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Teoría/Documentos

Escrito en el año 1900, el libro de Rosa Luxemburgo posee gran importancia para la clase trabajadora y la juventud en la época actual. Fue el primer intento de combatir desde el punto de vista del marxismo a las corrientes oportunistas en el seno de la socialdemocracia alemana, encabezada por Eduard Bernstein uno de los dirigentes de este partido (SPD).

Bernstein en varios textos dio voz a las tendencias que reflejaban la presión ideológica y material de la burguesía a través de los elementos pequeño burgueses dentro de la socialdemocracia alemana. Al mismo tiempo que se reivindicaba marxista, revisaba el marxismo convirtiéndolo, tal como señala Rosa Luxemburgo “en una expresión del radicalismo burgués”. Buena parte de los argumentos políticos de socialdemócratas y centristas que encontramos en la actualidad se hallan ya expuestos por Bernstein en sus libros, y son contestados por Rosa Luxemburgo en su obra Reforma o Revolución.

El revisionismo de Bernstein reflejaba la presión del auge económico que desde 1873 se dio en Europa, creando una base social para el reformismo (en un principio minoritaria) dentro de la socialdemocracia alemana. Una capa del proletariado fruto de los beneficios del saqueo imperialista consiguió elevar sus condiciones de vida por encima del resto de la clase y reflejó con viveza la presión de clases ajenas. Para Rosa Luxemburgo “el revisionismo de Bernstein no es ‘inocuo‘ pues cuando se trata de llevar su teoría idealista al terreno de la práctica supone la adaptación de la socialdemocracia a la burguesía, la conciliación de clases y con ello a la desmoralización de la clase obrera”, tal y como demostró toda la experiencia posterior.

El objetivo final, sea cual fuere, es nada; el movimiento es todo’

Para el marxismo no existe una contraposición entre la lucha por las reformas y la lucha por la revolución; de modo sucinto, la lucha por las reformas es el medio a través del cual la clase obrera sobre la base de la experiencia llega a la conclusión de la imposibilidad, de las limitaciones o temporalidad de las mismas bajo el capitalismo y con ello a la necesidad de llevar acabo la revolución socialista. Hoy en día es más evidente que nunca: la crisis capitalista aboca a la burguesía a terminar con las reformas que fruto de la presión del movimiento de masas se vio obligada a acepta en el pasado. Fruto de la experiencia de millones de trabajadores y sus familias se va abriendo camino la idea de que es imposible reformar el sistema y que es necesario acometer una transformación profunda de la sociedad, una revolución.


En 1900 la burguesía alemana también estaba llevando una política de contrarreformas y ataques a la clase trabajadora, como señala Rosa Luxemburgo en su libro. Y contradictoriamente a la situación en que se encuentra la clase obrera alemana, la teoría de Eduard Bernstein, expuesta en sus artículos “Problemas del socialismo” (Neue Zeit 1897-1898) y en su libro Las premisas para el socialismo y las tareas de la Socialdemocracia, apuesta por la negación de la necesidad de la revolución socialista. El capitalismo puede ser reformado en beneficio de la clase obrera por lo que la revolución se hace innecesaria. Como señala Rosa Luxemburgo: “Su teoría tiende a aconsejarnos que renunciemos a la transformación social, objetivo final de la socialdemocracia, y hagamos de la reforma social, el medio de la lucha de clases, su fin último. El propio Bernstein lo señalaba claramente y en su estilo habitual: ‘El objetivo final, sea cual fuere, es nada; el movimiento es todo”.

Contra la ‘teoría de la adaptación’ del capitalismo

Bernstein para demostrar que el capitalismo se puede estabilizar y que el desarrollo del mismo no aboca a la clase obrera a la revolución, parte de la idea de que la decadencia general del capitalismo aparece como cada vez más improbable porque, por un lado, el capitalismo demuestra mayor capacidad de adaptación y, por el otro, la producción capitalista se vuelve cada vez más variada. La capacidad de adaptación del capitalismo, según él, se manifiesta en la desaparición de las crisis generales, resultado del desarrollo del sistema de crédito, las organizaciones patronales (cárteles y trust), mejores medios de comunicación y servicios informativos. Se manifiesta, secundariamente, en la persistencia de las clases medias, que surge de la diferenciación de las ramas de producción y la elevación de sectores enormes del proletariado al nivel de la clase media. Lo prueba además, según Bernstein, el mejoramiento de la situación política y económica del proletariado como resultado de su movilización sindical.


Rosa Luxemburgo afirma precisamente lo contrario. “El crédito posee diversas aplicaciones en el capitalismo. Sus dos funciones más importantes son extender la producción y facilitar el intercambio. Vemos que el crédito en lugar de servir de instrumento para suprimir o paliar las crisis es, por el contrario, una herramienta singularmente potente para la formación de crisis. No puede ser de otra manera. El crédito elimina lo que quedaba de rigidez en las relaciones capitalistas. Introduce en todas partes la mayor elasticidad posible. Vuelve a todas las fuerzas capitalistas extensibles, relativas, y sensibles entre ellas al máximo. Esto facilita y agrava las crisis, que no son sino choques periódicos entre las fuerzas contradictorias de la economía capitalista”.


Del mismo modo, cuando Rosa Luxemburgo evalúa los cárteles y trusts desde el punto de vista de sus últimas consecuencias sobre la economía capitalista, señala que son un fracaso como “medios de adaptación”, siendo realmente elementos que conducen a una mayor anarquía en el funcionamiento del capitalismo, estimulando el desarrollo de las contradicciones internas y acelerando la llegada de la decadencia general del capitalismo. Estas expresiones monopolísticas del capitalismo no suprimen la competencia, sino que la exacerban en extremo, al mismo tiempo que rebelan el carácter parasitario de la burguesía que ya ha dejado de jugar un papel progresista en el desarrollo de las fuerzas productivas.

La lucha por el socialismo y los sindicatos

Rosa Luxemburgo afirma en su libro que: “La mayor conquista del movimiento proletario ha sido el descubrimiento de una fundamentación para la realización del socialismo en las condiciones económicas de la sociedad capitalista. El resultado de este descubrimiento fue que el socialismo se transformó, de sueño ‘ideal’ milenario de la humanidad, en necesidad histórica”.


Bernstein por el contrario niega la existencia de condiciones económicas para la consecución del socialismo y pone como ejemplo el incremento del número de accionistas en las empresas, negando la idea planteada por Marx de la tendencia a la concentración del capital y teorizando que el desarrollo de las sociedades por acciones va en contra de esa tendencia, idea que Rosa desmonta. Esa teoría falsa aparecerá repetidas veces a lo largo de la historia bajo el nombre de “capitalismo popular”.


Al mismo tiempo, según Bernstein, los sindicatos y las cooperativas enriquecerán a los trabajadores y terminarán con la ganancia individual capitalista. Rosa Luxemburgo contesta afirmando que los obreros cuando forman una cooperativa de producción se ven abocados a gobernarse con el máximo absolutismo fruto de la competencia capitalista. Se ven obligados a asumir ellos mismos el rol del empresario capitalista, esta contradicción es la responsable del fracaso de las cooperativas de producción, que se convierten en empresas puramente capitalistas o, si siguen predominando los intereses obreros, terminan por disolverse.


Respecto a la lucha sindical, aunque es un aspecto esencial en el proceso de toma de conciencia de la clase obrera y a través del que pueden obtenerse mejoras en las condiciones de vida de la clase obrera, arrebatando a los capitalistas parte de la ganancia en favor de los salarios, tiene sus límites. Los sindicatos intervienen en la distribución de la riqueza generada pero esta distribución está fundamentalmente determinada por el modo de producción capitalista (basado en la propiedad privada de los medios de producción), sobre el que los sindicatos no intervienen. La necesaria lucha sindical nunca puede sustituir la lucha política de la clase obrera por la toma del poder. En la situación actual vemos que ante la crisis generalizada y el cierre de empresas, recortes salariales y despidos masivos, la política sindical reformista hace aguas por todos lados y está en profunda crisis.


En aquella época los reformistas no se atrevían a declarar abiertamente que el socialismo es imposible de conseguir, así que Bernstein basándose en su “teoría de la adaptación” ve en la expansión gradual de los sindicatos, la reforma social y la democratización política del Estado los medios para la realización progresiva del socialismo en un futuro indeterminado.


Sin embargo, el capitalismo no es un proceso gradual de mejoras sociales y de consolidación de los derechos democráticos conquistados. De la misma manera que ahora la burguesía quiere imponer un retroceso histórico en todos los avances sociales de las últimas décadas, también están tomando toda una serie de medidas de carácter abiertamente antidemocrático. La opción de llegar al socialismo “poco a poco”, haciéndolo cada vez más democrático y más justo, sin que la burguesía se dé cuenta, es una utopía completamente reaccionaria. Estas ideas reformistas llevaron, en la práctica, a la total decadencia de la II Interncional y a su completo posicionamiento con los intereses de la burguesía, incluyendo el apoyo a las manifestaciones más destructivas del sistema capitalista como las guerras imperialistas o las acciones represivas contra el propio movimiento obrero, que llevaron al aplastamiento de la revolución en Alemania y al asesinato, entre otros, de Rosa Luxemburgo.


Como diría Rosa Luxemburgo “la reforma y la revolución no son, por tanto, distintos métodos de progreso histórico que puedan elegirse libremente en el mostrador de la historia, como cuando se eligen salchichas calientes o frías, sino que son momentos distintos en el desarrollo de la sociedad de clases, que se condicionan y complementan entre sí y al mismo tiempo se excluyen mutuamente, como el polo norte y el polo sur, o la burguesía y el proletariado”.

La intervención por parte del gobierno venezolano de varias cadenas de distribución de electrodomésticos y otros productos que especulaban salvajemente con los precios ha hecho que los medios de comunicación burgueses de todo el mundo pongan de nuevo el grito en el cielo. Una vez más hemos escuchado la habitual retahíla de acusaciones: “dictadura”, “autoritarismo”, “intervencionismo”, etc. Lo que no explican estos “defensores del derecho a la información” es que las cadenas intervenidas se dedicaban a cosas como vender una lavadora que debía tener un precio de 5.000 bolívares a 38.000.

En varios casos fueron decomisados televisores porque eran vendidos al doble de su precio anterior. En algún caso se llegaban a vender productos a un 1.000% del coste que había tenido su importación. Todo ello con dólares suministrados por el Estado a un precio diez veces inferior al de mercado.

Las medidas del gobierno y su efecto sobre las masas

La decisión de obligar a algunas grandes tiendas a vender a un precio fijado por el gobierno para cortar la especulación ha generado algunas expectativas en sectores de las masas, aunque entre otras capas hará falta mucho más para recuperar el apoyo a la revolución. Como explicaba un volante editado por la Unión Nacional de Trabajadores (UNETE) de Anzoátegui, dirigida por los marxistas de la Corriente Marxista Revolucionaria, “saludamos la decisión del presidente Nicolás Maduro de intervenir varias cadenas de electrodomésticos y llamamos a extender esta intervención a otros sectores y llevarla hasta el final expropiando y nacionalizando bajo control de los propios trabajadores y el pueblo todas las empresas que especulan y sabotean la revolución. (…) el gobierno bolivariano debe aprovechar las expectativas que ha despertado la intervención de Daka, Imeca y otros comercios para llamar (como ya lo hiciera el presidente Chávez) a los trabajadores a tomar todas las empresas que se dedican a especular (…) Si nos quedamos a medias, si hoy se interviene contra los capitalistas pero se les deja que sigan teniendo el control de la producción y la distribución, utilizarán su poder para hacer desaparecer los productos, culpar al gobierno y al socialismo de la escasez”.

Esto ya ha empezado a ocurrir. Los capitalistas ocultan productos, muestran sus comercios vacíos pasados unos días de la intervención estatal para responsabilizar al gobierno o provocan enormes colas para acceder a los productos distribuidos a precio regulado. El problema es el mismo que hemos sufrido durante estos años de revolución. El gobierno bolivariano ha tomado medidas como el control de cambios, el control de precios o la intervención e incluso expropiación de algunas empresas. Inicialmente estas medidas supusieron el mantenimiento de los puestos de trabajo en empresas abandonadas o cerradas por los empresarios, el mantenimiento de los precios de algunos productos básicos durante un tiempo o ciertos obstáculos a la fuga de divisas. Pero, como explicamos los marxistas, el capitalismo no se puede controlar ni regular. Al seguir los principales bancos y empresas en manos privadas cada medida parcial acaba convirtiéndose en un boomerang contra la revolución. Los empresarios boicotean la producción (según sus propios datos sólo utilizan un 50% de la capacidad productiva instalada), esconden productos y especulan con ellos. En estos momentos el negocio más rentable para los empresarios es especular en el mercado paralelo con los dólares o euros que les suministra el propio Estado para importar. Los empresarios compran al Estado dólares por 6,30 bolívares para luego venderlos a 60 e incluso 70 bolívares en el mercado paralelo. Un negocio redondo.

La imposibilidad de controlar el capitalismo y las perspectivas electorales

La política del gobierno bolivariano hasta ahora ha sido denunciar la guerra económica organizada por los empresarios, llamar a los supuestos sectores “progresistas” o “patriotas” (un sector de la burguesía que nunca nadie ha visto en ninguna parte por la sencilla razón de que no existe) a portarse bien e invertir en el país, y desarrollar una política de intervención del Estado en la economía que intenta cuadrar el círculo: mantener los gastos sociales y el empleo en las empresas públicas sin acabar con la propiedad capitalista de los medios de producción y la estructura burguesa del Estado.

El resultado ha sido incrementar el endeudamiento con potencias imperialistas como China o Rusia (que son presentadas como aliados antiimperialistas) e incrementar espectacularmente la inflación, un factor que golpea duramente la moral de las masas. Productos básicos como una docena de huevos que a principios de año costaba 18 bolívares se venden a 50; un kilo de tomates ha pasado de 18 o 20 a 45; las cebollas de 20 a 80, en pocos meses. Lo mismo ocurre con los distintos tipos de carne y queso, la harina pan (imprescindible para la popular arepa), aceite, etc. Los productos cuyo precio está regulado han desaparecido de los anaqueles. Los empresarios recurren a maniobras como vender productos similares bajo otro formato al doble o triple de precio. Otro problema que ya existía pero se ha agravado enormemente es el desabastecimiento de productos de primera necesidad como leche, azúcar y otros.

Esta situación resulta insostenible para las masas. Tras un año denunciando desde el gobierno que “hay una guerra económica por parte de los capitalistas para minar la moral del pueblo y sabotear la revolución” (lo cual es cierto), el que no se tome ninguna medida decisiva que acabe con ello genera un malestar y escepticismo creciente entre las masas. En las últimas elecciones presidenciales este escepticismo ya se reflejó. Sectores importantes que en anteriores elecciones votaron por Chávez se abstuvieron y alrededor de 700.000 votantes apoyaron a la oposición contrarrevolucionaria. Es bastante probable que esta tendencia se vuelva a manifestar en las elecciones municipales del 8 de diciembre.

No hay terceras vías

Si queremos recuperar el apoyo electoral y salvar la revolución no basta con medidas parciales. Hay que nacionalizar la banca y las principales empresas bajo control obrero y social y desmantelar el actual Estado, que mantiene su estructura burguesa y se ve dominado por el burocratismo y la corrupción, sustituyéndolo por la administración obrera de la industria nacionalizada a través de consejos de trabajadores y vecinos formados por delegados elegibles y revocables en todo momento.

Otra medida clave debe ser el monopolio estatal del comercio exterior. En estos momentos el gobierno venezolano ya tiene el monopolio de las divisas pero, como hemos señalado más arriba, se las concede a los empresarios al precio oficial o mediante subastas a precios preferenciales, para que realicen importaciones. El resultado es una sangría de dólares hacia el mercado paralelo y la especulación pura y dura.

El gobierno ha anunciado la creación de dos corporaciones para incrementar el control, pero lo único que puede resolver este problema es que sea el propio Estado quien realice directamente todas las exportaciones e importaciones y distribuya los productos a precios asequibles, al mismo tiempo que estatiza las grandes empresas y bancos bajo control obrero para desarrollar un plan de industrialización y producción que reduzca las importaciones. Todo ello sólo puede hacerse bajo un Estado dirigido por los trabajadores y el pueblo. Si se hace manteniendo el capitalismo o bajo un Estado dirigido por burócratas a los que nadie controla el resultado será más problemas y corrupción.

Existe una gran inquietud entre los sectores más radicalizados del pueblo y de los trabajadores que perciben que la revolución está en peligro. La clave para salvarla es que la clase obrera se ponga al frente de la misma con un programa que rompa con el capitalismo definitivamente. La UNETE y la CSBT (las dos centrales sindicales chavistas) deben romper con la división que actualmente existe en las luchas y desarrollar un frente único de acción en torno a un programa que plantee las ideas antes expuestas. La unidad en la lucha del movimiento obrero es posible, como ha mostrado en Anzoátegui el llamado de los marxistas de la UNETE a la CSBT a luchar juntos contra la especulación. Se han organizado unitariamente ruedas de prensa y un acto del candidato del PSUV a la alcaldía de Barcelona con los trabajadores para presentarle sus propuestas de cómo completar la revolución. Hay que proponer públicamente este mismo plan al presidente Maduro, al gobierno, a la dirección del PSUV y al conjunto de las bases revolucionarias. Al mismo tiempo hay que llamar a no ceder a la presión de los sectores que desde las filas del mismo PSUV llaman al pacto con la derecha y a la negociación.

Llevar hasta el final la revolución

El llamado de dirigentes como el exvicepresidente José Vicente Rangel a indultar a reconocidos golpistas de 2002 por motivos humanitarios ha sido contestado justamente por muchos revolucionarios. Incluso, el llamado del propio presidente Maduro a un diálogo nacional, lejos de clarificar cuáles son las tareas tras las elecciones, contribuye a crear desorientación y preocupación. ¿Acaso vamos a aceptar ahora argumentos como que el problema de Venezuela es que falta diálogo entre gobierno y oposición? ¡Cada vez que la dirigencia bolivariana ha intentado dialogar ellos aprovecharon para ganar tiempo, sabotear y organizar golpes de Estado y planes de intervención imperialista contra la revolución!

El único modo de impedir el avance contrarrevolucionario y salvar la revolución es solucionando los problemas concretos que tienen las masas: subidas de precios, desabastecimiento, inseguridad, informalidad, desigualdad, corrupción… Ello sólo se puede hacer expropiando a los capitalistas y construyendo un Estado revolucionario dirigido por los trabajadores y el pueblo. Si lo hacemos, los millones de jóvenes, trabajadores atrasados y sectores de las capas medias que, desesperados y manipulados, han empezado a escuchar la demagogia de la oposición serán recuperados. Cualquier diálogo con los dirigentes burgueses, golpistas y contrarrevolucionarios de la oposición sólo será una nueva trampa y un enorme peligro para la revolución.

En un contexto social marcado por la crisis internacional del capitalismo, en medio de un álgido ambiente de inconformidad y de protesta, la Tendencia Marxista Militante, sección mexicana de la Corriente Marxista Revolucionaria, llevo a cabo su XVI congreso los días 8, 9 y 10 de noviembre, en el cual se vivió un arduo y apasionante debate acerca de la situación política, económica y social actual. Desde el atraso del campo hasta las consecuencias de la especulación financiera, todas las características de la crisis actual hunden sus raíces en el sistema que las produce: el capitalismo.

 

 

Militante

México en las últimas décadas ha sido víctima de un ataque continuo y constante en las condiciones de vida de sus trabajadores, a partir de la entrada del TLCAN la crisis nacional que ya venía desde finales de los 60 se intensificó y se descaró como nunca antes se había visto en la historia del país. La pérdida de empresas estratégicas como la ferroviaria, las telecomunicaciones y la banca supusieron un severo retroceso a la economía basada en la producción nacional.

La entrada masiva de capital extranjero supuso también que la industria nacional ya no podía competir y miles de fábricas quebraban dejando a sus trabajadores y familias sin ningún ingreso, eso era para el gobierno neoliberal y capitalista del PRI el progreso que México necesitaba y cuya política sigue vigente hasta hoy.

En ese contexto se disolvía también la antigua Unión Soviética, hundida en la burocratización y la crisis a la que la habían llevado sus gobernantes que traicionaron el programa de la revolución del partido bolchevique y convirtieron el programa del socialismo en una caricatura. Pero para nosotros, esto hacía urgente y totalmente necesario retomar las tradiciones de lucha de la clase obrera alrededor del mundo, siguiendo un programa probado por la historia y que tenía que ser defendido a toda costa: El Marxismo Revolucionario.

Así fue como Militante comenzó su labor defendiendo la teoría de Marx y Engels, las tradiciones de Lenin, Trotsky, Rosa Luxemburgo y las lecciones históricas de la cuarta internacional, desde entonces la lucha por defender la bandera del socialismo científico nos ha mantenido firmes en nuestro objetivo hasta el día de hoy. Hemos compartido codo a codo con nuestros hermanos trabajadores las luchas de nuestra clase y continuaremos por esa línea hasta transformar la sociedad por completo.

El Congreso

La importancia de celebrar un congreso, de debatir las perspectivas para el movimiento de la lucha de clases va más allá de una mera formalidad, es el espacio donde la Tendencia se retroalimenta de sus miembros y también de amigos e invitados, compañeros de lucha y otras personas que nos brindan su apoyo para seguir avanzando dentro del movimiento vivo, del cual tenemos mucho que aprender. Este congreso por lo tanto fue preparado con gran entusiasmo y esmero desde meses atrás para que hasta el más mínimo detalle fuera cubierto.

Así pues, iniciamos el debate que pasó por la crisis internacional de los países capitalistas en especial Estados Unidos, ya que su crisis económica y política repercute directamente en la economía mexicana, ya que la disminución de exportaciones mexicanas está directamente relacionada con la disminución del consumo norteamericano, producto del desempleo, los bajos salarios y la pésima planificación económica. Nuestro otro vecino del norte Canadá vive también momentos de agitación, pues los ataques a la educación pública y a la vida de los trabajadores no cesan.

Pero no solo Norteamérica vive un mal momento, la vieja Europa que parecía punta de lanza en cuanto a desarrollo humano se refiere pasa hoy por los más brutales recortes hacia el bienestar público, tanto que el nivel de vida ya no tiende hacia adelante, por el contrario, cada vez más se parece al que tenemos en América Latina. En España los aumentos de las hipotecas los recortes en la sanidad y educación pública han sacado a las calles a millones de personas en protesta contra el cínico desmantelamiento del presupuesto público, hechos similares se multiplican por toda Europa en Grecia, Portugal, Islandia, etc.

Entendemos pues que la crisis que vive México no es un hecho aislado, y que parte de la podredumbre del sistema económico actual, por lo tanto la solución no se resuelve con un nuevo programa de nación como lo plantea el reformismo burgués, sino arrancando de raíz el cáncer del capitalismo. Para ello no basta con debatir y analizar los teman, habrá que salir masivamente a las calles a defender nuestras conquistas históricas.

Eso lo sabe muy bien el pueblo mexicano que en el último año se ha destacado por su aguerrida lucha instintiva en contra de este sistema. Ya el primero de diciembre cientos de jóvenes se manifestaban en torno al palacio legislativo tratando de evitar como fuera posible la imposición de Enrique Peña, títere de los intereses de la gran burguesía, así también salió a las calles el magisterio democrático de la CNTE a defender la educación pública, y a pesar de los intentos del estado por eliminar la lucha, esta se ha ido nutriendo no sólo de nuevas secciones de varios estados, también ha inspirado a padres de familia y estudiantes que se han movilizado como hacía mucho no se veía.

¡Por una organización revolucionaria de los trabajadores, Únete a Militante!

Sin embargo, la historia también nos ha demostrado que sólo la fuerza y el coraje de la clase trabajadora no basta para llevar a nuestra clase al poder, habrá que obtener las lecciones históricas de nuestro movimiento y materializarlas en una nueva táctica y dirección, la única herramienta que tenemos para este proceso, es la creación de un partido revolucionario dirigido por los trabajadores y que recoja su experiencia en la lucha obrera.

Esta tarea se vuelve sumamente importante ya que hemos visto que una dirección moderada y reformista sólo retrasa el inevitable hecho de un gobierno encabezado por la capa más explotada de la sociedad. Confiamos en la fuerza y las conclusiones de nuestra clase.

Desde Militante te hacemos la más cordial invitación a que te unas a nosotros para defender juntos estas reivindicaciones, para transformar a través del trabajo arduo y paciente toda la sociedad en su conjunto, para avanzar por el rumbo del socialismo, en el que todos tengamos nuevas oportunidades de desarrollo.

Unidos y organizados...¡¡Venceremos!!

Únete a la Tendencia Marxista Militante, sección mexicana de la Corriente Marxista Revolucionaria.

Los últimos de septiembre y octubre el movimiento de los trabajadores y la juventud ha dado un paso al frente muy importante. Por un lado miles de trabajadores han venido protagonizando movilizaciones poderosas en defensa de PEMEX, por otro lado la CNTE y sectores del SNTE en toda la república demuestran que no están dispuestos a seguir perdiendo derechos laborales en beneficio de los empresarios y banqueros. En medio de ellos el movimiento juvenil ha estado participando y amenazando con convertirse en un actor con demandas propias que además acepta la unidad en la lucha con el resto de sectores. Por si fuera poco, y a pesar de todo el bloqueo mediático que ya no menciona ni una palabra al respecto, las policías comunitarias siguen desafiando al poder del estado. No se trata de idealizar al movimiento y suponer que todo está bien, se trata de reconocer que hay un avance importante en el nivel de movilización, participación y organización, lejos de lo que algunos “intelectuales” dicen en México hay un proletariado muy consciente y participativo.

Pero por supuesto que hay que reconocer que también es muy necesario seguir debatiendo en torno a las tareas, las lecciones, los métodos de lucha, etc. Hay que seguir luchando por construir organizaciones a la altura de las circunstancias, hábiles y audaces para tomar decisiones y actuar; fuertes y cohesionadas que soporten toda la presión de la derecha prianista y hasta de algunos traidores en el PRD.

Este Periódico Militante ha estado presente en todas las luchas, movilizaciones y asambleas que nos ha sido posible cubrir. Ponemos el hombro a lado de todos los trabajadores que están participando junto con AMLO, y hacemos una propuesta de cómo podemos evitar la privatización de PEMEX, participamos a lado de la CNTE y el movimiento juvenil.

Contenido

 

Editorial

La lucha en defensa de PEMEX: ¿Paro nacional o desobediencia civil?

 

Páginas centrales

La lucha del magisterio es una fuente de lecciones políticas

 

Nacional

La presidencia dice no a la consulta

La agitación crece entre los profesores de la sección 9 de la CNTE

A cuatro años de la extinción, el SME debe de retomar sus mejores tradiciones

Entrevista a militante de base de Morena

Ante la reforma hacendaria ¡Las maquilas salen a la lucha!

El Periódico Militante dentro del movimiento de los trabajadores

 

Juvenil

FES Aragón: el ánimo continúa, ¡construyamos el CEDEP!

Entrevista a Michelle, dirigente estudiantil del CCH Vallejo y miembro del CEDEP

El Sindicato de Estudiantes de España y su lucha en defensa de la educación pública

Su intimidación no amordaza, fortalece la lucha de la juventud: Testimonio de Edgar Gómez sobre la represión en la marcha del 45 aniversario de 1968

 

Internacional

Elecciones en Honduras

Estado español: Brutal recorte de las pensiones

Estado español: Más de dos millones de estudiantes, profesores, padres y madres en las calles!

La perspectiva es que la lucha de clases en México tomará rumbos aún más álgidos dados los ataques de Peña Nieto a través de las reformas. Bajo esta situación donde las masas están decididas a salir a las calles a seguir luchando, es fundamental que las organizaciones de izquierda de masas como lo es Morena, y los sindicatos se pongan a la altura de las circunstancias impulsando métodos de lucha revolucionarios.

Dese las páginas de Militante siempre hemos contribuido con artículos y documentos para impulsar y fortalecer la lucha que miles de trabajadores estamos dando desde MORENA. Nuestra intención es seguir contribuyendo con elementos para el debate en función de seguir fortaleciendo esta organización de masas que sin duda podrá jugar un papel muy importante en la lucha de los trabajadores mexicanos por su liberación del yugo del capital. A continuación reproduciremos una entrevista hecha a un militante de base de Morena, nos referimos a Ismael Castro, miembro del Comité Ejecutivo Delegacional en Benito Juárez, que ocupa la cartera de Producción y Trabajo, un compañero que ha participado en el movimiento que encabeza López Obrador desde la lucha contra el desafuero en 2005.

1.-P. Militante: ¿Qué tendría que hacer Morena para convertirse en una verdadera alternativa de izquierda u oposición que pueda sustituir al PRD?

R.- Primero no repetir los mismos errores que este partido ha cometido, que desgraciadamente muchos de los viejos vicios se están trasladando desde ahora a Morena. Por otro lado el debate político real de las bases ha estado y parece que seguirá estando ausente; las bases de morena no tienen muchos espacios para debatir y no tienen una incidencia real en la política y la estrategia a seguir, ya que desgraciadamente los comités de base de morena solo reciben órdenes por parte de la dirección de las actividades que haya que realizar, y esto lo menciono porque me parece que es la mayor queja de muchos compañeros. Esto también es resultado y al mismo tiempo una consecuencia de que en Morena no hay cuadros políticos, o cuadros revolucionarios.

Si Morena pretende ser realmente un partido de lucha que defienda los intereses del pueblo debe en primer lugar levantar un programa de lucha que se vincule con las demandas más sentidas de los trabajadores. Es decir no solo oponerse a la privatización de PEMEX, sino lucha por un amento general y considerable de los salarios, por la defensa del trabajo donde todo mundo tenga un puesto laboral digno, por la echar atrás la reforma educativa y laboral, etc. E incluso Morena debe ponerse como demanda la caída de Peña Nieto, porque eso es lo que quiere el pueblo.

2.-P. Militante: ¿Tú crees que los métodos de lucha impulsados por Morena podrán evitar la privatización de Pemex, o que política crees que debería seguir esta organización?

Desde mi punto de vista, si realmente queremos echar atrás las reformas tanto energética como fiscal, pues Morena debe llevar la lucha a un nivel superior de lo hecho hasta el día de hoy, y el camino nos lo están mostrando nuestros compañeros de la CNTE. Y responder esto se liga a la pregunta anterior, donde me parece que hay una incomprensión por parte de AMLO sobre cuál es la lógica del capitalismo y el porqué de las reformas. Él plantea que las reformas son resultado de la ambición de algunos empresarios tanto nacionales como extranjeros y algunos políticos que quieren más riqueza, cuando en realidad la cosa va más allá. Las reformas de Peña Nieto son resultado de la crisis del capitalismo y la necesidad por parte de los países y las empresas de obtener mayores capitales, dada la crisis de sobreproducción en la que las mercancías no encuentran salida en los mercados y las empresas ven reducidas sus tasas de ganancias.

Por eso a las empresas gringas y al gobierno mexicano le urge la reformas energética, y por lo mismo están dispuestos a llevarla a cabo a costa de lo que sea. Eso nos tiene que llevar a que necesariamente la lucha que impulsa Morena en defensa de Pemex debe ser bajo una lógica revolucionaria, y esto no significa violencia. Morena debe aprovechar la gran autoridad política de AMLO para impulsar un frente único de lucha con la CNTE, las policías comunitarias, la UNT y demás sindicato y así mismo llevar a cabo una lucha conjunta levantando un programa de lucha en contra de las reformas y por la caída de Peña Nieto. Del mismo modo este frente único debe impulsar y convocar a una huelga general, de cara a realmente darle un golpe contundente al gobierno y demostrar la fuerza que tenemos los trabajadores cuando golpeamos de manera unificada. Ese es el camino que tiene que seguir morena y las bases realmente queremos eso.

3.-P. Militante: y ya por ultimo ¿Qué opinas del socialismo, crees que es una alternativa por la cual luchar?

R: Bueno yo creo que es la única alternativa real por la cual luchar. Desgraciadamente en Morena domina la política en la que se piensa que el capitalismo se puede reformar y darle un carácter más humano, sin embargo yo creo que esto es más utópico que nada. Sin duda yo estoy totalmente convencido y muchos compañeros de Morena también de que esta organización debe ponerse el objetivo de luchar por el socialismo y creo que todas las demandas que impulse el movimiento deben ir hacia ese camino.

Nosotros desde las bases debemos ser muy claros de que la lucha contra las reformas de Peña Nieto necesariamente es la lucha contra el capitalismo, porque ese es su origen, y que si queremos derrotar el capitalismo tenemos que poner otra cosa y eso debe ser el socialismo. Podremos ponerle el nombre que sea pero lo que queremos es que haya una distribución justa y equitativa de la riqueza, que se acaben los grandes multimillonarios mexicanos, que haya un gobierno real del pueblo donde los diputados y senadores no ganen más que un obrero cualificado; queremos vivienda digna para todos, queremos que se acabe la pobreza y el hambre, queremos que todos tengan empleo y que se produzcan las mercancías en función de las necesidades de la sociedad; y eso compañeros es socialismo, no hay otro camino.

El Comité Estudiantil en Defensa de la Educación Pública (CEDEP) y la Fundación Federico Engels se congratulan con informar a nuestros contactos, simpatizantes y a todos los trabajadores y estudiantes que nos apoyan cotidianamente que nuestra rifa anual fue todo un éxito. De acuerdo al sorteo Superior #2370 realizado el pasado 30 de octubre, el número ganador de nuestra rifa es el 388, siendo el portador el ganador de un Ipad 2. ¡Muchas felicidades!

 

Éste es el septimo año consecutivo en que la editorial Fundación Federico Engels y el CEDEP, llevan a cabo su ya tradicional rifa, la cual representa una de las campañas de financiación más importantes de nuestra organización revolucionaria. Aprovechamos para agradecer a los cientos de simpatizantes de nuestra organización que participaron en la rifa y en la construcción del partido revolucionario a través de su apoyo económico.

Nota: El número ganador de la Rifa del CEDEP se determinó en base a las tres últimas cifras del premio mayor del sorteo Superior (No 2370), el cual fue el 04388. Pueden consultarse los resultados en el siguiente link de la Lotería Nacional: http://pdf.lotenal.gob.mx/documentsPDF/superior2370.pdf

¡Compañero lector de Militante! Este periódico es una herramienta de lucha de toda la clase trabajadora. Nuestra labor revolucionaria no consiste solamente en difundir las ideas del auténtico marxismo a través del análisis de la lucha de clases actual. En las páginas de Militante, también difundimos un programa de lucha para construir un partido revolucionario capaz de poner fin a la dictadura del capital y llevar a los trabajadores al poder para constituir su propio Estado y tomar el control de las palancas fundamentales de la economía. Es por ello que la prensa obrera Militante se convierte también en un organizador colectivo, pues, en sintonía con la concepción de Lenin, el periódico permite que los trabajadores nos informemos y discutamos sobre las luchas de nuestros hermanos de clase a través de la discusión de los artículos publicados; pero además, que de cada rincón del país se envíen informes de estas luchas y sean publicados en la prensa obrera. La red de distribuidores de Militante, así como la utilización del periódico para la propaganda y la agitación con más jóvenes y trabajadores, hace de la prensa un aglutinador, y de su contenido, un programa de lucha que vincule cada demanda inmediata con la lucha por el socialismo.

 

Por ello, en un contexto donde la crisis económica nos golpea cada vez más, donde las políticas de derechas de Peña Nieto son más duras, en beneficio de banqueros y empresarios, pero también, donde la lucha de la CNTE adquiere un mayor potencial, conjuntándose con el movimiento juvenil, además de la disposición a salir a las calles por parte de miles de militantes de MORENA, se vuelve fundamental la conformación de comités de lucha donde el periódico Militante sirva de organizador y de herramienta de discusión y de lucha. ¡A utilizar la prensa obrera como palanca de formación política!

 

Es imprescindible discutir la táctica de lucha del movimiento, la necesidad de marchar juntos, MORENA, la CNTE, el SME, la UNT y demás sindicatos, junto con el frente juvenil organizado en distintos centros de estudios del país y la urgente necesidad de convocar a un Consejo Nacional de Huelga (CNH), conformado por estas organizaciones para impulsar a una huelga general de 24 horas en contra de las reformas de Peña Nieto. En ese sentido, los comités se convierten en un medio de formación y discusión política, donde trabajadores, jóvenes, campesinos, amas de casa, se reúnan para aprender y compartir experiencias históricas sobre la lucha de clases, que nos permitan analizar la situación actual. ¡Que Militante sea el periódico donde discutamos y emprendamos la táctica del marxismo en la lucha!

 

Por otro lado los comités deben ser los núcleos organizativos de la actividad revolucionaria. A partir de ahí, se deben organizar brigadas que salgan a difundir este programa en plazas, transporte público, en movilizaciones y entre los sectores que ya se encuentran en lucha, para impulsar estas ideas en todas las organizaciones de masas de los trabajadores. En toda esta labor los artículos del periódico Militante deben ser utilizados para discutirlos con más gente que se quiera adherir al programa del marxismo y hacer más grandes los comités en cada centro de trabajo, de estudio y barrios. ¡Apoyémonos en la prensa para fortalecer nuestros comités!

 

Todo este programa revolucionario decanta también en una estructura organizativa en los comités, desde un responsable de hacer llegar los periódicos y distribuirlos a los miembros del comité, para que estos a su vez, lo distribuyan entre más jóvenes y trabajadores; un responsable de finanzas, que se encargue de coordinar boteos, colectas y ventas que permitan financiar las actividades del comité. Un responsable del trabajo externo, es decir, aquél encargado de coordinar las actividades del comité hacia movilizaciones, mítines, trabajo de brigadas en fábricas y otros centros de intervención. Además, que estos comités mantengan una vinculación con Militante, y que todos sus miembros se integren a nuestra organización. ¡Al fortalecer la estructura de trabajo de los comités, construimos al partido revolucionario!

 

Ahí donde tengamos a compañeros sindicalistas, o de MORENA o de alguna escuela, hay que encomendarles la tarea de difundir las ideas del marxismo en sus organizaciones y centros de intervención. Hay que invitar a más trabajadores y jóvenes a los comités, y hay que explicarles paciente, pero audazmente, la necesidad de que ellos también defiendan este programa en sus organizaciones y se unan a Militante.

 

Hoy más que nunca, el marxismo es la única herramienta teórica capaz de explicar los procesos de la crisis económica y su expresión en la lucha de clases, que demuestra a diario su viabilidad no sólo en la discusión, sino también en la lucha práctica. Y desde Militante, con más de 23 años de trabajo en el movimiento obrero y juvenil, te invitamos a conformar tu comité, a unirte a la Corriente Marxista Revolucionaria, defender las ideas del socialismo en tu organización y luchar por el socialismo.

El día de hoy se realizó una movilización magnifica de la juventud en el 45 aniversario de la sanguinaria respuesta del gobierno del priísta Gustavo Díaz Ordaz al movimiento estudiantil de 1968. Pese al cacareo estridente de los medios de la burguesía sobre las provocaciones montadas por su régimen decadente, lo cierto es que la marcha ha sido sin duda alguna histórica.

La movilización ha demostrado de nueva cuenta el ánimo de la juventud para salir a las calles a luchar en defensa de sus derechos, vinculándose con otros sectores en lucha como el del magisterio democrático. Ese ha sido en el fondo la razón por la cual el Estado mexicano, que se encuentra en franca descomposición, ha requerido usar la provocación como un recurso para justificar el uso de la fuerza contra el movimiento e intentar intimidarlo para con ello tratar de bloquear el proceso de unificación que ya se desarrolla. Como nunca antes hoy cientos de jóvenes reconocemos que la lucha desarrollada por nuestros compañeros en 1968 es la misma que de la que ahora somos partícipes en contra de las reformas de Peña Nieto. Los asesinos de ayer son los mismos que hoy están planteando las contrarreformas que atentan a nuestras condiciones de vida y estudio.

La vitalidad del movimiento juvenil es sin lugar a dudas el elemento más importante en el cual tenemos que poner atención. La juventud desafió el día de hoy al Estado realizando una movilización de cientos de miles en condiciones poco claras dado el cerco policíaco del zócalo capitalino. Pero no conforme con ello la movilización ha vencido al propio régimen al superar todas las provocaciones por él montadas concluyendo con una concentración electrizante de miles de jóvenes y trabajadores. El cinismo del régimen ha tenido que ser incluso develado por los medios de comunicación de la burguesía quienes han reconocido el uso de policías infiltrados; si eso hicieron ¿por qué no infiltrarían provocadores para legitimar el uso de la fuerza contra la movilización? Con todo la movilización superó las adversidades venciendo al régimen y demostrando la vitalidad del movimiento.

La tarea de la juventud es superar la situación actual del movimiento, impulsando una mayor organización del mismo. Pero ello no será resultado sólo de una mayor planificación de las tareas y actividades propias para asegurar una magnífica manifestación, sino sobre todo resultado de la construcción de una organización que sea capaz de transmitir la experiencia histórica a las nuevas generaciones. E incluso que sea capaz de dar una respuesta contundente ante la represión y la detención de compañeros, como ha ocurrido lamentablemente el día de hoy. Desde el CEDEP creemos que esa es la tarea más apremiante de la juventud hoy en día. Los ataques de Peña Nieto y la burguesía incrementarán en la medida en que se acentúe la crisis económica, tratando de que seamos los trabajadores y sus familias quienes paguemos con esa crisis. En esa misma medida continuarán intentando amordazar, intimidar o en su defecto provocar la lucha que damos los jóvenes y trabajadores en defensa de lo que nos pertenece. Por ello hacemos un llamado a los estudiantes y a la juventud en general a afiliarse al CEDEP para construir esa organización que necesitamos para defendernos de los embates de la burguesía.

Para defender a Pemex y la educación pública es necesario frenar toda la actividad en puertos, carreteras, escuelas, minas, maquilas...

El objetivo de este número es presentar al movimiento obrero y juvenil un análisis sobre algunas de las principales reformas que Peña Nieto está lanzando actualmente. 

No nos conformamos con presentar un análisis, lo fundamental es luchar, intervenir en el movimiento vivo, organizarse. Hacia allá van orientados todos nuestros esfuerzos.

Te invitamos a leer este número a adquirirlo y a crear círculos de discusión en torno a su contenido. 

Contenido

 Editorial

  • CNTE: por un plan de lucha para forzar a Peña a retroceder. Propuesta para unificar a todos los sectores en lucha

http://militante.org/node/2285

Páginas centrales:

  • PEMEX: por la unidad de los trabajadores para frenar a Peña

http://www.militante.org/node/2174

Nacional:

  • ¡Solo con la movilización evitaremos la privatización de Pemex!

http://militante.org/node/2284

  • ¡No a la Reforma Fiscal; que los capitalistas paguen la crisis!

http://www.militante.org/node/2172

  • CNTE: ¡Por un Frente Único de lucha contra la reforma educativa, energética y fiscal!

http://militante.org/node/2274

  • Por un Aquila libre: ¡No al desarme de los grupos de autodefensa!

http://militante.org/node/2273

  • No a las provocaciones de los grupos pseudo anarquistas

http://www.militante.org/node/2288

  • La crisis del PRD y las tareas de Morena en defensa de PEMEX

http://www.militante.org/node/2289

Juventud:

  • Combativa Conferencia Política del CEDEP

http://www.militante.org/node/2290

  • UNAM: No al descarte impuesto por la administración en la FCPyS

http://militante.org/node/2281

  • Por una organización combativa para la juventud

http://www.militante.org/node/2291

Internacional

  • La clase obrera y la juventud egipcias derriban al gobierno de Mursi

http://www.militante.org/node/2255

En la última semana de este mes se presenta la Mini Feria del Libro Marxista en Ciudad Universitaria de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Libros, revistas y periódicos de contenido marxista publicados por la editorial Fundación Federico Engels serán expuestos a los jóvenes estudiantes y la comunidad universitaria en general los días 27, 28 y 29 de agosto en la explanada de la Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas en un horario de 10:00 a 15:00 horas.

Además, en el contexto de las contrarreformas sociales impulsadas por el gobierno priista de Peña Nieto, tales como la reforma educativa y la energética, se realizará la Charla Pública: “En defensa de la Educación Pública: ¡Alto a la privatización de PEMEX!” el miércoles 28 de Agosto a las 12:00 horas en la Sala Audiovisual del Edificio 111E, salón 106 de ésta misma facultad.

Los hechos actuales a nivel mundial, en el plano de la economía y la política, resultado de la peor crisis del sistema capitalista desde los años 30, requieren explicaciones alternativas a las que la mayoría de los medios de comunicación burgueses nos informan. Es necesario tener un análisis científico de la situación y no sólo una descripción superficial que carezca de la explicación de fondo, sobre las causas de los principales problemas sociales en el mundo, tales como la pobreza generalizada de la población, el desempleo masivo, la precariedad e inseguridad en el trabajo, las carencias en el sistema de salud, la educación, etcétera.

Es la teoría marxista, precisamente, la que nos explica, a través de un análisis de la historia de la sociedad humana, las verdaderas causas de la desigualdad y la existencia de clases sociales. Nos explica, además, cuál es el camino a seguir por parte de los trabajadores y la juventud para acabar con todas esas lacras inherentes al capitalismo y transformar la actual sociedad por otra mejor y superior. Una sociedad socialista donde todo el potencial del ingenio humano, que le ha llevado a diferenciarse de los animales para dominar las fuerzas de la naturaleza, el conocimiento y progreso humano sean puestos al servicio de toda la población y no sólo de la clase dominante que se sirve de la mayoría para conservar su poder económico y político.

¿Cómo acabar con las recurrentes crisis de la economía capitalista y la catástrofe social que significan para la clase trabajadora y la juventud? ¿Por qué la defensa de la educación pública implica frenar la privatización total de PEMEX? ¿Qué hacer para impedir que la burguesía nacional y extranjera continúen expropiando a la clase trabajadora y la juventud de la riqueza natural y social que hay en nuestro país? La respuesta a estas y muchas otras preguntas, serán debatidas durante la Mini Feria del Libro Marxista y la Charla Pública en la BUAP, a las que te invitan: la Fundación Federico Engels, el Comité Estudiantil en Defensa de la Educación Pública y la Tendencia Marxista Militante. ¡Te esperamos!

Qué antorcha de la razón se ha apagado!

Qué gran corazón ha dejado de latir![1]

Escrito en 1895.

Primera edición: En 1896, en la recopilación Rabótnik, núms. 1-2.

El 5 de agosto del nuevo calendario (24 de julio) de 1895 falleció en Londres Federico Engels. Después de su amigo Carlos Marx (fallecido en 1883), Engels fue el más notable científico y maestro del proletariado contemporáneo de todo el mundo civilizado. Desde que el destino relacionó a Carlos Marx con Federico Engels, la obra a la que ambos amigos consagraron su vida se convirtió en común. Por eso, para comprender lo que Engels ha hecho por el proletariado es necesario entender claramente la importancia de la doctrina y actividad de Marx para el desarrollo del movimiento obrero contemporáneo. Marx y Engels fueron los primeros en demostrar que la clase obrera, con sus reivindicaciones, es el resultado necesario del sistema económico actual que, con la burguesía, crea y organiza inevitablemente al proletariado. Demostraron que la humanidad se verá liberada de las calamidades que la azotan actualmente, no por los esfuerzos bienintencionados de algunas nobles personalidades, sino por la lucha de clase del proletariado organizado. Marx y Engels fueron los primeros en esclarecer en sus obras científicas que el socialismo no es una invención de soñadores, sino la meta final y el resultado inevitable del desarrollo de las fuerzas productivas dentro de la sociedad contemporánea. Toda la historia escrita hasta ahora es la historia de la lucha de clases, del cambio sucesivo en el dominio y en la victoria de una clase social sobre otra. Y esto continuará hasta que desaparezcan las bases de la lucha de clases y del dominio de clase: la propiedad privada y la producción social caótica. Los intereses del proletariado exigen que dichas bases sean destruidas, por lo que la lucha de clases consciente de los obreros organizados debe ser dirigida contra ellas. Y toda lucha de clases es una lucha política.

En nuestros días todo el proletariado en lucha por su emancipación ha hecho suyos estos conceptos de Marx y de Engels. Pero cuando los dos amigos colaboraban en la década del 40, en las publicaciones socialistas, y participaban en los movimientos sociales de su tiempo, estos puntos de vista eran completamente nuevos. A la sazón había muchos hombres con talento y otros sin él, muchos honestos y otros deshonestos, que en el ardor de la lucha por la libertad política, en la lucha contra la autocracia de los zares, de la policía y del clero, no percibían el antagonismo existente entre los intereses de la burguesía y los del proletariado. Esos hombres no admitían siquiera la idea de que los obreros actuasen como una fuerza social independiente. Por otra parte, hubo muchos soñadores, algunas veces geniales, que creían que bastaba convencer a los gobernantes y a las clases dominantes de la injusticia del régimen social existente para que resultara fácil implantar en el mundo la paz y el bienestar general. Soñaban con un socialismo sin lucha. Finalmente, casi todos los socialistas de aquella época, y en general los amigos de la clase obrera, sólo veían en el proletariado una lacra y contemplaban con horror cómo, a la par que crecía la industria, crecía también esa lacra. Por eso todos ellos pensaban cómo detener el desarrollo de la industria y del proletariado, detener "la rueda de la historia". Contrariamente al miedo general ante el desarrollo del proletariado, Marx y Engels cifraban todas sus esperanzas en su continuo crecimiento. Cuantos más proletarios haya, tanto mayor será su fuerza como clase revolucionaria, y tanto más próximo y posible ser á el socialismo. Podrían expresarse en pocas palabras los servicios prestados por Marx y Engels a la clase obrera diciendo que le enseñaron a conocerse y a tomar conciencia de sí misma, y sustituyeron las quimeras por la ciencia.

He ahí por qué el nombre y la vida de Engels deben ser conocidos por todo obrero; tal es el motivo de que incluyamos en nuestra recopilación -- que como todo lo que editamos tiene por objeto despertar la conciencia de clase de los obreros rusos -- un esbozo sobre la vida y la actividad de Federico Engels, uno de los dos grandes maestros del proletariado contemporáneo.

Engels nació en 1820, en la ciudad de Barmen, provincia renana del reino de Prusia. Su padre era fabricante. En 1838, se vio obligado por motivos familiares, antes de terminar los estudios secundarios, a emplearse como dependiente en una casa de comercio de Bremen. Este trabajo no le impidió ocuparse de su capacitación científica y política. Cuando era todavía estudiante secundario, llegó a odiar la autocracia y la arbitrariedad de los funcionarios. El estudio de la filosofía lo llevó aún más lejos. En aquella época predominaba en la filosofía alemana la doctrina de Hegel, de la que Engels se hizo partidario. A pesar de que el propio Hegel era admirador del Estado absolutista prusiano, a cuyo servicio se hallaba como profesor de la Universidad de Berlín, su doctrina era revolucionaria. La fe de Hegel en la razón humana y en los derechos de ésta, y la tesis fundamental de la filosofía hegeliana, según la cual existe en el mundo un constante proceso de cambio y desarrollo, condujeron a los discípulos del filósofo berlinés que no querían aceptar la realidad, a la idea de que la lucha contra esa realidad, la lucha contra la injusticia existente y el mal reinante procede también de la ley universal del desarrollo perpetuo. Si todo se desarrolla, si ciertas instituciones son remplazadas por otras, ¿por qué, entonces, deben perdurar eternamente el absolutismo del rey prusiano o del zar ruso, el enriquecimiento de una ínfima minoría a expensas de la inmensa mayoría, el dominio de la burguesía sobre el pueblo? La filosofía de Hegel hablaba del desarrollo del espíritu y de las ideas: era idealista. Del desarrollo del espíritu deducía el de la naturaleza, el del hombre y el de las relaciones entre los hombres en la sociedad. Marx y Engels conservaron la idea de Hegel sobre el perpetuo proceso de desarrollo *, y rechazaron su preconcebida concepción idealista; el estudio de la vida real les mostró que el desarrollo del espíritu no explica el de la naturaleza, sino que por el contrario conviene explicar el espíritu a partir de la naturaleza, de la materia. . . Contrariamente a Hegel y otros hegelianos, Marx y Engels eran materialistas. Enfocaron el mundo y la humanidad desde el punto de vista materialista, y comprobaron que, así como todos los fenómenos de la naturaleza tienen causas materiales, así también el desarrollo de la sociedad humana está condicionado por el de fuerzas materiales, las fuerzas productivas. Del desarrollo de estas últimas dependen las relaciones que se establecen entre los hombres en el proceso de producción de los objetos necesarios para satisfacer sus necesidades. Y son dichas relaciones las que explican todos los fenómenos de la vida social, las aspiraciones del hombre, sus ideas y sus leyes. El desarrollo de las fuerzas productivas crea las relaciones sociales, que se basan en la propiedad privada; pero hoy vemos también cómo ese mismo desarrollo de las fuerzas productivas priva a la mayoría de toda propiedad para concentrarla en manos de una ínfima minoría. Destruye la propiedad, base del régimen social contemporáneo, y tiende por sí mismo al mismo fin que se han planteado los socialistas. Estos sólo deben comprender cuál es la fuerza social que por su situación en la sociedad contemporánea está interesada en la realización del socialismo, e inculcar a esa fuerza la conciencia de sus intereses y de su misión histórica. Esta fuerza es el proletariado. Engels lo conoció en Inglaterra, en Manchester, centro de la industria inglesa, adonde se trasladó en 1842 para trabajar en una firma comercial de la que su padre era accionista. Engels no se limitó a permanecer en la oficina de la fábrica, sino que recorrió los sórdidos barrios en los que se albergaban los obreros y vio con sus propios ojos su miseria y sufrimientos. No se limitó a observar personalmente; leyó todo lo que se había escrito hasta entonces sobre la situación de la clase obrera inglesa y estudió minuciosamente todos los documentos oficiales que estaban a su alcance. Como fruto de sus observaciones y estudios apareció en 1845 su libro La situación de la clase obrera en Inglaterra. Ya hemos señalado más arriba cuál fue el mérito principal de Engels como autor de dicho libro. Es cierto que antes que él muchos otros describieron los padecimientos del proletariado y señalaron la necesidad de ayudarlo. Pero Engels fue el primero en afirmar que el proletariado no es sólo una clase que sufre, sino que la vergonzosa situación económica en que se encuentra lo impulsa inconteniblemente hacia adelante y lo obliga a luchar por su emancipación definitiva. Y el proletariado en lucha se ayudará a sí mismo. El movimiento político de la clase obrera llevará ineludiblemente a los trabajadores a darse cuenta de que no les queda otra salida que el socialismo. A su vez, éste sólo será una fuerza cuando se convierta en el objetivo de la lucha política de la clase obrera. Estas son las ideas fundamentales del libro de Engels sobre la situación de la clase obrera en Inglaterra, ideas que todo el proletariado que piensa y lucha ha hecho suyas, pero que entonces eran completamente nuevas. Fueron expuestas en un libro cautivante en el que se describe del modo más fidedigno y patético las penurias que sufría el proletariado inglés. La obra constituía una terrible acusación contra el capitalismo y la burguesía. La impresión que produjo fue muy grande. En todas partes comenzaron a citar la obra como el cuadro que mejor representaba la situación del proletariado contemporáneo. Y en efecto, ni antes de 1845, ni después, ha aparecido una descripción tan brillante y veraz de los padecimientos de la clase obrera.

Engels se hizo socialista sólo en Inglaterra. En Manchester se puso en contacto con militantes del movimiento obrero inglés y empezó a colaborar en las publicaciones socialistas inglesas. En 1844, al pasar por París de regreso a Alemania, conoció a Marx, con quien ya mantenía correspondencia. En París, bajo la influencia de los socialistas franceses y de la vida en Francia, Marx también se hizo socialista. Allí fue donde los dos amigos escribieron La sagrada familia, o crítica de la crítica crítica. Esta obra, escrita en su mayor parte por Marx, y que fue publicada un año antes de aparecer La situación de la clase obrera en Inglaterra, sienta las bases del socialismo materialista revolucionario, cuyas ideas principales hemos expuesto más arriba. La sagrada familia es un apodo irónico dado a dos filósofos, los hermanos Bauer, y a sus discípulos. Estos señores practicaban una crítica fuera de toda realidad, por encima de los partidos y de la política, que negaba toda actividad práctica y sólo contemplaba "críticamente" el mundo circundante y los sucesos que ocurrían en él. Los señores Bauer calificaban desdeñosamente al proletariado como una masa sin espíritu crítico. Marx y Engels protestaron enérgicamente contra esa tendencia absurda y nociva. En nombre de la verdadera personalidad humana, la del obrero pisoteado por las clases dominantes y por el Estado, exigieron, no una actitud contemplativa, sino la lucha por una mejor organización de la sociedad. Y, naturalmente, vieron en el proletariado la fuerza capaz de desarrollar esa lucha en la que está interesado. Antes de la aparición de La sagrada familia, Engels había publicado ya en la revista Anales franco-alemanes, editada por Marx y Ruge, su Estudio crítico sobre la economía política, en el que analizaba, desde el punto de vista socialista, los fenómenos básicos del régimen económico contemporáneo, como consecuencia inevitable de la dominación de la propiedad privada. Sin duda, su vinculación con Engels contribuyó a que Marx decidiera ocuparse de la economía política, ciencia en la que sus obras produjeron toda una revolución.

De 1845 a 1847 Engels vivió en Bruselas y en París, alternando los estudios científicos con las actividades prácticas entre los obreros alemanes residentes en dichas ciudades.

Allí Engels y Marx se relacionaron con una asociación clandestina alemana, la "Liga de los Comunistas" que les encargó expusieran los principios fundamentales del socialismo elaborado por ellos. Así surgió el famoso Manifiesto del Partido Comunista de Marx y Engels, que apareció en 1848. Este librito vale por tomos enteros: inspira y anima, aún hoy, a todo el proletariado organizado y combatiente del mundo civilizado.

La revolución de 1848, que estalló primero en Francia y se extendió después a otros países de Europa occidental determinó que Marx y Engels regresaran a su patria. Allí en la Prusia renana, asumieron la dirección de la Nueva Gaceta Renana, periódico democrático que aparecía en la ciudad de Colonia. Los dos amigos eran el alma de todas las aspiraciones democráticas revolucionarias de la Prusia renana. Ambos defendieron hasta sus últimas consecuencias los intereses del pueblo y de la libertad, contra las fuerzas de la reacción. Como se sabe, éstas triunfaron, Nueva Gaceta Renana fue prohibida, y Marx, que durante su emigración había perdido los derechos de súbdito prusiano, fue expulsado del país; en cuanto a Engels, participó en la insurrección armada del pueblo, combatió en tres batallas por la libertad, y una vez derrotados los insurgentes se refugió en Suiza, desde donde llegó a Londres.

También Marx fue a vivir a Londres; Engels no tardó en emplearse de nuevo, y después se convirtió en socio de la misma casa de comercio de Manchester en la que había trabajado en la década del 40. Hasta 1870 vivió en Manchester, y Marx en Londres, lo cual no les impidió estar en estrecho contacto espiritual: se escribían casi a diario. En esta correspondencia los amigos intercambiaban sus opiniones y conocimientos, y continuaban elaborando en común el socialismo científico. En 1870, Engels se trasladó a Londres, y hasta 1883, año en que murió Marx, continuaron esa vida intelectual compartida, plena de intenso trabajo. Como fruto de la misma surgió, por parte de Marx, El Capital, la obra más grandiosa de nuestro siglo sobre economía política, y por parte de Engels, toda una serie de obras más o menos extensas. Marx trabajó en el análisis de los complejos fenómenos de la economía capitalista. Engels esclarecía en sus obras, escritas en un lenguaje muy ameno, polémico muchas veces, los problemas científicos más generales y los diversos fenómenos del pasado y el presente, inspirándose en la concepción materialista de la historia y en la doctrina económica de Marx. De estos trabajos de Engels citaremos la obra polémica contra Dühring (en ella el autor analiza los problemas más importantes de la filosofía, las ciencias naturales y la sociología)**, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (traducida al ruso y editada en San Petersburgo, 3a ed. de 1895), Ludwig Feuerbach (traducción al ruso y notas de J. Plejánov, Ginebra, 1892)[2], un artículo sobre la política exterior del gobierno ruso (traducido al ruso y publicado en Sotsial-Demokrat, núms. 1 y 2, en Ginebra)[3], sus magníficos artículos sobre el problema de la vivienda[4], y finalmente, dos artículos, cortos pero muy valiosos, sobre el desarrollo económico de Rusia (Federico Engels sobre Rusia, traducción rusa de V. Zasúlich, Ginebra 1894)[5]. Marx murió sin haber podido terminar en forma definitiva su grandiosa obra sobre el capital. Sin embargo, estaba concluida en borrador, y después de la muerte de su amigo, Engels emprendió la ardua tarea de redactar y publicar los tomos II y III. En 1885 editó el II y en 1894 el III (no tuvo tiempo de redactar el IV[6]). Estos dos tomos le exigieron muchísimo trabajo. El socialdemócrata austríaco Adler observó con razón que, con la edición de los tomos II y III de El Capital, Engels erigió a su genial amigo un monumento majestuoso en el cual, involuntariamente, grabó también con trazos indelebles su propio nombre. En efecto, esos dos tomos de El Capital son la obra de los dos, Marx y Engels. Las leyendas de la antigüedad relatan diversos ejemplos de emocionante amistad. El proletariado europeo puede decir que su ciencia fue creada por dos sabios y luchadores cuyas relaciones superan a todas las conmovedoras leyendas antiguas sobre la amistad entre los hombres. Siempre, y por supuesto, con toda justicia, Engels se posponía a Marx. "Al lado de Marx -- escribió a un viejo amigo suyo -- siempre toqué el segundo violín."[7] Su afecto por Marx mientras vivió, y su veneración a la memoria del amigo desaparecido fueron infinitos. Este luchador austero y pensador profundo, tenía una gran sensibilidad.

Durante su exilio, después del movimiento de 1848-1849, Marx y Engels se dedicaron no sólo a la labor científica. Marx fundó en 1864 la "Asociación Internacional de los obreros"[8] que dirigió durante un decenio. También Engels participó activamente en sus tareas. La actividad de la "Asociación Internacional" que, de acuerdo con las ideas de Marx, unía a los proletarios de todos los países, tuvo una enorme importancia para el desarrollo del movimiento obrero. Pero inclusive después de haber sido disuelta dicha asociación en la década del 70, el papel de Marx y Engels como unificadores de la clase obrera no cesó. Por el contrario, puede afirmarse que su importancia como dirigentes espirituales del movimiento obrero seguía creciendo constantemente, porque propio movimiento continuaba desarrollándose sin cesar. Después de la muerte de Marx, Engels siguió siendo el consejero y dirigente de los socialistas europeos. A él acudían en busca de consejos y directivas tanto los socialistas alemanes, cuyas fuerzas iban en constante y rápido aumento, a pesar de las persecuciones gubernamentales, como los representantes de países atrasados, por ejemplo españoles, rumanos, rusos, que se veían obligados a estudiar minuciosamente y medir con toda cautela sus primeros pasos. Todos ellos aprovechaban el riquísimo tesoro de conocimientos y experiencias del viejo Engels.

Marx y Engels, que conocían el ruso y leían las obras aparecidas en ese idioma, se interesaban vivamente por Rusia, seguían con simpatía el movimiento revolucionario y mantenían relaciones con revolucionarios rusos. Antes de ser socialistas, los dos habían sido demócratas y el sentimiento democrático de odio a la arbitrariedad política estaba profundamente arraigado en ellos. Este sentido político innato, agregado a una profunda comprensión teórica del nexo existente entre la arbitrariedad política y la opresión económica, así como su riquísima experiencia de la vida, hicieron que Marx y Engels fueran extraordinariamente sensibles en el aspecto político. Por lo mismo, la heroica lucha sostenida por un puñado de revolucionarios rusos contra el poderoso gobierno zarista halló en el corazón de estos dos revolucionarios probados la más viva simpatía. Y por el contrario, era natural que la intención de volver la espalda a la tarea inmediata y más importante de los socialistas rusos -- la conquista de la libertad política --, en aras de supuestas ventajas económicas, les pareciese sospechosa e incluso fuese considerada por ellos como una traición a la gran causa de la revolución social. "La emancipación del proletariado debe ser obra del proletariado mismo", enseñaron siempre Marx y Engels. Y para luchar por su emancipación económica, el proletariado debe conquistar determinados derechos políticos. Además, Marx y Engels veían con toda claridad que una revolución política en Rusia tendría también una enorme importancia para el movimiento obrero de Europa occidental. La Rusia autocrática ha sido siempre el baluarte de toda la reacción europea. La situación internacional extraordinariamente ventajosa en que colocó a Rusia la guerra de 1870, que sembró por largo tiempo la discordia entre Alemania y Francia, no hizo, por supuesto, más que aumentar la importancia de la Rusia autocrática como fuerza reaccionaria. Sólo una Rusia libre, que no tuviese necesidad de oprimir a los polacos, finlandeses, alemanes, armenios y otros pueblos pequeños, ni de azuzar continuamente una contra otra a Francia y Alemania, daría a la Europa contemporánea la posibilidad de respirar aliviada del peso de las guerras, debilitaría a todos los reaccionarios de Europa y aumentaría las fuerzas de la clase obrera europea. Por lo mismo, Engels, deseó fervientemente la instauración de la libertad política en Rusia, pues también contribuiría al éxito del movimiento obrero en Occidente. Con su muerte los revolucionarios rusos han perdido al mejor de sus amigos.

¡Memoria eterna a Federico Engels, gran luchador y maestro del proletariado!

* Señalaron más de una vez que, en gran parte, debían su desarrollo intelectual a los grandes Filósofos alemanes, y en particular a Hegel. "Sin la filosofía alemana -- dijo Engels -- no existiría tampoco el socialismo científico."[9]
** Es un libro admirablemente instructivo y de rico contenido [10]. Por desgracia sólo se ha traducido al ruso una pequeña parte de esta obra, que contiene un esbozo histórico del desarrollo del socialismo (Desarrollo del socialismo científico[11], 2a ed., de Ginebra, 1892).

NOTAS

1. Las palabras citadas en el epígrafe al artículo Federico Engels las tomó V. I. Lenin de la poesía del poeta ruso Nikolái Alexéievich Nekrásov En memoria de Dobroliúbov.
2. Se refiere a la obra de F. Engels Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana.
3. Se alude al artículo de F. Engels "La política exterior del zarismo ruso" (C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XXlI), imprimido en los dos primeros números de la revista Sotsial-Demokrat de 1890 bajo el título "La política exterior del Imperio Ruso".
Sotsial-Demokrat: revista literaria y política editada por el grupo "Emancipación del Trabajo" en 1890 en Londres y en 1892 en Ginebra; en total se publicaron cuatro números.
4. Lenin alude al artículo de F. Engels "Contribución al problema de la vivienda". (C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XXI.)
5. Se alude al artículo de F. Engels, "Acerca de las cuestiones sociales en Rusia" y el epílogo a dicho artículo. (C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XVIII y XXII.)
6. En consonancia con una indicación de F. Engels, V. I. Lenin llama cuarto tomo de El Capital a la obra de C. Marx Teorías de la plusvalía. En el prefacio al segundo tomo de El Capital, Engels escribió: "Me reservo el derecho de publicar la parte crítica de este manuscrito en concepto de IV volumen de El Capital, con la particularidad de que se suprimirán de él numerosos pasajes, agotados en los tomos II y III". Sin embargo, Engels no tuvo tiempo de preparar para la prensa el IV tomo de El Capital. Teorías de la plusvalía se publicaron por vez primera en alemán redactadas por K. Kautsky en 1905-1910.
7. Se alude a la carta de F. Engels a I. Ph. Becker del 15 de octubre de 1884.
8. Asociación Internacional de los Obreros (I Internacional): se trata de la primera organización internacional del proletariado fundada en Londres por Marx en otoño de 1864. La I Internacional encabezada por Marx y Engels dirigía la lucha económica y política de los obreros de los diferentes países, realizaba la lucha enconada contra la corriente antimarxista del proudhonismo, bakuninismo, tradeunionismo y lassalleanismo, fortaleciendo la solidaridad obrera internacional. La I Internacional dejó de existir en realidad en 1872 después de la Conferencia de la Haya y fue disuelta oficialmente en 1876. Como lo señalaba Lenin, la I Internacional "sentó los fundamentos de la organización internacional de los trabajadores para preparar su ofensiva revolucionaria contra el capital". (V. I. Lenin, Obras Completas, t. XXIX.)
9. Véase F. Engels, "Prefacio a La guerra campesina en Alemania. (C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XVIII.)
10. Se alude a la obra de F. Engels Anti-Dühring.
11. Con este título se publicó en la edición rusa de 1892 la obra de F. Engels Del socialismo utópico al socialismo científico, basada en tres capítulos del libro de F. EngelsAnti-Dühring.

Prólogo

El artículo sobre Carlos Marx, que hoy aparece en folleto, lo escribí (si mal no recuerdo) en 1913 para el Diccionario Granat. Al final del artículo se agregaba una bibliografía bastante detallada sobre Marx, que abarcaba sobre todo publicaciones extranjeras. Esta bibliografía no figura en la presente edición. Además, la Redacción del diccionario, por su parte, teniendo en cuenta la censura, suprimió la porción final del artículo, en la que exponía táctica revolucionaria de Marx. Por desgracia no me ha sido posible reconstruir aquí dicha parte, pues el borrador lo dejé no sé dónde, con mis papeles, en Cracovia o Suiza. Sólo recuerdo que al final de mi artículo citaba, entre otras cosas, el pasaje de la carta de Marx a Engels del 16 de abril de 1856, en la que el primero decía: "Todo el asunto dependerá en Alemania de la posibilidad de cubrir la retaguardia de la revolución proletaria mediante una segunda edición de la guerra campesina. De esta manera la cosa será espléndida". Esto es lo que no entendieron, desde 1905, nuestros mencheviques, que en la actualidad han llegado incluso a traicionar completamente al socialismo y a pasarse al campo de la burguesía.

N. Lenin

Moscú,

14 de mayo de 1918.

Publicado en 1918 en el folleto: N. Lenin, Carlos Marx, Ed. Priboi, Moscú.

Se publica de acuerdo al manuscrito.

Carlos Marx

Carlos Marx nació el 5 de mayo (según el nuevo calendario) de 1818 en Tréveris (ciudad de la Prusia renana). Su padre era un abogado judío, convertido en 1824 al protestantismo. La familia de Marx era una familia acomodada, culta, pero no revolucionaria. Después de terminar en Tréveris sus estudios de bachillerato, Marx se inscribió en la universidad, primero en la de Bonn y luego en la de Berlín, estudiando jurisprudencia y, sobre todo, historia y filosofía. En 1841 terminó sus estudios universitarios, presentando una tesis sobre la filosofía de Epicuro. Por sus concepciones, Marx era entonces todavía un idealista hegeliano. En Berlín se adhirió al círculo de los "hegelianos de izquierda" (Bruno Bauer y otros), que se esforzaban por extraer de la filosofía de Hegel conclusiones ateas y revolucionarias.

Terminados sus estudios universitarios, Marx se trasladó a Bonn con la intención de hacerse profesor. Pero la política reaccionaria del gobierno, que en 1832 había despojado de su cátedra a Ludwig Feuerbach, que en 1836 le había negado nuevamente la entrada en la universidad y que en 1841 privó al joven profesor Bruno Bauer del derecho a enseñar en Bonn, obligó a Marx a renunciar a la carrera docente. En aquella época, las ideas de los hegelianos de izquierda progresaban rápidamente en Alemania. Ludwig Feuerbach, sobre todo desde 1836, comenzó a someter a crítica la teología y a orientarse hacia el materialismo, que en 1841 (La esencia del cristianismo) se impone ya definitivamente en su pensamiento; en 1843 ven la luz sus Principios de la filosofía del porvenir. "Hay que haber vivido la influencia liberadora" de estos libros, escribía Engels años más tarde refiriéndose a esas obras de Feuerbach. "Nosotros [es decir, los hegelianos de izquierda, entre ellos Marx] nos hicimos en el acto feuerbachianos."[2] Por aquel tiempo, los burgueses radicales renanos, que tenían ciertos puntos de contacto con los hegelianos de izquierda, fundaron en Colonia un periódico de oposición, la Gaceta del Rin (cuyo primer número salió el 1 de enero de 1842). Marx y Bruno Bauer fueron invitados como principales colaboradores; en octubre de 1842 Marx fue nombrado redactor jefe del periódico y se trasladó de Bonn a Colonia. La tendencia democrática revolucionaria del periódico fue acentuándose bajo la jefatura de redacción de Marx, y el gobierno lo sometió primero a una doble censura y luego a una triple, hasta que decidió más tarde suprimirlo totalmente a partir del 1 de enero de 1843. Marx se vio obligado a abandonar su puesto de redactor jefe en esa fecha, sin que su salida lograse tampoco salvar al periódico, que fue clausurado en marzo de 1843. Entre los artículos más importantes publicados por Marx en la Gaceta del Rin, Engels menciona, además de los que citamos más adelante (véase la Bibliografía) el que se refiere a la situación de los campesinos viticultores del valle del Mosela. Como su labor periodística le había demostrado que conocía insuficientemente la economía política, Marx se dedicó afanosamente al estudio de esta ciencia.

En 1843, Marx se casó en Kreuznach con Jenny von Westphalen, amiga suya de la infancia, con la que se había comprometido cuando todavía era estudiante. Su esposa pertenecía a una reaccionaria familia aristocrática de Prusia. Su hermano mayor fue ministro del Interior en Prusia durante una de las épocas más reaccionarias, desde 1850 hasta 1858. En el otoño de 1843 Marx se trasladó a París con objeto de editar en el extranjero una revista de tendencia radical en colaboración con Arnold Ruge (1802-1880; hegeliano de izquierda, encarcelado de 1825 a 1830, emigrado desde 1848, y partidario de Bismarck entre 1866 y 1870). De esta revista, titulada Anales franco-alemanes, sólo llegó a ver la luz el primer fascículo. Las dificultades con que tropezaba la difusión clandestina de la revista en Alemania y las discrepancias surgidas entre Marx y Ruge hicieron que se suspendiera su publicación. En los artículos de Marx en los Anales vemos ya al revolucionario que proclama la necesidad de una "crítica implacable de todo lo existente", y, en particular, de una "crítica de las armas"[3] que apele a las masas y al proletariado.

En septiembre de 1844 llegó a París, por unos días, Federico Engels, quien se convirtió, desde ese momento, en el amigo más íntimo de Marx. Ambos tomaron conjuntamente parte activísima en la vida, febril por entonces, de los grupos revolucionarios de París (especial importancia revestía la doctrina de Proudhon, a la que Marx ajustó cuentas resueltamente en su obra Miseria de la filosofía, publicada en 1847) y, en lucha enérgica contra las diversas doctrinas del socialismo pequeñoburgués, forjaron la teoría y la táctica del socialismo proletario revolucionario, o comunismo (marxismo). Véanse, más adelante, en la Bibliografía, las obras de Marx de esta época, años de 1844 a 1848. En 1845, a instancias del gobierno prusiano, Marx fue expulsado de París como revolucionario peligroso, instalándose entonces en Bruselas. En la primavera de 1847, Marx y Engels se afiliaron a una sociedad secreta de propaganda, la Liga de los Comunistas, tuvieron una participación destacada en el II Congreso de esta organización (celebra do en Londres en noviembre de 1847) y por encargo del Congreso redactaron el famoso Manifiesto del Partido Comunista que apareció en febrero de 1848. En esta obra se traza, con claridad y brillantez geniales, una nueva concepción del mundo: el materialismo consecuente, aplicado también al campo de la vida social; la dialéctica como la doctrina más completa y profunda del desarrollo; la teoría de la lucha de clases y de la histórica misión revolucionaria universal del proletariado como creador de una nueva sociedad, la sociedad comunista.

Al estallar la revolución de febrero de 1848, Marx fue expulsado de Bélgica. Se trasladó nuevamente a París, y desde allí, después de la revolución de marzo, marchó a Alemania, más precisamente, a Colonia. Desde el 1 de junio de 1848 hasta el 19 de mayo de 1849, se publicó en esta ciudad la Nueva Gaceta del Rin, de la que Marx era el redactor jefe. El curso de los acontecimientos revolucionarios de 1848 a 1849 vino a confirmar de manera brillante la nueva teoría, como habrían de confirmarla en lo sucesivo los movimientos proletarios y democráticos de todos los países del mundo. La contrarrevolución triunfante hizo que Marx compareciera, primero, ante los tribunales (siendo absuelto el g de febrero de 1849) y después lo expulsó de Alemania (el 16 de mayo de 1849). Marx se dirigió a París, de donde fue expulsado también después de la manifestación del 13 de junio de 1849[4]; entonces marchó a Londres, donde pasó el resto de su vida.

Las condiciones de vida en la emigración eran en extremo duras, como lo revela con toda claridad la correspondencia entre Marx y Engels (editada en 1913). La miseria asfixiaba realmente a Marx y a su familia; de no haber sido por la constante y abnegada ayuda económica de Engels, Marx no sólo no hubiera podido acabar El Capital, sino que habría sucumbido inevitablemente bajo el peso de la miseria. Además, las doctrinas y tendencias del socialismo pequeñoburgués, no proletario en general, que predominaban en aquella época, obligaban a Marx a librar constantemente una lucha implacable, y a veces a repeler (como hace en su obra Herr Vogt [5] los ataques personales más rabiosos y salvajes. Manteniéndose al margen de los círculos de emigrados y concentrando sus esfuerzos en el estudio de la economía política, Marx desarrolló su teoría materialista en una serie de trabajos históricos (véase la Bibliografía). Con sus obras Contribución a la crítica de la economía política (1859) y El Capital (t. I, 1867), Marx provocó una verdadera revolución en la ciencia económica (véase más adelante la doctrina de Marx).

El recrudecimiento de los movimientos democráticos, a fines de la década del 50 y durante la del 60, llevó de nuevo a Marx a la actividad práctica. El 28 de septiembre de 1864 se fundó en Londres la famosa Primera Internacional, la "Asociación Internacional de los Trabajadores". Marx fue el alma de esta organización, el autor de su primer "Llamamiento" y de gran número de sus resoluciones, declaraciones y manifiestos. Unificando el movimiento obrero de los diferentes países, orientando por el cauce de una actuación conjunta a las diversas formas del socialismo no proletario, premarxista (Mazzini, Proudhon, Bakunin, el tradeunionismo liberal inglés, las vacilaciones derechistas lassalleanas en Alemania, etc.), a la par que combatía las teorías de todas estas sectas y escuelas, Marx fue forjando la táctica común de la lucha proletaria de la clase obrera en los distintos países. Después de la caída de la Comuna de París en 1871, que Marx analizó (en La guerra civil en Francia, 1871) de modo tan profundo, certero, brillante y eficaz, como revolucionario -- y a raíz de la escisión de la Internacional provocada por los bakuninistas --, esta última ya no pudo seguir existiendo en Europa. Después del Congreso de La Haya (1872), Marx consiguió que el Consejo General de la Internacional se trasladase a Nueva York. La primera Internacional había cumplido su misión histórica y dejaba paso a una época de desarrollo incomparablemente más amplio del movimiento obrero en todos los países del mundo, época en que este movimiento había de desplegarse en extensión, con la creación de partidos obreros socialistas de masas dentro de cada Estado nacional.

Su intensa labor en la Internacional y sus actividades teóricas, aún más intensas, minaron definitivamente la salud de Marx. Prosiguió su obra de relaboración de la economía política y se consagró a terminar El Capital, recopilando con este fin multitud de nuevos documentos y poniéndose a estudiar varios idiomas (entre ellos el ruso), pero la enfermedad le impidió concluir El Capital.

El 2 de diciembre de 1881 murió su esposa, y el 14 de marzo de 1883 Marx se quedó dormido apaciblemente para siempre en su sillón. Está enterrado, junto a su mujer, en el cementerio londinense de Highgate. Varios hijos de Marx murieron en la infancia en Londres, cuando la familia vivía en la miseria. Tres de sus hijas se casaron con socialistas de Inglaterra y Francia: Eleonora Eveling, Laura Lafargue y Jenny Longuet. Un hijo de esta última es miembro del Partido Socialista Francés.

La doctrina de Marx

El marxismo es el sistema de las concepciones y de la doctrina de Marx. Este continúa y corona genialmente las tres principales corrientes ideológicas del siglo XIX, que pertenecen a los tres países más avanzados de la humanidad: la filosofía clásica alemana, la economía política clásica inglesa y el socialismo francés, vinculado a las doctrinas revolucionarias francesas en general. La admirable coherencia y la integridad de sus concepciones -- cualidades reconocidas incluso por sus adver sarios --, que constituyen en su conjunto el materialismo y el socialismo científicos contemporáneos como teoría y programa del movimiento obrero de todos los países civilizados del mundo, nos obligan a esbozar brevemente su concepción del mundo en general antes de exponer el contenido esencial del marxismo, o sea, la doctrina económica de Marx.

El Materialismo Filosófico

Desde 1844-1845, años en que se formaron sus concepciones, Marx fue materialista y, especialmente, partidario de Ludwig Feuerbach, cuyos puntos débiles vio, más tarde, en la insuficiente consecuencia y amplitud de su materialismo. Para Marx, la significación histórica universal de Feuerbach, que "hizo época", residía precisamente en el hecho de haber roto en forma resuelta con el idealismo de Hegel y proclamado el materialismo, que ya "en el siglo XVIII, sobre todo en Francia, representaba la lucha, no sólo contra las instituciones políticas existentes y al mismo tiempo contra la religión y la teología, sino también [. . .] contra la metafísica en general" (entendiendo por ella toda "especulación ebria", a diferencia de la "filosofía sobria") (La Sagrada Familia, en La herencia literaria ). "Para Hegel -- escribía Marx --, el proceso del pensamiento, al que él convierte incluso, bajo el nombre de idea, en sujeto con vida propia, es el demiurgo de lo real [. . .]. Para mí lo ideal no es, por el contrario, más que lo material traducido y traspuesto a la cabeza del hombre." (C. Marx, El Capital, t. I, "Palabras finales a la 2a ed."). Mostrándose plenamente de acuerdo con esta filosofía materialista de Marx, F. Engels escribía lo siguiente, al exponerla en su Anti-Dühring (véase ), obra cuyo manuscrito conoció Marx: . . . "La unidad del mundo no existe en su ser, sino en su materialidad, que ha sido demostrada [. . .] en el largo y penoso desarrollo de la filosofía y de las ciencias naturales [. . .]. El movimiento es la forma de existencia de la materia. Jamás, ni en parte alguna, ha existido ni puede existir materia sin movimiento, ni movimiento sin materia [. . .]. Pero si seguimos preguntando qué son y de dónde proceden el pensar y la conciencia, nos encontramos con que son productos del cerebro humano y con que el mismo hombre no es más que un producto de la naturaleza, que se ha desarrollado en un determinado ambiente natural y junto con éste; por donde llegamos a la conclusión lógica de que los productos del cerebro humano, que en última instancia no son tampoco más que productos de la naturaleza, no se contradicen, sino que corresponden al resto de la concatenación de la naturaleza". "Hegel era idealista, es decir, que para él las ideas de nuestra cabeza no son reflejos [Abbilder, esto es, imágenes, pero a veces Engels habla de "reproducciones"] más o menos abstractos de los objetos y fenómenos de la realidad, sino que los objetos y su desarrollo se le antojaban, por el contrario, imágenes de una idea existentes no se sabe dónde, ya antes de que existiese el mundo." En Ludwig Feuerbach [6], obra en la que Engels expone sus ideas y las de Marx sobre la filosofía de Feuerbach, y cuyo original envió a la imprenta después de revisar un antiguo manuscrito suyo y de Marx, que databa de los años 1844-1845, sobre Hegel, Feuerbach y la concepción materialista de la historia, escribe Engels: "El gran problema cardinal de toda filosofía, especialmente de la moderna, es el problema de la relación entre el pensar y el ser, entre el espíritu y la naturaleza [. . .]. ¿Qué está primero: el espíritu o la naturaleza? [. . .] Los filósofos se dividieron en dos grandes campos, según la contestación que diesen a esta pregunta. Los que afirmaban que el espíritu estaba antes que la naturaleza y que, por lo tanto, reconocían, en última instancia, una creación del mundo bajo una u otra forma [. . .], constituyeron el campo del idealismo. Los demás, los que reputaban la naturaleza como principio fundamental, adhirieron a distintas escuelas del materialismo". Todo otro empleo de los conceptos de idealismo y materialismo (en sentido filosófico) sólo conduce a la confusión. Marx rechazaba enérgicamente, no sólo el idealismo -- vinculado siempre, de un modo u otro, a la religión --, sino también los puntos de vista de Hume y Kant, tan difundidos en nuestros días, es decir, el agnosticismo, el criticismo y el positivismo en sus diferentes formas; para Marx esta clase de filosofía era una concesión "reaccionaria" al idealismo y, en el mejor de los casos, una "manera vergonzante de aceptar el materialismo bajo cuerda y renegar de él públicamente". Sobre esto puede consultarse, además de las obras ya citadas de Engels y Marx, la carta de este último a Engels, fechada el 12 de diciembre de 1868, en la que habla de unas manifestaciones del célebre naturalista T. Huxley. En ella, a la vez que hace notar que Huxley se muestra "más materialista" que de ordinario, y reconoce que "si observamos y pensamos realmente, nunca podemos salirnos del materialismo", Marx le reprocha que deje abierto un "portillo" al agnosticismo, a la filosofía de Hume. En particular debemos destacar la concepción de Marx acerca de las relaciones entre la libertad y la necesidad: "La necesidad sólo es ciega en cuanto no se la comprende. La libertad no es otra cosa que el conocimiento de la necesidad" (Engels, Anti-Dühring ) = reconocimiento de la sujeción objetiva de la naturaleza a leyes y de la trasformación dialéctica de la necesidad en libertad (a la par que de la trasformación de la "cosa en sí" no conocida aún, pero cognoscible, en "cosa para nosotros", de la "esencia de las cosas" en "fenómenos"). El defecto fundamental del "viejo" materialismo, incluido el de Feuerbach (y con mayor razón aún el del materialismo "vulgar" de Buchner, Vogt y Moleschott) consistía, según Marx y Engels, en lo siguiente: 1) en que este materialismo era "predominantemente mecanicista" y no tenía en cuenta los últimos progresos de la química y de la biología (a los que habría que agregar en nuestros días los de la teoría eléctrica de la materia); 2) en que el viejo materialismo no era histórico ni dialéctico (sino metafísico, en el sentido de antidialéctico) y no mantenía consecuentemente ni en todos sus aspectos el punto de vista del desarrollo; 3) en que concebían "la esencia del hombre" en forma abstracta, y no como el "conjunto de las relaciones sociales" (históricamente concretas y determinadas), por cuya razón se limitaban a "explicar" el mundo cuando en realidad se trata de "trasformar lo"; es decir, en que no comprendían la importancia de la "actividad práctica revolucionaria".

La Dialéctica

La dialéctica hegeliana, o sea, la doctrina más multilateral, más rica en contenido y más profunda del desarrollo, era para Marx y Engels la mayor conquista de la filosofía clásica alemana. Toda otra formulación del principio del desarrollo, de la evolución, les parecía unilateral y pobre, deformadora y mutiladora de la verdadera marcha del desarrollo en la naturaleza y en la sociedad (marcha que a menudo se efectúa a través de saltos, cataclismos y revoluciones). "Marx y yo fuimos casi los únicos que nos planteamos la tarea de salvar [del descalabro del idealismo, incluido el hegelianismo] la dialéctica consiente para traerla a la concepción materialista de la naturaleza." "La naturaleza es la confirmación de la dialéctica, y precisamente son las modernas ciencias naturales las que nos han brindado un extraordinario acervo de datos [¡y esto fue escrito antes de que se descubriera el radio, los electrones, la trasformación de los elementos, etc.!] y enriquecido cada día que pasa, demostrando con ello que la naturaleza se mueve, en última instancia, dialéctica, y no metafísicamente."

"La gran idea fundamental -- escribe Engels -- de que el mundo no se compone de un conjunto de objetos terminados y acabados, sino que representa en sí un conjunto de procesos, en el que las cosas que parecen inmutables, al igual que sus imágenes mentales en nuestro cerebro, es decir, los conceptos, se hallan sujetos a un continuo cambio, a un proceso de nacimiento y muerte; esta gran idea fundamental se encuentra ya tan arraigada desde Hegel en la conciencia común, que apenas habrá alguien que la discuta en su forma general. Pero una cosa es reconocerla de palabra y otra aplicarla en cada caso particular y en cada campo de investigación." "Para la filosofía dialéctica no existe nada establecido de una vez para siempre, nada absoluto, consagrado.; en todo ve lo que hay de perecedero, y no deja en pie más que el proceso ininterrumpido del aparecer y desaparecer, del infinito movimiento ascensional de lo inferior a lo superior. Y esta misma filosofía es un mero reflejo de ese proceso en el cerebro pensante." Así, pues, la dialéctica es, según Marx, "la ciencia de las leyes generales del movimiento, tanto del mundo exterior como del pensamiento humano".

Este aspecto revolucionario de la filosofía hegeliana es el que Marx recoge y desarrolla. El materialismo dialéctico "no necesita de ninguna filosofía situada por encima de las demás ciencias". De la filosofía anterior queda en pie "la teoría del pensamiento y sus leyes, es decir, la lógica formal y la dialéctica". Y la dialéctica, tal como la concibe Marx, y también según Hegel, abarca lo que hoy se llama teoría del conocimiento o gnoseología, ciencia que debe enfocar también su objeto desde un punto de vista histórico, investigando y generalizando los orígenes y el desarrollo del conocimiento, y el paso de la falta de conocimiento al conocimiento.

En nuestro tiempo, la idea del desarrollo, de la evolución, ha penetrado casi en su integridad en la conciencia social, pero no a través de la filosofía de Hegel, sino por otros caminos. Sin embargo, esta idea, tal como la formularon Marx y Engels, apoyándose en Hegel, es mucho más completa, mucho más rica en contenido que la teoría de la evolución al uso. Es un desarrollo que, al parecer, repite etapas ya recorridas, pero de otro modo, sobre una base más alta ("negación de la negación"), un desarrollo, por decirlo así, en espiral y no en línea recta; un desarrollo que se opera en forma de saltos, a través de cataclismos y revoluciones, que significan "interrupciones de la gradualidad"; un desarrollo que es trasformación de la cantidad en calidad, impulsos internos de desarrollo originados por la contradicción, por el choque de las diversas fuerzas y tendencias, que actúan sobre determinado cuerpo, o dentro de los límites de un fenómeno dado o en el seno de una sociedad dada; interdependencia íntima e indisoluble concatenación de todos los aspectos de cada fenómeno (con la particularidad de que la historia pone constantemente al descubierto nuevos aspectos), concatenación que ofrece un proceso de movimiento único, universal y sujeto a leyes; tales son algunos rasgos de la dialéctica, teoría mucho más empapada de contenido que la (habitual) doctrina de la evolución. (Véase la carta de Marx a Engels del 8 de enero de 1868, en la que se mofa de las "rígidas tricotomías" de Stein, que sería ridículo confundir con la dialéctica materialista.)

La Concepción Materialista de la Historia

La conciencia de que el viejo materialismo era una teoría inconsecuente, incompleta y unilateral llevó a Marx a la convicción de que era indispensable "poner en consonancia la ciencia de la sociedad con la base materialista y reconstruirla sobre esta base". Si el materialismo en general explica la conciencia por el ser, y no al contrario, aplicado a la vida social de la humanidad exige que la conciencia social se explique por el ser social. "La tecnología -- dice Marx (en El Capital, t. I) -- pone al descubierto la relación activa del hombre con la naturaleza, el proceso inmediato de producción de su vida, y, a la vez, sus condiciones sociales de vida y de las representaciones espirituales que de ellas se derivan." Y en el "prólogo a su Contribución a la crítica de la economía política ", Marx ofrece una formulación integral de las tesis fundamentales del materialismo aplicadas a la sociedad humana y a su historia. He aquí sus palabras:

"En la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales.

"El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se erige una superestructura política y jurídica, y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, su ser social el que determina su conciencia. Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad chocan con las relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas de ellas. Y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian esas revoluciones, hay que distinguir siempre entre la revolución material producida en las condiciones económicas de producción, y que puede verificarse con la precisión propia de las ciencias naturales, y las revoluciones jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas; en una palabra, de las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo.

"Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de si, no podemos juzgar tampoco estas épocas de revolución por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción. . ." "A grandes rasgos, podemos señalar como otras tantas épocas de progreso en la formación económica de la sociedad, el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el moderno burgués." (Véase la breve formulación que Marx da en su carta a Engels del 7 de julio de 1866: "Nuestra teoría de que la organización del trabajo está determinada por los medios de producción".)

El descubrimiento de la concepción materialista de la historia, o mejor dicho, la consecuente aplicación y extensión del materialismo al dominio de los fenómenos sociales, superó los dos defectos fundamentales de las viejas teorías de la historia. En primer lugar, estas teorías solamente examinaban, en el mejor de los casos, los móviles ideológicos de la actividad histórica de los hombres, sin investigar el origen de esos móviles, sin captar las leyes objetivas que rigen el desarrollo del sistema de las relaciones sociales, ni ver las raíces de éstas en el grado de desarrollo de la producción material; en segundo lugar, las viejas teorías no abarcaban precisamente las acciones de las masas de la población, mientras que el materialismo histórico permitió estudiar, por vez primera y con la exactitud de las ciencias naturales, las condiciones sociales de la vida de las masas y los cambios operados en estas condiciones. La "sociología" y la historiografía anteriores a Marx proporcionaban, en el mejor de los casos, un cúmulo de datos crudos, recopilados fragmentariamente, y la descripción de aspectos aislados del proceso histórico. El marxismo señaló el camino para un estudio global y multilateral del proceso de aparición, desarrollo y decadencia de las formaciones económico-sociales, examinando el conjunto de todas las tendencias contradictorias y reduciéndolas a las condiciones, perfectamente determinables, de vida y de producción de las distintas clases de la sociedad, eliminando el subjetivismo y la arbitrariedad en la elección de las diversas ideas "dominantes" o en la interpretación de ellas, y poniendo al descubierto las raíces de todas las ideas sin excepción y de las diversas tendencias que se manifiestan en el estado de las fuerzas productivas materiales. Los hombres hacen su propia historia, ¿pero qué determina los móviles de estos hombres, y precisamente de las masas humanas?; ¿qué es lo que provoca los choques de ideas y las aspiraciones contradictorias?; ¿qué representa el conjunto de todos estos choques que se producen en la masa entera de las sociedades humanas?; ¿cuáles son las condiciones objetivas de producción de la vida material que crean la base de toda la actividad histórica de los hombres?; ¿cuál es la ley que rige el desenvolvimiento de estas condiciones? Marx concentró su atención en todo esto y trazó el camino para estudiar científicamente la historia como un proceso único, regido por leyes, en toda su inmensa diversidad y con su carácter contradictorio.

La Lucha de Clases

Todo el mundo sabe que en cualquier sociedad las aspiraciones de una parte de sus miembros chocan abiertamente con las aspiraciones de otros, que la vida social está llena de contradicciones, que la historia nos muestra una lucha entre pueblos y sociedades, así como en su propio seno; todo el mundo sabe también que se suceden los períodos de revolución y reacción, de paz y de guerras, de estancamiento y de rápido progreso o decadencia. El marxismo nos proporciona el hilo conductor que permite descubrir una sujeción a leyes en este aparente laberinto y caos, a saber: la teoría de la lucha de clases. Sólo el estudio del conjunto de las aspiraciones de todos los miembros de una sociedad dada o de un grupo de sociedades, puede conducirnos a una determinación científica del resultado de esas aspiraciones. Ahora bien, la fuente de que brotan esas aspiraciones contradictorias son siempre las diferencias de situación y de condiciones de vida de las clases en que se divide cada sociedad. "La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días -- dice Marx en el Manifiesto Comunista (exceptuando la historia del régimen de la comunidad primitiva, añade más tarde Engels) -- es la historia de las luchas de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales; en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces, y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la trasformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases beligerantes [. . .]. La moderna sociedad burguesa, que ha salido de entre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de clase. Únicamente ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de opresión, las viejas formas de lucha, por otras nuevas. Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por haber simplificado las contradicciones de clase. Toda la sociedad va dividiéndose cada vez más en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado." A partir de la Gran Revolución Francesa, la historia de Europa pone de relieve en distintos países, con especial evidencia, el verdadero fondo de los acontecimientos, la lucha de clases. Y ya en la época de la restauración se destacan en Francia algunos historiadores (Thierry, Guizot, Mignet y Thiers) que, al generalizar los acontecimientos, no pudieron dejar de reconocer que la lucha de clases era la clave para la comprensión de toda la historia francesa. Y la época contemporánea, es decir, la época que señala el triunfo completo de la burguesía y de las instituciones representativas, del sufragio amplio (cuando no universal), de la prensa diaria barata que llega a las masas, etc., la época de las poderosas asociaciones obreras y patronales cada vez más vastas, etc., pone de manifiesto de un modo todavía más patente (aunque a veces en forma unilateral, "pacífica" y "constitucional") que la lucha de clases es la fuerza motriz de los acontecimientos. El siguiente pasaje del Manifiesto Comunista nos revela lo que Marx exigía de la ciencia social en cuanto al análisis objetivo de la situación de cada clase en la sociedad moderna y en relación con el examen de las condiciones de desarrollo de cada clase: "De todas las clases que hoy se enfrentan con ía burguesía, sólo el proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria. Las demás clases van degenerando y desaparecen con el desarrollo de la gran industria; el proletariado, en cambio, es su producto más peculiar. Las capas medias -- el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano y el campesino -- , todas ellas luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como tales capas medias. No son, pues, revolucionarias, sino conservadoras. Más todavía, son reaccionarias, ya que pretenden volver atrás la rueda de la historia. Son revolucionarias únicamente cuando tienen ante sí la perspectiva de su tránsito inminente al proletariado; defendiendo así, no sus intereses presentes, sino sus intereses futuros, cuando abandonan sus propios puntos de vista para adoptar los del proletariado". En una serie de obras históricas (véase la Bibliografía ), Marx nos ofrece brillantes y profundos ejemplos de historiografía materialista, de análisis de la situación de cada clase en particular y a veces de los diferentes grupos o capas que se manifiestan dentro de ella, mostrando palmariamente por qué y cómo "toda lucha de clases es una lucha política". El pasaje que acabamos de citar ilustra cuán intrincada es la red de relaciones sociales y fases de transición de una clase a otra, del pasado al porvenir, que Marx analiza para determinar la resultante total del desarrollo histórico.

La confirmación y aplicación más profunda, más completa y detallada de la teoría de Marx es su doctrina económica.

La doctrina económica de Marx

"Y la finalidad última de esta obra -- dice Marx en el prólogo a El Capital -- es, en efecto, descubrir la ley económica que preside el movimiento de la sociedad moderna", es decir, de la sociedad capitalista, burguesa. El estudio de las relaciones de producción de una sociedad dada, históricamente determinada, en su aparición, desarrollo y decadencia: tal es el contenido de la doctrina económica de Marx. En la sociedad capitalista impera la producción de mercancías ; por eso, el análisis de Marx empieza con el análisis de la mercancía.

El Valor

La mercancía es, en primer lugar, una cosa que satisface una determinada necesidad humana y, en segundo lugar, una cosa que se cambia por otra. La utilidad de una cosa hace de ella un valor de uso. El valor de cambio (o, sencillamente el valor) es, ante todo, la relación o proporción en que se cambia cierto número de valores de uso de una clase por un determinado número de valores de uso de otra clase. La experiencia diaria nos muestra que, a través de millones y miles de millones de esos actos de intercambio, se equiparan constantemente todo género de valores de uso, aun los más diversos y menos equiparables entre sí. ¿Qué es lo que tienen de común esos diversos objetos, que constantemente son equiparados entre sí en determinado sistema de relaciones sociales? Tienen de común el que todos ellos son productos del trabajo. Al cambiar sus productos, los hombres equiparan los más diversos tipos de trabajo. La producción de mercancías es un sistema de relaciones sociales en que los distintos productores crean diversos productos (división social del trabajo), y todos estos productos se equiparan entre sí por medio del cambio. Por lo tanto, lo que todas las mercancías encierran de común no es el trabajo concreto de una determinada rama de producción, no es un trabajo de determinado tipo, sino el trabajo humano abstracto, el trabajo humano en general. Toda la fuerza de trabajo de una sociedad dada, representada por la suma de valores de todas las mercancías, es una y la misma fuerza humana de trabajo; así lo evidencian miles de millones de actos de cambio. Por consiguiente, cada mercancía en particular no representa más que una determinada parte del tiempo de trabajo socialmente necesario. La magnitud del valor se determina por la cantidad de trabajo socialmente necesario o por el tiempo de trabajo socialmente necesario para producir cierta mercancía o cierto valor de uso. "Al equiparar unos con otros, en el cambio, sus diversos productos, lo que hacen los hombres es equiparar entre sí sus diversos trabajos como modalidades del trabajo humano. No lo saben, pero lo hacen." El valor es, como dijo un viejo economista, una relación entre dos personas; pero debió añadir simplemente: relación encubierta por una envoltura material. Sólo partiendo del sistema de relaciones sociales de producción de una formación social históricamente determinada, relaciones que se manifiestan en el fenómeno masivo del cambio, repetido miles de millones de veces, podemos comprender lo que es el valor. "Como valores, las mercancías no son más que cantidades determinadas de tiempo de trabajo coagulado." Después de analizar en detalle el doble carácter del trabajo materializado en las mercancías, Marx pasa al análisis de la forma del valor y del dinero. Con ello se propone, fundamentalmente, investigar el origen de la forma monetaria del valor, estudiar el proceso histórico de desenvolvimiento del cambio, comenzando por las operaciones sueltas y fortuitas de trueque ("forma simple, suelta o fortuita del valor", en que una cantidad de mercancía es cambiada por otra) hasta remontarse a la forma universal del valor, en que mercancías diferentes se cambian por una mercancía concreta, siempre la misma, y llegar a la forma monetaria del valor, en que la función de esta mercancía, o sea, la función de equivalente universal, la desempeña el oro. El dinero, producto supremo del desarrollo del cambio y de la producción de mercancías, disfraza y oculta el carácter social de los trabajos privados, la concatenación social existente entre los diversos productores unidos por el mercado. Marx somete a un análisis extraordinariamente minucioso las diversas funciones del dinero, debiendo advertirse, pues tiene gran importancia, que en este caso (como, en general, en todos los primeros capítulos de El Capital) la forma abstracta de la exposición, que a veces parece puramente deductiva, recoge en realidad un gigantesco material basado en hechos sobre la historia del desarrollo del cambio y de la producción de mercancías. "El dinero presupone cierto nivel del cambio de mercancías. Las diversas formas del dinero -- simple equivalente de mercancías o medio de circulación, medio de pago, de atesoramiento y dinero mundial -- señalan, según el distinto volumen y predominio relativo de tal o cual función, fases muy distintas del proceso social de producción" (El Capital, I).

La Plusvalía

Al alcanzar la producción de mercancías determinado grado de desarrollo, el dinero se convierte en capital. La fórmula de la circulación de mercancías era: M (mercancía) -- D (dinero) -- M (mercancía), o sea, venta de una mercancía para comprar otra. Por el contrario, la fórmula general del capital es D -- M -- D, o sea, la compra para la venta (con ganancia). Marx llama plusvalía a este incremento del valor primitivo del dinero que se lanza a la circulación. Que el dinero lanzado a la circulación capitalista "crece", es un hecho conocido de todo el mundo. Y precisamente ese "crecimiento" es lo que convierte el dinero en capital, como relación social de producción particular, históricamente determinada. La plusvalía no puede brotar de la circulación de mercancías, pues ésta sólo conoce el intercambio de equivalentes; tampoco puede provenir de un alza de los precios, pues las pérdidas y las ganancias recíprocas de vendedores y compradores se equilibrarían; se trata de un fenómeno masivo, medio, social, y no de un fenómeno individual. Para obtener plusvalía "el poseedor del dinero necesita encontrar en el mercado una mercancía cuyo valor de uso posea la cualidad peculiar de ser fuente de valor", una mercancía cuyo proceso de consumo sea, al mismo tiempo, proceso de creación de valor. Y esta mercancía existe: es la fuerza de trabajo del hombre. Su consumo es trabajo y el trabajo crea valor. El poseedor del dinero compra la fuerza de trabajo por su valor, valor que es determinado, como el de cualquier otra mercancía, por el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción (es decir, por el costo del mantenimiento del obrero y su familia). Una vez que ha comprado la fuerza de trabajo el poseedor del dinero tiene derecho a consumirla, es decir, a obligarla a trabajar durante un día entero, por ejemplo, durante doce horas. En realidad el obrero crea en seis horas (tiempo de trabajo "necesario") un producto con el que cubre los gastos de su mantenimiento; durante las seis horas restantes (tiempo de trabajo "suplementario") crea un "plusproducto" no retribuido por el capitalista, que es la plusvalía. Por consiguiente, desde el punto de vista del proceso de la producción, en el capital hay que distinguir dos partes: capital constante, invertido en medios de producción (máquinas, instrumentos de trabajo, materias primas, etc.) -- y cuyo valor se trasfiere sin cambio de magnitud (de una vez o en partes) a las mercancías producidas --, y capital variable, invertido en fuerza de trabajo. El valor de este capital no permanece invariable, sino que se acrecienta en el proceso del trabajo, al crear la plusvalía. Por lo tanto, para expresar el grado de explotación de la fuerza de trabajo por el capital, tenemos que comparar la plusvalía obtenida, no con el capital global, sino exclusivamente con el capital variable. La cuota de plusvalía, como llama Marx a esta relación, sería, pues, en nuestro ejemplo, de 6:6, es decir, del 100 por ciento.

Las premisas históricas para la aparición del capital son: primera, la acumulación de determinada suma de dinero en manos de ciertas personas, con un nivel de desarrollo relativamente alto de la producción de mercancías en general ¡ segunda, la existencia de obreros "libres" en un doble sentido -- libres de todas las trabas o restricciones impuestas a la venta de la fuerza de trabajo, y libres por carecer de tierra y, en general, de medios de producción --, de obreros desposeídos, de obreros "proletarios" que, para subsistir, no tienen más recursos que la venta de su fuerza de trabajo.

Dos son los modos principales para poder incrementar la plusvalía: mediante la prolongación de la jornada de trabajo ("plusvalía absoluta") y mediante la reducción del tiempo de trabajo necesario ("plusvalía relativa"). Al analizar el primer modo, Marx hace desfilar ante nosotros el grandioso panorama de la lucha de la clase obrera para reducir la jornada de trabajo y de la intervención del poder estatal, primero para prolongarla (en el período que media entre los siglos XIV y XVII) y después para reducirla (legislación fabril del siglo XIX). Desde la aparición de El Capital, la historia del movimiento obrero de todos los países civilizados ha aportado miles y miles de nuevos hechos que ilustran este panorama.

Al proceder a su análisis de la producción de plusvalía relativa, Marx investiga las tres etapas históricas fundamenta les de la elevación de la productividad del trabajo por el capitalismo: 1) la cooperación simple; 2) la división del trabajo y la manufactura; 3) la maquinaria y la gran industria. La profundidad con que Marx aquí pone de relieve los rasgos fundamentales y típicos del desarrollo del capitalismo nos demuestra, entre otras cosas, el hecho de que el estudio de la llamada industria de los kustares* en Rusia ha aportado un abundantísimo material para ilustrar las dos primeras etapas de las tres mencionadas. En cuanto a la acción revolucionaria de la gran industria maquinizada, descrita por Marx en 1867, durante el medio siglo trascurrido desde entonces ha venido a revelarse en toda una serie de países "nuevos" (Rusia, Japón, etc.).

Prosigamos. Importantísimo y nuevo es el análisis de Marx de la acumulación del capital, es decir, de la trasformación de una parte de la plusvalía en capital, y de su empleo, no para satisfacer las necesidades personales o los caprichos del capitalista, sino para renovar la producción. Marx hace ver el error de toda la economía política clásica anterior (desde Adam Smith) al suponer que toda la plusvalía que se convertía en capital pasaba a formar parte del capital variable, cuando en realidad se descompone en medios de producción más capital variable. En el proceso de desarrollo del capitalismo y de su trasformación en socialismo tiene una inmensa importancia el que la parte del capital constante (en la suma total del capital) se incremente con mayor rapidez que la parte del capital variable.

Al acelerar el desplazamiento de los obreros por la maquinaria, produciendo riqueza en un polo y miseria en el polo opuesto, la acumulación del capital crea también el llamado "ejército industrial de reserva", el "sobrante relativo" de obreros o "superpoblación capitalista", que reviste formas extraordinariamente diversas y permite al capital ampliar la producción con singular rapidez. Esta posibilidad, relacionada con el crédito y la acumulación de capital en medios de producción, nos proporciona, entre otras cosas, la clave para comprender las crisis de superproducción, que estallan periódicamente en los países capitalistas, primero cada diez años, término medio, y luego con intervalos mayores y menos precisos. De la acumulación del capital sobre la base del capitalismo hay que distinguir la llamada acumulación primitiva, que se lleva a cabo mediante la separación violenta del trabajador de los medios de producción, expulsión del campesino de su tierra, robo de los terrenos comunales, sistema colonial, sistema de la deuda pública, tarifas aduaneras proteccionistas, etc. La "acumulación primitiva" crea en un polo al proletario "libre" y en el otro al poseedor del dinero, el capitalista.

Marx caracteriza la "tendencia histórica de la acumulación capitalista" con las famosas palabras siguientes: "La expropiación del productor directo se lleva a cabo con el más despiadado vandalismo y bajo el acicate de las pasiones más infames, más sucias, más mezquinas y más desenfrenadas. La propiedad privada, fruto del propio trabajo [del campesino y del artesano], y basada, por decirlo así, en la compenetración del obrero individual e independiente con sus instrumentos y medios de trabajo, es desplazada por la propiedad privada capitalista, basada en la explotación de la fuerza de trabajo ajena, aunque formalmente libre [. . .]. Ahora ya no se trata de expropiar al trabajador dueño de una economía independiente, sino de expropiar al capitalista explotador de numerosos obreros. Esta expropiación la lleva a cabo el juego de las leyes inmanentes de la propia producción capitalista, la centralización de los capitales. Un capitalista derrota a otros muchos. Paralelamente con esta centralización del capital o expropiación de muchos capitalistas por unos pocos, se desarrolla en una escala cada vez mayor la forma cooperativa del proceso de trabajo, la aplicación técnica consciente de la ciencia, la explotación planificada de la tierra, la trasformación de los medios de trabajo en medios de trabajo utilizables sólo colectivamente, la economía de todos los medios de producción al ser empleados como medios de producción de un trabajo combinado, social, la absorción de todos los países por la red del mercado mundial y, como consecuencia de esto, el carácter internacional del régimen capitalista. Conforme disminuye progresivamente el número de magnates capitalistas que usurpan y monopolizan todos los beneficios de este proceso de trasformación, crece la masa de la miseria, de la opresión, del esclavizamiento, de la degeneración, de la explotación; pero crece también la rebeldía de la clase obrera, que es aleccionada, unificada y organizada por el mecanismo del propio proceso capitalista de producción El monopolio del capital se convierte en grillete del modo de producción que ha crecido con él y bajo él. La centralización de los medios de producción y la socialización del trabajo llegan a un punto en que son ya incompatibles con su envoltura capitalista. Esta envoltura estalla. Suena la hora de la propiedad privada capitalista. Los expropiadores son expropiados" (EI Capital, t. I).

También es sumamente importante y nuevo el análisis que hace Marx más adelante de la reproducción del capital social, considerado en su conjunto, en el tomo II de El Capital. Tampoco en este caso toma Marx un fenómeno individual, sino de masas; no toma una parte fragmentaria de la economía de la sociedad, sino toda la economía en su conjunto. Rectificando el error en que incurren los economistas clásicos antes mencionados, Marx divide toda la producción social en dos grandes secciones: 1) producción de medios de producción y 2) producción de artículos de consumo. Y, apoyándose en cifras, analiza minuciosamente la circulación del capital social en su conjunto, tanto en la reproducción de envergadura anterior como en la acumulación. En el tomo III de El Capital se resuelve, sobre la base de la ley del valor, el problema de la formación de la cuota media de ganancia. Constituye un gran progreso en la ciencia económica el que Marx parta siempre, en sus análisis, de los fenómenos económicos generales, del conjunto de la economía social, y no de casos aislados o de las manifestaciones superficiales de la competencia, que es a lo que suele limitarse la economía política vulgar o la moderna "teoría de la utilidad límite". Marx analiza primero el origen de la plusvalía y luego pasa a ver su descomposición en ganancia, interés y renta del suelo. La ganancia es la relación de la plusvalía con todo el capital invertido en una empresa. El capital de "alta composición orgánica" (es decir, aquel en el cual el capital constante predomina sobre el variable en proporciones superiores a la media social) arroja una cuota de ganancia inferior a la cuota media. El capital de "baja composición orgánica" da, por el contrario, una cuota de ganancia superior a la media. La competencia entre los capitales, su libre paso de unas ramas de producción a otras, reducen en ambos casos la cuota de ganancia a la cuota media. La suma de los valores de todas las mercancías de una sociedad dada coincide con la suma de precios de estas mercancías; pero en las distintas empresas y en las diversas ramas de producción las mercancías, bajo la presión de la competencia, no se venden por su valor, sino por el precio de producción, que equivale al capital invertido más la ganancia media.

Así, pues, un hecho conocido de todos, e indiscutible, es decir, el hecho de que los precios difieren de los valores y de que las ganancias se nivelan, lo explica Marx perfectamente partiendo de la ley del valor, pues la suma de los valores de todas las mercancías coincide con la suma de sus precios. Sin embargo, la reducción del valor (social) a los precios (individuales) no es una operación simple y directa, sino que sigue una vía indirecta y muy complicada: es perfectamente natural que en una sociedad de productores de mercancías dispersos, vinculados sólo por el mercado, las leyes que rigen esa sociedad no puedan manifestarse más que como leyes medias, sociales, generales, con una compensación mutua de las desviaciones individuales manifestadas en uno u otro sentido.

La elevación de la productividad del trabajo significa un incremento más rápido del capital constante en comparación con el variable. Pero como la creación de plusvalía es función privativa de éste, se comprende que la cuota de ganancia (o sea, la relación que guarda la plusvalía con todo el capital, y no sólo con su parte variable) acuse una tendencia a la baja. Marx analiza minuciosamente esta tendencia, así como las diversas circunstancias que la ocultan o contrarrestan. Sin detenernos a exponer los capítulos extraordinariamente interesantes del tomo III, que estudian el capítulo usurario, comercial y financiero, pasaremos a lo esencial, a la teoría de la renta del suelo. Debido a la limitación de la superficie de la tierra, que en los países capitalistas es ocupada enteramente por los propietarios particulares, el precio de producción de los productos agrícolas no lo determinan los gastos de producción en los terrenos de calidad media, sino en los de calidad inferior; no lo determinan las condiciones medias en que el producto se lleva al mercado, sino las condiciones peores. La diferencia existente entre este precio y el de producción en las tierras mejores (o en condiciones más favorables de producción) da lugar a una diferencia o renta diferencial. Marx analiza detenidamente la renta diferencial y de muestra que brota de la diferente fertilidad del suelo, de la diferencia de los capitales invertidos en el cultivo de las tierras, poniendo totalmente al descubierto (véase también la Teoría de la plusvalía, donde merece una atención especial la crítica que hace a Rodbertus) el error de Ricardo, según el cual la renta diferencial sólo se obtiene con el paso sucesivo de las tierras mejores a las peores. Por el contrario, se dan también casos inversos: tierras de una clase determinada se trasforman en tierras de otra clase (gracias a los progresos de la técnica agrícola, a la expansión de las ciudades, etc.), por lo que la tristemente célebre "ley del rendimiento decreciente del suelo" es profundamente errónea y representa un intento de cargar sobre la naturaleza los defectos, las limitaciones y contradicciones del capitalismo. Además, la igualdad de ganancias en todas las ramas de la industria y de la economía nacional presupone la plena libertad de competencia, la libertad de trasferir los capitales de una rama de producción a otra. Pero la propiedad privada sobre el suelo crea un monopolio, que es un obstáculo para la libre trasferencia. En virtud de ese monopolio, los productos de la economía agrícola, que se distingue por una baja composición del capital y, en consecuencia, por una cuota de ganancia individual más alta, no entran en el proceso totalmente libre de nivelación de las cuotas de ganancia. El propietario de la tierra, como monopolista, puede mantener sus precios por encima del nivel medio, y este precio de monopolio origina la renta absoluta. La renta diferencial no puede ser abolida mientras exista el capitalismo; en cambio, la renta absoluta puede serlo; por ejemplo, cuando se nacionaliza la tierra, convirtiéndola en propiedad del Estado. Este paso significaría el socavamiento del monopolio de los propietarios privados, así como una aplicación más consecuente y plena de la libre competencia en la agricultura. Por eso los burgueses radicales, advierte Marx, han presentado repetidas veces a lo largo de la historia esta reivindicación burguesa progresista de la nacionalización de la tierra, que asusta, sin embargo, a la mayoría de los burgueses, pues "afecta" demasiado de cerca a otro monopolio mucho más importante y "sensible" en nuestros días: el monopolio de los medios de producción en general. (El propio Marx expone en un lenguaje muy popular, conciso y claro su teoría de la ganancia media sobre el capital y de la renta absoluta del suelo, en la carta que dirige a Engels el 2 de agosto de 1862. Véase Correspondencia, t. III, págs. 77-81, y también en las págs. 86-87, la carta del 9 de agosto de 1862.) Para la historia de la renta del suelo resulta importante señalar el análisis en que Marx demuestra cómo la trasformación de la renta en trabajo (cuando el campesino crea el plusproducto trabajando en la hacienda del terrateniente) en renta natural o renta en especie (cuando el campesino crea el plusproducto en su propia tierra, entregándolo luego al terrateniente bajo una "coerción extraeconómica"), después en renta en dinero (que es la misma renta en especie, sólo que convertida en dinero, el obrok, censo de la antigua Rusia, en virtud del desarrollo de la producción de mercancías) y finalmente, en la renta capitalista, cuando en lugar del campesino es el patrono quien cultiva la tierra con ayuda del trabajo asalariado. En relación con este análisis de la "génesis de la renta capitalista del suelo", hay que señalar una serie de profundas ideas (que tienen una importancia especial para los países atrasados, como Rusia) expuestas por Marx acerca de la evolución del capitalismo en la agricultura. "La trasformación de la renta natural en renta en dinero va, además, no sólo necesariamente acompaña da, sino incluso anticipada por la formación de una clase de jornaleros desposeídos, que se contratan por dinero. Durante el período de nacimiento de dicha clase, en que ésta sólo aparece en forma esporádica, va desarrollándose, por lo tanto, necesariamente, en los campesinos mejor situados y sujetos a obrok, la costumbre de explotar por su cuenta a jornaleros agrícolas, del mismo modo que ya en la época feudal los campesinos más acomodados sujetos a vasallaje tenían a su servicio a otros vasallos. Esto va permitiéndoles acumular poco a poco cierta fortuna y convertirse en futuros capitalistas. De este modo va formándose entre los antiguos poseedores de la tierra que la trabajaban por su cuenta, un semillero de arrendatarios capitalistas, cuyo desarrollo se halla condicionado por el desarrollo general de la producción capitalista fuera del campo. . ." (El Capital, t. III2a, 332). "La expropiación, el desahucio de una parte de la población rural no sólo 'libera' para el capital industrial a los obreros, sus medios de vida y sus materiales de trabajo, sino que además crea el mercado interior." (El Capital, t. I2a, pág. 778). La depauperación y la ruina de la población del campo influyen, a su vez, en la formación del ejército industrial de reserva para el capital. En todo país capitalista "una parte de la población rural se encuentra constantemente en trance de transformarse en población urbana o manufacturera [es decir, no agrícola]. Esta fuente de superpoblación relativa flota constantemente [. . .]. El obrero agrícola se ve constantemente reducido al salario mínimo y vive siempre con un pie en el pantano del pauperismo" (El Capital, I2a, 668). La propiedad privada del campesino sobre la tierra que cultiva es la base de la pequeña producción y la condición para que ésta florezca y adquiera una forma clásica. Pero esa pequeña producción sólo es compatible con los límites estrechos y primitivos de la producción y de la sociedad. Bajo el capitalismo "la explotación de los campesinos se distingue de la explotación del proletariado industrial sólo por la forma. El explotador es el mismo: el capital. Individualmente, los capitalistas explotan a los campesinos individuales por medio de la hipoteca y de la usura; la clase capitalista explota a la clase campesina por medio de los impuestos del Estado" (Las luchas de clases en Francia). "La parcela del campesino sólo es ya el pretexto que permite al capitalista extraer de la tierra ganancias, intereses y renta, dejando al agricultor que se las arregle para sacar como pueda su salario." (El Dieciocho Brumario.) Habitualmente, el campesino entrega incluso a la sociedad capitalista, es decir, a la clase capitalista, una parte de su salario, descendiendo "al nivel del arrendatario irlandés, aunque en apariencia es un propietario privado" (Las luchas de clases en Francia). ¿Cuál es "una de las causas por las que en países en que predomina la propiedad parcelaria, el trigo se cotice a precio más bajo que en los países en que impera el régimen capitalista de producción"? (El Capital, t. III2a, 340). La causa es que el campesino entrega gratuitamente a la sociedad (es decir, a la clase capitalista) una parte del plusproducto. "Estos bajos precios [del trigo y los demás productos agrícolas] son, pues, un resultado de la pobreza de los productores y no, ni mucho menos, consecuencia de la productividad de su trabajo" (El Capital, t. III2a, 340). Bajo el capitalismo, la pequeña propiedad agraria, forma normal de la pequeña producción, degenera, se destruye y desaparece. "La pequeña propiedad agraria, por su propia naturaleza, es incompatible con el desarrollo de las fuerzas productivas sociales del trabajo, con las formas sociales del trabajo, con la concentración social de los capitales, con la ganadería en gran escala y con la utilización progresiva de la ciencia. La usura y el sistema de impuestos la conducen, inevitablemente, por doquier, a la ruina. El capital invertido en la compra de la tierra es sustraído al cultivo de ésta. Dispersión infinita de los medios de producción y diseminación de los productores mismos. [Las cooperativas, es decir, las asociaciones de pequeños campesinos, cumplen un extraordinario papel progresista desde el punto de vista burgués, pero sólo pueden conseguir atenuar esta tendencia, sin llegar a suprimirla; además, no se debe olvidar que estas cooperativas dan mucho a los campesinos acomodados y muy poco o casi nada a la masa de campesinos pobres, ni debe olvidarse tampoco que las propias asociaciones terminan por explotar el trabajo asalariado.] Inmenso derroche de energía humana; empeoramiento progresivo de las condiciones de producción y encarecimiento de los medios de producción: tal es la ley de la [pequeña] propiedad parcelaria." En la agricultura, lo mismo que en la industria, el capitalismo sólo trasforma el proceso de producción a costa del "martirologio de los productores". "La dispersión de los obreros del campo en grandes superficies quebranta su fuerza de resistencia, al paso que la concentración robustece la fuerza de resistencia de los obreros de la ciudad. Al igual que en la industria moderna, en la moderna agricultura, es decir en la capitalista, la intensificación de la fuerza productiva y la más rápida movilización del trabajo se consiguen a costa de devastar y agotar la fuerza obrera de trabajo. Además, todos los progresos realizados por la agricultura capitalista no son solamente progresos en el arte de esquilmar al obrero, sino también en el arte de esquilmar la tierra [. . .]. Por lo tanto, la producción capitalista sólo sabe desarrollar la técnica y la combinación del proceso social de producción, minando al mismo tiempo las dos fuentes originales de toda riqueza: la tierra y el hombre". (EI Capital, t. I, final del capítulo XIII)

El socialismo

Por lo expuesto, se ve que Marx llega a la conclusión de que es inevitable la trasformación de la sociedad capitalista en socialista basándose única y exclusivamente en la ley económica del movimiento de la sociedad moderna. La socialización del trabajo, que avanza cada vez con mayor rapidez bajo miles de formas, y que durante el medio siglo trascurrido desde la muerte de Marx se manifiesta en forma muy palpable en el incremento de la gran producción, de los cártels, los sindicatos y los trusts capitalistas, y en el gigantesco crecimiento del volumen y el poderío del capital financiero, es la base material más importante del advenimiento inevitable del socialismo. El motor intelectual y moral de esta trasformación, su agente físico, es el proletariado, educado por el propio capitalismo. Su lucha contra la burguesía, que se manifiesta en las formas más diversas, y cada vez más ricas en contenido, se convierte inevitablemente en lucha política por la conquista de su propio poder político (la "dictadura del proletariado"). La socialización de la producción no puede dejar de conducir a la trasformación de los medios de producción en propiedad social, es decir, a la "expropiación de los expropiadores". La enorme elevación de la productividad del trabajo, la reducción de la jornada de trabajo y la sustitución de los vestigios, de las ruinas de la pequeña producción, primitiva y desperdigada, por el trabajo colectivo perfeccionado: tales son las consecuencias directas de esa trasformación. El capitalismo rompe de modo definitivo los vínculos de la agricultura con la industria pero a la vez, al llegar a la culminación de su desarrollo, prepara nuevos elementos para restablecer esos vínculos, la unión de la industria con la agricultura, sobre la base de la aplicación consciente de la ciencia, de la combinación del trabajo colectivo y de un nuevo reparto de la población (acabando con el abandono del campo, con su aislamiento del mundo y con el atraso de la población rural, como también con la aglomeración antinatural de gigantescas masas humanas en las grandes ciudades). Las formas superiores del capitalismo actual preparan nuevas relaciones familiares, nuevas condiciones para la mujer y para la educación de las nuevas generaciones: el trabajo de las mujeres y de los niños, y la disolución de la familia patriarcal por el capitalismo, asumen inevitablemente en la sociedad moderna las formas más espantosas, miserables y repulsivas. No obstante, "la gran industria, al asignar a la mujer al joven y al niño de ambos sexos un papel decisivo en los procesos socialmente organizados de la producción, arrancándolos con ello a la órbita doméstica, crea las nuevas bases económicas para una forma superior de familia y de relaciones entre ambos sexos. Tan necio es, naturalmente, considerar absoluta la forma cristiano-germánica de la familia, como lo sería atribuir ese carácter a la forma romana antigua, a la antigua forma griega o a la forma oriental, entre las cuales media, por lo demás, un lazo de continuidad histórica. Y no es menos evidente que la existencia de un personal obrero combinado, en el que entran individuos de ambos sexos y de las más diversas edades, aunque hoy, en su forma capitalista primitiva y brutal, en que el obrero existe para el proceso de producción y no éste para el obrero, sea fuente apestosa de corrupción y esclavitud, bajo las condiciones que corresponden a este régimen necesariamente se trocará en fuente de evolución humana" (El Capital, t. I, final del cap. XIII). Del sistema fabril brota "el germen de la educación del porvenir en la que se combinará para todos los niños a partir de cierta edad el trabajo productivo con la enseñanza y la gimnasia, no sólo como método para intensificar la producción social, sino también como el único método que permite producir hombres plenamente desarrollados" (Loc. cit.). Sobre esa misma base histórica plantea el socialismo de Marx los problemas de la nacionalidad y del Estado, no limitándose a una explicación del pasado, sino previendo audazmente el porvenir y en el sentido de una intrépida actuación práctica encaminada a su realización. Los estados nacionales son el fruto inevitable y, además, una forma inevitable de la época burguesa de desarrollo de la sociedad. Y la clase obrera no podía fortalecerse, alcanzar su madurez y formarse, sin "organizarse en el marco de la nación", sin ser "nacional" ("aunque de ningún modo en el sentido burgués"). Pero el desarrollo del capitalismo va destruyendo cada vez más las barreras nacionales, pone fin al aislamiento nacional y sustituye los antagonismos nacionales por los antagonismos de clase. Por eso es una verdad innegable que en los países capitalistas adelantados "los obreros no tienen patria" y que la "conjunción de los esfuerzos" de los obreros, al menos de los países civilizados, "es una de las primeras condiciones de la emancipación del proletariado" (Manifiesto Comunista). El Estado, es decir, la violencia organizada, surgió inevitablemente en determinada fase del desarrollo social, cuando la sociedad se dividió en clases antagónicas y su existencia se hubiera hecho imposible sin un "poder" situado, aparentemente, por encima de la sociedad y hasta cierto punto separado de ella. El Estado, fruto de los antagonismos de la clase, se convierte en "el Estado de la clase más poderosa, de la clase económicamente dominante, que, con ayuda de él, se convierte también en la clase políticamente dominante, adquiriendo con ello nuevos medios para la represión y la explotación de la clase oprimida. Así, el Estado de la antigüedad era, ante todo, el Estado de los esclavistas, para tener sometidos a los esclavos; el Estado feudal era el órgano de que se valía la nobleza para tener sujetos a los campesinos siervos, y el moderno Estado representativo es el instrumento de que se sirve el capital para explotar el trabajo asalariado" (Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, obra en la que el autor expone sus propias ideas y las de Marx). Incluso la forma más libre y progresista del Estado burgués, la república democrática, no suprime de ningún modo este hecho; lo único que hace es variar su forma (vínculos del gobierno con la Bolsa, corrupción -- directa o indirecta -- de los funcionarios y de la prensa, etc.). El socialismo, que conduce a la abolición de las clases, conduce con ello a la supresión del Estado. "El primer acto -- escribe Engels en su Anti-Dühring -- en que el Estado se manifiesta efectivamente como representante de la sociedad, la expropiación de los medios de producción en nombre de la sociedad, es a la par su último acto independiente como Estado. La intervención del poder del Estado en las relaciones sociales se hará superflua en un campo tras otro de la vida social y cesará por sí misma. El gobierno sobre las personas será sustituido por la administración de las cosas y por la dirección de los procesos de producción. El Estado no será 'abolido'i se extinguirá." "La sociedad, reorganizando de un modo nuevo la producción sobre la base de una asociación libre de productores iguales, enviará toda la máquina del Estado al iugar que entonces le ha de corresponder: al museo de antigüedades, junto a la rueca y al hacha de bronce" (F. Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado.)

Por último, en relación con el problema de la actitud del socialismo de Marx hacia los pequeños campesinos, que seguirán existiendo en la época de la expropiación de los expropiadores, debemos señalar unas palabras de Engels, que expresan a su vez las ideas de Marx: "Cuando tengamos en nuestras manos el poder estatal, no podremos pensar en expropiar violentamente a los pequeños campesinos (con indemnización o sin ella) como habrá que hacerlo con los grandes terratenientes. Con respecto a los pequeños campesinos, nuestra misión consistirá, ante todo, en encauzar su producción individual y su propiedad privada hacia un régimen cooperativo, no de un modo violento, sino mediante el ejemplo y ofreciéndoles la ayuda social para este fin. Y entonces es indudable que nos sobrarán medios para hacer ver al campesino todas las ventajas que le dará semejante paso, ventajas que le deben ser explicadas desde ahora"[7] (Engels, El problema agrario en Occidente, ed. de Alexéieva, pág. 17; la trad. rusa contiene errores. Véase el original en Neue Zeit ).

La táctica de la lucha de clases del proletariado

Después de esclarecer, ya en los años 1844-1845, uno de los defectos fundamentales del antiguo materialismo, que consiste en no comprender las condiciones de la actividad revolucionaria práctica, ni apreciar su importancia, Marx consagra, a lo largo de su vida, una intensa atención, a la vez que a los trabajos teóricos, a los problemas tácticos de la lucha de clase del proletariado Todas las obras de Marx, y en particular los cuatro volúmenes de su correspondencia con Engels, publicados en 1913, nos ofrecen a este respecto una documentación copiosísima. Estos documentos distan mucho de estar debidamente recopilados, sistematizados, estudiados y analizados. Por eso tendremos que limitarnos aquí exclusivamente a algunas observaciones muy generales y breves, subrayando que el materialismo, despojado de e s t e aspecto, era justamente para Marx un materialismo a medias, unilateral, sin vida. Marx trazó el objetivo fundamental de la táctica del proletariado en rigurosa consonancia con todas las premisas de su concepción materialista dialéctica del mundo. Sólo considerando en forma objetiva el conjunto de las relaciones mutuas de todas las clases, sin excepción, de una sociedad dada, y teniendo en cuenta, por lo tanto, el grado objetivo de desarrollo de esta sociedad y sus relaciones mutuas y con otras sociedades, podemos disponer de una base que nos permita trazar certeramente la táctica de la clase de vanguardia. A este respecto, todas las clases y todos los países se examinan de un modo dinámico, no estático; es decir, no como algo inmóvil, sino en movimiento (movimiento cuyas leyes emanan de las condiciones económicas de vida de cada clase). A su vez, el movimiento se estudia, no sólo desde el punto de vista del pasado, sino también del porvenir, y, además, no con el criterio vulgar de los "evolucionistas", que sólo ven los cambios lentos, sino dialécticamente: "En desarrollos de tal magnitud, veinte años son más que un día -- escribía Marx a Engels --, aun cuando en el futuro puedan venir días en que estén corporizados veinte años". (Correspondencia, t. III, pág. 127)[8] La táctica del proletariado debe tener presente, en cada grado de desarrollo, en cada momento, esta dialéctica objetivamente inevitable de la historia humana; por una parte, aprovechando las épocas de estancamiento político o de desarrollo a paso de tortuga -- la llamada evolución "pacífica" -- para elevar la conciencia, la fuerza y la capacidad combativa de la clase avanzada, y por otra parte, encauzando toda esta labor de aprovechamiento hacia el "objetivo final" del movimiento de dicha clase capacitándola para resolver prácticamente las grandes tareas de los grandes días "en que estén corporizados veinte años". Sobre esta cuestión hay dos apreciaciones de Marx que tienen gran importancia: una, de la Miseria de la filosofía, se refiere a la lucha económica y a las organizaciones económicas del proletariado; la otra es del Manifiesto Comunista y se refiere a sus tareas políticas. La primera dice así: "La gran industria concentra en un solo lugar una multitud de personas que se desconocen entre sí. La competencia divide sus intereses. Pero la defensa de su salario, es decir, este interés común frente a su patrono, los une en una idea común de resistencia, de coalición [. . .]. Las coaliciones, al principio aisladas, forman grupos y la defensa de sus asociaciones frente al capital, siempre unido, acaba siendo para los obreros más necesaria que la defensa de sus salarios [. . .]. En esta lucha, que es una verdadera guerra civil, se van aglutinando y desarrollando todos los elementos para la batalla futura. Al llegar a este punto, la coalición adquiere un carácter político". He aquí, ante nosotros, el programa y la táctica de la lucha económica y del movimiento sindical para varios decenios, para toda la larga época durante la cual el proletariado prepara sus fuerzas "para la batalla futura". Compárese esto con los numerosos ejemplos que Marx y Engels sacan del movimiento obrero inglés, de cómo la "prosperidad" industrial da lugar a intentos de "comprar al proletariado" (Correspondencia con Engels, t. I, pág. 136)[9] y de apartarlo de la lucha ¡ de cómo esta prosperidad en general "desmoraliza a los obreros" (II, 218); de cómo "se aburguesa" el proletariado inglés y de cómo "la más burguesa de las naciones [Inglaterra], aparentemente tiende a poseer una aristocracia burguesa y un proletariado burgués, además de una burguesía" (II, 290)[10]; de cómo desaparece la "energía revolucionaria" del proletariado inglés (III, 124); de cómo habrá que esperar más o menos tiempo hasta que "los obreros ingleses se libren de su aparente contaminación burguesa" (III, 127); de cómo al movimiento obrero inglés le falta "el ardor de los cartistas [11]" (1866; III, 305)[12]; de cómo los líderes de los obreros ingleses forman un tipo medio entre burgués radical y obrero" (caracterización que se refiere a Holyoake, IV, 209); de cómo, en virtud de la posición monopolista de Inglaterra y mientras subsista este monopolio, "no hay nada que hacer con el obrero inglés" (IV, 433)[13]. La táctica de la lucha económica en relación con la marcha general (y con el desenlace) del movimiento obrero se examina aquí desde un punto de vista admirablemente amplio, universal, dialéctico y verdaderamente revolucionario.

El Manifiesto Comunista establece la siguiente tesis fundamental del marxismo sobre la táctica de la lucha política: "Los comunistas luchan por alcanzar los objetivos e intereses inmediatos de la clase obrera; pero al mismo tiempo defienden también, dentro del movimiento actual, el porvenir de este movimiento". Por eso Marx apoyó en 1848, en Polonia, al partido de la "revolución agraria", es decir, al "partido que hizo en 1846 la insurrección de Cracovia" En Alemania, Marx apoyó en 1843-1849 a la democracia revolucionaria extrema, sin que jamás tuviera que retractarse de lo que entonces dijo en materia de táctica. La burguesía alemana era para él un elemento "inclinado desde el primer instante a traicionar al pueblo [sólo la alianza con los campesinos hubiera permitido a la burguesía alcanzar plenamente sus objetivos] y a llegar a un compromiso con los representantes coronados de la vieja sociedad". He aquí el análisis final hecho por Marx acerca de la posición de clase de la burguesía alemana en la época de la revolución democrático-burguesa. Este análisis es, entre otras cosas, un modelo de materialismo que enfoca a la sociedad en movimiento y, por cierto, no sólo desde el lado del movimiento que mira hacia atrás : ". . . sin fe en sí misma y sin fe en el pueblo; gruñendo contra los de arriba y temblando ante los de abajo; [. . .] empavorecida ante la tempestad mundial; [. . .] sin energía en ningún sentido y plagiando en todos; [. . .] sin iniciativa; [. . .] un viejo maldito que está condenado a dirigir y a desviar, en su propio interés senil, los primeros impulsos juveniles de un pueblo robusto [. . .]" (Nueva Gaceta del Rin, 1848; véase La herencia literaria, t. III, pág. 212)[14]. Unos veinte años después, en carta dirigida a Engels (III, 224), decía Marx que la causa del fracaso de la revolución de 1848 era que la burguesía había preferido la paz con esclavitud a la simple perspectiva de una lucha por la libertad. Al cerrarse el período de la revolución de 1848-1849, Marx se alzó contra los que se empeñaban en seguir jugando a la revolución (lucha contra Schapper y Willich), sosteniendo la necesidad de saber trabajar en la época nueva, en la fase de la preparación, aparentemente "pacífica", de nuevas revoluciones. En el siguiente pasaje, en el que enjuicia la situación alemana en los tiempos de la más negra reacción, en 1856; se muestra en qué sentido pedía Marx que se encauzara esta labor: "Todo el asunto dependerá en Alemania de la posibilidad de cubrir la retaguardia de la revolución proletaria mediante una segunda edición de la guerra campesina" (Correspondencia con Engels, t. II, pág. 108)[15]. Mientras en Alemania no se llevó a término la revolución democrática (burguesa), Marx concentró toda su atención, en lo referente a la táctica del proletariado socialista, en impulsar la energía democrática de los campesinos. Opinaba que la actitud de Lassalle era, "objetivamente, una traición al movimiento obrero en beneficio de Prusia" (III, 210), entre otras cosas porque se mostraba demasiado indulgente con los terratenientes y el nacionalismo prusiano. "En un país agrario -- escribía Engels en 1865, en un cambio de impresiones con Marx a propósito de una proyectada declaración conjunta a la prensa -- es una vileza alzarse únicamente contra la burguesía en nombre del proletariado industrial, olvidando por completo la patriarcal 'explotación a palos' de los obreros agrícolas por parte de la nobleza feudal" (t. III, 217)[16]. En el período de 1864 a 1870, cuando tocaba a su fin la época en que culminó la revolución democrático-burguesa de Alemania, la época en que las clases explotadoras de Prusia y Austria luchaban en torno a los medios para llevar a término esta revolución desde arriba, Marx no sólo condenó la conducta de Lassalle por sus coqueterías con Bismarck, sino que llamó al orden a Liebknecht, que se había dejado ganar por la "austrofilia" y defendía el particularismo. Marx exigía una táctica revolucionaria que combatiese implacablemente tanto a Bismarck como a los austrófilos, una táctica que no se acomodara al "vencedor", al junker prusiano, sino que reanudase inmediatamente la lucha revolucionaria contra él, incluso en la situación creada por las victorias militares de Prusia (Correspondencia con Engels, III, 134, 136, 147, 179, 204, 210, 215, 418, 437, 440-441)[17]. En el famoso llamamiento de la Internacional del 9 de septiembre de 1870, Marx prevenía al proletariado francés contra un alzamiento prematuro; no obstante, cuando éste se produjo, a pesar de todo, en 1871, acogió con entusiasmo la iniciativa revolucionaria de las masas que "tomaban el cielo por asalto" (carta de Marx a Kugelmann). En esta situación, como en muchas otras, la derrota de la acción revolucionaria representaba, desde el punto de vista del materialismo dialéctico que sustentaba Marx, un mal menor en la marcha general y en el desenlace de la lucha proletaria, en comparación con lo que hubiera representado el abandono de las posiciones ya conquistadas, es decir, la capitulación sin lucha. Esta capitulación habría desmoralizado al proletariado y mermado su combatividad. Marx, que apreciaba en todo su valor el empleo de los medios legales de lucha en los períodos de estancamiento político y de dominio de la legalidad burguesa, condenó severamente, en los años de 1877-1878, después de promulgarse la ley de excepción contra los socialistas, las "frases revolucionarias" de Most; pero combatió con no menos energía, tal vez con más vigor, el oportunismo que por entonces se había adueñado temporalmente del partido socialdemócrata oficial, que no había sabido dar pruebas inmediatas de firmeza, decisión, espíritu revolucionario y disposición a pasar a la lucha ilegal en respuesta a la ley de excepción (Cartas de Marx a Engels, IV, 397, 404, 418, 422 y 424.[18] Véanse también las cartas a Sorge).  

En julio de este año se cumple el 100 aniversario de Ted Grant, un revolucionario comunista convencido que defendió y continuó las ideas de Marx, Engels, Lenin y Trotsky. En momentos como el actual, en los cuales el capitalismo se encuentra en una de sus peores crisis, es necesario retomar y estudiar las ideas del marxismo para armarnos de herramientas que nos permitan asestar el golpe final a un sistema decadente y dar paso a una nueva sociedad, un sociedad superior, el socialismo.

Desde la Corriente Marxista Revolucionaria y la Fundación Federico Engels, esta última la editorial que publicó la totalidad de sus obras, publicamos esta pequeña biografía en homenaje al gran revolucionario e invitamos a todos los jóvenes y trabajadores de izquierda a leer su obra, disponible en las librerías de la Fundación Federico Engels, y a integrarse a la lucha por una sociedad más justa, una sociedad socialista.

Link:http://www.youtube.com/watch?v=06XG9LraG5c&feature=youtu.be

Este 1 de Mayo en la ciudad de Puebla la Fundación Federico Engels y los compañeros del Periódico Marxista Militante fueron agredidos políticamente por el ayuntamiento de la ciudad de puebla. A nuestros compañeros les fueron confiscados todos los materiales (libros, periódicos, volantes, etc) que se serían usados para difundir en la tradicional movilización que se realizaría en esa ciudad.

El gobierno panista local ha actuado conforme a sus principios políticos atacando al movimiento obrero y en esta ocasión en particular a nuestra organización. Por ello hemos respondido con una campaña de agitación logrando la solidaridad de cientos de compañeros y organizaciones. El mensaje para el gobierno local es muy claro: los trabajadores no aceptamos la lógica represiva.

Publicamos una parte de las firmas que de apoyo que hemos recibido y que ya reenviamos al gobierno panista de la ciudad.

Te invitamos a que firmes la resolución y nos apoyes en esta lucha contra el gobierno de derechas panista de la ciudad de Puebla. 

 

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