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Teoría/Documentos

Cuando en diciembre del 1999 estallaron los disturbios en Ecuador que llevaron a la caída del gobierno establecido y a la formación, aunque de modo muy efímero, de una autoridad tripartita que representaba la unidad de trabajadores, solados y campesinos, quedo claro que la ola revolucionaria que se había expresado inicialmente en Venezuela con la elección de Hugo Chávez el año anterior estaba en plena expansión. Luego de ello, acontecimientos convulsivos se han expresado en prácticamente todo los países latinoamericanos y en ellos hay algunos elementos que son similares: 1.- La crisis del capitalismo global permite cada vez menos margen de acción para las capas gobernantes y menos tolerancia para las masas explotadas. 2.- La vieja casta de partidos burgueses tradicionales ha caído en desgracia generalizada. 3.- Hemos contemplado un reagrupamiento de fuerzas de izquierda: partidos, organizaciones sindicales, del campo y urbanas de distinta índole. 4.- Los métodos de lucha se han caracterizado por ser fundamentalmente urbanos, en los cuales las movilizaciones de masas y la huelga general han jugado un papel importante sin descartar autenticas rebeliones populares. 5.- El socialismo ha pasado de ser una nostalgia histórica comentada en las universidades y en reducidos círculos de izquierda para convertirse en tema de debate en calles, escuelas, fábricas, y pueblos. 6.- La actitud del imperialismo norteamericano ha sido en todos los casos de hostilidad, y sabotaje. Ha financiado, organizado o apoyado fraudes electorales, campañas de desinformación e incluso intentos de golpe de estado (Venezuela) y maniobras para desestabilizar (Ecuador y Bolivia).

Estrategias para la revolución

Estos tiempos de cambio y participación popular tienen la virtud de proporcionar espacios para un debate en el seno de los activistas del movimiento obrero y social muchísimo más productivo que el que se tenía no hace muchos años. Debemos recordar que con la caída de los países mal llamados socialistas (1989-1992) la región e incluso el mundo sufrió una fuerte sacudida que llevó a muchos antiguos socialistas ha pasarse simplemente al otro bando (Villalobos en El Salvador, Renovación Sandinista en Nicaragua, etc.). Otra vertiente, no muy importante pero con cierta influencia especialmente en pequeños círculos europeos, adoptó conclusiones francamente anarquistas, tal fue el caso de las corrientes que se agruparon en torno al EZLN de México, algunos de los cuales (Hallaway y Tony Negri) llegan al grado de señalar la necesidad de olvidarse del socialismo (Ver los artículos de Gustavo Esteva en La Jornada). En donde adoptando una actitud supuestamente no dogmática, repiten todos los prejuicios de la burguesía en contra del socialismo y de experiencias como la revolución bolchevique. Esta izquierda que podríamos considerar “posmoderna” colapsó absolutamente durante el auge de las luchas de masas en América Latina. Por supuesto las corrientes reformistas de derechas se fortalecieron apoyadas por la confusión y la ofensiva ideológica burguesa. En ese contexto muchos intelectuales comprometidos con los procesos revolucionarios tendieron a buscar salidas a la crisis de la izquierda en estrategias defensivas. Las luchas antiglobalización sólo eran el síntoma de una nueva época pero muchos veían en ellas el futuro, por ello conforme terminaba el siglo proponían formulas confusas como antiglobalización, multitud, resistencia, etc. Sobre esta base muchos concluyeron que no veríamos a pueblos luchando por el socialismo al menos en la coyuntura inmediata. Cuando de pronto estallan las revueltas latinoamericanas de la presente década, quedan ideológicamente incapacitados para apreciar las nuevas cualidades de la situación y no pueden más que tratar de mirar el presente con los ojos de las viejas formulas equivocadas disfrazas para tratar de hacerlas aparecer como novedad. En este rubro tenemos a una capa de intelectuales de origen sobrevivientes de la época soviética, Martha Harnecker y Heinz Dietrich Stefan entre los más conocidos, los cuales, si bien consideran la nueva oleada revolucionaria latinoamericana como autentica, tratan de analizar dicho proceso con una fuerte carga de pesimismo heredada de una incorrecta asimilación de lo que fue el “socialismo” de vertiente estalinista. Dietrich de plano propone evitar “excesos revolucionarios” tales como romper con el capitalismo, atendiendo a consideraciones de carácter táctico en suma propone una nueva versión de la revolución por etapas sólo que de atribuye el nombre de socialismo a lo que tradicionalmente se conocía como revolución democrático- burguesa. Alan Woods hace una critica pormenorizada de esas ideas en su libro “Reformismo y revolución”.

Venezuela, una revolución sui generis

Martha Harnecker por su parte no tiene las soluciones acabadas de Dietrich y podríamos decir que en sus estudios hay una autentica voluntad de hacer avanzar el proceso. Ella siempre ha planteado a la necesidad de la formación de un partido revolucionario que conduzca el proceso, así como a la formación de órganos de poder desde abajo, no obstante, es extremadamente temerosa de llamar a las cosas por su nombre y en ese afán vuelve tan difuso el contenido del programa de la revolución y su carácter que al final lo único que siembra es pesimismo y confusión. Uno de sus recientes libros: “Venezuela una revolución sui géneris”, rehuye totalmente a señalar el socialismo como objetivo estratégico del proceso venezolano, rehuye a llamar por su nombre al Partidos Socialista Unificado de Venezuela. Y aún más rechaza llamar antiimperialista a la revolución venezolana con el argumento de que la era de las revoluciones antiimperialistas ha pasado. En su texto sobre la estrategia de la Izquierda en América Latina señala: algunos argumentos para sustentar que no se pueden dar revoluciones antiimperialistas: ”no era lo mismo actuar en un mundo (...) donde el campos socialista servia de retaguardia de los procesos revolucionarios” “… En un mundo donde la revolución de la información permite instalar industria en países con mayores ventajas y emigrara un país más prometedor” “dada la correlación de fuerzas a nivel mundial se cerró temporalmente la consolidación de un proceso revolucionario antiimperialista en la región” ( Harnerker, Martha, Venezuela una revolución sui géneris” Plaza y Valdés, México 2006 Pág. 162- 163). Para empezar tendríamos que definir que se entiende por antiimperialista, para nuestra autora esto significa “enfrentamiento total, militar y económico con el imperialismo”. A nuestro entender habría que ser más específicos, ese enfrentamiento con el imperialismo solo es posible bajo la forma de la lucha por un régimen social alternativo, solo en esa medida se puede hablar del tipo de revolución que implica enfrentarse totalmente con el imperialismo, como el único proyecto serio de esas características ha sido el socialismo en realidad Martha Harnecker niega la posibilidad de la revolución socialista en esta coyuntura. Harnecker afirma como principales razones para hacer “imposible” una revolución antiimperialista triunfante son la falta del bloque soviético y el carácter internacional y cada vez más vertiginoso del movimiento de capitales en el mundo. Afortunadamente Harnecker no fue consejera de Lenin dado que seguramente le habría explicado que la revolución de octubre era imposible dado que la Comuna de Paris había sido derrotada. Si la tesis de Harnecker fuese valida seria imposible toda revolución futura, cuando en realidad lo que sucede es que el desconcierto se cierne sobre la clase capitalista y la propia experiencia venezolana demuestra que incluso un golpe de estado dirigido por el imperialismo no tiene necesariamente que triunfar. De hecho la principal argumentación en contra de los señalado en su libro se encuentra en su segundo argumento “contundente” es decir en el carácter cada vez más internacional e interdependiente de la economía capitalista, la globalización entendida como el carácter cada vez más integrado de la economía mundial y la interdependencia de cada economía nacional hace que los efectos de la revolución latinoamericana se expresen en todo el mundo. Los movimientos también adquieren una escala global. Es real que no hay espacio para una revolución antiimperialista desde el punto de vista de los estrictos marcos nacionales, de hecho fue precisamente Marx quien planteó el socialismo como un proyecto de sociedad internacional, que descontaba la posibilidad de un socialismo aislado. Lenin explicó decenas de veces la imposibilidad del socialismo en un país aislado y fue solo la necesidad de Stalin para justificar su regimen despótico lo que lo llevó a consagrar la teoría del “socialismo en un solo país”. En suma la lucha antiimperialista no es internacional o no lo es y si eso es lo que quiere explicar Harnecker, pues ha descubierto el agua tibia. Luego Harnecker plantea como estrategia política “un frente amplio antineoliberal” dado que “Las políticas neoliberales, implementadas por el gran capital financiero trasnacional respaldado por un gran poderío militar y mediático, cuyo centro hegemónico son los estados Unidos, no solo no han resuelto los problemas sino que han agudizado la miseria y la exclusión social mientras que las riquezas se concentran en cada vez menos manos” (Op Cit pág 165) Un frente donde “podrían entrar sectores capitalistas cuya situación en el mundo de los negocios haya entrado en contradicción con los capitales transnacionales”(Op Cit pág 165) Aquí nuevamente encontramos el famoso planteamiento del Frente Popular, esta teoría fue diseñada también por Stalin por argumentos semejantes a los de Harnerker: en los años treintas el fascismo avanzaba en Europa y la III Internacional estalinizada señalaba que la contradicción determinante en ese momento no era capitalismo y socialismo sino fascismo y democracia. Por lo cual habría que formar un bloque político con la burguesía para enfrentar la amenaza fascista. En realidad la lucha contra el fascismo se desarrolló con gran sacrificio y arrojo por parte de las bases de los partidos socialistas y comunistas, pero la política de frente popular les daba un papel directivo a representantes burgueses que en términos reales saboteaban y traicionan a los trabajadores. En la hora de los enfrentamientos la burguesía simplemente desaprecio de la escena, no obstante cuando llegó la hora de la victoria sobre el fascismo el frente popular otorgo los puestos directivos a los burgueses y en harás de no romper la unidad anifascista se perpetuo el control capitalista en Europa. La burguesía nunca ha formado un bloque con otras clases sino a condición de que sea su programa el que se defienda, si se proclama una alianza amplia que acepte esta condición lo que se esta haciendo es supeditando la construcción del “bloque antineoliberal” al poder de veto de la burguesía “progresista” y en el fondo otorgándole la dirección política del mismo. Nosotros nos preguntamos ¿Puede en estos momentos la burguesía de cualquier país defender un programa que no sea el neoliberal? La repuesta será no. ¿En donde o en que país la burguesía en estos momentos juega un papel progresista? Respondemos: En ninguno. De lo que se trata es que se construya un programa orientado a resolver los problemas de los trabajadores del campo y la ciudad, apoyados en base a un partido de trabajadores del campo y la ciudad. Una clara orientación de clase eliminaría equívocos y la posibilidad de que arribistas de la burguesía progresista se montaran en el caballo de la revolución para frenarla. Sin duda debe haber algún burgués que en el macro del proceso abandone sus posiciones de clase y se sume a la lucha, eso sería muy natural y nadie lo cuestionaría pero en esos casos se trataría de una estricta supeditación al programa y los métodos de los trabajadores sin espacio para cualquier tipo de componenda. Por otro lado uno de los elementos claves de cualquier revolución es la construcción de espacios de poder de los trabajadores que avancen al grado de poder sustituir la antigua maquinaria estatal. Harnecker señala correctamente que la revolución venezolana adolece de dichos espacios pero a la hora de hacer una propuesta señala: “los gobiernos locales en manos de la izquierda pueden desempeñar un papel muy importante en su estrategia de acumulación de fuerzas…” “… podrían ser excelentes espacios para llevar adelante construcción de proceso alternativos”(Pág. 170) Vemos que aquí también priva una imagen pesimista basada en la idea de que el capitalismo es tan popular que. “la represión es mucho menos necesaria que antes para la reproducción del sistema”( Pág. 170) y que entonces la opción es demostrar que se puede ser un administrador honesto y humanitario en los gobiernos locales creados por el régimen capitalista, para con ello dar confianza a los trabajadores de que la izquierda es confiable. El pesimismo reinante en estas opiniones es verdaderamente asombroso, justo cuando las masas enfrentan la represión del estado de una manera cada vez más brutal Harnecker señala que la represión es “menos necesaria”, justo cuando las masas experimentan experiencias de construcción de espacios de poder proletario como lo son las asambleas populares en Bolivia y en Oaxaca y los trabajadores ocupan y ponen a funcionar fabricas abandonadas por capitalistas en Venezuela, Brasil, etc., hay alguien que dice que la opción no es eso sino ganar alcaldías y municipios y ser buenos gestores del capitalismo. Con esta visión se tiende un puente hacia los elementos más oportunistas que pretender sustituir la verdadera actividad revolucionaria de masas con el trabajo burocrático de instituciones que en realidad estorban la iniciativa de las masas. La propia experiencia venezolana demuestra que hay una especie de barrera entre muchas iniciativas de las masas y el gobierno de Chávez y viceversa, lo que ha llevado intentar construir iniciativas paralelas a la estructura formar del estado, como las misiones y a tratar de crear un autentico partido de la revolución que elimine las trabas burocráticas de los gobiernos locales

Conclusiones

Lo más lamentable de las opiniones de Harnecker es que no son nuevas, ya en el pasado han demostrado su ineficacia para llevar al triunfo a la revolución: Guatemala, Chile, Bolivia (en décadas anteriores) o para intentar frenarlo cuando este triunfa. No han pasado siquiera veinte años de la derrota de Frentes Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua, donde el empecinamiento de la dirección del FSLN por sumar a una burguesía permitió que esta misma le diera una puñalada por la espalda al proceso. Paradójicamente Harnecker pone a la dirección del FSLN como argumento para justificar una política de supeditación que, esta demostrado, llevaría a la derrota de la revolución dado que invitar a sumarse al proceso a los enemigos declarados del mismo. Afortunadamente hay cada vez más trabajadores y activistas que se dan cuenta que no basta con las viejas formulas del estalinismo sino que hay que avanzar sin miedos y basados en una absoluta confianza en la iniciativa creadora de las masas por la vía de la revolución socialista, basándose en la herramienta teórica del autentico marxismo.

Adquiere la prensa obrera

Desde hace ya una semana esta listo el número 172 de Militante., voz marxista de los trabajadores y la juventud. En esta ocasión tratamos temas tan importantes como la situación de la economía nacional y las miserables medidas del presidente espurio Felipe Calderón, la lucha contra la privatización de PEMEX, la situación y perspectivas de PRD, así como los acontecimientos más relevantes en el plano sindical y estudiantil de nuestro país. En el terreno internacional abordamos los acontecimientos que se desarrollan en Cuba luego de las últimas medidas adoptadas por Raúl Castro, así como los acontecimientos en Bolivia y Paraguay, además hacemos un breve repaso histórico por luchas como la revolución sandinista de 1979. Militante es un periódico de trabajadores para trabajadores, te invitamos a que nos conozcas y que difundas la prensa obrera, formar círculos de discusión en torno a los artículos que publicamos cada mes y acércate con nosotros para que formes parte de nuestra organización y avancemos juntos en la construcción de una corriente marxista de masas en el seno de las organizaciones de los trabajadores.
Hola, soy Elisa Margarita Pérez, estoy a favor de lo que leí en el folleto que regalaron en el Zócalo Capitalino el domingo pasado, ya he pasado la voz de lo que dice dicho folleto (en algunas plazas con un megáfono), y lo seguiré haciendo hasta el cansancio. Quedo de Uds. Atenta y S.S.
Por Giannina N. Torres Ramírez El 7 de noviembre de 2006 el viejo líder sandinista Daniel Ortega gana la presidencia en Nicaragua en un claro viraje de las masas hacia la izquierda. No obstante, las masas deben sacar conclusiones de la experiencia de los años 80 en donde la revolución sandinista no llevó el proceso hasta la liquidación del capitalismo. La fundación, en 1962, del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FLSN), llamado así en honor a Sandino, revolucionario nicaragüense que en los años 30 se enfrentara a la cabeza de una guerra campesina al dictador Anastasio Somoza, representó una expresión de las masas explotadas en su lucha contra la dictadura de la familia Somoza y las condiciones de extrema miseria y explotación. El asesinato por parte del régimen de Anastasio Somoza (hijo), de Joaquín Chamorro en 1978, es el desencadenante de una huelga general e insurrecciones armadas en el campo; las compuertas de la revolución se habían abierto. El régimen responde con la represión brutal bombardeando a la población civil; pero las masas han perdido ya el miedo a la muerte y su poder se vuelve incontenible. Los sandinistas toman el control de una ciudad tras otra hasta que el 19 de julio de 1979 toman la capital y con ella el gobierno de Nicaragua con Daniel Ortega, comandante sandinista, al frente. Si bien la presión de las masas impulsa al régimen sandinista a la realización de importantes reformas a favor de las masas populares (el analfabetismo se redujo un 50%, se invirtió en salud), en un grado que el 60% de la economía llegó a estar en manos del estado, la parte estratégica de la economía y de las tierras cultivables continuó en manos de la burguesía, éste sería el error fatal de la revolución nicaragüense. Si el régimen sandinista no tenía un programa claro la burguesía y el imperialismo sí que lo tenían. La administración Reagan, junto con la oligarquía local, boicoteó la economía nicaragüense y armó, con más de 300 millones de dólares, un ejército (los nefastos contras) que llevaría a Nicaragua a la guerra civil. El régimen correctamente arma a un sector de la población para enfrentar a los contrarevolucionarios, no obstante, ello no se vinculó a la tarea de desarmar a la burguesía y su estado mediante la expropiación bajo control obrero de las palancas fundamentales. Este error fundamental fue minando y desgastando progresivamente las fuerzas vitales de la revolución al no existir la transformación decisiva de las condiciones de las masas, aún cuando tenían mayoría decisiva en el congreso. Ya en 1988 la inflación era de 3,600% y Nicaragua convertido en el país más pobre de Latinoamérica. Finalmente el poder se les escapa de las manos a los sandinistas y los partidos y organizaciones políticas de la burguesía recuperan el poder con la traidora Violeta Chamorro (exmilitante del FSLN) al frente. El péndulo de la lucha de clase ha puesto a Ortega nuevamente en el poder. Los trabajadores debemos sacar las conclusiones pertinentes y luchar por un programa socialista para el FSLN que termine las tareas pendientes dejadas por el régimen sandinista en los 80, dichas tareas pendientes se resumen en esto: Revolución Socialista.

Escrito por El Militante - España
3 de junio del 2008

Ayer lunes 2 de junio se celebró en el salón de actos del Club de Amigos de la Unesco de Madrid, la presentación del libro "Reformismo o Revolución. El marxismo y el socialismo del siglo XXI" del Alan Woods, dirigente de la Corriente Marxista Internacional y reconocido teórico marxista. El acto, convocado por la Corriente Marxista El Militante, la Fundación Federico Engels y la Campaña Internacional "Manos Fuera de Venezuela", comenzó sobre las 19:30 horas, cuando en el salón de actos con capacidad para aproximadamente 100 personas no cabía nadie más. Fueron varias decenas los compañeros que tuvieron que seguir el acto escuchando desde el pasillo sin poder acceder a la sala por el lleno total.

El acto estuvo presentado por Juan Ignacio Ramos, presidente de la Fundación Federico Engels y dirigente de la Corriente Marxista El Militante, quién en su introducción planteó las claves fundamentales de la polémica que ha motivado la publicación de este libro. Juan Ignacio comenzó su intervención haciendo referencia a Hugo Chávez, quién en la última alocución semanal de su programa Aló Presidente, recomendó a los dirigentes del PSUV presentes la lectura del libro "Bolchevismo, el camino a la revolución", de Alan Woods "su buen amigo", en palabras textuales de Chávez.

Reformismo o Revolución En un momento crucial para la revolución en Venezuela no es ninguna casualidad que Hugo Chávez lea la obra de Alan Woods sobre la historia del bolchevismo. La necesidad de dotar a las masas venezolanas de un programa valido para transformar la sociedad se convierte en una cuestión de vida o muerte. Y el ejemplo de la revolución victoriosa de octubre de 1917 es una magnífica fuente de inspiración. Por estos mismos motivos el libro de Alan Woods, "Reformismo o revolución" tiene una gran significación como respuesta al coro de supuestos intelectuales, renegados y hostiles a las ideas del marxismo, que vomitan permanente las viejas teorías reformistas teñidas de novedad, en un intento de influir en el movimiento bolivariano para evitar su avance definitivo hacia la toma del poder. Heinz Dieterich, es uno de los máximos exponentes de esto. El libro de Alan Woods, responde y desmonta, una a una estas viejas y fracasadas ideas. Juan Ignacio explicó también el papel que Alan Woods ha jugado, junto con el ya fallecido Ted Grant, en la defensa sin descanso de las genuinas ideas del marxismo.

Reformismo o Revolución Cuando tomó la palabra Alan Woods, todos los asistentes pudimos disfrutar de una concienzuda y profunda explicación, pero a la vez clara y sencilla de todos los acontecimientos que en este siglo han demostrado una y otra vez, que la toma revolucionaria del poder por parte de la clase obrera es totalmente factible. Partiendo del Mayo francés de 1968, pasando por la revolución portuguesa de 1974, la lucha revolucionaria de los trabajadores del estado español contra la dictadura franquista, hasta la actualidad de la revolución venezolana y latinoamericana, Alan insistió en el ejemplo maravilloso de las masas dispuestas a todo, y como su arrojo y decisión revolucionarias fue traicionado por las direcciones reformistas y estalinistas del movimiento. También explicó como después del colapso del estalinismo, los dirigentes de los Partidos Comunistas en la URSS y en el resto de los países de Europa del este se pasaron con armas y bagajes a la trinchera de la contrarrevolución convirtiéndose en multimillonarios capitalistas después de saquear y robar la propiedad estatal.

Reformismo o Revolución Utilizando el materialismo dialéctico como método, Alan diseccionó la sociedad capitalista y sus contradicciones, presentes hoy en todo el mundo a una escala sin precedentes. Basándose en el ejemplo vivo de la revolución en Venezuela, que se extiende por toda Latinoamérica como la gasolina en llamas, Alan utilizó la polémica con Heinz Dieterich para insistir en la idea fundamental de dotar al movimiento de la clase trabajadora y los oprimidos de una dirección socialista revolucionaria que la lleve hasta la toma del poder y la transformación socialista de la sociedad.

El libro, como explico Alan, es una contribución a la batalla ideológica contra las ideas del revisionismo y del reformismo, que actúan como quinta columna del movimiento revolucionario, para limitar sus objetivos dentro de los marcos del capitalismo. La denuncia de estas posiciones, un remedo de las viejas teorías de Bernstein y Kautsky aderezadas de filosofía idealista y posmodernista, y su confrontación contra las genuinas ideas del marxismo en un momento en que la revolución venezolana necesita de un programa contundente a favor del poder obrero y la expropiación de los grandes capitalistas y terratenientes, cautivó al auditorio.

Reformismo o Revolución Tras la exposición de Alan hubo un breve turno de palabras en el que los asistentes pudieron plantear algunas preguntas. Después de una larga y sentida ovación, el acto terminó como no podía ser de otra forma, cantando la internacional en un ambiente de camaradería.

La Fundación Federico Engels instaló en el acto una mesa impactante con los textos de su catalogo, en la que se vendieron decenas de ejemplares del libro presentado, pero también muchos otros títulos de clásicos del marxismo.

VER GALERÍA DE FOTOS

Fuente: El Militante

¿Qué son las miniferias?

Las Miniferias de la Fundación Federico Engels, son campañas para llevar las ideas del autentico marxismo a las escuelas y sindicatos. La hemos realizado en diferentes centros de estudio y de trabajo a lo largo de 4 años y los resultados obtenidos han sido formidables. Con el surgimiento del socialismo comenzó también una lucha en su contra por parte de la burguesía y sus teóricos, esta lucha se recrudeció con la toma del poder por millones de trabajadores organizados bajo el partido bolchevique, en octubre de 1917. Se había demostrado que era completamente posible el derrocamiento del capitalismo y la construcción de una nueva sociedad, ante el peligro que esto representaba para la burguesía de todos los países del mundo, la ofensiva se reagrupo, un ejemplo fue la invasión de 21 ejércitos en mando del imperialismo a la URSS. Nunca en la historia de la humanidad se ha atacado tanto a una ideología como a la marxista, por ser en esencia revolucionaria y contener gran fuerza acumulada en su táctica y estrategia. Ahora, después de más de un siglo de ataques rabiosos hacia el marxismo, este sigue más vivo que nunca, los hechos históricos le han dado la razón y en ello radica su fortaleza, el marxismo tiene la fuerza más inagotable de todas, es la única ciencia capaz de explicar los acontecimientos que vivimos, y dar una alternativa de lucha seria. Es por ello que invertimos una buena cantidad de fuerzas a organizar campañas para propagandizar y acercar el marxismo a los jóvenes y trabajadores como una contraofensiva a todas las mentiras y calumnias lanzadas por la burguesía sobre el movimiento obrero y en general sobre el desarrollo de la sociedad. La respuesta que hemos encontrado a estos esfuerzos, a sido magnifica, trabajadores y estudiantes, se acercan para felicitarnos por rescatar al autentico marxismo y llevarlo hasta sus centros de actividades, mucha gente se acerca buscando textos de los clásicos Marx, Engels, Lenin y Trotsky, pero también buscan textos marxistas de temas actuales, sobre la juventud, la mujer, la guerrilla, en fin. Las actividades que realizamos son múltiples, van desde la organización de todos nuestros materiales, la decoración, periódicos tamaño mural para explicar que somos, que es la Fundación Federico Engels, etc., cada detalle es importante como las cuestiones logísticas del sonido para ambientar, y hasta la deslumbrante foto. Nuestras mejores expectativas se han visto rebasadas más de una vez y los recursos económicos producto de las Miniferias, nos han permitido llegar más lejos cada día, así como dar una lucha más fuerte y contundente por los derechos de los estudiantes, por una vida digna, empleo para todos, etc. Agradecemos a todos los trabajadores y jóvenes que han acudido a nuestros eventos adquiriendo materiales y apoyando económicamente la construcción de la Tendencia Marxista Militante, y los invitamos a hacerla suya y a usarla como una herramienta de lucha por el socialismo.
Escrito por Rubén Rivera

Crecimiento sólo para la burguesía y crisis para los trabajadores

Olas altas y bajas en la marea revolucionaria latinoamericanaResulta interesante observar como, pese al carácter convulsivo de los acontecimientos políticos y sociales de América latina, su crecimiento económico continúa siendo relativamente grande, un 5%, lo que se significa que ha mantenido ese ritmo al menos durante los últimos 6 años. El más reciente informe del Banco Interamericano de Desarrollo señala que América Latina y el Caribe crecerán entre 4 y 4.5% en 2008, cifra inferior a la de 2007; no obstante, es superior al promedio mundial. Particularmente Argentina creció en promedio un 8% y desde la era Kirchner lo ha hecho un 45%. Brasil tenía un promedio de crecimiento cercano al 4%, que para el tamaño de su economía es bastante significativo, otro tanto sucede con Venezuela la cual se mantiene con un ritmo anual superior al 6%. La recesión norteamericana significará un descenso en el ritmo de crecimiento que se estima en torno a un 2.5% del PIB, esto especialmente en países como Honduras, Guayana, Haití, Jamaica, El Salvador, Nicaragua, Guatemala y República Dominicana, como el grupo de naciones donde las remesas representan entre 10 y 20% de su PIB. En el caso de Colombia y México, donde la relación remesas-PIB es de un 3% aproximadamente, será menor aunque ese impacto se expresará sobre todo en el consumo, que es hacia donde la mayoría de las remesas se orienta. Otro factor es el incremento de los precios de los alimentos, los cuales durante este año se han elevado casi un 70% que afecta sobre todo a los países de África y Asia. En otros tiempos esto hubiese significado una buena noticia para el conjunto de países latinoamericanos; no obstante, la situación ha cambiado. Debido a la apertura comercial la mayor parte del campo está abandonado y en su mayoría los países de la región son importadores netos de alimentos. Por supuesto no es sorpresa si se toma en cuenta que “En países en vías de desarrollo, la inversión en agricultura como parte del gasto público total descendió a la mitad entre 1980 y 2004” (La jornada 19/IV/08) El crecimiento económico de los países de la región puede continuar por algún tiempo en la medida que exista un fuerte flujo de capitales orientados a la reestructuración de las plantas industriales para adaptarlas a las necesidades del mercado internacional, -hablaremos de ello más adelante-, y por otro lado tenemos a toda una serie de países que, reaccionando en contra de la apertura indiscriminada y sin romper con el capitalismo, intentan emplear al estado como agente económico de más peso, viéndose obligados a enfrentar algunos intereses trasnacionales, lo que por supuesto genera el surgimiento de nuevas contradicciones. Por supuesto el problema no se reduce al crecimiento por el crecimiento, el problema es ¿cómo se está orientando y a quiénes sirve? En el 2003 había en la región 226 millones de pobres de los cuales casi 100 millones podría considerarse en pobreza extrema, es decir, el 40% del total. Entre el 20% y el 50% de las poblaciones urbanas de la región viven en condiciones desastrosas de hacinamiento masivo, pobreza extrema, violencia y marginalidad; no tienen acceso a servicios básicos de atención primaria de salud ni de saneamiento; en las áreas rurales más del 60% no dispone de ellos y el 50% carece de suministro de agua potable, según el informe de 2007 de la CEPAL. Mientras esto sucede, Brasil registró un total de 60 mil nuevos millonarios en 2007. El total de brasileños con más de un millón de dólares en el mercado financiero creció de 130 mil en 2006, a 190 mil en 2007, lo que equivale a un aumento de 46.1%. Estos 190 mil individuos poseen un capital de 675 mil millones de dólares, equivalente a casi la mitad del producto interno bruto del gigante sudamericano. Mientras eso pasa, en el mismo Brasil hay 40 millones de personas que requieren ayuda estatal para sobrevivir diariamente. Fenómenos similares se viven en las economías más importantes. Por supuesto este segmento pequeño de las burguesías latinoamericanas están concentradas en las aéreas vinculadas con el comercio internacional y en su mayoría son socios minoritarios o “ejecutivos” de las firmas trasnacionales. Es un ejército que defenderá a ultranza y sin algún tipo de escrúpulo su “bonanza” aunque ello signifique la miseria para las grandes masas. Este segmento que alimenta tal vez a un 10% de la población es de donde procederán los elementos reaccionarios en los conflictos de clase que se avecinan, son los que piden la autonomía para Santa Cruz, los que comparan a López Obrador con Hitler y organizan incendios de los campos en Argentina, defienden la “libertad de expresión” de Gustavo Cisneros en Venezuela y brindan con la sangre que Uribe derrama en Colombia.

Desigualdad y dependencia orgánica e histórica

Como se sabe la región latinoamericana es basta en recursos naturales y humanos, tiene un potencial suficiente para que no exista miseria, hambre y violencia. En su extensión es perfectamente posible crear “el reino de dios sobre la tierra”. No obstante, desde el momento mismo de la conquista todo su potencial económico ha sido empleado para construir las bases para el desarrollo del capitalismo mundial. Primero, como fuente de minerales preciosos (colonia y primeras décadas del periodo independiente); luego, como fuente de materias primas (finales del siglo XIX y principios del XX). El siglo XX ha vivido diversas etapas en este proceso de expoliación, en las cuales la burguesía nacional siempre ha mostrado un amor al dinero muy superior al de cualquier concepto de patria. No es el objeto de este documento describir las fases de desarrollo económico latinoamericano; no obstante, para comprender la coyuntura actual es fundamental tener como antecedente el hecho de que nunca en la historia económica latinoamericana ha existido un momento en el que los territorios y los trabajadores no hayan sido expoliados a favor de la burguesía internacional, por la vía del mercado mundial, y por sus socios locales. Aun durante la época de la famosa sustitución de importaciones el desarrollo industrial se hizo en base a una importación extensa e intensa de bienes de capital, es decir, se produjo una industrialización dependiente que pudo más o menos funcionar mientras los productos de las materias primas se mantuvieron relativamente elevados en el mercado internacional (aproximadamente hasta la primera mitad de la década de los sesentas). Después de ello las necesidades de importaciones de bienes de capital para sostener el proceso de industrialización obligaron a los distintos países a recurrir más y más a los préstamos del exterior. La crisis de la década de los setentas llevó a los países capitalistas avanzados a emplear los instrumentos de financiamiento de los países del llamado tercer mundo, muy particularmente América latina, como fuentes de recursos monetarios para lograr las bases de un nuevo auge. Así, mientras que Inglaterra y Estados Unidos cimentaban las bases de un nuevo periodo de expansión forzaban a los países dependientes a una serie de medidas de ajuste con el único fin de que fueran capaces de sostener pagos de deuda que se tornaban insoportables. Con todo, las economías latinoamericanas para ese entonces ya tenían un notable desarrollo en cuanto a la existencia de una clase obrera moderna con un nivel muy bueno de participación política. La implementación de las medidas de ajuste de los ochentas no hubiera sido posible sin la acción bestial de las dictaduras que entonces eran un hecho en la mayoría de los países latinoamericanos. Aun en los países en donde la bota militar no llegó, la amenaza de la dictadura se cernía como una espada a punto de caer. Cierto es que hubo países que se retrasaron un tanto, Venezuela y México sobrevivieron un poco más por los ingresos petroleros; no obstante, estos mismos ingresos cayeron en picada hasta llegar a los 8 dólares en 1982. De esa debacle ni el régimen mexicano y mucho menos el venezolano logró subsistir mucho tiempo. El problema de la sustitución de importaciones es que se hacían sobre bases capitalistas y en esta lógica las fuentes de financiamiento necesariamente tenían que provenir del capital financiero internacional. Cuando este capital se encareció el sistema colapsó.

Las contrarreformas económicas, orígenes y consecuencias

El golpe político contra el proletariado latinoamericano fue sucedido por un colapso económico, no había manera de evitar el tremendo reflujo que significó la década perdida. Claro que esto podía evitarse si la dirección de los trabajadores hubiera tenido una política correcta, pero su incapacidad para hacer frente a la necesidad de la toma del poder fue un factor elemental que junto con otros dieron pie a las dictaduras ya señaladas. En este marco la aplicación de las contrarreformas económicas no tuvo grandes obstáculos en un inicio, no obstante, conforme la industria local desaparecía, el campo se abandonaba y el desempleo se expandía, las cosas iban cambiando en el ánimo de lucha de las masas. Por ello ante la crisis política que se avecinaba y la debilidad de la burguesía latinoamericana, el imperialismo optó por implementar toda una serie de transiciones pactadas a la democracia que se caracterizaron por una especie de pacto ínter-burgués con el fin de evitar que los movimientos populares nuevamente emergieran. En este contexto estalló la crisis de los países de Europa del este y una referencia histórica para la izquierda latinoamericana se perdió. Cierto es que el estalinismo fue en general un elemento nocivo para el movimiento obrero latinoamericano y que a la larga, luego de su desaparición, han logrado emerger nuevas fuerzas que liberadas de la dependencia soviética, han dado pasos adelante en la construcción de alternativas de lucha, no obstante en un inicio el desconcierto hizo mella en las organizaciones políticas y sindicales de los trabajadores, además que ello facilitó un giro a la derecha de sus direcciones. Así la década de los noventas es un periodo de recomposición donde la clase obrera sufrió ataque tras ataque con pocas respuestas, debido a la profunda crisis de sus organizaciones tradicionales y de sus dirigentes. Los tradicionales partidos burgueses con bases de masas fueron perdiendo significado para la población en la medida de que los mecanismos corporativos de control tenían cada vez menos que dar a los trabajadores. No había reformas que ofrecer sino contrarreformas y en ese contexto al margen del partido que estuviera en el poder el programa siempre era el mismo. Y el repudio de las masas a ese tipo de programas económicos pasaba de la apatía a la franca rebeldía. Por supuesto los noventas fueron también un periodo de desgaste de la burguesía gobernante y de recomposición para las organizaciones de los trabajadores pero en este contexto (1980-2000) se modifica estructuralmente el mecanismo de acumulación capitalista en la región. Por un lado la industria nacional sufre una mutación básica, su objetivo principal no es el abastecimiento del mercado interno, de hecho una estrategia de este nuevo tiempo de desarrollo es mantener el mercado interno al nivel mínimo posible con el objeto de evitar presiones salariales al alza. Las primeras empresas locales en desaparecer son las dedicadas a los bienes de consumo, la apertura comercial se hace en este caso indispensable y actúa de manera reciproca en la desaparición de este sector industrial: por un lado destruye empresas locales pero esta misma destrucción hace insustituible dicha apertura para abastecer al mercado subsistente. Por supuesto la apertura comercial viene acompañada de la creación de empresas de capital foráneo que sustituyan a las locales, ya sea en la producción o en la comercialización de los productos que el mercado interno local exige. No es raro que la inversión extranjera directa se haya mantenido a un ritmo constante durante todo este periodo y no podía ser de otra manera. No sólo había que reconvertir la industria dedicada al mercado interno, el aspecto más importante era aprovechar el shock político de los trabajadores (es decir, las dificultades iniciales para dar una respuesta a los ataques) para crear nuevos enclaves productivos puramente dedicados al mercado internacional, tanto en esferas como la producción como energía, como en la de acero, cemento y muy especialmente la industria maquiladora. Por supuesto, pese a que ya no es el único mecanismo de exportación de capitales a América latina, los préstamos son más grandes que nunca. El BID indicó que en 2007 alcanzó una cifra récord de préstamos aprobados por 9 mil 600 millones de dólares, y un monto máximo de dinero entregado en cuatro años desembolsado el año pasado, que ascendió a 7 mil 600 millones. La mayoría de estos recursos están orientados a las obras de infraestructura que impulsa el Estado y que por supuesto intentan ser administradas por la iniciativa privada. Todo en la lógica de fortalecer el esquema de desarrollo capitalista orientado hacia fuera. Actualmente el promedio de inversión productiva en los países de la región es pequeño (cercano al 20%) si lo comparamos con el 40% de las economías del sudeste asiático, ya hemos señalado que no es prioridad de la burguesía el desarrollar el conjunto sino sólo la parte más rentable de cada economía por lo que es factible que dicha inversión entre en un relativo estancamiento en la medida de que los miopes objetivos burgueses se cumplan. Actualmente vemos un muy peculiar auge de la producción industrial que no necesariamente implica aumentos del nivel de vida o siquiera un fortalecimiento de la estructura económica de cada país. La producción maquiladora sólo requiere de vías de comunicación eficientes y de abastecimiento de energía y mano de obra lo más barata posible El mercado internacional provee los insumos y al mercado internacional van los productos. En este punto llegamos a uno de los objetivos más preciados por los capitalistas, especialmente extranjeros, el del control de la infraestructura energética, de comunicaciones y por supuesto los servicios financieros. Dichos sectores son claves para el control de cualquier economía y se podría decir que quien controla estos sectores controla todo o casi todo. De esta manera el imperialismo cierra un círculo en donde prácticamente la infraestructura energética, de comunicaciones y los servicios financieros son un puente trasversal entre dos economías claramente definidas: por un lado, un sector dinámico y en constante crecimiento, el orientado a la exportación, por el otro, un sector estancado que crece de manera muy endeble; el interno, el cual en el fondo cumple un papel complementario. Hay un auge del comercio exterior que se expande sin repercutir en los niveles de vida de las masas, en muchos casos lo que sucede es que se sufre un deterioro real dado que las necesidades de reducción de costos obligan al deterioro de las relaciones contractuales, desaparición de puestos de trabajo estables y de todo tipo de conquistas de otras épocas. A principios de la presente década según la CEPAL la tasa de desempleo abierto de toda la región está cerca del 9% cifra que es similar a la verificada durante la década perdida. Al mismo tiempo, el porcentaje de empleos precarios llegaba al 60% del total. Por supuesto los que conservan el puesto tienen que producir lo que sus compañeros despedidos generaban, esto deriva en enormes presiones, según la AFL-CIO en México mueren por accidentes de trabajo más de 1300 trabajadores según el IMSS y a nivel continental la cifra pasa los 6,500. La consecuencia lógica de este mecanismo de acumulación capitalista es un aumento del desempleo, un aumento de los trabajos precarios y un deterioro constante de los servicios públicos entre otras cosas. De este modo la burguesía obtiene momentáneamente mayores tajadas, no obstante, al mismo tiempo sienta las bases para estallidos futuros. Dicho esquema de acumulación es en si mismo pesimista y es síntoma de que ni la propia burguesía tiene confianza en el futuro; toda la estabilidad se sacrifica en aras de la ganancia rápida. La desregulación de los mercados financieros por otro lado sólo es reflejo de que en cuanto los problemas surjan el burgués no dudará en emigrar con todos sus millones a donde sienta menos peligro. Saquear y correr, esa es la divisa del capitalismo del siglo XXI.

Pérdida del control político. Crisis del Estado

En otros tiempo los mecanismos de control político que la burguesía imperialista internacional ejercía sobre los países dependientes se hacían por medio de los estados nacionales, ahora éste sigue siendo su instrumento principal, pero las formas particulares de dicha dominación pueden ser de lo más diversas y mucho más directas que antaño. Las legislaciones que se implementaron a la par de esta contrarrevolución económica se basaron en dar garantías legales de que nunca más un proceso de nacionalizaciones se pudiera llevar a cabo. Las “visiones de estado”, es decir, aquellas al margen de quien gobierne suponen partir de la aceptación del dogma del capitalismo, de la propiedad privada inalienable y de los derechos supranacionales de las empresas extranjeras. A los intereses imperialistas les gustaría tipificar de una vez por todas como ilegal toda política ajena a sus intereses. Por ello exigen que los “negocios” y propiedades en países como los latinoamericanos sean defendidos a los tribunales “imparciales” de Londres o Nueva York. Por supuesto no se puede soslayar el papel de los medios de comunicación, una vieja ley social indica que cuando un sistema se vuelve anacrónico el peso de las justificaciones ideológicas se vuelve cada vez más y más importante. Así como en el feudalismo, el poder de la iglesia era tremendo y en el paso al capitalismo no dejó ninguna batalla sin disputar, en el terreno del capitalismo del siglo XXI el peso de los medios de comunicación en la difusión de basura ideológica burguesa crece para tratar de mantener un dominio suficiente. No obstante, mientras más propaganda negra se difunde menos efectivos son sus resultados. A la larga puede más la indignación generada por un aumento drástico de precios o un intento de privatización que todos los mensajes televisivos de corte fascista que se difunden día, tras día, hora tras hora. El proyecto de un Estado burgués latinoamericano funcional al imperialismo es similar a de un perro protector de sus intereses, dócil con el amo pero feroz y brutal con los trabajadores. Es un Estado “democrático” mientras no se cuestione sus políticas y, autoritario cuando los movimientos de masas cuestionen su poder, democrático para un 10 un 15% de la población pero dictatorial para el conjunto de las clases explotadas. La famosa transición a la democracia se ha convertido en un proceso de readecuación del aparato del Estado para hacer más eficiente el servicio a los grandes intereses económicos internacionales, así la oligarquía local no es más que un apéndice de los distintos intereses que se juegan en el plano internacional. Es evidente que no hay un sólo interés capitalista a nivel internacional, así que las contradicciones inter-imperialistas también tienden a reflejarse en las relaciones internacionales de los Estados latinoamericanos y dentro de las cúpulas de los propios Estados. Una de las características de la crisis del Estado latinoamericano es que si sirve a un interés puede perjudicar al otro, en América Latina “Telefónica” del Estado español, libra una feroz batalla con American Movil, de origen mexicano, funcionarios públicos dan respaldo a unos u otros, según el balance de fuerzas les conviene, otro tanto ocurre con las empresas brasileñas que exigen su territorio y que a la larga hacen imposible algún tipo de equilibrio que no sea puramente temporal. Del mismo modo la burguesía trasnacional, sea cual sea su signo de origen (especialmente la norteamericana, pero también la española e inglesa entre otras) no satisface del mismo modo al conjunto de la burguesía local, de hecho grandes segmentos de la burguesía local tienden a verse forzados a desaparecer o adecuarse con serias dificultades para hacerlo, esto crea también nuevas contradicciones en el seno de los Estados latinoamericanos. Sin duda estas contradicciones interburguesas no son irreconciliables pero existen y aportan su granito de arena en la crisis política actual. Lo único que las unifica es su odio a muerte contra el proletariado y los campesinos, salvo eso, miran a sus aliados temporales y competidores potenciales con el cuchillo entre los dientes. En este contexto el Estado pierde consenso entre sus administradores y por lo tanto las posibilidades de lograr gobiernos estables se diluyen. En el momento en que las masas latinoamericanas arriban a un límite y se movilizan hacen estallar con relativa facilidad un escenario político ya de por si fracturado (Venezuela 98, Ecuador 99, Argentina 2002, Bolivia 2005, México 2006) Reiteramos que el plan de reestructuración capitalista aplicado a ultranza no fortaleció a la burguesía local sino todo lo contrario; por el otro lado, a costa de golpes, acciones y reacciones se fueron conformando nuevos frentes de masas, nuevos partidos, sindicatos y expresiones de lucha específicamente distintos de otras épocas y mucho menos sujetos políticamente a la burguesía, en la medida de que la burguesía no tiene que ofrecer más que ataques. Los Kichnner en Argentina, los Correa en Ecuador, los López Obrador actúan bajo la ilusión de que una conciliación es posible y muy a su pesar se ven enfrentados contra fuerzas burguesas de todo tipo en la medida de que un proyecto como el que impulsan choca con los intereses de la oligarquía y el imperialismo, para sobrevivir o se basan en las masas o pueden ser empujados a un lado, ello los lleva a un zigzag, en el que pueden manipular al movimiento o son arrastrados por él, a diferencia de los dirigentes burgueses de la época del populismo peronista o cardenista. Otra diferencia sustancial es que mientras que en la posguerra los dirigentes burgueses con bases de masas tenían un capitalismo que construir, ahora no hay realmente nada en el marco del capitalismo que signifique un desarrollo en su conjunto de las fuerzas productivas.

Las olas altas y bajas en la marea latinoamericana.

No cabe duda que los acontecimientos a lo largo del año que inicia se presentan vertiginosos en toda América Latina. Ningún acontecimiento histórico y mucho menos los procesos revolucionarios tienen un carácter lineal. Como hemos señalado muchas veces, los trabajadores de absolutamente todos los países latinoamericanos han dado en este siglo XXI luchas maravillosas y a distintos ritmos comienzan a adquirir conciencia de sus propias fuerzas. Las masas trabajadoras, cada cual con experiencias particulares tienden a aproximarse a los métodos tradicionales de lucha de la clase obrera, ello incluso en sectores que no son estrictamente proletarios, como en el caso del movimiento campesino.

México y Colombia derecha en el gobierno pero en crisis

En cada uno de los acontecimientos que hemos sido testigos se muestra una crisis en la estructura del aparato del Estado, los viejos partidos tradicionales de la burguesía son ya incapaces de mantener un mínimo de estabilidad. Mientras que los trabajadores construyen nuevas organizaciones o coaliciones para dar lucha también desde el frente electoral, la burguesía se ampara ya sea en los demagogos de derecha al estilo de Uribe en Colombia, Macri en Argentina o Fox y Calderón en México. Especialmente en lo que se refiere a Colombia y México, ambos están siguiendo una política abiertamente reaccionaria en el terreno de los derechos políticos y libertades de las masas, como un mecanismo de afianzamiento de su gobierno. No se trata de regímenes burgueses reconocidos que emplean la represión ante unos cuantos “radicales”, sino de regímenes que emplean la violencia con espíritu “pedagógico” hacia las grandes masas, sin importar sea legal o no, con lo que buscan amedrentar más que convencer. La demagogia respecto a la lucha contra el terrorismo, la delincuencia o el narco se presenta como shock mediático con el objeto de confundir; no obstante, sus efectos cada vez serán más raquíticos al quedar demostrado que ni uno sólo de los problemas propuestos se puede resolver y que en el fondo las acciones del Estado terminan expresándose más que nada en represión contra las masas. En el caso de México, si bien el gobierno de la derecha ha logrado mantenerse hasta ahora, lo ha hecho en el marco de una movilización casi permanente de la oposición de izquierda liderada por Andrés Manuel López Obrador, la cual ya empieza a atraer a los sectores más progresistas del movimiento sindical y campesino. Con altas y bajas el gobierno de Calderón vive en permanente asedio. Mientras tanto la Convención Nacional Democrática no sólo se sostiene sino que cada día se convierte en un punto de referencia para todo el movimiento de masas. En contrapartida la burguesía ha infiltrado y fracturado al Partido de la Revolución Democrática con el claro objetivo de anularlo como fuerza en el marco del conflicto por la privatización del petróleo. También en este frente parece que la derecha no se saldrá con la suya y es más probable una escisión a la derecha que una expulsión de la izquierda dentro del PRD. En cualquier caso la crisis en el PRD no es algo por si mismo malo sino un proceso necesario de diferenciación de intereses de clase en los que el resultado puede ser políticamente más provechoso para las masas que una convivencia hipócrita con elementos abiertamente conciliadores con el régimen panista. Este proceso se da de manera paralela a la batalla por el petróleo que se ha prorrogado debido a las jornadas de lucha de marzo y abril pero que sin duda se desatará nuevamente en cuanto la burguesía reintente aprobar su reforma. En México asistimos a una batalla histórica que se libra en casi todos los frentes y que sin duda permitirá a los trabajadores distinguir más claramente entre los enemigos y los aliados y por lo tanto repercutirá en una elevación de la conciencia de clase. Respecto a Colombia, Álvaro Uribe de momento ha logrado generar un apoyo unánime de parte de la oligarquía Colombiana y un cierto apoyo de las masas más atrasadas empleando el truco de generar un ambiente de histeria colectiva en donde él aparece como el hombre fuerte. En realidad el efecto es momentáneo, dado que ya es evidente para todo el mundo, dentro y fuera de Colombia, que su política corresponde a la de la burguesía y del narcotráfico, y que, él mismo es responsable de las acciones de los grupos paramilitares. La pregunta no es ¿cómo un demente ha logrado llegar a la presidencia de Colombia?, sino más bien ¿cómo es posible que la burguesía haya optado por una personalidad anómala para ponerse al frente del Estado? La respuesta es evidente, el grado de descomposición en todos los niveles de la burguesía colombiana se refleja en su presidente. Hoy el plan Colombia ha significado más de 7,500 millones de dólares en armamento personal y equipo, cuatro millones de desplazados y cerca de 400 mil soldados armados hasta los dientes que amenazan seriamente el desarrollo de la revolución en todo el sur del continente. Con todo eso, incluso en la última crisis derivada del asesinato de Raúl Reyes en Ecuador, está claro que Colombia también sufre sus propias contradicciones y es muy probable que éstas estallen antes de que el país pueda ser utilizado como el Israel de Latinoamérica. Prueba de ello son las detenciones de colaboradores cercanos a Uribe y la acusación misma de los jefes de los escuadrones de la muerte respecto a que el propio Uribe empleó a los paramilitares para venganzas personales. Por más bravuconadas del régimen paramilitar no será capaz de resolver absolutamente nada, la reacción de las masas emergerá y será el principio del fin del régimen paramilitar. Por lo que hace a las FARC, en nuestra opinión, no podrán jugar un papel protagónico en el próximo periodo, puede más un triunfo de la revolución continental y una huelga general en Colombia que la guerrilla por más armada que se encuentre.

Perú y el lacayo imperial Alan García

El Perú ha vivido uno de los dramas más estremecedores de Sudamérica, de ser en los setentas uno de los países con movimientos de izquierda más consistentes y clasistas pasó en la época negra del fujimorato a representar el punto más reaccionario de Latinoamérica. No obstante, la noche le llegó a Fujimori como le llegará a Álvaro Uribe. Lo importante es que luego de ese proceso y del tambaleante periodo de Toledo emergió una nueva opción de izquierda en la candidatura de Ollanta Humala, la cual es símbolo de los nuevos tiempos, es decir: más resultado de lo que las masas no quieren, que de un programa acabado. Más producto de una necesidad de las masas por expresarse políticamente que de la unidad voluntaria de las organizaciones tradicionales de izquierda. Por supuesto tiene mucho más de fondo que la repetición de una izquierda nacionalista de tipo burgués o pequeño-burgués de otras décadas, verlo así es no comprender que tanto las estructuras de la clase trabajadora como las de la propia burguesía han cambiado y que no hay nada sólido excepto la clase trabajadora que sustente estos nuevos liderazgos y que; o se acercan al programa de los trabajadores o desaparecen, las masas ya se han encargado y muy rápidamente de farsantes como Lucio Gutiérrez. Así que en el futuro es probable que finalmente Humala llegue a la presidencia si es que no surge algún hecho extraordinario. Por el momento Alan García ha logrado sobrevivir, primero a la derrota de Humala y luego a las movilizaciones obreras y campesinas de finales del año pasado, en parte esta situación se ha derivado del relativo crecimiento económico, cerca del 8%. Ya hemos explicado que las características de ese crecimiento lejos de alejar tensiones las incrementan y preparan nuevos estallidos, sobre todo porque no hace más que concentrar la riqueza e incrementar la explotación. Además de ello se vive un proceso de recomposición del cual emergerá un proletariado más vigoroso. García no tiene mecanismos de control sobre las masas como pudiera tener el peronismo o en otros tiempos el priísmo, cuando la fuerza de los acontecimientos estalle, no habrá base social que lo soporte. Por hoy tal vez el Perú sea uno de los pocos estados donde el ideal “proyecto democrático” de los Estados Unidos se sostiene, pero es con alfileres y tal vez no aguante la próxima oleada, todo a condición de que las organizaciones de trabajadores peruanas asuman que su fuerza está en la lucha y la unidad y afiancen un frente único para contrarrestar la política de ataques del “El Frontón y Lurigancho”.

Brasil y Chile, la izquierda del centro o las mangas del chaleco

Por supuesto hay países donde la burguesía no puede encontrar un partido o una coalición de derecha en torno a un caudillo demagogo, así no les queda de otra que buscar administradores de su régimen en los dirigentes de organizaciones con tradiciones de lucha, que por el pragmatismo y falta de perspectivas consideran que el ser moderno y el ser estadista consiste en ser gestor del capitalismo en crisis y por lo tanto defender el programa burgués frente al proletario, como es el caso de Lula en Brasil y Bachelet en Chile. La historia ha registrado una y otra vez que cuando un partido o movimiento de los trabajadores se ocupa del gobierno cumpliendo las expectativas de la clase dominante lo que sucede es que sufre un desgaste que sólo abre el espacio para que la burguesía se recomponga, cuando ésta ya no necesita al reformista “realista” lo tira como a un limón exprimido. Lula se ha sometido totalmente a cumplir el programa de la burguesía brasileña que cada día adquiere más confianza de si misma y por lo tanto busca crear su propia esfera de dominio en Sudamérica, comportándose como un auténtico poder imperialista regional. El enorme peso que tiene el gigante de Sudamérica es básico para la absorción de mercancías de cada país vecino pero también clave para imponer condiciones económicas a países con economías infinitamente más pequeñas y débiles. Por supuesto un factor en la ecuación es el ascenso del proletariado brasileño. Como hemos dicho, el crecimiento económico no necesariamente implica un aumento o mejoras de los puestos de trabajo, todo lo contrario, por lo tanto, un movimiento obrero organizado que procede a la ocupación de fábricas, a la movilización y a la organización cada vez más combativa se verá enfrentado cada vez más a un gobierno como el de Lula, el cual es más “camarada” de la patronal brasileña que de Evo Morales, por más que este último se niegue en reconocerlo. En Chile, por otra parte, las recientes movilizaciones estudiantes muestran claramente que los ánimos se están polarizando y que en la juventud hay un nuevo fermento que se extenderá hacia otros sectores. Uno de los factores más vergonzosos para el Partido Socialista Chileno debería ser el haber gobernado ya durante dos periodos con un régimen basado en la Constitución del genocida Augusto Pinochet y que prácticamente no ha hecho nada por desmantelarlo. Al parecer es mucho mayor el respeto hacia el régimen golpista que hacia las masas que llevaron a los socialistas al gobierno. Como van las cosas en Chile, más que en otro país latinoamericano, exceptuado Colombia, será necesaria una auténtica ruptura revolucionaria para modificar el régimen político vigente, dado que sólo enfrentando la posibilidad de perderlo todo la burguesía chilena se atrevería a modificar el régimen de democracia “made in Pinochet”.

Venezuela y Bolivia a la vanguardia del proceso

En esencia el régimen político con el que la burguesía reinó en el siglo XX está resquebrajado, no obstante, los trabajadores por la falta de una dirección genuinamente revolucionaria, aún teniendo la fuerza más importante socialmente hablando no han podido instaurar un régimen que supere al capitalismo. Lo viejo aún no muere y lo nuevo aún no nace, pese a que las condiciones para el surgimiento del nuevo socialismo son más evidentes que nunca. De esta contradicción surge la inestabilidad que recorre todo el continente. De ahí que aún cuando las direcciones de movimientos que surgen de las luchas por el poder político no son plenamente conscientes de ello, cuando tratan genuinamente de resolver alguno de los problemas acuciantes de las masas, se ven en el escenario de enfrentarse contra los poderes imperialistas y oligarcas locales (que en el fondo representan lo mismo), no quedándoles otra más que adoptar medidas que los convierten en enemigos de dichos poderes, determinantes en el escenario capitalista de cualquier país. Venezuela y Bolivia viven procesos más avanzados, por ser países donde las expresiones de lucha popular tienen un relativo control del aparato de estado. En estos lugares los gobiernos democráticos de izquierda viven el constante hostigamiento de una burguesía que no domina el gobierno pero sí una parte muy importante del estado y por supuesto controla los sectores clave de la economía. Marx dijo que los fantasmas de las generaciones pasadas pesan como una loza en la consciencia de las actuales y ello se aplica también en las sociedades que han dado un paso adelante en contra del capitalismo oligarca-imperialista que los condena a ser simples esclavos de las corporaciones multinacionales y sus empleados locales en turno. El modo burgués del burócrata que dice defender la causa del pueblo se convierte en un obstáculo para el nacimiento del nuevo estado revolucionario dado que lo erosiona y contamina. Lenin llegó a decir que la capa de burócratas heredada del régimen zarista provocaba que el régimen de la URSS, aún en vida del gran revolucionario ruso, le diera un carácter bastante deformado al estado obrero ruso, o para decirlo en sus palabras cubriera al viejo régimen con un ligero “barniz socialista”. Tanto en Venezuela como en Bolivia se ha tratado de impulsar el proceso sobre la base del viejo aparato del estado, es decir, no sólo sobre la base de hombres y mujeres acostumbrados a administrar el estado para el servicio del señor burgués, sino un conjunto de costumbres, modos de dirigir, relaciones con la sociedad, heredadas de siglos y que no reproducen más que las viejas relaciones de dominación aunque se cubran de fraseología revolucionaria. Como decía Trotsky respecto al proletariado español de los treintas, los trabajadores Bolivianos y Venezolanos han sido capaces de hacer no una sino 10 revoluciones, al mismo tiempo han superado desde golpes de estado hasta la represión abierta. En estos países el camino hacia la trasformación se ha emprendido a sangre y fuego y sólo una derrota histórica y continental evitaría que los trabajadores sigan librando los obstáculos. La falta de una dirección genuinamente revolucionaria y socialista hace un poco más difícil el proceso y se hace urgente la necesidad de construir en el marco de la lucha esa nueva capa dirigente que remplace a la que ha cumplido un rol histórico pero no quiere o no puede avanzar hacia una fase verdaderamente anticapitalista, es decir socialista. Algún día Lenin dijo que socialismo es “electrificación más soviets”, es decir, la técnica más avanzada junto con democracia obrera, estas condiciones se deben construir en Venezuela donde el peligro de un gobierno reaccionario no desaparece hasta en tanto no se creen los órganos de democracia obrera necesarios para hacer a un lado la vieja maquinaria estatal y con ella el peligro de la restauración. El capitalismo aún manda en Venezuela y por ello es importante un programa de nacionalizaciones acompañadas con el control obrero de la producción a la par del fortalecimiento, -no sólo en el plano numérico sino en el político-, del Partido Socialista Unificado de Venezuela, para que por ese medio de avance en la formación de órganos de poder desde los mismos barrios, fábricas y pueblos. En Bolivia se puede observar muy claramente el drama de la revolución y la contrarrevolución. Evo Morales ha permitido a la derecha tomar la iniciativa en toda una serie de aspectos y eso lo puede pagar caro el proceso revolucionario si no se enfrenta con energía los intentos separatistas de la burguesía cruceña. Por lo pronto con un ausentismo del 40% se verificó el referéndum de Santa Cruz. A este desafío Morales ha replicado que el 50% o se abstuvo o votó en contra. Se necesitará mucho más que declaraciones para enfrentar a la oligarquía cruceña. La clave sería movilizar las masas trabajadoras de todo Bolivia, por medio de una profundización de las medidas como la entrega de tierras de los latifundistas a los terratenientes, eso eliminaría las bases sociales que, engañadas por la demagogia de la autonomía están optando por la ruptura de Bolivia, lo que en los hechos significaría el comienzo del fin de la revolución. En este proceso la COB puede jugar un papel muy importante si encabeza la movilización, en todo el territorio por profundizar la revolución en un sentido auténticamente socialista, de este modo Morales se vería forzado a radicalizar su posición frente a la oligarquía, de otro modo habría la posibilidad de que Morales llegara a un acuerdo, que en cualquier caso sería a costa de los trabajadores y campesinos, sentando las bases para un repunte de la contrarrevolución. Si la COB actúa con energía Morales no tendría opciones, o se alinea con la revolución enfrentándose a la oligarquía o se prepara para dejar el poder en manos de la reacción.

Ecuador y Argentina

Otro grupo de países, como Ecuador y Argentina viven situaciones, digamos, intermedias, ambos son subproducto de la lucha de las masas exactamente en los inicios del siglo, no obstante el movimiento, pese a destruir las bases de los partidos políticos tradicionales no ha avanzado más que a un cierto tipo de reformismo nacionalista sin un referente de izquierda evidente. Cierto es que Ecuador, al menos en algunos aspectos discursivos, sigue los pasos de Venezuela, incluso reivindica el socialismo del siglo XXI, sin embargo, ni ha puesto en práctica medidas radicales para trastocar los intereses de la oligarquía local ni su gobierno ha significado un paso adelante para la organización de las masas. Respecto a su Asamblea Constituyente, si bien su elección significó un golpe para la oligarquía, está en los hechos reconstituyendo y legitimando nuevamente al régimen anterior, así que juega un papel conservador y al mismo tiempo mantiene la lucha de masas en un compás de espera ya que se han creado falsas expectativas respecto a las posibilidades de transformación social en el marco de la Constituyente. Cuando se comprueben los límites de la misma las masas exigirán de Correa ir mucho más allá de los limites burgueses que seguramente la Constituyente protegerá, será entonces cuando nuevamente las masas lleven hacia delante el proceso. Mientras ello sucede no está descartado que la oligarquía pretenda abortar la nueva Constitución, tal y como se pretende en Bolivia, en ese marco, aún no siendo un documento revolucionario la defensa de la Constitución puede ser un pretexto para que las masas nuevamente salgan a luchar y en la vía de los hechos asesten nuevos golpes a los reaccionarios. El caso de Argentina es peculiar en la medida de que aún siendo un gobierno claramente burgués, las modificaciones que imprimió en la sociedad argentina el traumático gobierno de Carlos Saul Menen, dejaron al Estado en tal grado de incapacidad para intervenir en el terreno económico, que las medidas de cualquier gobierno que pretenda tomar un poco las riendas serán vistas como agresivas contra los poderes fácticos, tanto el de la oligarquía como el de la burocracia política ligada a ellos. Cristina Fernández representa a un sector de la burguesía que trata de adoptar una cierta autonomía maniobrando entre las clases en aras de salvar lo fundamental del régimen, en cierto modo se acerca más al modelo tradicional del populismo que cualquier otro gobierno actual. La ofensiva emprendida por la burguesía del campo muestra que en el próximo periodo puede darse un enfrentamiento inter-burgués de mayor envergadura. En ese marco un movimiento obrero firmando pactos a diestra y siniestra es lo peor que podría suceder, ya que abriría espacios para que, libre de presiones en ese sentido, el gobierno Kirchner termine finalmente pactando con la oligarquía, por supuesto en detrimento de los intereses de las masas y en un ambiente de cierta desmovilización. Por el contrario, un movimiento combativo y beligerante colocaría al gobierno en la disyuntiva de ceder ante las masas o pactar con la oligarquía. En el primer caso tendríamos un escenario mucho más abierto para que el movimiento de los trabajadores ofreciera batallas más clasistas con posibilidades de exigir nacionalizaciones, tomas de tierras y fábricas. Si por el contrario se da el caso de un pacto gobierno-oligarquía los trabajadores estarían movilizados y con más posibilidades de enfrentarlo con éxitos.

Paraguay

Recientemente ha surgido un nuevo síntoma de este proceso de recomposición de fuerzas, en general favorable a los trabajadores, el triunfo de Fernando Lugo; no obstante, las serias acotaciones que le impondrá un congreso dominado por los partidos tradicionales es en sí un golpe para los intereses imperialistas y un triunfo para los trabajadores.

Cuba regresa al escenario continental

En la turbulencia latinoamericana Cuba ha sido una referencia obligada para todos los desarrollos políticos de izquierda. En toda América Latina, Cuba es una referencia. Sin embargo, está claro que desde la caída de los países mal llamados socialistas la revolución cubana había sufrido un cruel deterioro y la amenaza de la restauración capitalista era más que evidente. Con la nueva oleada revolucionaria latinoamericana Cuba vivió un nuevo viento fresco que le permitió un margen para la rediscusión sobre el socialismo y el tipo de régimen más adecuado para continuar el proceso rumbo al socialismo. El gran logro de la revolución latinoamericana en Cuba es la creación de un sector, para nada despreciable, de jóvenes, trabajadores y dirigentes de diversos niveles dentro del PC, que están por un socialismo basado en la democracia obrera con vocación internacionalista. Las tentaciones precapitalistas no han desaparecido, de hecho con la enfermedad y retiro de Fidel Castro toman confianza y se preparan para abrazar abiertamente el camino capitalista. Si esto hubiera sucedido hace 10 años, la tarea de los procapitalistas en el seno de partido y el aparato de estado cubano hubiera sido relativamente más parecida a la catástrofe de Europa del este en 1989. No obstante, ahora, 10 años después ya existe un número cada vez más grande de sinceros socialistas y revolucionarios que son capaces de enfrentárseles y ¿por qué no? vencer. Hubo un tiempo que Trotsky señalaba que la sección más fuerte de la IV internacional se encontraba el la Rusia dominada por Stalin. Esto era cierto, había decenas de miles de fieles revolucionarios marxistas que no sólo podían luchar contra Stalin sino que eran capaces de sustituir el régimen de revolución degenerada por un auténtico bolchevique. A este peligro Stalin respondió con el asesinato en masa. En nuestros tiempos, es muy posible que la mayor parte de los potencialmente mejores cuadros para la revolución socialista en América Latina también se encuentren en la Cuba del siglo XXI. La clave para liberar el potencial revolucionario en Cuba es un triunfo tras otro en el continente, ello permitirá a las fuerzas revolucionarias ganar confianza y posiciones mientras que reducirá el margen de maniobra del sector procapitalista. Una ola de reacción continental, que consideramos poco posible en la actualidad, facilitaría el aislamiento de los socialistas cubanos y daría ventaja a los procapitalistas. La batalla se avecina y debemos prepararnos para ofrecer todo el apoyo al ala revolucionaria del partido comunista cubano y a las masas trabajadoras dispuestas a luchar por el socialismo.

Internacionalismo revolucionario o diplomacia

Por supuesto en ningún país se ha establecido de manera radical un cuestionamiento en los hechos del régimen capitalista, de ello no tienen culpa las masas, las cuales han dado muy importantes batallas y lo seguirán haciendo. El problema sigue siendo la dirección y la falta de una perspectiva de abierta ruptura con el capitalismo. La clave del proceso es el desarrollo de corrientes socialistas auténticamente revolucionarias en el seno de las organizaciones: partidos y sindicatos que emergen en la lucha. Sólo de este modo será posible que los impresionantes movimientos de masas de los últimos años den el paso decisivo hacia la construcción de sociedades realmente anticapitalistas, es decir, socialistas. En ese contexto serán seguramente superadas formas de asociación internacional que pueden verse como un paso adelante como la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA) (Venezuela, Bolivia, Cuba y Nicaragua) y el Banco del Sur, los cuales pretender mostrarse como opciones frente al ALCA y el FMI. El Banco de Sur, con un capital que llegará a los 7 mil millones de dólares y al cual estarán integrados la mayoría de los países sudamericanos. La ALBA se trata de una especie de alianza política entre los gobiernos de izquierda con mayor afinidad pero nada impide que esta alianza se rompa ante algún cambio de gobierno. El banco del Sur se trata de la creación de un banco regional. No obstante, el problema es que siguiendo la lógica y las normas de eficiencia capitalista no puede ser menos voraz que cualquier otro banco dentro de este sistema, además soslaya un problema que paulatinamente generará más y más contradicciones, la hegemonía económica del Brasil, que cada día adquiere más y más tintes de imperialismo regional y significa una fuente de enfrentamientos de parte de los pueblos y trabajadores de los distintos países con las empresas y el propio gobierno brasileños, en esa medida nada impide que organismos como el mismo Banco del Sur vayan a convertirse en instrumentos controlados por Brasil para establecer condiciones a distintos países. En el contexto capitalista tanto el ALBA como el banco del Sur son iniciativas extremadamente limitadas que no pueden ser consideradas seriamente como la base de una nueva relación entre los pueblos latinoamericanos.

El camino de la unidad latinoamericana

Aunque tal vez no con los métodos más efectivos, en los años sesentas Ernesto Guevara dejó muy claro el camino a seguir para los pueblos de América Latina, el cual no está en la diplomacia hipócrita de las embajadas sino en la unidad de lucha de los pueblos y la de la acción revolucionaria continental, con el objetivo de crear no una asociación de países, sino una federación socialista. Sólo al margen del capitalismo es posible evitar que un poder económico se superponga sobre los otros y establezca relaciones de dominación. Dentro del capitalismo a la larga sólo se generarán nuevas hegemonías, con los correspondientes enfrentamientos y conflictos. Además de ello es importante ver que en la actualidad el proceso de la revolución sólo se puede entender como parte integrante de la revolución mundial, a través de ella se abrirá una nueva época para la humanidad donde la propiedad privada y los estados nacionales serán mirados con la misma simpatía con que hoy la mayoría de los pueblos civilizados ven a la esclavitud y a la inquisición.
escrito por Samuel Santibañez Este documento realiza una breve explicación de nuestra concepción del socialismo, como porducto de lucha de clases dentro del capitalismo y como expresíón de la acción conciente y colectiva de los trabajadores. Una sociedad basada en la lucha individual por la supervivencia jamás puede ser una sociedad socialista. El socialismo implica alcanzar un nivel crítico de producción por el que esta disputa individual desaparece y con ella la verdadera prehistoria de la humanidad. Será el momento en que la sociedad humana se desprenderá definitivamente y sin vuelta atrás del reino animal, iniciando la verdadera historia de la humanidad, no regida por las fuerzas ciegas de la naturaleza y del capitalismo sino por la cultura, la conciencia y la voluntad de los hombres. Alcanzar ese nivel de progreso sólo puede venir de la mano de la planificación democrática de la economía a escala internacional liberando la producción de los límites de la propiedad privada y del Estado nacional; y este primer paso que es la planificación de la economía primero en un país y luego a una escala más amplia, sólo puede venir del triunfo de la revolución socialista en varios países. Existen las condiciones objetivas para el desarrollo de la humanidad a niveles sin precedentes y también existen las condiciones sociales y políticas para la revolución. Pero, de igual manera que en el pasado, el triunfo de los procesos revolucionarios no está garantizado de antemano, es un proceso vivo que depende de muchos factores pero especialmente de la existencia de partidos revolucionarios con un programa claro. La teoría marxista del Estado no sólo no ha fracasado sino que ha sido la única en dar explicación a los procesos de la ex URSS y los demás países del Este. Pero la teoría, por más correcta que sea, para convertirse en una fuerza material, tiene que apoderarse de la conciencia de las masas y esa tarea depende de la voluntad, de la capacidad de difundir y consolidar las fuerzas del marxismo. El marxismo defiende la propiedad colectiva de los medios de producción no por cuestiones sentimentales o consideraciones de justicia universal, sino porque es una forma de propiedad que permitiría avanzar a la humanidad a un estadio social superior. Durante un periodo determinado la propiedad individual de los medios de producción impulsados por la búsqueda del beneficio individual, supuso un progreso importantísimo para la humanidad. Este sistema impulsaba la reinversión de buena parte de los beneficios en nueva maquinaria, tecnología, nuevos campos de investigación, que tenían como objetivo el aumentar más aún los beneficios, pero que en último término redundaba en el incremento de la productividad del trabajo humano, que es la base más importante sobre la que se puede construir una sociedad más próspera.

La economía planificada

La sociedad capitalista ha llevado la producción y la productividad a tal nivel que resulta fácil entrever lo que sería posible hacer si todo ese potencial se pudiese utilizar para las mejoras de las condiciones de vida, la cultura y la salud de la mayoría de la sociedad. Un potencial que bajo el capitalismo, en su etapa de decadencia, es imposible realizar precisamente por la existencia de la propiedad privada. Para la humanidad la sed de beneficios capitalista implica ahora muchísimas más lacras que ventajas: hambre, guerras, prostitución, mafia, desempleo masivo... La especialización internacional del trabajo y la concentración de la producción a escala mundial permitiría, con una economía planificada globalmente, satisfacer inmediatamente las necesidades de la población de todo el planeta. Seguramente la producción de carne de Brasil y Argentina, en pocos años, podría satisfacer las necesidades de todo el planeta, por poner sólo un ejemplo. La enorme capacidad productiva existente ahora se convierte bajo el capitalismo en una situación absurda: por un lado millones de personas desempleadas y por otro, las que tienen la suerte de trabajar, sobreexplotación salvaje. Todo eso para que una ínfima minoría siga manteniendo su lujosa vida multimillonaria. Esta es la lógica del máximo beneficio. En una economía mundial planificada, en la que se sacara partido de la especialización alcanzada en los diferentes países y la capacidad productiva global, lo que bajo el capitalismo se considera como un "exceso" de producción, se convertiría en una satisfacción inmediata de las necesidades básicas, la reducción inmediata de las horas de trabajo y el trabajo en condiciones dignas para todo el mundo. La planificación de la economía sólo se puede hacer efectiva con la expropiación de los grandes medios de producción y de la banca, ahora en manos de los capitalistas. Según la teoría marxista, todos los medios de producción serían propiedad de todos los trabajadores, con independencia del puesto que cada trabajador, individualmente, ocupara en la producción. La planificación tendría un criterio, un objetivo: incrementar globalmente la calidad de vida de toda la humanidad, empezando por las necesidades más inmediatas y continuando por las nuevas necesidades que indudablemente surgirán en una sociedad de este tipo donde, por fin, el acceso a la cultura y a la ciencia será masivo. La eficacia de la economía planificada dependerá de dos factores: el control y la participación democrática de todos en la gestión y toma de decisiones y también en el grado de centralización del plan, es decir, de su capacidad de aprovechar los recursos existentes considerando todas las ramas de producción de todos los países (o el máximo posible de ellos). En lo económico, la concepción anarquista de la sociedad futura es sustancialmente diferente. Proudhon proclamaba una sociedad en la que los productores se asociaran libremente, mediante uniones voluntarias. A diferencia de la sociedad socialista, la propiedad de los medios de producción no pertenecería al conjunto de la clase obrera sino a los trabajadores que directamente trabajan en dicha empresa, que pasaría a ser una comuna independiente. A diferencia del capitalismo, una empresa dejaría de tener un sólo propietario, el patrón, y tendría muchos propietarios individuales, los trabajadores que en ella trabajan. De entrada, el problema de esta concepción, que en esencia es una versión idealizada de la sociedad de pequeños productores que precedió al capitalismo moderno, es que choca con el propio desarrollo que ya han alcanzado las fuerzas productivas en la actualidad. Evidentemente sería ridículo que funciones desarrolladas por corporaciones de dimensión internacional, como las telecomunicaciones, el transporte aéreo, el ferrocarril, la electricidad, tuvieran que pasar a escala comunal, con sistemas propios e independientes. Este hecho demuestra hasta qué punto el sistema de comunas es una utopía reaccionaria, un retroceso. Pero vayamos a la cuestión esencial. Una vez expropiados los capitalistas ¿quién toma las decisiones y bajo qué criterios? La respuesta que da el anarquismo a estas cuestiones viene predeterminada por la idea de que en su modelo de sociedad no se puede delegar decisiones que afecten al conjunto en ningún organismo, puesto que en este mismo hecho reside el pecado del ‘autoritarismo'. El tipo de sociedad basado en comunas, o unidades de producción autónomas, se desprende de criterios de tipo moral. ¿Pero qué sucedería en la práctica? Sin un plan centralizado, que determinara constantemente las necesidades globales de consumo y de producción y la proporción entre las distintas ramas de la producción, el único medio por el cual los productos llegarían a su destino sería a través del mercado. En el mercado manda la ley de la oferta y la demanda e imprime una dinámica determinada a la producción: la competencia, los cierres... Aquellos sectores de la producción que fabriquen más de lo que el mercado pudiera absorber necesariamente tendrían que cerrar o bajar los precios para competir, disminuyendo los salarios. Por el contrario, aquellos trabajadores que tuvieran la suerte de que sus productos fueran muy demandados podrían tener altos salarios. Bajo el capitalismo el flujo de inversión tiende, anárquicamente, a compensar estos desequilibrios. La inversión fluye hacia la producción de mercancías en que la oferta es insuficiente con relación a la demanda y huye de los sectores donde hay saturación. Estos procesos, que bajo el capitalismo son traumáticos, pues implican cierres de empresas sin otra alternativa que el desempleo, no tienen por qué producirse en una economía planificada donde se pueda prever de antemano las necesidades. El exceso de mano de obra en un sector puede redundar en la reducción de las horas de trabajo o en la potenciación de nuevas ramas de producción. Inevitablemente las decisiones que se tengan que tomar transcenderían los intereses particulares de tal o cual sector de la producción, intereses que por otro lado ni siquiera tendrían por qué existir dado que los trabajadores tendrían una conciencia verdaderamente colectiva de la producción, ¡hecho que en gran medida ya existe bajo el capitalismo! A un plan global inevitablemente corresponderían organismos centrales, una banca pública única, un servicio de comunicaciones único, un sistema de seguridad único, etc.

¿Con qué criterios se tomarán las decisiones?

El todo no es la simple suma de las partes. La sociedad socialista no sería la simple suma de fábricas colectivizadas, es una combinación totalmente superior. En sustitución del mercado es esencial la participación de la todos los trabajadores en todos los aspectos de la economía y de la política. La causa del colapso de los países ex estalinistas no fue la centralización de la economía -debido a los mezquinos intereses nacionales de la burocracia de cada país fueron incapaces de llevar adelante un plan verdaderamente internacional- sino la centralización burocrática, en la que la toma de decisiones a todos los niveles de la producción y la distribución, en una economía ya muy avanzada, se hacía entre un puñado de burócratas sin la participación de los trabajadores. En una economía socialista basada en la democracia obrera, cualquier descubrimiento técnico que supusiese un ahorro del trabajo humano o una mejora de la calidad de vida, automáticamente tendría aplicación generalizada. Eso no ocurre así en el capitalismo porque en este sistema lo que prima es el beneficio individual e inmediato. Los descubrimientos son más lentos porque la investigación se hace en compartimentos aislados debido a la competencia entre las diferentes multinacionales, interesadas en descubrir primero, y obtener así una ventaja temporal. Incluso muchos descubrimientos tecnológicos no tienen aplicación porque no son considerados rentables a corto plazo y porque a la burguesía le resulta más ventajoso incrementar la productividad a costa del aumento de los ritmos de trabajo o de las horas de trabajo, como de hecho está ocurriendo ahora. Si finalmente los descubrimientos tecnológicos se incorporan a la producción, el efecto que eso tiene en el capitalismo es el incremento del desempleo. Es normal que bajo el capitalismo el trabajador esté totalmente desincentivado y encuentre su trabajo totalmente rutinario. En una economía planificada, con el desarrollo tecnológico que ya existe, con los avances en el terreno de la comunicación y la informática, la participación de los trabajadores en los procesos de producción y distribución sería más factible que nunca. Cualquier descubrimiento en cualquier parte del mundo tendría una aplicación generalizada, sin el estorbo de la competencia nacional, eso dispararía la creatividad de los trabajadores, que dejarían de sentirse como un complemento de la máquina que genera beneficios para otros. Todos los trabajadores estaríamos verdaderamente interesados en el progreso técnico porque eso redundaría inmediatamente en más tiempo libre, más calidad de vida. De esa manera se avanzaría verdaderamente a una sociedad superior, socialista, en la que gradualmente se podría hacer efectiva la idea de "a cada uno según sus necesidades, de cada uno según sus posibilidades".

Las Fuerzas productivas

El capitalismo ha desarrollado a lo largo de su existencia las fuerzas productivas, la tecnología y el conocimiento humano a una escala jamás alcanzada anteriormente. Objetivamente este desarrollo permite acabar de una vez y para siempre con todos los problemas que asolan a la mayor parte de la humanidad como son el hambre, las enfermedades, el desempleo, etc. El obstáculo para que eso sea una realidad es la naturaleza del sistema capitalista. El fin de la producción no es satisfacer las necesidades sociales sino el afán individual de beneficios de los capitalistas. Los problemas sociales no se derivan de la insuficiencia del desarrollo económico sino de la propiedad privada de los medios de producción. La actual fase del capitalismo es de declive y decadencia. ¡Es ya incapaz de explotar a los explotados! El desempleo masivo unido a la generalización del empleo precario y la incapacidad del sistema de garantizar el futuro a la actual generación de jóvenes son, por sí mismos, una prueba de que el capitalismo ya no sirve, que es un sistema socialmente caduco. Existe una alternativa al capitalismo que es el socialismo, una sociedad basada en la planificación consciente y racional de los recursos existentes en beneficio de todos. No hay ningún obstáculo objetivo para que, partiendo del nivel de desarrollo actual, se puedan reducir progresivamente las horas de trabajo, incrementar los salarios y aumentar sustancialmente el nivel de vida y cultural de toda la población de la Tierra. Sin embargo el capitalismo no cae por sí solo dando lugar al socialismo. Sin la lucha organizada y consciente de la clase obrera el capitalismo no desaparecerá. La contradicción más importante de la situación actual es que las principales organizaciones de los trabajadores están dominadas por el reformismo, que no tienen una alternativa al margen del sistema capitalista. El hecho de que eso sea así se debe a que el proceso de formación y consolidación de las direcciones de los partidos y sindicatos obreros no refleja automáticamente las necesidades objetivas e históricas del proletariado. Durante todo un periodo, tras la Segunda Guerra Mundial, el capitalismo desarrolló las fuerzas productivas de forma espectacular en los países capitalistas avanzados, haciendo posibles toda una serie de concesiones, conseguidas con la lucha, pero que han dado un margen importante al reformismo. La idea de que se podían conseguir mejoras sin salirse del marco capitalista tenía una base material. Esas circunstancias empezaron a cambiar a partir de la crisis capitalista de 1973. Desde entonces de forma paulatina la burguesía ha lanzado un ataque contra todas las conquistas anteriores en el terreno de la sanidad, educación, empleo, derechos laborales, libertades democráticas.

La lucha por las reformas

La crisis del capitalismo es también la crisis del reformismo, la crisis de las condiciones clásicas en las que el reformismo tiene posibilidad de consolidarse. En la medida en que hay menos margen de concesiones, el reformismo se transforma cada vez más, en la práctica, en contrarreformismo. El hecho de que el dominio del reformismo se prolongue más tiempo de lo que sería normal se debe a que la relación entre los procesos políticos y económicos no son automáticos. El reformismo sin reformas y los consiguientes pactos y manejos por arriba con la burguesía puede tener un efecto desmoralizador entre los trabajadores en la medida en que no existe una alternativa revolucionaria. La caída de participación en los sindicatos y partidos obreros actúa como un balón de oxígeno para los dirigentes reformistas, que se ven menos presionados por la base. La ausencia de una alternativa revolucionaria con una influencia de masas en esas circunstancias, tiene un doble efecto: por un lado facilita la influencia que tiene el reformismo en las organizaciones obreras y por otro lleva a un sector de los trabajadores y de la juventud hacia posiciones ultraizquierdistas. Ambos fenómenos son dos caras de la misma moneda y están interrelacionados. Especialmente entre la juventud eso facilita el surgimiento de pequeños grupos anarquistas o semianarquistas cuyas ideas se basan en la lucha contra los "partidos", contra los "dirigentes", en la indiferencia entre "izquierda y derecha", etc. Esos fenómenos no son nada nuevos. Sin embargo la existencia de sindicatos, partidos, dirigentes, izquierda y derecha obedece a razones históricas y sociales muy profundas como para que puedan desaparecer por muy mal que actúen sus dirigentes. La construcción de un genuino partido marxista con influencia de masas, es la tarea central para garantizar el éxito de la revolución; esto sólo puede hacerse sobre la base de la defensa de un programa socialista consecuente junto con un método correcto de aproximación a los trabajadores y a los jóvenes allí donde ellos se encuentren. El reforzamiento de un movimiento revolucionario sólido no puede hacerse sobre la base de un enfrentamiento sectario, sobre la base de insultos hacia las organizaciones obreras y sus dirigentes. Los efectos de esos métodos no hacen mella en la influencia de los dirigentes reformistas y en todo caso les refuerza. Un movimiento revolucionario serio sólo tiene posibilidad de disputar al reformismo su posición en el movimiento obrero y juvenil si es capaz de demostrar que son los más consecuentes luchadores contra la burguesía y contra el sistema capitalista. Pero eso no se consigue despreciando la lucha reivindicativa por mejoras inmediatas, sino relacionándola con una perspectiva más amplia y con unos métodos de lucha que pongan en evidencia ante los trabajadores que los reformistas no quieren luchar ni tienen una alternativa. Tampoco se consigue planteando reivindicaciones que no son parte de la preocupación de la mayoría de los jóvenes y trabajadores, aunque puedan parecer muy radicales. En el futuro es inevitable que se desarrollen luchas cada vez más duras y masivas entre la burguesía y el reformismo actual, bastante derechizado, que tendrá cada vez más dificultades para mantener su influencia y su control sobre las organizaciones obreras. En el periodo que entramos es inevitable que haya giros a la izquierda y desmarques por parte de determinados dirigentes respecto a la política seguida hasta el momento. Eso tendrá enormes efectos políticos en la conciencia de los trabajadores y los jóvenes, creará muchas ilusiones y tarde o temprano se incrementará el nivel de participación de los trabajadores y los jóvenes en la vida política. Eso se expresará inevitablemente en las organizaciones obreras. La construcción de una alternativa revolucionaria no se hace de un día para otro ni en base a cuatro consignas, ni a cuatro fetiches organizativos. Es un trabajo paciente que combina la intervención práctica con un estudio serio de todos los procesos revolucionarios habidos a nivel internacional.

El papel de la teoría

La teoría es una guía para la acción y también es una condensación de toda la experiencia previa del movimiento obrero. El desprecio a la teoría, a la política, no puede conducir a otra cosa que a asumir inconscientemente una política y una teoría determinada. Ningún modelo organizativo artificial, llámese horizontal o lo que sea, puede sustituir a un programa y unos métodos revolucionarios correctos. El optimismo y la confianza del marxismo en el futuro se basan en que la experiencia del movimiento obrero le lleva necesariamente a conclusiones marxistas y revolucionarias. Pero el ritmo de ese proceso no es un factor secundario, la revolución no se produce al margen de la contrarrevolución, de ahí que el desarrollo, la difusión y la organización de un movimiento marxista y revolucionario sea en último término una cuestión decisiva. La podredumbre del sistema capitalista no garantiza automáticamente su derrocamiento y su sustitución por un sistema más justo y más próspero para todos. El marxismo tiene el mérito de haber aportado al conocimiento humano un método de análisis científico para comprender la historia y, muy particularmente, de haber elevado a un nivel consciente la lucha de la clase obrera contra la explotación capitalista. La historia de los últimos 200 años ha conocido innumerables panaceas políticas que han tratado, cada cual a su modo, de salvar a la clase obrera sin comprender la naturaleza de la misma ni del propio sistema capitalista, al que condenan como una maldición producto del "egoísmo humano y del deseo de acumular dinero". Para el marxismo, en cambio, la existencia del capitalismo ha sido una etapa necesaria, e inevitable, en el largo y espinoso camino de la humanidad hacia su auténtica liberación, aún con todos sus crímenes y horrores. Sólo con un alto nivel de desarrollo de las fuerzas productivas y de la cultura podrá erigirse una nueva sociedad digna de ser llamada humana. El capitalismo, utilizando los eslabones dejados por las sociedades humanas que quedaron atrás, ha creado las bases para erigir esta sociedad. Sin estas bases, que comprenden el extraordinario desarrollo alcanzado por la industria, la agricultura, los descubrimientos científicos, las comunicaciones y la cultura, la humanidad continuaría vegetando en la escasez y la mezquindad. "... Este desarrollo de las fuerzas productivas (...) constituye también una premisa práctica absolutamente necesaria, porque sin ella sólo se generalizaría la escasez y, por tanto, con la pobreza, comenzaría de nuevo, a la par, la lucha por lo indispensable y se recaería necesariamente en toda la inmundicia anterior" (Carlos Marx y Federico Engels, La ideología alemana, pág. 36. Ed. Grijalbo). Mientras que en las sociedades anteriores al capitalismo estaba justificada la existencia de una capa minoritaria y ociosa de la población, que vivía del trabajo excedente producido por la mayoría, para que dispusiera de tiempo para hacer ciencia, tecnología, filosofía, cultivar las diversas artes, y así poder hacer avanzar la sociedad sobre las espaldas de millones de hombres y mujeres explotados y oprimidos, bajo la moderna sociedad capitalista ya no existe ninguna justificación para que esto continúe así. Al igual que ocurrió con el sistema esclavista y con el sistema feudal, el sistema capitalista, si bien ha jugado un papel tremendamente revolucionario, se ha convertido ya en un sistema agotado, caduco y obsoleto que amenaza con conducir a la humanidad hacia la barbarie, y al que es preciso sustituir por un sistema social superior, el socialismo. El mercado mundial El control asfixiante que ejercen a nivel mundial un puñado de grandes monopolios, multinacionales y bancos para mantener los beneficios y privilegios de unos cuantos grandes capitalistas se ha convertido en una pesadilla que afecta la vida de millones de seres humanos en todo el mundo. Cada día mueren 30.000 niños de hambre, mientras que cien millones viven en la calle y 250 millones son obligados a trabajar. En contraste, las doscientas personas más ricas del mundo superan los ingresos del 48% más pobre. Estos y otros datos reflejan la injusticia y desigualdad en aumento que supone la llamada globalización, que no es otra cosa que la organización del comercio y la economía mundial al servicio de un puñado de grandes multinacionales imperialistas. El 80% de la humanidad vive en condiciones de pobreza y miseria crecientes. Si entre 1960 y 1970 la población que vivía con menos de un dólar al día era de 200 millones de personas, hoy son 1.300 millones. 800 millones padecen subalimentación crónica. En el polo opuesto, y según la propia ONU, poco más de 200 personas en todo el mundo tienen en conjunto los mismos ingresos que 3.000 millones de seres humanos. Entre 1960 y 1993 la parte de la riqueza de los más ricos del planeta pasaba del 70% al 85%, y la del 20% más pobre retrocedía del 2,3% al 1,4%. 100 millones de niños viven en la calle y hay más de 250 millones de niños a los que se obliga a trabajar. La carga de la deuda de los países más pobres representa el 94% de su producción económica global, aunque en algunos casos llega al 125%. En 1980 la deuda total de los países subdesarrollados era de 600.000 millones de dólares, en 1990 era de 1,4 billones y en 1997 era de 2,7 billones de dólares. En siete años la deuda ha aumentado en ¡770.000 millones de dólares!. En este mismo período los países subdesarrollados, han pagado 1,83 billones de dólares en concepto de pago de servicios de la deuda: por cada dólar recibido en concepto de ayuda, los países del Tercer Mundo han reembolsado once en servicio de la deuda. Y la situación no ha hecho más que empeorar hasta el día de hoy. Los últimos veinte años se han caracterizado no sólo por la polarización de la riqueza entre los países desarrollados y los subdesarrollados (Norte y Sur), sino también por la enorme brecha abierta entre ricos y pobres. La pobreza ya no es exclusividad del mundo subdesarrollado: en Europa hay 57 millones de pobres y en EEUU 38 millones. Entre los tres magnates de Microsoft tienen más dinero que todo el presupuesto gastado por EEUU en programas para erradicar la pobreza y la marginalidad. Por otro lado, la aparición del desempleo masivo está minando las bases estables, las reservas sociales que se crearon tras la II Guerra Mundial en los países capitalistas. Según las cifras oficiales de la ONU, el desempleo mundial alcanza a 120 millones de personas, pero otras estimaciones independientes sitúan el desempleo real en cerca de 1.000 millones. Pero este desempleo no es paro cíclico, ni se puede definir como el ejército de reserva que en tiempos de recuperación económica es absorbido. Se trata de desempleo estructural, que permanece en las épocas de boom y aumenta en la recesión de la economía. El capitalismo es un sistema social condenado por la historia. Las guerras, las enfermedades que asolan países enteros, el hambre o los desastres ecológicos no sólo no disminuyen sino que aumentan año tras año. Incluso en los países capitalistas más desarrollados estamos viendo cómo desaparecen conquistas históricas de las familias trabajadoras que costaron años conseguir, instalándose por todas partes la precariedad en el empleo, largas jornadas de trabajo y una sensación de incertidumbre ante lo que nos depara el futuro.

La clase obrera

Como hizo la burguesía en su juventud contra el feudalismo, corresponde ahora a la clase obrera dirigir la lucha contra este sistema y sus sostenedores. La burguesía no puede existir sin la clase obrera, pues su riqueza depende de la explotación de la fuerza de trabajo. Es en ese sentido que Marx planteó que la burguesía creó a sus propios sepultureros. Lejos de la fantasía de los académicos y plumas pagadas de la burguesía acerca de la supuesta "inexistencia" de la clase obrera, está llamada a ser la sepulturera del sistema capitalista. Su papel en la producción capitalista y sus particulares condiciones de vida y trabajo hacen que ninguna otra clase o capa oprimida de la sociedad pueda sustituirla en esa tarea. Las clases medias, por su heterogeneidad, modo de vida y papel en la producción, están orgánicamente incapacitadas para comprender la auténtica naturaleza del sistema capitalista. Debido a su posición en la sociedad y su trabajo aislado, no se enfrentan a un enemigo de clase directo. Todos sus males parecen provenir de la incapacidad o de la mala voluntad de los gobernantes, o de la cólera divina. Los obreros, en cambio, ven la fuente de sus males en su patrón, que es el que les baja el salario, el que les obliga a echar horas extras, el que les explota y el que les despide. Para defenderse necesitan de la máxima unión entre todos los compañeros de trabajo, de aquí su mentalidad solidaria, colectiva y anti individualista. Sus propias condiciones de trabajo refuerzan esta mentalidad. Todo proceso productivo necesita, para funcionar, la implicación de todos los obreros de la empresa. Cada uno de ellos es un eslabón necesario en el proceso productivo. Esa interdependencia mutua en el proceso de trabajo refuerza dicha mentalidad colectiva. La lucha de los trabajadores de cualquier empresa pone de manifiesto una ley muy importante de la dialéctica: el todo es mayor que la suma de las partes. La fuerza combinada de los obreros en una empresa luchando por los mismos intereses es muchísimo mayor que la presión aislada de cada uno de ellos, que es la situación en que se coloca el pequeño burgués de clase media. El socialismo es la ideología natural de la clase obrera. Cuando la lucha de los obreros contra el patrón de su empresa llega a su punto más agudo, se producen ocupaciones de empresas o se retienen a los directivos en su interior. En esos momentos es cuando se pone de manifiesto "quién manda aquí". La idea de expropiar al patrón y el sentimiento de que la empresa debe ser de propiedad común entre los trabajadores nace, en un momento determinado, como un desarrollo natural de su conciencia. La idea de la propiedad común nace de su condición obrera. Para que la empresa pueda seguir funcionando, no se puede dividir en trozos y repartir entre los trabajadores, sino que debe mantenerse unida trabajando todos en común. También toda huelga general pone sobre la mesa, pero a un nivel superior, "quién manda aquí", y la identidad de intereses de clase entre todos los sectores de la clase obrera. Más aún en una situación revolucionaria. La propia división del trabajo en la economía capitalista, y la interrelación de todos los sectores económicos entre sí, hace extender esta misma idea para el conjunto de las fuerzas productivas. De ahí que la expropiación de toda la clase capitalista, y su control y dirección en común por toda la clase obrera, representa sólo una generalización sacada de la experiencia de los obreros con cada empresa particular. Las propias condiciones de vida que crea el capitalismo, establecen las bases para la futura sociedad socialista. Mientras que en la vieja economía agraria cada familia tenía su casa, su pozo, sus propios medios de hacer lumbre, de alimentarse y vestirse, y sus condiciones de vida particulares, hoy las familias obreras viven en común (ciudades, barrios y edificios comunes), con un sistema de electrificación, de conducción de aguas, de telefonía, de transporte público, y de adquisición de medios de consumo, comunes. Todo esto refuerza aún más esa mentalidad antiindividualista y socialista en la conciencia de las familias obreras.

Internacionalismo proletario

El capitalismo es un sistema mundial. La división del trabajo establecida por la economía capitalista a lo largo y ancho del planeta liga indisolublemente los países y los continentes unos con otros. Ningún país, ni siquiera los más poderosos y desarrollados pueden escapar al dominio aplastante del mercado mundial. Los Estados nacionales, igual que la propiedad privada de los medios de producción, se han convertido en obstáculos formidables que estorban el desarrollo de las fuerzas productivas. Ambos son los causantes de las crisis económicas, de las guerras y de los odios nacionales entre los diferentes pueblos. Su eliminación es la condición básica para comenzar a solucionar los problemas y las calamidades que la humanidad tiene ante sí. La clase obrera es una clase mundial. El mismo tipo de explotación, los mismos problemas y los mismos intereses ligan a la clase obrera en todo el mundo. El internacionalismo proletario, que se ha puesto de manifiesto incontables veces en más de 150 años de explotación capitalista -con la construcción en diferentes momentos de organizaciones obreras internacionales y revolucionarias, así como en la solidaridad con la lucha contra la explotación capitalista en innumerables países-, no es una mera consigna de agitación sino la base imprescindible para unificar la lucha de la clase obrera mundial, para luchar por la transformación socialista de la sociedad en todo el planeta, pues sólo a nivel mundial se dan las condiciones para construir el socialismo. Las grandes empresas multinacionales y los modernos medios de transporte y de comunicación unifican las fuerzas productivas y relacionan a los seres humanos de una manera nunca vista antes en la historia y permiten, por primera vez, planificar de manera armónica y democrática los recursos productivos en interés de toda la humanidad, y no de un puñado de parásitos y privilegiados como ha ocurrido hasta ahora. Una revolución socialista triunfante en un solo país tendría efectos electrizantes en la conciencia y en las perspectivas de los trabajadores de todo el mundo, particularmente si se tratara de un país importante, y sería la antesala de la revolución socialista mundial. Es verdad que en una época normal de la sociedad capitalista no están todas estas ideas presentes en la conciencia de la mayoría de la clase obrera. Para ello hace falta experiencia, una situación revolucionaria que rompa la rutina y la inercia de la sociedad, y un partido marxista con influencia entre las masas que ayude al conjunto de los trabajadores a sacar las últimas conclusiones de dichas experiencias revolucionarias. La enorme contribución de Marx y Engels a la causa de la clase obrera no fue haber inventado una panacea social para acabar con la injusticia en este mundo, sino haber comprendido y sacado a la luz los intereses inconscientes que revelaba la lucha de la clase obrera contra la explotación capitalista, para hacer así consciente a la clase obrera de los objetivos históricos que se derivaban de esta lucha, los cuales sólo pueden concluir con la transformación total de las relaciones de producción capitalistas y su sustitución por unas nuevas relaciones de producción en el marco de una sociedad socialista. Sólo con la desaparición de la propiedad privada y la planificación en común de las fuerzas productivas creadas por el ser humano, podrá avanzar la humanidad hacia su auténtica liberación, preservando las conquistas que ha atesorado durante toda su historia en el terreno de la tecnología, la ciencia, el pensamiento y la cultura, para elevarlas indefinidamente.

Una alternativa revolucionaria al capitalismo

Frente a esta explotación global vemos también el desarrollo de una respuesta. Una movilización popular creciente y cada vez más masiva empieza a extenderse por todo el mundo dispuesta a plantar cara a las instituciones y multinacionales imperialistas. Desde Seattle a Barcelona, pasando por Praga o Génova, las manifestaciones contra esta globalización de la opresión al servicio de las multinacionales han reunido a centenares de miles de jóvenes y también a sectores cada vez más importantes y numerosos de trabajadores. Hemos asistido y asistiremos a magníficas irrupciones de masas en nuestra América Latina. El fantasma de la revolución recorre un país tras otro a ritmos extraordinarios. Argentina, Venezuela, Bolivia, ..., México no es ni será la excepción. A condiciones similares procesos similares. Es obligación de todo obrero consciente prepararse teóricamente para los enormes acontecimientos a los que asistiremos en este país. La huelga general demuestra en última instancia que el autentico poder en la sociedad capitalista reside en la clase trabajadora, sin cuyo amable permiso sería imposible que funcionaran ni las fabricas, ni el transporte, ni las minas, la enseñanza o los hospitales. La fuerza de los trabajadores hoy es mayor que en ningún momento de la historia reciente, sin embargo la contradicción es que su dirección esta más alejada que nunca de ofrecer un programa revolucionario y socialista. La tarea, pues, de los sectores más conscientes de los trabajadores y la juventud es la de construir esta dirección revolucionaria, empezando por forjar una fuerte tendencia marxista en el seno del movimiento obrero organizado. La lucha debe continuar, extenderse y -lo más importante- dotarse de una alternativa clara y revolucionaria a las políticas explotadoras del capitalismo. Los marxistas participamos en la lucha contra el capitalismo global como en la lucha de clases, defendiendo en primer lugar que no se puede hablar de capitalismo y globalización como de dos cosas distintas. Es un error plantear como eje de la reivindicación un capitalismo más democrático, más humano, con más proteccionismo económico..., y limitarse a poner controles a los movimientos de capital o defender una distribución mas justa de la riqueza dentro de este sistema (con medidas como la Tasa Tobin) como plantean algunos dirigentes de ATTAC y otras organizaciones. Bajo un sistema como el capitalismo, basado en la propiedad privada de los medios de producción y la búsqueda del máximo beneficio, la división internacional del trabajo entre los distintos países o la mundialización de los intercambios comerciales y los movimientos de capital no pueden realizarse nunca en beneficio de la mayoría de la sociedad sino de una minoría cada vez más reducida y parásita. Tampoco podemos tener como horizonte la democratización de instituciones imperialistas como el FMI, BM, OMC o la propia ONU. Los capitalistas han creado dichas instituciones para defender su sistema de explotación y oprimirnos, si dichas instituciones dejaran de serles útiles para explotarnos se dotarían de otras nuevas para ejercer su dominio. En nuestra opinión la alternativa debe ser acabar con el capitalismo y expropiar a las multinacionales, la banca y los terratenientes, poniendo toda esa riqueza creada con nuestro trabajo, que hoy se embolsan unos pocos, bajo el control democrático de todos los trabajadores y explotados. Ello permitiría planificar democráticamente la economía y hacer posible un orden económico internacional socialista, justo y solidario en el que los recursos se empleen no en función del interés privado de las multinacionales sino de las necesidades económicas, sociales, culturales y medioambientales de la mayoría de la humanidad. Una sociedad socialista, donde la democracia fuera una realidad tangible, totalmente diferente a la actual dictadura del capital o a los regímenes estalinistas, donde una casta burocrática de funcionarios utilizaban el nombre del socialismo para defender sus privilegios materiales.

Otro mundo es posible, sí, pero sólo en una sociedad socialista

Los trabajadores, sindicalistas y jóvenes que participamos en El Militante, estamos empeñados en la tarea de construir un fuerte movimiento marxista de masas, en llevar las ideas de la revolución socialista al seno de las organizaciones de los trabajadores para agrupar a miles de luchadores en torno a la bandera y el programa del socialismo. Si estás en contra de la barbarie capitalista, si te opones a las agresiones imperialistas, si luchas por un mundo socialista liberado de opresión y basado en la democracia directa, si estas a favor del internacionalismo proletario, lucha con nosotros. ¡Únete a los marxistas de Militante! ¡Contra los ataques de la derecha y el capitalismo: ni pactos, ni consensos! ¡Defender nuestros derechos sólo es posible con la lucha organizada! ¡Contra la opresión capitalista, por el Socialismo!
mayoDía a día, el movimiento obrero se muestra más fuerte. En abril, la lucha contra la privatización de Pemex ha sacado a miles de trabajadores a la calle, la CND y el PRD han sido el espacio a través del cual las masas han demostrado apenas parte de la rabia en contra de las políticas de la derecha en el poder. No son tiempos normales, en el día a día la gente común y corriente sigue debatiendo sobre política, sobre lo que ocurre en el congreso, sobre lo que se dice en la televisión, sobre economía... Un despertar maravilloso de la conciencia entre nosotros los explotados. Se trata sin duda alguna de un periodo totalmente inspirador porque anuncia luchas aun más fuertes e importantes que pondrán a los trabajadores contra los intereses de empresarios y banqueros. El periódico Militante ha estado una vez más en estas luchas y una de las exigencias claras de estas es la de seguir fortaleciendo la prensa obrera. “Militante“ de Mayo (número 171) está listo ya para la venta a todos nuestros lectores. Lo hemos hecho cumpliendo en tiempos, al inicio del mes ya lo puedes pedir a tu vendedor habitual. Esto nos parece muy importante, la prensa obrera debe ser muy seria y no puede caer en informalidades como la de retrasar la publicación.

En este número

Nuestro periódico es de los trabajadores y para los trabajadores, es decir que lo que ahí presentamos es un planteamiento para hacer avanzar nuestras luchas cotidianas contra la explotación de que somos presa la clase obrera. Desde las páginas de “Militante”, los marxistas damos nuestro punto de vista en torno a todos los acontecimientos fundamentales de la lucha de clases. En este número hemos publicado: Entre otros más, que recorren las luchas últimas. Te invitamos a que leas nuestro periódico adquiriéndolo con tu vendedor habitual, contactándonos al 04455-32993657 o al mail Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.. En la ciudad de Puebla, adquiérelo en los puestos de periódicos ubicado en: Paseo Bravo, en la esquina de 11 sur con Av. Reforma Zócalo de puebla en el esquina de 3 oriente y 4 sur Puedes encontrarnos también en la mayoría de movilizaciones que se desarrollen en el DF y en Puebla.
El siguiente documento tiene como objetivo exponer las ideas básicas de nuestro movimiento, a fin de dar una relativa introducción de lo que somos y lo que defendemos, a todos aquellos trabajadores y jóvenes que busquen participar de forma militante en la lucha por el socialismo. En el año de 1989 confluyeron en nuestro país una serie de factores nacionales e internacionales que a una capa de jóvenes emergidos de las luchas del movimiento estudiantil,- politécnico, UNAM y la ENAH-, forzaban a buscar una alternativa para defender las ideas del marxismo, no sólo como una teoría de análisis de la realidad sino como un instrumento de lucha. En aquel entonces la caída de los países del llamado “socialismo real”, la inminente derrota del sandinismo en Nicaragua y los últimos tiempos del boom en los países capitalistas avanzados facilitaban a los teóricos contrarrevolucionarios la tarea de anunciar que el fin de la historia había llegado (Francis Fukuyama) y que no había otra alternativa que el capitalismo. Los que fundamos Militante pensábamos que nunca como entonces había que hacer frente a dichos ataques y, de forma organizada, relanzar la lucha por las auténticas ideas del marxismo. Así estimulados por la alternativa internacional que actualmente representa el periódico británico Socialist Appeal (antes Militant) y la web www.marxist.com, lanzamos el primer número de Militante, Voz Marxista de los Trabajadores y la Juventud en julio de 1990. Diversas etapas ha vivido nuestra alternativa organizativa desde entonces. Habría que realizar un trabajo especial sobre nuestra historia para hacer un justo balance. Baste decir que a 15 años de la publicación de nuestro primer número, hemos participado a nivel nacional e internacional (junto con Socialist Appeal) en las luchas más importantes que nuestra clase, el proletariado, ha dado en contra del capitalismo. Nuestra intervención se ha destacado en el movimiento estudiantil, muy especialmente en la gran huelga universitaria de 99-2000 y por supuesto en las organizaciones tradicionales del IPN. Tampoco hemos dejado de intervenir en el movimiento sindical, urbano popular, la base del PRD e incluso en el movimiento campesino. Hemos dado un salto en la publicación de material teórico por medio de la Fundación Federico Engels con la cual hemos lanzado el libro del marxista británico Alan Woods “El Bolchevismo, el camino a la Revolución”. Nos hemos extendido aparte del Valle de México a Chiapas, Hidalgo y Puebla con grupos organizados y a varios estados de la república con contactos y simpatizantes. Nos somos un grupo de intelectuales, ni un club de discusión, aspiramos fundados en las bases teóricas de Marx, Engels, Lenin y Trotsky, participar en la construcción de una alternativa revolucionaria de masas que aspire jugar un papel protagónico en la transformación socialista de la Sociedad. Somos la Tendencia Marxista Militante y este documento tiene como objetivo exponer las ideas básicas de nuestro movimiento, a fin de dar una relativa introducción de lo que somos y lo que defendemos, a todos aquellos trabajadores y jóvenes que busquen participar de forma militante en la lucha por el socialismo. En objeto de este documento no es abordar de forma exhaustiva cada tema, sino plantear nuestros postulados básicos, no obstante procuraremos señalar explícitamente los documentos que explican a fondo estas ideas e invitamos a nuestros lectores a acercarse a nuestros compañeros, con el fin de discutir directamente nuestras ideas.

Marx y Engels

El aporte fundamental de Marx a la lucha de los explotados fue dotarlo de una teoría científica que le permitiera enfrentar la lucha por el socialismo en condiciones de aspirar a vencer. El elemento clave de análisis de la teoría marxista es la dialéctica, es decir, el método que nos permite acercarnos al modo en que se dan las transformaciones. El objeto de estudio fundamental del marxismo es la sociedad capitalista y basado en el análisis dialéctico, establece por medio de la economía política, una anatomía de su funcionamiento y también el origen y destino de sus crisis económicas. El aporte fundamental del marxismo a la economía política, la teoría del valor, ha sido refutado por los teóricos burgueses desde que surgió de manera acabada (El capital 1867) hasta nuestros días, al mismo tiempo que la realidad ha corroborado básicamente todos los postulados establecidos por Marx. Consecuentemente con el análisis dialéctico y el carácter científico del mismo, Marx aportó una concepción materialista de la historia en donde el elemento dinámico y creador es el hombre mismo. La base económica determina el marco en el que se desarrolla la política, la moral, la filosofía, la cultura, pero no la predetermina. Sólo la interacción de los diversos factores en el marco de la lucha de clases determina el devenir de los acontecimientos. El marxismo no es un predeterminismo, sino un análisis concreto de la realidad concreta. El Estado constituye un conjunto de relaciones sociales de dominación para preservar la propiedad privada, pero el Estado mismo, producto de la inestabilidad del sistema, puede sufrir alteraciones en su funcionamiento normal, gestando lo que se conoce como estados bonapartistas, en donde la clase dominante misma puede ser subyugada en aras de defender el estado de cosas. La clase obrera se constituye en vanguardia del proceso de transformación social dado que es la única clase cuya emancipación no implica otra forma de opresión, lo contrario de lo que sucede con el campesino el cual deviene en propietario o terrateniente o el pequeño burgués. El paso del tiempo ha diversificado a la clase obrera implantándola en todos los poros de la sociedad, los proletarios del sector servicios no son menos importantes que aquellos empleados en la producción, aunque sobre estos últimos se finca toda la estructura material de una sociedad, de ahí su importancia estratégica. La sociedad de hoy es más compleja que la de la época de Marx pero el peso del proletariado, contemplado como aquel que no posee medios de producción y que tienen que ofrecer su fuerza de trabajo, física o intelectual es más grande y determinante que nunca Para Marx la emancipación de la clase obrera, es decir la construcción de una sociedad socialista, debe ser producto de la lucha misma de la clase obrera. La lucha de los trabajadores debe ser política dado que se debe cuestionar el poder y asumir la tarea de reorganizar el poder de forma democrática excluyendo las diversas formas de Estados de dominación burguesa. La forma de dominación de los trabajadores debe ser distinta radicalmente de las formas de dominación de la burguesía, debe ser anti burocrática y excluir los privilegios de dicha casta. La realización de un gobierno de los trabajadores para los trabajadores sólo puede ser producto de una lucha global a nivel internacional, en la medida de que el capitalismo ha formado un sistema mundial. El internacionalismo surge no como una idea romántica sino como una necesidad práctica. La lucha de los trabajadores debe ser independiente, entendiendo que sólo en la medida en que no estén sujetos a los caudillos y programas de otros partidos por muy democráticos que se digan, estarán libres de las maniobras y traiciones. De aquí surge una pregunta práctica ¿Cómo construir la organización de los trabajadores que el proceso revolucionario necesita?

Nuestro Trabajo en las Organizaciones de Masas

Un partido es antes que nada ideas, programa, métodos, tradiciones y sólo después de ello una estructura organizativa. El marxismo y la historia de las luchas de la clase obrera nos proveen de una inmensa cantidad de ejemplos de que una orientación política correcta, implica también formas organizativas sanas que a la postre derivan en importantes triunfos para el proletariado. El marxismo es una ciencia, la ciencia de la revolución en la época del capitalismo, por tanto no se pueden adoptar unas cosas sí y otras cosas no. La historia también nos muestra que una interpretación parcial o una tergiversación pueden llevar a derrotas sangrientas. El marxismo siempre será opuesto al sectarismo que es la tendencia de organizaciones supuestamente revolucionarias que conciben a la organización como el objetivo principal de la lucha, que no entienden que un partido debe ser la expresión de la clase obrera y no un grupo de iluminados que sustituyan a las masas. Al respecto Trotsky señaló: “A pesar de que jura por el marxismo en cada frase, el sectario es la negación directa del materialismo dialéctico, que toma la experiencia como punto de partida y siempre vuelve a ella. Un sectario no entiende la acción y la relación dialéctica entre un programa acabado y la lucha de masas viva- es decir imperfecta, inacabada… El sectarismo (…) vuelve la espalda al desarrollo real de la clase obrera”. Para el marxismo la construcción del partido es un problema social, es decir no se resuelve por la acción voluntaria de un pequeño grupo, sino que implica la experiencia histórica del proletariado enfrentado con la burguesía en una lucha de clases que tiende de la defensa instintiva, a la ofensiva consciente por una sociedad nueva. Va del inconsciente colectivo a la formación de una conciencia revolucionaria de masas. No es un proceso lineal, sino que depende de los múltiples factores que se entrelazan en la historia concreta y por tanto tiene avances y retrocesos. Por ello Marx y Engels señalan en el Manifiesto del Partido Comunista: “Los comunistas no forman un partido aparte de los demás partidos de la clase obrera. “No tienen intereses propios que los distingan de los intereses generales del proletariado. “No profesan principios sectarios propios con los que aspiren a modelar el movimiento proletario. “Los comunistas no se distinguen de otros partidos de la clase obrera más que en esto:1) En las luchas nacionales de los proletarios de distintos países, insisten y ponen en primer lugar los intereses comunes de todo el proletariado, independientemente de su nacionalidad. 2) En los diferentes estadios de desarrollo por los que tiene que pasar la lucha de la clase obrera, representan siempre y en todo lugar los intereses del movimiento en su conjunto. “Los comunistas por tanto, son en primer lugar, en la practica, el sector más avanzado y decidido de los partidos de la clase obrera en cada país, el sector que empuja a los demás hacia delante; en segundo lugar, en la teoría, tienen la ventaja sobre la gran masa del proletariado de la clara comprensión de los derroteros, y de los resultados generales últimos a los que se ha de abocar el movimiento proletario”. El problema de la construcción del partido revolucionario es el de la construcción de una dirección efectiva que permita derrocar al capitalismo y avanzar a la transformación social, ello implica no sólo la teoría sino el llevar esa teoría al movimiento vivo de los trabajadores, es ahí y sólo ahí cuando el marxismo adquiere su fuerza. Este problema fue abordado por los comunistas dirigidos por Marx y Engels, de forma muy práctica, en el caso de la revolución de 1848, intervinieron en el seno de partido democrático, es decir en el ala de los que luchaban por democracia política, en donde había hegemonía de sectores de la burguesía. Dice Engels: “Si no hubiésemos querido hacerlo así, si no hubiésemos tomado el movimiento, adherido a su ya existente sector más avanzado, en realidad su ala proletaria empujándola hacia delante, no nos hubiera quedado más remedio que predicar el comunismo en un pequeño boletín provincial y fundar una secta raquítica en lugar de un gran partido de acción. Pero ya habíamos comprendido el papel de los predicadores en el desierto, habíamos estudiado muy bien a los utópicos, y de ahí habíamos deducido nuestro programa”. Con la derrota de la revolución, Marx y Engels no se dedicaron a preservar pequeños círculos de emigrados, sino que buscaron vincularse con el movimiento más avanzado de aquel entonces en Inglaterra, que eran Los Cartistas, producto de un esfuerzo paciente lograron impulsar la primera internacional. En la cual había que convivir con elementos de todo tipo. La expresión concreta de la lucha de la Primera Internacional fue la comuna de París, un levantamiento de la clase obrera parisina en el marco de la guerra con Alemania y la debacle de gobierno de Napoleón III. En ella los trabajadores de todos los matices intervinieron, incluidos muchos dirigentes de la Primera Internacional. Lamentablemente el movimiento fue derrotado y la represión junto con el reflujo, sometieron al movimiento de la primera internacional a un franco retroceso que a la postre significó su fin. El trabajo de los marxistas en la Primera Internacional fue el de difundir sus métodos e ideas en todas las organizaciones de masas posibles, papel preponderante de este proceso fue la aparición de El Capital, obra que tuvo tal impacto que incluso el anarquista Bakunin tenía pensado traducirla al ruso. La Internacional se desmembró pero el movimiento vivo no. Gracias a un trabajo paciente, cuando el reflujo pasó se constituyeron fuertes partidos que fundaron, en 1889 la segunda internacional, la cual combinaba la teoría marxista con fuertes organizaciones de partidos y sindicatos. Un largo periodo de crecimiento económico sentó las bases para el surgimiento del reformismo en el seno de partidos y sindicatos. La idea de que en el capitalismo era posible realizar las demandas del movimiento, hizo presa de la mayor parte de los dirigentes socialdemócratas. En realidad, como sabemos, el capitalismo vivía una época de crecimiento que sólo estaba preparando convulsiones catastróficas para la humanidad. Sólo los marxistas pudieron ver esto, pero sus puntos de vista parecían quedar aislados en el seno de dichos partidos. No obstante ni Lenin ni Rosa Luxemburgo plantearon una ruptura con la socialdemocracia sino hasta después de haber dado una lucha de decenas de años en sus propios partidos. Lamentablemente Rosa pese a observar primero que nadie la degeneración de la socialdemocracia, no entendió la lucha de Lenin por preparar en el seno del partido, las condiciones para una organización aún más fuerte para luchar por la revolución socialista. Rosa Luxemburgo pensaba que el movimiento obrero regeneraría al partido, Lenin estaba seguro de que había que preparar la organización para estar a la altura del movimiento de masas y conducirlo a la victoria. Lenin no estaba dispuesto a romper con la internacional socialdemócrata sino bajo la condición de que ante las masas quedará claro la necesidad de una nueva organización, de tal modo que cuando la crisis estalló producto de la primera guerra mundial, lanzó la idea de la necesidad de una nueva internacional. El triunfo de la Revolución de Octubre permitió la convergencia de aquellas organizaciones que surgieron en el seno de la segunda internacional y que estaban de acuerdo con la revolución socialista en la práctica. Pero incluso en este caso la formación de partidos y el trabajo de los marxistas no se concebían como algo automático al margen del movimiento y las condiciones de cada país. A este respecto el manifiesto del segundo congreso de la internacional comunista señalaba: “La internacional comunista es el partido mundial de la rebelión proletaria y de la dictadura del proletariado. No tiene tareas ni objetivos separados ni aparte de la propia clase obrera. Las pretensiones de las sectas minúsculas, cada una de las cuales quieren salvar a la clase obrera a su manera, son ajenas y hostiles al espíritu de la internacional comunista. No posee ningún tipo de panaceas ni fórmulas mágicas sino que se basa en la experiencia internacional, presente, pasada, de la clase obrera; depura estas experiencias de todas las equivocaciones y desviaciones; generaliza las conquistas alcanzadas y reconoce solamente las formulas de acción de masas. “Llevando acabo una lucha sin cuartel contra el reformismo en los sindicatos y contra el cretinismo parlamentario y el carrerismo, la Internacional Comunista, condena al mismo tiempo todos los llamamiento sectarios para dejar las filas de las organizaciones sindicales que agrupan a millones, o dar la espalda al trabajo en instituciones parlamentarias y municipales. Los comunistas no se separan de las masas que están siendo decepcionadas y traicionadas por los reformistas y los patriotas, sino que se comprometen a un combate irreconciliable dentro de las organizaciones de masas e instituciones establecidas por la sociedad burguesa, para poder derrocarla lo más segura y rápidamente posible”. Por supuesto que hay una gran diferencia entre hacer un trabajo dentro de organizaciones y sindicatos de trabajadores dirigidos por reformistas y el aceptar el programa del reformismo. El objetivo de la lucha en el seno de estas organizaciones es, por medio un trabajo paciente demostrar que es el programa del comunismo el único realmente consecuente con las luchas de los trabajadores y ganar así a la mayoría más activa de la clase a la lucha revolucionaria. El movimiento obrero no existe de forma ideal sino en la forma de los partidos y sindicatos. Lamentablemente por las circunstancias históricas estos partidos y sindicatos se han adaptado a la burguesía y sus dirigentes han sido cooptados ideológicamente, no tiene perspectivas revolucionarías y se aferran a este sistema como si fuera lo único posible. Las masas se expresan directa o indirectamente por medio de esas organizaciones y antes de formar nuevas intentarán trasformarlas una y otra vez. Solamente acontecimientos históricos de carácter contundente como una guerra o una revolución muestran a las masas, la pertinencia o no de una forma organizativa. Luego de la muerte de Lenin y ante de la falta de organizaciones consolidadas, las revoluciones en Europa y Asia fueron derrotadas, esto sentó las bases para una fase de reflujo en el seno mismo de la Unión Soviética, la pérdida de la perspectiva de una victoria inmediata llevó a subterfugios tales como el “socialismo en un solo país” es decir, la idea de que se podía construir el socialismo en la Unión Soviética al margen de que la revolución se extendiera. Esto era una revisión reaccionaria de la teoría marxista, como también lo fue la idea de la revolución por etapas –(separar la revolución democrática de la revolución socialista) y el Frente de varias clases o frente popular, que consiste en concertar una alianza política y programática entre las organizaciones de los trabajadores y organizaciones burguesas. Como la burguesía sólo esta dispuesta a apoyar su programa el frente popular o amplio sólo supone una claudicación de las organizaciones obreras frente a las burguesas. La degeneración del Estado Obrero ruso sano, el cual tenía como marco decisivo la derrota de las revoluciones posteriores a la Rusa, provocó la adopción de estas política que a la postre fueron factor para nuevas derrotas, como la Alemana de 1933, la Española, la China, etc. Se creó un círculo vicioso que los marxistas tenían la obligación de combatir preservando el espíritu con que fue creada la Tercera Internacional y que sigue una línea de continuidad muy clara con la lucha dada por Marx en su tiempo. Es esta ocasión no sólo se veían enfrentados a una derrota de la burguesía sino a la acción del aparato soviético que, temeroso de quedar en descubierto ante las masas, emprendió una persecución y un aniquilamiento físico de todo aquel que pudiera significar el recuerdo del auténtico marxismo. Trotsky, el mejor compañero de Lenin, se vio enfrentado a la necesidad de preservar el legado del marxismo revolucionario a las siguientes generaciones y al mismo tiempo emprender una lucha contra el estalinismo y la propia burguesía. Los estalinistas contaban con todos los medios del Estado y con la Internacional comunista. Para muchos trabajadores, sin la información de lo que realmente sucedía, ellos representaban el legado de Lenin cuando en realidad eran su negación absoluta. Los trotskistas se vieron en la necesidad de emprender una lucha a contracorriente en grupos muchas veces bastante reducidos. Muchos de ellos no eran realmente marxistas sino resentidos. Trotsky señalaba sobre la liga francesa: “El desarrollo de la Liga se ve no menos penosamente afectado por otra característica de la dirección: se tolera pasivamente a elementos que se sabe son extraños y perturban la actividad. Una organización revolucionaria no puede avanzar sin una limpieza interna, especialmente en las condiciones de trabajo legal, cuando frecuentemente se nuclean bajo las banderas de la revolución elementos casuales, ajenos y degenerados”. Trotsky no eligió con quien trabajar sino que lo hacía con lo que podía. Duras fueron sus batallas en el seno de los pequeños grupos de la oposición por vincularlos en el trabajo en las organizaciones de masas. Pero el asunto se volvió aún más candente cuando a mediados de los años treintas la crisis del capitalismo llevó a muchas organizaciones, tradicionalmente reformistas, a sufrir un proceso de radicalización; el Partido Socialista en Francia y España, el Laborismo en Gran Bretaña, etc. El intervenir en las organizaciones de masas donde se desarrollaba un fermento revolucionario fuera de la influencia de los estalinistas, se mostraba como una oportunidad para sentar las bases para una nueva internacional, en 1935 Trotsky señaló: “Las tendencias de oposición tienen hoy en día un carácter eminentemente centrista, es decir, entre el socialpatriotismo y la revolución (…) Los marxistas deben ser capaces de encontrar las maneras de acceder a todas estas tendencias, para con el ejemplo y la propaganda acelerar su camino hacia posturas revolucionarias”. Pero una gran parte de los que se decían seguidores de Trotsky no lo entendían, argumentaban pretextos como la independencia del partido de los trabajadores cuando no observaban que dicho partido aún no existía y que sólo se gestaría en una lucha irreconciliable contra el reformismo pero no en el vacío sino en el seno de las organizaciones donde los mejores elementos de la clase obrera se estaban expresando: “El partido proletario tiene que ser independiente. Totalmente cierto. Pero la liga todavía no es un partido. Es un embrión y un embrión necesita cobertura y una nutrición para poder desarrollarse” (León Trotsky La liga frente a un giro). Trotsky creía que los acontecimientos históricos permitirían a la IV internacional desarrollarse si esta se preparaba correctamente. A marchas forzadas sentó las bases programáticas y políticas para su construcción, no obstante el tiempo no fue suficiente, en 1939 un año después de la conferencia fundacional de la IV internacional estalló la segunda guerra mundial; para 1940 los agentes de Stalin lograron su anhelado objetivo y asesinaron a Trotsky. Trotsky pensaba que la guerra daría pie a nuevas crisis revolucionarias como la rusa del 17, y esto sucedió. Lamentablemente dichas crisis fueron capitalizadas por el estalinismo, el cual negoció con Estados Unidos, de tal modo que en Europa oriental estableció un cinturón de seguridad formado por estados títere. Mientras tanto en Europa occidental el estalinismo colaboró con la represión contra los propios comunistas que habían luchado contra la ocupación fascista y que estaban en condiciones de tomar el poder, ese fue el caso de Francia, Italia y Grecia. Los partidarios de Trotsky fueron diezmados tanto por los fascistas como por los estalinistas, ya no digamos por los gobiernos burgueses, de tal modo que el movimiento se vio sumamente diezmado para el fin de la guerra. Después de ello el problema quedó planteado ¿Cómo romper el aislamiento entre las pequeñas fuerzas de marxismo y el movimiento de masas? Lamentablemente los dirigentes de la cuarta internacional cometieron todos los errores posibles, con lo que terminaron formando todo tipo de grupos sectarios sin la mayor trascendencia, o un marxista ironizó “formando partidos de masas de 4 sujetos y un gato”. Una excepción fue el marxista británico de origen sudafricano, Ted Grant, quién señaló que la única manera de romper el asilamiento de los marxistas era mantener firmemente la teoría, el programa, los métodos y las tradiciones del movimiento marxista y ello implicaba más que nunca el trabajo en las organizaciones de masas.

La Revolución Permanente

Este planteamiento elaborado por Trotsky, es un desarrollo de las conclusiones que Marx había sacado de la revolución alemana de 1848, cuando la burguesía optó por pactar con la aristocracia abandonando a los obreros y campesinos a la brutal represión: “Mientras que los pequeños burgueses democráticos quieren poner fin a la revolución lo más rápidamente posible que se pueda(...) nuestros intereses y nuestras tareas consisten en hacer la revolución permanente hasta que sea descartada la dominación de las clases más o menos poseedoras, hasta que el proletariado conquiste el poder del Estado, hasta que la asociación se desarrolle, y no solo en un país sino en todos los países dominantes del mundo, en proporciones tales, que cese la competencia entre los proletarios de estos países, y hasta que, por lo menos, las fuerzas productivas decisivas estén concentradas en manos del proletariado”(mensaje al Comité Central de la Liga de los Comunistas, Londres marzo de 1950.) El desarrollo del capitalismo de su fase de libre concurrencia, al imperialismo, lo afianzó definitivamente como modo de producción dominante a nivel internacional, los capitales de los países avanzados fluyeron hacia los países coloniales en búsqueda de mayores ganancias, se instalaron grandes industrias y modernas vías de comunicación en países fundamentalmente agrícolas donde el feudalismo aún oprimía a la mayoría de la población. Un desarrollo desigual y combinado en donde la moderna explotación capitalista, se alternaba con las formas más ancestrales de explotación. Los únicos socios que podían encontrar los imperialistas eran los miembros de la oligarquía terrateniente, de ésta manera la burguesía autóctona nació sujeta de pies y manos a su amo francés, inglés o alemán, según el caso. Evidentemente el desarrollo capitalista a la larga generó distintos estratos de burgueses, que en algunos de los casos de manera tímida reclamaban espacios en la forma de mayores libertades democráticas, independencia, etc. Sin embargo, en última instancia su posición de clase los llevó siempre a aliarse con los imperialistas para sofocar el movimiento revolucionario. Los grandes capitalistas (en muchos casos terratenientes) no tenían ningún interés en impulsar una reforma agraria o establecer reformas de carácter democrático burgués en los diversos países dependientes. Es más aprovechaban, y aún lo hacen, las formas de explotación ancestrales para exprimir de manera brutal a las masas. La única clase capaz de encabezar un movimiento democrático o de liberación nacional y llevarlo hasta sus últimas consecuencias es el proletariado, aliado con los sectores más oprimidos del campo. Trotsky rechazaba la teoría menchevique según la cual, durante la revolución burguesa, la clase obrera debía conformarse con apoyar a la burguesía liberal y sólo después de que ésta llegara al poder, y consolidara un largo periodo de desarrollo capitalista, podría pensarse en la revolución socialista. Esta teoría convertía al proletariado en mero apéndice de la burguesía liberal, creando ilusiones en ésta y en la práctica sujetando al partido del proletariado haciéndolo incapaz de tener cualquier iniciativa revolucionaria. Se trataba de una interpretación mecánica, -es decir no dialéctica-, del tránsito de un modo de producción a otro. El sistema capitalista fue en un inicio un sistema progresista, ya que dio un enorme impulso al desarrollo de las fuerzas productivas. Este proceso no se dio sin choques entre la naciente burguesía y los representantes del feudalismo que obstaculizaban su desarrollo. En cambio, la burguesía de los países dependientes surgió cuando el capitalismo era ya de hecho el modo de producción dominante a nivel internacional, de ahí su papel dependiente política y económicamente. Uno de los elementos básicos de una revolución democrático burguesa es la reforma agraria. La burguesía no podía emprender acciones serias para llevarla acabo en la medida que en muchos casos ellos mismos eran terratenientes o socios de los mismos. Además otro factor de diferencia era que el proletariado de los países coloniales aparecía, no en las condiciones del siglo XVII o XVIII, sino del siglo XX con un crecimiento vertiginoso, fuerte y capaz de enfrentarse a la burguesía con demandas propias a diferencia de los proletarios del inicio del capitalismo. Una lucha revolucionaria tendría que involucrar necesariamente al proletariado, en la cual fortalecería su conciencia de sí mismo y su nivel de lucha y organización no pudiendo detenerse en el nivel puramente democrático burgués que pretendiese imponerle la burguesía liberal. El conflicto entre capital y trabajo se vería de pronto en el centro de la escena. Por estas razones la burguesía liberal tenía pánico a un conflicto que pudiera generar un despertar revolucionario de los trabajadores, por lo que en vez de apoyar los procesos revolucionarios terminaban por conciliar con el imperialismo ayudándolo a aplastar las luchas, en muchos casos de manera sangrienta. Sólo el proletariado al no tener una alternativa dentro del sistema, estaba capacitado para ofrecer una alternativa realmente distinta al capitalismo. Con un programa, métodos e ideas correctos se podría ganar el apoyo de los campesinos pobres y avanzar, contando con el desarrollo de la revolución mundial, hacia la construcción de una sociedad socialista. Un proceso revolucionario, señala Trotsky, que se da en países dependientes, sólo pude mantener y hacer avanzar las conquistas revolucionarias, aplicando medidas de carácter socialista como la nacionalización de los medios de producción y planificando la economía. Este sería el único medio para garantizar unas condiciones de vida dignas para las masas de trabajadores del campo y la ciudad y sacar a estas economías atrasadas del callejón sin salida en el que se encontraban. La revolución permanente significa que la revolución democrática se transforma, en un momento dado, de desarrollo revolucionario en socialista o de lo contrario el proceso de la contra revolución aplastaría los avances hasta ese momento logrados. Así mismo el socialismo sólo puede ser construido internacionalmente. Es posible la victoria en un país atrasado, esto esta claro, pero para poner los cimientos de una economía socialista la revolución debe extenderse más allá de los límites de una nación, de lo contrario la lucha por lo indispensable generaría el surgimiento de una casta burocrática, llevando al estado obrero a deformaciones cada vez mas graves, que llevarían a la larga a la derrota de la revolución.

El caso de América Latina

Pese a que el descubrimiento de América fue elemento clave para el proceso de acumulación originaria del capital en los países europeos, un elemento que supuso una extracción de riquezas y explotación de fuerza de trabajo de dimensiones colosales, a pesar de eso, el régimen económico implantado por la colonia estaba basado en una combinación de elementos feudales e incluso esclavistas en aras de la mayor extracción posible de plusvalor. La independencia no significó cambios importantes. La aristocracia criolla, -que siempre fue un puente para la extracción de riquezas al viejo mundo-, vio en el proceso de independencia una gran oportunidad de continuar la explotación despiadada de los trabajadores apropiándose de todos los excedentes. Cuando fue derrotado el movimiento de masas, los caudillos revolucionarios como Hidalgo y Morelos fueron ferozmente combatidos por los mismos generales que dieron el visto bueno a la independencia. En el Sur Bolívar, Sucre, Artigas, pese a pugnar por una profunda transformación de las relaciones semifeudales no tenían una clase social que diera soporte a su programa. Fueron traicionados y muertos por la aristocracia criolla semifeudal que en lugar de avanzar a la unidad latinoamericana, dividió cada país en función de sus mezquinos intereses de influencia. La identidad nacional de cada territorio latinoamericano, se construyó en la lucha de clases de las capas más bajas en contra de los terratenientes criollos y no pocas veces en contra de sus socios extranjeros. Al final la lucha de las masas permitió la derrota de los sectores más reaccionarios; la Guerra de Reforma en México o la Guerra Federal en Venezuela son sólo algunos ejemplos, pese a ello el advenimiento de la fase imperialista de los países avanzados a finales del siglo XIX bloqueó un proceso “democrático de tránsito al capitalismo”, la burguesía imperialista buscaba socios y no los encontró en la pequeña burguesía y sus caudillos sino en los terratenientes. Rápidamente se gestó un proceso de alianza entre la clase terrateniente, la parte de esa misma clase que se había dedicado al comercio y que se estaba convirtiendo rápidamente en capitalista “comprador” o más bien socio local de la burguesía inglesa o norteamericana. El régimen que se formó defendía formalmente la “democracia” pero sometió a sangre y fuego a los trabajadores latinoamericanos, según la conveniencia de los grandes burgueses. A la larga sobrevino un proceso de proletarización y de irrupciones revolucionarias que derribaron en revoluciones como la de México en 1910, la lucha sandinista en la Nicaragua de los treintas, la revolución brasileña en 1930-35, el levantamiento salvadoreño de 1932 y finalmente los regímenes populistas como los de Cárdenas en México, Vargas en Brasil ó Perón en Argentina. La vía oligárquica había servido de puente entre la injusta sociedad semifeudal de la colonia y la injusta sociedad capitalista. No obstante era un capitalismo sumamente débil, con un mercado interno básicamente de subsistencia, combinado con ciertos sectores tecnológicos altamente desarrollados y dependientes casi exclusivamente del comercio internacional. Las nuevas fuerzas de la burguesía no eran capaces de emprender cambios verdaderamente revolucionarios pese a que los necesitaran. Cuando las masa se levantaron en luchas sin precedentes en contra del dominio oligárquico se creo un vacío. Los partidos comunistas empecinados en la política de unidad a toda costa con sus propias burguesías (órdenes de Stalin que incluso condenó los levantamientos en 1932 de Farabundo Martí en El Salvador y el brasileño de 1935), no dieron la batalla y el vacío al final fue aprovechado por diversos sectores de la burguesía nacional. En ese periodo, la crisis del capitalismo de 1929 significó una profundización de las precarias condiciones de las masas, fue la gota que derramó el vaso y al mismo tiempo obligó a la burguesía nacional a crear una cierta forma de intervención estatal que tenía como fin la creación de la infraestructura material para el desarrollo capitalista. No obstante este mismo desarrollo se vio fuertemente afectado por el imperialismo una vez que la turbulencia de la posguerra se iba atenuando. El imperialismo nuevamente clavó sus dientes en nuestras naciones por la vía del intercambio desigual, la deuda externa las inversiones directas en los sectores claves de la economía. Luchas tardías contra la oligarquía como la revolución cubana, guatemalteca y la boliviana mostraron que sí había una salida al capitalismo dependiente, por ejemplo los trabajadores mineros bolivianos señalaron: “Los trabajadores una vez en el poder, no podrán detenerse indefinidamente en los límites demo-burgueses y se verán obligados, cada día en mayor medida, a dar cortes siempre más profundos en el régimen de la propiedad privada, de este modo la revolución adquirirá un carácter permanente” (Tesis central de la Federación de Mineros de Bolivia, Pulacayo 8 de noviembre de 1946). Poco después, decenas de miles de mineros encabezando una rebelión de todo el pueblo despedazaron al ejército y sólo la traición de la dirección del Movimiento Nacional Revolucionario, pudo salvar al capitalismo. Pese a ello las tesis de Pulacayo se han sembrado el la conciencia de la clase obrera de Bolivia. El paso del tiempo sólo ha demostrado su importancia y su urgencia. Otro ejemplo de lucha anti-oligárquica, fue la revolución guatemalteca que tuvo que ser aplastada por medio de un golpe de Estado instigado por los Estados Unidos en 1954, la razón no era que Jacobo Arbenz fuera socialista, sino que de continuar el proceso revolucionario éste tendría que desembocar en el socialismo. Así se demostró otro gran acontecimiento de este tipo de revoluciones y el más importante hasta nuestros días: la revolución cubana. No tenemos espacio aquí para tratar a detalle dicho proceso, solamente decir que el movimiento revolucionario en Cuba siguió el espíritu de las Tesis de Pulacayo, la cual si somos observadores expresa básicamente las mismas ideas de Marx y Trotsky al respecto del carácter permanente de la revolución. También es preciso señalar que la revolución permanente nada tiene que ver con la idea de “ofensiva permanente”, con la que comúnmente se le pretende confundir y por tanto ridiculizar. La idea de la revolución permanente del marxista Italiano Antonio Gramsci es un ejemplo clásico de esos errores. En el caso cubano era evidente que hubo procesos de incertidumbre que aprovechaba la reacción, especialmente Estados Unidos para tratar de destruir la revolución. La invasión a la Bahía de Cochinos por parte de mercenarios entrenados por la CIA forzó a la dirección castrista a ir más allá en la revolución y ello implicó señalar abiertamente su carácter socialista. Fidel hizo esto no por ser trotskista, sino porque era la única forma de salvar la revolución. No obstante el modelo que siguió la revolución cubana no fue el del partido Bolchevique sino el del régimen estalinista de la Unión Soviética, evidentemente que esto ha sido un obstáculo para la extensión de la revolución en América Latina y para la implantación de un auténtico régimen de democracia socialista. Los marxistas defendemos incondicionalmente a Cuba de las agresiones del imperialismo, así como señalamos que sólo por medio de la economía planificada, elemento socialista del régimen cubano, ha sido posible una auténtica independencia nacional, logrando al mismo tiempo notables avances en el bienestar general del pueblo cubano. Cierto es que hay notables carencias y que la burocracia es un freno que impide un desarrollo social más pleno, pero también es cierto que ningún país latino americano sería capaz de resistir un año el asenso económico y político que se ejerce sobre cuba. La resistencia del pueblo trabajador de cuba tiene que ser recordada como uno de los acontecimientos históricos más importantes para el movimiento obrero internacional y es un orgullo para toda América Latina. Pero no podemos permanecer cruzados de brazos levantando alabanzas. La defensa de la revolución cubana requiere del impulso de la revolución en cada país, es un hecho millones de veces más importante el avance de la revolución venezolana en los últimos años, que todas las caravanas de solidaridad con Cuba, sin que ello suponga que hacer caravanas o recabar víveres sea un sinsentido, pero, en definitiva es insuficiente. Con esto demostramos que no hay nada más lejano de la revolución permanente que aquella caricatura de los estalinistas, según la cual nos esperamos a que llegue la revolución mundial y mientras tanto menospreciamos cada aspecto nacional. Por el contrario los marxistas decimos: la revolución es internacional por su esencia y nacional en su forma, ello mientras subsistan los estados nacionales, cuyos gobiernos y burguesías son los enemigos básicos de un auténtico movimiento revolucionario.

El Guerrillerismo

Los marxistas no estamos a favor o en contra de los movimientos armados, entendemos que un proceso revolucionario implica enfrentamientos de clase y que muchas veces pueden asumir la forma de lucha armada, pero es necesario recalcar que no siempre. Mientras más organizada y masiva sea una lucha menos necesidad de violencia habrá. Ejemplo de ello es el magnífico movimiento de las masas para rescatar al gobierno de Hugo Chávez en el 2002, o las grandes batallas de trabajadores bolivianos para derrocar al presidente Sánchez de Lozada en el 2004. En todos estos casos la violencia provino de las clases reaccionarias apoyadas por los Estados Unidos y en ambos casos fueron impotentes, las masas impusieron nuevamente a Chávez y derrocaron al “Goni”. La guerrilla es una forma de lucha armada que supone la acción rápida de grupos relativamente pequeños de hombres, con el objeto militar de hostigar al enemigo. Militarmente es incapaz de derrotar a un ejército moderno a menos de que se transforme en un ejército regular. Nunca, en ninguna parte, la guerrilla por sí misma ha logrado alguna transformación, los casos de Nicaragua y en Cuba lo ejemplifican claramente, lo que permitió el triunfo no fue la guerrilla, sino el movimiento conciente de las masas. Ahí donde ha habido movimientos revolucionarios triunfantes y ha existido una guerrilla jugando un papel importante, lo decisivo no ha sido la existencia del movimiento armado, sino la crisis revolucionaria de la sociedad en la que participó la mayoría de los trabajadores de la ciudad y el campo, en la forma de insurrección y huelga general. Luego del triunfo de la revolución cubana surgió una variante de lucha armada conocida como “foquismo”, que centró sus esfuerzos en crear fuerzas militares (“focos guerrilleros”) para enfrentarlos a las fuerzas armadas del Estado. Mayoritariamente formada por intelectuales urbanos y estudiantes, decenas de miles de hombres útiles para el proceso revolucionario desaparecieron en esas aventuras en toda la América latina. Entendemos como guerrillerismo a la tendencia a concebir a la revolución como un asunto puramente militar aislado del movimiento de masas y sus organizaciones. Nosotros como marxistas nos oponemos totalmente al movimiento armado aisladamente de las masas, luchamos por que el pueblo en armas -incluida la tropa y capas medias del ejército- destruya el Estado burgués y construya una democracia obrera, es decir, un Estado obrero. Los revolucionarios son mucho más peligrosos en una fábrica, en una escuela, en un comité de barrio que escondidos en una montaña o en la selva. Tampoco negamos que la lucha del campesinado pobre en un momento determinado pueda legítimamente verse obligada a asumir la forma de guerrilla para defenderse o incluso para integrase a un proceso revolucionario, no obstante incluso en ese caso, es el movimiento de la mayoría de los trabajadores y jóvenes, concentrados en las ciudades en todos los países de América Latina, lo que determinará el triunfo o fracaso de un proceso. No se trata sólo de armas, sino del pueblo en armas, lo cual implica un acto conciente de las masas. En conclusión; identificar a la revolución con lucha armada y pretender que ésta puede estimular un proceso revolucionario o la organización de las masas, es un error que debemos evitar si no queremos provocar sangrientas derrotas. El movimiento revolucionario latinoamericano se desarrolló en lo 60’s y 70’s en la forma de movimientos de masas que llegaron a poner al capitalismo en entredicho. En 1970 el electo Salvador Allende, en 1969 el general Velasco llega al poder en Perú, en Bolivia en 1971 nuevamente los mineros toman La Paz, Argentina, Uruguay viven huelga general, tras huelga general, tras huelga general y para colmo de males para el imperialismo, la clase obrera asume un papel protagónico, incluso en países como México, en el marco de una crisis general del capitalismo. El imperialismo norteamericano opta por dictaduras militares con el objeto de sofocar no sólo a los grupos guerrilleros, sino al movimiento de masas y sus organizaciones. El resultado se logró sólo parcialmente y al final de cuentas de entre los escombros de sangrientas derrotas y feroces dictaduras las masas trabajadoras vuelven a levantarse. En Argentina más de 30 mil desaparecidos, en Chile más de 20 mil, en Guatemala más de 150 mil, en El salvador, 70 mil, en Nicaragua 50 mil, 15 mil en Colombia sin contar con decenas de miles de activistas asesinados en las guerras sucias que se dieron durante todo ese periodo en todos los países de América Latina, incluyendo a México. Y a pesar de ello los trabajadores no se han sentado a llorar su suerte, se han levantado para seguir luchando. A la larga el imperialismo optó por regímenes “democráticos” dóciles a sus intereses, las nuevas necesidades del imperialismo exigían la readecuación de las estructuras productivas de los países dependientes a las nuevas necesidades de acumulación del capital. De este modo por doquier se emprende una política de ataques económicos que socavó los niveles de vida de las masas y agudizó aún más las condiciones de pobreza de las masas. Los partidos y organizaciones de masas de los trabajadores vivieron una fase de profunda confusión, sobre todo a principios de los noventas y ello facilitó la acción de los políticos burgueses en cada uno de nuestros países. Pero tras un período, nuevamente las masas trabajadoras levantaron la cabeza. En 1989 los trabajadores de Caracas estallan en luchas callejeras que el gobierno socialdemócrata de Carlos Andrés Pérez sofoca con la matanza de más de 500 personas, tres años después Hugo Chávez y un grupo de militares intentan un golpe que fracasa, pero con el que estaban de acuerdo casi todos los trabajadores. A la Larga las masas llevan a Hugo Chávez a la presidencia en 1998 impulsando un profundo proceso revolucionario que aún se desarrolla. En 1999 las masas trabajadoras y campesinas de Ecuador se movilizan y derrocan al gobierno establecido, el turno de los trabajadores argentino llega en el 2002 y a los bolivianos en el 2004. Las masas llevan a Lula en Brasil y a Tabaré Vázquez en Uruguay, esto muestra el impulso instintivo de las masas trabajadoras a luchar por la transformación revolucionaria. El camino aún será largo pero está claro que la historia de la revolución en América Latina será el futuro de la revolución proletaria, bajo las formas más variadas y creativas pero proletaria al fin, como dice el viejo refrán “aunque el nombre de la rosa cambie de todos modos huele bien”

Sobre la Situación Internacional

Sin duda estamos inmersos en uno de los períodos más turbulentos e inestables de la historia. A pesar de los fuegos de artificio, la situación de la economía mundial se mantiene en la incertidumbre. Prácticamente, son sólo 2 países los que están tirando de la economía mundial: EEUU y China. Lo que demuestra que el capitalismo ya no puede desarrollar las fuerzas productivas al mismo ritmo y con la misma intensidad que antes. La economía de EEUU está lastrada por el endeudamiento de las familias, las empresas y del Estado y que mañana va a pasarles factura como avisan los economistas burgueses más serios. La irrupción de China en el mercado mundial está tensando la lucha por los mercados en todo el mundo. Se observa un aumento del proteccionismo económico, de bloques comerciales que tendrán la consecuencia de frenar el comercio entre los países y por lo tanto de la producción y el desarrollo económico, lo que agravará la crisis económica. Ni Europa ni Japón terminan por despegar. Las recientes subidas en el precio del petróleo también añaden nuevos problemas porque tiende a aumentar los costos de producción, reduciendo los márgenes de beneficio y por lo tanto de la inversión. También se observa un empeoramiento generalizado de las condiciones de vida y trabajo de la clase obrera, por la sencilla razón de que los capitalistas de cada país sólo pueden sobrevivir en este marco, reduciendo y empeorando dichas condiciones para reducir costos y competir con sus adversarios. Todo ello preanuncia un endurecimiento de la lucha de clases, incluso en los países capitalistas más desarrollados, como hemos podido ver en Europa en los últimos años. También vemos un aumento de los antagonismos nacionales y de la presión del imperialismo en amplias zonas de África, Asia y América Latina y sus consecuencias en guerras, conflictos étnicos, rediseño de fronteras, etc. El caso trágico del pueblo palestino es un llamado de atención de que bajo el capitalismo este tipo de conflictos son insolubles. La situación en Irak es una expresión particular de toda esta situación. En la medida que el imperialismo EEUU se ve obligado a actuar como el policía mundial para mantener, defender y extender sus intereses estratégicos, de control de las materias primas y mercados y su propio prestigio, necesariamente lo lleva a empantanarse y a saltar de un conflicto a otro como vimos en Yugoslavia, Afganistán, Irak, pero también Colombia, Haití, Indonesia y otras partes del planeta. Esto también acrecienta los choques y contradicciones con las otras potencias menores como China, Rusia e incluso Europa. El empantanamiento del ejército de EEUU en Irak y su incapacidad para terminar con la resistencia del pueblo irakí está teniendo elevados costos humanos, económicos y sociales, dentro y fuera de Irak, que tarde o temprano obligará a las tropas EEUU a abandonar Irak a un costo muy alto. En muchos países del mundo excolonial vemos un resurgimiento de la lucha de clases como nunca antes en 25 años: Irán, India, Sudáfrica, Nigeria, Líbano, Corea del Sur, etc. son sólo algunos ejemplos, por no hablar de América Latina.

La Situación Nacional

Hoy más que nunca el futuro del país depende del futuro de las luchas de los trabajadores. Como hemos señalado la burguesía ha sido un factor reaccionario en nuestro país incluso en el momento mismo de su nacimiento, primero de la mano del imperialismo y luego consentida y engordada por el Estado. En términos económicos México mantiene un proceso de desarrollo capitalista similar al del conjunto de países latinoamericanos con los cuales sufre una cierta diferenciación a partir de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. La primera fase verdaderamente capitalista en México fue la gestada en la alianza entre la oligarquía terrateniente y el imperialismo, la cual se basó en el desarrollo de empresas productoras de materias primas para abastecer las necesidades del desarrollo industrial norteamericano y europeo, toda la inversión productiva fuera de esa esfera se concentraba en el desarrollo de infraestructura de transporte, así como empresas comerciales e instituciones de crédito que apuntalaran este patrón de acumulación. Las luchas de masas gestadas en el periodo 1910-1940 destruyeron las bases de la economía basada en los terratenientes y permitieron expropiar buena parte de las principales industrias controladas por el imperialismo, esto sentó la base para la formación de un mercado interno en el cual, como en el resto de América Latina el Estado intervino como gestor y promotor de una burguesía local. Pese al aparente desarrollo de un sector estatal la burguesía mantuvo su dependencia de forma permanente con respecto del imperialismo del cual dependía ya sea en la forma de importación de bienes de capital, de préstamos o incluso como socio en la formación de filiales de diversas transnacionales. Pese a ello el componente básico en el que sustentaba la fuerza económica del Estado, era el control de las principales materias primas de exportación, especialmente el petróleo, la caída internacional de los precios de dichas materias significó un duro golpe para la economía mexicana. Luego de la crisis capitalista de los años setentas, el capitalismo mexicano mostraba fuertes síntomas de agotamiento, en este marco el imperialismo forzó a una modificación de las estructuras económicas en función de sus nuevas necesidades de acumulación. La apertura económica no aumenta la participación del país en el comercio mundial sino que destruye las bases materiales de la industria local, es cierto que hubo un proceso de reindustrialización y de inversión productiva, pero ésta se dedicó a la exportación, más dependiente del ciclo económico de las grandes transnacionales capitalistas que del mercado interno mexicano. Las privatizaciones entregaron el control de la economía a un pequeño grupo de privilegiados que en sociedad o bajo el control del capital financiero internacional, realizaron una transferencia de los sectores estratégicos de la economía a manos del los capitalistas de Europa y Estados Unidos. La Banca es un 90% propiedad extranjera y con ella la burguesía controla directamente el 30% de la producción nacional de bienes y servicios, tan sólo por señalar el aspecto más importante de esta dependencia. La burguesía tiene un obstáculo en sus planes, el nivel de combatividad y organización de la clase obrera mexicana, la cual, pese al control político que el PRI estableció durante décadas se opone a la aplicación del programa capitalista que exige en estos momentos la destrucción de la clase obrera como clase organizada, es decir la desaparición de los sindicatos, del empleo estable, de la seguridad social, etc. El control de los fondos de pensiones es una fuente permanente de recursos con los cuales los capitalistas pueden especular y la burguesía pretende a cualquier precio hacerse de su totalidad. La agenda capitalista se ha visto bloqueada primero por la posición de la clase obrera y después por sus propias divisiones. El sistema político mexicano del siglo XX fue creado con el objetivo de contener, absorber, anular o aniquilar toda forma de protesta social que impidiera del desarrollo capitalista. La combinación entre política clientelar y represión fue posible mientras el sistema mostraba cierto dinamismo, su base económica estuvo en el hecho de que el Estado mexicano jugaba el papel de capitalista principal y esto le permitía el control de medios materiales suficientes para mantener el enorme aparato burocrático que le servía de escudo frente al movimiento de masas. Como ya hemos señalado, el Estado como “capitalista en jefe” ha sido sustituido por el Estado como “regulador” de las normas burguesas para transferir recursos de la clase trabajadora a la burguesía. Las bases para el gran aparato burocrático que significaba el PRI gobierno han desaparecido para no volver. Cierto es que una de las razones del declive del régimen político mexicano del siglo XX fue el desgaste económico, pero otro factor no menos importante fueron las luchas sociales en la ciudad y el campo que se han gestado permanentemente durante el siglo pasado y el actual y que no han logrado ser contenidas en su totalidad. El movimiento estudiantil-popular de 1968 fue importante no porque hubiera sido el primero en mostrar la esencia del Estado burgués; antes, los movimientos de ferrocarrileros, maestros, electricistas e incluso estudiantiles habían sufrido crueles represiones, no obstante el movimiento de 1968 demostró a amplios sectores de la población que ya no había salidas, que era necesaria una ruptura revolucionaria. Las luchas obreras de los setentas pese a no lograr romper con el control gangsteril sobre los sindicatos, significaron la continuidad de las luchas del 68. Cuando víctima de la represión y de la crisis económicas de principios de los ochentas el movimiento amainó, apareció un potente movimiento urbano popular, que no era más que la expresión de la lucha del proletariado en otros terrenos de acción, a la par de este proceso apareció nuevamente el movimiento estudiantil a finales de los ochentas el cual dio la señal de salida para una nueva ruptura por el frente electoral. Sin duda la visión que hemos dado es demasiado simple. No es nuestro afán decir que los movimientos se turnan uno luego de otro, pero está claro que hay luchas que se destacan en ciertos periodos y que mantienen una tensión constante entre la burguesía y el proletariado, la burguesía ha sobrevivido a cada oleada del movimiento, pero sin duda llegará el momento en que la acción unificada de todos los sectores y clases explotadas se tornará irresistible, y entonces no servirá ni burocracia, ni ejército ni nada. 1988 significó un momento de ruptura de tanta o más importancia que el 68, la burguesía sabía que ceder en ese momento podía desencadenar un proceso que la hubiera puesto en peligro, por eso optó por el fraude y la imposición de Carlos Salinas de Gortari. Desde 1988 al 2000 había una especie de competencia a ver que sucedía primero, o la burguesía lograba la reconstrucción del régimen de dominación acorde al nuevo esquema de acumulación capitalista (que algunos llaman neoliberalismo), o las masas trabajadoras irrumpían para iniciar un proceso revolucionario. El 1º de mayo de 1995 marcó el fin de las manifestaciones obreras de apoyo al régimen, más de 500 mil trabajadores se movilizaron en repudio de la política del régimen. La tan cacareada “transición democrática” significaba en realidad lograr un acuerdo entre las distintas facciones burguesas para compartir el control del aparato del Estado de forma alterna, especialmente entre el PRI y el PAN, mientras que al mismo tiempo se aplicara una “POLÍTICA ECONOMICA DE ESTADO” que no es otra cosa que aquella que requiere la burguesía internacional para exprimir hasta el último centavo posible a los trabajadores. “Privatizar los beneficios y socializar las pérdidas” nunca fue una política tan clara como en el periodo Salinas-Zedillo, el primero formando emporios como el de Slim en telecomunicaciones, el segundo obligando a los trabajadores a pagar las deudas de los banqueros por medio del Fobaproa-IPAB. El periodo de crecimiento económico 1996-2000 dio un cierto margen para la “transición democrática” del año 2000, el llamado período de “luna de miel” de las masas con Fox que ha quedado sepultado y la burguesía no pudo aprovechar. No obstante como hemos señalado con anterioridad, crecimiento no equivale a eliminación de la pobreza, todo lo contrario. Si bien las cosas para los negocios de la burguesía parecían andar viento en popa, para los trabajadores aumentaba el desempleo o en el menor de los casos el empleo precario y se continuaba desarrollando una política de contención salarial. No sólo eso, producto del Tratado de Libre Comercio la población campesina desarrolló un nuevo éxodo rumbo a los Estados Unidos. Se dice que en promedio unos 800 mil trabajadores emigraron a los Estados Unidos durante este periodo. México a finales del siglo XX era un país que importaba materias primas, alimentos y exportaba productos manufacturados, la razón no era que el proceso de industrialización hubiera igualado en cuanto a estructura productiva a los países dominantes, sino que el crecimiento en el marco de la dependencia había supuesto una industrialización orientada al comercio internacional; pese a crecer tres veces la exportaciones, las importaciones crecieron aún más generando un déficit comercial permanente. Es cierto que México dejó de ser un país que exportaba principalmente materias primas, no obstante, aumentó su dependencia en cuanto a insumos para la producción, bienes de capital y alimentos, con lo cual la debilidad estructural de la economía se profundizó aún más. En este marco las luchas sociales eran necesarias pero no había un eje aglutinador que las impulsase. Tres acontecimientos marcaron el final del sexenio de Zedillo y que mostraron la dinámica de los siguientes años, uno fue el movimiento estudiantil de 1999-2000, el otro fue la lucha de los electricistas en contra de la privatización y el último fue el movimiento de los trabajadores del Estado en defensa de las prestaciones de final de sexenio. El movimiento estudiantil marcaba que la juventud no era esa tan cacareada generación “X”, que podía se beligerante e incluso muchísimo más intransigente que lo que la burguesía suponía. Los estudiantes lograron parar el ataque a la Universidad a costa de un profundo desgaste producto de la falta de una dirección correcta. Los trabajadores electricistas también detuvieron el ataque, las movilizaciones unificadas entre trabajadores y estudiantes marcaban el camino a seguir y la posibilidad de una lucha verdaderamente unificada se abría en el horizonte, por ello el gobierno decidió retroceder en el ataque a los electricistas, tratando de centrar sus esfuerzos en contra de los estudiantes. Lamentablemente la dirección de los electricistas en cuando vio pasar el peligro, desmovilizó a la base sindical. Al parecer la lección se ha aprendido, unos años después el gobierno de Fox volvió a la carga sobre el mismo tema en el que Zedillo fue derrotado. El último movimiento de importancia durante el sexenio Zedillo, fue de un carácter espontáneo, pero muchísimo más profundo; de pronto, ante el anuncio de que suspendería el famoso “bono sexenal” cientos de miles de trabajadores del Estado realizaron un paro nacional. La agitación fue tan grande que el mismo Zedillo fue abucheado en un auditorio de burócratas estrictamente seleccionado. Al final el gobierno tuvo que retroceder y de hecho Zedillo terminó el sexenio con la cola entre las patas. Lamentablemente, las importantísimas luchas sociales del final del sexenio de Zedillo, no tuvieron un cauce político, es decir, las distintas direcciones no orientaron sus esfuerzos hacia cuestionar y derrocar al régimen. La dirección del PRD parecía estar más preocupada en no espantar a la burguesía que en entusiasmar la las masas. Así, desarrollando una campaña puramente mediática se sometió al juego de la burguesía a la que no le fue difícil vender a la población la imagen de un personaje de “oposición” –Fox- que parecía proceder más de un programa cómico que de un partido político. Por supuesto no pretendemos trivializar el proceso del 2000, el cual marcó el fin de toda una época en el régimen político mexicano, sin duda muchos mexicanos, incluso algunos trabajadores, desorientados por las ambigüedades del PRD, el cual no dudaba en hacer alianzas a diestra y siniestra con el PAN, dieron su voto a Fox, el candidato de la derecha, pensando que peor que el PRI no podía ser. Los acontecimientos de años posteriores demostraron que se equivocaron. Tal como hemos señalado la idea de la burguesía es una alternancia de gobiernos pero no de programas de gobierno, el sexenio de Fox es un una continuación del de Salinas y Zedillo. En él la principal preocupación es el desmantelamiento definitivo de todas las conquistas de los trabajadores. No obstante una cosa es el proyecto de la burguesía y otra muy distinta es lo que logra realizar. Siempre que las políticas del gobierno afecten de algún modo los intereses de los trabajadores éstos lucharán. El conjunto de los trabajadores organizados, con la excepción de algunos sectores que aún son controlados por los dirigentes gangsteriles de la CTM, se han manifestado y luchado en contra de las iniciativas foxistas. La privatización de la industria eléctrica y petrolera, la eliminación de toda legislación que defienda a los trabajadores frente a los patrones, la eliminación del la seguridad social en su carácter público, son las prioridades del régimen foxista, cada una de las cuales ha sido rechazada por los trabajadores obligando al gobierno a implementar todo tipo de artimañas para disfrazar los ataques. Uno de los elementos que distinguen al régimen foxista del priísta, es que Fox no cuenta con una estructura corporativa que le permita un cierto margen de maniobra para aplicar su programa. Sin duda el gobierno foxista es sumamente débil y simplemente no ha caído porque las direcciones sindicales y del PRD no se han planteado luchar por su salida. En el terreno político, el foxismo se ha enfrascado en preparar un cambio de gobierno que garantice la continuidad de las políticas gubernamentales, por ello se ha enfrascado en una guerra de desgaste en contra del gobierno del Distrito Federal encabezado por López Obrador. El cual ha resistido cada uno de los ataques tratando de mostrar una imagen “responsable”, “amiga de los empresarios”, “respetuosa de la investidura presidencial”. No obstante los ataques del foxismo no cesan, la razón no es lo que diga o deje de decir López Obrador en estos momentos, sino el movimiento de masas que se puede desatar en torno a su candidatura y la explosión de conflictos que se podrían desatar en caso de que resultara victorioso. Sin duda el ejemplo de Hugo Chávez es emblemático para definir la posición de los foxistas y sus amos norteamericanos, cierto es que la posibilidad de que suceda otra Venezuela en México depende de múltiples factores y de que López Obrador pudiera actuar más como Lucio Gutiérrez en Ecuador que como Chávez en Venezuela, pero como hemos dicho, el problema no es López Obrador en sí, sino el movimiento obrero, juvenil y campesino pobre que sin duda se movilizaría para exigir no sólo democracia sino trabajo, tierra y futuro.

El PRD

La clase obrera construye sus propias organizaciones en el marco concreto de su propia experiencia en la lucha de clases. A través de ellas expresa sus inquietudes tanto en el terreno político como en el económico. Sin duda sería deseable que a estas alturas el movimiento obrero hubiese establecido un deslinde histórico de las organizaciones de la burguesía, como es el caso del PRI. No obstante este proceso no se ha verificado de una forma tan clara como en el caso de algunos países adelantados, especialmente los europeos. El hecho de que en las fases más álgidas de la lucha de clases no hayan sido dirigentes con un programa de independencia de clase, sino representantes de algunos estratos del la burguesía y la pequeña burguesía los que se hayan puesto al frente (por una infinidad de razones pero principalmente producto de los dirigentes estalinistas que mantuvieron la hegemonía del naciente movimiento obrero latinoamericano), ese hecho provocó toda una serie de fenómenos híbridos como el aprismo peruano, el peronismo argentino y el cardenismo mexicano, en cada uno de los cuales la dirección estaba encabezada por elementos burgueses a pesar de que en el seno mismo de dichas organizaciones residían elementos y grupos claramente revolucionarios. Incluso en movimientos insurgentes como el Frente Sandinista de Liberación Nacional existe esa aspiración a aglutinar a una parte supuestamente “democrática” de la burguesía nacional. En el caso de México durante el movimiento de masas que luchó en 1988 por derribar al régimen priísta, la experiencia histórica del conjunto del movimiento de masas encontraba como un punto de convergencia al cardenismo, por tanto resultó natural que el nuevo movimiento se gestara bajo la hegemonía de aquellos que se reclamaban herederos de ese legado. Así, pese a ser un movimiento en el que participaban sindicalistas, estudiantes, movimientos urbanos y campesinos pobres, en su mayoría profundamente combativos, (tan sólo entre 1989 y 1994 hubo más de 500 asesinatos de militantes perredistas), la dirección fue casi en su totalidad hegemonizada por el sector que se había escindido del PRI, la corriente democrática. Si bien había y hay elementos que proceden de organizaciones que se proclamaban como revolucionarias, a la hora de integrarse a los mandos perredistas asumían como propios los principales postulados ideológicos de la corriente democrática, es decir cambiaron el socialismo por el “nacionalismo revolucionario”. La burguesía siempre ha observado al PRD como un elemento hostil a su experiencia histórica, de hecho el surgimiento del PRD fue un accidente que no deseaban y por supuesto, sería de su agrado su desaparición. Un bipartidismo PRI-PAN libre de peligros radicales, es su sueño. El perredismo es por tanto producto de esta serie de vicisitudes históricas, pero por éstas mismas razones se debe ubicar dentro del campo de las luchas de los trabajadores en contra de la burguesía y su régimen de dominación política, otra cosa es que la aspiración de sus dirigentes sea no el romper con el sistema sino el insertarse en él. Para la realización de sus objetivos, los dirigentes de derecha en el seno del PRD buscan romper con los orígenes del partido. Para realizar sus objetivos las masas buscan en el PRD aquello que le dio origen, es decir, la lucha contra el sistema. Sin duda la lucha de los dirigentes de derecha en el PRD es conciente, es decir pretenden transformar al PRD en un partido burgués que luche por una “capitalismo bueno” y al mismo tiempo hacer carrera, vivir bien y disfrutar de la buena vida, dentro de los parámetros burgueses. Para el conjunto de las masas explotadas la lucha por hacer del PRD un partido combativo y de lucha no es conciente, es decir no está estructurada en forma de programa y responde más a necesidades inmediatas que a proyectos de carácter estratégico. Por ello la tarea de los revolucionarios en el seno del PRD se puede concretar en: Dar una lucha ideológica contraponiendo los proyectos personales y burgueses del ala de derechas de la dirección, con el proyecto colectivo y socialista. En esta lucha no hay espacio para “alianzas”, “frentes” o “coaliciones” con elementos burgueses, sino la explicación paciente de lo que ambos proyectos significan y la lucha por un programa socialista. Rescatar la actitud combativa que dio origen al PRD en el seno mismo del movimiento, sólo con el involucramiento del PRD en las luchas sociales será más claro qué papel juega el ala de derechas del PRD y qué tipo de dirigentes necesitan los trabajadores. Defender al PRD de frente a los intentos de la burguesía por destruirlo, tanto desde dentro, con la política de conciliación de sus dirigentes de derechas, como desde fuera con ataques directos e indirectos. Si en la lucha de masas los dirigentes del ala de derechas rompen con el PRD, esto no debe verse como algo negativo sino como algo positivo ya que ayudaría a abrir espacio para una auténtica alternativa de los trabajadores. Si por el contrario, producto de la lucha las masas conforman una estructura organizativa más avanzada, también sería positivo. Lo realmente negativo sería permanecer de frente a estos proceso como simples espectadores. Los revolucionarios no tienen una actitud dogmática y ahistórica de frente al PRD, al mismo tiempo sostenemos que no hay espacio para sectarismos ni prejuicios en la tarea de explicar pacientemente las ideas dentro y fuera del PRD. Siempre hemos explicado que nuestra táctica en el seno del PRD no se basa en la esperanza de que tal o cual dirigentes se “convierta” al socialismo, sino en el hecho de que millones de trabajadores del campo y la ciudad tomarán en sus manos la rienda de su propio destino para avanzar en la lucha por su emancipación, y en tal sentido la lucha por una línea revolucionaria y socialista dentro y fuera del PRD, es un factor clave para avanzar en el proceso de construcción de una auténtica conciencia de clase y por tanto una real independencia política de la clase obrera.

Nuestra Actitud Frente a los Sindicatos

Lo señalado en el apartado de nuestro trabajo en las organizaciones de masas y en lo que se refiere al PRD es también valido respecto a los sindicatos. Los marxistas consideramos que los sindicatos son un producto de la lucha de los trabajadores en la defensa de sus intereses económicos. Sin duda el sindicato en una institución reconocida y aceptada por parte del capitalismo en ciertas circunstancias, pero no es una institución burguesa. Tanto es así que en cuanto los capitalistas se sienten lo suficientemente fuertes busca su total destrucción. La lucha de los marxistas en el seno de los sindicatos apunta a pugnar por construir organizaciones sindicales combativas, ajenas a la concertación a toda costa con la patronal y con el gobierno y profundamente cercanas a los intereses de los trabajadores. No hay duda de que la dirección del sindicalismo mexicano, como en otras partes del mundo está sumamente burocratizada y que en todos ellos, la lucha por su democratización es importante. En el caso del sindicalismo charro controlado por la CTM, específicamente el Congreso del Trabajo, no hay duda de que tiende hacia un franco debilitamiento. En este marco emergen grupos y corrientes en su seno que apuntan a la lucha y a la unidad con otras organizaciones sindicales, pero la dirección está francamente comprometida en la modificación de las leyes laborales a favor de los patrones. Los marxistas luchamos por rescatar al sindicato ahí donde es posible, somos concientes que existen contratos de protección a nombre de la CTM y que hay casos en los que la organización de un auténtico sindicato no pasa por la lucha dentro de la CTM, no obstante siempre señalamos la necesidad de la unidad del movimiento obrero como un factor fundamental. En el caso de la UNT sin duda existe un proceso dual, por un lado para muchos activistas y trabajadores en general la han visto como un paso adelante de frente a la CTM, en ese sentido han forzado una orientación mucho más combativa que lo que sus propios dirigentes quisieran. En lo que se refiere a sus dirigentes sin duda optaron por formar la UNT entendiendo que en el seno del Congreso del Trabajo los espacios de dirección estaban totalmente ocupados y que si aspiraban a convertirse en interlocutores con el Estado era necesario formar una organización sindical que disputara esa interlocución. Conforme avanza la política del Estado se ven cada vez más obligados a movilizarse y a mostrar una actitud más radical. No hay duda de que del “dicho al hecho hay mucho trecho”, pero también es cierto que el control que tienen sobre sus propias organizaciones se hace débil y que es factible que la movilización de los trabajadores exija una dirección más combativa, por tanto para sobrevivir se verán forzados a mostrarse más duros e incluso encabezar luchas, ese es el caso de Vega Galina el secretario general de los trabajadores del Seguro Social, por ejemplo. Los sindicatos independientes son otra expresión importante. Su peso fuera del Sindicato Mexicano de Electricistas es moderado. Surgieron más que por un plan conciente, por un complejo proceso de la lucha de clases y la inexistencia de centrales obreras democráticas, su radio de acción es fundamentalmente local y han tendido a centrarse en el estrecho radio de su empresa o institución. Un ejemplo es el sindicalismo universitario, cuya mayoría de organizaciones se dice independiente, tiene una central propia pero es incapaz de convocar de forma unificada a una lucha en las revisiones contractuales y salariales. La unidad, no sólo declarativa sino en la acción, es la única forma en que los sindicatos independientes trasciendan el gremialismo de su actuar. El Sindicato Mexicano de Electricistas, la trascendencia de su fundación y sus luchas es por sí mismo todo un punto de referencia para el conjunto de la clase obrera; su poder de convocatoria trasciende el ámbito puramente sindical y es capaz de llamar a jornadas nacionales de lucha. Sin duda sería un factor clave en la convocatoria a una huelga general. Como en el caso de los demás sindicatos, la lucha por un SME combativo y democrático se une a la necesidad de debatir en su seno, el programa político que el proletariado mexicano necesita. Otro tanto pudiéramos señalar al respecto de la CNTE, que es todo un modelo de la lucha que deben seguir las corrientes de izquierda en el seno del los sindicatos reformistas; en vez de escindir el sindicato, la CNTE se conformó como una ala democrática del mismo y ha alcanzado momentos que han hecho historia en el movimiento de masas en México. El SNTE en un sindicato que agrupa aproximadamente a un millón de trabajadores en todo el país. Tiene la particularidad de llegar hasta los rincones más alejados en los que haya una escuela pública. Agrupa a trabajadores del apartado A y B. Desde sus orígenes, el movimiento magisterial del sureste demostró imaginación para rebasar el estrecho marco que la estructura del SNTE. Ahora hay voces en su interior que están tramando no sólo su escisión sino su pulverización. Eso sería un error histórico contra el que los trabajadores más avanzados deben luchar con todas sus fuerzas.

La Huelga General

Históricamente Militante ha hecho campaña a favor de la huelga general. Nuestra posición no es la de convocarla sino el de explicar pacientemente su importancia y el carácter progresista para fortalecer y desarrollar la unidad del movimiento obrero. La Huelga general supone poner a las clases frente a frente y tensa las fuerzas sociales de tal modo que cada una muestra su verdadero peso social. La tendencia a la unidad por parte de los trabajadores es natural, la huelga general como el acto más unitario posible en los marcos del capitalismo, es también un proceso lógico en el desarrollo unitario del movimiento obrero. Conforme pasa el tiempo la huelga general se hace cada vez más necesaria y su preparación se hace cada vez más urgente.

El Movimiento Estudiantil

Militante pugna por la formación de una organización estudiantil nacional, combativa permanente y estable. Consideramos que esta es la mejor manera para canalizar la fuerza de la lucha estudiantil en el sentido que realmente impacte positivamente de frente al movimiento obrero. Decididamente los estudiantes no juegan un papel clave en la producción y por tanto su papel no puede ser más que el de auxiliar e impulsor de una lucha mucho más grande. Ello no implica que su lucha no sea importante, todo lo contrario. La historia documenta movimientos estudiantiles que llegaron a ser fuente de inspiración para el desarrollo de potentes movimientos de la clase obrera, ejemplos tenemos en el mayo del 68 en Francia, el otoño caliente italiano, la huelga general del 88 en el Estado Español y por supuesto el 68 mexicano. No obstante las características de muchos activistas estudiantiles llenos de prejuicios de lo que podríamos llamar “izquierda neoliberal” (antiorganización, dispersión que raya en la atomización, desprecio a la clase obrera, apología del indigenismo, en suma espíritu de ONG), impone serios obstáculos a la construcción de una organización estudiantil unificada que le permita al movimiento estudiantil trascender más allá de las simples luchas defensivas. En un ambiente lleno de prejuicios e ideas erróneas los marxistas están obligados a dar una lucha a contracorriente sobre todos estos aspectos. A diferencia del movimiento obrero, entre los estudiantes la rápida erosión y destrucción de aquellas organizaciones que se pudieran considerar tradicionales, genera un vacío que debe ser llenado. Para Militante el desarrollo y fortalecimiento del Comité de Lucha del IPN (CLEP) con 36 años de experiencia acumulada y el nacimiento en 1999-2000 del Comité Estudiantil en Defensa de la Educación Pública (CEDEP), son firmes puntales en la formación de la organización que el movimiento estudiantil mexicano necesita.
www.militante.orgLa tarea de la ciencia y de la técnica es someter la materia al hombre, lo mismo que el espacio y el tiempo, que son inseparables de la materia. León Trotsky, Cultura y socialismo. A partir del 1 de mayo comenzaremos a publicar nuestra página de internet, extensión de nuestra prensa obrera, con un nuevo formato. No se trata de una innovación sólo por innovar, ni de un cambio sólo en el diseño. Nuestro sitio www.militante.org es la página web de nuestra clase trabajadora y por tanto, es nuestra labor mantenerlo en excelente funcionamiento. Nuestro acervo electrónico rebasa ya los dos mil artículos y decenas de documentos de análisis de fondo. Todos estos artículos recogen una parte de la historia del movimiento obrero en el país y en el mundo entero, tener acceso a estos documentos trasciende del mero interés histórico, su utilidad consiste en que éstos nos ayudan a sacar las lecciones necesarias de luchas distantes en el tiempo y el espacio y aplicar dichas conclusiones en nuestra lucha cotidiana, en cada una de nuestras trincheras. Como marxistas, estamos obligados a echar mano de todas las herramientas a nuestro alcance para llevar adelante la revolución; no es necesario ahondar en la importancia que ha adquirido la informática en las últimas décadas y ponerlas en manos de la clase trabajadora es parte de nuestras tareas. Entre las mejoras más relevantes con las que contaremos se encuentran:
  • Una estructuración más sencilla y consistente, la cual, junto con:
  • Un mejor motor de búsqueda, permitirá un mucho más fácil y eficaz acceso al archivo histórico del periódico
  • Una lista de correo
Con esta modificación a la página refrendamos una vez más el compromiso que tenemos con nuestros lectores habituales (y con los que aún no lo son, pero lo serán, también) de ofrecerles siempre las mejores ideas y las mejores propuestas de forma seria y organizada. Para mantenernos al día y en sintonía con nuestra clase, invitamos a todos nuestros lectores a que nos retroalimenten, dejando comentarios, quejas, dudas o sugerencias acerca de la nueva página de internet en Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. o en la sección de contacto de la nueva página.
escrito por Fundación Federico Engels México De nuevo los trabajadores tomamos las calles en el 1º de Mayo para reivindicar trabajo digno y mejores condiciones de vida. Sin embargo este 1º de Mayo se da en un contexto de importantes luchas para los trabajadores. Las movilizaciones del “rojo 2006” fueron la señal de alarma para la burguesía mexicana, que cada vez es más consciente de que los trabajadores mexicanos han despertado y no tienen miedo de enfrentarse a todos los ataques que contra ellos se intente llevar a cabo. La burguesía está preparándose para el choque con la clase obrera y los jóvenes y trabajadores dispuestos a lucha debemos hacer lo mismo. La burguesía tiene sus armas (los medios de comunicación, la policía, la cárcel, etc.) para usarlas contra el movimiento obrero, los trabajadores también debemos preparar las herramientas que tenemos para luchar contra ellos. Somos los trabajadores los que hacemos funcionar la economía, la sociedad y con nuestra unión, nuestra decisión y nuestra valentía somos más fuertes que toda su policía y todo su ejército. Sin embargo, todo esto no es suficiente. Hay un arma invencible con la que cuentan los trabajadores, esa arma es la fuerza invencible de la teoría marxista. Leyendo a los clásicos marxistas y los análisis de marxistas contemporáneos como Alan Woods o Ted Grant acerca de los acontecimientos que sacuden el mundo en nuestros días, podremos aprender de experiencias de luchas pasadas o en otros países que nos sirvan para estar mejor preparados en nuestra lucha de hoy. Sólo aprendiendo de las victorias y de las derrotas de nuestra clase a lo largo de la historia de México y también de otros países es como estaremos en mejor posición para vencer en una lucha sindical, estudiantil o en la lucha por la transformación socialista de la sociedad. Desde la Fundación Federico Engels hemos tratado de recuperar los clásicos del marxismo y de difundir los materiales de marxistas contemporáneos entre los trabajadores y la juventud revolucionaria. Te invitamos a que celebres este 1º de Mayo adquiriendo nuestros materiales. Para saber más acerca de nuestros materiales contáctanos en Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
escrito por Samuel Santibáñez En defensa del marxismo es una compilación de escritos del gran revolucionario ruso León Trotsky, durante el periodo que va del 12 de septiembre de 1939 al 17 de agosto de 1940, es decir, tres días antes de su muerte en la Ciudad de México. Los temas son muy variados y en cada uno de ellos establece, con un método estricto e implacable, el método dialéctico, la defensa de la URSS que en esa época estaba bajo el dominio de la dictadura estalinista, durante la Segunda guerra mundial. Tanto el imperialismo capitalista como la burocracia estalinista esperaban impacientes, que el creador del Ejército rojo vituperara a la URSS dado que se le había exiliado y se había asesinado, desaparecido o encarcelado a la mayoría de su famiia y sus colaboradores de la Oposición de izquierdas. Sin embargo, lejos de ello, León Trotsky estableció la estrategia y táctica precisas para defender a la URSS y como consecuencia, a las ideas del marxismo, ensangrentadas y monstruosamente distorsionadas por el estalinismo. La compilación En defensa del marxismo también aborda una serie de cartas a los principales dirigentes del SWP, Patido Socialista Obrero, de Estados Unidos. Establece un debate sobre diversos tópicos de la construcción del partido marxista que hoy día siguen siendo totalmente vigentes; debates en torno a las recurrentes y nada innovadoras ideas pequeñoburguesas y de clases ajenas a la clase obrera: “Toda discusión seria”, dice Trotsky, “lleva de lo particular, incluso accidental, a lo general y fundamental. En la mayor parte de los casos, las causas inmediatas de la discusión tienen un interés meramente sintomático. Sólo tienen significación política actual aquellos problemas cuyo desarrollo es discutible. Para ciertos intelectuales, ansiosos de denunciar el "conservadurismo burocrático" y exhibir su propio "dinamismo político", las discusiones sobre la dialéctica, el marxismo, la naturaleza del estado, el centralismo, surgen ‘artificialmente’ y toman una dirección ‘falsa’. Pero el nudo del problema es que la discusión tiene una lógica objetiva, que no coincide con la lógica subjetiva de individuos y grupos. El carácter dialéctico de la discusión procede del hecho de que su curso objetivo se determina por el conflicto vivo entre tendencias opuestas, y no obedece a ningún plan lógico predeterminado. El carácter materialista de la discusión se debe a que refleja las presiones de las distintas clases. Por eso, la actual discusión dentro del SWP se desarrolla, como todo proceso histórico ... de acuerdo con las leyes del materialismo dialéctico. No podemos escapar de esas leyes”. El texto incluye todo un tratado de la defensa de las ideas del marxismo, que se erigen como auténticos elementos de apoyo práctico para la construcción actual del partido. Documentos como: “Los moralistas pequeñoburgueses y el partido proletario”, “De un arañazo al peligro de gangrena”, “La renuncia al criterio de clase”, o, “La pequeña burguesía y el centralismo”, son invaluables aportes teóricos para las nuevas generaciones de marxistas. Por último, decir que Trotsky aporta en este libro elementos geniales de la ciencia dialéctica. En unas cuántas líneas establece magistralmente la defensa de posiciones filosóficas claves del marxismo en escritos como: “Escepticismo teórico y eclectiscismo”, “El ABC del materialismo dialéctico”, o, “Lo abstracto y lo concreto; economía y política”, son escritos de cabecera para cualquier marxista realmente dedicado y sobre todo, significan significanuna puerta muy amplia para los jóvenes revolucionarios que deben prepararse con ahínco ante este maravilloso periodo revolucionario que nos ha tocado vivir.
escrito por Rubén Rivera Carlos Marx nació en Tréveris, Prusia el 5 de mayo de 1818 y murió el 14 de marzo de 1883 en Londres, Inglaterra. Se formó en derecho y filosofía clásicos, lo cual lo llevó a convertirse en seguidor del filósofo alemán Federico Hegel, el cual había muerto apenas en 1830. Toda la intelectualidad alemana de la época trataba se sostenerse en bases hegelianas para justificar la continuidad del régimen absolutista (derecha) como la necesidad de una revolución política (izquierda) que le permitiera a Alemania la unificación y la igualdad de condiciones con naciones como Inglaterra y Francia. Fue precisamente la profundización y posterior crítica a los estudios sobre Hegel en torno a la filosofía del derecho a concluir que la solución de la problemática social no se encuentra en una fórmula de reforma política, la esencia del sistema alemán y de todas las sociedades de clase era la preservación de un sistema económico desigual en donde, los más favorecidos construían sistemas políticos, filosóficos y morales que justificaban y preservaban dicha desigualdad. La base de toda transformación no se encuentra, decía Marx, en la sociedad política, sino en la sociedad civil, entendida esta como el espacio social donde se generan los bienes materiales y donde las relaciones entre personas están regidas por su relación con la producción de bienes materiales. Marx encontraba que para revolucionar esa sociedad civil se necesitaba una clase que produciéndolo todo no fuera dueña de nada, que fuera síntesis de las distintas opresiones y que al mismo tiempo su liberación rompiera con la lógica de regeneración de nuevas opresiones. Marx decía: en la sociedad capitalista esa clase es el proletariado. En el sistema de Marx el hombre es el actor principal del proceso histórico, siempre en constante lucha por expandir los mecanismos de generación de riqueza social, siempre en pugna consigo mismo, en la medida de que en la lucha por al producción de bienes materiales había construido la sociedades de clases, mismas que se van enfrentando y destruyendo cada que el sistema de clases de cada sociedad estalla en contradicciones irreconciliables. Cada nuevo régimen social está fundado en una amalgama de los regimenes anteriores pero dominado por una nueva clase social hegemónica que le impone su sello al conjunto de las demás formaciones sociales. Para Marx el objetivo de los revolucionarios no es el futuro incierto, sino la lucha inmediata contra el régimen existente partiendo de esta lucha concreta para preparar las condiciones para un gran salto adelante que sería la destrucción del sistema de clases y la constitución de una sociedad basada en la democracia tanto del régimen político como el económico. Marx concebía al socialismo, como un proceso de transición entre la sociedad de clases (capitalismo) y la sociedad sin clases (comunismo). Marx participó en la revolución Europea de 1848 primero en Alemania, luego en Francia y Bélgica. Cuando las fuerzas de la reacción lo cercaron, Marx se vio en la necesidad de emigrar a Inglaterra en donde centro sus esfuerzos a realizar un profundo estudio del capitalismo, que incluiría no sólo el aspecto económico, sino también el político y el social. No obstante decidió partir del análisis económico como hilo conductor para abordar lo más objetivamente posible los demás aspectos. En 1857 publicó el resultado de sus investigaciones a las que título : Contribución a la crítica de la economía política; hasta antes de ello en términos económicos Marx sufrió una evolución, en la medida de que consideraba a Adam Smith y David Ricardo, economistas ingleses clásicos, como base para su critica del capitalismo. No obstante si bien Smith y Ricardo explicaban al trabajo como fuente de valores de uso y de cambio, es decir de fuentes de valor socialmente reconocido, no podían explicar el excedente o plusvalía que se apropiaba el capitalista y base de su acumulación de riquezas. Marx resolvió este conflicto explicando que el valor del producto del trabajo es superior al valor del trabajo en la medida de que este sintetiza una acumulación de trabajo social que se concreta a la hora en que el obrero transforma la naturaleza y que se verifica a la hora del intercambio. La riqueza es pues un producto social pero es apropiada individualmente, esa es la contradicción incuestionable del capitalismo perfectamente corroborrable en época de Marx y aún más en nuestros días. Marx se propuso una labor monumental, la cual estuvo limitada por las condiciones concretas de su existencia y su sociedad, por ello es asombroso que siga trascendiendo. Hoy en día, cada vez que las clases explotadas se levantan y ponen en riesgo a la sociedad de clases surge, en el seno de los capitalistas, el temor de que las masas retomen a Marx. Por eso hoy en día lo siguen atacando, difamando y calumniado, aún más que cuando estaba vivo. La grandeza de la obra de Marx ha inspirado las luchas de los explotados desde que él la formuló hace más de 160 años y lo seguirá haciendo mientas la sociedad que se concreto a combatir: el capitalismo, subsista.
“La socialdemocracia se cree el doctor democrático del capitalismo, los comunistas, somos sus enterradores revolucionarios” L.Trotsky La historia del movimiento obrero en México es extensa y su historiografía también, el objetivo de este artículo es, ateniéndose a las limitaciones del espacio, tratar de abreviar, sin caer en una simple cronología, más bien, sacando las lecciones y enseñanzas más importantes y trascendentes a manera de conclusiones generales que sirvan de marco de análisis y propuesta para las presentes tareas del proletariado mexicano. Aún así, decir movimiento obrero es vago para nuestro propósito específico, históricamente sólo en los momentos de crisis revolucionaria podemos hablar de un movimiento que incluya al conjunto de la clase obrera, cunado hablamos genéricamente de movimiento obrero solemos referirnos a los sectores que en un momento determinado están en conflicto, ya sea político, económico o ideológico con los explotadores. Por supuesto que la situación de los obreros no organizados y su relación con, digamos, la vanguardia. Por ello hablaremos más bien del sindicalismo y los sectores organizados en general. Esto reduce el nuestro campo de acción, y nos permite, por increíble que parezca, tener un visión mucho más exacta de la evolución del propio movimiento obrero en este país. La palabra… sindicalismo “Fue en aquella memorable asamblea donde por primera vez escuchamos absortos el verbo rojo […] la tea incendiaria que hizo explotar en los cerebros tumefactos del hombre esclavo, de la bestia humana, la mole inmensa del perjuicio moral y de la resignación absurda, dando paso a la verdad, hija del raciocinio y de la conciencia” (Rojo y negro, N. 1, 1915). Las tradiciones del movimiento obrero en México son relativamente nuevas, en comparación con la existencia del proletariado en si, pero también es cierto que las propias condiciones de desarrollo capitalista del país le han hecho adaptarse y frecuentemente renovar sus posiciones consideraciones y tácticas en pos del objetivo emancipador. Así tenemos que, en un principio las organizaciones obreras existieron a la usanza del viejo y apolillado mutualismo, que bajo las condiciones de explotación y pobreza de los obreros industriales tendía reducirse a quitar lo poco que se tenía para ayudar al “prójimo”. Podemos encontrar entre ellas a algunos de los primeros intentos organizativos que posteriormente darían paso a sindicatos como el SME. En un principio estas ideas fueron la respuesta hacia la dura represión aplicada por lo patrones contra la organización obrera, respondiendo a la necesidad se supervivencia inmediata del obrero, en pocas palabras era para resistir por su cuenta y se propio esfuerzo. Aquí también se difunde una idea que seria interesante de retomar en torno a un proyecto de educación social. Muchas de estas asociaciones propugnaban por el establecimiento de escuelas y talleres que ayudaran a sus socios o agremiados a expandir y aumentar sus conocimientos acerca de su trabajo pues la mayoría de los puestos calificados eran ocupados en esos tiempos por obreros extranjeros que por principio de cuentas y por ese solo hecho ya ganaban un mejor salario. Sin embargo eran tiempos difíciles no solamente por las condiciones de explotación y trabajo de las masas oprimidas, sino también por que en el fondo de la sociedad bullían las contradicciones de clase. Por supuesto en este contexto el sindicalismo es más semejante a sociedades mutuales que a organizaciones de lucha, tan sólo la vertiente procedente del partido liberal mexicano de Ricardo Flores Magón se plantearía de manera concreta la tarea de lucha por el poder político. Fueron evidentes los destacados militantes del PLM tanto en Rio Blanco como en Cananea. Como vemos las organizaciones economicistas de carácter mutual fueron rebasadas por los adelantos en la conciencia de clase generados por los movimientos de la decadencia del porfiriato al igual que por los acontecimientos de 1910, los cuales despertarían en el seno de los explotados la esperanza del cambio y la transformación radical. Las experiencias de las huelgas en Cananea y Rió Blanco, dejarían entrever una nueva tendencia dentro de la organización tanto campesina como obrera, que cabalgaba triunfante sobre los cadáveres del cooperativismo, el mutualismo y que a pesar de que sus dirigentes se circunscribían de una u otra manera en las distintas vertientes del anarquismo, no podríamos decir que esa era la ideología económica en el proletariado. Los zigzag de sus dirigentes y la relativa facilidad con la que el gobierno y posteriormente los comunistas los harían a un lado son muestra de ello. Mientras ello sucedía las tendencias anarcosindicalistas se desarrollaron rápidamente dentro de todo el movimiento sindical, sobre todo en la zona centro y su alrededores pero con fuertes plataformas en Veracruz y otras regiones. En realidad no eran exactamente nuevas ya se habían estado gestando a través del magonismo y de organizaciones como la tranviarios que era una de las principales organizaciones anarcosindicalistas. También bajo estas ideas, el 24 de mayo de 1912, en el salón Don Bosco, de la ciudad de Monterrey, se fundó la Casa del Obrero Mundial, la cual se convierte en uno de los puntos neurálgicos del cual emanan consignas y directrices hacia el movimiento sindical. Dirigida principalmente por anarquistas que eran exiliados de sus países, principalmente españoles y norteamericanos, anarquista de palabra y colaboracionista en los hechos para mediados de 1915 la Casa del Obrero mundial tenia filiales en gran parte del país, esto porque en cada lugar que el ejército constitucionalista ganaba terreno se abría una filial de esta organización, y casi todos los obreros de la zona se afiliaban a ésta. De hecho aquí podemos observar el carácter básicamente oportunista de los dirigentes de la COM, los cuales no tuvieron ningún empacho en ponerse del lado de los carrrancistas y los obregonistas pese a que al fina estos representaban las corrientes mas conservadoras y antiobreras de la revolución mexicana, todo a cambio de la exclusividad del sindicalismo de la COM dentro de los territorios del constitucionalismo. Muy a pesar del anarquismo y los anarcosindicalistas, y con todo y algunos valientes y heroicos esfuerzos, los rasgos predominantes en el movimiento en aquellos años son la desinformación, la falta de cuadros, de programas e independencia política de clase. Así, con la aparente indolencia de la Casa del Obrero Mundial algunas asociaciones y sindicatos se pronuncian a favor de los insurrectos: Madero, Zapata, Villa y correspondiente sucesión; la absoluta gran mayoría se pronuncian en contra, las centrales y círculos predominantemente anarquistas declaran primero contra Madero y sus sucesión presidencial arguyendo que la clase obrera no estaba interesada en la lucha por el poder, posteriormente contra zapata diciendo que como es un movimiento por la propiedad de la tierra y el obrero libertario nada tiene que hacer apoyando la propiedad privada; el movimiento obrero es utilizado de manera casi descarada para apoyar de manera armada las posturas de los dirigentes de la revolución y de algunos “caudillos” caciques, no es constante pero tampoco es raro el enfrentamiento, incluso, entre contingentes obreros. Uno de los puntos máximos en los cuales se demuestra la falta de independencia política y de un programa clasista al interior de las organizaciones como la COM son los pactos que firma esta con los constitucionalistas creando a tal efecto los denominados “Batallones Rojos” grandes columnas de obreros armadas que fueron puestos a disposición de Obregón y otros generales y fueron lanzados a batallar contra los ejércitos campesinos de Villa y Zapata. De cierta manera, esta actitud sectaria contra el campesinado y el movimiento agrarista empieza a disolver poco a poco al ala más militante de los anarquistas, dejando a los obreros a la intemperie o al mal cobijo de las vicisitudes del reformismo de la COM, de hecho después del triunfo constitucionalista, Carranza y Obregón rompen todo pacto y acuerdo con el movimiento obrero y cierran la COM, sus lideres son expulsados del país y la mayoría de los restante huyen en desbandada a incrustarse en otros movimientos como, paradójicamente, el zapatismo. Aunque habría que señalar, que dicho elementos provenientes de anarquismo fueron pilares, después de la muerte del caudillo, a la alianza con el régimen de Obregón. Por supuesto siempre es muy importante diferenciar respecto a los dirigentes y las bases: si bien es cierto que en aquellos tiempos el anarquismo, exceptuando a los flores Magón, significaba oportunismo o sectarismo, el movimiento obrero no era sólo eso, Las necesidades de los trabajadores en el marco del recién impuesto régimen de carranza no podían esperar a la hora en que el reaccionario gobierno se le viniera en gana, así que desde 1915 inició todo un periodo de agitación en torno a las alzas salariales y las condiciones de trabajo. Especialmente fue importante este movimiento dentro de los electricistas y tranviarios. Al principiar 1916 ya se veía fuertemente la necesidad de las reivindicaciones propias y el proceso estallo a partir de la lucha por los salarios y el pago de estos en oro, ya que el papel moneda se devaluaba fácilmente. El problema empezó en Tampico y Veracruz y de ahí estableció una cabeza de puente en la Ciudad de México para extenderse a todos los demás puntos y centros industriales y comerciales del país, durante este año se dan 2 huelgas generales a nivel nacional y una solo en el D.F. Este movimiento fue una de esas cosas raras de las dialéctica de la lucha de clases, los sindicatos participante fueron victimas de gran represión de encarcelados y condenados a muerte (de hecho, todos los condenados fueron a través de cortes militares) y sin embargo algunas conquistas parciales fueron logradas, la huelga general de 1916 marca un punto de quiebre, una especie de discontinuidad histórica, atrás quedan los dirigentes revolucionarios que inflamaban los mítines con la verborrea anarquista, y no es por que realmente ya no estuvieran mas bien se fueron…transformando. La palabra… independencia “A decir verdad, aquellos atentados desorientaron un tanto al elemento obrero organizado, pero, tomando nuevos bríos, se rehízo y la lucha sindical siguió su curso.” (El domicilio social del SME, Ediciones P5, 2008) Y consecuencia de la derrota temporal sufrida por el movimiento obrero tras la huelga general, el nuevo estado mexicano, “el estado de la revolución”, el estado de una burguesía endeble al servicio del extranjero y muchas cuentas pendientes: educación, salud, trabajo, tierra, independencia, etc. Sobre el hecho de la semipacificación de los villistas y los zapatista, estos últimos a través de Soto y Gama y otros dirigentes del ala de derechas del movimiento agrario empieza la segunda odisea del proletariado mexicano, los caudillos de la revolución y la burguesía en si, lo que necesita es pacificar al país y desarrollar la economía, necesita crear la base sobre la cual el capitalismo pueda hacer avanzar la producción y engordar los bolsillo de los empresarios. De los principales problemas que la burguesía nacional (una clase social dependiente, decrépita e inválida desde el primer día de su nacimiento) tiene para ello es el hacerlo evitando trastocar los intereses del imperialismo extranjero. Pero también hay un punto a considerar, e incluso desde cierto punto vista, el más importante, la clase obrera. Los obreros a los que se habían enfrentado desde el siglo pasado habían muerto junto con el mutualismo y lo que ahora se tenían eran núcleos anarcosindicalistas y comunista militantes y aguerridos educados en años de enfrentamientos contra el estado y la patronal. La huelga de 1916 demostró al régimen de Carranza que pese a los supuestos acuerdos con ciertos “lideres” era imprescindible que el gobierno ejerciera un control directo de los sindicatos, bajo el riesgo de que en algún momento surgiera un liderazgo independiente que pusiera realmente en entredicho la vigencia del régimen burgués, no hay que olvidar que en esos tiempos estallaba y triunfaba la revolución Bolchevique de 1917 dirigida por Lenin y Trotsky, por tal motivo el establecimiento de un régimen de los trabajadores pasaba de ser una idea a un realidad, ¿por qué no?, aplicable también en México. Carranza nunca fue un revolucionario, pero se subió en el carro de moda para proteger los intereses burgueses, en esa misma lógica patrocinó a elementos cercanos a el y a Obregón, para que crearan una central sindical “oficial”. Luis N. Morones, antiguo miembro del SME y agente de Obregón, junto con otros dirigentes obreros, convocan a un congreso en Veracruz donde presentan la idea de la “acción múltiple” defendiendo la acción política obrera en clara contraposición de la acción directa anarquista, si embargo pronto se vería que las posiciones de este individuo y su grupo afín no serian ni por asomo los mejores puntos programáticos de un proletariado independiente. En un nuevo congreso obrero, en Saltillo, se manifiesta la asociación entre el estado nacido de la revolución y las agrupaciones sindicales, es por ello que bajo el auspicio de Carranza, que cede espacios en su natal Coahuila para tal efecto se funda en Mayo de 1918 la Confederación Regional Obrera de México, con Luis N. morones a la cabeza. El grupo “acción” formado alrededor del nuevo dirigente pronto degenera la acción múltiple hacia el colaboracionismo de clase, en cuanto a su internacional cambia su postura de la IWW hacia la AFL. El propio Morones y otros viejos dirigentes combativos del movimiento obrero independiente, levantan una central que agrupa a obreros casi manuales, de pequeñas fábricas o que recientemente han dejado de ser campesinos o artesanos, además de grandes agrupaciones de empleados y oficinistas del gobierno, esta situación junto con la traidora política de la colaboración de clase y el “equilibrio y armonía entre capital y trabajo” crea las condiciones para una pronta, brutal y atroz degeneración burocrática. También tomando como base la CROM se forma en diciembre de 1919 el Partido Laborista Mexicano, plataforma política y sobre todo electoral del grupo Acción y de otros dirigentes de la CROM, que sin embargo debido al colaboracionismo practicado por la central y su dirigencia pronto se convirtió en una fuente de votos cautivos hacia Obregón y Calles y en un trampolín de la burocracia sindical hacia las oficinas del gobierno, de esta manera la Central y su pantalla política el PLM (laborista no liberal, no confundir) ganan terreno en el aparato estatal, en 1927 tienen 11 senadores, 40 diputados, 2 gobernadores y un miembro del gabinete. La actitud y política de la CROM en todos los ámbitos de la vida sindical de sus agremiados, quedó demostrada de manera especialmente cruel y despiadada en el cargo que se obtuvo en la cartera de Industria, comercio y trabajo. Morones se enorgullecía y henchía el pecho con las estadísticas a la baja de las huelgas, aduciendo entre otras cosas que si lo que se quería era trabajo lo que no se necesitaban eran huelgas, toda lucha que estallaba se le aplicaba meticulosamente el mismo plan con el que la CROM se había hecho del control de una parte del estado, se compraban lideres, cuando estos no se vendían, los compraban por la fuerza, a macanazos, el acoso policial era asfixiante y si aun así se resistían entraba el ejercito y los esquiroles de la propia central obrera (no se sabe quien custodiaba a quien). Todo este crecimiento de la organización obrera, del “elemento obrero organizado” fue directamente auspiciado por los grupos locales y nacionales en el poder, y no es que a la burguesía le encantara promover el sindicalismo, más bien a la burguesía le asustaba que el movimiento se independizara, que la clase adquiriera conciencia para si, y estallara todo por todos lados, de la noche a la mañana. Si bien en un principio las delegaciones locales de la Confederación utilizaban a su beneficio las contradicciones y los conflictos de interés entre los grupos de poder del estado, esto conforme se iba degenerando la dirección cambio a apoyar a uno u otro bando para apuntalar los intereses propios. Independientemente de la salud física y mental de la cúpula de la CROM y de la burguesía nacional, había una corriente que remaba duro, aparentemente despacio pero irresistible contra la CROM, y el grupo sonora (es decir Calles y Obregón derrotado Carranza)todos los disidentes, los que desde un principio habían entendido la maña de la organización de la central obrera habían, desde aquel entonces, hecho esfuerzos por organizar una federación no alineada que pugnara de forma real y decidida el mejoramiento de los niveles de vida de las masas laboriosas. Los anarcosindicalistas y los, en su mayoría novicios, comunistas crearon sobre la base de numerosas huelgas que rechazaban el alineamiento sindical, la Central General del Trabajo, y a pesar del poder de Morones, y de la CROM es en las luchas de la CGT donde se acumula la experiencia el real avance de la conciencia obrera revolucionaria. La CGT desde un principio se declara partidaria del comunismo, de la dictadura del proletariado y de la Internacional Sindical Roja, en su mayoría anarcosindicalistas, abogan por la acción directa, la huelga como instrumento de combate y lleva cabo una febril actividad sindical y de ataque hacia el régimen, la mayoría de las huelgas reprimidas por la CROM y el gobierno son de la CGT o cercanas a esta. Uno de los rasgos fundamentales de esta central es el de que su mayor florecimiento lo lleva a cabo en los centros industriales mas adelantados y consolidados del país, arrancándole en algunos casos la batuta a la CROM; de ahí, el primer partido auténticamente comunista que conoció México empezó a crecer y fortalecerse hasta llegar a su mejor época después de 1930. La CGT se podría decir que fue la primera respuesta organizada a nivel nacional, de un proletariado consciente de si mismo, de sus fuerzas, y esto se notaba no solamente en sus postulados generales a nivel internacional, sino también en las propias reivindicaciones (políticas a pesar de ellos mismos) sobre la cuestión sindical nacional: autonomía, autodeterminación e independencia del gobierno, pero los prejuicios anarquistas siguieron subsistiendo marcaron una de las líneas ininterrumpidas de la propia desaparición de la CGT Aun a pesar de todo, tres acontecimientos precipitan la caída de las dos centrales y el “termino” por decirlo así, del periodo que vio surgir y desarrollarse al movimiento obrero en uno de sus periodos de más intensa actividad y trabajo formativo. Pocos meses después de su formación, por obvias razones, entran en conflicto las dos principales fuerzas de la CGT, los anarcosindicalistas y los comunistas, so pretexto de las relaciones con la Internacional Sindical Roja, los comunistas se retiran de la CGT y empiezan un trabajo por su cuenta a través del Comité de Unidad Proletaria y la Confederación Sindical Unitaria de México. Esto hace que determinado momento y bajo el error de su línea política la CGT no cuente con una organización política que pueda ayudar a su expansión y defensa; para finales del periodo de Calles, la dura represión estatal y la condicionante mencionada anteriormente provocan que el anarco sindicalismo pierda fuerza entre las masas trabajadoras y caiga en por parte de la gran masa obrera. No cabe duda que el comunismo mexicano durante la época del callismo conoció sus años de gloria, los hombre y mujeres que crearon en esos tiempos organizacioness obreras, campesinas y juveniles son los mejor que nuestra clase ha creado, no obstante la pretura con la CGT es uno de los mayores errores de la época conocida como Tercer Periodo, era un hecho que en el terreno sindical el comunismo tenía todo para andar con sus propios pies y esos pies se llamaban CGT, lejos de ello la salida de los comunistas de la CGT la aniquiló pero también destruyo una opción con prestigio para las masas trabajadoras. Es igualmente a finales de este mismo periodo cuando los problemas de interés políticos, de corrupción y la falta de un objetivo claro, desintegran a la CROM desde dentro mismo, Morones se desmorona junto con su central a medida que los acontecimientos se suceden: La candidatura de Obregón, la formación del PNR, el asesinato del “caudillo de caudillos” y la cruenta represión del gobierno sobre todo a través de la prensa. La lucha contra la Ley Federal del Trabajo Es entonces cuando se abre una fase de conflictos muy agudos entre el movimiento sindical y el gobierno. La inexistencia de una alternativa patrocinada por el gobierno, que pudiera hacer contrapeso a los movimientos que se desarrollaban en todos los sectores, llevó al Maximato a implementar la represión directa como principal medio de lucha contra las movilizaciones obreras, es en este momento cuando se ilegaliza al PCM. Como parte de esa política represiva, se establece en 1931 la Ley Federal del Trabajo, la cual surge con una abierta intención de someter a una rigurosa normatividad la defensa de los intereses de los trabajadores con el fin de establecer un control sobre ellos: el Estado por medio de las juntas de conciliación y arbitraje, se abriga el derecho de declarar legal o ilegal una huelga, con lo cual, adquiere la potestad de manipular este derecho según sus necesidades. El Estado también se atribuye la capacidad de reconocer la existencia o no de un sindicato y así mismo establece que los contratos colectivos se tendrían que celebrar con un sindicato reconocido, estas medidas tenían como objetivo que las relaciones laborales sólo se establecieran con aquellos sindicatos que el gobierno considera conveniente, en este sentido, y en el contexto de aquella época, la promulgación de la Ley Federal del Trabajo tuvo un carácter reaccionario y conforma un elemento más por medio del cual, el Estado intentaba sujetar las manos del movimiento obrero. A pesar de todo, las movilizaciones obreras no paraban, las organizaciones sindicales antigubernamentales cundían por doquier y la influencia del movimiento comunista crecía a pesar de las detenciones y la ilegalidad. En esas condiciones el periódico El Machete llegaba a tirar más de 50 mil copias. A pesar de su notable influencia, en comparación de su tamaño, el PC no asumió una posición correcta de frente al movimiento sindical oficialista y se conformó con mantener la Confederación Sindical Unitaria.

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