad mejor, luchando codo a codo con nuestros compañeros de clase, lo vemos ahora mismo con la lucha del SME donde miles de trabajadoras se han suma a la lucha sin hacer una distinción de por ser mujeres; los demostramos en el pasado y lo demostraremos en el futuro, que nuestra lucha es la misma que la de todos los explotados y será con ellos y no de forma separada que lograremos nuestra emancipación la cual no se puede lograr sin luchar contra la explotación capitalista y la opresión de toda índole que nos impone la burguesía.
¡¡¡Viva la lucha de la clase trabajadora!!!
¡¡¡La lucha por la emancipación de la mujer… es la lucha por el socialismo!!!