El Comité Estudiantil en Defensa de la Educación Pública (CEDEP) y la Fundación Federico Engels se congratulan con informar a nuestros contactos, simpatizantes y a todos los trabajadores y estudiantes que nos apoyan cotidianamente que nuestra rifa anual fue todo un éxito. De acuerdo al sorteo Superior #2370 realizado el pasado 30 de octubre, el número ganador de nuestra rifa es el 388, siendo el portador el ganador de un Ipad 2. ¡Muchas felicidades!
Éste es el septimo año consecutivo en que la editorial Fundación Federico Engels y el CEDEP, llevan a cabo su ya tradicional rifa, la cual representa una de las campañas de financiación más importantes de nuestra organización revolucionaria. Aprovechamos para agradecer a los cientos de simpatizantes de nuestra organización que participaron en la rifa y en la construcción del partido revolucionario a través de su apoyo económico.
Nota: El número ganador de la Rifa del CEDEP se determinó en base a las tres últimas cifras del premio mayor del sorteo Superior (No 2370), el cual fue el 04388. Pueden consultarse los resultados en el siguiente link de la Lotería Nacional: http://pdf.lotenal.gob.mx/documentsPDF/superior2370.pdf
¡Compañero lector de Militante! Este periódico es una herramienta de lucha de toda la clase trabajadora. Nuestra labor revolucionaria no consiste solamente en difundir las ideas del auténtico marxismo a través del análisis de la lucha de clases actual. En las páginas de Militante, también difundimos un programa de lucha para construir un partido revolucionario capaz de poner fin a la dictadura del capital y llevar a los trabajadores al poder para constituir su propio Estado y tomar el control de las palancas fundamentales de la economía. Es por ello que la prensa obrera Militante se convierte también en un organizador colectivo, pues, en sintonía con la concepción de Lenin, el periódico permite que los trabajadores nos informemos y discutamos sobre las luchas de nuestros hermanos de clase a través de la discusión de los artículos publicados; pero además, que de cada rincón del país se envíen informes de estas luchas y sean publicados en la prensa obrera. La red de distribuidores de Militante, así como la utilización del periódico para la propaganda y la agitación con más jóvenes y trabajadores, hace de la prensa un aglutinador, y de su contenido, un programa de lucha que vincule cada demanda inmediata con la lucha por el socialismo.
Por ello, en un contexto donde la crisis económica nos golpea cada vez más, donde las políticas de derechas de Peña Nieto son más duras, en beneficio de banqueros y empresarios, pero también, donde la lucha de la CNTE adquiere un mayor potencial, conjuntándose con el movimiento juvenil, además de la disposición a salir a las calles por parte de miles de militantes de MORENA, se vuelve fundamental la conformación de comités de lucha donde el periódico Militante sirva de organizador y de herramienta de discusión y de lucha. ¡A utilizar la prensa obrera como palanca de formación política!
Es imprescindible discutir la táctica de lucha del movimiento, la necesidad de marchar juntos, MORENA, la CNTE, el SME, la UNT y demás sindicatos, junto con el frente juvenil organizado en distintos centros de estudios del país y la urgente necesidad de convocar a un Consejo Nacional de Huelga (CNH), conformado por estas organizaciones para impulsar a una huelga general de 24 horas en contra de las reformas de Peña Nieto. En ese sentido, los comités se convierten en un medio de formación y discusión política, donde trabajadores, jóvenes, campesinos, amas de casa, se reúnan para aprender y compartir experiencias históricas sobre la lucha de clases, que nos permitan analizar la situación actual. ¡Que Militante sea el periódico donde discutamos y emprendamos la táctica del marxismo en la lucha!
Por otro lado los comités deben ser los núcleos organizativos de la actividad revolucionaria. A partir de ahí, se deben organizar brigadas que salgan a difundir este programa en plazas, transporte público, en movilizaciones y entre los sectores que ya se encuentran en lucha, para impulsar estas ideas en todas las organizaciones de masas de los trabajadores. En toda esta labor los artículos del periódico Militante deben ser utilizados para discutirlos con más gente que se quiera adherir al programa del marxismo y hacer más grandes los comités en cada centro de trabajo, de estudio y barrios. ¡Apoyémonos en la prensa para fortalecer nuestros comités!
Todo este programa revolucionario decanta también en una estructura organizativa en los comités, desde un responsable de hacer llegar los periódicos y distribuirlos a los miembros del comité, para que estos a su vez, lo distribuyan entre más jóvenes y trabajadores; un responsable de finanzas, que se encargue de coordinar boteos, colectas y ventas que permitan financiar las actividades del comité. Un responsable del trabajo externo, es decir, aquél encargado de coordinar las actividades del comité hacia movilizaciones, mítines, trabajo de brigadas en fábricas y otros centros de intervención. Además, que estos comités mantengan una vinculación con Militante, y que todos sus miembros se integren a nuestra organización. ¡Al fortalecer la estructura de trabajo de los comités, construimos al partido revolucionario!
Ahí donde tengamos a compañeros sindicalistas, o de MORENA o de alguna escuela, hay que encomendarles la tarea de difundir las ideas del marxismo en sus organizaciones y centros de intervención. Hay que invitar a más trabajadores y jóvenes a los comités, y hay que explicarles paciente, pero audazmente, la necesidad de que ellos también defiendan este programa en sus organizaciones y se unan a Militante.
Hoy más que nunca, el marxismo es la única herramienta teórica capaz de explicar los procesos de la crisis económica y su expresión en la lucha de clases, que demuestra a diario su viabilidad no sólo en la discusión, sino también en la lucha práctica. Y desde Militante, con más de 23 años de trabajo en el movimiento obrero y juvenil, te invitamos a conformar tu comité, a unirte a la Corriente Marxista Revolucionaria, defender las ideas del socialismo en tu organización y luchar por el socialismo.
El día de hoy se realizó una movilización magnifica de la juventud en el 45 aniversario de la sanguinaria respuesta del gobierno del priísta Gustavo Díaz Ordaz al movimiento estudiantil de 1968. Pese al cacareo estridente de los medios de la burguesía sobre las provocaciones montadas por su régimen decadente, lo cierto es que la marcha ha sido sin duda alguna histórica.
La movilización ha demostrado de nueva cuenta el ánimo de la juventud para salir a las calles a luchar en defensa de sus derechos, vinculándose con otros sectores en lucha como el del magisterio democrático. Ese ha sido en el fondo la razón por la cual el Estado mexicano, que se encuentra en franca descomposición, ha requerido usar la provocación como un recurso para justificar el uso de la fuerza contra el movimiento e intentar intimidarlo para con ello tratar de bloquear el proceso de unificación que ya se desarrolla. Como nunca antes hoy cientos de jóvenes reconocemos que la lucha desarrollada por nuestros compañeros en 1968 es la misma que de la que ahora somos partícipes en contra de las reformas de Peña Nieto. Los asesinos de ayer son los mismos que hoy están planteando las contrarreformas que atentan a nuestras condiciones de vida y estudio.
La vitalidad del movimiento juvenil es sin lugar a dudas el elemento más importante en el cual tenemos que poner atención. La juventud desafió el día de hoy al Estado realizando una movilización de cientos de miles en condiciones poco claras dado el cerco policíaco del zócalo capitalino. Pero no conforme con ello la movilización ha vencido al propio régimen al superar todas las provocaciones por él montadas concluyendo con una concentración electrizante de miles de jóvenes y trabajadores. El cinismo del régimen ha tenido que ser incluso develado por los medios de comunicación de la burguesía quienes han reconocido el uso de policías infiltrados; si eso hicieron ¿por qué no infiltrarían provocadores para legitimar el uso de la fuerza contra la movilización? Con todo la movilización superó las adversidades venciendo al régimen y demostrando la vitalidad del movimiento.
La tarea de la juventud es superar la situación actual del movimiento, impulsando una mayor organización del mismo. Pero ello no será resultado sólo de una mayor planificación de las tareas y actividades propias para asegurar una magnífica manifestación, sino sobre todo resultado de la construcción de una organización que sea capaz de transmitir la experiencia histórica a las nuevas generaciones. E incluso que sea capaz de dar una respuesta contundente ante la represión y la detención de compañeros, como ha ocurrido lamentablemente el día de hoy. Desde el CEDEP creemos que esa es la tarea más apremiante de la juventud hoy en día. Los ataques de Peña Nieto y la burguesía incrementarán en la medida en que se acentúe la crisis económica, tratando de que seamos los trabajadores y sus familias quienes paguemos con esa crisis. En esa misma medida continuarán intentando amordazar, intimidar o en su defecto provocar la lucha que damos los jóvenes y trabajadores en defensa de lo que nos pertenece. Por ello hacemos un llamado a los estudiantes y a la juventud en general a afiliarse al CEDEP para construir esa organización que necesitamos para defendernos de los embates de la burguesía.
La huelga general no es violencia, es una acción que fortalece la organización y es el medio para frenar los ataques de Peña Nieto.
Este pueblo: Ni se rinde, Ni se vende
Contenido:
Editorial
Por la unidad del movimiento obrero en líneas revolucionarias
Páginas centrales
45 aniversario de 1968: Las lecciones históricas y las tareas actuales de la juventud
Nacional
Reforma Hacendaria: regresiva en derechos sociales
¡Sólo una táctica de lucha revolucionaria puede evitar la privatización de Pemex!
En defensa del DF: Mancera tiene que dimitir
El PRI Tabasco plagia el nombre de El Militante
¡Compañero maestro, únete a la Militante!
Estados
Entrevista a Martin Flores Calixto, profesor y militante de la CNTE Valle de Toluca
Sindical
Hay que defender los derechos laborales y los servicios públicos del IMSS
internacional
Sindicato de Estudiantes: un ejemplo de lucha
¡Egipto: Abajo la Junta Militar!
¡No a la intervención militar imperialista en Siria!
Para defender a Pemex y la educación pública es necesario frenar toda la actividad en puertos, carreteras, escuelas, minas, maquilas...
El objetivo de este número es presentar al movimiento obrero y juvenil un análisis sobre algunas de las principales reformas que Peña Nieto está lanzando actualmente.
No nos conformamos con presentar un análisis, lo fundamental es luchar, intervenir en el movimiento vivo, organizarse. Hacia allá van orientados todos nuestros esfuerzos.
Te invitamos a leer este número a adquirirlo y a crear círculos de discusión en torno a su contenido.
Contenido
Editorial
CNTE: por un plan de lucha para forzar a Peña a retroceder. Propuesta para unificar a todos los sectores en lucha
http://militante.org/node/2285
Páginas centrales:
PEMEX: por la unidad de los trabajadores para frenar a Peña
http://www.militante.org/node/2174
Nacional:
¡Solo con la movilización evitaremos la privatización de Pemex!
http://militante.org/node/2284
¡No a la Reforma Fiscal; que los capitalistas paguen la crisis!
http://www.militante.org/node/2172
CNTE: ¡Por un Frente Único de lucha contra la reforma educativa, energética y fiscal!
http://militante.org/node/2274
Por un Aquila libre: ¡No al desarme de los grupos de autodefensa!
http://militante.org/node/2273
No a las provocaciones de los grupos pseudo anarquistas
http://www.militante.org/node/2288
La crisis del PRD y las tareas de Morena en defensa de PEMEX
http://www.militante.org/node/2289
Juventud:
Combativa Conferencia Política del CEDEP
http://www.militante.org/node/2290
UNAM: No al descarte impuesto por la administración en la FCPyS
http://militante.org/node/2281
Por una organización combativa para la juventud
http://www.militante.org/node/2291
Internacional
La clase obrera y la juventud egipcias derriban al gobierno de Mursi
En la última semana de este mes se presenta la Mini Feria del Libro Marxista en Ciudad Universitaria de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Libros, revistas y periódicos de contenido marxista publicados por la editorial Fundación Federico Engels serán expuestos a los jóvenes estudiantes y la comunidad universitaria en general los días 27, 28 y 29 de agosto en la explanada de la Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas en un horario de 10:00 a 15:00 horas.
Además, en el contexto de las contrarreformas sociales impulsadas por el gobierno priista de Peña Nieto, tales como la reforma educativa y la energética, se realizará la Charla Pública: “En defensa de la Educación Pública: ¡Alto a la privatización de PEMEX!” el miércoles 28 de Agosto a las 12:00 horas en la Sala Audiovisual del Edificio 111E, salón 106 de ésta misma facultad.
Los hechos actuales a nivel mundial, en el plano de la economía y la política, resultado de la peor crisis del sistema capitalista desde los años 30, requieren explicaciones alternativas a las que la mayoría de los medios de comunicación burgueses nos informan. Es necesario tener un análisis científico de la situación y no sólo una descripción superficial que carezca de la explicación de fondo, sobre las causas de los principales problemas sociales en el mundo, tales como la pobreza generalizada de la población, el desempleo masivo, la precariedad e inseguridad en el trabajo, las carencias en el sistema de salud, la educación, etcétera.
Es la teoría marxista, precisamente, la que nos explica, a través de un análisis de la historia de la sociedad humana, las verdaderas causas de la desigualdad y la existencia de clases sociales. Nos explica, además, cuál es el camino a seguir por parte de los trabajadores y la juventud para acabar con todas esas lacras inherentes al capitalismo y transformar la actual sociedad por otra mejor y superior. Una sociedad socialista donde todo el potencial del ingenio humano, que le ha llevado a diferenciarse de los animales para dominar las fuerzas de la naturaleza, el conocimiento y progreso humano sean puestos al servicio de toda la población y no sólo de la clase dominante que se sirve de la mayoría para conservar su poder económico y político.
¿Cómo acabar con las recurrentes crisis de la economía capitalista y la catástrofe social que significan para la clase trabajadora y la juventud? ¿Por qué la defensa de la educación pública implica frenar la privatización total de PEMEX? ¿Qué hacer para impedir que la burguesía nacional y extranjera continúen expropiando a la clase trabajadora y la juventud de la riqueza natural y social que hay en nuestro país? La respuesta a estas y muchas otras preguntas, serán debatidas durante la Mini Feria del Libro Marxista y la Charla Pública en la BUAP, a las que te invitan: la Fundación Federico Engels, el Comité Estudiantil en Defensa de la Educación Pública y la Tendencia Marxista Militante. ¡Te esperamos!
Qué antorcha de la razón se ha apagado!
Qué gran corazón ha dejado de latir![1]
Escrito en 1895.
Primera edición: En 1896, en la recopilación Rabótnik, núms. 1-2.
El 5 de agosto del nuevo calendario (24 de julio) de 1895 falleció en Londres Federico Engels. Después de su amigo Carlos Marx (fallecido en 1883), Engels fue el más notable científico y maestro del proletariado contemporáneo de todo el mundo civilizado. Desde que el destino relacionó a Carlos Marx con Federico Engels, la obra a la que ambos amigos consagraron su vida se convirtió en común. Por eso, para comprender lo que Engels ha hecho por el proletariado es necesario entender claramente la importancia de la doctrina y actividad de Marx para el desarrollo del movimiento obrero contemporáneo. Marx y Engels fueron los primeros en demostrar que la clase obrera, con sus reivindicaciones, es el resultado necesario del sistema económico actual que, con la burguesía, crea y organiza inevitablemente al proletariado. Demostraron que la humanidad se verá liberada de las calamidades que la azotan actualmente, no por los esfuerzos bienintencionados de algunas nobles personalidades, sino por la lucha de clase del proletariado organizado. Marx y Engels fueron los primeros en esclarecer en sus obras científicas que el socialismo no es una invención de soñadores, sino la meta final y el resultado inevitable del desarrollo de las fuerzas productivas dentro de la sociedad contemporánea. Toda la historia escrita hasta ahora es la historia de la lucha de clases, del cambio sucesivo en el dominio y en la victoria de una clase social sobre otra. Y esto continuará hasta que desaparezcan las bases de la lucha de clases y del dominio de clase: la propiedad privada y la producción social caótica. Los intereses del proletariado exigen que dichas bases sean destruidas, por lo que la lucha de clases consciente de los obreros organizados debe ser dirigida contra ellas. Y toda lucha de clases es una lucha política.
En nuestros días todo el proletariado en lucha por su emancipación ha hecho suyos estos conceptos de Marx y de Engels. Pero cuando los dos amigos colaboraban en la década del 40, en las publicaciones socialistas, y participaban en los movimientos sociales de su tiempo, estos puntos de vista eran completamente nuevos. A la sazón había muchos hombres con talento y otros sin él, muchos honestos y otros deshonestos, que en el ardor de la lucha por la libertad política, en la lucha contra la autocracia de los zares, de la policía y del clero, no percibían el antagonismo existente entre los intereses de la burguesía y los del proletariado. Esos hombres no admitían siquiera la idea de que los obreros actuasen como una fuerza social independiente. Por otra parte, hubo muchos soñadores, algunas veces geniales, que creían que bastaba convencer a los gobernantes y a las clases dominantes de la injusticia del régimen social existente para que resultara fácil implantar en el mundo la paz y el bienestar general. Soñaban con un socialismo sin lucha. Finalmente, casi todos los socialistas de aquella época, y en general los amigos de la clase obrera, sólo veían en el proletariado una lacra y contemplaban con horror cómo, a la par que crecía la industria, crecía también esa lacra. Por eso todos ellos pensaban cómo detener el desarrollo de la industria y del proletariado, detener "la rueda de la historia". Contrariamente al miedo general ante el desarrollo del proletariado, Marx y Engels cifraban todas sus esperanzas en su continuo crecimiento. Cuantos más proletarios haya, tanto mayor será su fuerza como clase revolucionaria, y tanto más próximo y posible ser á el socialismo. Podrían expresarse en pocas palabras los servicios prestados por Marx y Engels a la clase obrera diciendo que le enseñaron a conocerse y a tomar conciencia de sí misma, y sustituyeron las quimeras por la ciencia.
He ahí por qué el nombre y la vida de Engels deben ser conocidos por todo obrero; tal es el motivo de que incluyamos en nuestra recopilación -- que como todo lo que editamos tiene por objeto despertar la conciencia de clase de los obreros rusos -- un esbozo sobre la vida y la actividad de Federico Engels, uno de los dos grandes maestros del proletariado contemporáneo.
Engels nació en 1820, en la ciudad de Barmen, provincia renana del reino de Prusia. Su padre era fabricante. En 1838, se vio obligado por motivos familiares, antes de terminar los estudios secundarios, a emplearse como dependiente en una casa de comercio de Bremen. Este trabajo no le impidió ocuparse de su capacitación científica y política. Cuando era todavía estudiante secundario, llegó a odiar la autocracia y la arbitrariedad de los funcionarios. El estudio de la filosofía lo llevó aún más lejos. En aquella época predominaba en la filosofía alemana la doctrina de Hegel, de la que Engels se hizo partidario. A pesar de que el propio Hegel era admirador del Estado absolutista prusiano, a cuyo servicio se hallaba como profesor de la Universidad de Berlín, su doctrina era revolucionaria. La fe de Hegel en la razón humana y en los derechos de ésta, y la tesis fundamental de la filosofía hegeliana, según la cual existe en el mundo un constante proceso de cambio y desarrollo, condujeron a los discípulos del filósofo berlinés que no querían aceptar la realidad, a la idea de que la lucha contra esa realidad, la lucha contra la injusticia existente y el mal reinante procede también de la ley universal del desarrollo perpetuo. Si todo se desarrolla, si ciertas instituciones son remplazadas por otras, ¿por qué, entonces, deben perdurar eternamente el absolutismo del rey prusiano o del zar ruso, el enriquecimiento de una ínfima minoría a expensas de la inmensa mayoría, el dominio de la burguesía sobre el pueblo? La filosofía de Hegel hablaba del desarrollo del espíritu y de las ideas: era idealista. Del desarrollo del espíritu deducía el de la naturaleza, el del hombre y el de las relaciones entre los hombres en la sociedad. Marx y Engels conservaron la idea de Hegel sobre el perpetuo proceso de desarrollo *, y rechazaron su preconcebida concepción idealista; el estudio de la vida real les mostró que el desarrollo del espíritu no explica el de la naturaleza, sino que por el contrario conviene explicar el espíritu a partir de la naturaleza, de la materia. . . Contrariamente a Hegel y otros hegelianos, Marx y Engels eran materialistas. Enfocaron el mundo y la humanidad desde el punto de vista materialista, y comprobaron que, así como todos los fenómenos de la naturaleza tienen causas materiales, así también el desarrollo de la sociedad humana está condicionado por el de fuerzas materiales, las fuerzas productivas. Del desarrollo de estas últimas dependen las relaciones que se establecen entre los hombres en el proceso de producción de los objetos necesarios para satisfacer sus necesidades. Y son dichas relaciones las que explican todos los fenómenos de la vida social, las aspiraciones del hombre, sus ideas y sus leyes. El desarrollo de las fuerzas productivas crea las relaciones sociales, que se basan en la propiedad privada; pero hoy vemos también cómo ese mismo desarrollo de las fuerzas productivas priva a la mayoría de toda propiedad para concentrarla en manos de una ínfima minoría. Destruye la propiedad, base del régimen social contemporáneo, y tiende por sí mismo al mismo fin que se han planteado los socialistas. Estos sólo deben comprender cuál es la fuerza social que por su situación en la sociedad contemporánea está interesada en la realización del socialismo, e inculcar a esa fuerza la conciencia de sus intereses y de su misión histórica. Esta fuerza es el proletariado. Engels lo conoció en Inglaterra, en Manchester, centro de la industria inglesa, adonde se trasladó en 1842 para trabajar en una firma comercial de la que su padre era accionista. Engels no se limitó a permanecer en la oficina de la fábrica, sino que recorrió los sórdidos barrios en los que se albergaban los obreros y vio con sus propios ojos su miseria y sufrimientos. No se limitó a observar personalmente; leyó todo lo que se había escrito hasta entonces sobre la situación de la clase obrera inglesa y estudió minuciosamente todos los documentos oficiales que estaban a su alcance. Como fruto de sus observaciones y estudios apareció en 1845 su libro La situación de la clase obrera en Inglaterra. Ya hemos señalado más arriba cuál fue el mérito principal de Engels como autor de dicho libro. Es cierto que antes que él muchos otros describieron los padecimientos del proletariado y señalaron la necesidad de ayudarlo. Pero Engels fue el primero en afirmar que el proletariado no es sólo una clase que sufre, sino que la vergonzosa situación económica en que se encuentra lo impulsa inconteniblemente hacia adelante y lo obliga a luchar por su emancipación definitiva. Y el proletariado en lucha se ayudará a sí mismo. El movimiento político de la clase obrera llevará ineludiblemente a los trabajadores a darse cuenta de que no les queda otra salida que el socialismo. A su vez, éste sólo será una fuerza cuando se convierta en el objetivo de la lucha política de la clase obrera. Estas son las ideas fundamentales del libro de Engels sobre la situación de la clase obrera en Inglaterra, ideas que todo el proletariado que piensa y lucha ha hecho suyas, pero que entonces eran completamente nuevas. Fueron expuestas en un libro cautivante en el que se describe del modo más fidedigno y patético las penurias que sufría el proletariado inglés. La obra constituía una terrible acusación contra el capitalismo y la burguesía. La impresión que produjo fue muy grande. En todas partes comenzaron a citar la obra como el cuadro que mejor representaba la situación del proletariado contemporáneo. Y en efecto, ni antes de 1845, ni después, ha aparecido una descripción tan brillante y veraz de los padecimientos de la clase obrera.
Engels se hizo socialista sólo en Inglaterra. En Manchester se puso en contacto con militantes del movimiento obrero inglés y empezó a colaborar en las publicaciones socialistas inglesas. En 1844, al pasar por París de regreso a Alemania, conoció a Marx, con quien ya mantenía correspondencia. En París, bajo la influencia de los socialistas franceses y de la vida en Francia, Marx también se hizo socialista. Allí fue donde los dos amigos escribieron La sagrada familia, o crítica de la crítica crítica. Esta obra, escrita en su mayor parte por Marx, y que fue publicada un año antes de aparecer La situación de la clase obrera en Inglaterra, sienta las bases del socialismo materialista revolucionario, cuyas ideas principales hemos expuesto más arriba. La sagrada familia es un apodo irónico dado a dos filósofos, los hermanos Bauer, y a sus discípulos. Estos señores practicaban una crítica fuera de toda realidad, por encima de los partidos y de la política, que negaba toda actividad práctica y sólo contemplaba "críticamente" el mundo circundante y los sucesos que ocurrían en él. Los señores Bauer calificaban desdeñosamente al proletariado como una masa sin espíritu crítico. Marx y Engels protestaron enérgicamente contra esa tendencia absurda y nociva. En nombre de la verdadera personalidad humana, la del obrero pisoteado por las clases dominantes y por el Estado, exigieron, no una actitud contemplativa, sino la lucha por una mejor organización de la sociedad. Y, naturalmente, vieron en el proletariado la fuerza capaz de desarrollar esa lucha en la que está interesado. Antes de la aparición de La sagrada familia, Engels había publicado ya en la revista Anales franco-alemanes, editada por Marx y Ruge, su Estudio crítico sobre la economía política, en el que analizaba, desde el punto de vista socialista, los fenómenos básicos del régimen económico contemporáneo, como consecuencia inevitable de la dominación de la propiedad privada. Sin duda, su vinculación con Engels contribuyó a que Marx decidiera ocuparse de la economía política, ciencia en la que sus obras produjeron toda una revolución.
De 1845 a 1847 Engels vivió en Bruselas y en París, alternando los estudios científicos con las actividades prácticas entre los obreros alemanes residentes en dichas ciudades.
Allí Engels y Marx se relacionaron con una asociación clandestina alemana, la "Liga de los Comunistas" que les encargó expusieran los principios fundamentales del socialismo elaborado por ellos. Así surgió el famoso Manifiesto del Partido Comunista de Marx y Engels, que apareció en 1848. Este librito vale por tomos enteros: inspira y anima, aún hoy, a todo el proletariado organizado y combatiente del mundo civilizado.
La revolución de 1848, que estalló primero en Francia y se extendió después a otros países de Europa occidental determinó que Marx y Engels regresaran a su patria. Allí en la Prusia renana, asumieron la dirección de la Nueva Gaceta Renana, periódico democrático que aparecía en la ciudad de Colonia. Los dos amigos eran el alma de todas las aspiraciones democráticas revolucionarias de la Prusia renana. Ambos defendieron hasta sus últimas consecuencias los intereses del pueblo y de la libertad, contra las fuerzas de la reacción. Como se sabe, éstas triunfaron, Nueva Gaceta Renana fue prohibida, y Marx, que durante su emigración había perdido los derechos de súbdito prusiano, fue expulsado del país; en cuanto a Engels, participó en la insurrección armada del pueblo, combatió en tres batallas por la libertad, y una vez derrotados los insurgentes se refugió en Suiza, desde donde llegó a Londres.
También Marx fue a vivir a Londres; Engels no tardó en emplearse de nuevo, y después se convirtió en socio de la misma casa de comercio de Manchester en la que había trabajado en la década del 40. Hasta 1870 vivió en Manchester, y Marx en Londres, lo cual no les impidió estar en estrecho contacto espiritual: se escribían casi a diario. En esta correspondencia los amigos intercambiaban sus opiniones y conocimientos, y continuaban elaborando en común el socialismo científico. En 1870, Engels se trasladó a Londres, y hasta 1883, año en que murió Marx, continuaron esa vida intelectual compartida, plena de intenso trabajo. Como fruto de la misma surgió, por parte de Marx, El Capital, la obra más grandiosa de nuestro siglo sobre economía política, y por parte de Engels, toda una serie de obras más o menos extensas. Marx trabajó en el análisis de los complejos fenómenos de la economía capitalista. Engels esclarecía en sus obras, escritas en un lenguaje muy ameno, polémico muchas veces, los problemas científicos más generales y los diversos fenómenos del pasado y el presente, inspirándose en la concepción materialista de la historia y en la doctrina económica de Marx. De estos trabajos de Engels citaremos la obra polémica contra Dühring (en ella el autor analiza los problemas más importantes de la filosofía, las ciencias naturales y la sociología)**, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (traducida al ruso y editada en San Petersburgo, 3a ed. de 1895), Ludwig Feuerbach (traducción al ruso y notas de J. Plejánov, Ginebra, 1892)[2], un artículo sobre la política exterior del gobierno ruso (traducido al ruso y publicado en Sotsial-Demokrat, núms. 1 y 2, en Ginebra)[3], sus magníficos artículos sobre el problema de la vivienda[4], y finalmente, dos artículos, cortos pero muy valiosos, sobre el desarrollo económico de Rusia (Federico Engels sobre Rusia, traducción rusa de V. Zasúlich, Ginebra 1894)[5]. Marx murió sin haber podido terminar en forma definitiva su grandiosa obra sobre el capital. Sin embargo, estaba concluida en borrador, y después de la muerte de su amigo, Engels emprendió la ardua tarea de redactar y publicar los tomos II y III. En 1885 editó el II y en 1894 el III (no tuvo tiempo de redactar el IV[6]). Estos dos tomos le exigieron muchísimo trabajo. El socialdemócrata austríaco Adler observó con razón que, con la edición de los tomos II y III de El Capital, Engels erigió a su genial amigo un monumento majestuoso en el cual, involuntariamente, grabó también con trazos indelebles su propio nombre. En efecto, esos dos tomos de El Capital son la obra de los dos, Marx y Engels. Las leyendas de la antigüedad relatan diversos ejemplos de emocionante amistad. El proletariado europeo puede decir que su ciencia fue creada por dos sabios y luchadores cuyas relaciones superan a todas las conmovedoras leyendas antiguas sobre la amistad entre los hombres. Siempre, y por supuesto, con toda justicia, Engels se posponía a Marx. "Al lado de Marx -- escribió a un viejo amigo suyo -- siempre toqué el segundo violín."[7] Su afecto por Marx mientras vivió, y su veneración a la memoria del amigo desaparecido fueron infinitos. Este luchador austero y pensador profundo, tenía una gran sensibilidad.
Durante su exilio, después del movimiento de 1848-1849, Marx y Engels se dedicaron no sólo a la labor científica. Marx fundó en 1864 la "Asociación Internacional de los obreros"[8] que dirigió durante un decenio. También Engels participó activamente en sus tareas. La actividad de la "Asociación Internacional" que, de acuerdo con las ideas de Marx, unía a los proletarios de todos los países, tuvo una enorme importancia para el desarrollo del movimiento obrero. Pero inclusive después de haber sido disuelta dicha asociación en la década del 70, el papel de Marx y Engels como unificadores de la clase obrera no cesó. Por el contrario, puede afirmarse que su importancia como dirigentes espirituales del movimiento obrero seguía creciendo constantemente, porque propio movimiento continuaba desarrollándose sin cesar. Después de la muerte de Marx, Engels siguió siendo el consejero y dirigente de los socialistas europeos. A él acudían en busca de consejos y directivas tanto los socialistas alemanes, cuyas fuerzas iban en constante y rápido aumento, a pesar de las persecuciones gubernamentales, como los representantes de países atrasados, por ejemplo españoles, rumanos, rusos, que se veían obligados a estudiar minuciosamente y medir con toda cautela sus primeros pasos. Todos ellos aprovechaban el riquísimo tesoro de conocimientos y experiencias del viejo Engels.
Marx y Engels, que conocían el ruso y leían las obras aparecidas en ese idioma, se interesaban vivamente por Rusia, seguían con simpatía el movimiento revolucionario y mantenían relaciones con revolucionarios rusos. Antes de ser socialistas, los dos habían sido demócratas y el sentimiento democrático de odio a la arbitrariedad política estaba profundamente arraigado en ellos. Este sentido político innato, agregado a una profunda comprensión teórica del nexo existente entre la arbitrariedad política y la opresión económica, así como su riquísima experiencia de la vida, hicieron que Marx y Engels fueran extraordinariamente sensibles en el aspecto político. Por lo mismo, la heroica lucha sostenida por un puñado de revolucionarios rusos contra el poderoso gobierno zarista halló en el corazón de estos dos revolucionarios probados la más viva simpatía. Y por el contrario, era natural que la intención de volver la espalda a la tarea inmediata y más importante de los socialistas rusos -- la conquista de la libertad política --, en aras de supuestas ventajas económicas, les pareciese sospechosa e incluso fuese considerada por ellos como una traición a la gran causa de la revolución social. "La emancipación del proletariado debe ser obra del proletariado mismo", enseñaron siempre Marx y Engels. Y para luchar por su emancipación económica, el proletariado debe conquistar determinados derechos políticos. Además, Marx y Engels veían con toda claridad que una revolución política en Rusia tendría también una enorme importancia para el movimiento obrero de Europa occidental. La Rusia autocrática ha sido siempre el baluarte de toda la reacción europea. La situación internacional extraordinariamente ventajosa en que colocó a Rusia la guerra de 1870, que sembró por largo tiempo la discordia entre Alemania y Francia, no hizo, por supuesto, más que aumentar la importancia de la Rusia autocrática como fuerza reaccionaria. Sólo una Rusia libre, que no tuviese necesidad de oprimir a los polacos, finlandeses, alemanes, armenios y otros pueblos pequeños, ni de azuzar continuamente una contra otra a Francia y Alemania, daría a la Europa contemporánea la posibilidad de respirar aliviada del peso de las guerras, debilitaría a todos los reaccionarios de Europa y aumentaría las fuerzas de la clase obrera europea. Por lo mismo, Engels, deseó fervientemente la instauración de la libertad política en Rusia, pues también contribuiría al éxito del movimiento obrero en Occidente. Con su muerte los revolucionarios rusos han perdido al mejor de sus amigos.
¡Memoria eterna a Federico Engels, gran luchador y maestro del proletariado!
* Señalaron más de una vez que, en gran parte, debían su desarrollo intelectual a los grandes Filósofos alemanes, y en particular a Hegel. "Sin la filosofía alemana -- dijo Engels -- no existiría tampoco el socialismo científico."[9]
** Es un libro admirablemente instructivo y de rico contenido [10]. Por desgracia sólo se ha traducido al ruso una pequeña parte de esta obra, que contiene un esbozo histórico del desarrollo del socialismo (Desarrollo del socialismo científico[11], 2a ed., de Ginebra, 1892).
NOTAS
1. Las palabras citadas en el epígrafe al artículo Federico Engels las tomó V. I. Lenin de la poesía del poeta ruso Nikolái Alexéievich Nekrásov En memoria de Dobroliúbov.
2. Se refiere a la obra de F. Engels Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana.
3. Se alude al artículo de F. Engels "La política exterior del zarismo ruso" (C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XXlI), imprimido en los dos primeros números de la revista Sotsial-Demokrat de 1890 bajo el título "La política exterior del Imperio Ruso".
Sotsial-Demokrat: revista literaria y política editada por el grupo "Emancipación del Trabajo" en 1890 en Londres y en 1892 en Ginebra; en total se publicaron cuatro números.
4. Lenin alude al artículo de F. Engels "Contribución al problema de la vivienda". (C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XXI.)
5. Se alude al artículo de F. Engels, "Acerca de las cuestiones sociales en Rusia" y el epílogo a dicho artículo. (C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XVIII y XXII.)
6. En consonancia con una indicación de F. Engels, V. I. Lenin llama cuarto tomo de El Capital a la obra de C. Marx Teorías de la plusvalía. En el prefacio al segundo tomo de El Capital, Engels escribió: "Me reservo el derecho de publicar la parte crítica de este manuscrito en concepto de IV volumen de El Capital, con la particularidad de que se suprimirán de él numerosos pasajes, agotados en los tomos II y III". Sin embargo, Engels no tuvo tiempo de preparar para la prensa el IV tomo de El Capital. Teorías de la plusvalía se publicaron por vez primera en alemán redactadas por K. Kautsky en 1905-1910.
7. Se alude a la carta de F. Engels a I. Ph. Becker del 15 de octubre de 1884.
8. Asociación Internacional de los Obreros (I Internacional): se trata de la primera organización internacional del proletariado fundada en Londres por Marx en otoño de 1864. La I Internacional encabezada por Marx y Engels dirigía la lucha económica y política de los obreros de los diferentes países, realizaba la lucha enconada contra la corriente antimarxista del proudhonismo, bakuninismo, tradeunionismo y lassalleanismo, fortaleciendo la solidaridad obrera internacional. La I Internacional dejó de existir en realidad en 1872 después de la Conferencia de la Haya y fue disuelta oficialmente en 1876. Como lo señalaba Lenin, la I Internacional "sentó los fundamentos de la organización internacional de los trabajadores para preparar su ofensiva revolucionaria contra el capital". (V. I. Lenin, Obras Completas, t. XXIX.)
9. Véase F. Engels, "Prefacio a La guerra campesina en Alemania. (C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XVIII.)
10. Se alude a la obra de F. Engels Anti-Dühring.
11. Con este título se publicó en la edición rusa de 1892 la obra de F. Engels Del socialismo utópico al socialismo científico, basada en tres capítulos del libro de F. EngelsAnti-Dühring.
Prólogo
El artículo sobre Carlos Marx, que hoy aparece en folleto, lo escribí (si mal no recuerdo) en 1913 para el Diccionario Granat. Al final del artículo se agregaba una bibliografía bastante detallada sobre Marx, que abarcaba sobre todo publicaciones extranjeras. Esta bibliografía no figura en la presente edición. Además, la Redacción del diccionario, por su parte, teniendo en cuenta la censura, suprimió la porción final del artículo, en la que exponía táctica revolucionaria de Marx. Por desgracia no me ha sido posible reconstruir aquí dicha parte, pues el borrador lo dejé no sé dónde, con mis papeles, en Cracovia o Suiza. Sólo recuerdo que al final de mi artículo citaba, entre otras cosas, el pasaje de la carta de Marx a Engels del 16 de abril de 1856, en la que el primero decía: "Todo el asunto dependerá en Alemania de la posibilidad de cubrir la retaguardia de la revolución proletaria mediante una segunda edición de la guerra campesina. De esta manera la cosa será espléndida". Esto es lo que no entendieron, desde 1905, nuestros mencheviques, que en la actualidad han llegado incluso a traicionar completamente al socialismo y a pasarse al campo de la burguesía.
N. Lenin
Moscú,
14 de mayo de 1918.
Publicado en 1918 en el folleto: N. Lenin, Carlos Marx, Ed. Priboi, Moscú.
Se publica de acuerdo al manuscrito.
Carlos Marx
Carlos Marx nació el 5 de mayo (según el nuevo calendario) de 1818 en Tréveris (ciudad de la Prusia renana). Su padre era un abogado judío, convertido en 1824 al protestantismo. La familia de Marx era una familia acomodada, culta, pero no revolucionaria. Después de terminar en Tréveris sus estudios de bachillerato, Marx se inscribió en la universidad, primero en la de Bonn y luego en la de Berlín, estudiando jurisprudencia y, sobre todo, historia y filosofía. En 1841 terminó sus estudios universitarios, presentando una tesis sobre la filosofía de Epicuro. Por sus concepciones, Marx era entonces todavía un idealista hegeliano. En Berlín se adhirió al círculo de los "hegelianos de izquierda" (Bruno Bauer y otros), que se esforzaban por extraer de la filosofía de Hegel conclusiones ateas y revolucionarias.
Terminados sus estudios universitarios, Marx se trasladó a Bonn con la intención de hacerse profesor. Pero la política reaccionaria del gobierno, que en 1832 había despojado de su cátedra a Ludwig Feuerbach, que en 1836 le había negado nuevamente la entrada en la universidad y que en 1841 privó al joven profesor Bruno Bauer del derecho a enseñar en Bonn, obligó a Marx a renunciar a la carrera docente. En aquella época, las ideas de los hegelianos de izquierda progresaban rápidamente en Alemania. Ludwig Feuerbach, sobre todo desde 1836, comenzó a someter a crítica la teología y a orientarse hacia el materialismo, que en 1841 (La esencia del cristianismo) se impone ya definitivamente en su pensamiento; en 1843 ven la luz sus Principios de la filosofía del porvenir. "Hay que haber vivido la influencia liberadora" de estos libros, escribía Engels años más tarde refiriéndose a esas obras de Feuerbach. "Nosotros [es decir, los hegelianos de izquierda, entre ellos Marx] nos hicimos en el acto feuerbachianos."[2] Por aquel tiempo, los burgueses radicales renanos, que tenían ciertos puntos de contacto con los hegelianos de izquierda, fundaron en Colonia un periódico de oposición, la Gaceta del Rin (cuyo primer número salió el 1 de enero de 1842). Marx y Bruno Bauer fueron invitados como principales colaboradores; en octubre de 1842 Marx fue nombrado redactor jefe del periódico y se trasladó de Bonn a Colonia. La tendencia democrática revolucionaria del periódico fue acentuándose bajo la jefatura de redacción de Marx, y el gobierno lo sometió primero a una doble censura y luego a una triple, hasta que decidió más tarde suprimirlo totalmente a partir del 1 de enero de 1843. Marx se vio obligado a abandonar su puesto de redactor jefe en esa fecha, sin que su salida lograse tampoco salvar al periódico, que fue clausurado en marzo de 1843. Entre los artículos más importantes publicados por Marx en la Gaceta del Rin, Engels menciona, además de los que citamos más adelante (véase la Bibliografía) el que se refiere a la situación de los campesinos viticultores del valle del Mosela. Como su labor periodística le había demostrado que conocía insuficientemente la economía política, Marx se dedicó afanosamente al estudio de esta ciencia.
En 1843, Marx se casó en Kreuznach con Jenny von Westphalen, amiga suya de la infancia, con la que se había comprometido cuando todavía era estudiante. Su esposa pertenecía a una reaccionaria familia aristocrática de Prusia. Su hermano mayor fue ministro del Interior en Prusia durante una de las épocas más reaccionarias, desde 1850 hasta 1858. En el otoño de 1843 Marx se trasladó a París con objeto de editar en el extranjero una revista de tendencia radical en colaboración con Arnold Ruge (1802-1880; hegeliano de izquierda, encarcelado de 1825 a 1830, emigrado desde 1848, y partidario de Bismarck entre 1866 y 1870). De esta revista, titulada Anales franco-alemanes, sólo llegó a ver la luz el primer fascículo. Las dificultades con que tropezaba la difusión clandestina de la revista en Alemania y las discrepancias surgidas entre Marx y Ruge hicieron que se suspendiera su publicación. En los artículos de Marx en los Anales vemos ya al revolucionario que proclama la necesidad de una "crítica implacable de todo lo existente", y, en particular, de una "crítica de las armas"[3] que apele a las masas y al proletariado.
En septiembre de 1844 llegó a París, por unos días, Federico Engels, quien se convirtió, desde ese momento, en el amigo más íntimo de Marx. Ambos tomaron conjuntamente parte activísima en la vida, febril por entonces, de los grupos revolucionarios de París (especial importancia revestía la doctrina de Proudhon, a la que Marx ajustó cuentas resueltamente en su obra Miseria de la filosofía, publicada en 1847) y, en lucha enérgica contra las diversas doctrinas del socialismo pequeñoburgués, forjaron la teoría y la táctica del socialismo proletario revolucionario, o comunismo (marxismo). Véanse, más adelante, en la Bibliografía, las obras de Marx de esta época, años de 1844 a 1848. En 1845, a instancias del gobierno prusiano, Marx fue expulsado de París como revolucionario peligroso, instalándose entonces en Bruselas. En la primavera de 1847, Marx y Engels se afiliaron a una sociedad secreta de propaganda, la Liga de los Comunistas, tuvieron una participación destacada en el II Congreso de esta organización (celebra do en Londres en noviembre de 1847) y por encargo del Congreso redactaron el famoso Manifiesto del Partido Comunista que apareció en febrero de 1848. En esta obra se traza, con claridad y brillantez geniales, una nueva concepción del mundo: el materialismo consecuente, aplicado también al campo de la vida social; la dialéctica como la doctrina más completa y profunda del desarrollo; la teoría de la lucha de clases y de la histórica misión revolucionaria universal del proletariado como creador de una nueva sociedad, la sociedad comunista.
Al estallar la revolución de febrero de 1848, Marx fue expulsado de Bélgica. Se trasladó nuevamente a París, y desde allí, después de la revolución de marzo, marchó a Alemania, más precisamente, a Colonia. Desde el 1 de junio de 1848 hasta el 19 de mayo de 1849, se publicó en esta ciudad la Nueva Gaceta del Rin, de la que Marx era el redactor jefe. El curso de los acontecimientos revolucionarios de 1848 a 1849 vino a confirmar de manera brillante la nueva teoría, como habrían de confirmarla en lo sucesivo los movimientos proletarios y democráticos de todos los países del mundo. La contrarrevolución triunfante hizo que Marx compareciera, primero, ante los tribunales (siendo absuelto el g de febrero de 1849) y después lo expulsó de Alemania (el 16 de mayo de 1849). Marx se dirigió a París, de donde fue expulsado también después de la manifestación del 13 de junio de 1849[4]; entonces marchó a Londres, donde pasó el resto de su vida.
Las condiciones de vida en la emigración eran en extremo duras, como lo revela con toda claridad la correspondencia entre Marx y Engels (editada en 1913). La miseria asfixiaba realmente a Marx y a su familia; de no haber sido por la constante y abnegada ayuda económica de Engels, Marx no sólo no hubiera podido acabar El Capital, sino que habría sucumbido inevitablemente bajo el peso de la miseria. Además, las doctrinas y tendencias del socialismo pequeñoburgués, no proletario en general, que predominaban en aquella época, obligaban a Marx a librar constantemente una lucha implacable, y a veces a repeler (como hace en su obra Herr Vogt [5] los ataques personales más rabiosos y salvajes. Manteniéndose al margen de los círculos de emigrados y concentrando sus esfuerzos en el estudio de la economía política, Marx desarrolló su teoría materialista en una serie de trabajos históricos (véase la Bibliografía). Con sus obras Contribución a la crítica de la economía política (1859) y El Capital (t. I, 1867), Marx provocó una verdadera revolución en la ciencia económica (véase más adelante la doctrina de Marx).
El recrudecimiento de los movimientos democráticos, a fines de la década del 50 y durante la del 60, llevó de nuevo a Marx a la actividad práctica. El 28 de septiembre de 1864 se fundó en Londres la famosa Primera Internacional, la "Asociación Internacional de los Trabajadores". Marx fue el alma de esta organización, el autor de su primer "Llamamiento" y de gran número de sus resoluciones, declaraciones y manifiestos. Unificando el movimiento obrero de los diferentes países, orientando por el cauce de una actuación conjunta a las diversas formas del socialismo no proletario, premarxista (Mazzini, Proudhon, Bakunin, el tradeunionismo liberal inglés, las vacilaciones derechistas lassalleanas en Alemania, etc.), a la par que combatía las teorías de todas estas sectas y escuelas, Marx fue forjando la táctica común de la lucha proletaria de la clase obrera en los distintos países. Después de la caída de la Comuna de París en 1871, que Marx analizó (en La guerra civil en Francia, 1871) de modo tan profundo, certero, brillante y eficaz, como revolucionario -- y a raíz de la escisión de la Internacional provocada por los bakuninistas --, esta última ya no pudo seguir existiendo en Europa. Después del Congreso de La Haya (1872), Marx consiguió que el Consejo General de la Internacional se trasladase a Nueva York. La primera Internacional había cumplido su misión histórica y dejaba paso a una época de desarrollo incomparablemente más amplio del movimiento obrero en todos los países del mundo, época en que este movimiento había de desplegarse en extensión, con la creación de partidos obreros socialistas de masas dentro de cada Estado nacional.
Su intensa labor en la Internacional y sus actividades teóricas, aún más intensas, minaron definitivamente la salud de Marx. Prosiguió su obra de relaboración de la economía política y se consagró a terminar El Capital, recopilando con este fin multitud de nuevos documentos y poniéndose a estudiar varios idiomas (entre ellos el ruso), pero la enfermedad le impidió concluir El Capital.
El 2 de diciembre de 1881 murió su esposa, y el 14 de marzo de 1883 Marx se quedó dormido apaciblemente para siempre en su sillón. Está enterrado, junto a su mujer, en el cementerio londinense de Highgate. Varios hijos de Marx murieron en la infancia en Londres, cuando la familia vivía en la miseria. Tres de sus hijas se casaron con socialistas de Inglaterra y Francia: Eleonora Eveling, Laura Lafargue y Jenny Longuet. Un hijo de esta última es miembro del Partido Socialista Francés.
La doctrina de Marx
El marxismo es el sistema de las concepciones y de la doctrina de Marx. Este continúa y corona genialmente las tres principales corrientes ideológicas del siglo XIX, que pertenecen a los tres países más avanzados de la humanidad: la filosofía clásica alemana, la economía política clásica inglesa y el socialismo francés, vinculado a las doctrinas revolucionarias francesas en general. La admirable coherencia y la integridad de sus concepciones -- cualidades reconocidas incluso por sus adver sarios --, que constituyen en su conjunto el materialismo y el socialismo científicos contemporáneos como teoría y programa del movimiento obrero de todos los países civilizados del mundo, nos obligan a esbozar brevemente su concepción del mundo en general antes de exponer el contenido esencial del marxismo, o sea, la doctrina económica de Marx.
El Materialismo Filosófico
Desde 1844-1845, años en que se formaron sus concepciones, Marx fue materialista y, especialmente, partidario de Ludwig Feuerbach, cuyos puntos débiles vio, más tarde, en la insuficiente consecuencia y amplitud de su materialismo. Para Marx, la significación histórica universal de Feuerbach, que "hizo época", residía precisamente en el hecho de haber roto en forma resuelta con el idealismo de Hegel y proclamado el materialismo, que ya "en el siglo XVIII, sobre todo en Francia, representaba la lucha, no sólo contra las instituciones políticas existentes y al mismo tiempo contra la religión y la teología, sino también [. . .] contra la metafísica en general" (entendiendo por ella toda "especulación ebria", a diferencia de la "filosofía sobria") (La Sagrada Familia, en La herencia literaria ). "Para Hegel -- escribía Marx --, el proceso del pensamiento, al que él convierte incluso, bajo el nombre de idea, en sujeto con vida propia, es el demiurgo de lo real [. . .]. Para mí lo ideal no es, por el contrario, más que lo material traducido y traspuesto a la cabeza del hombre." (C. Marx, El Capital, t. I, "Palabras finales a la 2a ed."). Mostrándose plenamente de acuerdo con esta filosofía materialista de Marx, F. Engels escribía lo siguiente, al exponerla en su Anti-Dühring (véase ), obra cuyo manuscrito conoció Marx: . . . "La unidad del mundo no existe en su ser, sino en su materialidad, que ha sido demostrada [. . .] en el largo y penoso desarrollo de la filosofía y de las ciencias naturales [. . .]. El movimiento es la forma de existencia de la materia. Jamás, ni en parte alguna, ha existido ni puede existir materia sin movimiento, ni movimiento sin materia [. . .]. Pero si seguimos preguntando qué son y de dónde proceden el pensar y la conciencia, nos encontramos con que son productos del cerebro humano y con que el mismo hombre no es más que un producto de la naturaleza, que se ha desarrollado en un determinado ambiente natural y junto con éste; por donde llegamos a la conclusión lógica de que los productos del cerebro humano, que en última instancia no son tampoco más que productos de la naturaleza, no se contradicen, sino que corresponden al resto de la concatenación de la naturaleza". "Hegel era idealista, es decir, que para él las ideas de nuestra cabeza no son reflejos [Abbilder, esto es, imágenes, pero a veces Engels habla de "reproducciones"] más o menos abstractos de los objetos y fenómenos de la realidad, sino que los objetos y su desarrollo se le antojaban, por el contrario, imágenes de una idea existentes no se sabe dónde, ya antes de que existiese el mundo." En Ludwig Feuerbach [6], obra en la que Engels expone sus ideas y las de Marx sobre la filosofía de Feuerbach, y cuyo original envió a la imprenta después de revisar un antiguo manuscrito suyo y de Marx, que databa de los años 1844-1845, sobre Hegel, Feuerbach y la concepción materialista de la historia, escribe Engels: "El gran problema cardinal de toda filosofía, especialmente de la moderna, es el problema de la relación entre el pensar y el ser, entre el espíritu y la naturaleza [. . .]. ¿Qué está primero: el espíritu o la naturaleza? [. . .] Los filósofos se dividieron en dos grandes campos, según la contestación que diesen a esta pregunta. Los que afirmaban que el espíritu estaba antes que la naturaleza y que, por lo tanto, reconocían, en última instancia, una creación del mundo bajo una u otra forma [. . .], constituyeron el campo del idealismo. Los demás, los que reputaban la naturaleza como principio fundamental, adhirieron a distintas escuelas del materialismo". Todo otro empleo de los conceptos de idealismo y materialismo (en sentido filosófico) sólo conduce a la confusión. Marx rechazaba enérgicamente, no sólo el idealismo -- vinculado siempre, de un modo u otro, a la religión --, sino también los puntos de vista de Hume y Kant, tan difundidos en nuestros días, es decir, el agnosticismo, el criticismo y el positivismo en sus diferentes formas; para Marx esta clase de filosofía era una concesión "reaccionaria" al idealismo y, en el mejor de los casos, una "manera vergonzante de aceptar el materialismo bajo cuerda y renegar de él públicamente". Sobre esto puede consultarse, además de las obras ya citadas de Engels y Marx, la carta de este último a Engels, fechada el 12 de diciembre de 1868, en la que habla de unas manifestaciones del célebre naturalista T. Huxley. En ella, a la vez que hace notar que Huxley se muestra "más materialista" que de ordinario, y reconoce que "si observamos y pensamos realmente, nunca podemos salirnos del materialismo", Marx le reprocha que deje abierto un "portillo" al agnosticismo, a la filosofía de Hume. En particular debemos destacar la concepción de Marx acerca de las relaciones entre la libertad y la necesidad: "La necesidad sólo es ciega en cuanto no se la comprende. La libertad no es otra cosa que el conocimiento de la necesidad" (Engels, Anti-Dühring ) = reconocimiento de la sujeción objetiva de la naturaleza a leyes y de la trasformación dialéctica de la necesidad en libertad (a la par que de la trasformación de la "cosa en sí" no conocida aún, pero cognoscible, en "cosa para nosotros", de la "esencia de las cosas" en "fenómenos"). El defecto fundamental del "viejo" materialismo, incluido el de Feuerbach (y con mayor razón aún el del materialismo "vulgar" de Buchner, Vogt y Moleschott) consistía, según Marx y Engels, en lo siguiente: 1) en que este materialismo era "predominantemente mecanicista" y no tenía en cuenta los últimos progresos de la química y de la biología (a los que habría que agregar en nuestros días los de la teoría eléctrica de la materia); 2) en que el viejo materialismo no era histórico ni dialéctico (sino metafísico, en el sentido de antidialéctico) y no mantenía consecuentemente ni en todos sus aspectos el punto de vista del desarrollo; 3) en que concebían "la esencia del hombre" en forma abstracta, y no como el "conjunto de las relaciones sociales" (históricamente concretas y determinadas), por cuya razón se limitaban a "explicar" el mundo cuando en realidad se trata de "trasformar lo"; es decir, en que no comprendían la importancia de la "actividad práctica revolucionaria".
La Dialéctica
La dialéctica hegeliana, o sea, la doctrina más multilateral, más rica en contenido y más profunda del desarrollo, era para Marx y Engels la mayor conquista de la filosofía clásica alemana. Toda otra formulación del principio del desarrollo, de la evolución, les parecía unilateral y pobre, deformadora y mutiladora de la verdadera marcha del desarrollo en la naturaleza y en la sociedad (marcha que a menudo se efectúa a través de saltos, cataclismos y revoluciones). "Marx y yo fuimos casi los únicos que nos planteamos la tarea de salvar [del descalabro del idealismo, incluido el hegelianismo] la dialéctica consiente para traerla a la concepción materialista de la naturaleza." "La naturaleza es la confirmación de la dialéctica, y precisamente son las modernas ciencias naturales las que nos han brindado un extraordinario acervo de datos [¡y esto fue escrito antes de que se descubriera el radio, los electrones, la trasformación de los elementos, etc.!] y enriquecido cada día que pasa, demostrando con ello que la naturaleza se mueve, en última instancia, dialéctica, y no metafísicamente."
"La gran idea fundamental -- escribe Engels -- de que el mundo no se compone de un conjunto de objetos terminados y acabados, sino que representa en sí un conjunto de procesos, en el que las cosas que parecen inmutables, al igual que sus imágenes mentales en nuestro cerebro, es decir, los conceptos, se hallan sujetos a un continuo cambio, a un proceso de nacimiento y muerte; esta gran idea fundamental se encuentra ya tan arraigada desde Hegel en la conciencia común, que apenas habrá alguien que la discuta en su forma general. Pero una cosa es reconocerla de palabra y otra aplicarla en cada caso particular y en cada campo de investigación." "Para la filosofía dialéctica no existe nada establecido de una vez para siempre, nada absoluto, consagrado.; en todo ve lo que hay de perecedero, y no deja en pie más que el proceso ininterrumpido del aparecer y desaparecer, del infinito movimiento ascensional de lo inferior a lo superior. Y esta misma filosofía es un mero reflejo de ese proceso en el cerebro pensante." Así, pues, la dialéctica es, según Marx, "la ciencia de las leyes generales del movimiento, tanto del mundo exterior como del pensamiento humano".
Este aspecto revolucionario de la filosofía hegeliana es el que Marx recoge y desarrolla. El materialismo dialéctico "no necesita de ninguna filosofía situada por encima de las demás ciencias". De la filosofía anterior queda en pie "la teoría del pensamiento y sus leyes, es decir, la lógica formal y la dialéctica". Y la dialéctica, tal como la concibe Marx, y también según Hegel, abarca lo que hoy se llama teoría del conocimiento o gnoseología, ciencia que debe enfocar también su objeto desde un punto de vista histórico, investigando y generalizando los orígenes y el desarrollo del conocimiento, y el paso de la falta de conocimiento al conocimiento.
En nuestro tiempo, la idea del desarrollo, de la evolución, ha penetrado casi en su integridad en la conciencia social, pero no a través de la filosofía de Hegel, sino por otros caminos. Sin embargo, esta idea, tal como la formularon Marx y Engels, apoyándose en Hegel, es mucho más completa, mucho más rica en contenido que la teoría de la evolución al uso. Es un desarrollo que, al parecer, repite etapas ya recorridas, pero de otro modo, sobre una base más alta ("negación de la negación"), un desarrollo, por decirlo así, en espiral y no en línea recta; un desarrollo que se opera en forma de saltos, a través de cataclismos y revoluciones, que significan "interrupciones de la gradualidad"; un desarrollo que es trasformación de la cantidad en calidad, impulsos internos de desarrollo originados por la contradicción, por el choque de las diversas fuerzas y tendencias, que actúan sobre determinado cuerpo, o dentro de los límites de un fenómeno dado o en el seno de una sociedad dada; interdependencia íntima e indisoluble concatenación de todos los aspectos de cada fenómeno (con la particularidad de que la historia pone constantemente al descubierto nuevos aspectos), concatenación que ofrece un proceso de movimiento único, universal y sujeto a leyes; tales son algunos rasgos de la dialéctica, teoría mucho más empapada de contenido que la (habitual) doctrina de la evolución. (Véase la carta de Marx a Engels del 8 de enero de 1868, en la que se mofa de las "rígidas tricotomías" de Stein, que sería ridículo confundir con la dialéctica materialista.)
La Concepción Materialista de la Historia
La conciencia de que el viejo materialismo era una teoría inconsecuente, incompleta y unilateral llevó a Marx a la convicción de que era indispensable "poner en consonancia la ciencia de la sociedad con la base materialista y reconstruirla sobre esta base". Si el materialismo en general explica la conciencia por el ser, y no al contrario, aplicado a la vida social de la humanidad exige que la conciencia social se explique por el ser social. "La tecnología -- dice Marx (en El Capital, t. I) -- pone al descubierto la relación activa del hombre con la naturaleza, el proceso inmediato de producción de su vida, y, a la vez, sus condiciones sociales de vida y de las representaciones espirituales que de ellas se derivan." Y en el "prólogo a su Contribución a la crítica de la economía política ", Marx ofrece una formulación integral de las tesis fundamentales del materialismo aplicadas a la sociedad humana y a su historia. He aquí sus palabras:
"En la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales.
"El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se erige una superestructura política y jurídica, y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, su ser social el que determina su conciencia. Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad chocan con las relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas de ellas. Y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian esas revoluciones, hay que distinguir siempre entre la revolución material producida en las condiciones económicas de producción, y que puede verificarse con la precisión propia de las ciencias naturales, y las revoluciones jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas; en una palabra, de las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo.
"Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de si, no podemos juzgar tampoco estas épocas de revolución por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción. . ." "A grandes rasgos, podemos señalar como otras tantas épocas de progreso en la formación económica de la sociedad, el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el moderno burgués." (Véase la breve formulación que Marx da en su carta a Engels del 7 de julio de 1866: "Nuestra teoría de que la organización del trabajo está determinada por los medios de producción".)
El descubrimiento de la concepción materialista de la historia, o mejor dicho, la consecuente aplicación y extensión del materialismo al dominio de los fenómenos sociales, superó los dos defectos fundamentales de las viejas teorías de la historia. En primer lugar, estas teorías solamente examinaban, en el mejor de los casos, los móviles ideológicos de la actividad histórica de los hombres, sin investigar el origen de esos móviles, sin captar las leyes objetivas que rigen el desarrollo del sistema de las relaciones sociales, ni ver las raíces de éstas en el grado de desarrollo de la producción material; en segundo lugar, las viejas teorías no abarcaban precisamente las acciones de las masas de la población, mientras que el materialismo histórico permitió estudiar, por vez primera y con la exactitud de las ciencias naturales, las condiciones sociales de la vida de las masas y los cambios operados en estas condiciones. La "sociología" y la historiografía anteriores a Marx proporcionaban, en el mejor de los casos, un cúmulo de datos crudos, recopilados fragmentariamente, y la descripción de aspectos aislados del proceso histórico. El marxismo señaló el camino para un estudio global y multilateral del proceso de aparición, desarrollo y decadencia de las formaciones económico-sociales, examinando el conjunto de todas las tendencias contradictorias y reduciéndolas a las condiciones, perfectamente determinables, de vida y de producción de las distintas clases de la sociedad, eliminando el subjetivismo y la arbitrariedad en la elección de las diversas ideas "dominantes" o en la interpretación de ellas, y poniendo al descubierto las raíces de todas las ideas sin excepción y de las diversas tendencias que se manifiestan en el estado de las fuerzas productivas materiales. Los hombres hacen su propia historia, ¿pero qué determina los móviles de estos hombres, y precisamente de las masas humanas?; ¿qué es lo que provoca los choques de ideas y las aspiraciones contradictorias?; ¿qué representa el conjunto de todos estos choques que se producen en la masa entera de las sociedades humanas?; ¿cuáles son las condiciones objetivas de producción de la vida material que crean la base de toda la actividad histórica de los hombres?; ¿cuál es la ley que rige el desenvolvimiento de estas condiciones? Marx concentró su atención en todo esto y trazó el camino para estudiar científicamente la historia como un proceso único, regido por leyes, en toda su inmensa diversidad y con su carácter contradictorio.
La Lucha de Clases
Todo el mundo sabe que en cualquier sociedad las aspiraciones de una parte de sus miembros chocan abiertamente con las aspiraciones de otros, que la vida social está llena de contradicciones, que la historia nos muestra una lucha entre pueblos y sociedades, así como en su propio seno; todo el mundo sabe también que se suceden los períodos de revolución y reacción, de paz y de guerras, de estancamiento y de rápido progreso o decadencia. El marxismo nos proporciona el hilo conductor que permite descubrir una sujeción a leyes en este aparente laberinto y caos, a saber: la teoría de la lucha de clases. Sólo el estudio del conjunto de las aspiraciones de todos los miembros de una sociedad dada o de un grupo de sociedades, puede conducirnos a una determinación científica del resultado de esas aspiraciones. Ahora bien, la fuente de que brotan esas aspiraciones contradictorias son siempre las diferencias de situación y de condiciones de vida de las clases en que se divide cada sociedad. "La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días -- dice Marx en el Manifiesto Comunista (exceptuando la historia del régimen de la comunidad primitiva, añade más tarde Engels) -- es la historia de las luchas de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales; en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces, y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la trasformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases beligerantes [. . .]. La moderna sociedad burguesa, que ha salido de entre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de clase. Únicamente ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de opresión, las viejas formas de lucha, por otras nuevas. Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por haber simplificado las contradicciones de clase. Toda la sociedad va dividiéndose cada vez más en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado." A partir de la Gran Revolución Francesa, la historia de Europa pone de relieve en distintos países, con especial evidencia, el verdadero fondo de los acontecimientos, la lucha de clases. Y ya en la época de la restauración se destacan en Francia algunos historiadores (Thierry, Guizot, Mignet y Thiers) que, al generalizar los acontecimientos, no pudieron dejar de reconocer que la lucha de clases era la clave para la comprensión de toda la historia francesa. Y la época contemporánea, es decir, la época que señala el triunfo completo de la burguesía y de las instituciones representativas, del sufragio amplio (cuando no universal), de la prensa diaria barata que llega a las masas, etc., la época de las poderosas asociaciones obreras y patronales cada vez más vastas, etc., pone de manifiesto de un modo todavía más patente (aunque a veces en forma unilateral, "pacífica" y "constitucional") que la lucha de clases es la fuerza motriz de los acontecimientos. El siguiente pasaje del Manifiesto Comunista nos revela lo que Marx exigía de la ciencia social en cuanto al análisis objetivo de la situación de cada clase en la sociedad moderna y en relación con el examen de las condiciones de desarrollo de cada clase: "De todas las clases que hoy se enfrentan con ía burguesía, sólo el proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria. Las demás clases van degenerando y desaparecen con el desarrollo de la gran industria; el proletariado, en cambio, es su producto más peculiar. Las capas medias -- el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano y el campesino -- , todas ellas luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como tales capas medias. No son, pues, revolucionarias, sino conservadoras. Más todavía, son reaccionarias, ya que pretenden volver atrás la rueda de la historia. Son revolucionarias únicamente cuando tienen ante sí la perspectiva de su tránsito inminente al proletariado; defendiendo así, no sus intereses presentes, sino sus intereses futuros, cuando abandonan sus propios puntos de vista para adoptar los del proletariado". En una serie de obras históricas (véase la Bibliografía ), Marx nos ofrece brillantes y profundos ejemplos de historiografía materialista, de análisis de la situación de cada clase en particular y a veces de los diferentes grupos o capas que se manifiestan dentro de ella, mostrando palmariamente por qué y cómo "toda lucha de clases es una lucha política". El pasaje que acabamos de citar ilustra cuán intrincada es la red de relaciones sociales y fases de transición de una clase a otra, del pasado al porvenir, que Marx analiza para determinar la resultante total del desarrollo histórico.
La confirmación y aplicación más profunda, más completa y detallada de la teoría de Marx es su doctrina económica.
La doctrina económica de Marx
"Y la finalidad última de esta obra -- dice Marx en el prólogo a El Capital -- es, en efecto, descubrir la ley económica que preside el movimiento de la sociedad moderna", es decir, de la sociedad capitalista, burguesa. El estudio de las relaciones de producción de una sociedad dada, históricamente determinada, en su aparición, desarrollo y decadencia: tal es el contenido de la doctrina económica de Marx. En la sociedad capitalista impera la producción de mercancías ; por eso, el análisis de Marx empieza con el análisis de la mercancía.
El Valor
La mercancía es, en primer lugar, una cosa que satisface una determinada necesidad humana y, en segundo lugar, una cosa que se cambia por otra. La utilidad de una cosa hace de ella un valor de uso. El valor de cambio (o, sencillamente el valor) es, ante todo, la relación o proporción en que se cambia cierto número de valores de uso de una clase por un determinado número de valores de uso de otra clase. La experiencia diaria nos muestra que, a través de millones y miles de millones de esos actos de intercambio, se equiparan constantemente todo género de valores de uso, aun los más diversos y menos equiparables entre sí. ¿Qué es lo que tienen de común esos diversos objetos, que constantemente son equiparados entre sí en determinado sistema de relaciones sociales? Tienen de común el que todos ellos son productos del trabajo. Al cambiar sus productos, los hombres equiparan los más diversos tipos de trabajo. La producción de mercancías es un sistema de relaciones sociales en que los distintos productores crean diversos productos (división social del trabajo), y todos estos productos se equiparan entre sí por medio del cambio. Por lo tanto, lo que todas las mercancías encierran de común no es el trabajo concreto de una determinada rama de producción, no es un trabajo de determinado tipo, sino el trabajo humano abstracto, el trabajo humano en general. Toda la fuerza de trabajo de una sociedad dada, representada por la suma de valores de todas las mercancías, es una y la misma fuerza humana de trabajo; así lo evidencian miles de millones de actos de cambio. Por consiguiente, cada mercancía en particular no representa más que una determinada parte del tiempo de trabajo socialmente necesario. La magnitud del valor se determina por la cantidad de trabajo socialmente necesario o por el tiempo de trabajo socialmente necesario para producir cierta mercancía o cierto valor de uso. "Al equiparar unos con otros, en el cambio, sus diversos productos, lo que hacen los hombres es equiparar entre sí sus diversos trabajos como modalidades del trabajo humano. No lo saben, pero lo hacen." El valor es, como dijo un viejo economista, una relación entre dos personas; pero debió añadir simplemente: relación encubierta por una envoltura material. Sólo partiendo del sistema de relaciones sociales de producción de una formación social históricamente determinada, relaciones que se manifiestan en el fenómeno masivo del cambio, repetido miles de millones de veces, podemos comprender lo que es el valor. "Como valores, las mercancías no son más que cantidades determinadas de tiempo de trabajo coagulado." Después de analizar en detalle el doble carácter del trabajo materializado en las mercancías, Marx pasa al análisis de la forma del valor y del dinero. Con ello se propone, fundamentalmente, investigar el origen de la forma monetaria del valor, estudiar el proceso histórico de desenvolvimiento del cambio, comenzando por las operaciones sueltas y fortuitas de trueque ("forma simple, suelta o fortuita del valor", en que una cantidad de mercancía es cambiada por otra) hasta remontarse a la forma universal del valor, en que mercancías diferentes se cambian por una mercancía concreta, siempre la misma, y llegar a la forma monetaria del valor, en que la función de esta mercancía, o sea, la función de equivalente universal, la desempeña el oro. El dinero, producto supremo del desarrollo del cambio y de la producción de mercancías, disfraza y oculta el carácter social de los trabajos privados, la concatenación social existente entre los diversos productores unidos por el mercado. Marx somete a un análisis extraordinariamente minucioso las diversas funciones del dinero, debiendo advertirse, pues tiene gran importancia, que en este caso (como, en general, en todos los primeros capítulos de El Capital) la forma abstracta de la exposición, que a veces parece puramente deductiva, recoge en realidad un gigantesco material basado en hechos sobre la historia del desarrollo del cambio y de la producción de mercancías. "El dinero presupone cierto nivel del cambio de mercancías. Las diversas formas del dinero -- simple equivalente de mercancías o medio de circulación, medio de pago, de atesoramiento y dinero mundial -- señalan, según el distinto volumen y predominio relativo de tal o cual función, fases muy distintas del proceso social de producción" (El Capital, I).
La Plusvalía
Al alcanzar la producción de mercancías determinado grado de desarrollo, el dinero se convierte en capital. La fórmula de la circulación de mercancías era: M (mercancía) -- D (dinero) -- M (mercancía), o sea, venta de una mercancía para comprar otra. Por el contrario, la fórmula general del capital es D -- M -- D, o sea, la compra para la venta (con ganancia). Marx llama plusvalía a este incremento del valor primitivo del dinero que se lanza a la circulación. Que el dinero lanzado a la circulación capitalista "crece", es un hecho conocido de todo el mundo. Y precisamente ese "crecimiento" es lo que convierte el dinero en capital, como relación social de producción particular, históricamente determinada. La plusvalía no puede brotar de la circulación de mercancías, pues ésta sólo conoce el intercambio de equivalentes; tampoco puede provenir de un alza de los precios, pues las pérdidas y las ganancias recíprocas de vendedores y compradores se equilibrarían; se trata de un fenómeno masivo, medio, social, y no de un fenómeno individual. Para obtener plusvalía "el poseedor del dinero necesita encontrar en el mercado una mercancía cuyo valor de uso posea la cualidad peculiar de ser fuente de valor", una mercancía cuyo proceso de consumo sea, al mismo tiempo, proceso de creación de valor. Y esta mercancía existe: es la fuerza de trabajo del hombre. Su consumo es trabajo y el trabajo crea valor. El poseedor del dinero compra la fuerza de trabajo por su valor, valor que es determinado, como el de cualquier otra mercancía, por el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción (es decir, por el costo del mantenimiento del obrero y su familia). Una vez que ha comprado la fuerza de trabajo el poseedor del dinero tiene derecho a consumirla, es decir, a obligarla a trabajar durante un día entero, por ejemplo, durante doce horas. En realidad el obrero crea en seis horas (tiempo de trabajo "necesario") un producto con el que cubre los gastos de su mantenimiento; durante las seis horas restantes (tiempo de trabajo "suplementario") crea un "plusproducto" no retribuido por el capitalista, que es la plusvalía. Por consiguiente, desde el punto de vista del proceso de la producción, en el capital hay que distinguir dos partes: capital constante, invertido en medios de producción (máquinas, instrumentos de trabajo, materias primas, etc.) -- y cuyo valor se trasfiere sin cambio de magnitud (de una vez o en partes) a las mercancías producidas --, y capital variable, invertido en fuerza de trabajo. El valor de este capital no permanece invariable, sino que se acrecienta en el proceso del trabajo, al crear la plusvalía. Por lo tanto, para expresar el grado de explotación de la fuerza de trabajo por el capital, tenemos que comparar la plusvalía obtenida, no con el capital global, sino exclusivamente con el capital variable. La cuota de plusvalía, como llama Marx a esta relación, sería, pues, en nuestro ejemplo, de 6:6, es decir, del 100 por ciento.
Las premisas históricas para la aparición del capital son: primera, la acumulación de determinada suma de dinero en manos de ciertas personas, con un nivel de desarrollo relativamente alto de la producción de mercancías en general ¡ segunda, la existencia de obreros "libres" en un doble sentido -- libres de todas las trabas o restricciones impuestas a la venta de la fuerza de trabajo, y libres por carecer de tierra y, en general, de medios de producción --, de obreros desposeídos, de obreros "proletarios" que, para subsistir, no tienen más recursos que la venta de su fuerza de trabajo.
Dos son los modos principales para poder incrementar la plusvalía: mediante la prolongación de la jornada de trabajo ("plusvalía absoluta") y mediante la reducción del tiempo de trabajo necesario ("plusvalía relativa"). Al analizar el primer modo, Marx hace desfilar ante nosotros el grandioso panorama de la lucha de la clase obrera para reducir la jornada de trabajo y de la intervención del poder estatal, primero para prolongarla (en el período que media entre los siglos XIV y XVII) y después para reducirla (legislación fabril del siglo XIX). Desde la aparición de El Capital, la historia del movimiento obrero de todos los países civilizados ha aportado miles y miles de nuevos hechos que ilustran este panorama.
Al proceder a su análisis de la producción de plusvalía relativa, Marx investiga las tres etapas históricas fundamenta les de la elevación de la productividad del trabajo por el capitalismo: 1) la cooperación simple; 2) la división del trabajo y la manufactura; 3) la maquinaria y la gran industria. La profundidad con que Marx aquí pone de relieve los rasgos fundamentales y típicos del desarrollo del capitalismo nos demuestra, entre otras cosas, el hecho de que el estudio de la llamada industria de los kustares* en Rusia ha aportado un abundantísimo material para ilustrar las dos primeras etapas de las tres mencionadas. En cuanto a la acción revolucionaria de la gran industria maquinizada, descrita por Marx en 1867, durante el medio siglo trascurrido desde entonces ha venido a revelarse en toda una serie de países "nuevos" (Rusia, Japón, etc.).
Prosigamos. Importantísimo y nuevo es el análisis de Marx de la acumulación del capital, es decir, de la trasformación de una parte de la plusvalía en capital, y de su empleo, no para satisfacer las necesidades personales o los caprichos del capitalista, sino para renovar la producción. Marx hace ver el error de toda la economía política clásica anterior (desde Adam Smith) al suponer que toda la plusvalía que se convertía en capital pasaba a formar parte del capital variable, cuando en realidad se descompone en medios de producción más capital variable. En el proceso de desarrollo del capitalismo y de su trasformación en socialismo tiene una inmensa importancia el que la parte del capital constante (en la suma total del capital) se incremente con mayor rapidez que la parte del capital variable.
Al acelerar el desplazamiento de los obreros por la maquinaria, produciendo riqueza en un polo y miseria en el polo opuesto, la acumulación del capital crea también el llamado "ejército industrial de reserva", el "sobrante relativo" de obreros o "superpoblación capitalista", que reviste formas extraordinariamente diversas y permite al capital ampliar la producción con singular rapidez. Esta posibilidad, relacionada con el crédito y la acumulación de capital en medios de producción, nos proporciona, entre otras cosas, la clave para comprender las crisis de superproducción, que estallan periódicamente en los países capitalistas, primero cada diez años, término medio, y luego con intervalos mayores y menos precisos. De la acumulación del capital sobre la base del capitalismo hay que distinguir la llamada acumulación primitiva, que se lleva a cabo mediante la separación violenta del trabajador de los medios de producción, expulsión del campesino de su tierra, robo de los terrenos comunales, sistema colonial, sistema de la deuda pública, tarifas aduaneras proteccionistas, etc. La "acumulación primitiva" crea en un polo al proletario "libre" y en el otro al poseedor del dinero, el capitalista.
Marx caracteriza la "tendencia histórica de la acumulación capitalista" con las famosas palabras siguientes: "La expropiación del productor directo se lleva a cabo con el más despiadado vandalismo y bajo el acicate de las pasiones más infames, más sucias, más mezquinas y más desenfrenadas. La propiedad privada, fruto del propio trabajo [del campesino y del artesano], y basada, por decirlo así, en la compenetración del obrero individual e independiente con sus instrumentos y medios de trabajo, es desplazada por la propiedad privada capitalista, basada en la explotación de la fuerza de trabajo ajena, aunque formalmente libre [. . .]. Ahora ya no se trata de expropiar al trabajador dueño de una economía independiente, sino de expropiar al capitalista explotador de numerosos obreros. Esta expropiación la lleva a cabo el juego de las leyes inmanentes de la propia producción capitalista, la centralización de los capitales. Un capitalista derrota a otros muchos. Paralelamente con esta centralización del capital o expropiación de muchos capitalistas por unos pocos, se desarrolla en una escala cada vez mayor la forma cooperativa del proceso de trabajo, la aplicación técnica consciente de la ciencia, la explotación planificada de la tierra, la trasformación de los medios de trabajo en medios de trabajo utilizables sólo colectivamente, la economía de todos los medios de producción al ser empleados como medios de producción de un trabajo combinado, social, la absorción de todos los países por la red del mercado mundial y, como consecuencia de esto, el carácter internacional del régimen capitalista. Conforme disminuye progresivamente el número de magnates capitalistas que usurpan y monopolizan todos los beneficios de este proceso de trasformación, crece la masa de la miseria, de la opresión, del esclavizamiento, de la degeneración, de la explotación; pero crece también la rebeldía de la clase obrera, que es aleccionada, unificada y organizada por el mecanismo del propio proceso capitalista de producción El monopolio del capital se convierte en grillete del modo de producción que ha crecido con él y bajo él. La centralización de los medios de producción y la socialización del trabajo llegan a un punto en que son ya incompatibles con su envoltura capitalista. Esta envoltura estalla. Suena la hora de la propiedad privada capitalista. Los expropiadores son expropiados" (EI Capital, t. I).
También es sumamente importante y nuevo el análisis que hace Marx más adelante de la reproducción del capital social, considerado en su conjunto, en el tomo II de El Capital. Tampoco en este caso toma Marx un fenómeno individual, sino de masas; no toma una parte fragmentaria de la economía de la sociedad, sino toda la economía en su conjunto. Rectificando el error en que incurren los economistas clásicos antes mencionados, Marx divide toda la producción social en dos grandes secciones: 1) producción de medios de producción y 2) producción de artículos de consumo. Y, apoyándose en cifras, analiza minuciosamente la circulación del capital social en su conjunto, tanto en la reproducción de envergadura anterior como en la acumulación. En el tomo III de El Capital se resuelve, sobre la base de la ley del valor, el problema de la formación de la cuota media de ganancia. Constituye un gran progreso en la ciencia económica el que Marx parta siempre, en sus análisis, de los fenómenos económicos generales, del conjunto de la economía social, y no de casos aislados o de las manifestaciones superficiales de la competencia, que es a lo que suele limitarse la economía política vulgar o la moderna "teoría de la utilidad límite". Marx analiza primero el origen de la plusvalía y luego pasa a ver su descomposición en ganancia, interés y renta del suelo. La ganancia es la relación de la plusvalía con todo el capital invertido en una empresa. El capital de "alta composición orgánica" (es decir, aquel en el cual el capital constante predomina sobre el variable en proporciones superiores a la media social) arroja una cuota de ganancia inferior a la cuota media. El capital de "baja composición orgánica" da, por el contrario, una cuota de ganancia superior a la media. La competencia entre los capitales, su libre paso de unas ramas de producción a otras, reducen en ambos casos la cuota de ganancia a la cuota media. La suma de los valores de todas las mercancías de una sociedad dada coincide con la suma de precios de estas mercancías; pero en las distintas empresas y en las diversas ramas de producción las mercancías, bajo la presión de la competencia, no se venden por su valor, sino por el precio de producción, que equivale al capital invertido más la ganancia media.
Así, pues, un hecho conocido de todos, e indiscutible, es decir, el hecho de que los precios difieren de los valores y de que las ganancias se nivelan, lo explica Marx perfectamente partiendo de la ley del valor, pues la suma de los valores de todas las mercancías coincide con la suma de sus precios. Sin embargo, la reducción del valor (social) a los precios (individuales) no es una operación simple y directa, sino que sigue una vía indirecta y muy complicada: es perfectamente natural que en una sociedad de productores de mercancías dispersos, vinculados sólo por el mercado, las leyes que rigen esa sociedad no puedan manifestarse más que como leyes medias, sociales, generales, con una compensación mutua de las desviaciones individuales manifestadas en uno u otro sentido.
La elevación de la productividad del trabajo significa un incremento más rápido del capital constante en comparación con el variable. Pero como la creación de plusvalía es función privativa de éste, se comprende que la cuota de ganancia (o sea, la relación que guarda la plusvalía con todo el capital, y no sólo con su parte variable) acuse una tendencia a la baja. Marx analiza minuciosamente esta tendencia, así como las diversas circunstancias que la ocultan o contrarrestan. Sin detenernos a exponer los capítulos extraordinariamente interesantes del tomo III, que estudian el capítulo usurario, comercial y financiero, pasaremos a lo esencial, a la teoría de la renta del suelo. Debido a la limitación de la superficie de la tierra, que en los países capitalistas es ocupada enteramente por los propietarios particulares, el precio de producción de los productos agrícolas no lo determinan los gastos de producción en los terrenos de calidad media, sino en los de calidad inferior; no lo determinan las condiciones medias en que el producto se lleva al mercado, sino las condiciones peores. La diferencia existente entre este precio y el de producción en las tierras mejores (o en condiciones más favorables de producción) da lugar a una diferencia o renta diferencial. Marx analiza detenidamente la renta diferencial y de muestra que brota de la diferente fertilidad del suelo, de la diferencia de los capitales invertidos en el cultivo de las tierras, poniendo totalmente al descubierto (véase también la Teoría de la plusvalía, donde merece una atención especial la crítica que hace a Rodbertus) el error de Ricardo, según el cual la renta diferencial sólo se obtiene con el paso sucesivo de las tierras mejores a las peores. Por el contrario, se dan también casos inversos: tierras de una clase determinada se trasforman en tierras de otra clase (gracias a los progresos de la técnica agrícola, a la expansión de las ciudades, etc.), por lo que la tristemente célebre "ley del rendimiento decreciente del suelo" es profundamente errónea y representa un intento de cargar sobre la naturaleza los defectos, las limitaciones y contradicciones del capitalismo. Además, la igualdad de ganancias en todas las ramas de la industria y de la economía nacional presupone la plena libertad de competencia, la libertad de trasferir los capitales de una rama de producción a otra. Pero la propiedad privada sobre el suelo crea un monopolio, que es un obstáculo para la libre trasferencia. En virtud de ese monopolio, los productos de la economía agrícola, que se distingue por una baja composición del capital y, en consecuencia, por una cuota de ganancia individual más alta, no entran en el proceso totalmente libre de nivelación de las cuotas de ganancia. El propietario de la tierra, como monopolista, puede mantener sus precios por encima del nivel medio, y este precio de monopolio origina la renta absoluta. La renta diferencial no puede ser abolida mientras exista el capitalismo; en cambio, la renta absoluta puede serlo; por ejemplo, cuando se nacionaliza la tierra, convirtiéndola en propiedad del Estado. Este paso significaría el socavamiento del monopolio de los propietarios privados, así como una aplicación más consecuente y plena de la libre competencia en la agricultura. Por eso los burgueses radicales, advierte Marx, han presentado repetidas veces a lo largo de la historia esta reivindicación burguesa progresista de la nacionalización de la tierra, que asusta, sin embargo, a la mayoría de los burgueses, pues "afecta" demasiado de cerca a otro monopolio mucho más importante y "sensible" en nuestros días: el monopolio de los medios de producción en general. (El propio Marx expone en un lenguaje muy popular, conciso y claro su teoría de la ganancia media sobre el capital y de la renta absoluta del suelo, en la carta que dirige a Engels el 2 de agosto de 1862. Véase Correspondencia, t. III, págs. 77-81, y también en las págs. 86-87, la carta del 9 de agosto de 1862.) Para la historia de la renta del suelo resulta importante señalar el análisis en que Marx demuestra cómo la trasformación de la renta en trabajo (cuando el campesino crea el plusproducto trabajando en la hacienda del terrateniente) en renta natural o renta en especie (cuando el campesino crea el plusproducto en su propia tierra, entregándolo luego al terrateniente bajo una "coerción extraeconómica"), después en renta en dinero (que es la misma renta en especie, sólo que convertida en dinero, el obrok, censo de la antigua Rusia, en virtud del desarrollo de la producción de mercancías) y finalmente, en la renta capitalista, cuando en lugar del campesino es el patrono quien cultiva la tierra con ayuda del trabajo asalariado. En relación con este análisis de la "génesis de la renta capitalista del suelo", hay que señalar una serie de profundas ideas (que tienen una importancia especial para los países atrasados, como Rusia) expuestas por Marx acerca de la evolución del capitalismo en la agricultura. "La trasformación de la renta natural en renta en dinero va, además, no sólo necesariamente acompaña da, sino incluso anticipada por la formación de una clase de jornaleros desposeídos, que se contratan por dinero. Durante el período de nacimiento de dicha clase, en que ésta sólo aparece en forma esporádica, va desarrollándose, por lo tanto, necesariamente, en los campesinos mejor situados y sujetos a obrok, la costumbre de explotar por su cuenta a jornaleros agrícolas, del mismo modo que ya en la época feudal los campesinos más acomodados sujetos a vasallaje tenían a su servicio a otros vasallos. Esto va permitiéndoles acumular poco a poco cierta fortuna y convertirse en futuros capitalistas. De este modo va formándose entre los antiguos poseedores de la tierra que la trabajaban por su cuenta, un semillero de arrendatarios capitalistas, cuyo desarrollo se halla condicionado por el desarrollo general de la producción capitalista fuera del campo. . ." (El Capital, t. III2a, 332). "La expropiación, el desahucio de una parte de la población rural no sólo 'libera' para el capital industrial a los obreros, sus medios de vida y sus materiales de trabajo, sino que además crea el mercado interior." (El Capital, t. I2a, pág. 778). La depauperación y la ruina de la población del campo influyen, a su vez, en la formación del ejército industrial de reserva para el capital. En todo país capitalista "una parte de la población rural se encuentra constantemente en trance de transformarse en población urbana o manufacturera [es decir, no agrícola]. Esta fuente de superpoblación relativa flota constantemente [. . .]. El obrero agrícola se ve constantemente reducido al salario mínimo y vive siempre con un pie en el pantano del pauperismo" (El Capital, I2a, 668). La propiedad privada del campesino sobre la tierra que cultiva es la base de la pequeña producción y la condición para que ésta florezca y adquiera una forma clásica. Pero esa pequeña producción sólo es compatible con los límites estrechos y primitivos de la producción y de la sociedad. Bajo el capitalismo "la explotación de los campesinos se distingue de la explotación del proletariado industrial sólo por la forma. El explotador es el mismo: el capital. Individualmente, los capitalistas explotan a los campesinos individuales por medio de la hipoteca y de la usura; la clase capitalista explota a la clase campesina por medio de los impuestos del Estado" (Las luchas de clases en Francia). "La parcela del campesino sólo es ya el pretexto que permite al capitalista extraer de la tierra ganancias, intereses y renta, dejando al agricultor que se las arregle para sacar como pueda su salario." (El Dieciocho Brumario.) Habitualmente, el campesino entrega incluso a la sociedad capitalista, es decir, a la clase capitalista, una parte de su salario, descendiendo "al nivel del arrendatario irlandés, aunque en apariencia es un propietario privado" (Las luchas de clases en Francia). ¿Cuál es "una de las causas por las que en países en que predomina la propiedad parcelaria, el trigo se cotice a precio más bajo que en los países en que impera el régimen capitalista de producción"? (El Capital, t. III2a, 340). La causa es que el campesino entrega gratuitamente a la sociedad (es decir, a la clase capitalista) una parte del plusproducto. "Estos bajos precios [del trigo y los demás productos agrícolas] son, pues, un resultado de la pobreza de los productores y no, ni mucho menos, consecuencia de la productividad de su trabajo" (El Capital, t. III2a, 340). Bajo el capitalismo, la pequeña propiedad agraria, forma normal de la pequeña producción, degenera, se destruye y desaparece. "La pequeña propiedad agraria, por su propia naturaleza, es incompatible con el desarrollo de las fuerzas productivas sociales del trabajo, con las formas sociales del trabajo, con la concentración social de los capitales, con la ganadería en gran escala y con la utilización progresiva de la ciencia. La usura y el sistema de impuestos la conducen, inevitablemente, por doquier, a la ruina. El capital invertido en la compra de la tierra es sustraído al cultivo de ésta. Dispersión infinita de los medios de producción y diseminación de los productores mismos. [Las cooperativas, es decir, las asociaciones de pequeños campesinos, cumplen un extraordinario papel progresista desde el punto de vista burgués, pero sólo pueden conseguir atenuar esta tendencia, sin llegar a suprimirla; además, no se debe olvidar que estas cooperativas dan mucho a los campesinos acomodados y muy poco o casi nada a la masa de campesinos pobres, ni debe olvidarse tampoco que las propias asociaciones terminan por explotar el trabajo asalariado.] Inmenso derroche de energía humana; empeoramiento progresivo de las condiciones de producción y encarecimiento de los medios de producción: tal es la ley de la [pequeña] propiedad parcelaria." En la agricultura, lo mismo que en la industria, el capitalismo sólo trasforma el proceso de producción a costa del "martirologio de los productores". "La dispersión de los obreros del campo en grandes superficies quebranta su fuerza de resistencia, al paso que la concentración robustece la fuerza de resistencia de los obreros de la ciudad. Al igual que en la industria moderna, en la moderna agricultura, es decir en la capitalista, la intensificación de la fuerza productiva y la más rápida movilización del trabajo se consiguen a costa de devastar y agotar la fuerza obrera de trabajo. Además, todos los progresos realizados por la agricultura capitalista no son solamente progresos en el arte de esquilmar al obrero, sino también en el arte de esquilmar la tierra [. . .]. Por lo tanto, la producción capitalista sólo sabe desarrollar la técnica y la combinación del proceso social de producción, minando al mismo tiempo las dos fuentes originales de toda riqueza: la tierra y el hombre". (EI Capital, t. I, final del capítulo XIII)
El socialismo
Por lo expuesto, se ve que Marx llega a la conclusión de que es inevitable la trasformación de la sociedad capitalista en socialista basándose única y exclusivamente en la ley económica del movimiento de la sociedad moderna. La socialización del trabajo, que avanza cada vez con mayor rapidez bajo miles de formas, y que durante el medio siglo trascurrido desde la muerte de Marx se manifiesta en forma muy palpable en el incremento de la gran producción, de los cártels, los sindicatos y los trusts capitalistas, y en el gigantesco crecimiento del volumen y el poderío del capital financiero, es la base material más importante del advenimiento inevitable del socialismo. El motor intelectual y moral de esta trasformación, su agente físico, es el proletariado, educado por el propio capitalismo. Su lucha contra la burguesía, que se manifiesta en las formas más diversas, y cada vez más ricas en contenido, se convierte inevitablemente en lucha política por la conquista de su propio poder político (la "dictadura del proletariado"). La socialización de la producción no puede dejar de conducir a la trasformación de los medios de producción en propiedad social, es decir, a la "expropiación de los expropiadores". La enorme elevación de la productividad del trabajo, la reducción de la jornada de trabajo y la sustitución de los vestigios, de las ruinas de la pequeña producción, primitiva y desperdigada, por el trabajo colectivo perfeccionado: tales son las consecuencias directas de esa trasformación. El capitalismo rompe de modo definitivo los vínculos de la agricultura con la industria pero a la vez, al llegar a la culminación de su desarrollo, prepara nuevos elementos para restablecer esos vínculos, la unión de la industria con la agricultura, sobre la base de la aplicación consciente de la ciencia, de la combinación del trabajo colectivo y de un nuevo reparto de la población (acabando con el abandono del campo, con su aislamiento del mundo y con el atraso de la población rural, como también con la aglomeración antinatural de gigantescas masas humanas en las grandes ciudades). Las formas superiores del capitalismo actual preparan nuevas relaciones familiares, nuevas condiciones para la mujer y para la educación de las nuevas generaciones: el trabajo de las mujeres y de los niños, y la disolución de la familia patriarcal por el capitalismo, asumen inevitablemente en la sociedad moderna las formas más espantosas, miserables y repulsivas. No obstante, "la gran industria, al asignar a la mujer al joven y al niño de ambos sexos un papel decisivo en los procesos socialmente organizados de la producción, arrancándolos con ello a la órbita doméstica, crea las nuevas bases económicas para una forma superior de familia y de relaciones entre ambos sexos. Tan necio es, naturalmente, considerar absoluta la forma cristiano-germánica de la familia, como lo sería atribuir ese carácter a la forma romana antigua, a la antigua forma griega o a la forma oriental, entre las cuales media, por lo demás, un lazo de continuidad histórica. Y no es menos evidente que la existencia de un personal obrero combinado, en el que entran individuos de ambos sexos y de las más diversas edades, aunque hoy, en su forma capitalista primitiva y brutal, en que el obrero existe para el proceso de producción y no éste para el obrero, sea fuente apestosa de corrupción y esclavitud, bajo las condiciones que corresponden a este régimen necesariamente se trocará en fuente de evolución humana" (El Capital, t. I, final del cap. XIII). Del sistema fabril brota "el germen de la educación del porvenir en la que se combinará para todos los niños a partir de cierta edad el trabajo productivo con la enseñanza y la gimnasia, no sólo como método para intensificar la producción social, sino también como el único método que permite producir hombres plenamente desarrollados" (Loc. cit.). Sobre esa misma base histórica plantea el socialismo de Marx los problemas de la nacionalidad y del Estado, no limitándose a una explicación del pasado, sino previendo audazmente el porvenir y en el sentido de una intrépida actuación práctica encaminada a su realización. Los estados nacionales son el fruto inevitable y, además, una forma inevitable de la época burguesa de desarrollo de la sociedad. Y la clase obrera no podía fortalecerse, alcanzar su madurez y formarse, sin "organizarse en el marco de la nación", sin ser "nacional" ("aunque de ningún modo en el sentido burgués"). Pero el desarrollo del capitalismo va destruyendo cada vez más las barreras nacionales, pone fin al aislamiento nacional y sustituye los antagonismos nacionales por los antagonismos de clase. Por eso es una verdad innegable que en los países capitalistas adelantados "los obreros no tienen patria" y que la "conjunción de los esfuerzos" de los obreros, al menos de los países civilizados, "es una de las primeras condiciones de la emancipación del proletariado" (Manifiesto Comunista). El Estado, es decir, la violencia organizada, surgió inevitablemente en determinada fase del desarrollo social, cuando la sociedad se dividió en clases antagónicas y su existencia se hubiera hecho imposible sin un "poder" situado, aparentemente, por encima de la sociedad y hasta cierto punto separado de ella. El Estado, fruto de los antagonismos de la clase, se convierte en "el Estado de la clase más poderosa, de la clase económicamente dominante, que, con ayuda de él, se convierte también en la clase políticamente dominante, adquiriendo con ello nuevos medios para la represión y la explotación de la clase oprimida. Así, el Estado de la antigüedad era, ante todo, el Estado de los esclavistas, para tener sometidos a los esclavos; el Estado feudal era el órgano de que se valía la nobleza para tener sujetos a los campesinos siervos, y el moderno Estado representativo es el instrumento de que se sirve el capital para explotar el trabajo asalariado" (Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, obra en la que el autor expone sus propias ideas y las de Marx). Incluso la forma más libre y progresista del Estado burgués, la república democrática, no suprime de ningún modo este hecho; lo único que hace es variar su forma (vínculos del gobierno con la Bolsa, corrupción -- directa o indirecta -- de los funcionarios y de la prensa, etc.). El socialismo, que conduce a la abolición de las clases, conduce con ello a la supresión del Estado. "El primer acto -- escribe Engels en su Anti-Dühring -- en que el Estado se manifiesta efectivamente como representante de la sociedad, la expropiación de los medios de producción en nombre de la sociedad, es a la par su último acto independiente como Estado. La intervención del poder del Estado en las relaciones sociales se hará superflua en un campo tras otro de la vida social y cesará por sí misma. El gobierno sobre las personas será sustituido por la administración de las cosas y por la dirección de los procesos de producción. El Estado no será 'abolido'i se extinguirá." "La sociedad, reorganizando de un modo nuevo la producción sobre la base de una asociación libre de productores iguales, enviará toda la máquina del Estado al iugar que entonces le ha de corresponder: al museo de antigüedades, junto a la rueca y al hacha de bronce" (F. Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado.)
Por último, en relación con el problema de la actitud del socialismo de Marx hacia los pequeños campesinos, que seguirán existiendo en la época de la expropiación de los expropiadores, debemos señalar unas palabras de Engels, que expresan a su vez las ideas de Marx: "Cuando tengamos en nuestras manos el poder estatal, no podremos pensar en expropiar violentamente a los pequeños campesinos (con indemnización o sin ella) como habrá que hacerlo con los grandes terratenientes. Con respecto a los pequeños campesinos, nuestra misión consistirá, ante todo, en encauzar su producción individual y su propiedad privada hacia un régimen cooperativo, no de un modo violento, sino mediante el ejemplo y ofreciéndoles la ayuda social para este fin. Y entonces es indudable que nos sobrarán medios para hacer ver al campesino todas las ventajas que le dará semejante paso, ventajas que le deben ser explicadas desde ahora"[7] (Engels, El problema agrario en Occidente, ed. de Alexéieva, pág. 17; la trad. rusa contiene errores. Véase el original en Neue Zeit ).
La táctica de la lucha de clases del proletariado
Después de esclarecer, ya en los años 1844-1845, uno de los defectos fundamentales del antiguo materialismo, que consiste en no comprender las condiciones de la actividad revolucionaria práctica, ni apreciar su importancia, Marx consagra, a lo largo de su vida, una intensa atención, a la vez que a los trabajos teóricos, a los problemas tácticos de la lucha de clase del proletariado Todas las obras de Marx, y en particular los cuatro volúmenes de su correspondencia con Engels, publicados en 1913, nos ofrecen a este respecto una documentación copiosísima. Estos documentos distan mucho de estar debidamente recopilados, sistematizados, estudiados y analizados. Por eso tendremos que limitarnos aquí exclusivamente a algunas observaciones muy generales y breves, subrayando que el materialismo, despojado de e s t e aspecto, era justamente para Marx un materialismo a medias, unilateral, sin vida. Marx trazó el objetivo fundamental de la táctica del proletariado en rigurosa consonancia con todas las premisas de su concepción materialista dialéctica del mundo. Sólo considerando en forma objetiva el conjunto de las relaciones mutuas de todas las clases, sin excepción, de una sociedad dada, y teniendo en cuenta, por lo tanto, el grado objetivo de desarrollo de esta sociedad y sus relaciones mutuas y con otras sociedades, podemos disponer de una base que nos permita trazar certeramente la táctica de la clase de vanguardia. A este respecto, todas las clases y todos los países se examinan de un modo dinámico, no estático; es decir, no como algo inmóvil, sino en movimiento (movimiento cuyas leyes emanan de las condiciones económicas de vida de cada clase). A su vez, el movimiento se estudia, no sólo desde el punto de vista del pasado, sino también del porvenir, y, además, no con el criterio vulgar de los "evolucionistas", que sólo ven los cambios lentos, sino dialécticamente: "En desarrollos de tal magnitud, veinte años son más que un día -- escribía Marx a Engels --, aun cuando en el futuro puedan venir días en que estén corporizados veinte años". (Correspondencia, t. III, pág. 127)[8] La táctica del proletariado debe tener presente, en cada grado de desarrollo, en cada momento, esta dialéctica objetivamente inevitable de la historia humana; por una parte, aprovechando las épocas de estancamiento político o de desarrollo a paso de tortuga -- la llamada evolución "pacífica" -- para elevar la conciencia, la fuerza y la capacidad combativa de la clase avanzada, y por otra parte, encauzando toda esta labor de aprovechamiento hacia el "objetivo final" del movimiento de dicha clase capacitándola para resolver prácticamente las grandes tareas de los grandes días "en que estén corporizados veinte años". Sobre esta cuestión hay dos apreciaciones de Marx que tienen gran importancia: una, de la Miseria de la filosofía, se refiere a la lucha económica y a las organizaciones económicas del proletariado; la otra es del Manifiesto Comunista y se refiere a sus tareas políticas. La primera dice así: "La gran industria concentra en un solo lugar una multitud de personas que se desconocen entre sí. La competencia divide sus intereses. Pero la defensa de su salario, es decir, este interés común frente a su patrono, los une en una idea común de resistencia, de coalición [. . .]. Las coaliciones, al principio aisladas, forman grupos y la defensa de sus asociaciones frente al capital, siempre unido, acaba siendo para los obreros más necesaria que la defensa de sus salarios [. . .]. En esta lucha, que es una verdadera guerra civil, se van aglutinando y desarrollando todos los elementos para la batalla futura. Al llegar a este punto, la coalición adquiere un carácter político". He aquí, ante nosotros, el programa y la táctica de la lucha económica y del movimiento sindical para varios decenios, para toda la larga época durante la cual el proletariado prepara sus fuerzas "para la batalla futura". Compárese esto con los numerosos ejemplos que Marx y Engels sacan del movimiento obrero inglés, de cómo la "prosperidad" industrial da lugar a intentos de "comprar al proletariado" (Correspondencia con Engels, t. I, pág. 136)[9] y de apartarlo de la lucha ¡ de cómo esta prosperidad en general "desmoraliza a los obreros" (II, 218); de cómo "se aburguesa" el proletariado inglés y de cómo "la más burguesa de las naciones [Inglaterra], aparentemente tiende a poseer una aristocracia burguesa y un proletariado burgués, además de una burguesía" (II, 290)[10]; de cómo desaparece la "energía revolucionaria" del proletariado inglés (III, 124); de cómo habrá que esperar más o menos tiempo hasta que "los obreros ingleses se libren de su aparente contaminación burguesa" (III, 127); de cómo al movimiento obrero inglés le falta "el ardor de los cartistas [11]" (1866; III, 305)[12]; de cómo los líderes de los obreros ingleses forman un tipo medio entre burgués radical y obrero" (caracterización que se refiere a Holyoake, IV, 209); de cómo, en virtud de la posición monopolista de Inglaterra y mientras subsista este monopolio, "no hay nada que hacer con el obrero inglés" (IV, 433)[13]. La táctica de la lucha económica en relación con la marcha general (y con el desenlace) del movimiento obrero se examina aquí desde un punto de vista admirablemente amplio, universal, dialéctico y verdaderamente revolucionario.
El Manifiesto Comunista establece la siguiente tesis fundamental del marxismo sobre la táctica de la lucha política: "Los comunistas luchan por alcanzar los objetivos e intereses inmediatos de la clase obrera; pero al mismo tiempo defienden también, dentro del movimiento actual, el porvenir de este movimiento". Por eso Marx apoyó en 1848, en Polonia, al partido de la "revolución agraria", es decir, al "partido que hizo en 1846 la insurrección de Cracovia" En Alemania, Marx apoyó en 1843-1849 a la democracia revolucionaria extrema, sin que jamás tuviera que retractarse de lo que entonces dijo en materia de táctica. La burguesía alemana era para él un elemento "inclinado desde el primer instante a traicionar al pueblo [sólo la alianza con los campesinos hubiera permitido a la burguesía alcanzar plenamente sus objetivos] y a llegar a un compromiso con los representantes coronados de la vieja sociedad". He aquí el análisis final hecho por Marx acerca de la posición de clase de la burguesía alemana en la época de la revolución democrático-burguesa. Este análisis es, entre otras cosas, un modelo de materialismo que enfoca a la sociedad en movimiento y, por cierto, no sólo desde el lado del movimiento que mira hacia atrás : ". . . sin fe en sí misma y sin fe en el pueblo; gruñendo contra los de arriba y temblando ante los de abajo; [. . .] empavorecida ante la tempestad mundial; [. . .] sin energía en ningún sentido y plagiando en todos; [. . .] sin iniciativa; [. . .] un viejo maldito que está condenado a dirigir y a desviar, en su propio interés senil, los primeros impulsos juveniles de un pueblo robusto [. . .]" (Nueva Gaceta del Rin, 1848; véase La herencia literaria, t. III, pág. 212)[14]. Unos veinte años después, en carta dirigida a Engels (III, 224), decía Marx que la causa del fracaso de la revolución de 1848 era que la burguesía había preferido la paz con esclavitud a la simple perspectiva de una lucha por la libertad. Al cerrarse el período de la revolución de 1848-1849, Marx se alzó contra los que se empeñaban en seguir jugando a la revolución (lucha contra Schapper y Willich), sosteniendo la necesidad de saber trabajar en la época nueva, en la fase de la preparación, aparentemente "pacífica", de nuevas revoluciones. En el siguiente pasaje, en el que enjuicia la situación alemana en los tiempos de la más negra reacción, en 1856; se muestra en qué sentido pedía Marx que se encauzara esta labor: "Todo el asunto dependerá en Alemania de la posibilidad de cubrir la retaguardia de la revolución proletaria mediante una segunda edición de la guerra campesina" (Correspondencia con Engels, t. II, pág. 108)[15]. Mientras en Alemania no se llevó a término la revolución democrática (burguesa), Marx concentró toda su atención, en lo referente a la táctica del proletariado socialista, en impulsar la energía democrática de los campesinos. Opinaba que la actitud de Lassalle era, "objetivamente, una traición al movimiento obrero en beneficio de Prusia" (III, 210), entre otras cosas porque se mostraba demasiado indulgente con los terratenientes y el nacionalismo prusiano. "En un país agrario -- escribía Engels en 1865, en un cambio de impresiones con Marx a propósito de una proyectada declaración conjunta a la prensa -- es una vileza alzarse únicamente contra la burguesía en nombre del proletariado industrial, olvidando por completo la patriarcal 'explotación a palos' de los obreros agrícolas por parte de la nobleza feudal" (t. III, 217)[16]. En el período de 1864 a 1870, cuando tocaba a su fin la época en que culminó la revolución democrático-burguesa de Alemania, la época en que las clases explotadoras de Prusia y Austria luchaban en torno a los medios para llevar a término esta revolución desde arriba, Marx no sólo condenó la conducta de Lassalle por sus coqueterías con Bismarck, sino que llamó al orden a Liebknecht, que se había dejado ganar por la "austrofilia" y defendía el particularismo. Marx exigía una táctica revolucionaria que combatiese implacablemente tanto a Bismarck como a los austrófilos, una táctica que no se acomodara al "vencedor", al junker prusiano, sino que reanudase inmediatamente la lucha revolucionaria contra él, incluso en la situación creada por las victorias militares de Prusia (Correspondencia con Engels, III, 134, 136, 147, 179, 204, 210, 215, 418, 437, 440-441)[17]. En el famoso llamamiento de la Internacional del 9 de septiembre de 1870, Marx prevenía al proletariado francés contra un alzamiento prematuro; no obstante, cuando éste se produjo, a pesar de todo, en 1871, acogió con entusiasmo la iniciativa revolucionaria de las masas que "tomaban el cielo por asalto" (carta de Marx a Kugelmann). En esta situación, como en muchas otras, la derrota de la acción revolucionaria representaba, desde el punto de vista del materialismo dialéctico que sustentaba Marx, un mal menor en la marcha general y en el desenlace de la lucha proletaria, en comparación con lo que hubiera representado el abandono de las posiciones ya conquistadas, es decir, la capitulación sin lucha. Esta capitulación habría desmoralizado al proletariado y mermado su combatividad. Marx, que apreciaba en todo su valor el empleo de los medios legales de lucha en los períodos de estancamiento político y de dominio de la legalidad burguesa, condenó severamente, en los años de 1877-1878, después de promulgarse la ley de excepción contra los socialistas, las "frases revolucionarias" de Most; pero combatió con no menos energía, tal vez con más vigor, el oportunismo que por entonces se había adueñado temporalmente del partido socialdemócrata oficial, que no había sabido dar pruebas inmediatas de firmeza, decisión, espíritu revolucionario y disposición a pasar a la lucha ilegal en respuesta a la ley de excepción (Cartas de Marx a Engels, IV, 397, 404, 418, 422 y 424.[18] Véanse también las cartas a Sorge).
En julio de este año se cumple el 100 aniversario de Ted Grant, un revolucionario comunista convencido que defendió y continuó las ideas de Marx, Engels, Lenin y Trotsky. En momentos como el actual, en los cuales el capitalismo se encuentra en una de sus peores crisis, es necesario retomar y estudiar las ideas del marxismo para armarnos de herramientas que nos permitan asestar el golpe final a un sistema decadente y dar paso a una nueva sociedad, un sociedad superior, el socialismo.
Desde la Corriente Marxista Revolucionaria y la Fundación Federico Engels, esta última la editorial que publicó la totalidad de sus obras, publicamos esta pequeña biografía en homenaje al gran revolucionario e invitamos a todos los jóvenes y trabajadores de izquierda a leer su obra, disponible en las librerías de la Fundación Federico Engels, y a integrarse a la lucha por una sociedad más justa, una sociedad socialista.
Link:http://www.youtube.com/watch?v=06XG9LraG5c&feature=youtu.be
La controversia entre el marxismo y el anarquismo no es algo nuevo. Existe mucho material escrito por los propios clásicos (Marx, Engels, Lenin y Trotsky por un lado y Proudhom, Bakunin, Kropotkin y Malatesta por otro) y a él remitimos a todos los que quieran profundizar más en el tema. Pero si algún sentido tiene ahora un material sobre el anarquismo desde el punto de vista del marxismo revolucionario, es para situarlo en el contexto actual de la lucha de clases. Por esta razón, en la polémica con los seguidores del anarquismo, los marxistas empezamos por plantear los siguientes interrogantes: ¿Se puede derrocar el capitalismo y el Estado que lo sostiene? ¿Cómo? ¿Con qué fuerzas? ¿Con qué métodos? ¿Qué papel juegan los partidos y cuál debe ser nuestra posición, como revolucionarios, hacia ellos? ¿Y hacia los sindicatos, hacia las elecciones, hacia el parlamento? ¿Qué reivindicaciones debemos defender y cuáles combatir? Viejas preguntas que están en la cabeza de miles de jóvenes y trabajadores que se aproximan ahora a la participación consciente en la lucha.
Este 1 de Mayo en la ciudad de Puebla la Fundación Federico Engels y los compañeros del Periódico Marxista Militante fueron agredidos políticamente por el ayuntamiento de la ciudad de puebla. A nuestros compañeros les fueron confiscados todos los materiales (libros, periódicos, volantes, etc) que se serían usados para difundir en la tradicional movilización que se realizaría en esa ciudad.
El gobierno panista local ha actuado conforme a sus principios políticos atacando al movimiento obrero y en esta ocasión en particular a nuestra organización. Por ello hemos respondido con una campaña de agitación logrando la solidaridad de cientos de compañeros y organizaciones. El mensaje para el gobierno local es muy claro: los trabajadores no aceptamos la lógica represiva.
Publicamos una parte de las firmas que de apoyo que hemos recibido y que ya reenviamos al gobierno panista de la ciudad.
Te invitamos a que firmes la resolución y nos apoyes en esta lucha contra el gobierno de derechas panista de la ciudad de Puebla.
Este mes se cumple el aniversario del inicio de la Revolución de los Claveles que sacudió Portugal en 1974-75. Las conmemoraciones oficiales de este año tendrán seguramente un carácter muy distinto al de las últimas tres décadas. Los discursos oficiales se verán contrarrestados por la enorme fuerza con la que resurge en Portugal la memoria del 25 de Abril, cuyo legado revolucionario están recuperando los trabajadores portugueses para hacer frente a la verdadera catástrofe social que supone la política de recortes impuesta por la derecha y la UE.
La gran peculiaridad de la revolución portuguesa fue que tuvo como punto de arranque un golpe gestado dentro del ejército contra el gobierno de la dictadura. Sin embargo, el Movimiento de la Fuerzas Armadas (MFA) que lo organizó y que agrupaba sobre todo a los mandos intermedios del ejército, no surge por casualidad, fue un reflejo del giro hacia la izquierda de un amplio sector de las capas medias al calor del ascenso de la lucha obrera, de la oposición generalizada a la dictadura y del impasse de la guerra colonial que Portugal mantenía en África.
Desde 1969 Portugal vivía un imparable ascenso de las luchas sociales, empezando por el movimiento huelguístico, que recibió un fuerte impulso con la constitución en 1970 de la Intersindical, una central sindical que el régimen no tenía más remedio que tolerar y que estaba fuertemente influida por el Partido Comunista Portugués. También la lucha contra la carestía de la vida y la escasez de vivienda, consecuencia directa de que los gastos militares devoraban nada menos que el 40% del presupuesto estatal, movilizaba a los vecinos de los barrios populares, que incluso se atrevían a ensayar las primeras ocupaciones de viviendas.
La guerra colonial que obligaba a cumplir un servicio militar de cuatro años, de los que dos se pasaban en África, ponía en pie de guerra a amplísimas capas de la juventud, que inevitablemente trasladaban a los cuarteles el ambiente de protesta y politización de los centros de estudio.
La desbordante iniciativa de las masas
Desde el primer instante se puso de manifiesto una de las principales características de la revolución portuguesa: la iniciativa de las masas populares desbordó ampliamente los límites que los dirigentes del proceso, ya fueran el MFA o los dirigentes de las organizaciones políticas y sindicales de la izquierda.
En las primeras horas del día 25 la liberación de presos políticos, los asaltos a las comisarías o la confraternización con los soldados en las calles indicaban que se había abierto la espita a las reivindicaciones populares. La lucha de clases pasó bruscamente a primer plano y desbordó todos los intentos de la burguesía por contenerla.
En los siguientes días el proceso se aceleró. Se extendieron las huelgas políticas —que, además de reivindicaciones laborales, exigían la readmisión de los sindicalistas despedidos y la depuración de los directivos con vínculos con el fascismo— y la supervisión por parte de los trabajadores de la actividad económica en bancos y grandes empresas, íntimamente vinculados a la dictadura. En las colonias la guerra finalizó espontáneamente, y soldados y guerrilleros confraternizaron.
Las grandes conquistas de la revolución fueron iniciativas directas de los trabajadores, que, a pesar de que la política de los dirigentes del PCP y el PS en modo alguno contemplaba la transición al socialismo, fueron capaces de construir sus propios órganos de poder (las Comisiones de Trabajadores, Campesinos, Soldados y Vecinos), impusieron el control obrero en las empresas, y finalmente, mediante una ola de ocupaciones, forzaron al gobierno a nacionalizar la banca, la tierra y la inmensa mayoría de las empresas privadas. Cada intentona de la burguesía por descarrilar la revolución era seguida por un enérgico salto adelante de los trabajadores, hasta el punto de que en marzo de 1975, tras un intento de golpe de Estado militar reaccionario, se nacionalizaron todos los sectores estratégicos de la economía, incluida la banca.
¿Por qué no triunfó el socialismo?
En estas condiciones ¿cómo se explica que la revolución no consiguiera consolidarse y que a partir de marzo entrara en una situación de parálisis hasta que una maniobra surgida en el interior del Ejército le puso fin ocho meses después?
Una razón fundamental reside en la supervivencia del Estado burgués. Porque, a pesar de los extraordinarios avances de los trabajadores, sus órganos de poder —las Comisiones— se mantuvieron a la sombra del aparato de Estado y no fueron capaces de sustituirlo.
La principal responsabilidad de esta situación recae en la perspectiva reformista de las dos grandes fuerzas de la izquierda. La visión etapista del PCP que planteaba la imposibilidad del socialismo y la necesidad de limitar la obra revolucionaria a la culminación de las tareas de la revolución democrática, evitó que el objetivo de construir un auténtico Estado obrero, basado en el poder directo de la clase, se plantease en el seno del movimiento revolucionario. La dirección del PS adoptó, en la práctica, una posición cada vez más conservadora, allanando el terreno de la reacción.
Que la izquierda controlase la cúpula de las fuerzas armadas, como en algún momento ocurrió en Portugal, en modo alguno equivalía a haber tomado el poder del estado. Inevitablemente, su estructura y su funcionamiento chocaba con los Consejos de Soldados en los cuarteles y con los Consejos de Trabajadores en las numerosas empresas nacionalizadas cuyos nuevos directivos eran militares.
En la medida en que la clase obrera avanzaba, su presión llegaba al Ejército a través de los soldados revolucionarios organizados en Consejos, y reforzaba y radicalizaba al sector de izquierdas del MFA. Pero la parálisis de la economía después del fracaso del Plan Trienal de febrero de 1975, un Plan que pretendía impulsar la producción evitando medidas de planificación socialista, y que era para la clase obrera totalmente insuficiente y para la burguesía completamente inaceptable, minó poco a poco la fuerza de la izquierda militar y abrió el camino a que la burguesía recuperase el poder desde el interior del propio MFA.
Carente de una dirección revolucionaria capaz de formular con claridad las tareas que la situación demandaba, la energía de la clase trabajadora no se canalizó hacia la constitución de un Estado obrero. Hasta el último momento la clase obrera peleó duro por consolidar la revolución. Apenas unos días antes del golpe contrarrevolucionario del 25 de noviembre de 1975, mediante el cual los sectores más a la izquierda del ejército fueron destituidos de sus posiciones de mando, los trabajadores del sector de la construcción protagonizaron una durísima huelga, en el curso de la cual cercaron durante 36 horas a la Asamblea Constituyente, sin dejar a los diputados abandonar el edificio. El gobierno fue incapaz de ejercer la represión, ya que el sector más avanzado de los soldados había roto abiertamente la disciplina en los cuarteles y se preparaba para la defensa armada de la revolución.
El factor decisivo de la dirección
Pero a pesar de estos estallidos de entusiasmo, una parte significativa de la clase obrera y, especialmente, de los sectores medios estaban exhaustos. La falta de resultados visibles después de meses de intensa lucha, unida al efecto desmoralizador de los encarnizados y violentos enfrentamientos entre militantes del PS y del PCP, prepararon el terreno al reestablecimiento de la normalidad institucional burguesa. La ausencia de dirección revolucionaria jugó de nuevo un papel decisivo. La derecha no se impuso gracias a una fuerza de la que carecía. Se impuso porque la ausencia de una dirección revolucionaria paralizó completamente a los trabajadores. El golpe contrarrevolucionario se gestó a la vista de todos, coordinado por el gobierno presidido por el almirante Pinheiro de Azevedo, del que formó parte hasta el último momento el PCP, que, carente de una perspectiva y de una estrategia consecuentemente revolucionaria, fue incapaz de cumplir con su misión histórica.
Pero el final del proceso revolucionario adoptó la forma de una “contrarrevolución democrática”. Las grandes conquistas de la revolución, incluidas las nacionalizaciones, se mantuvieron durante largo tiempo. Las colectivizaciones agrarias, por ejemplo, se mantuvieron prácticamente intactas hasta 1986, cuando el ingreso de Portugal en la UE propició su progresivo desmantelamiento.
Si alguna lección se desprende de los acontecimientos portugueses, es la constatación de la necesidad de un partido revolucionario armado con las ideas del marxismo. A pesar de que la burguesía portuguesa carecía por sí misma de la fuerza necesaria para aplastar a los trabajadores, los errores, vacilaciones y carencias de las fuerzas de izquierda le sirvieron de punto de apoyo para llevar la revolución a una situación de parálisis desde la que pudo reconstruir progresivamente su poder. Por eso, el estudio de la revolución portuguesa es una tarea ineludible para todos los revolucionarios que enfrentamos hoy la peor crisis de la historia del capitalismo.
Fecha: 12 de Abril de 2013
OTROS ARTÍCULOS SOBRE LA REVOLUCIÓN DE LOS CLAVELES
Este texto es una de las obras maestras de marxismo, desde la Fundación Federico Engels invitamos a todos los trabajadores y jóvenes a que se acerque a este texto y con su lectura podamos armarnos de muchas más ideas que nos permitan enfrentar las tareas de la lucha actual contra la miseria y la explotación del régimen capitalista encabezado por Enrique Peña Nieto.
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Prólogo de León Trotsky:
En los dos primeros meses del año 1917 reinaba todavía en Rusia la dinastía de los Romanov. Ocho meses después estaban ya en el timón los bolcheviques, un partido ignorado por casi todo el mundo a principios de año y cuyos jefes, en el momento mismo de subir al poder, se hallaban aún acusados de alta traición. La historia no registra otro cambio de frente tan radical, sobre todo si se tiene en cuenta que estamos ante una nación de ciento cincuenta millones de habitantes. Es evidente que los acontecimientos de 1917, sea cual fuere el juicio que merezcan, son dignos de ser investigados.
La historia de la revolución, como toda historia, debe, ante todo, relatar los hechos y su desarrollo. Mas esto no basta. Es menester que del relato se desprenda con claridad por qué las cosas sucedieron de ese modo y no de otro. Los sucesos históricos no pueden considerarse como una cadena de aventuras ocurridas al azar ni engarzarse en el hilo de una moral preconcebida, sino que deben someterse al criterio de las leyes que los gobiernan. El autor del presente libro entiende que su misión consiste precisamente en sacar a la luz esas leyes.
El rasgo característico más indiscutible de las revoluciones es la intervención directa de las masas en los acontecimientos históricos. En tiempos normales, el Estado, sea monárquico o democrático, está por encima de la nación; la historia corre a cargo de los especialistas de este oficio: los monarcas, los ministros, los burócratas, los parlamentarios, los periodistas. Pero en los momentos decisivos, cuando el orden establecido se hace insoportable para las masas, éstas rompen las barreras que las separan de la palestra política, derriban a sus representantes tradicionales y, con su intervención, crean un punto de partida para el nuevo régimen. Dejemos a los moralistas juzgar si esto está bien o mal. A nosotros nos basta con tomar los hechos tal como nos los brinda su desarrollo objetivo. La historia de las revoluciones es para nosotros, por encima de todo, la historia de la irrupción violenta de las masas en el gobierno de sus propios destinos.
Cuando en una sociedad estalla la revolución, luchan unas clases contra otras, y, sin embargo, es de una innegable evidencia que las modificaciones por las bases económicas de la sociedad y el sustrato social de las clases desde que comienza hasta que acaba no bastan, ni mucho menos, para explicar el curso de una revolución que en unos pocos meses derriba instituciones seculares y crea otras nuevas, para volver en seguida a derrumbarlas. La dinámica de los acontecimientos revolucionarios se halla directamente informada por los rápidos tensos y violentos cambios que sufre la sicología de las clases formadas antes de la revolución.
La sociedad no cambia nunca sus instituciones a medida que lo necesita, como un operario cambia sus herramientas. Por el contrario, acepta prácticamente como algo definitivo las instituciones a que se encuentra sometida. Pasan largos años durante los cuales la obra de crítica de la oposición no es más que una válvula de seguridad para dar salida al descontento de las masas y una condición que garantiza la estabilidad del régimen social dominante; es, por ejemplo, la significación que tiene hoy la oposición socialdemócrata en ciertos países. Han de sobrevenir condiciones completamente excepcionales, independientes de la voluntad de los hombres o de los partidos, para arrancar al descontento las cadenas del conservadurismo y llevar a las masas a la insurrección.
Por tanto, esos cambios rápidos que experimentan las ideas y el estado de espíritu de las masas en las épocas revolucionarias no son producto de la elasticidad y movilidad de la psiquis humana, sino al revés, de su profundo conservadurismo. El rezagamiento crónico en que se hallan las ideas y relaciones humanas con respecto a las nuevas condiciones objetivas, hasta el momento mismo en que éstas se desploman catastróficamente, por decirlo así, sobre los hombres, es lo que en los períodos revolucionarios engendra ese movimiento exaltado de las ideas y las pasiones que a las mentalidades policiacas se les antoja fruto puro y simple de la actuación de los «demagogos». Las masas no van a la revolución con un plan preconcebido de la sociedad nueva, sino con un sentimiento claro de la imposibilidad de seguir soportando la sociedad vieja. Sólo el sector dirigente de cada clase tiene un programa político, programa que, sin embargo, necesita todavía ser sometido a la prueba de los acontecimientos y a la aprobación de las masas. El proceso político fundamental de una revolución consiste precisamente en que esa clase perciba los objetivos que se desprenden de la crisis social en que las masas se orientan de un modo activo por el método de las aproximaciones sucesivas. Las distintas etapas del proceso revolucionario, consolidadas pro el desplazamiento de unos partidos por otros cada vez más extremos, señalan la presión creciente de las masas hacia la izquierda, hasta que el impulso adquirido por el movimiento tropieza con obstáculos objetivos. Entonces comienza la reacción: decepción de ciertos sectores de la clase revolucionaria, difusión del indeferentismo y consiguiente consolidación de las posiciones adquiridas por las fuerzas contrarrevolucionarias. Tal es, al menos, el esquema de las revoluciones tradicionales.
Sólo estudiando los procesos políticos sobre las propias masas se alcanza a comprender el papel de los partidos y los caudillos que en modo alguno queremos negar. Son un elemento, si no independiente, sí muy importante, de este proceso. Sin una organización dirigente, la energía de las masas se disiparía, como se disipa el vapor no contenido en una caldera. Pero sea como fuere, lo que impulsa el movimiento no es la caldera ni el pistón, sino el vapor.
Son evidentes las dificultades con que tropieza quien quiere estudiar los cambios experimentados por la conciencia de las masas en épocas de revolución. Las clase oprimidas crean la historia en las fábricas, en los cuarteles, en los campos, en las calles de la ciudad. Mas no acostumbran a ponerla por escrito. Los períodos de tensión máxima de las pasiones sociales dejan, en general, poco margen par ala contemplación y el relato. Mientras dura la revolución, todas las musas, incluso esa musa plebeya del periodismo, tan robusta, lo pasan mal. A pesar de esto, la situación del historiador no es desesperada, ni mucho menos. Los apuntes escritos son incompletos, andan sueltos y desperdigados. Pero, puestos a la luz de los acontecimientos, estos testimonios fragmentarios permiten muchas veces adivinar la dirección y el ritmo del proceso histórico. Mal o bien, los partidos revolucionarios fundan su técnica en la observación de los cambios experimentados por la conciencia de las masas. La senda histórica del bolchevismo demuestra que esta observación, al menos en sus rasgos más salientes, es perfectamente factible. ¿Por qué lo accesible al político revolucionario en el torbellino de la lucha no ha de serlo también retrospectivamente al historiador?
Sin embargo, los procesos que se desarrollan en la conciencia de las masas no son nunca autóctonos ni independientes. Pese a los idealistas y a los eclécticos, la conciencia se halla determinada por la existencia. Los supuestos sobre los que surgen la Revolución de Febrero y su suplantación por la de Octubre tienen necesariamente que estar informados por las condiciones históricas en que se formó Rusia, por su economía, sus clases, su Estado, por las influencias ejercidas sobre ella por otros países. Y cuanto más enigmático nos parezca el hecho de que un país atrasado fuera el primero en exaltar al poder al proletariado, más tenemos que buscar la explicación de este hecho en las características de ese país, o sea en lo que le diferencia de los demás.
En los primeros capítulos del presente libro esbozamos rápidamente la evolución de la sociedad rusa y de sus fuerzas intrínsecas, acusando de este modo las peculiaridades históricas de Rusia y su peso específico. Confiamos en que el esquematismo de esas páginas no asustará al lector. Más adelante, conforme siga leyendo, verá a esas mismas fuerzas sociales vivir y actuar.
Este trabajo no está basado precisamente en los recuerdos personales de su autor. El hecho de que éste participara en los acontecimientos no le exime del deber de basar su estudio en documentos rigurosamente comprobados. El autor habla de sí mismo allí donde la marcha de los acontecimientos le obliga a hacerlo, pero siempre en tercera persona. Y no por razones de estilo simplemente, sino porque el tono subjetivo que en las autobiografías y en las memorias es inevitable sería inadmisible en un trabajo de índole histórica.
Sin embargo, la circunstancia de haber intervenido personalmente en la lucha permite al autor, naturalmente, penetrar mejor, no sólo en la sicología de las fuerzas actuantes, las individuales y las colectivas, sino también en la concatenación interna de los acontecimientos. Mas para que esta ventaja dé resultados positivos, precisa observar una condición, a saber: no fiarse a los datos de la propia memoria, y esto no sólo en los detalles, sino también en lo que respecta a los motivos y a los estados de espíritu. El autor cree haber guardado este requisito en cuanto de él dependía.
Todavía hemos de decir dos palabras acerca de la posición política del autor, que en función de historiador, sigue adoptando el mismo punto de vista que adoptaba en función de militante ante los acontecimientos que relata. El lector no está obligado, naturalmente, a compartir las opiniones políticas del autor, que éste, por su parte, no tiene tampoco por qué ocultar. Pero sí tiene derecho a exigir de un trabajo histórico que no sea precisamente la apología de una posición política determinada, sino una exposición, internamente razonada, del proceso real y verdadero de la revolución. Un trabajo histórico sólo cumple del todo con su misión cuando en sus páginas los acontecimientos se desarrollan con toda su forzosa naturalidad.
¿Mas tiene esto algo que ver con la que llaman «imparcialidad» histórica? Nadie nos ha explicado todavía claramente en qué consiste esa imparcialidad. El tan citado dicho de Clemenceau de que las revoluciones hay que tomarlas o desecharlas en bloc es, en el mejor de los casos, un ingenioso subterfugio: ¿cómo es posible abrazar o repudiar como un todo orgánico aquello que tiene su esencia en la escisión? Ese aforismo se lo dicta a Clemenceau, por una parte, la perplejidad producida en éste por el excesivo arrojo de sus antepasados, y, por otra, la confusión en que se halla el descendiente ante sus sombras.
Uno de los historiadores reaccionarios, y, por tanto, más de moda en la Francia contemporánea, L. Madelein, que ha calumniado con palabras tan elegantes a la Gran Revolución, que vale tanto como decir a la progenitora de la nación francesa, afirma que «el historiador debe colocarse en lo alto de las murallas de la ciudad sitiada, abrazando con su mirada a sitiados y sitiadores»; es, según él, la única manera de conseguir una «justicia conmutativa». Sin embargo, los trabajos de este historiador demuestran que si él se subió a lo alto de las murallas que separan a los dos bandos, fue, pura y simplemente, para servir de espía a la reacción. Y menos mal que en este caso se trata de batallas pasadas, pues en épocas de revolución es un poco peligroso asomar la cabeza sobre las murallas. Claro está que, en los momentos peligrosos, estos sacerdotes de la «justicia conmutativa» suelen quedarse sentados en casa esperando a ver de qué parte se inclina la victoria.
El lector serio y dotado de espíritu crítico no necesita de esa solapada imparcialidad que le brinda la copa de la conciliación llena de posos de veneno reaccionario, sino de la metódica escrupulosidad que va a buscar en los hechos honradamente investigados, apoyo manifiesto para sus simpatías o antipatías disfrazadas, a la contrastación de sus nexos reales, al descubrimiento de las leyes por que se rigen. Ésta es la única objetividad histórica que cabe, y con ella basta, pues se halla contrastada y confirmada, no por las buenas intenciones del historiador de que él mismo responde, sino por las leyes que rigen el proceso histórico y que él se limita a revelar.
Para escribir este libro nos han servido de fuentes numerosas publicaciones periódicas, diarios y revistas, memorias, actas y otros materiales, en parte manuscritos y, principalmente, los trabajos editados por el Instituto para la Historia de la Revolución en Moscú y Leningrado. Nos ha parecido superfluo indicar en el texto las diversas fuentes, ya que con ello no haríamos más que estorbar la lectura. Entre las antologías de trabajos históricos hemos manejado my en particular los dos tomos de los Apuntes para la Historia de la Revolución de Octubre (Moscú-Leningrado, 1927). Escritos por distintos autores, los trabajos monográficos que forman estos dos tomos no tienen todos el mismo valor, pero contienen, desde luego, abundante material de hechos.
Cronológicamente nos guiamos en todas las fechas por el viejo calendario, rezagado en trece fechas, como se sabe, respecto al que regía en el resto del mundo y hoy rige también en los Soviets. El autor no tenía más remedio que atenerse al calendario que estaba en vigor durante la revolución. Ningún trabajo le hubiera costado, naturalmente, trasponer las fechas según el cómputo moderno. Pero esta operación, eliminando unas dificultades, habría creado otras de más monta. El derrumbamiento de la monarquía pasó a la historia con el nombre de Revolución de Febrero. Sin embargo, computando la fecha por el calendario occidental, ocurrió en marzo. La manifestación armada que se organizó contra la política imperialista del gobierno provisional figura en la historia con el nombre de «jornadas de abril», siendo así que, según el cómputo europeo, tuvo lugar en mayo. Sin detenernos en otros acontecimientos y fechas intermedios, haremos notar, finalmente, que la Revolución de Octubre se produjo, según el calendario europeo, en noviembre. Como vemos, ni el propio calendario se puede librar del sello que estampan en él los acontecimientos de la Historia, y al historiador no le es dado corregir las fechas históricas con ayuda de simples operaciones aritméticas. Tenga en cuenta el lector que antes de derrocar el calendario bizantino, la revolución hubo de derrocar las instituciones que a él se aferraban.
L. TROTSKI
Prinkipo
Con el 99,17% de los votos contados el Consejo Nacional Electoral (CNE) anunciaba los resultados de las elecciones presidenciales del 14 de Abril. Nicolás Maduro, candidato de las fuerzas revolucionarias agrupadas en el PSUV y el Gran Polo Patriótico, se imponía con 7.559.349 votos (50,75%) frente a 7.296.876 (48,98%) del candidato contrarrevolucionario Enrique Capriles Radonsky. La participación fue del 79,8%, ligeramente inferior a la de las últimas presidenciales del 7 de Octubre de 2012.
Movilizar y armar a la milicia y al pueblo para derrotar la ofensiva fascista
Capriles se ha negado a aceptar su derrota y ha llamado a la desestabilización. A lo largo del día lunes, grupos fascistas de oposición han atacado locales del PSUV, Centros de Diagnóstico Integral (CDI) y otros servicios públicos y hasta el momento cuatro militantes del PSUV han sido asesinados.
La primera conclusión de las elecciones del 14-A (y la primera tarea para los revolucionarios) es defender la voluntad mayoritaria del pueblo, expresada en la victoria de Nicolás Maduro. Debemos movilizarnos masivamente en la calle para derrotar este nuevo intento de la contrarrevolución de torcer y desconocer la voluntad popular. Hacer la más mínima concesión al chantaje contrarrevolucionario, mostrarse tibios o dubitativos con sus maniobras desestabilizadoras, amenazas y agresiones sería un grave error. Toda la experiencia histórica demuestra que a los fascistas hay que pararlos de raíz y mediante la acción consciente y la movilización y organización de la clasee obrera y el pueblo.
Como plantea el volante editado por la CMR, “es necesario armar a la milicia, la clase obrera y al pueblo” para proteger los locales y conquistas de la revolución de la arremetida fascista y defender la revolución. Junto a ello es necesario tomar medidas decisivas para derrotar la guerra económica que, como en repetidas ocasiones ha denunciado Nicolás Maduro, la burguesía viene organizando desde hace tiempo contra el pueblo. El primer objetivo de esta guerra económica era desmoralizar a sectores de las masas para provocar un resultado lo más ajustado posible el 14-A y pasar a la ofensiva contra la revolución, como están intentando ahora.
Esta es la segunda conclusión de la jornada electoral del 14-A: debemos analizar los resultados electorales, más ajustados de lo esperado, para sacar las conclusiones prácticas necesarias y cambiar la tendencia de los últimos años, en la que la diferencia en votos entre la revolución y la contrarrevolución se ha acortado de forma alarmante. Esto es más urgente y necesario si cabe a causa de lo inesperado de estos resultados para millones de activistas y militantes revolucionarios ya que, en las movilizaciones de calle de fin de campaña de oposición y chavismo la diferencia en cuanto a capacidad de movilización popular fue claramente favorable a la revolución.
¿Por qué varios millones que votaron chavista en anteriores elecciones se abstienen o votan por la oposición?
Los marxistas de la CMR hemos venido explicando desde la derrota en el referéndum de la reforma constitucional y en todas las elecciones posteriores que no es una política revolucionaria cerrar los ojos ante el hecho de que la diferencia electoral entre revolución y contrarrevolución se ha venido acortando, y que lo más alarmante de ello es que esta tendencia se producía allí donde el PSUV y el resto de fuerzas revolucionarias tenemos nuestra base social: en los barrios obreros y populares.
Esta tendencia, que en el referéndum de la reforma 2007 se expresó fundamentalmente en que alrededor de tres millones de votos chavistas se iban a la abstención, se ha agravado en estos últimos años y especialmente durante los últimos meses. Una parte significativa de los votos desencantados con la revolución ya no sólo van a la abstención sino que votan por la oposición. Esto representa un grave peligro, reversible, pero que exige reconocer claramente el problema y dar un giro drástico a la izquierda para buscarle solución.
Desde el 7 de Octubre la contrarrevolución gana 705.572 votos mientras el apoyo al candidato de la revolución se recorta en 631.783. Las causas de esta erosión en el apoyo electoral a la revolución no es la movilización de la clase media ni mucho menos que haya 7 millones de contrarrevolucionarios sino que un sector creciente de las masas que en otros momentos votó por Chávez y la revolución (y seguramente un sector también significativo de nuevos votantes), cansados de que no se resuelvan toda una serie de graves problemas, ha empezado a caer en el escepticismo, el desencanto y la desmoralización. Una parte de este electorado, sobre todo el más joven, no recuerda ya la IV República e incluso ve muy lejano el golpe de abril de 2002. Ha vivido buena parte de su vida consciente bajo la revolución y responsabilizan al gobierno bolivariano de lacras capitalistas que lamentablemente se mantienen, como la inseguridad, la inflación o la corrupción.
Aunque en estos 14 años de revolución ha habido avances indudables en la reducción de la pobreza, la ampliación de la asistencia sanitaria o la educación publica y otros muchos aspectos, la mayoría de estos avances no se han culminado todavía en una solución definitiva y concluyente a los problemas citados. Las conquistas de la revolución, innegables, siguen estando muy lejos de lo que las masas esperan y necesitan. La desmoralización e impaciencia que esto produce se ve agravada por el discurso triunfalista de la mayoría de dirigentes y los medios de comunicación del estado. Se ha hecho habitual decir que vivimos en socialismo, cuando sufrimos muchas de las lacras del capitalismo: inflación y subida de precios, desabastecimiento, tercerización en el puesto de trabajo, corrupción, inseguridad…En realidad, la transición del capitalismo al socialsmo, que sólo puede iniciarse con la expropiación de los medios de producción y la sustitución del estado burgués por un genuino estado revolucionario dirigido por los trabajadores y el pueblo, ni siquiera ha comenzado.
La inflación y el desabastecimiento que generan el capitalismo y la burocracia suponen un golpe a la moral de las masas
El problema de la inflación y las subidas de precios ha tenido, con toda seguridad, un impacto decisivo en los resultados electorales del 14-A. En febrero, a escasos meses de las elecciones, el gobierno devaluó el bolívar nuevamente, esta vez un 45%. Con ello buscaba convertir los dólares del ingreso petrolero en más bolívares que permitiesen mantener el gasto publico sin tener ni que afrontar ni recortes sociales (que es lo que está haciendo la derecha en todo el mundo y lo que haría antes o después Capriles, a pesar de sus cínicas promesas y mentiras si llegase al poder) ni nacionalizar bajo control obrero y popular la banca y grandes empresas (que es lo que, como marxistas del PSUV, pensamos nosotros que se debería hacer, y por lo que seguiremos luchando).
El resultado de la devaluación –como también explicamos los marxistas que pasaría- ha sido un incremento espectacular de los precios que se une a los que ya se vienen acumulando durante los últimos años. De 2010 a hoy la inflación ha acumulado más de un 100% de incremento que en el caso de los alimentos básicos es aún mayor. Las cifras oficiales intentan obviar esta realidad incluyendo los precios subvencionados del MERCAL o PDVAL, pero estos no llegan a sectores muy amplios de la población o lo hacen insuficientemente. Las declaraciones de ministros y dirigentes del PSUV diciendo que la devaluación no significaría subidas de precios, cuando los precios de distintos bienes y productos ya habían subido hasta un 40 o 50%, han alejado aún más a un sector ya descontento y desanimado de las masas populares que en otros momentos nos votaba y esta vez, cansado y molesto, se abstuvo o votó a la oposición.
Mientras no se establezca el monopolio estatal del comercio exterior, de modo que sea el estado -bajo el control de los trabajadores y el pueblo- quien se encargue de exportar e importar todos los productos será imposible poner coto a la especulación. A ello hay que unir la estatización de la banca y las grandes empresas y la sustitución del actual estado por otro basado en el control de los trabajadores, la elegibilidad y revocabilidad de los cargos y que ninguno cobre más que el salario de un obrero cualificado. De este modo se garantizaría que se incrementan los ingresos del estado y que los gastos son de verdad los que el pueblo y la revolución necesitamos y no los que la corrupción e ineficiencia de la burocracia generan.
Junto al problema de la inflación el del desabastecimiento (que ya jugara un papel importante en la derrota del referéndum de la reforma constitucional en 2007) ha vuelto a hacerse notar. El propio Nicolás Maduro denunció este sabotaje.“La burguesía comercial está pretendiendo una especie de guerra económica contra el pueblo, y una de sus estrategias es provocar el desabastecimiento de productos básicos” (AVN, 01/02/13) Ante esta situación planteó correctamente que la defensa de la soberanía alimentaria es “una tarea de miles, de millones y todos tenemos que estar interesados sinceramente en que los venezolanos tengamos alimentos de calidad y que nadie sabotee la alimentación y la vida de nuestro pueblo” (AVN, 02/02/13) Pero hasta el momento no se han tomado medidas decisivas contra este saboteo de la oligarquía.
A todos los problemas mencionados se unen otros como los altos índices de inseguridad ,especialmente en los barrios (resultado de que la pobreza y las desigualdades -aunque reducidas durante estos últimos años- siguen golpeando a amplios sectores de las masas). La corrupción, la tercerización o el déficit habitacional también han sido utilizados demagógicamente con éxito en su campaña por la oposición.
Los límites y contradicciones de las políticas reformistas
Este último punto, la vivienda, es bastante significativo acerca de esto que decimos de que incluso los avances que ha llevado a cabo la revolución son insuficientes en relación a las necesidades de las masas y el desastre generado por el parasitismo de los capitalistas venezolanos. Por primera vez a lo largo de estos 13 años de revolución, la Gran Misión Vivienda ha construido una cantidad significativa de viviendas: alrededor de 400.000 en los últimos dos años. Sin embargo, el déficit habitacional acumulado es tan grande (se habla de hasta 3 millones de viviendas o más) que, pese al esfuerzo realizado, millones de personas siguen viviendo hacinados en ranchos o viviendas en condiciones precarias o peligrosas, obligados a alquilar a precios desorbitados habitaciones (ni siquiera apartamentos enteros), etc.
A ello se une que la construcción de viviendas se está realizando de la mano de un sector privado, nacional o generalmente extranjero, de supuestos “países amigos” como Bioelorrusia, China, Irán que actúan como siempre hacen los empresarios, sean de donde sean: buscando el máximo beneficio sin importarle nada más. Otro factor que genera descontento son las dudas y falta de transparencia y control por parte de los afectados sobre los mecanismos que permiten acceder a esas viviendas. Todo ello genera una lógica impaciencia y malestar entre sectores que llevan años esperando que la revolución solucione su problema habitacional pero a día de hoy siguen habitando el mismo lugar que al principio de la revolución y sin una solución definitiva y a corto plazo.
El problema de la vivienda sólo se puede solucionar acelerando la construcción de viviendas por parte del estado a través de una gran empresa pública de construcción (idea propuesta por el propio presidente Chávez en 2010) que funcione bajo control de sus trabajadores, donde se integren todas las fases constructivas desde la elaboración de los proyectos hasta la construcción final, actuando en colaboración directa con los consejos comunales y coordinando con las empresas públicas fabricantes de materiales de construcción, que también deberían pasar al control de los trabajadores que laboran en ellas. Esto, además de mejorar los rendimientos de construcción y abaratar los costos de las viviendas, permitiría reactivar la economía sobre bases reales. A lo anterior habría que acompañarlo con otras medidas decisivas como la expropiación de la banca y las grandes empresas que aún se encuentran en manos de los capitalistas.
Lo mismo que afirmábamos anteriormente en relación al déficit habitacional puede decirse de la tercerización. La aprobación de la nueva Ley Organica del Trabajo generó expectativas de que este y otros problemas que sufrimos los trabajadores empezasen a encontrar solución. Finalmente, como también explicamos, aunque la LOTTT incluye toda una serie de avances (como el de prohibir la tercerización y otros) el problema es que, además de que no recoge toda otra serie de reivindicaciones importantes, se planteó un año de plazo para que muchos de los aspectos más favorables a los trabajadores sean aplicados. Pero incluso el cumplimiento de esos aspectos no está claro ya que mientras se mantenga la propiedad de las empresas en manos capitalistas y el estado no esté dirigido por los trabajadores y el pueblo sino por la burocracia, los empresarios y los propios presidentes, directores y gerentes que dirigen muchas empresas e instituciones públicas incumplen la Ley del Trabajo.
Junto a todo lo dicho, otro de los aspectos que más daño están haciendo a la revolución, y que ha tenido un efecto importante sobre la moral de sectores que votaban chavista, es la política antiobrera y antisindical que aplican en muchas empresas públicas o nacionalizadas gerentes y directores que se visten de rojo y se dicen revolucionarios o socialistas, así como la propia burocracia del Ministerio e Inspectorías de Trabajo. Casos como el de MMC, donde se despide a los trabajadores y se falla a favor de la multinacional son cada vez más la norma y no la excepción.
A todo lo anterior se une la lacra de la corrupción, otro problema que siempre ha existido en el estado venezolano y es consustancial al capitalismo pero que ya desde 2004, cuando el presidente Chávez llamó a hacer “la revolución dentro de la revolución”, las masas esperan que desaparezca y se ha agravado. En empresas públicas o nacionalizadas como SIDOR, y otras muchas los trabajadores han venido luchando durante los últimos años tanto por sus derechos como contra la corrupción de gerentes y burócratas pero la respuesta que se han encontrado en muchos casos es ser tachados calumniosamente de “escuálidos” o “demasiado radicales”.
Así las cosas, la burguesía y su candidato Capriles han tenido más fácil que en otros momentos llegar con su cínica pero efectiva campaña de demagogia a los sectores más desmoralizados y desanimados de las masas.
La campaña de la contrarrevolución sólo ha podido avanzar por la ausencia de una respuesta revolucionaria consecuente
Durante su campaña Capriles se ha centrado en meter en un mismo saco todos estos problemas, lanzarlos una y otra vez con la ayuda de sus medios de comunicación a las masas y prometer soluciones a los mismos (incluso sabiendo que muchas de esas promesas contradecían su verdadero programa, el cual mantienen en secreto). Frente a la subida por tramos de un 40% de los salarios (y dependiendo de la inflación a final de año), que propuso Maduro, Capriles prometió que su primer decreto sería una subida inmediata de salario del 45%. Otro punto en el que machacó un día si y otro también el candidato burgués, además de la inseguridad, fue el ya comentado de la corrupción. La referencia a los “enchufados” aunque demagógica (y más viniendo de quien viene, aquellos que bajo la IV República enchufaban más que nadie) ha llegado a los sectores menos ideologizados y más descontentos de las masas.
Este es un punto importante. Un sector de activistas revolucionarios puede decir: “Okay, pero, aunque haya todas estas contradicciones dentro de la revolución ¿Cómo puede haber gente en los barrios populares, familiares, amigos de uno, que voten a un contrarrevolucionario y burgués como Capriles? Y más cuando Chávez acaba de dejarnos”
Este es un aspecto importante porque, como revolucionarios, siempre debemos recordar una frase que acuñó el filósofo Spinoza y que le gustaba repetir a marxistas como Lenin y Trotsky. “Ni reír, ni llorar, comprender porque se da tal o cual fenómeno”, para de ese modo por intervenir sobre el y cambiarlo.
Un punto clave que debe comprender cualquier militante revolucionario en Venezuela es que en el seno de los explotados hay diferentes capas. Estas capas están cambiando constantemente. Cuando unas entran en lucha y a través de su experiencia sacan conclusiones avanzadas, otras pueden empezar a sacar conclusiones negativas o atrasadas y caer en la desesperación. En general, una característica de una situación revolucionaria es que las conclusiones revolucionarias de las masas tienden a unificarse. Pero si la dirección revolucionaria no aprovecha ese momento –que por sus propias características no puede prolongarse indefinidamente- para llevar la revolución hasta el final y resolver los problemas de sus bases de modo concluyente entre sectores del propio pueblo cunde la desmoralización. La idea de que “tanta movilización y tanto discurso socialista no sirve para nada”, inicialmente minoritaria, puede crecer.
El discurso de Capriles apelaba constantemente a ese escepcticismo. El primer objetivo de la contrarrevolución siempre es matar la ilusión y la esperanza entre sectores de las masas, pero sólo pueden lograrlo si hay un apolítica dubitativa, pasiva o tibia por parte de la dirección. El mensaje de los contrarrevolucionarios es simple e hipócrita pero cae sobre un terreno abonado por el sabotaje capitalista y burocrático. Es algo que hemos visto darse una y otra vez en diferentes revoluciones, sobre todo cuando estas ya tenían un tiempo y no habían logrado resolver problemas importantes para sectores significativos de la población.
El ex vicepresidente sandinista Sergio Ramírez en su libro “Adiós muchachos”, analizando la derrota electoral de 1990 explica como sectores campesinos que habían apoyado historicamente a la guerrilla acabaron en las filas de la contrarrevolución: "La revolución al violar la más sagrada de sus promesas (dar la tierra a los campesinos y acabar con el latifundio) producía el primero de sus grandes desencantos. Las cooperativas cayeron bajo los ataques de los contras, determinados a destruirlas, pero muchos campesinos sin tierra se fueron a la guerra con ellos o se convirtieron en su base de apoyo (...). Familias enteras que habían colaborado con los sandinistas en los santuarios de la guerrilla y habían sido reprimidas brutalmente por Somoza (...) daban ahora protección y auxilio a la contra. Y el discurso de la contra, lejos de complicaciones teóricas, era insidioso pero simple: te quieren quitar tu libertad, quieren quitarte a tus hijos, quieren quitarte tu religión, vas a tener que venderles tus cosechas sólo a ellos, y la poca tierra que tenés te la van a quitar, y si no la tenés, nunca te la van a dar en propiedad".
La revolución sigue siendo mucho más fuerte que la contrarrevolución. ¡Aprovechemos esa fuerza para llevar la revolución hasta el final!
Uno de los elementos que más llama la atención de este proceso electoral es la gran contradicción entre el ambiente de euforia, entrega y voluntad inequívoca de luchar hasta el final que respiramos todos los que participamos en la marcha de fin de campaña del 11 de abril (una de las más masivas y militantes de todo el proceso revolucionario–dónde se veía la clara superioridad de fuerzas que sigue teniendo en la calle la revolución-) y el margen tan estrecho expresado en las urnas la noche electoral.
Como siempre ha explicado el marxismo, el terreno electoral no es el más favorable para la revolución. Aparentemente, la experiencia de Venezuela en los últimos años parece contradecir esto pero en realidad no es así. La correlación de fuerzas, especialmente tras las victorias de 2002, 2003 y 2004, ha sido tan favorable a la revolución que incluso en los votos esta se ha manifestado con total claridad. Con todo, la diferencia a favor de la revolución siempre ha sido mucho mayor en la calle, como muestran los centenares de marchas de la marea roja. En las elecciones de la democracia burguesa vale lo mismo el voto de un sindicalista revolucionario o un luchador social de un barrio, un líder popular que moviliza a centenares o miles de trabajadores, que el de un pequeño propietario que no sale de su urbanización o el de una persona atrasada políticamente, que no participan activamente en política, nunca va a una marcha, etc.
La clave de la revolución está en que la vanguardia, esos millones que en Venezuela fuimos a despedir a Chávez y juramos convertirnos en garantes de su legado y motores de esta revolución, ganemos para nuestra causa al resto de las masas. Para ello debemos empezar por esos sectores cuyos intereses objetivos deben estar (y hasta el momento han estado) con la revolución pero que a causa de no ver una solución rápida a los problemas que les acucian (como consecuencia del burocratismo, el mantenimiento del capitalismo) empiezan a dudar si “eso de la revolución y el socialismo” vale la pena y tiene algo que ver con ellos.
La primera idea que debemos plantear los activistas más conscientes de la JPSUV y el PSUV es que la fuerza que vivimos y sentimos el 11 de abril, cuando una marea roja desbordó siete de las principales avenidas caraqueñas y más, dejando en evidencia el cierre de campaña de la contrarrevolución, refleja mucho mejor que los resultados electorales del 14-A la verdadera correlación de fuerzas entre las clases. Esa es la verdadera medida de la fuerza de la revolución. Refleja que en la calle, en las fábricas, los barrios, la correlación de fuerzas sigue siendo claramente favorable a la revolución. Si esa fuerza se pusiese en marcha entorno a un programa de lucha y un plan claro para expropiar a los capitalistas que sabotean la revolución organizando el desabastecimiento y especulando con los precios, si esa fuerza se emplease para sustituir el actual estado (que sigue manteniendo una estructura capitalista que permite el desarrollo del burocratismo y la corrupción) por un estado dirigido por los trabajadores y el pueblo la contrarrevolución sería barrida de un plumazo. Ese sería el mejor modo también, en realidad el único, de mostrar a los sectores a los que la combinación del sabotaje capitalista y la quinta columna burocrática con la demagogia han logrado confundir y desmoralizar, que el socialismo y la revolución supone una mejora real y concreta en sus vidas.
¿Cómo recuperar a los sectores populares que han votado por la oposición?
Pero ¿a quienes de los que han votado en estas elecciones por la oposición contrarrevolucionaria o se han abstenido podemos y debemos ganar y cómo hacerlo? Durante esta campaña la orientación predominante en la dirección del PSUV ha sido la de ganar a la clase media con el discurso de un país ideal y con la participación en los actos de figuras de la farándula, deportistas, etc. Si este tipo de figuras son ganadas sobre la base de una política revolucionaria como la que hemos planteado, bien, pero no es lo más habitual. En todo caso, no debe ser ese el eje de la campaña. Durante esta campaña, incluso en zonas de mayoría escuálida, por cada punto azul de la campaña de Capriles había varios puntos rojos chavistas. El enorme caudal de fuerza revolucionaria existente en las bases del PSUV y demás partidos del Gran Polo patriótico se ha visto en la organización de estos miles de puntos rojos pero el que este esfuerzo se haya orientado fundamentalmente a intentar captar a la clase media de las zonas ricas en lugar de asegurar en primer lugar a aquellos sectores populares descontentos con la revolución refleja que no se comprende donde esta la causa principal de que la ventaja electoral entre la revolución y la contrarrevolución se haya acortado.
El primer punto no es ganar a la clase media (y menos diciéndole que todo va bien) sino garantizar el apoyo de nuestra base social, empezando por los sectores más desmoralizados mediante la resolución de todos los problemas y contradicciones que hemos analizado. Pero a estos sectores no los ganaremos sólo ni fundamentalmente con palabras y promesas sino con hechos. De hecho, pese a que se trataba de un momento de gran sensibilidad y emblemático para la revolución, el fallecimiento de Chávez -que sí ha galvanizado una fuerza social importante -decisiva como hemos dicho a la hora de defender la revolución en la calle, las fábricas y los barrios- no ha sido suficiente para movilizar a todos aquellos que alguna vez votaron por la revolución o confiaron en ella y ahora han caído en el escepticismo y la desmoralización. Han podido más la inflación y el desabastecimiento, la falta de respuestas concretas a sus problemas, el descontento con la inseguridad o la corrupción…Sólo resolviendo estos problemas y de forma urgente será posible recuperar a la mayor parte de estos votantes y convertirlos en más fuerza para la revolución.
Ganar a esos sectores también es el mejor camino para dividir en líneas de clase a las capas medias. La pequeña burguesía es una clase que en sus estratos superiores tiende a acercarse a la burguesía y en los inferiores -que son la mayoría- a la clase obrera y las demás capas explotadas de la población. Eso significa que no se las puede ganar cediendo en el terreno político e ideológico, moderando el discurso, presentando una imagen idílica del país, etc. El único camino para ganar a la mayoría de las capas medias y aislar a sus sectores más reaccionarios es demostrarles sin ningún género de dudas que la dirección revolucionaria está dispuesta a ir hasta el final y tomando las medidas prácticas que les demuestren que “el socialismo va sí o si” y que, de paso, medidas socialistas como la nacionalización de los bancos y grandes empresas monopolísticas bajo control obrero o el monopolio estatal del comercio exterior, lejos de perjudicarles, suponen un beneficio directo también para ellos.
Tras los resultados del 14-A y el intento de la contrarrevolución de aprovechar los mismos para recuperar la iniciativa, las bases revolucionarias debemos organizarnos y movilizarnos. En primer lugar para derrotar cualquier intento de desestabilización, guarimba o sabotaje pero sobre todo para tomar realmente el control de la economía y de la sociedad, derrotar a los capitalistas y quinta columna y construir una economía y un estado verdaderamente socialistas gestionados por la clase obrera y el pueblo a través de asambleas, delegados elegidos y revocables, consejos de trabajadores, sindicatos clasistas, consejos comunales, etc. El sabotaje y desestabilización no es que van a venir, están en marcha ya (y los resultados de la propia noche electoral son una expresión de ello). Contra la guerra económica de los capitalistas no bastan las amenazas y discursos, hay que organizar comités en cada centro de trabajo y cada barrio comités contra el sabotaje y la especulación y en defensa de la revolución y que estos se encarguen de organizar lucha contra el desabastecimiento y la toma de todas las empresas.
Los dirigentes de la UNETE deben presentar a la CSBT, PSUV, JPSUV y GPP un plan y programa de lucha unitarios para hacer irreversible la revolución
Los dirigentes del movimiento obrero, de la UNETE y la CSBT, tienen que tomar la iniciativa en este sentido y llamar a conformar dichos comités en defensa de la revolución. Los marxistas de la CMR proponemos a la dirección de la UNETE que llame urgentemente a la dirección de la CSBT a organizar una reunión nacional para aprobar un plan de lucha unitario y para presentar el programa de lucha que proponemos los trabajadores para hacer irreversible la revolución al compañero Nicolás Maduro y al conjunto del PSUV y del GPP. El primer paso en nuestra opinión debe ser una marcha unitaria este 1 de Mayo, una asamblea unitaria de trabajadores y trabajadoras de sindicatos clasistas, consejos de trabajadores, movimientos por el control obrero, delegados de prevención y salud laboral en junio y la convocatoria antes de las elecciones municipales de una gran marcha nacional de trabajadores para presentar nuestras propuestas al conjunto del pueblo revolucionario.
Si las enormes ganas de luchar y movilizarnos que los militantes del PSUV, la JPSUV, la UNETE y la CSBT hemos demostrado durante los últimos años, en la marcha del 4 de Octubre y elecciones del 7 de Octubre, durante los actos de despedida de nuestro comandante y de nuevo en esta campaña (en la magnífica demostración de fuerza del 11 de abril y en la propia movilización de la jornada electoral) se utilizasen para llevar adelante este plan de acción, no sólo pararemos los pies a los reaccionarios y haremos que al candidato de la burguesía se le desinfle rápidamente el ego y tenga que salir corriendo a esconderse como una rata, como ya hizo tras el golpe de abril de 2002 o el paro patronal. También conseguiremos que muchos de los compatriotas que un día votaron por Chávez y la revolución y ahora se han abstenido o han empezado a escuchar los cantos de sirena de la contrarrevolución vestida de seda, vuelvan al campo de la revolución.
Un argumento defendido desde hace tiempo por los sectores reformista que, consciente o inconscientemente, actuán como portavoces de la burocracia dentro de la revolución es que las masas, el pueblo, no tiene todavía madurez, fuerza ni conciencia suficiente para que la revolución pueda ir hasta el final, que los trabajadores y el pueblo seamos quienes dirijamos las empresas, la economía y el estado. Los defensores de esta idea intentarán utilizar los resultados del 14-A para decirnos: “¿Lo ven? Todo lo que ha hecho Chávez y la revolución por el pueblo y mira, la gente no está clara”. En realidad, ocurre exactamente al revés.
El resultado tan ajustado del 14-A no es consecuencia de que la revolución va demasiado rápido o es demasiado radical (como seguramente empezaremos a escuchar pronto a algunos de los portavoces de la burocracia reformista) sino de que esta –como venimos explicando desde hace tiempo- se ha quedado a medias y mantiene una economía y un estado que con algunas peculiaridades siguen siendo en esencia capitalistas. El Presidente Chávez ya en abril de 2007 decía que las condiciones para dar el salto decisivo al socialismo existían en America Latina y por supuesto en Venezuela y siguiendo el pensamiento de Trotsky mostraba su preocupación porque si no se aprovechaba el momento pudieran empezar a descomponerse. (Aporrea, 24/04/07)
Hoy estas condiciones objetivas para el socialismo están aun mas presentes pero lo ocurrido en las elecciones del 14-A es un síntoma de que están descomponiéndose y la revolución está ante el momento de mayor peligro desde 2002. Como hemos insistido a lo largo de este artículo, seguimos siendo mas fuertes y teniendo mayor capacidad de movilización. La situación internacional (ascenso de la lucha de masas en el resto de America Latina –victoria revolucionaria clara en Ecuador, elección de gobiernos de izquierda o progresistas en la mayoría de países,…- entrada de las masas de Europa en lucha, mantenimiento de la revolución en el mundo árabe) lejos de ser desfavorable como dicen los reformistas empuja hacia la izquierda. Pero para poder aprovechar todos estos factores es imprescindible acabar de una vez por todas con el poder de los capitalistas y burócratas en la propia Venezuela, estatizar la banca y las grandes empresas bajo control obrero y sustituir el actual estado por un estado socialista basado en la planificación democrática de la economía y el poder comunal, obrero y popular, donde todos los delegados sean elegibles y revocables, ningun cargo publico cobre mas que un obrero cualificado y todas aquellas tareas en que esto sea posible se realicen de modo rotatorio. Si la revolución bolivariana da ese salto y llama a los trabajadores del resto de América Latina y del resto del mundo a seguir ese mismo camino la revolución todavía puede triunfar y el socialismo por el que tanto luchó el comandante Chávez y otros revolucionarios heroicos como el Che, Marx, Engels Lenin o Trotsky, hacerse realidad.
17 de Abril de 2013
“Sin teoría revolucionaria no puede haber práctica revolucionaria y, sin práctica revolucionaria, no puede haber teoría revolucionaria”
Federico Engels (1820-1895)
El año 2012 ha sido testigo de una de las mayores expresiones del movimiento estudiantil en los últimos años, la irrupción de una amplia capa de jóvenes a la lucha ha sido el tenor en el cual se ha desarrollado la lucha de clases en este último periodo a nivel mundial. Las movilizaciones contra los recortes a la educación en países como España, Italia, Portugal o Inglaterra fueron los avisos del incendio por venir. La falta de empleo, condiciones de estudio deplorables, los recortes al presupuesto en educación y todos los ataques de la burguesía han sido la base para que millones de jóvenes en todo el mundo saliéramos a las calles a defender nuestros derechos y mejorar nuestras condiciones de vida.
Tanto en México como en España, se han visto también muestras de la búsqueda por un cambio ante la situación política impuesta por la clase dominante. En México, las movilizaciones desarrolladas por miles de jóvenes el año pasado, expresaron todo el hartazgo hacia el poder y los grandes intereses capitalistas poniendo de manifiesto la voluntad y disposición a luchar contra la imposición del candidato de la derecha (Enrique Peña Nieto) en las elecciones presidenciales. En España, las movilizaciones y huelgas convocadas por el Sindicato de Estudiantes para revertir las iniciativas de recortes y reformas al presupuesto educativo han sido multitudinarias e inspiradoras.
Es en este contexto que el Comité Estudiantil en Defensa de la Educación Pública (CEDEP) y la Tendencia Marxista Militante, hacemos la cordial invitación a jóvenes y trabajadores de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) para que asistan a la tradicional mini Feria del Libro Marxista, que realizaremos del 5 al 7 de Marzo, con un horario de 10 a 15 horas (los tres días), en la explanada de la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas (en Ciudad Universitaria).
Ahí pondremos a su disposición, nuevamente, una amplia colección de libros de Marx, Engels, Lenin, Trotsky, Rosa Luxemburgo y otros clásicos del marxismo científico editados por la Fundación Federico Engels (FFE), así como playeras, carteles y documentales de contenido revolucionario. ¡Te esperamos!